Masaje en casa
Mi esposo contrata y me regala un delicioso masaje
Masaje en casa
Mi esposo es experto en dar masajes, me hace acostar desnuda boca abajo y con aceite o talco me va untando el cuerpo sin dejar un solo rincón por acariciar; primero me hace un masaje fuerte y relajante por todo el cuerpo; luego cuando ya me tiene bien relajada inicia un masaje sensorial tan suave que me excita hasta llegar a un orgasmo muy intenso y placentero; generalmente luego tenemos una sesión de sexo muy morboso y delicioso.
Desde hace un tiempo me empezó a insinuar que quería llevarme a un lugar en donde hacían masajes profesionales; yo le decía que no, porque me daría mucha pena tener que desnudarme frente a otra persona, que mejor me los siguiera haciendo él. Siguió insistiendo, hasta que un día me dijo que había encontrado en internet unos anuncios de hombres que daban masajes a domicilio, que podíamos probar; que incluso podía estarme en ropa interior o en vestido de baño para que no me sintiera incómoda; que la idea es que yo disfrutara mucho; aunque tenía susto y me sentía muy nerviosa, pero sabía que esto le gustaría mucho a Alberto, acepté.
El día del masaje, me dijo que me duchara largamente y me untara crema por todo el cuerpo para estar más sensible y relajada, me puse vestido de baño que me quedaba muy pequeño, lo hice más para darle gusto a mi esposo, encima me puse un vestido corto, que podía quitarse fácilmente con unos botones que tenía en frente, luego un poco de perfume y estábamos listos; el hombre del masaje llegó y mi esposo bajó a abrirle, me dijo que esperara arriba que él me llamaba; pasados unos minutos en que los escuché hablar, me dijo que bajara; aunque iba nerviosa, me gustó la forma en que los dos me miraban, el hombre era un poco más joven que mi esposo, se veía algo formido, pero no tanto, se levantó y me saludó dándome la mano muy cortésmente mirándome intensamente a los ojos, luego me recorrió con su mirada, viendo el escote que dejaba ver algo del canal de mis senos, luego siguió por todo mi cuerpo hasta los pies, creo que debí ponerme roja de vergüenza y miré a mi esposo que solo me miraba sonriendo.
Mi esposo dijo que subiéramos hasta el cuarto porque en nuestra cama sería mejor dar el masaje; ambos hombres me hicieron señal para que yo iniciara el ascenso, me dio un poco de susto pensar que podría verme bajo el vestido, pero luego pensé que pronto me lo iban a quitar y me calmé un poco; al llegar, el hombre nos preguntó si teníamos aceite para el masaje o usaríamos uno que él traía, mi esposo le alcanzó el que usamos nosotros; luego miré a mi esposo como preguntándole que debía hacer, estábamos los tres de pie en medio de la habitación. Mi esposo le dijo al hombre que iniciara quitándome el vestido, yo me puse roja de vergüenza y me tembló todo el cuerpo.
El hombre se acercó, me quedé muy quieta mirando solo a mi esposo, me tomo de los brazos y me los dejó al costado para poder llegar a los botones del vestido, me fue soltando uno a uno empezando por el de abajo, al llegar a mi cintura alcancé a sentir sus manos rozar mi piel y sentí que me llegaba un placer entre mis piernas, siguió soltando todos los botones que no eran muchos, luego tomó el vestido de los hombros y empezó a quitármelo, en ese momento lo miré, estaba igual de nervioso que yo, lo sentí temblar con mi vestido en sus manos y me miraba intensamente a los ojos, luego de quitármelo, se lo entregó a mi esposo y me miró todo el cuerpo, me tomó de la mano y me dio una vuelta para mirarme completamente, yo miré a mi esposo que se sentó y con su mano me sugirió que me acostara en la cama, el hombre me dijo que lo hiciera a través, para poder acceder mejor al masaje.
Se untó las manos de aceite y empezó por los pies y las piernas, lo hacía fuerte y bien, con las palmas de las manos y a veces con el canto de la mano me daba pequeños golpes que me gustaron mucho; luego subió casi sin rosarme las nalgas, siguió por la espalda y terminó en el cuello en donde se demoró bastante tiempo, eso me gustó mucho porque es una zona de mi cuerpo que si la estimulan bien, me relajo y excito fácilmente; mi esposo le dijo que también me acariciara las orejas porque me gusta mucho, así lo hizo y me sentí muy bien, sentía un poco de humedad en mi vagina.
Luego me pidió que me volteara, al estar de frente, me pidió que si podía quitarme el brasier, yo le dije que no, pero rápidamente mi esposo me dijo que era mejor para no mancharlo de aceite, yo sabía que era una excusa, que ambos querían verme los senos, y acepté; una vez con los senos al aire el hombre me miraba directamente a los ojos e inició a masajearme los senos, apenas los tocó sentí que me mojaba más, yo cerré los ojos y me dejé llevar por sus caricias, duró mucho tiempo acariciándomelos y sentí que mis pezones estaba muy duros, él también debió de notarlo porque me los apretaba con sus dedos, cuando empecé a suspirar, el bajó sus manos y me acarició todo el estómago con mucho aceite, luego pasó a las piernas y pies, me acarició muy rico proporcionando mucho placer, subió sus manos hasta mis muslos y acariciándomelos subió hasta llegar a mi cintura y al bajar nuevamente empezó a arrastrar mi tanga hacia abajo, yo abrí los ojos asustada y le dije que no, tomando fuertemente la prenda, el miró a mi esposo que me dijo: tranquila, que era solo masaje, que no pasaría nada; entonces, llena de temor pero con lo excitada que estaba solté la tanga y el rápidamente me la quitó.
Sus caricias no se hicieron esperar, yo estaba temblando de miedo y placer; el me tocó toda la vulva, me acariciaba suavemente el clítoris y con sus dedos me apretaba los labios, también me acarició hasta el ano y volvía a subir, estaba muy caliente y cuando intentó meter un dedo dentro de mi vagina exploté en un escandaloso orgasmo que nos asustó a los tres, el hombre se apartó un poco asustado, pero luego entendió lo que ocurría, yo cerré los ojos y apreté las piernas para lograr poco a poco bajar la intensidad de mis emociones, cuando abrí los ojos, mi esposo se acercó y me besó suave preguntando si me había gustado tanto como a él, lo besé intensamente por el placer que me había proporcionado; me paré y le di un beso en la mejilla al hombre y le agradecí por tan excelente masaje, corrí al baño y no salí hasta que mi esposo me dijo que ya se había ido; definitivamente esto había que repetirlo.