Mascarada

Relato de D/s

En medio de aquel gentío, mezcladas las risas y la música, aguardaba paciente a que llegara el hombre que la sacara a bailar. Había recibido muchas invitaciones e insinuaciones aquella noche, pero casi todas estaban vacías y exentas de esa chispa que buscaba. Entonces llegó un hombre tras una mascara dorada veneciana. Se apoyó indolente al lado de aquella mujer, saboreando su copa de vino mientras sus ojos se paseaban por la pista de baile en actitud contemplativa. Su presencia se hacía notar, silenciosa, turbadora, la mujer empezaba a sentir curiosidad y hasta molestia por el silencioso enmascarado, y justo cuando iba a recriminarle su proximidad invasiva, al girarse y encararlo se encontró con una sonrisa y una mirada clavadas en su rostro. Sus palabras murieron en sus labios y en lugar de la firme replica salió un balbuceo. El hombre tomó una copa de una bandeja que paseaba un camarero y se la tendió -¿Vino? Le ayudará a soltar la lengua-sonrió con una expresión divertida en sus carnosos labios.

Caminaban por las calles de Florencia, el cálido aliento del verano mezclado con el vino hacía que ella andara de una forma insegura y vacilante, eso unido a su torpeza natural le hizo dar algún traspiés, sin embargo el brazo fuerte de aquel extraño y fascinante hombre estaba ahí para sujetarla, y su mirada... Siempre esa mirada de seguridad y superioridad, también la aguantaba, tenía algo que la hacía estremecerse con un cosquilleo rebelde e inevitable, que nacía en los dedos de sus pies y lograba extenderse por su cuerpo hasta sus mejillas en un constante calor irradiado. Claro que también podían ser las copas de vino que había puesto en su mano mientras descansaban tras las varias piezas que habían compartido juntos. Aquel hombre del que ni siquiera conocía su nombre la invitó a subir a su coche de forma galante y ella asintió de buena gana pues se le antojaba imposible rechazar su educada invitación.

Mientras Florencia se desdibujaba quedando atrás, las manos de su acompañante se debatían entre el volante y sus muslos. Gemidos quedos se escapaban de sus labios mientras entreabría sus piernas y le dejaba hacer, notando como su sexo comenzaba a palpitar y estremecerse de la excitación. Sus miradas se encontraban en breves intervalos en el retrovisor, mientras el tiempo pasaba de forma desordenada, la sensación de embriaguez y placer mezclándose lo hacía todo un éxtasis al que la mujer se agarraba deseando que no terminara, como se agarraba igualmente a su mano, guiándola sobre sus muslos para que llegara a su sexo. Cuando los gemidos empezaban a crecer en intensidad llenando el coche, la sonrisa de aquel hombre se acentuó y el coche fue perdiendo velocidad. Su mano se apartó de las piernas de ella y un gemido de frustración se escapó de sus labios -No...-su voz se apago y su suplica quedó desoída, su nuevo amante y torturador se había bajado del coche y rodeándolo, abrió la puerta del copiloto tendiéndole la mano para sacarla del coche con suma facilidad, tomándola de la cintura para decirle al oído en un grave y sensual susurro -Ya hemos llegado... bienvenida a tu nuevo hogar-la mujer se derritió casi literalmente sujetándose a el temblorosa de deseo y mareada. La había llevado a donde había querido y ahora estaba completamente indefensa.

Sus manos son irresistibles, me llevan como quieren, hacen de mi una perra jadeante y deseosa de más. Sus dedos recorren mi cuerpo reconociendo cada rincón, cada lugar oculto, estimulándolo con destreza, aumentando mi necesidad y mi deseo húmedo y palpitante. ¿Como he llegado aquí? Ni siquiera lo recuerdo... pero la verdad es que no me importa, tan solo quiero abandonarme al placer que me da, necesito que me lleve a la cumbre de esta ansiedad, sentirme caer en picado en un orgasmo tras otro, sin que esta noche termino... ¡Te lo ruego... hazme tuya!

El sonrió y tomándola del cuello alzó su boca roja entreabierta y busco su mirada tras sus párpados caídos por el deseo y la indefensión. Era un hombre serio, firme y de pocas palabras, sin embargo era capaz de darle justo lo que necesitaba como si fuera capaz de leer sus pensamientos. ella se dejaba hacer temblorosa y excitada. El miedo inicial de saberse cautiva de un hombre en mitad de ningún lugar no era rival para su coñito húmedo y palpitante deseoso de sentir las caricias de aquel Amo Dominante impasible y caprichoso.

20 eternos minutos desde que la atara a aquella silla la tuvo ciega, muda, desubicada y sobre todo excitada, pues amordazada y de ojos vendados como la tenía fue incapaz de dejar de sentirse cachonda buscando con sus limitados movimiento el más leve roce de sus cálidas manos.  Un gemido mezcla de placer y frustración se abrió paso por sus labios y como si respondiera a sus plegarias los labios de ambos se encontraron en un beso húmedo profundo y apresurado.

Era un autentico experto en torturar sus sentidos, su piel erizada y recorrida por oleadas de excitación recibía cada caricia como si fuera un regalo divino. Sintió sus dedos acariciando su coño y se abandonó a gemir como una perra en celo olvidando por completo sus miedos y frustraciones, regalándole su sumisión de buena gana, amando cada gesto de aquel desconocido como si nunca hubiera amado antes.

Repentinamente y a merced de un tiempo absurdo y relativo pasó de estar inmovilizada a estar desatada, completamente sometida a su anhelo de sentir algo más, y su necesidad no fue desoída... La polla de su nuevo e inesperado Amo la llenó y ajenas a su voluntad como ayudándole, las piernas de ella se cerraron en torno a su fuerte cintura para hacer más profundas sus embestidas.

Hasta que sin remedio y entre los gemidos de ambos el orgasmo mezcló sus sexos en un summun de placer, en el que casi llorosa se abrazó a su cuello musitando un desesperado gemido  -Soy tuya!!! para siempre...