Masajista maduro (el reencuentro)

Transcurridos dos días de nuestro encuentro recibí una llamada de mi masajista, quería volver a ver me y desesperado me invitaba a cenar esa misma noche.

Transcurridos dos días de nuestro encuentro recibí una llamada de mi masajista, quería volver a ver me y desesperado me invitaba a cenar esa misma noche. Estuvimos charlando un buen rato, detallando lo vivido y sentido durante nuestro encuentro. Sus palabras me encantaban, detallaba con detalles lo que sentía al recorrer con sus manos mi piel. Estaba perdido, ya que hasta por teléfono me ponía cachondo el muy cabrón, pero no estaba preparado para una cita y denegué la invitación. No quería que fuera una cita, me sentía mal por lo ocurrido y aunque tenía claro que quería volver a ver lo, tenía que ser de otra forma.

Insistía en que fuera cuanto antes y al final quedamos para ver nos otra vez a finales de semana.

La única condición que puse, fue que me diera cita como si me fuera a dar otro masaje. Así mi conciencia estaría más tranquila, al menos no me sentiría tan culpable. La semana transcurrió muy lenta, mi cabeza estaba en un solo sitio, la habitación de mi masajista. Por lo ocurrido allí y lo que me imaginaba que ocurriría. Solo pensar en el y me acuciaba una necesidad imperiosa de masturbarme. En la oficina, en casa, en el gym, me estaba volviendo loco, y lo peor era que me imaginaba que me follaba.

Los días fueron pasando y mi desesperación por ver lo de nuevo aumentaba. Sufría insomnio, al pensar en nuestro encuentro. El único contacto que mantuvimos fueron algunos mensajes de móvil, en que me pedía adelantar el encuentro pero por motivos de agenda era imposible. Realmente, deseaba ver le cuanto antes y quitarme la obsesión de la cabeza.

Por fin termino la semana, la cita del viernes tarde con el masajista estaba a punto de empezar y raudo y veloz me presente en su puerta.

Nuestras miradas se cruzaron mientras nos saludábamos como dos buenos amigos, nuestras manos se juntaron para sellar el encuentro. Me invito a pasar de nuevo al cuarto de los masajes mientras por el pasillo intercambiábamos unas palabras.

Ya en la habitación terminaron los actos protocolarios para hablar abiertamente de cómo había transcurrido la semana tras nuestro encuentro.

Se intereso por mi estado, ya que al final salí de su consulta con más dolor de espalda del que había entrado.

Hablamos y hablamos sin mediar ningún contacto físico, aunque la vedad era que lo estaba deseando desde que volví a entrar por la puerta.

Empezaba a estar arto de tanta charla, no quería amistad ni nada parecido, quería sexo y más sexo y comencé a pensar que debía ser yo el que diera el primer paso.

Fue a buscar unas bebidas y con mucha sangre fría decidí dar el paso.

Aproveche el momento y comencé a quitarme la ropa, estaba tan nervioso que no atinaba a quitarme los pantalones sin perder el equilibrio. En ese momento entro el, sorprendido por mi aptitud me siguió el juego. Le pedí que me hiciera un reconocimiento de mi lesión. Se acerco con media sonrisa para ver mi espalda y se puso detrás.

Temblaba como un cervatillo esperando el contacto de sus manos en mi piel, su aliento en mi nuca me indicaba la proximidad del momento y por fin llego el contacto que tanto anhelaba. Sus palmas acariciaron suavemente mi cintura, mientras muy suavemente me indicaba que seguía estando jodido y muy bueno.

En ese preciso instante, sus manos rodearon toda la cintura hasta quedarse paradas en cada extremo de mi cadera. Sujetaban con intensidad mientras su miembro se pegaba firmemente a mi trasero.

Sus labios callaron y se deslizaron al encuentro de mi cuello. Sus besos recorrían mi hombro y cuello, para finalmente morderme suavemente el lóbulo de mi oreja. Mi cabeza se ladeaba lentamente en sentido contrarío en señal de aprobación y sumisión.

Sus manos abandonaron su posición, suavemente se deslizaron por el firme abdomen hasta interior del bóxer y así adueñarse de todo mi sexo.

Aturdido y desorientado entre en una especie de clímax, su lengua lamía mi cuello mientras sus manos poderosas manejaban mi polla a su antojo. Sin saber como, el bóxer se había deslizado por mis piernas hasta los pies, su miembro ardía sobre mis nalgas con la tela traslucida de sus pantalones ejerciendo de barrera.

Estaba desbordado, una de sus manos seguía dándome placer mientras la otra me acariciaba el pecho. Su miembro azotaba mi trasero mientras de su boca comenzaban a salir palabras que me recordaban nuestro encuentro anterior.

La tensión era máxima, su mano acariciaba insistentemente mi pene y comenzaba a tener ganas de eyacular. Quería retrasar y vivir con la misma intensidad que la vez anterior el momento y quise para.

Me aparte como pude de el y me puse de cara. Se quedo expectante y quieto mientras sin apartar la mirada de sus ojos marrones, le desabrochaba su pantalón. Lo deje caer al suelo, como la otra vez , no llevaba ropa interior y su miembro erecto se presento frente a mi.

Desnudos uno en frente del otro nos cruzábamos miradas de deseo, la diferencia de edad era evidente, pero algo tenía aquel hombre que me hacía perder la cabeza.

Me puse de rodillas quedando a la altura de la pelvis de mi masajista. Su miembro erecto color carne oscura, se imponía dominante frente mi cara. Dos grandes caudales de sangre trasportaban la sangre para destrozar la teoría de la gravedad y poder dejarme observar tan majestuoso miembro.

Mis manos se pusieron a trabajar, recorría el camino de subida y de bajada mientras la otra acariciaba sus testículos. El me observaba atento y con asombro por mi iniciativa a la espera del momento decisivo. Estuve un rato más hasta que decidí probar su caramelo. Abrí mi boca para dejar a escasos centímetros el contacto con su miembro. Pasaron unos segundos mientras le observaba desde el suelo. Mi labio inferior comenzó a deslizarse por su piel mientras su cara desencajada suplicaba que se la chupara. Al llegar muy lentamente al glande de mi caballero, mis labios se comprimieron para solo dejar pasar lo prescindible entre ellos. Y así empecé con los movimientos lentos, muy lentos. Mi lengua jugaba y buscaba las venas de tan apetitoso manjar, mientras con la mirada observaba a mi maduro amigo.

Sus ojos cerrados y su boca abierta me indicaban que cumplía con sus expectativas y decidí aumentar el ritmo.

Acelere mis movimientos, apreté mis labios con fuerza contra mi presa saboreando con mi lengua todo el glande, el enorme glande.

Volvió a tirarme del pelo para sujetarme la cabeza mientras su cuerpo se tensaba. Su miembro buscaba mis labios para dejar su imprenta final, mientras un chorro de semen descomunal salía de su polla. Me aparte en el último segundo, y así esquivar el disparo de mi amante. Mis manos terminar de satisfacer sus instintos, mientras las ultimas gotas salpicaban el parquet.

Me levanto y me agradeció con un apasionado beso mi trabajo. Nos fuimos a la camilla y me ordeno que me tumbara, pero esta vez boca arriba. Sus manos acariciaban mis pies mientras me observaba desde del extremo de la camilla. Sus manos impregnadas de aceite comenzaron a deslizarse suavemente por mis piernas. Pasadas las rodillas sus manos abiertas de par en par comenzaron a recorrer todas las partes de mis muslos, recorrían de igual manera ambas piernas y en cada movimiento se adentraban más en la parte interna de estas. El roce de sus manos era electrizante y mi excitación volvía a ser máxima. Curvaba mi espalda sin complejos mientras con mis brazos tapaba mi rostro enrojecido.

Siguieron subiendo dejando mi miembro sin acariciar, de mi abdomen al pecho y así acariciándome todo mi pecho. Sus dedos se detuvieron en los pezones mientras su boca agarraba por sorpresa mi polla como un perro ambriento. Sus besos recorrían mi miembro hasta la punta para al momento introducirse todo en su boca. Ya desde el principio fue salvaje, no era suave como la otra vez, sus lametones y sus movimientos eran rápidos mientras sus manos se centraban también en mi miembro. Chupaba y absorbía mi pene con mucha fuerza y rapidez provocando en alguna ocasión el roce de sus dientes con mi piel. Sus fuertes brazos agarraron mis piernas y así colocarlas en su espalda, mientras no podía más que dejarme llevar por tan gozosa experiencia.

No podía moverme, inmovilizado como si me hubiese hecho una llave de karate, solo podía dejar que acabara lo que había empezado.

Aunque su agresividad en la felación me había cogido desprevenido, seguía disfrutando y al poco rato mi semen fluyo.

Mi pelvis se tensaba mientras de mi boca un grito de placer avisaba de lo que iba ocurrir, pero el seguía absorbiendo mi polla. Jadeando le advertí del momento y su reacción fue de amentar la intensidad, apretó sus labios contra mi polla hasta que en la bajada de su boca mi liquido viscoso se esparció. Fue un placer nunca antes vivido, mi liquido llenaba su boca mientras el seguía sin parar, seguía y seguía como si nada. Extasiado por completo le agarre la cabeza y le acaricie su melena. Soltó al momento y sin mediar palabra se puso sobre mí.

Volvía a acariciar mi cuerpo mientras besaba mi pecho, subía lentamente hasta con sus besos y caricias hasta compartir miradas a escasos centímetros. Su miembro volvía a estar presente y vigoroso, notaba de nuevo ese ardor tan característico pegado a mi piel.

Mientras, su boca pegada a mi oído me susurraba de nuevo las intenciones que tenía.

Su boca se desplazo a la mía, pegando apasionadamente sus labios viscosos a los míos. Intercambiamos fluidos de pasión durante un buen rato, hasta que me pidió que tomara una decisión.

Suplico y suplico, necesitaba terminar con su fantasía y en parte con la mía. Durante toda la semana sabía y quería que terminara de esta forma nuestro encuentro. Y ahora que por fin me encontraba en la situación, me resistía a dar el paso.

Me coloque boca a bajo dejando mi trasero a su entera disposición. Mientras el volvía a ponerse de pie observándome desde el extremo de la camilla mi apetitoso trasero. Apto seguido sus manos regresan al contacto con mi piel, recorren mis muslo hasta llegar a mi trasero para apretar con fuerza su carne. Sus largos dedos abiertos de par en par intentan abarcar toda la masa de mis carnes, aprieta y masajea ambas nalgas mientras me advierte que va a explotar.

Sus dedos se introducen en la raja y separa ambas partes dejando mi ano abierto a la vista de sus lindos ojos. Noto la presencia de su cara muy cerca, sin apenas tiempo para reaccionar introduce su cara entre mis nalgas para saborear mi virginal ano. Su lengua hace trazos indescriptibles, se apodera de mí una excitación y solo quiero que me penetre de una vez. Mi trasero se inclina y levanta en forma de espasmos, estoy gozando y me pierdo en el placer. Doblo las rodillas y desplazo mi cuerpo hacia delante sobre la camilla levantando mi trasero al máximo de sus posibilidades. Sus manos vuelven a ocupar ambas nalgas y vuelve a jugar con su lengua y nariz. Mientras con mi cara desencajada en el interior del agujero de la camilla le pido que me follé de una vez.

Una mano se apodera de mi nalga derecha, aprieta y comprime trasladando la carne hacia el exterior. La otra mano con sus dos dedos índice y corazón estirados se introducen en mi cuerpo. Están resbaladizos y sus movimientos son lentos y precisos, buscando el máximo contacto con mi piel y así allanar el camino de su grueso miembro.

No dejo de escuchar sus palabras de fondo mientras yo estoy desde hace rato en otra dimensión.

Siguió dándome placer hasta que mi ano estuvo preparado para su debut como anfritión.

La camilla se movió en exceso cargando nuestros peso, de rodillas se pego a mi trasero marcando su territorio con su miembro. Busco el roce con mis nalgas por todas partes antes de introducirlo en mi ser.

Note su glande lleno de aceite en la puerta del orificio, y como muy poco a poco se introducía en mi cuerpo. Sus manos agarraban mis carnes laterales mientras una cuarta parte de su polla ya estaba dentro. Mi agujero se tensaba cada vez más, ya que a medida que introducía semejante miembro la piel se resentía.

Ha escasos centímetros volvía a retroceder y así paulatinamente hasta alcanzar la media entrada. Notaba el órgano caliente, con una sensación que me quemaba mi interior. Pero incomprensiblemente deseaba que terminara de introducir todo su miembro.

Sus manos apretaron con fuerza mi cadera para que no escapara y así introducir de una estacada toda su gruesa polla. Grite de dolor mientras sentía por primera vez todo su miembro en mi interior. Pegado a mis nalgas sin retroceder, aguantaban sin apenas moverse apretando con fuerza contra mi cuerpo. Aguanto un rato sin hacer el más mínimo movimiento mientras yo tragaba saliva con tan semejante sensación. Comenzó suavemente a meter y sacar muy lentamente parte de su grueso faló. Podía sentir sus caudales sanguíneos en ebullición rozarse con mi piel debilitada por tanta tensión. Me follaba con mucho cuidado manteniendo un ritmo muy pausado.

Al principio un intenso dolor me oprimía en mi interior, pero poco a poco me deje llevar por unas nuevas sensaciones.

Ambos disfrutábamos y comenzamos a sincronizar nuestros movimientos. Comencé a mover mi trasero con movimientos lentos en ambos sentidos, mientras el seguía con su ritmo increxendo.

Comencé a jadear inconscientemente mientras con mis manos apretaba con fuerza la tela que cubría la camilla. Nuestro ritmo empezaba a ser trepidante y la camilla comenzó a moverse en exceso. Seguimos manteniendo la postura pero poca a poco las patas de la camilla empezaron avisar que se podía desplomar.

Paramos en el momento de máximo gozo para ambos, para cambiar de postura y evitar daños mayores.

Nos pusimos de pie al borde de la camilla y empezamos a intercambiarnos caricias y besos apasionados. Sus gruesos labios atraparon los míos y su enorme lengua se fundía con la mía en el interior de mi boca. Sus brazos me rodearon y al momento me colocaron para acabar lo que empezamos.

De pie y con mi pecho sobre la camilla, esperaba recibir de nuevo su polla entre mis nalgas. Esta vez la penetración fue más rápida y con menos delicadeza, sus manos abrieron el camino y su miembro fue introduciéndose en mi culo. Sus manos apretaban con fuerza la parte superior de mis nalgas mientras su pene se introducía por completo en mi ano. Los golpes de piel contra piel se sucedían, provocando un ruido hueco en la sala. Su polla recorría sin prejuicios toda su dimensión, entraba y salía mientras mis jadeos y quejidos eran ya muy sonoros.

Su velocidad fue incrementando y mis piernas, ahora de pie comenzaron a temblar.

Su gruesa polla entraba y salía por completo y el roce con mi piel era muy pronunciado en la parte superior de mi ano. Los golpes de su pelvis con mis nalgas eran ya muy seguidos y el contacto de nuestro cuerpos provocaba un desplazamiento de mi cuerpo en cada envestida.

Una mano se desplazo hasta la nuca para agarrarme con fuerza mientras intensificaba sus metidas. Estaba disfrutando con tal sometimiento, su mano apretaba mi cuello mientras su penetración se intensificaba en cada embestida.

El ritmo era frenético, al rato sus manos agarraron de nuevo las nalgas y apretando con fuerza hacia su miembro para así sentir toda su carne entrar y salir de mi cuerpo.

Mi cara era un poema, no podía cerrar la boca de la intensidad del momento y mis ojos permanecían cerrados sin querer observar la realidad.

Sus manos apretaron con fuerza mis nalgas, las uñas se clavaron en mis porros enrojeciendo la zona, mientras sus jadeos iban en aumento. Levanto con fuerza mis nalgas hacia arriba mientras realizaba sus embestidas con mayor brusquedad.

Sus manos agarraron rápidamente mi cadera y parte de cintura, a los pocos segundos con un sonoro grito comenzó a desparramar toda su leche.

Su polla se movía como loca por todo mi esfínter mientras los dos aprovechábamos los últimos momentos de tan gustoso placer.

Nuestros gritos de placer se hicieron uno y juntos acabamos por unir nuestro jadeo. Moví mi cadera como si de un baile latino se tratara, y así terminar de espolvorear todo el jugo de mi masajista particular. Su pecho se poso sobre mi espalda, mientras su miembro seguía en el interior de mi ano. Podía sentir los latidos de su corazón a mil por hora, sudado y exhausto reposaba el guerrero sobre su victima. Sus manos acariciaban mi pelo, mientras entre suspiros de cansancio me dedicaba tiernas palabras de amor.

Mi sensación era muy extraña, una de las mejores experiencias de mi vida sin duda, que ahora me planteaba nuevos dilemas en mi vida.

La realidad era que tenía, una polla en el culo y un tío de 88 kilos encima y me encontraba en la gloría.