Masaje Premium

Un buen masaje con aceites me prepara bien el sexo anal

-       ¿Ha encargado un servicio Premium, no?, pregunta mientras muestra una sonrisa muy amplia que deja a la vista una bonita fila de dientes.

-       “Si, si… pasa por favor”, le contesto echándome a un lado para franquearle la entrada a la habitación.

La joven con actitud muy profesional empuja un carrito atiborrado de toallas y botes. Sin mediar más conversación entre nosotros extiende un protector sobre parte de los pies de la cama, luego encima una toalla muy grande  y coloca un cojín en un lateral.

Del carrito cojo coge una toalla en forma de rollo, se vuelve y dirigiéndose a mi pregunta:

-       “el servicio Premium es para la señora, verdad? Como supongo ya saben se trata de un masaje relajante según técnica vietnamita con aceites florales, incluyendo la flor de loto rosa.

-       “si, es para ella. Es una sorpresa que le tenía preparada”, le digo mientras veo la cara de sorpresa que está poniendo Silvia que no se esperaba nada de esto.

Le entrega la toalla, le indica que hay un tanga desechable dentro y le dice que se puede desnudar en el baño mientras ella termina de preparar el resto.

Mi vecina Silvia no termina de dar crédito a lo que sucede pues no esperaba una cosa así, ni tampoco lo tenía previsto entre sus deseos preferidos.

A los pocos instantes Silvia sale del baño con la tolla enrollada en su cuerpo desde las axilas hasta medio muslo. Tiene una expresión expectante, con curiosidad por saber que viene a continuación y también con un cierto temor ante lo desconocido.

La masajista con mucha amabilidad le ayuda a quitarse la toalla que tan bien anudada tenia, la deja en un lado de la cama y la sustituye por otra mucho más pequeña. Se la coloca sobre el culo una vez que mi vecina se ha acostado boca abajo en el sitio que le indica.

Tomo asiento cerca para no perderme detalle pero fuera del ángulo de visión de Silvia. Quiero que no se sienta observada y se deje llevar completamente por las sensaciones que le proporcione el masaje.

Los tres estamos en silencio, esperando que la masajista empiece. Esta toma un frasco dosificador y echa un chorro generoso en su mano, que a continuación reparte con la otra. Repite la operación una vez más y cuando ya tiene las manos llenas de líquido empieza a extenderlo por las piernas de Silvia.

Empieza por las pantorrillas y lo lleva hasta los pies, luego sube pasando por la corva de la rodilla hasta los muslos. Por dentro, por fuera, por los dedos, por los tobillos, todo queda bien aceitado y comienza un masaje intenso y tonificador.

En una segunda fase, vuelve a tomar más aceite, lo reparte por toda la espalda partiendo desde los hombros hasta llevar al inicio de su culo que todavía permanece tapado por la pequeña toalla. Sus manos van arriba y abajo amasando los músculos, estirándolos o presionándolos según conviene.

Hasta ahora es todo normal, un masaje tonificante hecho por una buena profesional. De forma natural sus manos van ampliando el recorrido colándose bajo la toalla, tanto por la parte de arriba como en la zona de los muslos y termina por retirarla de forma definitiva.

Un nuevo chorro echado directamente sobre las nalgas sorprende un poco a Silvia que se revuelve un poco. Sin inmutarse lo más mínimo la masajista extiende el aceite por todo el culo sin dejar de meter la mano por la raja para llegar a todos los rincones.

Amasa los glúteos con energía,  para luego traer la mano desde la parte baja del muslo hasta perderla en la raja del culo hasta entrar en íntimo contacto con los labios del chocho.

Haciendo una ligera presión en este punto ha conseguido que separe las piernas ligeramente para que sus manos puedan maniobrar fácilmente para darle un intenso masaje.

Contemplo su cuerpo desnudo, completamente aceitado, brillante y sabiendo que está disfrutando del masaje. Cuando veo que la mano de la masajista se mete en la entrepierna siento ganas de levantarme y sustituirla, pero me contento con mirar y tocarme.

Le pide se dé la vuelta, quedando boca arriba. Le coloca dos mini toallas cubriéndole mínimamente el pecho y el pubis. A continuación se repite el ritual, más aceite por todo el cuerpo y masaje desde los pies hasta el cuello.

La toallita del pecho es la primera en caer. Mete las manos debajo, agarra en pecho con cada mano, los aprieta de abajo a arriba hasta perder el contacto justo por el pezón. Los  aprieta juntándolos y separándolos dejando resbalar las manos sobre su piel.

Después de haber masajeado bien todo el pecho, baja las manos hasta el vientre y las caderas. Al poner la mano en busca de su pubis, la otra toalla termina por caer. La masajista hunde su mano en el pubis de mi vecina, frotando cuidadosamente sobre sus labios vaginales, dejando que se abran para que se pueda ver su clítoris bien abultado.

Otro chorro de aceite prepara la zona para darle un intenso pero aterciopelado masaje. Silvia ha hecho algún gesto de resistencia, sorprendida por las intimas caricias que recibe, pero ante la persistencia de la masajista pronto ha desistido y se deja llevar por el intenso placer que el proporciona.

Mientras que el masaje continúa haciendo sus delicias, he aprovechado para desnudarme completamente y me voy tocando pues ya tengo una erección excepcional. La masajista con un gesto muy natural me hace varios sube y baja que son suficientes para dejarme la polla con una buena capa de aceite lubricante.

Mi vecina está disfrutando horrores con el masaje que le está haciendo en el chochito y no deja de retorcerse y suspirar sabiendo que su orgasmo está bien próximo. La masajista saca de la bolsa un consolador de esferas unidas entre si de diámetro decreciente.

Después de untarlo bien lo hace frotar por encima de la raja abierta del coño con lo que le arranca nuevos suspiros.

Con esmerado cuidado lo coloca por la parte de la esfera más pequeña en la entrada de la vagina. Pronto desaparece la primera bola, luego la segunda y la tercera. A continuación provoca un mete y saca lento que hace escupir una buena cantidad de flujo cada vez.

Mojado como está cada vez sale con más facilidad, lo retira por completo y busca para meterlo dentro del culo. Silvia se resiste un instante, pero la caricia paralela sobre su clítoris vence la resistencia. Primero una, después dos y hasta una tercera.

Lo deja introducido en el culo y se concentra en los masajes sobre la raja hasta que consigue que Silvia tenga un orgasmo que recordará largo tiempo.

Mientras que mi querida vecina retoza complacida disfrutando del post orgasmo, la masajista recoge las cosas imprescindibles y nos deja solos.

-       Lo que viene a continuación no se incluye en el servicio Premium… eso corre de tu cuenta”, “espero que el agujerito de atrás haya quedado bien preparado tal como encargaste”, me dice a modo de despedida, tras lo cual me guiña un ojo y cierra la puerta.

Vuelvo a contemplar a Silvia desnuda, satisfecha y esperando que yo la acompañe. Hoy vamos a descubrirle el sexo anal que hasta ahora le causaba cierto temor.

Me echo en la cama a su lado, e inmediatamente se da media vuelta para poder abrazarme y llenarme de besos. Está tan contenta y satisfecha que cualquier cosa que le pida me lo concederá sin cuestionarlo.

Pasar la mano por su piel es absolutamente delicioso y a ella le resulta muy placentero. Cuando le sobo las tetas se retuerce y me acompaña la mano hasta alcanzar su entrepierna. Allí encuentro una raja aterciopelada y mojada que al recibir el contacto de mis dedos la hace estremecer de nuevo.

La pongo bocarriba y dejo que mi polla se deslice dentro de su coño hasta que desaparece completamente. Bombeo varias veces despacio, recibiendo un contacto íntimo y muy suave. El aceite y los flujos vaginales hacen que el frotamiento sea escaso, aunque noto el contacto del consolador anal que todavía lo tiene puesto.

Después de unos minutos recreándonos en este lindo mete y saca, la volteo para que quede boca abajo con su culo ante mi vista. Le saco bola a bola el artilugio haciéndola suspirar nuevamente.

Esta perfectamente preparado para recibir mi polla dentro. Me la cojo y la dirijo hacia la raja entre los cachetes, aprieto un poco y mi capullo desaparece inmediatamente. Sigo empujando para que centímetro a centímetro se vaya metiendo.

Tengo que hacer pequeñas pausas para dar tiempo a que se acomode a la nueva dimensión pues mi polla es mucho más gruesa que el consolador y el diámetro es constante. Silvia alterna los gritos de dolor con los gemidos de placer, pero no deja de suplicar que se la meta toda con fuerza.

Yo empiezo a bombear como un demonio, sin miramientos, fuerte y duro, haciendo chasquear la piel cada vez que mi pubis impacta con sus nalgas. Ella me sigue pidiendo más, más…

Antes de correrme, me echo un poco hacia atrás para que la leche caiga sobre sus nalgas.

Uffff, ha sido bestial. Silvia mueve el culo lentamente como regocijándose por tener toda mi leche encima y ronronea como una gatita complacida.

Deverano.