Masaje Terapeutico

Mi compañera de clase a la que pedí que me diese un masaje, me preparó una encerrona en su casa.

Hola a todos, nuevamente estoy aquí para contaros un nuevo relato. Desde la última vez que os conté lo que me pasó en el relato Conociendo a Mónica, no he vuelto a tener ninguna experiencia que se saliese de la cotidianidad a no ser por lo que viví hace unos días y que ahora quiero compartirlo con todos vosotros.

Hace cuestión de un año, le comenté a una amiga que estaba cansado del trabajo que estaba realizando y que me apetecía cambiar de sector. Ella me comentó que los masajes no se me daban mal y que sería una buena idea prepararme profesionalmente para luego buscar trabajo en algún gimnasio o spa. Lo estuve valorando durante unos cuantos días y al final la idea no me pareció demasiado descabellada, así que empecé a buscar centros donde diesen cursos de masaje.

Finalmente encontré uno que me intereso. Desde los primeros días se respiraba un ambiente de sana camaradería. Entre lección y lección las risas y bromas entre todos los del grupo era la norma predominante. Con el tiempo y la confianza las relaciones entre los alumnos de clase se fueron estrechando con unos más que con otros por mera afinidad y empatía, y en mi caso, la relación más estrecha fue con tres chicas, al tener que practicar por parejas, nos íbamos turnando unos con otros.

Siempre con respeto, cuando tocaba masaje de piernas, yo procuraba no llegar a tocar la zona más intima de la chica con la que estaba y aunque ellas también hacían lo mismo, los roces eran inevitables.

Poco a poco fuimos intimando fruto de la relación de un curso largo y me enteré que Ana tenía pareja pero que por el trabajo de él, muchos días estaba sola. También me contó que en la cama la gustaba experimentar y que la fantasía de su pareja era hacerlo con varias mujeres mientras que la suya lógicamente era hacerlo con varios hombres. El caso es que los comentarios y las incursiones en el cuerpo del otro, no pasaron de ahí. Durante la semana, además del día de clase, solíamos quedar otro día para hacer prácticas.

Un día, resultó que después de clase y camino ya de casa, hice un movimiento brusco según iba caminando para evitar que se me cayese la mochila que llevaba colgando sobre un hombre y ese movimiento produjo que me diese un tirón tal que me produjo un dolor insoportable en el cuello. Esa noche la pasé fatal, casi no pude dormir.

Al día siguiente llamé a Ana a su trabajo y la conté lo que me había ocurrido. La dije que no podía aguantar hasta el próximo día de practicas y necesita que me diese un masaje y me aliviase la zona dolorida.

Me comentó que si quería recibir el masaje tendría que ir a su casa ya que la escuela estaría cerrada y yo en la mía no tengo camilla. Aunque ella vive en Guadalajara, accedí en ir al día siguiente –sábado- a su casa.

Cuando llegué, me recibió en chándal ya que acababa de venir de hacer un poco de deporte y como yo me había presentado un poco antes de la hora, no la había dado tiempo a cambiarse.

Ana es una mujer de mediana edad, aproximadamente 1,70 de estatura, delgada y con bastante pecho. No se puede decir que sea una belleza despampanante pero para mi es atractiva y sensual.

Después de un rato de conversación y un café, fuimos a la habitación donde tiene la camilla.

Acordamos que ya que ella me iba a dar un masaje y como ella venía de hacer deporte, también la vendría bien que nos cambiásemos cuando terminase conmigo para que yo le diese uno y así poder practicar los dos.

La comenté que además del tirón del hombro, no me vendría nada mal que también me tratase el tendón de Aquiles ya que últimamente notaba algunas molestias.

Así que quieres un masaje de cuerpo entero. Me comentó Ana. Vaya morro.

Bueno, así practicas. A fin de cuentas no hay prisa. Prometo esmerarme luego contigo. La contesté.

Entonces no me ducho porque me vas a hacer sudar. Me contestó.

Ya sabes que los dos sudamos mucho cada vez que nos damos masaje.

Bueno, dejémonos de cháchara que se nos va a ir el día hablando. Desnúdate y túmbate en la camilla mientras voy a por unas toallas y la crema.

Me desnudé y me tumbé boca abajo en la camilla esperando su regreso. Al poco llego ella, se había cambiado la chaqueta del chándal y se había puesto la camiseta de la escuela, de una mano traía toallas y de la otra la crema.

Dejo todo encima de una silla y cogiendo una de las toallas de mano me dio un cachete en el culo y me tapó con la toalla.

¡Ehhh!. Te voy a denunciar por mal trato. La dije en risas.

¡Uf!, perdona, ya sabes que me gusta tu culo.

¡Pues si te gusta, no lo maltrates, acarícialo y trátalo con cariño!

¡Así?, Ana deslizó su mano por encima de la toalla haciendo un breve y suave masaje a mi trasero.

Eso está mejor, la dije. Mientras tanto mi miembro oculto entre mi cuerpo y la camilla empezaba a despertar.

Empezó a realizar su trabajo y se entregó a él como una autentica profesional. Sus manos subían y bajaban a lo largo de la espalda, presionando, friccionando, golpeando para luego volver a masajear. Estuvo entregada a masajear mi hombro durante un buen rato.

Cuando yo giraba la cabeza de un lado al otro de la camilla para que ella pudiese trabajar a gusto en ese lado, la veía sudar y su piel estaba brillante por las gotas que los poros de su piel iba expulsando.

Cuando terminó con la espalda me dijo:

Voy un momento al baño a lavarme la cara, ahora vengo y continuamos con tus piernas.

Aproveché el inciso para recolocar mi miembro que tenía ya una considerable tensión. Lo puse estirado mirando hacia mis pies. Con mis piernas juntas no se veía nada.

¡Bueno, veamos ese tendón! Comentó Ana. ¿te duele? (presionando sobre él).

¡Siiii!.

Tendremos que descargar toda la zona y luego aplicar,

Bueno, bueno, tampoco te cebes conmigo la interrumpí.

Abre esas piernas que sino no puedo activar la zona correctamente, dijo Ana.

Yo las abrí minimamente.

¡Plafff!, cachetazo en el culo. Ábrete de piernas tío. ¿o es que no quieres que te toque?.

Sí, si, ya voy. Y diciendo esto separé mis piernas dejando a la vista mis testículos.

¡Vaya!, ahora entiendo porqué no querías abrirte de piernas. ¿Te pongo cachondo?.

¡Perdona, pero hay ciertas partes de mi cuerpo que van por autónomo!

Ana empezó a masajear mi muslo empezando por mi pantorrilla para ir subiendo por el muslo hasta llegar al glúteo.

Creo que no vamos a necesitar la toalla para taparte, creo que ya no es necesario. Comenta Ana mientras me deja totalmente desnudo tendido boca abajo.

Ella siguió masajeando la pierna y ya no hacia ningún esfuerzo en evitar tocar mi miembro cuando sus manos en su trabajo de masaje llegaban a la zona del culo. Mi miembro por momentos se iba poniendo más duro y tieso. Yo no podía ver su cara pero imaginaba que no apartaría muchas veces la vista de él.

Alternando una y otra pierna, las fue masajeando. En algunos momentos y por la técnica que aplicaba en su trabajo, realizaba una técnica que conocemos como amasamiento en la zona del muslo cerca de la ingle por lo que el contacto con mis genitales fuese casi continuo haciendo que mi erección también fuese continua.

Con un nuevo cachetazo en el culo me dijo: Date la vuelta que ahora me toca trabajar la parte anterior de la pierna.

Me di la vuelta colocandome boca arriba. Mi pene estaba totalmente erecto. Ana se lo quedo mirando y a continuación me miró a mi.

Vaya, parece que quieres algo más que masaje mientras me la agarraba y bajándome la piel dejó mi glande rojo como el fuego al descubierto Pues lamento decirte que ya tengo uno de estos con mi chico. Y diciendo esto lo soltó y empezó a masajear los muslos.

Al igual que cuando estaba boca abajo, boca arriba cuando llegaba a la zona de la ingle, no reparaba en pudor en tocar mi miembro mientras masajeaba esa zona del muslo. Al estar tumbado boca arriba, ahora si tenía la oportunidad de poderla mirar. Nos intercambiábamos sin decir palabra miradas y sonrisas que yo interpretaba significativas pero que con el comentario que me había hecho sobre su pareja, me tenía desconcertado, aunque eso no hacía que mi erección disminuyese.

Disimuladamente la miraba más debajo de su cara fijándome en su busto, y veía como por debajo de su camiseta sobresalían los botones de sus pezones también erectos. Me di cuenta que esta situación también la tenía a ella excitada.

Cuando terminó Ana me dijo: ¡listo, ya he acabado!, ¡te toca!.

Me baje de la camilla con mi miembro aún erecto y la dije; ¡pues ale, te toca desnudarte y tumbarte. Mientras esperaba de pie delante de ella.

¿No te viste? Me dijo Ana mientras se quitaba delante de mi la camiseta enseñándome esos grandes senos ocultas tras un sujetador opaco.

Si te incomoda que esté así me pongo el pantalón, pero a estas alturas de la película y viéndome como me has visto, supongo que ya dará igual. (mi erección se negaba a olvidarme).

Ella se inclinó un poco hacia delante para bajarse el pantalón del chándal quedando su cara a poca distancia de mi miembro. Mientras terminaba de quitarse el pantalón no dejaba de echar rápidas miradas a lo que tenía delante.

Se incorporó y se giro para dejar el pantalón en una silla. Llevaba puesto un tanga negro que por detrás sólo era una tira y por delante le tapaba sus encantos. En la tela tenía incrustaciones de cristalitos brillantes en forma de corazón.

Siguiendo dándome la espalda, se desabrochó el sujetador, se lo quitó, lo tiró encima de la silla y se tumbó en la camilla sin que me diese la oportunidad de poder ver esos magníficos pechos.

¿No te quitas el tanga?, la pregunte esperando que si lo hacía podría tener más suerte en deleitar mi mirada.

¡No!. No te estorba para lo que tienes que hacer.

Pero a mi me has visto totalmente desnudo. La dije.

Yo no te pedí que te desnudases totalmente.

Ok. Tú ganas. Y con este desanimo e imaginando que me volvería a casa más quemado y recalentando que la moto un hippie empecé a realizar el mismo masaje que me había dado ella.

Cuando terminé con la espalda la dije que ya había acabado y que si no la importaba me iba a lavar un poco porque estaba sudando para poder vestirme.

Ana me contestó que aún no había acabado, que me quedaban todavía las piernas al igual que ella había hecho conmigo.

Dándole un cachetazo en el culo que se movió igual que cuando agitas un flan y quedándose enrojecido por el golpe, la dije: ¡A mi también me gusta tu culo, y abre también las piernas que a ti no te sobresale nada!.

Ella obediente separo sus muslos apoyando cada pie cerca de cada extremo de la camilla. Con esa apertura, podía observar con todo placer, como la tira del tanga que había desaparecido por la parte superior del culo, volvía a aparecer entre el agujero del culo y su comienzo de su vulva. Esta visión hizo que mi erección volviese a cobrar fuerza. Veía como sus labios se escapaban del tanga para desaparecer entre el tanga y la camilla.

Empecé a masajear esos bien contorneados muslos fruto del ejercicio mientras mi vista no se apartaba ni un momento de la visión que tenía delante.

Ella tenía sus brazos extendidos a lo largo de su cuerpo y apoyados en la camilla. Sus manos llegaban a la altura de sus muslos, y como la camilla era un poco más baja que el centro de mi gravedad, cuando pasaba dando el masaje a esa altura y con mi miembro en plena erección, tocaba algunas veces los dedos de su mano.

Ella con los ojos cerrados no decía nada ni se inmutaba, sólo se dejaba hacer.

Mis manos trabajaban febrilmente su muslo a la altura de su ingle con la misma técnica que ella me había aplicado, tocando siempre que podía sus labios vaginales.

Estaba a punto de explotar. No sabía si sería capaz de resistir y no abalanzarme sobre ese hermoso cuerpo que tenía tendido delante de mí. Pensé por un momento en disculparme, ir al baño, hacerme una paja y ya descargado volver con ella, pero decidí aguantar.

Cuando acabé la dije, ¡listo, date la vuelta!

¡Pásame esa toalla!

¿Para qué quieres la toalla?.

Para darme la vuelta me contestó Ana.

¡Oh!, vamos Ana, no es justo –proteste-. A mi también me gusta disfrutar con la vista.

¿No lo estás haciendo con las manos?. Me respondió picaramente.

Por su puesto que sí, pero la fiesta sería completa si a la vista también la premiamos, no vaya a ser que sienta envidia un sentido del otro.

Ana se echó a reír por la ocurrencia de la respuesta y sin mediar más palabras se dio la vuelta colocándose boca arriba.

Sus grandes pechos se esparcieron y aplanaron a lo largo de su tórax dejando a mi vista todas sus curvas y unos grandes pezones oscuros.

Seguí recorriendo con mi vista el resto de su cuerpo para pararme delante de la tela que ocultaba su más delicioso festín que a pesar de ello, se escapaba uno de sus labios rasurados.

¿Te vas a quedar toda la mañana mirando o vas a continuar?.

Ese comentario me sacó de mi ensimismamiento para empezar a trabajar. Mi erección no disminuía y ella con las manos colocadas detrás de su cabeza miraba mi faenar. De vez en cuando la miraba a la cara y ambos sonreíamos y según devolvía mi vista a su trabajo, pasaba la visión por sus senos pudiéndose apreciar la dureza de sus pezones.

Volví a centrarme en masajear sus muslos a la altura de su ingle procurando rozar en la medida de lo posible y disimuladamente sus labios. Estaban realmente calientes y hasta se me antojaban húmedos.

Una de las veces no pude resistir más la tentación, y en un movimiento de una de mis manos, introduje mis dedos por debajo de su tanga para introducirlos rápidamente en su vagina.

Ella levanto rápidamente las piernas mientras mi dijo ¿pero qué haces?.

Lo siento, lo siento, no he podido resistir por más tiempo la tentación. Ya ves como estoy. Tu puedes disfrutar de la visión e incluso me la has cogido y yo no te he puesto resistencia. La verdad es que me gustaría poder tocarte y comprobar a qué sabes. Pero entiendo que me puedes echar de tu casa y no volverme a dirigir la palabra si quieres después de mi acción.

¡Tienes razón!, me contestó Ana. Es justo que te eche a patadas de casa y no te vuelva a dirigir la palabra. Te has aprovechado de mi sin mi consentimiento. Pero por otro lado, tú también tienes razón. Te he estado poniendo a prueba todo el rato y de alguna manera he estado jugando contigo. Por eso no me voy a enfadar y no te voy a echar.

¿Significa eso que me vas a dejar verte completamente desnuda y tocarte?.

Sólo verme desnuda, respondió Ana.

Puse cara de fastidio.

Si lo prefieres lo dejamos aquí contraatacó.

No, no. Mas vale pájaro en mano que cientos volando. La contestes.

Ella riéndose levantó sus caderas sobre la camilla para quitarse el tanga dejándome ver su esplendida vagina en toda su expresión. Nuevamente la tentación volvió a asomarse y sentí como me venía un impulso irrefrenable por lanzar mi cara e introducir mi lengua en ese sabroso agujerito.

Mi pene palpitaba a mil por hora. Pensé por un momento que mi cabeza me iba a estallar y que no sabía durante cuanto más tiempo iba a poder contenerme.

Estando en estos pensamientos y disfrutando de la visión como estaba, no oí que la puerta de la calle se abría.

Acerqué mi mano y la paré a escasos un centímetro de los labios de esa deliciosa vagina. ¿Puedo?.

¿Me he perdido algo? Escuché una voz varonil a mis espaldas. Era Amando que desde el quicio de la puerta observaba la escena.

Giré sobresaltado la cabeza. Como una exhalación retire la mano de donde quería apoyarse y nunca había visto en mi vida que mi verga descendiese a tanta velocidad para quedarse convertida en un guiñapo.

Hola cariño. Este es José, mi compañero de masaje en la escuela, ya te he hablado de él.

En esos momentos pensé que iba a aparecer en los periódicos con el titular "un ladrón entra en una vivienda y encontrándose la propietaria en su interior, intenta violarla. Su marido policía, regresa en esos momentos al domicilio y es detenido el presunto ladrón y trasladado a comisaría para su interrogatorio". Eso además si no iba acompañado de una paliza.

Ante mi desconcierto se acerco a su chica y le dio un beso en la boca tipo tornillo que me quedé petrificado. No entendía nada. Mientras él seguía besándola, una mano sujeto la cabeza de Ana mientras la otra empezó a recorrer su cuerpo sobando sus tetas y descendiendo por su estómago hasta encontrar el bello púbico que me había sido vedado, en el que se entretuvo unos segundos acariciándolos para proseguir su camino hasta la vagina introduciendo dos de sus dedos y desapareciendo en su interior.

Ana dio un respingo y soltó un suspiro de placer.

Amando se incorporó y dijo a Ana.

¡Vaya! Te tenía ya bien caliente este cabrón. Sacó los dedos de su coño y se los chupó.

Tan delicioso como siempre. Vamos al salón. Y girando sobre sus pies salió de la habitación sin dirigirme tan siquiera una mirada, ignorándome totalmente.

Iba a coger mi ropa cuando Ana ya incorporada de la camilla me sujeto con su mano mi muñeca para impedirlo. Tiró de mi, y ambos desnudos nos dirigimos al salón.

Una vez allí, me soltó la muñeca y dándome la espalda se dirigió a su chico que de pie delante del sofá estaba esperando que llegásemos. Le abrazó por su cuello y volvió nuevamente a besarlo. Era un beso apasionado.

No entendía, nada. Mi estupor y desconcierto era total y la escena surrealista. Pero con todo y con eso el ver a Ana de espalda completamente desnuda abrazada a su chico besándole con pasión hizo que mi pene saliese de su estado de atrofia para empezar a engordar poco a poco nuevamente.

La pareja estaba inmersa en ellos mismo, como si yo no estuviese. Ella empezó a desnudarle mientras él cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás disfrutando plena e intensamente de las caricias, besos y lamidas que le proporcionaba Ana.

Las prendas iba cayendo una a una al suelo, sus pantalones corrieron a lo largo de sus muslos hasta el suelo mientras ella arrodillada, se afanaba en sacar el miembro ya erecto de su compañero. No tardó en desaparecer en el interior de su garganta empezando un movimiento de cabeza que por la expresión de Amando debería ser la gloria.

Mi pene estaba ya totalmente tieso y me lo manipulaba.

Una de las veces Amando abrió los ojos y dirigió su mirada hacia mi. Con un gesto me indicó que me acercase.

Solté mi verga y me dirigí hacia donde ellos estaban. Cuando llegué a su altura, él se retiro y sacando su verga de la boca de Ana se sentó en el sofá dejándose caer un poco hacia atrás. Ella se incorporó y dándole la espalda se puso a horcajadas encima de su miembro para introducirlo en su vagina. Al no tener bello en esa zona, el ver como desaparecía la verga de su compañero en el interior de su coño casi hizo que me corriese.

Ella extendió su mano para pedirme que me acercase. Yo obedecí en silencio. Cuando estuve a su altura, ella empezó a moverse al mismo compás que Amando mientras con sus manos acariciaba mi torso y mi espalda, bajando por ella y agarrándome el culo con ambas manos me atrajo hacia ella mientras seguía el movimiento de vaivén que Amando le imprimía.

Comenzó a lamer mis pezones y yo cerré mis ojos mientras mis manos bajaron a lo largo de mi cuerpo para bordear sus brazos y tocar sus tetas que no dejaban de moverse. Ella lamía mi estómago mientras intentaba introducir un dedo en mi culo.

Con sus manos hizo un ademán de separar mis piernas y yo volví a obedecer separándolas y abriéndolas. En esta posición, ella se inclinó hacia abajo y buscó mi polla con su boca mientras buscaba introducir cada vez más su dedo en mi ano. Intenté relajarme y dejar de cerrar el agujero, cuando esto ocurrió su dedo empezó a entrar sin apenas dificultad mientras ella había empezado a succionar mi glande tragárselo hasta desaparecer totalmente dentro de su boca.

Empecé un movimiento de adelante a atrás como si la estuviese penetrando por la vagina. Ella acompañaba este movimiento con el dedo que además giraba en círculos para dilatar aún más mi ano. Al poco ya me había introducido dos de sus dedos.

Estaba en la gloria. Oía los jadeos de Amando y yo empecé ahora ya relajado e integrado en el juego a hacer lo mismo aunque siguiese con la incertidumbre. Por la excitación que tenía no tarde mucho en que se me produjese el orgasmo. Eyaculé en la boca de Ana mientras la miraba y esta a mí. Se separo de mí dejando mi glande fuera de su boca y apoyado sobre su lengua que estaba llena de semen.

Con una sonrisa picara y cerrando los ojos se introdujo nuevamente mi polla hasta el fondo de su garganta. Un nuevo espasmo me vino y me corrí por segunda vez. Siguió chupándola hasta que ella interpreto que no quedaba más semen en su boca y en mi glande, momento en que se separó. Tiró de mi hacia abajo y empezó a besarme sin parar de moverse en su follada con Amando. Su boca, su lengua, toda ella sabía al semen que la había dado. Era delicioso. No me desagradó su sabor. Me volvió a separar después de un largo e intenso morreo y siguió tirando hacia abajo para que me pusiese de rodillas. Cogió con sus manos mi cabeza y me la dirigió hacia su vagina.

Estaba claro que quería que la chupase. Saqué mi lengua y empecé a pasarla por su clítoris. Mi lengua chocaba con el tronco de la polla de Amando. En un principio me dio algo de reparo pero luego decidí dejar de lado mis prejuicios y disfrutar de la experiencia, a fin de cuentas ya me había metido dos dedos por el culo y no había protestado.

Ana se levantaba cada vez un poco más para que saliese más porción del pene de Amando. Su tronco estaba lleno de los fluidos que Ana soltaba. Yo pasaba mi lengua por ese tronco mientras entrada y salía y cuando estaba totalmente dentro, absorbía con mis labios el clítoris de Ana produciéndola nuevos espasmos de placer.

Oí como Amando estaba apunto de correrse e hice ademán de separarme, pero Ana me tenía sujeta la cabeza con sus manos y me lo impidió. Ella seguía moviéndose mientras Amando descargaba todo su poder dentro de ella.

Ana había dejado ahora de moverse en sentido de arriba abajo, lo hacia de adelante a atrás. Las primeras gotas de semen de Amando empezaron a aparecer a través de los labios de la vagina de Ana. Esta acerco mi cabeza a sus labios y yo saqué mi lengua para volver a acariar su clítoris. Parte del semen de Amando se iba quedando en mi lengua. Ana me apretó más hacia ella, casi no me dejaba respirar. Seguí lamiendo. Ya poco importaba un poco de semen. Estaba a punto de correrse pero no lo conseguía.

Se levantó un poco y dejó asomar el tronco de la verga de Amando que estaba llena de semen. Ana empujó mi cabeza y supe que lo que quería era que yo limpiase la polla de su chico al igual que ella lo había echo conmigo. Empecé a lamer su tronco y cuando Ana tenía prácticamente la polla fuera de su vagina vi como contraía los músculos para echar fuera todo el semen que Amando la había dejado dentro. El liquido empezó a escurrirse por su glande y tronco. Levanté la cabeza y rebañé la vulva de Ana para dejársela limpia. A continuación cogí la polla de Amando y empecé a chupársela tragándomelo todo y empezando a realizarle una paja con mi boca y lengua saboreando chupar ese liquido viscoso y de olor y sabor intenso.

Aprovechando el movimiento, Ana bajó de Amando y se sentó a su lado mirándome. Levanté la vista y pude comprobar como ambos disfrutaban del espectáculo. Volví a mi trabajo hasta que se la dejé bien limpia.

Para entonces, mi polla ya estaba dura como una piedra. Ana se percató y tumbándose en el sofá se abrió de piernas para mostrarme su sonrosado y caliente coño.

Me levanté y empecé a penetrarla sin piedad. Ella cerro sus piernas sobre mi cintura y empezamos a besarnos.

Llevábamos unos minutos así cuando sentí que Amando apoyaba una de sus manos sobre mi espalda.

Chicos, esto promete. Vamos a hacer un sandiwchs.

Ana entendiendo lo que Amando quería cerro aún más el cerco sobre mi cintura produciendo que la volviese a penetrar con más profundidad y arrancándola un gemido de placer.

Amando se chupó un dedo y me lo pasó por el culo.

Ni lo sueñes. Le dije.

¿No estás disfrutando con mi chica?. Pues yo ahora quiero disfrutar contigo. Relájate y no te dolerá.

Hice algún amago por separarme de Ana, pero esta me lo impidió con sus piernas y atrayéndome hacia ella, me abrazó por el cuello y empezó a besarme.

Amando colocó la punta de su polla en mi agujero y empezó a empujar. Yo cerré el culo instintivamente, pero un cachetazo en la nalga hizo que por un momento distendiese los músculos por el dolor, momento que aprovechó Amando para dar un empujón.

¡Ahhhh!. Me haces daño.

Aguanta y no te resistas. Relájate y pronto habrá pasado el dolor.

El dolor era intenso, lacerante, pero sentía como poco a poco la polla de Amando se iba introduciendo en mi culo.

Para por favor, sácala, no aguando más el dolor.

Ya casi la tienes dentro. Aguanta un poco más y relájate. Apretando como estás apretando vas a conseguir que me corra antes de tiempo. Respira hondo unas cuantas veces.

Obedecí y empecé a respirar hondo mientras intentaba relajar los músculos. El culo me ardía. Pero a la vez sentía como Ana realiza también contracciones y distensiones con su vagina produciéndome placer.

Amando no había seguido penetrándome, estaba parado esperando que me acostumbrase. Al cabo de un par de minutos empezó nuevamente a empujar. Esta vez ya no fue tan doloroso y llegó un momento que sentí que me había desvirgado el culo y que ahora su polla podía entrar y salir con facilidad.

Se lo hice saber moviéndome hacia atrás para que su polla terminase de entrar. Esta fue la señal para que Amando empezase a follarme mientras yo me follaba a Ana.

Era una sensación distinta. Me gustaba sentir como me follaban mientras follaba yo. Incluso llegue a imaginarme tener a un tío delante para a su vez poder hacerle una mamada. Pensé por un momento que me había vuelto maricón, pero luego llegué a la conclusión de que se había despertado mi bisexualidad.

Seguimos así, durante un buen rato hasta que Ana arrancó en una explosión de placer. Yo seguí envistiéndola ayudado por los envites que Amando me daba. La arrancamos varios orgasmos, a cada cual más intenso. Al final yo también llegué corriéndome en su interior, Al que más le costaba llegar era a Amando.

Ana se separó de mi y se giró para hacer un sesenta y nueve, de esta forma yo la limpiaba y comía mi propio semen mientras ella hacia lo mismo con mi polla. Al poco, Amando llegó descargando toda su leche en mi interior. Sentí como me inundaba y como esto hacía que mi polla volviese a cobrar vida mientras Ana me la seguía chupando.

Al oír a su chico, Ana sacó mi polla de su garganta, Amando me desenculó y Ana se llevó el pene algo flácido producto de su descarga a su boca para limpiarlo de semen. De mi culo que lo había arqueado para que saliese todo lo que me había dejado, empezó a manar el líquido que Ana se encargó de dar cuenta.

Amando comentó que me había quedado un precioso agujero. Me lleve la mano a mi culo y pude introducir tres dedos en su interior sin dificultad.

Le contesté que sería un placer volvérselo a abrir.

Nos recostamos los tres en el sofá totalmente bañados en sudor. Y mientras descansábamos para volver a un nuevo round, Ana me comentó que la fantasía que Amando y ella había planeado para ella era hacer un trío y me había elegido a mi porque siempre había sido muy respetuoso con ella y mi físico no la desagradaba.

Lo que ocurrió después es motivo de otro relato. Espero que disfruten de este tanto como yo lo he hecho.