Matacrisis 12.a (Camila redescubre la casa rusa)

Comienza un intenso martes, en el que Camila descubrirá muchas cosas en su visita a la casa de su novio y de sus criadas rusas.

La vida transcurre apaciblemente para una familia madrileña de clase acomodada hasta que la crisis económica empieza a afectar a las consultas del matrimonio de psicólogos formado por Sergio y Rebeca.

Mientras, su hija Camila empieza a ver cómo su mundo se desmorona y las fronteras de lo que conocía hasta ahora se desdibujan ante la presencia de la imponente novia de su hermano: Vanessa.

Recurre entonces a visitar a su novio, en un momento delicado para su relación, y durante su estancia en la casa descubre muchas más cosas de las que esperaba encontrarse… y vuelve a encontrarse con las criadas y hermanas gemelas rusas que trabajan en la vivienda: Ekaterina (Kat) y Rada.

Capítulo 12. Camila regresa a la casa de Adolfo y redescubre la casa rusa.

Lo notó mientras se desperezaba como un gato.

Una sonrisa tonta apareció en su cara. Estaba contenta y, en parte, excitada de nuevo. Casi no necesitó bajar su mano hasta sus muslos para comprobar lo que ya sabía.

Pero lo hizo. Llevó su diestra con lentitud por su cuerpo desnudo hasta sus pechos.

Tenía los pezones erguidos y muy sensibles. Tocarlos fue una sensación deliciosa, una descarga de placer que provocó que un pequeño gemido escapase de entre sus labios mientras de forma inconsciente sus piernas se frotaban entre sí.

Su lengua repasó sus labios mientras no podía evitar las descargas que acompañaban el recorrido de su mano sobre su propia piel rumbo a ese volcán que tenía entre las piernas.

Porque era un volcán… y lo notaba de nuevo húmedamente hinchado.

Un palpitante calor surgía de su interior.

Su nariz captaba ese íntimo perfume que la provocaba unas sensaciones tan… tan… era incapaz de describirlas, pero la hacían desear… y si tan sólo pudiera alcanzar el consolador sin levantarse de la cama…

En su mente se dibujaba poco a poco una sensual escena, en la que ella se encontraba en la cama de sus padres rodeada por las criadas rusas de su novio y los cinco chicos del coche que había parado junto al que ocupaban Vanessa y ella la noche en que había perdido la virginidad a manos del padre de Toni… mejor dicho, de su pene.

Estaba desnuda. Todos estaban desnudos. Camila yacía en el centro de la cama mientras el resto esperaban su turno a su alrededor y se iban acercando para…

Y entonces Vanessa los apartaba y se subía a la cama, moviéndose sobre las rodillas y palmas de sus manos en un camino que la llevaba hacia la cara de la hija de Sergio.

Mientras tenía esa ensoñación, Camila se tocaba con lentos movimientos su coño y la mano izquierda había descubierto parte de su cuerpo para tocar sin pudor sus senos.

Casi no se dio cuenta de que se habría la puerta de su dormitorio.

  • ¿Estás despier…? –se interrumpió su hermano, boquiabierto al descubrir a su hermana masturbándose y mostrando parte de su desnudo cuerpo femenino.

Camila chilló mientras intentaba cubrirse de nuevo, muerta de vergüenza.

Darío ya había cerrado la puerta, pero Camila escuchaba su agitada respiración al otro lado.

Una parte de la chica no pudo evitar sentir un cierto morbo por la situación. El ser sorprendida por su hermano mientras se masturbaba tenía un cierto punto que… pero no. Eso era de lo más vulgar y absurdo. No era más que una reacción estúpida provocada por ese breve sueño vespertino, así que procuró fingir mientras contestaba con un cierto tono de enfado en la voz.

  • ¿Qué pasa?. ¿Qué quieres?.

  • ¿Tienes Tippex?... es que no encuentro… y hoy tengo examen y…

  • Vale, vale, cállate ya. Ahora mismo lo busco.

  • Gracias, hermanita.

Cuando se levantó, Camila no tuvo que bajar la vista para saber que su entrepierna estaba chorreando. Notaba la humedad en sus muslos al moverse, aunque la cálida hinchazón de su sexo disminuía poco a poco. Eso la hizo soltar una palabrota contra Darío por haberla interrumpido.

Se puso unas bragas y se cubrió rápidamente con la bata, no pensaba volver a exponerse a los ojos de su hermano.

Al final, localizó el corrector y abrió la puerta de golpe, procurando adoptar una cara lo más seria que podía.

  • Toma, aquí tienes y más vale que apruebes. ¿Y ahora qué pasa, bobalicón?.

  • Gra… gracias –contestó su hermano, antes de coger el bote del preciado líquido corrector y marcharse con un ligero rubor.

Fue entonces cuando Camila se dio cuenta de que, de alguna forma, el nudo de su bata no estaba tan firme como ella creía.

Cuando se miró en el espejo se dio cuenta de que sus senos estaban casi del todo cubiertos… pero su hermano había podido tener una clara visión del centro de sus bragas. Y la oscura humedad era muy evidente. ¿Cómo podía haber sido tan tonta?. A saber qué pensaría ahora Darío.

No pudo evitar la tentación. Deshizo el nudo de la bata y la dejó caer lentamente al suelo mientras se miraba en el espejo de cuerpo entero de su habitación.

Se empezó a tocar lentamente los senos. Sentía una poderosa descarga de adrenalina cada vez que rozaba su areola y alcanzaba los pezones. Poco a poco volvían a la vida, sobresaliendo cada vez más.

Hubo un breve instante en el que se la ocurrió bajar la persiana… pero pasó al ser arrollado por las intensas palpitaciones que emanaban de su entrepierna.

Tuvo que quitarse las bragas. Las tenía empapadísimas y su coño estaba tan hinchado que parecía a punto de explotar. Y Camila sabía la forma de solucionarlo.

Frente al espejo empezó a masturbarse. Usaba los dedos de su mano derecha sin dar tregua a su entrepierna. Mientras, empezó a chuparse los dedos de su zurda de forma insinuante… practicando frente al espejo, y luego los usaba para estirarse los pezones y masajearse los pechos.

Siguió así un buen rato, mientras la luz exterior iba aumentando según el astro rey ascendía en el cielo del amanecer.

Su propio reflejo en el espejo hacía que se excitase aún más y redoblase las caricias. Sacó su lengua y repasó sus labios con ansiedad mientras forzaba a sus dedos durante la estimulación del clítoris y las caricias aún más íntimas que acompañaban el proceso al que sometía sin parar a su cálido, húmedo e hinchado sexo.

Al final llegó. No pudo contenerse. Lo notaba como una ola. Su cuerpo se estremecía rítmicamente y… estalló. El potente orgasmo la hizo soltar un intenso gemido mientras se derrumbaba con los ojos entornados sobre la silla que tenía junto al ordenador.

Mientras se recuperaba, se imaginó lo que habría pasado de haber estado Vanessa junto a ella. Sin saber cómo sus dedos abandonaron la intimidad de su sexo y llegaron, rozando todo su cuerpo, hasta su boca. Los lamió con ansia. Chupo hasta la última gota del líquido en que estaban empapados imaginándose que era la boca de la novia de su hermano la que los lamía.

Esa imagen mental volvió a hacer que se sintiera cachonda. Muy cachonda. Pensó en la noche pasada y se imaginó masturbándose de la misma manera frente a la webcam. Frente a una pantalla en la que aparecería Vanessa, también desnuda. Se la imaginó como su amante virtual… pero casi al mismo tiempo, pensó en lo que Vanessa podría haberla pedido. No la habría extrañado que la exigiera repetirlo con Erick delante, en la misma ciber pantalla. Y, en ese momento, supo que lo habría hecho.

Era un pensamiento humillante, de una mente débil… pero… pero muy morboso… y excitante.

Pero no estaba bien. No era correcto. Y… y… y a la vez… ¡No!. Por mucho que la gustase Vanessa no podía… no, no debía comportarse así. Además, tenía novio y…

En ese momento pensó que había encontrado la solución. No sabía cómo no lo había pensado antes.

Cuando, en la tarde de ese mismo día, llamó a la puerta de la casa de Toni, abrió la puerta una de las criadas rusas de su novio.

Como en otras ocasiones, Camila fue incapaz de saber cuál de las dos era. Se quedó un instante parada, sin saber qué hacer. ¿Sería Kat o Rada?. Porque después de lo sucedido en casa de Vanessa no sabía muy bien cómo comportarse con ellas, sobre todo con Ekaterina, que había transformado un inocente masaje en algo mucho más íntimo y profundo.

  • Buenas tardes, señorita –la saludó la joven criada rubia.

  • Hola… ¿Rada?.

  • Sí, señorita –contestó la chica, con una ligera sonrisa en el rostro. Camila no pudo evitar pensar que debía gustarle que la distinguieran de su gemela, a pesar de la gran unión que había entre ellas.

  • ¿Toni está en su cuarto? –preguntó la hija de Sergio y Rebeca, lanzando una mirada por encima del hombro de la criada.

  • No, señorita, él está… se está…duchando –anunció la joven gemela rusa con un ligero tartamudeo que acompañó un leve rubor en su cara, o al menos eso le pareció a Camila.

  • ¿Por qué tardas tanto?. ¿Quién coño es ahora, otro vendedor? –se escuchó por una de las puertas al padre de Toni, mientras sonaban sus pasos al acercarse por el pasillo justo antes de entrar en el hall de la vivienda.

Una incómoda sensación nació en el interior de Camila al tener frente a frente al hombre que la había desvirgado apenas unos días antes.

Allí estaba, ese hombre maduro de cincuenta años, con el torso desnudo y una toalla enrollada en la cintura, cubriendo su masculina entrepierna.

  • Vaya, mira a quién tenemos aquí –pronunció con un ligero tono insinuante-, la deliciosa chica de mi hijo. Ven aquí y dame un beso, no te quedes ahí quieta como una estatua –dijo, aunque fue él quien se adelantó antes siquiera de que la hija de los psicólogos hubiera llegado a pensar qué hacer.

La estampó un par de besos, uno por mejilla, a la vez que no dudaba en frotar su crecida entrepierna contra el cuerpo de la joven. Camila no pudo evitar imaginarse el endurecido miembro varonil de Adolfo bajo la toalla y sintió asco al recordar que había sido el primero en romper el sello de su íntima virginidad.

  • ¿Y qué te trae por aquí, guapa?.

  • Vengo a ver a Toni.

  • ¿Dónde está Antonio? –preguntó él, mirando a Rada pero sin separarse demasiado de Camila, que no paraba de lanzar nerviosas ojeadas al bulto que sobresalía en la entrepierna del padre de su novio.

  • Está duchándose, señor –respondió la criada, con la vista baja.

  • Joder, éste crío se pasa media vida en el agua. Aunque estoy seguro que dentro de un rato tendrá que volver, ¿verdad? –preguntó mientras guiñaba un ojo y le dedicaba una sonrisa lasciva a Camila-. ¿Cómo te llamabas?.

  • Camila.

Adolfo se quedó mirándola de una forma extraña y ella sintió crecer el nerviosismo en su interior. Parecía a punto de decirla algo cuando la rusa habló, adelantando un paso.

  • Camila, señor, la señorita se llama Camila.

  • No soy sordo. Pero tú, princesa –anunció con una entonación mordaz, mirando de nuevo a la hija de Sergio y Rebeca-, deberías aprender a hablar con más respeto a tus mayores. Ni que fueras una puta… claro que con un cuerpo como el tuyo seguro que clientes no te faltarían, ¿verdad, cariño? –comentó, nuevamente de forma lasciva, mientras la sostenía la barbilla con su diestra.

La chica se veía incapaz de reaccionar, asombrada del comportamiento del padre de su novio y, en parte, asustada. Nuevamente sintió el roce del bulto que asomaba en la entrepierna de Adolfo contra su cuerpo y sintió una nueva oleada de repulsión contra aquél hombre que la había hecho sentirse violada hacía apenas unos días.

Sin saber muy bien qué hacer, Camila se mantuvo en su sitio mientras el padre de Toni giraba a su alrededor como si valorase una mercancía.

De nuevo, Rada intervino, interrumpiendo el extraño escrutinio al que estaba siendo sometida la joven.

  • Si el señor lo desea, le atenderé ahora.

  • ¿Y Kat? –preguntó él, junto a la nuca de Camila.

  • Está… -dudó la joven rusa mientras contestaba- emm… recogiendo sus cosas donde el señorito Antonio.

  • Ah, vale –respondió Adolfo y, no sabría decir cómo, pero Camila intuyó que estaba sonriendo-. Bueno, quizás nos veamos de nuevo esta noche, guapa, y pórtate bien con mi hijo –terminó el padre de Toni mientras le daba una pequeña palmada en el trasero y salía por la misma puerta que había usado para entrar.

Mientras avanzaba por el pasillo, Camila vio cómo se desprendía de la toalla, mostrándola su maduro y masculino culo.

No fue hasta un instante después cuando se dio cuenta de lo que había dicho. Y se la pusieron los pelos de punta. Porque, si no había entendido mal, había insinuado que sabía perfectamente que la había penetrado y que sabía quién era ella cuando lo había hecho.

La criada rusa sonrió tímidamente, mirando de reojo en la dirección que había tomado su patrón, antes de volver a hablar.

  • Si quiere esperar en la salita, avisaré al señorito de que está usted aquí.

  • De acuerdo y, por favor, llámame Camila.

  • Por aquí, señorita –dijo Rada, señalándola el camino sin retirarle el tratamiento y, cuando llegaron, añadió, mientras la hija de los psicólogos tomaba asiento-. Y, si me permite, al señor le gusta que cuando le hablen usen esa palabra: señor. Es sólo un consejo, señorita. Iré a anunciarla.

Camila pasó los siguientes minutos a solas con sus pensamientos, mirando de vez en cuando hacia la puerta de entrada y esperando no volver a encontrarse con el padre de Toni.

Aún pasaron quince minutos hasta que apareció alguien. Y esta vez no tuvo duda de que era Ekaterina, puesto que no llevaba el pelo recogido y también se fijó que no llevaba medias, a diferencia de su hermana.

Sonrió nada más verla. Fue algo breve, pero suficiente para que a Camila se le acelerase el pulso y recordase su anterior encuentro.

  • El señorito ahora viene, se estaba lavando.

  • Ya me lo contó tu hermana. Y, por favor, llámame Camila. Lo otro me hace sentir extraña.

  • Me gustaría… cuánto me gustaría –respondió ella con una sonrisa contenida en la cara, mientras miraba detrás suyo-… pero no aquí, me podrían oír y…

  • ¿Y?. Vaya tontería, si yo te dejo llamarme por mi nombre no sé por qué no puedes hacerlo –decía Camila mientras se acercaba a Kat.

  • Por favor, aquí no, Camila –dijo la rusa, mirando nerviosa de nuevo a sus espaldas-. En la casa no, no cuando estén ellos, ¿lo entiendes?. Por favor.

  • De acuerdo, como quieras –se rindió ella ante la extraña actitud de la criada.

En ese momento apareció Toni por la esquina.

  • ¡Qué sorpresa!. ¿Quieres algo?. ¿La has ofrecido algo, Kat?.

  • No, señorito, no he…

  • No quiero nada, gracias –cortó Camila, empezando a sentirse profundamente incómoda por la situación y la actitud chulesca de Toni.

  • Está bien, como quieras. Vete Kat –despidió a la rusa y cuando ya se marchaba, añadió- y gracias por el masaje, me ha descargado mucho.

De repente algo cambió en la cabeza de Camila. No sabía si era por Adolfo, el padre de Toni, o si es que estaba especialmente sensible ese día después de la experiencia de la noche pasada y el haber sido pillada masturbándose por su hermano esa mañana, pero el caso es que ahora empezaba a ver dobles sentidos en todo lo que estaba sucediendo en su visita a la casa de Adolfo y Toni.

Y lo que pensaba no la gustaba… aunque a una parte de ella… En cualquier caso, ahora no podía evitar imaginarse que la famosa ducha y el masaje que acababa de mencionar su novio eran al final lo mismo. Que se había follado a Kat.

Eso explicaría que no llevase medias y que sus cabellos no estuvieran recogidos como los de su hermana.

Y una parte en su interior se sintió liberada. Liberada porque sentía que podría romper con Toni.

Había llegado a la casa con la idea de usar su relación para calmar esa sensación ardiente que tenía en lo más profundo de su cuerpo, pero ahora lo veía con otros ojos.

Podía ser una oportunidad. Al fin y al cabo en realidad ella no había pretendido liarse con Toni. Y estaba su padre. Adolfo había abusado de ella y estaba casi segura de que lo había hecho de forma consciente, que la excusa del alcohol era simplemente eso, una excusa que ella misma había aceptado para justificar lo que había pasado esa noche.

Además, estaba Vanessa. Era la novia de su hermano, cierto, pero sentía hacia ella algo más. No pensaba hacer daño a Darío, pero sin Toni quizás ellas… bueno, no sabía qué pasaría, pero cada vez tenía más claro que lo que no podía era seguir con el hijo del hombre que había abusado de ella mientras espiaba la relación incestuosa entre las dos gemelas rusas que servían como criadas en casa de Adolfo y Toni.

Claro que tampoco podía estar segura. Podía no tener nada que ver, ser una casualidad. Quizás su mente buscaba un doble sentido a lo que había escuchado como una simple excusa para romper esa relación.

Tampoco podía olvidarse de Kat. Si de verdad había mantenido relaciones sexuales con Toni era algo por lo que debería sentirse dolida… pero en realidad no llegaba a notar ese sentimiento. Ni siquiera se sentía celosa por ninguno de los dos. Incluso sentía más ganas de estar con la rusa tras imaginársela con Toni. Por alguna razón, eso la excitaba.

No era como lo que sentía por Vanessa. Cuanto más lo pensaba más lo entendía como una atracción física.

Cuando llegó a esa conclusión, estaba en el dormitorio de Toni. Ni se había dado cuenta hasta que la besó.

Justo cuando estaba llegando a la conclusión de que tenían que romper, el chico empezó  a besarla con intensidad y ella fue incapaz de resistirse.

El calor de su interior y el estimulante aroma que flotaba en el aire del cuarto, la invitaban a dejarse llevar.

Casi no fue consciente de cómo la desnudaba. Sólo sabía que en apenas cinco minutos se encontraba desnuda y boca abajo sobre la cama de su, por ahora, novio.

Él seguía besándola, mordisqueándole las orejas, mientras acariciaba su cuerpo con una mano y con la otra entraba en la hinchada y ardiente humedad de la entrepierna de Camila.

Su sexo palpitaba con fuerza mientras Toni la masturbaba con creciente intensidad y la sujetaba ahora por el cuello con su mano libre a la vez que la besaba en los hombros.

No la importó cuando se sintió inmovilizada por el cuello y tampoco la importó cuando se dio cuenta de que estaba usando sus propios fluidos para lubricar la entrada a su ano.

Y sólo pudo emitir un ahogado gemido cuando Toni empezó a perforar con su pene la entrada de su culo.

La hizo levantar la pierna derecha hasta pasársela por encima de su hombro, a la vez que aprovechaba para volver a emplear su mano derecha en el volcán de su sexo. Todo lo hizo a la vez que metía cada vez más su virilidad en el culo de Camila, que se agarraba con las dos manos a los extremos de la cama del chico que la tenía sujeta por el cuello.

Fue perforándola poco a poco, metiendo a trozos su polla para volver a sacarla. Fue follándola el culo por partes, haciendo que su ano poco a poco fuese dilatándose y aceptando toda la dimensión del pene de Toni.

Cuando por fin logró meterlo entero dentro de ella, se dejó caer. Se mantuvo así un rato, con toda la polla dentro de su culo y masturbándola cada vez más intensamente con la mano diestra.

Camila no podía evitar disfrutar de esa sensación. Gozaba con la sodomización de que estaba siendo objeto y toda idea de romper con Toni se olvidó. Ni siquiera podía imaginarse dejarle ahora. Era algo extraño cómo esas sensaciones, ese ardor uterino, esa tremenda hinchazón de su sexo, todo eso y más eran capaces de anular todo lo anterior… incluso el que hubiera podido estar follando sobre esa misma cama con Kat apenas media hora antes.

Luego incluso esa idea desapareció. Sólo había placer. Sólo sentía cada embestida de la polla de Toni en su culo. Notaba cada milímetro de su gruesa y caliente polla recorrer el interior de su culo entrando y saliendo sin parar, dejando caer todo su peso contra su cuerpo y haciendo que apenas escuchase otros sonidos aparte de sus propios gemidos y el incesante golpeteo de los huevos del chico contra su trasero.

No llegó a correrse dentro.

Cuando estaba a punto, cuando ella lo sabía, cuando su propio sexo estaba a punto de explotar en un orgasmo incontrolado, Toni sacó su miembro del interior de Camila.

La hizo girarse y quedar boca arriba. Entonces se puso sobre ella y apuntó a su cara. Apenas tuvo tiempo de reaccionar, de darse cuenta, cuando los primeros chorros la empaparon la cara. Cerró los ojos mientras notaba como caía encima de ellos el líquido seminal de Toni y sintió asco… asco mezclado con el intenso placer que aún surgía en oleadas de su propio sexo.

Iba a limpiarse con las manos para poder abrir los ojos cuando él la agarró por las muñecas.

  • No, aún no.

Ella no fue capaz de hablar. Sólo sintió cómo él se movía y cómo de repente tenía su boca pegada a su clítoris.

Recorrió su cuerpo una oleada de placer aún más intenso y fuerte que antes. Con apenas dos lengüetazos, Toni hizo que se corriera. El orgasmo contenido, el que apenas un instante antes había estado a punto de tener con la penetración anal, se desató. Su garganta emitió un profundo gemido antes de ponerse a jadear como un animal mientras él seguía comiéndole el coño, tragándose en parte su flujo.

De nuevo, Camila se agarró a la cama de Toni y él hizo su trabajo a fondo. Con su boca y sus labios hizo suyo el sexo de la hija de los psicólogos y nuevamente la llevó al límite, hasta que un nuevo orgasmo la sacudió de nuevo todo el cuerpo.

Rendida e incapaz de abrir los ojos, siguió así, desnuda y con los brazos extendidos hasta los bordes de la cama de Toni, que había luchado salvajemente sin saberlo por recuperar su puesto como novio de Camila.

Pero no había terminado aún con ella.

Apoyó su zurda sobre el delicado vientre de la chica y empezó a usar su mano derecha como elemento masturbatorio en el volcánico sexo de la joven. La intensidad de la sensación se veía aumentada por la momentánea ceguera.

No intentó retirar los restos de semen de sus ojos, sólo se dejó llevar por la espiral de placer que estaba recibiendo ahora por parte de los experimentados dedos de Toni. Una y otra vez removían cada parte íntima del núcleo de la sexualidad de Camila, estimulando al límite su clítoris con el refuerzo momentáneo de su lengua mientras los dedos jugueteaban con cada centímetro de su piel y traspasaban sus labios vaginales con rumbo a la mina ardiente en que se había transformado su vagina.

Uno… dos… y hasta tres dedos llegaron a entrar en intervalos alternados con un profundo masaje exterior y un torrente de lengüetazos en los momentos más inesperados.

Así una y otra… y otra vez… y otra… hasta que Camila no tuvo más opción que volver a chillar de placer al tener su tercer orgasmo de esa intensa sesión.

  • Ahora vengo –anunció, antes de besarla en los labios con intensidad, y manteniendo sus bocas juntas un buen rato en una lucha entre sus lenguas mientras su mano zurda bajaba a empaparse de los flujos de la chica y su diestra, aún humedecida por su trabajo en el interior de la hembra, apretujaba uno de los senos de Camila-. No te vayas, cariño.

  • Sí –logró articular la hija de los psicólogos, incapaz de decir nada más.

Apenas tuvo tiempo de retirarse parte del blanco esperma de Toni de los ojos con el dorso de su mano, cuando le vio tirar de algo bajo el colchón. Poco después aparecían unas cintas negras terminadas en unos brazaletes del mismo color, que adaptó a los tobillos de Camila.

Ella se dejó hacer, sorprendida en parte de lo que escondía la cama de su novio y aún más por la tremenda erección que demostraba. La visión del masculino miembro la excitó, no podía negarlo y sentía unas inmensas ganas de recibirlo en lo más profundo de su cuerpo.

Toni repitió la operación en la parte superior, sacando otras dos tiras escondidas bajo el colchón a cuyos extremos ató las muñecas de Camila.

  • Ahora no te muevas, cariño –bromeó él, riendo su propia gracia a la vez que buscaba algo junto al suelo de la cama ante la atenta mirada de Camila.

Al poco volvió a ponerse de pie con una pequeña prenda en la mano y se subió a la cama para ponerse cara a cara con la hija de los psicólogos, aprovechando para volver a besarla de forma intensa y llevando su lengua hasta lo más profundo de la deseosa boca de la chica.

  • Esto… esto no te va a doler –anunció mientras sostenía la prenda contra su recién liberada boca.

Camila detectó un intenso aroma procedente de la prenda, que Toni intentó meter en su boca, pero ella reaccionó esta vez cerrándola ante lo extraña que se estaba volviendo la situación.

  • Abre la boca, cariño –insistía él, agarrando su mentón con una mano mientras con la otra seguía intentando meter la prenda en el interior de la boca de la hija de los psicólogos-. Sé una buena niña, di “Aaaa”. No me obligues a… tú lo has querido –sentenció ante la resistencia de la chica, justo antes de soltar su barbilla y propinarle un fuerte pellizco en su pecho izquierdo.

El dolor la obligó a abrir la boca para gritar, momento que aprovechó el hijo de Adolfo para meter a presión la prenda y llenar su boca, ahogando los sonidos que escapaban de ella.

En cuanto tuvo la prenda dentro de la boca, Camila empezó a darse cuenta de que tenía miedo. Pero también estaba extrañamente excitada. Y el sabor que notaba en su boca era algo… algo que recordaba, no sabía de qué, pero hacía crecer una lujuriosa sensación en lo más hondo de su cerebro.

Mientras, Toni se levantó y empezó a colocarla. Junto sus brazos, apuntando hacia la parte superior de la cama, mientras cuando bajó hasta sus pies empezó a separarlos poco a poco mientras una extraña sonrisa aparecía en su cara.

  • Cariño, vamos a ver hasta dónde puedes abrirte.

Camila intentó hablar, pero la extraña mordaza que tenía en su boca se lo impedía. Lo único que lograba era empaparla con su saliva, parte de la cual iba goteando y resbalando fuera de su boca mientras otra parte iba deslizándose por su garganta y arrastraba ese dulce sabor que su mente intentaba recordar de forma absurda, como si fuese a servirla de algo.

Toni seguía tensando y separando sus piernas gracias a las cintas anudadas en torno a sus tobillos. Por suerte, su cama era poco más grande de lo normal pero sin llegar a las de matrimonio… a pesar de ello, cuando terminó la chica empezó a notar las quejas de sus músculos por lo extremo de su posición.

Fue entonces cuando, al fin, el salvaje macho que la había inmovilizado se subió sobre la cama entre sus dos piernas para colocarse justo frente a su expuesto sexo. No contento con lo que había hecho hasta entonces, comenzó a darle tortas con los dedos en el inflamado coño de Camila que alternaba unas veces con rápidas sucesiones de lengüetazos y otras con la masturbación mediante los dedos de esa misma mano, puesto que con la otra se sostenía la endurecida polla.

Después de varios minutos así, Toni decidió que ya había sido suficiente. Sacó de algún sitio un preservativo y se lo colocó.

Apuntó a la entrada del húmedo e inflamado coño de la hija de los psicólogos y comenzó a penetrarla vaginalmente.

No fue algo dulce ni romántico. Fue bestial. Desde el primer momento empujó a tope, abriéndose camino por el interior de la chica como si fuese un taladro, unas veces colocando sus manos sobre sus caderas y otra sobre los pechos de Camila para coger aún más impulso que el que le daba su propio cuerpo.

Poco a poco la incomodidad de su posición, las molestias y el maltrato al que la había sometido fueron dando paso a nuevas descargas de pasión que nacían de lo más profundo de su vientre, hasta que lo que habían comenzado como gritos dentro de su boca se transformaron primero en jadeos y luego en chillidos de placer, todos ahogados por la prenda que la ocupaba en buena parte.

Al final, estuvo a punto de lograr un nuevo orgasmo, pero el joven que la estaba penetrando terminó antes de lo esperado.

Poco a poco, Camila fue liberada y tuvo de nuevo la polla de Toni enfrente de la cara. El varonil miembro estaba flácido y ya no estaba envuelto por el preservativo, que colgaba de entre los dedos de unas de las manos del chico.

Estaba a punto de cogerle la polla entre las manos cuando él se las apartó y dio la vuelta al profiláctico sobre su cara, dejando que el líquido seminal que contenía cayese sobre el cabello y la cara de la chica.

Camila no puedo evitar una mueca de asco por esta acción, la hacía sentir sucia y degradada, no como debería sentirse una verdadera novia.

La sesión de sexo había estado muy bien… pero de nuevo sentía que no era su sitio.

  • Toni, tenemos que hablar…

  • ¿Qué, no me digas que no lo has disfrutado? –se quejó él.

  • No, no es eso… bueno, quizás te has pasado un poco con lo de atarme…

  • Corta el rollo, ¿quieres romper, es eso?... ¡por favor, con todo lo que he hecho por ti!.

  • Pero… yo… no…

  • Anda, ve a darte una ducha y lárgate –contestó, rabioso, mientras agarraba unos calzoncillos y se iba hacia la puerta-. Ya te llamaré.

Nuevamente Camila se encontró perdida. No era eso lo que esperaba. Bueno, es verdad que sentía que esa relación no era lo que buscaba en ese momento, pero… Y, encima, no sabía cómo, ¡al final era Toni quien parecía haber roto con ella!. Claro que a lo mejor no, todo era un poco confuso en ese momento.

Un par de minutos después, agarró sus cosas y fue al cuarto de baño junto al dormitorio del que en esos momentos ya no sabía si era o no su novio. Lo encontró cerrado por dentro y entre medias de un extraño ruido amortiguado, escuchó la voz de Toni, aún inestable por la breve conversación de antes.

  • Ocuuupado… -y, en una voz mucho más baja, Camila entendió- serás zooorra…

Algo incómoda, decidió ir al otro baño que conocía, aunque eso la llevaba al mismo pasillo por donde antes se había marchado Adolfo, el padre de Toni que tan extrañas sensaciones la ocasionaban.

Fue despacio, procurando escuchar para evitar ser pillada en su actual situación.

Estuvo tentada de vestirse y marcharse tal como estaba, pero no se veía capaz de quitarse los restos del cabello con las toallitas que solía llevar dentro del bolso. Tenía que arriesgarse a llegar al otro baño… o quizás pudiera ir al de las criadas.

Estaba segura de que a Kat y Rada no las importaría… bueno, casi segura después del comportamiento que habían tenido ese día con ella.

Cuando quiso darse cuenta estaba junto al segundo lavabo. La puerta estaba abierta y la luz encendida.

Acababa de entrar cuando escuchó a alguien detrás de ella y al darse la vuelta descubrió a la criada rusa Ekaterina, que pasaba caminando deprisa con los pies desnudos y con la parte superior del uniforme desarreglada, dejando a la vista más de lo habitual.

Kat iba abrochándose, pero la dio tiempo a girar la cabeza y descubrir a Camila. Se frenó en seco, miró con algo parecido a la vergüenza a Camila y luego giró rápidamente la cabeza para mirar al fondo del pasillo, de donde surgían ahora unos pasos y una voz masculina.

Entró corriendo y agarró por un brazo a la joven, empujándola hacia el armario que estaba en un lado del cuarto de baño y contenía las toallas.

  • Pero… -empezó a protestar Camila, a la que silenció la hembra eslava, poniéndole una mano sobre la boca y haciéndola entrar en el armario.

  • Shhh –susurró, mientras dejaba fuera una toalla y entraba con ella a la vez que cerraba el cubículo. Una vez encerradas, volvió a susurrarla al oído-. Por favor, no hables o nos descubrirá.

La chica no sabía qué hacer, la situación la superaba y nuevamente se veía arrastrada por los sucesos en esa casa.

Desnuda, sosteniendo sus pertenencias en las manos y escondida dentro de un apretado armario con la chica rusa que había sido capaz de hacerla sentir tanto placer apenas unos días antes, apretujadas una contra la otra. Así estaba Camila, escondida como un conejo asustado dentro del armario de las toallas del cuarto de baño grande de la casa de Toni.

Y lo peor es que no había ninguna razón lógica para haber hecho caso a la rusa y terminar metidas las dos en un espacio tan reducido e incómodo, en el que apenas entraba luz por el espacio entre las tablas de madera que formaban la puerta y que cruzaban horizontalmente el espacio que la conformaba.

Pero sentía que, por algún extraño vínculo entre las dos mujeres, tenía que hacer lo que la había pedido Ekaterina, así que se quedó callada y adoptó la postura más cómoda que pudo… justo cuando entraban Adolfo y Rada, ambos completamente desnudos.

Dio un respingo al verlo, pero el sonido fue cubierto por el que produjo la puerta del cuarto al cerrarse.

El padre de Toni entró dentro de la ducha, con una erección impresionante que, de alguna forma, hizo que Camila se lamiera involuntariamente los labios. Ese era el pene que no hacía mucho había desvirgado su coño, rompiendo el sello virginal de su más íntimo tesoro.

Rada lo siguió, paseando una de sus manos por el torso desnudo del hombre mientras la otra agarraba la endurecida polla y la masajeaba.

Poco a poco, mientras espiaba, sin poder evitarlo, la forma en que Rada masturbaba con su mano unas veces, con la boca otras, la potente virilidad del padre de Toni y a la vez le extendía jabón por el cuerpo para limpiárselo, el coño de Camila fue hinchándose y una sensación excitante comenzó a recorrerla el cuerpo mientras fijaba sus ojos en la escena a través de los resquicios entre las maderas de la puerta del armario.

Sintió cómo sus propios pezones se estiraban de emoción cuando observó cómo la rusa se ponía de espaldas y se apoyaba contra el pecho del hombre, dejando que su virilidad quedase asomando entre sus piernas, rozando su delicado pubis.

Mientras frotaba su sexo contra la polla de Adolfo, el cincuentón agarraba con fuerza las tetas de la rusa y las estrujaba sin piedad.

Lo mismo empezó a suceder con los senos de Camila, cuando las manos de Kat la rodearon en un intenso abrazo para abarcarla y acceder a esa parte de su anatomía de la única forma que podía en la estrechez del armario de las toallas. La hija de Sergio y Rebeca no se resistió, dejó que la hermana gemela de Rada poseyera sus pechos y recostó sobre ella su cabeza sin dejar de observar lo que sucedía dentro del baño.

Dejó que la pasión se adueñase de ella. Espiaba cómo Rada era sometida a tocamientos y cómo Adolfo la obligaba a comerle la polla cada poco, mientras el jabón iba resbalando en chorretones por su varonil y musculado cuerpo, más de lo que se había imaginado Camila. Por alguna razón eso acentuó su excitación, recordando que había sido ese cuerpo… esa polla… la que no hacía tanto había invadido y roto su virginidad.

Sin embargo, Kat no se quedaba atrás, seguía dominando sus tetas, pero ahora mantenía una de sus manos muy ocupada en la inflamada concha de Camila, jugueteando con sus dedos hasta hacer que sintiera que el orgasmo que antes había estado a punto de tener y creía perdido se empezase a acercar lenta y constantemente.

La chica se mordía los labios, no quería delatarse. No en ese momento.

Apenas a unos metros de las dos chicas, Adolfo había colocado a Rada contra la pared, haciendo que se apoyase con los brazos abiertos y ligeramente reclinada, para apoyar su hinchada y desnuda polla en la entrada del coño de la rusa.

Camila se dio cuenta de que era casi exactamente como había estado ella la noche que perdió la virginidad y no puedo evitar imaginarse en el lugar de la criada, aunque esa imagen se veía interrumpida por las eléctricas sacudidas que la provocaban las intensas y crecientes estimulaciones que la mano de Kat generaba en su propia y volcánica concha.

Volvió a mirar y la escena había cambiado poco… salvo que Adolfo había clavado toda la longitud de su gruesa polla en el interior del húmedo coño de la criada rusa y la agarraba de sus rubios cabellos. Comenzó así un potente y violento mete saca, follando sin piedad ni amor la vagina de Rada. Como un animal.

Y no puedo evitarlo. Se corrió intensamente. Un profundo gemido brotó de su garganta cuando, mientras continuaba espiando, Kat logró utilizando sus manos que tuviera un nuevo y potente orgasmo.

Mordió la toalla que aproximó Ekaterina con la mano que había mantenido ocupada en sus senos, agradecida por tener una forma de liberar la tensión y luchando por evitar ser descubiertas por Adolfo, que no parecía haberse dado cuenta del primer grito de placer de Camila en el armario y seguía penetrando con fuerza brutal el coño de Rada.

Pero no era el único que no demostraba compasión allí. Detrás de ella, muy pegada a su cuerpo, estaba Ekaterina y no dudaba en seguir masturbando con mayor intensidad aún la inflamadísima concha de Camila hasta que logró arrancarle un nuevo orgasmo.

Sólo entonces paró la joven rusa y la hizo reclinarse todo lo que podía en ese estrecho espacio para besarla en los labios con fuerza y pasión.

Aún estuvieron un buen rato dentro del armario, pero la rusa no dejó que el tiempo pasara despacio. Una y otra vez asaltaba el cuerpo desnudo de Camila desde atrás, usando sus delicadas manos para recorrerlo una y otra vez y lograr arrancarle más de un nuevo gemido, aunque esta vez fue la propia Camila la que contuvo todo sonido aprovechando las toallas del armario.

Y al otro lado de las puertas, siguió la sesión de sexo entre Rada y Adolfo. En varias posiciones fue colocada la rusa… y en todas ellas fue penetrada, hasta que sus tres agujeros sufrieron la invasión de la masculina virilidad de su señor.

Pero al final el pene del macho no puedo aguantar más la tensión y se vació en el culo de la criada, que aún tuvo fuerzas para hacerle una última mamada al padre de Toni y enjabonarle de nuevo el cuerpo antes de terminar de lavárselo usando sus propias manos como si fuesen una esponja natural.

Lo más extraño sucedió cuando Rada empleó la toalla que su hermana había dejado fuera para secar al padre de Toni. Adolfo dijo:

  • ¿Sabes qué me sentaría ahora bien?. Tirarme otra vez a esa golfa tortillera que tiene mi hijito para hacerle compañía. Tiene un buen par de polvos, ¿no te parece?.

  • Lo que diga el señor –respondió la criada, mientras lo secaba.

  • Aunque fue mejor el tiempo que pasamos con Vanessa, ¿verdad, zorrita? –añadió, dándole una palmada en el culo a la rusa antes de marcharse completamente desnudo y con su pene colgando flácido.

Entonces Camila tuvo la completa certeza. Adolfo se había aprovechado de ella a propósito, no había sido ningún error ni tenía nada que ver el alcohol o la oscuridad de la noche. Y, extrañamente, supo que esa revelación no la importaba tanto como debería.

Mientras pensaba en ello, Rada se dedicaba a secarse a sí misma y no pareció sorprenderse cuando su hermana gemela abrió la puerta del armario y salió de él junto a Camila, que aún sostenía entre sus manos toda su ropa.

Kat le dirigió unas palabras en ruso a su hermana, que se puso colorada y bajó la vista. Luego, siguiendo unas instrucciones en el mismo idioma salió corriendo del cuarto, aún desnuda.

  • La he pedido que compruebe si el señor ya se ha tumbado, casi siempre se queda dormido por lo menos una hora después de una sesión de relax –se explicó la gemela dominante, de frente a Camila y acariciándole la mejilla a la par que apartaba un mechón de cabellos.

Instantes más tarde reaparecía Rada, sosteniendo una pequeña bolsa plastificada de color rosado, y cerraba el cuarto por dentro.

Empezó a hablar en ruso con su hermana, pero ésta le cruzó la cara de un tortazo que resonó en el lavabo.

Camila se sorprendió, y lo hizo aún más al observar como Rada no contestaba ni parecía furiosa por esa agresión de su gemela.

  • En español –la reprendió Ekaterina-. Camila es nuestra invitada en el rato que tengamos ahora –y, añadió, mirando ahora a la hija de los psicólogos-. Toni está en su cuarto de juegos y se puede tirar allí horas, así que no hay problema.

  • Se ha dormido -contó ahora Rada, dejando a un lado la bolsa-. El señor se ha dormido.

  • Eso nos da por lo menos una hora para… -anunció Kat, mientras comenzaba a desnudarse a la vez que giraba hacia Camila- hacer que salgas limpia.

Rada se acercó a ella y recogió sus pertenencias, dejándolas sobre una banqueta, mientras Camila se quedaba inmóvil, desnuda y pasmada ante lo que ocurría en esa casa.

Cuando Ekaterina terminó de despojarse de su traje de sirvienta, Camila no pudo dejar de apreciar el bello cuerpo de la rusa… y tampoco dejó de notar que no llevaba ningún tipo de ropa interior. Ni bragas ni sostén.

De la mano de Kat entró en la bañera, seguida justo detrás por Rada, cuyos pechos rozaban de forma insistente su espalda. Por algún extraño hechizo, Camila entró con ellas y supo que lo que ocurriría a continuación sería algo que no podría olvidar.

Continuará...

PD: cualquier duda o sugerencia no dejéis de hacerla, ya sea en la sección de Comentarios aquí mismo o en mi correo skaven_negro@hotmail.com

La historia de Camila, dentro de la saga familiar:


QUIÉN ES QUIÉN

  1. Adolfo: padre de Toni. 50 años. Mantiene una relación no consentida con Camila cuando ella está espiando a las criadas de la casa. Tiene bigote.
  2. Camila: hija de Sergio y Rebeca. Universitaria de 20 años. Morena. Ha comenzado una relación sentimental con Toni. Siente una fuerte atracción por Vanessa, la novia de su hermano. En ocasiones ayuda en la consulta a sus padres. Ha tenido una relación intermitente con una de sus mejores amigas desde hace años, jugando ambas con su bisexualidad.
  3. Darío: hijo menor de Sergio y Rebeca. 18 años. Repite curso en el instituto. Ha comenzado una relación con Vanessa hace casi 6 meses.
  4. Ekaterina: una de las criadas, de origen ruso, en casa de la familia de Toni. Gemela de Rada. Abreviadamente llamada Kat. Tiene una sesión de sexo lésbico con su hermana ante la mirada de Camila.
  5. Erick: chico de 18 años recién cumplidos. Rubio de ojos azules. Tiene una sesión de sexo por webcam con Camila por intercesión de Vanessa. Se conocían de la noche en que la hija de Sergio sufrió el abuso sexual por parte de Adolfo, padre de Toni, en que el coche en que viajaba con otros cuatro amigos se detuvo junto al de Vanessa y Camila.
  6. Frederick: médico pelirrojo que atiende a Camila a petición de Vanessa tras la relación no consentida entre Camila y Adolfo, el padre de Toni. Sobre la treintena. Cara pecosa, nariz torcida y aliento a cebollas.
  7. Inmaculada: amiga de Rebeca. 41 años. Rubia. Casada tres veces. Se divorció de Enrique, con quien tuvo a su primer hijo, Adolfo. Su segundo exmarido, Eduardo, es el padre de Lorenzo y Nazario. Ahora está casada con Manuel. Sexualmente hiperactiva, tuvo una aventura con Sergio que duró dos años. Tiene una relación sexual con Juan, uno de los chicos del Internado, en la casa de él y siendo descubierto por Rebeca. También parece tener una nueva relación sexual con su primer marido, Enrique, y con su mujer actual.
  8. Rada: una de las criadas, de origen ruso, en casa de la familia de Toni. Gemela de Ekaterina. Tiene una sesión de sexo lésbico con su hermana ante la mirada de Camila.
  9. Rebeca: psicóloga. 42 años. Esposa de Sergio. Madre de Camila y Darío. Su mayor dedicación al trabajo ha provocado un distanciamiento en su vida de pareja, especialmente a nivel sexual. Intenta recortar su distancia afectiva con Sergio metiéndose en su misma clínica y compartiendo los casos especiales. Tiene miedo de que Sergio pueda serle infiel. No conoce la aventura que tuvieron su marido e Inmaculada, una de sus mejores amigas.
  10. Sergio: psicólogo con ingresos medio-altos al que la crisis le obliga a aceptar unos casos especiales para relanzar su carrera. 43 años. Casado con Rebeca, a quien envidia en el fondo por su mayor éxito de clientes. Tienen casa en Madrid y en San Rafael, donde suelen pasar los fines de semana. Tienen dos hijos: Camila y Darío. Tuvo una aventura con Inmaculada, cliente y amiga de su esposa. Tiene una lucha interior con un lado oscuro que mezcla el estrés con un fuerte componente de represión sexual en su vida diaria,la Bestia.
  11. Toni: novio de Camila. Tiene 22 años. De familia económicamente pudiente, cuenta con dos criadas en su piso de Madrid: Ekaterina y Rada.
  12. Vanessa: novia de Darío. 23 años. Mide 1’80 metros. Tiene piso propio. Mantiene una relación con Camila de juegos de provocación.