Mascarilla infiel en pleno Covid-19
Como convertir la maldita, pero obligada mascarilla, en un objeto de inmenso placer
Carmen y yo habíamos sido amantes durante muchos años. Como siempre, y a pesar de que sexualmente siempre fueron extraordinarias, estas relaciones no están exentas de problemas diversos y un buen día decidimos dejarlo amistosamente y dedicarnos más a nuestras familias respectivas.
Podéis encontrar una muestra de cómo era nuestra relación en el relato que escribí en marzo del 2018 bajo el título "Aprendiendo a llover".
Tras muchos meses de separación acordada, A principios de 2020, Carmen y yo nos felicitamos el nuevo año por WhatsApp; por allí quedamos en hablar por teléfono y en la conversación decidimos que nos podíamos ver un día. La semana siguiente nos vimos una tarde después del trabajo para tomar una inocente copa y, aún no sabemos cómo, acabamos rompiendo nuestro acuerdo follando como posesos durante un par de horas. Y volvimos a decidir que pronto repetiríamos pues la vida es muy corta y no se puede ni debe desperdiciar ningún momento de placer...
Lo que no sabíamos es que a los pocos días nos confinarían y que la deseada repetición no se produciría hasta quien sabe cuándo.
Para no complicarnos la vida sufriendo inútilmente decidimos que nuestros contactos serían muy escasos, limitándolos a un WApp cada 15 días para saber cómo estábamos y nada más.
Pasando los días, y tras muchas contradicciones gubernamentales, se generalizó el uso de mascarilla para salir a la calle, lo cual, personalmente, me resulta bastante molesto, pero no he tenido más remedio que aceptarlo y ponérmela cada vez que voy a comprar o simplemente a pasear.
Hace unos quince días tuve una idea brillante: tunear internamente mi mascarilla con un salvaslip usado de Carmen. Y, conociendo el especial sentimiento de justicia que siempre ha regido nuestras relaciones, decidí que debía pensar algo similar para tunear la de Carmen.
La solución fueron los protectores que usan las madres recientes para que sus pezones no manchen el sujetador. En efecto, se trata de una especie de salvaslip, igualmente absorbente, que tiene una forma circular mucho más adaptable a mi zona genital que el salvaslip.
Desde entonces Carmen y yo cada día salimos a hacer el permitido paseo matinal y, "casualmente", nos encontramos a las 8:00 en un lugar acordado del pueblo, más o menos equidistante de nuestros respectivos hogares. Pero no nos hablamos, simplemente nos miramos y prestamos especial atención a la mascarilla del otro mientras disimuladamente intercambiamos una pequeña bolsa de papel que cada uno lleva y que contiene el mismo contenido que el día anterior: en su caso el salvaslip que ha usado el día y la noche anterior y en el mío el parche pezonal que también he llevado entre mi polla y los calzoncillos durante 24 horas.
Naturalmente el pacto es que ella cada vez que va al baño se sube las bragas, con el salvaslip pegado, sin utilizar papel y yo cada día dedico unos minutos a excitarme leyendo un relato o viendo una peli a fin de que mi polla segregue el apreciado líquido preseminal que, mezclado con restos de mi orina, vuelve loca a Carmen.
Después del rápido intercambio, cada uno tiene su momento más excitante consistente en substituir el interior ya agotado de su mascarilla por el "fresco" que lleva en la nueva bolsa. El primer día ambos tuvimos nuestros problemas para hacerlo rápidamente sin ser vistos, pero a los pocos días cada uno ya tiene su lugar discreto y la destreza que da la experiencia para hacerlo con la máxima eficacia.
A continuación seguimos nuestro solitario paseo diario. Si en ese momento alguien nos mira a los ojos verá que éstos expresan una gran felicidad. Y no es para menos, los primeros momentos del contacto con el salvaslip de Carmen en mi caso y con la pezonera en el suyo, son muy intensos y excitantes; en efecto, el contacto directo de las fosas nasales con el "concentrado" de efluvios recogidos durante 24 horas en el protector respectivo, nos produce un placer inmenso y, a continuación, nuestra lengua puede degustar el húmedo contenido.
Además, la gran excitación que provocan estos primeros minutos de contacto nasal y lingual con el interior de la mascarilla, tiene un fantástico efecto colateral: nueva e inevitable segregación de abundantes fluidos frescos que son recogidos por el nuevo y estéril protector que ambos llevamos entre nuestra ropa interior y su coño y mi polla respectivamente. De este modo el ciclo vuelve a comenzar hasta mañana a las 8:00.
Ahora ya no me da pereza ponerme la mascarilla para salir a la calle a comprar porque aunque hayan pasado varias horas desde el primer contacto con la mascarilla "retuneada", al volvértela a poner, aún conserva parte del concentrado de la mañana y lo puedo disfrutar durante todo el tiempo que la llevo puesta.
En cuanto a los tipos de mascarilla, la que mejor se ajusta al salvaslip es la más habitual, la quirúrgica y es la que uso yo. Mientras que hemos descubierto que la más adecuada para albergar "mi pezonera reconvertida a salvaslip masculino" es la tipo FP2.
Portarse bien para no pillar o transmitir el "bicho" no está reñido con disfrutar del sexo; sólo se necesita echarle imaginación.
Espero que si alguien decide tunear su mascarilla, nos lo cuente detalladamente con pelos, señales, olores y sabores.