Masaje tántrico

De la mano de su amiga, descubrió y experimentó un mundo de sensaciones jamás imaginadas.

Hacía ya unos meses que Lucía me había regalado un bono para un masaje tántrico. Atónita me quedé escuchándola cuando me contaba su experiencia. Reconozco que su relato despertó mi curiosidad y por qué no decirlo, una gran excitación. Aun así, me resistía a la idea de que un desconocido sobara mi cuerpo. Después de varios días, me decidí a usar el bono.

Fue una tarde de febrero. Tenía cita a las 6 y llegué a las 6:15 alteradísima y muerta de vergüenza; no sólo iba a dejarme sobar por un desconocido, sino que encima llegaba tarde!

Una chica de unos 30 años me recibió amablemente. Me disculpé por el retraso y se dispuso a acompañarme al tiempo que me decía:

-Hugo te espera ya; puedes pasar directamente a su gabinete.

Llamé a la puerta; “adelante” oí por toda respuesta. Entré en una pequeña salita que olía a sándalo; una suave música de fondo y una tenue luz, me invitaron a seguir a la sala contigua, más grande pero con el mismo aroma, la misma luz, la misma música, ahora más audible.

Lo vi acercarse tendiendo su mano:

-Hola, bienvenida; soy Hugo, tu masajista y estaré encantado de compartir una hora de sensaciones contigo.

-Hola, soy María, siento haber llegado tarde y soy novata en estas lides, dije sonriendo, intentando ocultar mi estado de nerviosismo.

-Tranquila, siempre hay una primera vez para todo; no te preocupes, tan sólo intenta relajarte y disfrutar. Ah, estarás más cómoda si te quitas la ropa, dijo al tiempo que dejaba caer el batín negro que cubría su cuerpo.

Al verlo así, casi desnudo, atiné a decir

-Hugo, yo..,yo no quiero…..

No me dejó terminar la frase. Selló mi boca con sus dedos y dijo: Confía en mí, no va a pasar nada que tú no desees. Confía en mí.

Un escalofrío recorría mi cuerpo cuando empecé a desnudarme.

-Tiéndete en el futón, cierra los ojos y respira hondo; necesito que recobres algo de calma antes de empezar.

Se colocó a mis pies y tras frotar sus manos con aceite empezó a masajear mis pies, mis muslos, mi trasero y mi espalda. Después de un rato así, noté sus duros pectorales en mi espalda, sus dedos que buscaban los míos entrelazándolos y su boca recorriendo mi cuello. Mi reacción: un tremendo estado de excitación mientras él seguía masajeando mis hombros, mis brazos, mi cuello; a ratos, colocaba una de sus piernas entre las mías, ejerciendo una ligera presión contra mi sexo. Me moría de vergüenza, sabiendo que estaba mojada y él lo estaba notando.

En un susurro, me pidió que me diera la vuelta. Me moría, sentí que me moría de purita vergüenza, pero lo hice y me encontré con sus hermosos ojos verdes, picarones y sonrientes. Colocó un almohadón debajo de mi cabeza y un cojín debajo de mis caderas al tiempo que separaba mis piernas sin dejar de masajearlas. Sus manos subían a mis pechos, los atrapaban y los amasaban delicadamente, pellizcando suavemente los pezones; acercaba su cara a la mía, su boca a mi boca buscando el roce de sus labios con los míos. Vertió aceite aromático en la cima de mi Monte de Venus; lo notaba discurrir en busca de los labios mayores, masajeados a su vez lenta,….. muy lentamente, por sus dedos pulgar e índice deslizándose hacia arriba y hacia abajo.

Se detenía para preguntarme si la presión era la adecuada o si necesitaba más y retomaba el masaje sin dejar de mirarme; pasó a los labios internos, tomándose su tiempo, contemplando como mi cuerpo iba perdiendo tensión y relajándose; alcanzó el clítoris y con mucha calma comenzó a acariciarlo en sentido de las agujas del reloj y al contrario después, apretándolo suavemente entre el pulgar y el índice. Multitud de sensaciones recorrían mi cuerpo ya estremecido, a punto de estallar; al percibirlo, retrocedió un poco y me invitó a respirar profundamente y a recuperar el control de mi cuerpo; volvieron sus dedos a atrapar el clítoris y retomó el masaje, acompañado esta vez por su dedo corazón que entró dentro de mí para empezar el masaje interno. Con la palma de la mano vuelta hacia arriba y el dedo enterrado en mi sexo, empezó a doblar el dedo hacia la palma de la mano alcanzando así el punto G que masajeaba suavemente describiendo círculos, hacia delante y hacia atrás, de lado a lado. Mete otro dedo, le pedí cuando sentí que no podía más; insertó también el anular a la vez que seguía rodeando y estimulando mi clítoris con el pulgar. Ya su mano izquierda acariciaba mis pechos con fuerza cuando empecé a retorcerme de placer totalmente entregada a sus hábiles manos.

-Cierra los ojos, me dijo; ciérralos y déjate llevar por las sensaciones que acabas de experimentar.

Fue el despertar de los sentidos, de sensaciones nunca experimentadas, la toma de contacto con mi propio cuerpo como un todo sensitivo.


(Sabes que el relato terminaba aquí, dejando pura la filosofía del masaje tántrico. Quisiste llevarme más allá; pues bien, has de saber que las líneas venideras (prometo gestarlas pronto) serán por y para ti.  Así pues hay To be continued……….)