Matacrisis 13: Camila visita aVanessa.

Sigue la crisis sexual de Camila con Toni y las criadas rusas, esta vez tutelada por la la imponente novia de su hermano: Vanessa.

La vida transcurre apaciblemente para una familia madrileña de clase acomodada hasta que la crisis económica empieza a afectar a las consultas del matrimonio de psicólogos formado por Sergio y Rebeca.

Mientras, su hija Camila empieza a ver cómo su mundo se desmorona y las fronteras de lo que conocía hasta ahora se desdibujan ante la presencia de la imponente novia de su hermano: Vanessa.

Después visita a su novio, algo que no terminó de la forma que a ella le habría gustado… pero que la permitió conocer un poco más a las criadas rubias -y hermanas gemelas rusas- que trabajan en la vivienda: Ekaterina (Kat) y Rada.

Ahora ha llegado el momento de hablar con su íntima confidente y el objeto de algunos de sus más íntimos deseos, aunque nunca es todo como se planea.

Capítulo 13. Camila visita a Vanessa.

Visitando a Vanessa

Se despertó nuevamente con la sensación de estar siendo observada.

Entreabrió los ojos lentamente mientras la claridad que entraba por la ventana iba filtrándose en su interior y poniéndola en marcha.

La puerta de su cuarto estaba mal cerrada, era apenas una rendija, pero estaba segura que esa idea de haber estado siendo espiada provenía de allí.

Por un lado, era algo íntimamente estimulante. Por alguna extraña razón su cuerpo reaccionaba a la posibilidad de que la estuvieran espiando mientras dormía con una ligera excitación. Y por otro, sentía vergüenza al imaginar qué podrían pensar sus padres si la descubrían durmiendo desnuda y con la persiana subida completamente.

Porque, de nuevo, había estado durmiendo desnuda y, de nuevo, al despertarse se encontraba con las sábanas dejando al descubierto parte de su anatomía. Tenía las piernas parcialmente a la vista e incluso se podía ver desde cierto ángulo su cuidado coño. También mostraba al aire uno de sus senos, con el pezón completamente erguido y mostrando el nivel de erotismo que habían tenido los sueños de esa noche.

Recordaba que había sido un sueño muy intenso en el que habían aparecido Vanessa y las gemelas rusas que trabajaban de sirvientas en casa de Toni, pero los detalles se la escapaban y sabía que en apenas un rato incluso ese pequeño recuerdo se podría esfumar. Era lo que sucedía con la mayoría de los sueños, que se olvidaban casi siempre.

De todas formas, la humedad que sentía en su entrepierna y la tensión de sus pezones la acción adivinar que había sido en extremo placentero lo que su mente había imaginado a lo largo de la noche.

Camila terminó de despertarse mientras se desperezaba como una gata y dejaba caer la sábana a un lado antes de levantarse completamente desnuda y cerrar del todo la puerta de su cuarto.

Y mientras pensaba en la reunión que tendría ese día con Vanessa no pudo evitar sonreír a la vez que un placentero escalofrío la recorría de arriba abajo.

Había recibido un mensaje suyo a las tres de la madrugada. Sólo ponía una hora, pero a esa interrupción de su primer sueño le había seguido aquel otro que la había hecho levantarse tan… animada.

Más tarde, ese mismo día, cuando bajaba dispuesta a coger un taxi para ir a visitar a Vanessa, no pudo evitar mirarse en el espejo del ascensor y, en un impulso procedente de su entrepierna, se desabrochó un par de botones de la blusa. Una parte muy íntima de su ser deseaba causar una muy buena impresión ese día y esa misma región tenía claro que la particular forma en que la novia de su hermano veía el mundo haría que ese detalle la destacase.

La hija de los psicólogos no pudo evitar pensar que dejaba demasiado a la vista, que era algo demasiado provocativo exponer de esa manera a la vista el comienzo de sus senos, sobre todo porque ese día había escogido un sujetador de media copa que dejaba al aire la mitad superior de ambos pechos. Instintivamente su pudor la hizo volver a abrocharse los botones… pero justo antes de que las puertas se abrieran, volvió a desabrocharlos.

Por un momento se quedó sin saber qué hacer. Con el ascensor detenido en el bajo, la duda la asaltó. Al final, la lucha entre su pudor y la necesidad de mostrarse ante Vanessa llegaron a un acuerdo. Empataron. Al salir del ascensor, uno de los botones permanecía desabrochado, con lo que sólo se insinuaban las formas perfectas de sus pechos.

Y justo cuando acababa de salir se encontró con un taxi aparcado junto a la puerta del edificio.

Se encaminó hacia el vehículo ensimismada en sus pensamientos, imaginando cómo iba a ser la reunión que tendrían ella y la alocada novia de su hermano.

Abrió la puerta de atrás mecánicamente, sin siquiera fijarse que aún no lo había abandonado su anterior ocupante… que resultó ser su madre.

Estaba a punto de decirla algo cuando sonó su móvil. Era Vanessa.

  • Hola, Vanessa.

  • Hola, niña pija.

  • ¿Qué?... yo no… espera. ¡Hola, mama! –saludó a su madre, que parecía algo distraída y alterada, porque incluso se agachó para hablar con el taxista. A lo mejor la había cobrado más por la carrera…-. Voy a…

  • ¿Vienes o no, niña pija? –escuchó por el teléfono a Vanessa, interrumpiéndola la explicación que iba a dar a su madre sobre a dónde iba a esas horas.

  • No me llames niña pija.

  • ¿Por qué, se ofende la niña pija cuando los adultos descubren cómo es?.

  • Que no soy una…

  • ¿Ah, no?. ¿Y lo de ayer?. ¿Ese ataque de clasismo que tuviste con Kat y Rada, es que por trabajar como unas putas criadas en casa de Toni no merecen un respeto?. Y además creo que se han portado bastante… bien contigo, ¿no crees?.

  • ¿Te importa si lo hablamos ahora, cuando llegue a tu casa?.

  • ¿Y quién ha dicho que quiero que vengas, doña importante?.

  • Deja que te lo explique, no…

  • Ven antes de que cambie de opinión… y más vale que tengas una buena excusa para todo lo que hiciste ayer, niña pija.

Mientras seguían hablando por el teléfono, Camila se subió a la parte de atrás del taxi, que arrancó de golpe antes incluso de decirle a dónde iba, pero estaba tan preocupada por la conversación que estaba teniendo que ni siquiera reparó en ello.

Lo que sí se terminó dando cuenta era del olor tan extraño y pegajoso que flotaba en el ambiente… y de cómo el taxista la obsequiaba con miradas lascivas cada poco, sobre todo porque estaba llevándola por calles con muchos semáforos que la obligaban a estar más tiempo del deseado en el interior del vehículo en vez de con Vanessa.

  • Con que eres una de esas niñas pijas, ¿eh? –comentó el taxista cuando colgó el teléfono móvil, ya cerca de la calle donde vivía la novia de su hermano.

  • Perdón, ¿qué? –se hizo la despistada, aunque no pudo evitar un ligero rubor.

  • ¿Eres una de esas pijas calientapollas como tu mami?.

  • ¿De qué está hablando? –se escandalizó.

  • Digo que tu mami me ha pagado la carrera como una auténtica zorra y…

  • ¡Será cerdo!.

  • ¡Está bien, está bien!... no te escandalices, niña. Pero si quieres que la carrera te salga gratis, puedes comerme la polla como sé que os gusta a las niñas pijas.

  • ¡Cabrón!. Pare aquí o le denuncio.

El taxista frenó de golpe y la inercia llevó la cabeza de Camila hacia delante, momento en que el hombre aprovechó para agarrarla de los cabellos y atraerla hacia sí.

La asustada hija de los psicólogos tuvo de pronto una visión muy clara del hinchado paquete que se adivinaba bajo los pantalones del hombre y, lo que era peor, que la bragueta estaba bajada y de allí salía el olor que llenaba el taxi.

  • Ahora verás, puta… -empezó el taxista, pero antes de que pudiera pasar nada, la puerta junto a la que se sentaba Camila sonó al ritmo de un par de golpes de mano.

A los ojos de Camila, Vanessa nunca estuvo más bella. De nuevo aparecía a su rescate… casi era como un cuento de princesas y su corazón pegó un nuevo brinco, pero esta vez no de miedo por el asqueroso taxista sino por su auxiliadora.

  • ¿Qué pasa? –la preguntó en voz alta el taxista, tras bajar su ventanilla-. Está ocupado.

  • Creo que no –respondió ella, exhibiendo una amplia sonrisa e inclinándose sobre la ventanilla del conductor hasta dejar a la vista todo el amplio escote del ajustado top que llevaba-. Esta cría es mía y… ha venido a… verme.

La novia de su hermano dirigió sus ojos hacia Camila a la vez que permitía que el taxista siguiera teniendo una vista privilegiada de su anatomía y se pasaba suavemente la lengua por los labios.

  • La carrera… -empezó a responderla, y la hija de los psicólogos no tuvo ninguna duda de que se las estaba imaginando teniendo sexo juntas, porque era algo que ella misma se imaginaba a veces.

  • Seguro que podemos llegar a un acuerdo, ¿verdad? –dijo, insinuante, a la vez que metía una de sus manos hasta… Camila estaba segura que la había apoyado sobre el inmundo paquete de la entrepierna del marrano que iba al volante -. Que se vaya. Aún está verde la niña pija.

Terminó su negociación con el taxista, añadiendo un guiño hacia la joven que se encontraba en el asiento de atrás.

Entonces se desbloquearon las puertas y la hija de los psicólogos salió corriendo, antes de que el brutal hombre cambiara de idea de nuevo sobre cómo obtener la compensación por la carrera.

  • Toma mis llaves y espérame arriba –la indicó Vanessa, dejando sus llaves sobre la mano de Camila.

  • Pero… -empezó a quejarse la chica, que no deseaba abandonar a su íntima amiga, pero, antes de que pudiera continuar, la novia de su hermano la atrajo hacia sí y la besó en los labios con pasión.

Al principio la pilló desprevenida éste nuevo cambio de la situación, pero pronto se dejó llevar y se relajó en brazos de Vanessa, dejando que la reclinara contra el vehículo mientras continuaba el húmedo intercambio entre sus bocas.

No fue hasta que la novia de su hermano separó los labios cuando Camila se dio cuenta de que el taxista, además de haberlas estado mirando con su cara de baboso, había aprovechado su cercanía al coche para plantar una de sus manos sobre su pierna derecha y levantar su falda hasta lograr alcanzar su tanga.

La chica primero intentó apartarle con una mano, pero el hombre cerró sus dedos en torno al borde de la prenda mientras la miraba con unos ojos que parecían querer devorarla.

De nuevo, Camila se asustó y, de nuevo, Vanessa tomó el control de la situación.

Se puso de cuclillas entre los coches aparcados y el taxi, para luego apoyar sus manos sobre ambas piernas de la joven hija de Sergio y Rebeca. Fue deslizándolas suavemente hacia arriba mientras acercaba su rostro y la besaba en las rodillas.

Nuevamente, pareció que el tiempo se detenía y sólo lo que hacía Vanessa importaba. Camila ni siquiera pensó que estaban en una vía de dirección única, que era de día, y que cualquiera que fuese andando por la calle o estuviera mirando por las ventanas de alguno de los edificios podrían estar espiándolas. Sólo disfrutaba del contacto de las manos de Vanessa ascendiendo por sus piernas, con ese suave tacto que las caracterizaba, y los ocasionales besos que la iba dando.

Se olvidó incluso de que el taxista seguía sosteniendo con su mano un extremo de su tanga. Había algo en la presencia de Vanessa, en sus caricias, en su forma de ser, que la hacía olvidar todo lo demás. Esa energía, esa presencia, el aura que la rodeaba eran suficientes para hacer que se rindiera ante ella.

No llegó a darse cuenta de cuándo ni cómo perdió el tanga. Tan sólo sentía cómo la novia de su hermano besaba su húmeda entrepierna, cómo acariciaba sus muslos, cómo esa intrépida lengua lamía cada escondrijo de su coño y cómo su cuerpo respondía calentándose aún más e inflamándose su sexo hasta límites impensables.

Pero tan pronto como empezó a notar un irresistible pulso dentro de su cuerpo, la deliciosa sensación se detuvo. Abrió los ojos y se encontró con los de Vanessa, que se había levantado y se apretaba contra ella. Se besaron con intensidad, apoyado el trasero de la joven Camila contra el taxi, cuyo libidinoso conductor no dejó pasar la oportunidad de acariciar la entrepierna de la hija de Rebeca hasta lograr introducir ligeramente uno de sus gruesos dedos en la desnuda concha de la chica, que era incapaz de resistirse bajo la brutal descarga de hormonas que se generaban ante la mínima insinuación de Vanessa.

Y de nuevo, todo se detuvo. El pitido de un coche al extremo de la calle interrumpió la escena.

Parpadeando, Camila se dio cuenta de que la zurda del taxista se metía dentro del auto con su roto tanga en la mano mientras Vanessa la ponía un dedo sobre los labios para acallar cualquier palabra por su parte.

  • Espérame arriba… niña pija –la despidió, remarcando posesivamente el “mí”, y añadiendo un guiño cómplice justo antes de darse la vuelta para apoyarse de nuevo en la ventanilla del conductor para hablar en voz baja con el marrano conductor del taxi.

La chica se retiró, obedeciendo mecánicamente las instrucciones de Vanessa mientras en su interior no dejaba de pensar en la deliciosa sensación que tenía cada vez que la novia de su hermano la tocaba cualquier parte de su cuerpo.

Se encontraba tan excitada que no pudo evitar tocar su inflamado coño en el propio ascensor mientras subía hasta el piso de Vanessa. Incluso la costó abrir la puerta del piso con tan sólo imaginar lo que podría suceder al otro lado cuando llegase la potente hembra.

Entonces, justo cuando cruzaba el umbral y se apoyaba contra la puerta con las piernas temblando, notó la vibración de su teléfono móvil. Era un mensaje de llamadas que su madre la debía de haber hecho mientras estaba hablando por el móvil o en el ascensor.

Tenía que llamar a su madre. Pero antes tenía que tranquilizarse un poco. Podría notar en su voz algo raro, así que Camila empezó a respirar lentamente para lograr que el poderoso impulso que surgía de su interior no se reflejase en su voz.

Un par de minutos después, llamó, pese a que aún notaba un cosquilleo intenso en su entrepierna que la invitaba a tocarse para calmarlo.

  • Hola –le pareció que decía su madre al contestar, quizás por un problema en la línea o quizás es que había pasado algo.

  • Hola, madre… ¿estás bien? –decidió preguntar Camila.

  • Sí.

  • Oye, que he visto que me habías llamado. ¿Querías algo? –preguntó Camila, a la vez que una parte esperaba que no porque sentía una imperiosa necesidad de estar con Vanessa.

  • ¿Dónde estás? –inquirió su madre.

  • En casa de Vanessa, acabo de llegar. El taxista era un poco inútil y nos han pillado todos los semáforos –mintió en parte Camila, procurando que no supiera que había pasado algo más y así no la hiciera más preguntas que pudieran provocar la interrupción de la ansiada visita a la vivienda de la novia de Darío.

  • Ahh… vale… bueno, nos vemos luego –respondió su madre, con un tono de voz que aún la sonaba extraño pero que ese impulso primitivo que surgía de lo más hondo de su vientre la hacía ignorar.

  • Claro –terminó la conversación la hija de Rebeca, para colgar justo cuando sonaban unos golpes en la puerta de entrada de la casa.

Mientras se dirigía al hall, había una parte de Camila que la hacía sentirse culpable por mentir a su madre… bueno, no era exactamente mentir el ocultar el comportamiento del taxista y lo que había dicho, ¿verdad?. A la vez, otra parte de ella sentía una cierta sensación de intranquilidad por el tono de voz con el que Rebeca la había estado hablando, ahora la parecía claro que algo la pasaba a su madre. Y para terminar de liarlo todo estaba esa mezcla de imperiosa necesidad de intimar con Vanessa mezclada con una dosis de enfado contra sí misma por permitir que esos instintos primarios sexuales pudieran hacer que ella evitase a su madre y sintiera eso por la novia de su hermano.

Ni siquiera miró por la mirilla, abrió sin pensar, y, antes siquiera de darse cuenta, recibió un bofetón en la cara que la hizo trastabillar hacia atrás mientras se le escapaba una lágrima y se llevaba una mano para acariciarse la zona.

Pero la misma mano que la había abofeteado la retuvo. Mientras cerraba la puerta de su casa, la diestra de Vanessa se cerraba con fuerza sobre la muñeca izquierda de Camila, que miró sorprendida a la sensual y femenina hembra que tenía ante ella.

  • Eres una niña tonta, ¿lo sabías? –la espetó, aunque su cara no mostraba ninguna señal de enfado por ello-. ¿Cuántas veces voy a tener que sacarte las castañas del fuego, niña pija?.

  • Yo…

  • Yo, yo, yo… ¿no piensas en nadie más que en ti misma? –continuó con el rapapolvo, a la vez que la soltaba la muñeca y, de repente, la acariciaba con el dorso de la mano su carrillo aún ardiente por la torta recibida apenas un momento antes.

Camila no supo que responder, atrapada entre la necesidad de sincerarse con Vanessa pero a la vez temiendo abrirse ante esa hembra de imprevisible comportamiento.

Vanessa la acarició por un momento el cabello, antes de atrapar parte en su mano y tirar de sus cabellos a la vez que avanzaba hacia el salón como forma de invitarla a seguirla sin palabras. Cuando soltó sus cabellos al pasar, Camila no lo dudó y la siguió mientras admiraba en silencio la escultural figura de la hembra que su hermano había tomado por novia y que tantos sentimientos y emociones despertaban en ella.

  • Si no hubiera pasado por la calle, ahora mismo estarías metida en un buen lío por tonta…

  • Lo siento –se disculpó, por inercia, la joven-. Gracias.

  • Ya, ya… -desestimó con un gesto de la mano la chica, dejándose caer en el sofá individual y dejando que una de sus piernas descansase sobre el reposabrazos-. ¿Cómo me lo pagarás?.

  • ¿Pa… pagar?.

  • Anda, siéntate, so tonta –se rió de ella. Pero cuando fue hacia el sofá grande, Vanessa la detuvo con un gesto que señalaba el suelo frente a ella.

Camila se detuvo, indecisa. Eso no era normal ni era para nada lo que había estado esperando.

Vanessa tomó de nuevo la iniciativa, tirándola un cojín a sus pies.

  • No quiero que te resfríes por sentarte en el suelo… -y añadió, con un tono despectivo- niña pija.

Camila ya no dudó. Se sentó con las piernas cruzadas sobre el cojín. Sabía que su falda no era tan larga como para encubrir la ausencia de una prenda que escondiera su sexo, pero no la importaba. De hecho, casi lo prefería precisamente porque quien estaba ante ella era la deliciosa chica por la que sentía un terremoto en su interior.

  • Así me gusta, que estemos frente a frente, no mirándonos de costado. ¿No te parece que es mejor?.

  • Supongo –respondió la hija de Sergio, que no pudo evitar fijarse en que pese a estar de frente no estaban al mismo nivel.

  • He invitado también a Kat y Rada. Es la mejor forma de dejar claro todo lo que ha pasado y encontrar una solución entre las cuatro, ¿vale? –afirmó, más que preguntó, Vanessa.

Camila, sorprendida, no sabía qué decir. No estaba saliendo nada cómo ella se había imaginado. Bueno, no es que hubiera pensado otra cosa exactamente, pero desde luego nunca se la hubiera podido pasar por la cabeza ese cambio de situación.

  • Anda, llámalas –la animó Vanessa desde el sofá.

  • No tengo su teléfono –acertó a responder Camila, a la que se le ocurrió pensar que podría esquivar al final una situación incómoda al volver a encontrarse con las gemelas rusas. Era cierto que ambas habían sido capaces de llevarla a nuevas cotas de placer y que la habían proporcionado unas experiencias fabulosas, pero también era verdad que se había encontrado las bragas de una de ellas en la cama del que hasta entonces había sido su novio… o, para ser más exactos, Toni se las había introducido en la boca durante un juego sexual.

  • ¡Kat!. ¡Rada!. ¡Podéis venir! –gritó la novia de Darío desde el sofá. Luego, mirándola con una sonrisa pícara en la cara, añadió-. No dije que tuvieras que llamarlas por teléfono.

Al poco aparecieron las gemelas, ambas con sus rubias melenas recogidas en una coleta y llevando el mismo conjunto de top y malla ajustada que remarcaban cada centímetro de su anatomía.

Se sentaron en el sofá grande, haciendo que Camila se encontrase entre medias de las tres hembras, sentada sobre el cojín en el suelo.

  • Mi casa, mis normas. ¿De acuerdo todas? –empezó Vanessa.

Las tres invitadas respondieron afirmativamente, aunque Camila estaba algo nerviosa por el inesperado desarrollo de su visita a casa de la novia de su hermano.

  • ¿Qué te parece Erick? –preguntó  inesperadamente a Camila.

  • ¿E… e… Erick?.

  • Bueno, no te he dicho las normas… seré tonta –se reprendió a sí misma Vanessa, fingiendo que se golpeaba la frente con la mano-. Verás, niña pija , esto es una reunión de mujeres sin pelos en la lengua, no de crías de colegio de pago… pero si no quieres participar, te vas y punto.

  • No, no… me quedo. Es sólo que me ha sorprendido que… -empezó a disculparse Camila, nerviosa y algo confusa por lo que estaba pasando y por el trato que estaba recibiendo.

  • ¿Por eso quieres dejar a Toni?. ¿Para irte con ese semental? –preguntó con gesto lascivo Vanessa.

  • No, no, no es por eso… es… bueno, yo…

  • ¿No es por Erick?. ¿No será por lo de esas dichosas bragas?. No me digas que eres una de esas estrechas que nunca le ponen imaginación al asunto.

  • No, no es eso… es que sabían a… bueno, a Kat –terminó, mirando de reojo a la rusa, que se removió ligeramente en el sofá.

  • Eso me recuerda que le debes una disculpa –la invitó con un gesto dirigido hacia las dos gemelas de cabelleras rubias.

  • Lo siento –se disculpó Camila con la mirada baja y la mente confusa.

Una de las hermanas se levantó, Camila supuso que sería Kat, porque en ese momento le parecían exactamente idénticas tal como iban vestidas. Se puso frente a ella y bajó lentamente su malla, agarrando en el camino el minúsculo tanga que llevaba, hasta quitársela.

  • Aquí –dijo Ekaterina, señalándose el coño cuyo sabor intenso aún recordaba Camila-. Aquí es donde debes pedir el perdón.

  • Pero… -demasiado tarde fue consciente Camila de lo que la estaban pidiendo.

Una parte de sí misma se sentía asqueada por cómo la estaban rebajando… pero otra estaba terriblemente excitada y deseaba con ansiedad volver a catar el néctar que escondía la más decidida de las criadas. Todo mezclado con esa sensación de mareo vertiginoso al que la conducía la falta de un patrón fijo de comportamiento de la novia de su hermano.

No necesitó siquiera girar la cabeza. Por el rabillo de su ojo vio claramente el gesto que Vanessa le hacía a Rada, que se levantó como una gata del sofá y se estiró perezosamente antes de avanzar suavemente hasta el lugar donde Vanessa estaba recostada.

Sin mediar más palabras, Kat apoyó una mano sobre la cabeza de Camila y la hizo aproximar su cara hasta su palpitante sexo. El olor era increíble y la mente de la hija de Sergio regresó al momento en que había compartido la bañera en la casa del padre de Toni con esas dos exuberantes rubias.

Sus labios actuaron por instinto, devorando la desnuda entrepierna de la rusa. Apenas un segundo después su lengua acudía en ayuda de sus labios para adentrarse hasta las zonas más íntimas del empapado coño de la rubia.

Y, mientras, por el rabillo del ojo, veía cómo Rada se ponía de rodillas entre las piernas de Vanessa, que ahora tenía apoyadas a la altura de sus rodillas sobre ambos reposabrazos del sofá individual, y se inclinaba para empezar también ella a comerle el coño a la voluptuosa novia del hermano de Camila.

Las escenas se sucedían en la calenturienta mente de la hija de Sergio como a saltos. Tan pronto se recordaba aún sentada sobre el cojín como se daba cuenta de que estaba completamente desnuda y tendida en el suelo con Ekaterina encima de ella, comiéndose los coños mutuamente en un perfecto 69.

Sus desnudos cuerpos se abrazaban de mil maneras, cruzándose sus brazos y sus piernas en un combate constante por llegar a cubrir cada centímetro de la superficie del cuerpo contrario.

De vez en cuando sus cabezas terminaban una frente a la otra y se besaban con pasión, luchando por lograr que una lengua ganase a la otra en su húmedo combate.

Camila perdió la noción del tiempo, en el que sólo había una constante: Vanessa.

Todo el tiempo siguió sentada en el sofá.

Tanto ella como Rada también terminaron desnudas, pero en ningún momento dejó de estar la española sentada y dominando toda la escena, tanto su parte como la que protagonizaban Camila y Ekaterina… o eso le pareció a la enfebrecida mente de la hija de los psicólogos.

De su mente se habían ido todos los pensamientos, arrasados por la lujuria. Sólo existía ese sexo impulsivo y vulgar… cavernícola. Toda la finalidad de su cuerpo, de cada uno de sus actos, era el placer. Dar placer a la rusa que tenía sobre ella… y recibirlo.

Estuvieron comiéndose los coños una a la otra hasta que alcanzaron el orgasmo… y no descansaron. Cada una tragó hasta la última gota del flujo emitido.

La primera en correrse fue la española. Un torrente surgió de su profundo volcán al ritmo de unas intensas contracciones interiores que se reflejaban en su abdomen y en cómo se agarró a la rusa.

Ekaterina no se detuvo ni siquiera mientras la hija de Sergio se corría. Al contrario. Redobló los esfuerzos conjuntos de sus dedos, su boca y su lengua. Sujetó con su propio cuerpo a la española para que no pudiera escapar y, mientras se frotaban sus desnudos cuerpos con más intensidad, dejó caer aún más su propio sexo contra la cara de Camila para forzarla a no abandonar su labor en lo más profundo de su propio sexo.

Cuando la rusa estalló, Camila lo recibió con ansiedad. Incluso rebuscó con su lengua para lamer todo el interior de la ardiente vagina de Kat.

Luego siguieron. Pasaron los minutos hasta que sus cuerpos entrelazados alcanzaron de nuevo el orgasmo, esta vez casi a la vez.

  • Mi turno –escuchó Camila como un susurro lejano mientras seguía abrazada con fuerza al voluptuoso cuerpo de Ekaterina, sin dejar de repasarlo un momento en el frenesí de un 69 que le parecía que durase horas.

La rubia empujó a la española hasta separarse de ella, dejándose caer al lado boca arriba pese al intento de Camila de retenerla.

La hija de Sergio apenas tuvo tiempo de recuperarse cuando una sombra se cernió sobre ella. Era Vanessa. Sostenía un extraño consolador… y una sonrisa perversa bajo su despeinada cabellera.

Rada estaba detrás de ella, besándola en el cuello y acariciándola por delante el abdomen y el seno de su derecha, cuyo pezón estimulaba entre sus voluntariosos dedos.

La novia de Darío parecía inmune a las caricias de la gemela porque se deshizo con un gesto de los hombros de ella y se fue inclinando hacia el suelo hasta quedar frente a la encharcada entrada de la cueva del sexo de Camila.

En la mano tenía un consolador de un diámetro gigantesco… o eso le pareció a la hija de los psicólogos, que lo observaba en un extraño trance hipnótico. La única parte lisa, aparte de por donde lo sujetaba Vanessa, era la punta… y le pareció ver el reflejo de su propia cara, empapada en una mezcla de sudor y flujo de la gemela rusa dominante… pero sobre todo lo que la pareció era que su rostro era la viva representación del vicio más animal que se la hubiera podido ocurrir. Y eso la hizo sentir aún mayor excitación frente a lo que venía.

Camila separó sus piernas un poco más, de forma automática, sin darse siquiera cuenta cuando Vanessa se acercó aún más con el aparato entre las manos.

Partiendo de la zona por donde Vanessa empuñaba el objeto de placer, nacía una ramificación más corta y ligeramente más estrecha. Pero también recubierta de estrías y púas por todos lados.

  • Boca abajo –la indicó con la voz menos apasionada que nunca la había escuchado emplear. Una voz que impelía a obedecer.

Eso fue lo que hizo Camila. No dudó. No pensó. Sólo giro sobre si misma hasta que sus pechos se apoyaron contra el suelo y notó cómo su amiga metía una mano en su entrepierna para separar sus muslos.

Luego, esa misma mano, se apoyó sobre la parte donde se juntaban espalda y glúteos. Apretó, apoyándose con energía para retenerla en el suelo, mientras Camila sentía la fría punta del consolador en la entrada de su cueva.

Poco a poco fue introduciéndolo, obligándola a dilatar su vagina como nunca jamás había necesitado. Era una sensación increíble, podía notar como sus paredes eran recorridas por el dibujo exterior del consolador, arrancándola unas sensaciones muy placenteras a la vez que la penetración seguía su curso hacia lo más profundo de su sexo.

Entonces fue cuando notó el contacto de ese otro consolador más pequeño que salía de la empuñadura de la parte más ancha y poderosa. Supo para qué servía en el momento en que tocó su ano.

Tuvo un instante de duda. Se removió y su amiga lo notó, porque decidió ayudarla a… su manera.

  • Rada, creo que la niña pija también quiere… decirte algo… -anunció en voz baja, pero aun así todo el mundo en la sala lo escuchó.

La otra rusa se sentó frente a la cara de Camila y se abrió de piernas antes de acercarse hasta ella, arrastrando su culo por el suelo. Luego se recostó en el suelo hasta quedar tendida boca arriba, apoyando sus piernas sobre los hombros y la espalda de la española.

Su coño mojado y rosado quedó justo pegado a la nariz y boca de Camila, que no pudo resistirse al olor. Ni tampoco a la visión de Kat cuando se puso de cuclillas sobre la cabeza de su propia hermana, ofreciéndola a su vez su propia concha para que se la devorase mientras la gemela dominante quedaba mirando hacia Camila y Vanessa, tocándose sus tetas y relamiéndose a la vez que miraba el espectáculo de las españolas y sentía como Rada, desde el suelo, la comía el coño.

Camila hizo lo propio con la gemela postrada que había aparcado su rosada y húmeda concha contra su cara.

Mientras la hija de Sergio contemplaba la escena de las rusas, comía la concha de Rada y se relajaba dejando que el doble consolador de Vanessa hiciera su trabajo.

Lo sentía penetrar su intimidad por los dos lados. Vagina y ano dilataban y recibían placer conjuntamente… y sentía el movimiento aún más intensamente porque su cuerpo se agitaba como propulsado al notar el roce de su cuerpo atrapado entre las dos duras y estimulantes partes del consolador que guiaba lentamente la experta mano de la novia de su hermano.

Cuando ya los tuvo completamente metidos en su interior, Vanessa los dejó quietos, dejando que culo y coño se adaptasen al tamaño.

Luego empezó un lento y constante mete saca, que la llevó al límite una y otra vez. Eso obligaba a que Camila, al no poder demostrar su excitación y pasión de ninguna otra forma, devorase con mayor ansiedad aún el sexo de Rada.

Se dio cuenta de que la rusa estaba a punto de correrse cuando agarró con una mano sus oscuros cabellos, tirando de ellos con energía, a la vez que su otra mano arañaba el muslo de Ekaterina.

A pesar de que ella misma estaba al límite, Camila no pudo evitar observar, como si fuese a cámara lenta, la manera en que se contorsionaba la rusa en el suelo. Arqueaba la espalda en espasmos cada vez más amplios. Pero, ni en esos momentos ni pese a los arañazos que estaba haciendo en sus muslos, la otra gemela abandonó su posición de cuclillas sobre la cara de Rada. Incluso se dejó caer un poco más y gotas de sudor bajaron desde Kat hasta caer como una lluvia sobre Rada.

En la entrepierna de la hija de Sergio el ritmo aumentó. Camila sabía qué buscaba Vanessa... y ella misma también lo deseaba por algún capricho de su calenturienta mente.

La imagen de las dos rusas a punto de correrse provocó que ella misma llegase con más facilidad al orgasmo.

Apenas por unos segundos no fue algo simultáneo.

La primera fue Rada, que logró emitir un intenso jadeo a la vez que con un último espasmo liberaba toda la tensión acumulada en una explosión de su volcán interior.

Apenas estaba empezando a recibir las primeras gotas del torrente de la rusa cuando la propia Camila estalló también, con apenas un par de segundos de retraso. Y mientras liberaba y disfrutaba este nuevo orgasmo tuvo la pequeña desilusión de que no hubiera una boca para recibirlo... la de Vanessa. Pero la novia de su hermano no lo hizo. Ni la dejó descansar. En ningún momento paró el ritmo de la doble penetración del consolador que estaba usando en ella.

Apenas había pensado la española en ello, cuando la segunda rusa también se rompió. Chillando algo en ruso, Ekaterina tuvo un nuevo orgasmo que regaló a su ansiosa gemela, que lo recibió bajo ella.

Esta vez Kat hizo algo más que correrse. Mientras su hermana aún se mantenía debajo de ella para recibir su recompensa por ayudar a conseguir ese momento de placer, Ekaterina la meó.

Fue un pequeño chorro, apenas unas gotas, pero la visión provocó una extraña sensación en Camila, mezcla de ansiedad y repulsión.

Kat se dejó caer en el suelo, agotada, pero Rada siguió gimiendo de forma acompasada a la comida de coño que aún mantuvo la hija de Rebeca unos minutos más, hasta que el consolador manejado por la incombustible Vanessa logró llevarla hasta un nuevo y potente orgasmo que le dejó postrada de cansancio.

Sólo entonces Vanessa decidió poner fin a la sesión con el placentero aparato, que no dudó en extraer de golpe y sin contemplaciones del interior de Camila.

La hija de los psicólogos ni siquiera tenía fuerza en ese momento para quejarse por la forma en que lo extrajo, sobre todo cuando su amiga apareció en su campo de visión para sentarse en la mesa baja junto a ella.

Elegante y deseable siempre, la desnuda Vanessa sostenía el consolador doble empapado en los flujos liberados por Camila en sus orgasmos. Y cuando toda la atención de sus espectadoras estaba centrada en ella, la novia de Darío empezó a lamer de un extremo a otro el inmenso aparato.

Lo dejó limpio a base de lengüetazos... antes de apoyarlo en la entrada de su propio sexo.

Los siguientes minutos constituyeron un nuevo espectáculo. Las dos rusas y Camila miraban desde el suelo cómo Vanessa maniobraba con su diestra introduciendo, sacando y volviendo a meter mientras giraba el consolador. Todo a la vez que se relamía y empleaba la mano izquierda en estimularse alternativamente los pezones y areolas de uno y otro pecho.

De las dos partes del instrumento de placer, Vanessa sólo llegó a introducirse la más grande. El pequeño de los dos consoladores que constituían el objeto no llegó a entrar por ningún lado, pero lo usó para estimularse por el exterior la zona genital más de una vez para aprovechar todo el dibujo de su estimulante superficie.

El tiempo que estuvo así, masturbándose y penetrándose con el falso pene, fue suficiente para que Camila y las dos criadas del padre de Toni recuperasen energías.

Vanessa las llamó con su zurda y las tres jóvenes se reunieron en torno a sus pies. Todas de rodillas. Todas con intensas ganas de participar en sus femeninos y excitados rostros.

  • Kat –llamó Vanessa, con un gesto sugerente de la mano.

Ekaterina se acercó a ella hasta que Vanessa puso el índice de su diestra bajo su barbilla.

El consolador quedó dentro del coño de la novia de Darío, incrustado más de la mitad en la hinchada concha de la chica. Camila lo veía moverse ligeramente, al ritmo palpitante de las contracciones del furioso poder uterino de Vanessa.

Con el dedo bajo la barbilla de la rusa, la joven hizo levantarse a Kat hasta tener sus ojos frente a frente. A cámara lenta, sus rostros se acercaron hasta fundirse sus bocas en un húmedo e intenso beso.

Mientras, la zurda de la española se dejó caer hasta alcanzar el coño de la criada, donde sus hábiles dedos comenzaron a maniobrar sin piedad alguna.

Camila y Rada contemplaban la escena a poca distancia, sus rostros mostrando la misma ansiedad y excitación. Mujeres hermanadas por sus más bajos instintos de perversión sexual que rompían cualquier barrera de idioma o cultura… o, por lo menos, es lo que se imaginó la hija de Sergio.

Sus manos se buscaron, moviéndose lentamente por el suelo hasta encontrarse y fundir sus dedos en un apretón que transmitía más sensualidad que una lucha de fuerzas entre sus dedos.

Allí, desnudas y de rodillas, mirando la exuberante sensualidad de los cuerpos entrelazados de Vanessa y Ekaterina, la pasión retornó con energías renovadas.

Camila y Rada se acercaron aún más y sus labios se buscaron hasta que, cuando apenas faltaban unos milímetros para encontrarse, fueron sus lenguas las que emergieron para buscar con ansiedad la húmeda cueva en que iban a adentrarse.

La sensación que tuvo la hija de Rebeca cuando besó a la rubia fue indescriptible, con sus lenguas entrelazadas y moviéndose una alrededor de la otra.

Duró poco.

De pronto sintió un tirón de pelos que la hizo separarse de la rusa. Apenas la dio tiempo a abrir los ojos para ver llegar la mano de Vanessa. La bofetada volvió a descolocarla, haciendo que tuviera que apoyarse con una mano en el suelo.

Su amiga estaba de pie frente a ella, todavía sosteniendo sus cabellos con una mano mientras el consolador asomaba entre sus piernas.

Del extremo del aparato de placer pendía una gota… y una parte de Camila sintió un profundo deseo de saborearla, porque estaba segura de que era una pequeña y sabrosa muestra de la íntima humedad del coño de Vanessa.

  • No te dije que hicieras nada, niña pija –remarcó entre dientes la poderosa hembra-. ¿Verdad?.

  • No –consiguió articular Camila, a la vez que se escuchaban unos susurros en ruso a su lado porque las gemelas estaban teniendo una conversación parecida. O eso supuso Camila, puesto que Rada estaba tendida en el suelo con un pie de Kat sobre su ombligo y también parecía estar siendo castigada verbalmente por su exceso carnal de un instante antes.

  • No, ¿qué? –insistió Vanessa, atrayendo de nuevo la mirada y los pensamientos de Camila.

  • No… no sé… yo… -balbuceó, perdida la hija de Sergio y Rebeca.

  • Es “no, señora” o “no, Vanessa”, ¿entendiste, niña pija?. Muéstrame un poco de respeto delante de los invitados en mi casa, ¿vale?.

  • Va… va… vale… Vanessa –acertó a contestar Camila, incrédula ante esta nueva faceta de la novia de su hermano.

  • Bravo, niña pija –respondió Vanessa, sonriendo y terminando el tirón de pelo que había mantenido hasta entonces-. Creo que te daré un premio por esta vez, para que veas que ser educada y obediente puede ser… bueno, ya lo aprenderás, cariño… -anunció, guiñándola un ojo de forma cómplice y con una breve risa.

Vanessa se dio la vuelta y se dirigió al sofá grande, donde se tendió lánguidamente, ofreciendo su desnudo cuerpo ante sus invitadas. Esta vez fue a Camila a quien señaló.

  • Ven, niña pija… ven, cariño… -y, cuando la española estaba a punto de levantarse para ir hasta su amiga, Vanessa negó con la cabeza para detenerla y miró a Kat-. Enséñala cómo… y… trae a tu… amiguito… -terminó, con un guiño dedicado a la gemela que sostenía contra el suelo aún a su hermana bajo su pie.

La rusa se acercó hasta Camila hasta ponerse detrás de ella. La española sintió el caliente contacto de la entrepierna de Ekaterina contra su nuca, dejándola una sensación húmeda y pegajosa en el cabello. Por alguna extraña razón, eso la hizo excitarse.

Kat fue inclinándola hacia delante poco a poco, hasta que Camila no tuvo ninguna duda de qué pretendían. Extendió los brazos y quedó apoyada de manos y rodillas sobre el suelo, a cuatro patas como se conocía vulgarmente.

La sonrisa en el rostro de Vanessa era la confirmación de que estaba haciendo lo que esperaba, pero la rusa también tenía su propia forma de dejar claro que era la postura correcta. La dio una torta en el trasero para ponerla en marcha… y Camila lo hizo.

Mientras avanzaba a gatas hacia el sofá, vio por el rabillo del ojo como Rada se levantaba y volvía a adoptar su posición de rodillas. Kat pasó a su lado rumbo a las habitaciones en busca del amigo que Vanessa había mencionado.

Humillación y vergüenza se mezclaban en esos momentos en la mente de la hija de los psicólogos. Pero todo era superado por una excitación animal que se había apoderado de ella desde que había empezado esa especie de sesión en casa de la novia de su hermano.

Según se iba acercando se dio cuenta de que Vanessa se había recostado de forma que dejaba todo su coño accesible, con una pierna encogida por la rodilla para favorecer una mejor visión de su entrepierna, en la que aún asomaba el fabuloso consolador doble.

  • Adelante –la invitó-. Demuestra lo que sabes hacer… niña pija –la retó con una sonrisa lasciva en la cara y separando, de una forma casi imperceptible, su culo del sofá para luego volver a dejarlo caer… algo que Camila no pudo evitar comparar mentalmente con el momento en que los banderilleros incitan al toro a embestirlos.

Cuando estuvo junto a ella, se atrevió a separar sus manos del suelo en ruta hacia la entrepierna de Vanessa. La joven no se inmutó, siguió recostada mirándola desde el sofá y Camila tuvo la impresión de que, una vez había llegado caminando a gatas hasta allí, tenía permiso para adoptar las acciones que tuviera en mente para cumplir con el reto.

Poco a poco, rozando apenas la postrada pierna de Vanessa, la mano de Camila avanzó hasta el consolador doble. Pudo sentir el ritmo de las contracciones internas de la vagina de su amiga, que lograban aguantar el aparato en su interior y contener la urgencia del deseo que hubiera sentido la propia hija de los psicólogos en su lugar.

Cerró sus dedos en torno a la empuñadura y sintió la humedad que la cubría de los instantes en que Vanessa había estado de pie con el aparato clavado en su interior y dejando que resbalara el líquido procedente de lo más profundo de su sexo.

Se relamió inconscientemente.

Tragó saliva con dificultad y empezó a extraer el instrumento de placer del interior de Vanessa. Su amiga no se movió aparentemente, pero su musculosa vagina luchó contra la mano de Camila por la posesión del consolador, forzándola a cerrar con más fuerza sus dedos en torno al grueso instrumento y a ejercer más presión para gobernarlo.

Poco a poco, ganó Camila, sacó el brutal consolador del húmedo y palpitante horno que era el coño de Vanessa.

Sus ojos se quedaron clavados en ese abierto agujero que tantos placeres prometía, paralizándola.

En ese momento regresó Kat, armada con otro consolador, acoplado con un arnés a su voluptuoso cuerpo. Fue caminando con gracia felina hasta su hermana y, sin mediar palabra, lo introdujo en la boca de su gemela, que Rada había abierto nada más verla entrar en la sala.

Ver cómo la rusa follaba la boca de su hermana con el falso pene despertó a Camila, que volvió a dirigir su atención a lo que tenía entre manos.

Insertó de nuevo el consolador doble en el coño de Vanessa, que entrecerró los ojos y emitió un ligero suspiro mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás apenas unos milímetros.

Camila empezó una lenta y constante penetración, invadiendo poco a poco la húmeda entrepierna de Vanessa, que palpitaba frente a sus ojos.

Después de un rato, la hija de Sergio fue incapaz de resistirse y cambio de postura. Se levantó y se colocó en el sofá sobre Vanessa. Sólo su pie izquierdo se mantuvo en contacto con el suelo.

Mientras mantenía el ritmo creciente de la penetración con el falso miembro viril en sus manos, el rostro de Camila se acercó hasta oler el estimulante aroma que surgía del volcánico centro de la sexualidad de Vanessa.

No fue suficiente y, al poco, bajó aún más la cabeza hasta poder besar la inflamada conchita de Vanessa. La hembra se lo agradeció con un jadeo y Camila incrementó involuntariamente el ritmo del consolador.

Pronto eran las dos manos de la hija de Rebeca las que estaban presentes en el sexo de la joven tendida en el sofá. Una mano sostenía y marcaba el ritmo del movimiento del falso pene. La otra acariciaba cada íntimo rincón, curvas y pliegues de esa perfecta anatomía… acompañando a la labor de los labios y la lengua de Camila, que trabajaban sin descanso en el excitado coño de Vanessa.

Tanta era su concentración que no llegó a darse cuenta de cuando se puso Kat detrás de ella.

Sólo notó la rápida entrada del consolador, que llevaba la rusa acoplado al arnés, en su propia, excitada, y dilatada concha.

La rusa se dejó caer sobre su cuerpo apenas un instante, apoyando sus pechos contra la espalda de la española para susurrarla al oído.

  • Con lo mojigata que parecías y lo puta que eres…

Esa frase la hizo sentirse aún más vulgar por un momento… y más excitada.

Camila no reprimió el intenso gemido que escapó de lo más hondo de su garganta cuando la rusa comenzó a penetrarla de forma bestial y sin contemplaciones con su falso pene.

Ella misma aumentó el ritmo que su mano daba al grueso consolador que estaba empleando en el sexo de Vanessa, al ritmo de las poderosas embestidas que su propio coño recibía de la rusa que se había colocado detrás de ella.

Pero la temperatura de la habitación aún subió más grados cuando Rada se sumó a la fiesta.

La gemela de Kat entró en el campo visual de Camila y se arrodilló a su lado para poder acercar sus labios hasta los de la española y besarla con intensa lujuria.

Camila no dudó en responder a la rusa, sellando con sus labios la unión entre sus bocas mientras sus lenguas intercambiaban sus humedades y arrastraban un cúmulo de intensos sabores hasta el fondo de la garganta de la hija de los psicólogos, que no dudó de la orgásmica procedencia de esos dulces restos.

Tragó con ansiedad con los ojos cerrados, mientras su mano mantenía por inercia el movimiento del consolador en el interior de la vagina de Vanessa y su propia concha era perforada por el falso pene que manejaba Kat.

Estuvieron besándose un rato largo e intenso, hasta que Vanessa reclamó su parte.

Rada se separó con brusquedad de Camila, que pudo ver cómo la diestra de Vanessa tenía agarrada a la rusa por los cabellos para arrastrarla hasta la cabecera y así poder besarla e intercambiar nuevos y húmedos sabores delante de los ojos de la hija de Sergio.

Cuando terminaron, fue Kat la que llamó a su gemela, que acudió moviéndose de rodillas hasta situarse por detrás de todas ellas.

La curiosidad hizo que Camila girase la cabeza para contemplar cómo la más obediente de las criadas se quedaba de espaldas a ella estirando la cabeza al máximo para que su boca pudiera llegar hasta la entrepierna de su hermana, que comenzó a devorar mientras Kat mantenía el constante movimiento de penetración del coño de Camila con el falso miembro viril que llevaba sujeto con el arnés.

La sesión se prolongó aún durante lo que le pareció una gloriosa eternidad a Camila, hasta que una a una fueron explotando las cuatro hembras en nuevos y húmedos orgasmos.

Se quedaron un rato tendidas, abrazadas unas a otras mientras se recuperaban, hermanadas momentáneamente por el despiadado sexo lésbico que habían protagonizado.

El descanso fue interrumpido por el sonido del teléfono móvil de una de las rusas.

Era el padre de Toni, que reclamaba que atendieran sus obligaciones como criadas de la casa ante una inminente visita, así que casi antes de que estuvieran completamente recuperadas, las gemelas ya estaban marchándose con sus cuerpos aún empapados en un sudor que el breve paso por el cuarto de baño de Vanessa no fue capaz de eliminar.

Pero aún hubo un momento para una última confidencia antes de que salieran por la puerta.

  • ¿No tenéis algo que decir a Camila? –las preguntó Vanessa, aún tendida en el sofá-. La niña pija se lo ha ganado hoy.

  • ¿El qué? –respondió a su vez con otra pregunta Ekaterina, repentinamente a la defensiva.

  • Veamos… -empezó Vanessa, fingiendo que lo estaba pensando antes de girar la cabeza y mirar a la hija de Sergio y Rebeca-. ¿Qué te parece si estas cacho putas te dicen si le hacen algún trabajito a Toni?.

  • Ehh… -logró articular Camila, sorprendida, pero antes de que pudiera añadir algo más, la novia de su hermano volvió a tomar las riendas de la conversación y se volvió hacia donde estaban las rusas preparadas para salir.

  • ¿Kat?.

  • Pues sí… ella ya lo sabe –dijo, señalando a Camila-. Pero casi siempre usa protección.

  • ¿Rada? –interrumpió Vanessa para preguntar a la otra gemela y, de paso, cortar también la reacción de Camila ante la certificación de que las bragas que había tenido en su boca eran realmente de Ekaterina.

  • Despierto al señorito cada mañana para limpiarle la polla… y después de su masaje solemos… ¡pero usa condón, señori…! -empezó a disculparse bajando los ojos mientras Camila la miraba con la boca abierta por la impresión de lo que estaba descubriendo.

  • Basta de cháchara. Fuera o llegaréis tarde –las despidió Vanessa con un gesto de la mano.

Allí desnuda, junto a Vanessa, la hija de los psicólogos no era capaz de reaccionar a la brutal confesión de las gemelas.

Así que todo era verdad. Más incluso de lo que se había podido llegar a imaginar.

Toni no sólo la había engañado una vez con Kat. Habían sido varias veces… y, encima, Rada también afirmaba practicar sexo diariamente con él.

De hecho, ahora que lo pensaba, se podía imaginar con claridad como apenas unos días antes, cuando llegaron a la casa de su novio, él había tardado en aparecer porque estaba con una de las criadas en su cuarto. Seguramente fornicando como animales hasta unos segundos antes de la llegada de Camila con su hermano y Vanessa… para luego, delante de ellos, mandar a la otra hermana a ayudar con la cama .

Todo en el día que el culo de Camila terminó siendo violado por Adolfo, el salido viejo verde que era el padre de Toni… precisamente cuando la pilló espiando a las dos gemelas rusas practicando una intensa sesión de sexo lésbico con la puerta de su dormitorio entreabierta… quizás incluso en realidad estaban esperando a que Toni se las uniera.

Era demencial. Era algo de locos. ¿Cómo podía nadie estar tan obsesionado con el sexo para llegar a esos extremos?.

Claro que, como reconoció una de las neuronas profundas de la hija de Rebeca, ella misma había llevado al límite también su relación con Vanessa y las gemelas, buscando un acercamiento sexual con la primera (tenía que reconocerlo) aunque era con las segundas con quienes había realmente desarrollado un contacto más profundo en el plano físico.

  • ¿Qué, otra vez en las nubes? –interrumpió sus pensamientos Vanessa, rodeándola el cuello con el brazo para acercarla hasta que no hubo espacio entre sus desnudos cuerpos femeninos, y luciendo una sonrisa de impúdica lujuria.

  • Pero… pero… ellas…

  • ¡Joder!. ¿Aún sigues con esas? –la espetó, soltándola y mirándola con cara seria-. No te me hagas la novia cornuda, que llevas un montón queriendo dejar a Toni. ¿Aún te extraña que busque cubrir sus necesidades en otro lado?. ¿O preferirías que se hubiera ido con unas putas callejeras de las de Casa de Campo?.

  • No… yo…

  • Admítelo, ni siquiera le habías dado una oportunidad. En cuanto has encontrado la mínima excusa le has dejado y ahora quieres emplear a las hermanitas para justificarte. No me sirve, niña pija .

  • ¿Quieres dejar de llamarme así? –terminó soltándola Camila.

Una bofetada cruzó su rostro, provocando que sus ojos se llenasen de lágrimas.

Por instinto buscó cubrirse la zona con la mano, pero Vanessa la detuvo y se acercó hasta su oído para susurrarla.

  • Te llamo como me da la real gana, ¿te enteras, niña pija ?.

Superada de nuevo por la situación y sin saber muy bien qué hacer, Camila asintió con la cabeza, provocando que apareciera una inmensa sonrisa en el rostro de Vanessa.

La novia de su hermano la sostuvo entonces la cabeza entre las manos y la besó con fuerza en los labios, hasta lograr que desapareciera todo pensamiento o duda de la mente de Camila, que se rindió y se dejó hacer en brazos de la poderosa hembra a la que su hermanito tenía por compañera sentimental.

A ese beso le siguieron más, pequeños y suaves por toda la zona de la cara que había sufrido la bofetada segundos antes.

Cuando terminó de recorrer la zona, Vanessa volvió a sostener la cara de Camila entre sus manos y, muy seria, dijo:

  • Si quieres que no te llame niña pija , empieza a comportarte como una mujer en vez de como una cría consentida, ¿vale?.

Camila volvió a asentir con el rostro, incapaz de articular palabra bajo los dos focos que la escrutaban.

  • Te voy a organizar una cita especial con Toni. Le vas a dar otra oportunidad, ¿vale?. Quizás esta vez logres que no necesite recurrir a Kat y Rada…

  • ¿Y si no? –se atrevió a preguntar la hija de Sergio.

  • Si no… te llevo conmigo y ese semental que tienes por hermano a pasar un… buen verano en México… y deja de hablar tanto… -terminó antes de volver a besar a Camila mientras agarraba con una mano el doble consolador para seguir el juego un rato más.

Continuará...

PD: cualquier duda o sugerencia no dejéis de hacerla, ya sea en la sección de Comentarios aquí mismo o en mi correo skaven_negro@hotmail.com

La historia de Camila, dentro de la saga familiar:


QUIÉN ES QUIÉN

  1. Adolfo: padre de Toni. 50 años. Mantiene una relación no consentida con Camila cuando ella está espiando a las criadas de la casa. Tiene bigote.
  2. Camila: hija de Sergio y Rebeca. Universitaria de 20 años. Morena. Ha comenzado una relación sentimental con Toni. Siente una fuerte atracción por Vanessa, la novia de su hermano. En ocasiones ayuda en la consulta a sus padres. Ha tenido una relación intermitente con una de sus mejores amigas desde hace años, jugando ambas con su bisexualidad.
  3. Darío: hijo menor de Sergio y Rebeca. 18 años. Repite curso en el instituto. Ha comenzado una relación con Vanessa hace casi 6 meses.
  4. Ekaterina: una de las criadas, de origen ruso, en casa de la familia de Toni. Gemela de Rada. Abreviadamente llamada Kat. Tiene una sesión de sexo lésbico con su hermana ante la mirada de Camila.
  5. Erick: chico de 18 años recién cumplidos. Rubio de ojos azules. Tiene una sesión de sexo por webcam con Camila por intercesión de Vanessa. Se conocían de la noche en que la hija de Sergio sufrió el abuso sexual por parte de Adolfo, padre de Toni, en que el coche en que viajaba con otros cuatro amigos se detuvo junto al de Vanessa y Camila.
  6. Frederick: médico pelirrojo que atiende a Camila a petición de Vanessa tras la relación no consentida entre Camila y Adolfo, el padre de Toni. Sobre la treintena. Cara pecosa, nariz torcida y aliento a cebollas.
  7. Inmaculada: amiga de Rebeca. 41 años. Rubia. Casada tres veces. Se divorció de Enrique, con quien tuvo a su primer hijo, Adolfo. Su segundo exmarido, Eduardo, es el padre de Lorenzo y Nazario. Ahora está casada con Manuel. Sexualmente hiperactiva, tuvo una aventura con Sergio que duró dos años. Tiene una relación sexual con Juan, uno de los chicos del Internado, en la casa de él y siendo descubierto por Rebeca. También parece tener una nueva relación sexual con su primer marido, Enrique, y con su mujer actual.
  8. Rada: una de las criadas, de origen ruso, en casa de la familia de Toni. Gemela de Ekaterina. Tiene una sesión de sexo lésbico con su hermana ante la mirada de Camila.
  9. Rebeca: psicóloga. 42 años. Esposa de Sergio. Madre de Camila y Darío. Su mayor dedicación al trabajo ha provocado un distanciamiento en su vida de pareja, especialmente a nivel sexual. Intenta recortar su distancia afectiva con Sergio metiéndose en su misma clínica y compartiendo los casos especiales. Tiene miedo de que Sergio pueda serle infiel. No conoce la aventura que tuvieron su marido e Inmaculada, una de sus mejores amigas.
  10. Sergio: psicólogo con ingresos medio-altos al que la crisis le obliga a aceptar unos casos especiales para relanzar su carrera. 43 años. Casado con Rebeca, a quien envidia en el fondo por su mayor éxito de clientes. Tienen casa en Madrid y en San Rafael, donde suelen pasar los fines de semana. Tienen dos hijos: Camila y Darío. Tuvo una aventura con Inmaculada, cliente y amiga de su esposa. Tiene una lucha interior con un lado oscuro que mezcla el estrés con un fuerte componente de represión sexual en su vida diaria,la Bestia.
  11. Toni: novio de Camila. Tiene 22 años. De familia económicamente pudiente, cuenta con dos criadas en su piso de Madrid: Ekaterina y Rada.
  12. Vanessa: novia de Darío. 23 años. Mide 1’80 metros. Tiene piso propio. Mantiene una relación con Camila de juegos de provocación.