Masturbación fugaz
Chocho caliente, culo frío.
Siempre me están ocurriendo cosas raras, pero muy raras… da igual que me quede en casa o que salga a pasear a un parque, o incluso que vaya de compras, parezco la chica imán, pero no atraigo metales, lo que atraigo inevitablemente son situaciones extrañas, o por lo menos a las personas que las hacen y me hacen partícipe de ellas.
Una de esas situaciones fue en un parque cuando, agobiada del trabajo y ciertos problemas desagradables me intenté aislar en un cómodo banco de mármol en un parque cerrado y solitario que hay a las afueras de mi ciudad. Ya lo había visitado un par de veces el año anterior, donde estuve sola, tranquila y en silencio. El lugar ideal para meditar sin movimiento a mi alrededor.
Llevaba un par de horas sumergida en la lectura de una romántica novela de Amanda Quick cuando una chica me hablaba sentada a mi lado sin que me haya percatado de su llegada.
—Hola, necesito que me ayudes a ganar una apuesta —habló totalmente decidida, como si ella misma se intentase no echar atrás con aquello que pretendía—, este es el lugar ideal y tú, siendo una chica me facilitas las cosas.
—Bueno, no sé, depende…
—Solo tienes que grabarme con el móvil un par de minutos como mucho.
Dio unos escasos toques en la pantalla de un móvil y me lo tendió para que le grabase. Resignada lo cogí dejando mi libro sobre mis piernas, pensando que me había tocado hacer de cámara de una estúpida youtuber de esas que hacen tontadas en youtube.
El dispositivo ya estaba grabando y enfoqué a la chica que se había sentado a mi lado, pero al mirar la pantalla quedé estupefacta viendo como la pava se encontraba con las piernas bien abiertas, el vestido subido por encima de la cintura sin presencia de bragas y sus dos manos manipulaban su sexo hábilmente.
—Pe… pe… pero… ¿qué haces tía?
—Tranquila, acabo enseguida, tú solo enfoca y nada más, ya vengo un poco calentita para poder hacer esto más breve. Ji, ji, se me está enfriando el culo con el mármol del banco este.
No salía de mi asombro, me era imposible reaccionar, no sabía si mirarla a ella directamente, mirar a la pantalla del móvil o simplemente cerrar los ojos para no ver la guarra escena que estaba presenciando. Se estaba masturbando a dos manos con dedos ansiosos y eufóricos.
—¡Ya viene!, ¡ya vieneeee!
Las sacudidas del envidiable orgasmo parecieron dejarle agotada, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados.
Mi falta de reacción parecía de lo más ridículo, el dispositivo seguía grabando sin yo saber que hacer.
—Gracias tía, me has hecho un gran favor.
Rápidamente se levantó colocándose bien el vestido y espolsándose el trasero, me quitó el móvil de la mano y se alejó a paso ligero dejándome con la mano extendida sujetando un ausente móvil en el aire y con mi cara seguramente de pánfila.