Masaje hipnótico (3)

Sustos mediantes, termina la “curación” del colgante, ya falta poco para “titularme” y comienzo a atender a las pacientes “obligatorias”

EL COLGANTE Y LA CURACIÓN ENERGÉTICA - sigue…

Fuimos a la casa, donde su mujer estaba postrada e inmovilizada desde hacía un tiempo y me prometí que volvería en quince o veinte días para ayudarla.  Estaba seguro de poder pues lo suyo tenía mucho de Psicosomático ya que no tenía lesiones y los análisis médicos no denunciaban nada extraño, sería una buena obra y en su defecto emputecería a su hija, la cual, casada, con dos hijos, “ pegada ” a sus padres y a su esposo y seguidora de una Religión que no me gustaba ( a decir verdad, a esta altura no me gustaba ninguna y menos que menos a quienes decían enseñarla ).

La “nena” que acusaba unos veinticinco años tenía un culo hermoso que yo tenía entre ceja y ceja desde hacía rato.  Lo decidí al instante cuando la saludé con un beso apoyándole la mano en el hombro.  Sin dudas era “ candidata ” pero ahora tenía que concentrarme en el colgante y su “ curación energética ”, sin olvidar el orden y el pedido sobre mis cinco primeros pacientes.

Luego de comer fuimos hasta el manantial que quedaba en las afueras a escasos cien o ciento veinte metros de la ruta y encontré un lugar perfecto para lo que yo quería.  Era un hilo de agua de unos quince centímetros de ancho que parecía brotar desde las piedras, una pequeña cascada había formado un receptáculo en una piedra que estaba más abajo, el agua pegaba allí y luego seguía su camino para desembocar en un arroyito cristalino de no más de un metro de ancho.

Mientras mi amigo se sentaba debajo de la sombra de un árbol, coloqué el colgante en el hueco, calzaba perfecto y el agua, tras golpearlo continuaba su ancestral andar.  Le expliqué a mi amigo que por una promesa tenía que pasarme tres noches allí orando y rogando, que además era una experiencia que debía pasar solo.

Me preguntó el consabido ¿Por qué? , entonces lo tomé de la mano y le dije que no podía contárselo asimismo, que no dijera nada en la casa y que podría decir que ya tenía alojamiento en la Ciudad, demás está decir que lo aceptó y ya no preguntó.

Esa misma noche comencé el proceso de “ curación ”, me llevé una vianda con comida, un par de frutas, un termo chico con café, otro más grande con agua para el mate, yerba, azúcar y una manta algo gruesa.  No sabía si podría dormir o si me dejarían mis “ amigos ” pero, por las dudas, fui abrigado y preparado.

A las diecinueve horas ya estaba allí, recogí rápido un montón de leña seca y me acomodé debajo del árbol.  Estando en el lugar sólo quedaba empezar, saqué el colgante con su cadena y lo coloqué en el sitio previamente elegido, quedó firme y lo dejé allí.

La noche estaba espléndida, tomé un café y cuando empecé a escuchar los sonidos de ese silencio todo comenzó a detenerse.  Prendí un pequeño fuego y aunque no había luna la noche estaba clara, al rato me “ atacó ” el hambre, devoré lo que había traído y guardé las frutas para después, me cebé luego unos mates y perdí la noción del tiempo,  a propósito no había llevado el reloj ni el celular.

De pronto el silencio de la noche y el ruido o sonido rítmico del agua, más el calor del fuego atrajeron al sueño, poco a poco comenzó a vencerme y como mis “ amigos risueños ” no se hacían notar, me entregué sentado y apoyado al tronco del árbol.  No sé cuanto había dormido hasta que el chistido de un búho me despertó, abrí los ojos sin moverme y desde unos metros, una forma oscura con formas que parecían de mujer me miraba sin hacer ningún movimiento.

Yo tampoco me movía, me quedé “ duro ”, sólo trataba de mirar para saber lo que era, ¿ Sería que finalmente mis “amigos” se dejaban ver ? No podía verle la cara pero meneó la cabeza y se alejó por detrás del manantial, ¡ Ni loco la llamaba o me paraba para seguirla ! , uno porque en determinados momentos la valentía es una “ pelotudez ”, dos porque las piernas no me respondían y tres porque estaba ocupado olfateando el aire para saber si me había “ cagado ” encima o no.

A la mierda ” con el sueño, se evaporó y comprobado que no me había ensuciado, recordé el colgante, no fuera a ser cosa que se lo hubiesen llevado, entonces me acerqué a la vertiente, metí la mano en el hueco y respiré más tranquilo.

El colgante seguía allí.  Me comí una manzana, luego otra, preparé nuevamente el mate y mirando el cielo noté que el techo de estrellas ya no estaba sobre mí, asimismo, una cierta claridad se hacía notar por detrás del horizonte montañoso y me di cuenta que la noche ya había pasado.

Hacía más frío, arrimé leña seca, volví a prender el fuego, me “ prendí ” al mate como ternero a su teta y comencé a escuchar otros ruidos y sonidos, por un lado pájaros, por el otro lado balidos y quizás un cencerro, no estaba muy seguro.  Ahora sólo restaba esperar al sol para sacar el colgante y volver a la casa de mí amigo.

Cuando el sol sobrepasó la sierra o montaña y los colores habían cobrado vida saqué el colgante y lo guardé no sin antes notar que parecía estar tomando otro color.  Guardé todo en la mochila, apagué bien las brasas echándole agua y salí hacía la ruta.

Mientras caminaba al costado de la ruta divisé un ranchito en un claro de las sierras bajas, la primera vez, conversando con mi amigo no lo había visto y seguro que desde allí eran los balidos y el sonido del cencerro que había escuchado.  Adelante la rechoncha figura de mi amigo se hacía notar viniendo hacia mí, cuando nos juntamos preguntó cómo había pasado la noche, le dije que bien y ninguna pregunta más.

Me comentó que eran las ocho y cuarto y lo invité a desayunar en el parador o bar de la Estación de Servicio.  Luego fuimos a la casa, me bañé, conversé con todos y después de almorzar me tomé un colectivo hasta el Centro y me largué a caminar por la Ciudad, era la hora de la siesta, por eso estaba todo muy tranquilo y casi sin gente por las calles.

A las cinco volví a la casa de mi amigo y preparé todo para la segunda noche, eso sí, puse más comida en la vianda y lo que nunca, compré una petaca de whisky ( vaya a saber si no tendría que convidarle a “alguien” ).  La noche pasó volando y sin sobresaltos, me despertaron los pájaros y al sacar el colgante, lo puse a contraluz del sol y, sin dudas, el vidrio, antaño blanco, había tomado otros colores, lo guardé y repetí la misma rutina del día anterior.

Por la tarde recordé preguntarle a mi amigo sobre el ranchito antes avistado, me comentó que allí vivía una pastora de chivos, que era muy anciana y que algunos decían que era una “ Machi ” indígena, es decir, una bruja o hechicera de vaya a saber que antigua tribu.

El dato me sirvió para deducir que la “ aparición ” de la primera noche era de carne y hueso y no espiritual.  Como fuere, sólo me quedaba una noche y luego tres días más para entregar el libro, así que podría quedarme un rato más en esa Provincia.

La tercera noche también fue tranquila pero a la mañana sucedió algo insólito.  Terminaba de guardar el colgante, ya energizado y lleno de colores nuevos, cuando escuché una voz ronca a mis espaldas.

  • Ya terminó la tercera noche, ¿no? ”.  -Giré y me encontré con la “ Machi ”-.
  • No te me acerques m’hijo ”, -me ordenó-.
  • No vas a poder tocarme ni vos ni “ ese ” que se alimenta del placer y del orgasmo de las mujeres ”.
  • En las noches “ ellos ” no me dejaron acercarme ni hablarte pero ahora no están y quiero decirte algo ”.  -Apenas si movía la boca sin embargo yo la escuchaba perfectamente-.
  • Ahora tenés un Poder enorme que todavía no conocés, tratá de hacer el bien y acordate de mí cuando debas pagar con mal el bien realizado ”.-
  • Tené mucho cuidado con los afectos y con vos mismo ”.

Apenas terminó de decir eso un trueno tremendo se hizo escuchar y de repente, el agua comenzó a caer “ a baldazos ”, la “ Machi ” desapareció y cuando junté todo me descubrí empapado.  Al llegar a la ruta paró un taxi y era mi amigo que pasaba a buscarme.

  • “¿Te agarró el chubasco?” , -preguntó-.  “ Vine en auto porque desde allá noté que llovía, suele pasar ”, -expresó-, pero… yo estaba con mi mente en otro lado, recordaba las palabras de la mujer y sabía que esa imprevista lluvia torrencial no había sido natural.

Por otro lado, había dicho que se “ alimentaba ” del placer y los orgasmos de las mujeres”. ¡Pavada de alimento! , no tenía nada de tonto el Demonio del colgante pues sabido es que todo orgasmo tiene algo “ especial ”.

Usando para pensar y actuar la cabeza con neuronas y desde nuestra perspectiva de hombres parecería que escucharlo, sentirlo y ver como se plasma en el cuerpo y las expresiones de la mujer nos alimenta el ego, nos hace sentir más y mejores, nos alegra e inflama nuestro ser masculino y nos satisface, por ende y evidentemente, poniéndole sus propios “ condimentos ” para él, debía ser un plato delicioso digno del mejor gourmet.

Me bañé, me cambié, desayunamos y ya el sol parecía partir el asfalto.  Pasé el día con la familia de mi amigo, hicimos planes para futuros negocios, siempre los habíamos hecho pero nunca llegábamos a nada, en cambio en ese momento, aunque no sabía el “cómo” , daba por seguro que podría realizar lo que quisiera, de hecho le pedí que averiguara por la posibilidad de poner un negocio en la Ciudad.

A todo esto, la hija y su hermoso y parado culo se movían de un lado al otro, allí fue cuando les dije que iba a terminar un Curso especial de masajes y volvería en aproximadamente veinte días o menos para intentar que la “ vieja ” caminara.

  • No te vamos a poder pagar ” -me dijo la hija-.
  • Yo creo que sí , -le contesté- y por la forma en que bajó los ojos, entendió quien iba a pagar y como…

CLARA.  LA VECINA INDISCRETA.

Regresé durmiendo casi todo el viaje y al llegar corrí a mi casa para repasar algunas cosas del Libro. ¡Qué iluso! , no pude ni siquiera abrirlo, parecía estar todo pegado y supe que era inútil intentar.  Luego lo iría a entregar y después se vería.

Fui a la casa de mi hijo mayor llevando el colgante en el bolsillo, cuando toqué el timbre y me disponía a entrar comenzó a vibrar como si fuera un celular, después del sobresalto comprendí que tenía que colgármelo del cuello.  Me abrieron y me encontré con mi hijo, mi nuera y una vecina de las que nunca faltan.

  • ¿Dónde estabas viejo?, ¿en qué andás?” ,-preguntó mi hijo-.
  • Es una historia larga, terminé un Curso intensivo de Masoterapia y casi que tuve que internarme para aprenderlo bien pero ya lo terminé, también estuve en Mendoza y

¿A qué no saben quien fue que dijo necesitar un masaje completo? , justamente la vecina indiscreta y entrometida.  Se metió en medio de la conversación para hablar de sus dolencias, mi hijo no le dio “pelota” y siguió hablando conmigo…

Él y mi nuera alabaron el colgante que llevaba pendiendo del cuello y apoyado en el plexo solar, justo por delante del corazón, lo miraban extrañados y les dije que me lo habían regalado en el Curso además, que me gustaba usarlo.

  • Es raro pero no te queda mal ”, -dijo mi nuera-.

Un tanto condescendiente, la miré a la vecina y le dije: “Clara, tengo una pila de trabajo, de todos modos ahora dispongo de unos minutos, lo que sucede es que no tengo una camilla adecuada” …  Me hizo saber que en su casa había una mesa rectangular alta y larga que se prestaba a los fines, tampoco tenía aceites aunque para la ocasión podría comprar un frasquito de aceite para bebes que serviría perfectamente.  Era una oportunidad que no debía dejar pasar y pensé que, decididamente, algunas cosas comenzaban a cambiar.

Clara no era una mala persona o sí, ya lo averiguaría.  No llegaba a los 50 años pero era de la clase de gente acostumbrada a decidir por los demás, además y aún sin ser demasiado inteligente, de las que trataban de “ manejar ” a los otros metiéndose en todo y con todos y a mí eso me molestaba, tampoco me gustaba que se “colara” con sonrisas en otras casas y después hablara sobre lo que los moradores tenían o dejaban de tener, era una “chusma de barrio” , “cotilla” o “vieja de mierda” , lo dejo a gusto del que lee…

Como fuere, no voy a perder tiempo escribiendo mal de alguien a quien pensaba “ moldear ”.  Fue a comprar el aceite y fuimos a la casa, cuando quedamos solos preguntó si iba a tener que desnudarse, parecía incómoda pero, a la vez, un tanto intrigada.  Le hice saber que no era necesario, que se pusiera una bata y se dejara la ropa interior o se pusiera una malla de dos piezas.

Entró a su dormitorio, se cambió, volvió y comenzó a “ joder ” con el tema de la depilación ( no dejaba de causar gracia, eran todas iguales, un tipo les iba a “meter mano” y lo primero en que pensaban era en sus vellos o “canutos” ), me reí y le dije que no se notaban y que el aceite, si estaban, los disimulaba, coloqué una frazada para “ acolchar ” la mesa a fin de que no fuera tan dura, la ayudé a subir y comencé.

La hice colocar boca abajo con los brazos al costado, le bajé la bata hasta la cintura y apoyé su barbilla en un pequeño almohadón ubicado al borde de la mesa.

  • No estoy muy cómoda ” –afirmó-.
  • Es sólo un instante, necesito ver los músculos tensados de la espalda y esta posición es ideal , -le contesté-.

En realidad, yo trabajaría con mi cuerpo y el colgante frente a sus ojos logrando así que su vista quedara fijada en él.  Mi morbo estaba “congelado” pues, a pesar de conservarse bastante bien para su edad, se notaban “flojedades” debajo de sus brazos, su cintura y la parte posterior de sus muslos…

En cierto modo me alegré de no tener que “concretar” el acto…  Puse aceite en mis manos y las deslicé sobre sus hombros y cuello, las movía despacio y le hablaba lento y pausado sugiriendo la entrega del cuerpo y de la mente, a la vez, la incentivaba a relajarse sin cerrar los ojos y a no pensar nada más que en mis manos.

A medida que me movía hacia atrás y adelante, por la posición y por el movimiento lógico del masaje desde los hombros a la cintura, ilógicamente el colgante realizaba un movimiento pendular, no quería ni pensar el ¿por qué?

  • Dejate ir, disfrutá del masaje, no sientas dolor, entregate, ayudame a trabajar y vas a sentir que mis dedos penetran, masajean y estiran tus músculos desde adentroCuando te sientas inmersa en un sueño profundo girá la cabeza lentamente y mantené tus ojos abiertos mirando la nada .

Todo esto lo decía tratando de recordar palabras aprendidas pero, ni siquiera sabía si lo hacía bien.  De todos modos, ya la sentía bastante relajada y con todos los músculos flojos, no, todos no, porque con sorpresa noté que algunos se seguían moviendo solos sin que yo la tocara.

La miré a la cara y había girado la cabeza mirando hacia un punto indefinido y no pestañeaba.  Anterior a esto, como quien no quiere la cosa, había desprendido su sostén y todavía con un poco de temor pasé una mano por debajo del elástico de su bombacha y toqué sus glúteos, los apreté con ganas y se revelaron firmes y duros.

  • Creo queya te sentís totalmente relajada en cuerpo y espíritu, ¿estás de acuerdo con eso? ...  Sin mirarme y sin pestañear contestó:
  • Si ”.
  • ¿Querés que te desnude y haga profundos los masajes por todos lados?
  • “Si, por favor”, -volvió a contestar-.

La desnudé completamente y hasta ese momento la llevaba bien.  Decididamente no tenía un cuerpo de lo mejor, para más, las celulitis y adiposidades localizadas, aunque no mucho, se hacían notar pero su sumisa pasividad me hizo “ calentar ” y “ necesité ” su excitación y orgasmo, como si me lo estuvieran “ordenando” .

  • Acariciate con una mano y con la otra tocame a mí, excítate pero todavía no termines .

Pasó una mano por su entrepierna hasta su vagina semi oculta por un manto de vello bien recortado y con la otra apretaba y acariciaba mi pene erecto todavía escondido.  Yo pasaba mi dedo medio por el agujero de su ano y ella apretaba y relajaba su esfínter con gusto y con indisimuladas urgencias.

Sus dedos brillaban cuando los extraía de su empapada intimidad y sus movimientos se aceleraban acorde a lo que su placer exigía.  Sus energías negativas o “ malas ” ya no existían incluso, en un momento, girando la cara, yo las había eructado y su voluntad parecía pertenecerme pero no podía confiarme pues me era todo muy nuevo, incluso desconcertante.

Mientras se retorcía y gemía yo pensaba en una pregunta crucial pues su respuesta me haría saber que podría lograr todo de ella.  Sabiendo que lo que más le interesaba era el dinero le pregunté donde guardaba la llave de su caja fuerte, me contestó sin titubear y supe que era hora de concluir, le pedí que acelerara las caricias y que tuviera un orgasmo placentero.

  • “Sííí, ya no puedo más”…

Lo expresó a viva voz, contrajo todo su cuerpo y se dejó ir mojándose la mano casi hasta la muñeca e impregnando la habitación con el característico aroma a hembra excitada.  Luego le pedí que se relajara bien estirándose boca abajo sobre la mesa, lo hizo rápido y volvió a dar un grito placentero a la vez que temblaba como con fiebre, yo la miraba y me impresionaban sus ojos abiertos sin pestañeos.

Le pedí que se vistiera y mientras lo hacía pensé que era el momento de las órdenes para el futuro y no podía equivocarme, ella había quedado sentada sobre el borde de la mesa y entonces comencé a hablarle.

  • Cuando yo cuente tres vas a despertar muy lentamente, vas a notar que ya no hay dolores en ninguna parte de tu cuerpo, quedarás convencida de que es el mejor masaje que recibiste en toda tu vida y así se lo harás saber a todo el que conozcas.
  • Estarás siempre feliz y contenta, no te entrometerás en la vida de los demás, en quince o veinte días me llamarás y desde ahora querrás tener sexo exigente con tu marido todos los días .
  • No podrás negarte cuando yo te pida lo que fuere, asimismo, cuando personal o telefónicamente me escuches decir la palabra “ODALISCA”, en plural o singular, necesitarás que te dé caricias y sexo, si entendiste todo, repetilo .  Lo hizo sin pasar por alto ninguna palabra y dándole la espalda, un tanto alejado de ella, procedí a contar hasta tres.
  • ¿Ya está? ”, -preguntó-.
  • Si querés sigo pero no encontré otros músculos endurecidos

Bajó de la mesa, cerró su bata, se agachó, se paró derecha, se movió para un costado y para el otro, movió su cabeza hacia uno y otro hombro y con cara de felicidad dijo: “ ¡Es increíble!, no me duele nada y siento una energía tremenda ”.  Yo me sonreía íntimamente y me lavaba las manos en la pileta de la cocina, ella fue al dormitorio y volvió con unos billetes.

  • Esto es para vos ”.
  • No te ofendas pero, por norma, la primera sesión no la cobro aunque si querés te baño y te saco el aceite .
  • Sos unloco ”, me dijo riendo, “ ahora mismo lo llamo a mi marido ”…  Estaba radiante y desconocida.
  • No lo llames ahora porque va a pensar que te “ calentaste ” conmigo y te querés sacar las ganas con él, ya lo conocés a ese “ gallego ” celoso, mejor llevalo esta noche a cenar y después lo metés en un hotel .
  • Tenés razón ”, -dijo y nos despedimos riendo-. ¡ Pobre vecino celoso y dominado, la que le esperaba !

Continuará…

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