Masaje de placer VI - FINAL: Orgía adolescente
Marcos, Luis, Miguel y yo nos reunimos para tener una última sesión de sexo que pone fin a nuestras aventuras.
¡Buenas! Hoy os traigo la última entrega de esta saga que me ha encantado escribir. Me siento incluso triste por tener que terminar esta serie, pero siento que alargarlo sería estropear todo lo escrito y hacerlo pesado. ¡Disfrutadlo!
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Habían pasado varios días desde el último encuentro lleno de sexo y mi mente todavía permanecía en aquel momento. No podía dejar de pensar en lo bien que me sentía cuando lo hacía, especialmente con Miguel. Sentía que nuestra relación se estaba estrechando y que, tras todo esto, nos haríamos inseparables.
Estaba descansando en mi habitación cuando me llegó el mensaje más doloroso que había recibido en mucho tiempo. Era de Miguel y decía lo siguiente: “ Bro, ¿te acuerdas de Laura? Hemos estado hablando y hemos decidido ir en serio. Cuando nos veamos, hablamos ”. Si bien me alegré por mi amigo, mi cerebro solo podía pensar en que, debido a esto, Miguel no querría volver a hacerlo conmigo. Le respondí con un simple “ok” y me eché en la cama, dejando el móvil a un lado. No sé cuánto tiempo estuve así, pero sufrí mucho esos minutos. Entonces, mi padre entró en mi habitación.
-Hola, hijo -en cuanto me miró, supo que algo ocurría-. ¿Amor? ¿Amistades? Hmm… ¿sexo…?
-Todo un poco. Creo -mi padre no respondió. Se limitó a sentarse en la silla de mi cuarto y esperó a que continuara-. Miguel ha encontrado novia. Más bien, ha formalizado su relación con Laura, la chica con la que estaba de rollo. Aunque creo que solo se han metido mano, pero bueno.
-¿Y qué tiene eso de malo?
-No va a querer que sigamos haciendo… eso.
-Es normal. Pero tienes que entenderlo. De todas formas, Miguel no es la única persona con la que puedes experimentar. ¿Acaso no hay más chicos y chicas en el mundo?
-Sí, claro que los hay… Pero, papá, ninguno de ellos son Miguel -mi padre me miró sorprendido. Creo que no se esperaba esa respuesta-. Quiero decir, con él es diferente…
-Jaime, el amor es extraño. No elegimos a quién vamos a amar, y estas cosas pueden pasar. Deberías hablar con él y explicarle tus sentimientos. Quién sabe, quizá le haga recapacitar y se dé cuenta de que él también está enamorado de ti.
-No sé, papá… -hubo un breve momento de silencio-. Además, no es solo eso. Siento que no vamos a seguir siendo tan amigos como hasta ahora. Siento… que voy a perderlo para siempre.
Mi padre miró hacia la ventana de mi cuarto, desde donde se veía el sol cubierto por algunas nubes. Estaba atardeciendo y la luz que entraba a mi cuarto era tenue.
-Bueno, hijo, entonces deberías explicarle eso también. Lo que está claro es que, si no lo habláis, todo empeorará. Pero puede que, dejando las cosas claras entre vosotros, lleguéis a un acuerdo en el que ambos estéis cómodos. Al menos, así es como yo lo veo.
Reflexioné unos segundos en silencio. Mi padre, inamovible, permanecía mirando el horizonte.
-Gracias, papá -me limité a contestar tras la pausa.
Lo vi sonreír con timidez y, acto seguido, se levantó de la silla y salió de mi cuarto.
-Por cierto -añadió mientras se alejaba-, venía a decirte que hoy te toca a ti bajar la basura.
Suspiré, resignado, pero me sentía bastante mejor. Sin duda, la charla con mi padre había resultado efectiva y, una vez más, me había salvado en un momento jodido. Le debía tanto…
Cogí el móvil y abrí la conversación con Miguel. “ Te veo en media hora en el parque ”. Apenas unos segundos después, recibí el “ok” de su parte. Minutos después, salí de casa y me dirigí al parque. Iba nervioso, pero sabía lo que debía hacer. Cuando llegué, Miguel estaba esperando en un banco.
-Buenas, tío -saludó-. Cuéntame.
-Te quiero -fue lo primero que solté por la boca, quizá erróneamente-. Te quiero, Miguel. No lo sabía hasta que me has dicho lo de Laura, pero… bueno, creo que me gustas… -sentí sus ojos posarse en los míos. Su expresión era de asombro y algo de miedo-. Lo siento.
Permanecimos en silencio unos segundos, hasta que Miguel habló.
-Quiero a Laura. Me gusta desde que estábamos en sexto de primaria, y ahora tengo la oportunidad de ser su novio. De abrazarla, darle regalos y dormir viendo una peli juntos. Es lo que llevaba esperando mucho tiempo, Jaime. Yo también lo siento…
Lo miré con los ojos vidriosos, pero mi boca esbozó una sonrisa. Entonces, Miguel continuó.
-Hablé con Laura por Whatsapp ayer y decidimos formalizar la relación, ya que los dos estamos cómodos y solo de rollo no nos gustaba estar. Pero no te voy a mentir: con ella solo ha habido tocamientos, nada de sexo oral. Y lo que he hecho con vosotros… contigo, Jaime. Lo que hemos hecho estas semanas ha sido la ostia. Es lo mejor que he hecho en muchísimo tiempo.
-Pero se ha acabado, supongo -concluí, desasosegado.
Miguel asintió.
-Sí. Lo siento, pero estando con ella no puedo seguir haciendo esto -explicó. Cuando creía que estaba todo perdido, añadió-. Pero… siento que os debo algo, sobre todo a ti. Y realmente no somos novios todavía, porque por Whatsapp no se formaliza nada… Así que, si quieres, podemos hacerlo una vez más. La última, para despedir esta etapa tan cerda que hemos tenido, jaja.
Sonreí al entender que Miguel estaba esforzándose por hacerme feliz una última vez.
-Claro -respondí-. Déjame que hable con Marcos. Y, por qué no, avisa a tu primo también.
Miguel asintió. Observé su rostro y mis ojos se encontraron con los suyos. Tuve ganas de besarle, acariciarle y hacerlo mío, pero sabía que no era lo correcto. De modo que me limité a abrazarle.
-Te quiero, bro -susurré en su oído.
Nos separamos tras unos pocos segundos y nos despedimos. De camino a casa, sentí alivio. Alivio porque sabía que, aunque no siguiéramos haciéndolo y no pudiéramos ser pareja, seguiríamos siendo amigos. Y eso era lo que más me importaba en ese momento.
Cuando llegué a casa, llamé a Marcos. Lo cité para el miércoles, en la sala de masajes. “ Última sesión de tus masajes de placer” , le dije. Concertamos la hora a las 15:30. Así, tendríamos una hora para poder hacer lo que quisiéramos antes de que llegaran los trabajadores. Acto seguido, escribí a Miguel para que informara a su primo. Momentos después, me dijo que se apuntaba.
El día anunciado tardó más de lo que esperaba en llegar. Quizá mis ganas por que llegara ralentizaron el tiempo más de la cuenta, pero finalmente llegó. En el instituto no pude parar de pensar en la tarde que me esperaba, y mis compañeros se dieron cuenta de ello. Incluso un profesor me llamó la atención al ver que estaba más distraído de lo habitual. Cuando al fin terminó la jornada, salí disparado hacia el centro de masajes.
Cuando llegué, Marcos ya estaba esperando. Entramos en la sala 3, al igual que la vez anterior, y me invitó a tumbarme sobre la camilla.
-Así, todo acabará tal y como empezó -dijo, alicaído.
-Lo siento -contesté de inmediato-. Pero, creo que…
-Tranquilo. En cualquier caso, tienes mi número, por lo que podemos seguir hablando.
Sonreí, más calmado. Me desnudé por completo y Marcos me cubrió el trasero con una toalla. Se untó aceite en las manos y comenzó a masajeare. Se abstuvo de empezar el sexo al no estar todos, pero el masaje fue, como siempre, espectacular. A los pocos minutos, sonó mi móvil. Era Miguel, que había llegado junto a su primo.
-Perdonad la tardanza -se excusó-. Es que Luis ha salido más tarde de clase.
Me fijé en la expresión de Marcos cuando conoció a Luis. Supe que sus ojos verdes lo habían encandilado en cuanto los vio y mi intuición me decía que querría volver a follar con él después de aquella sesión. Días después me enteraría de que así era. Pero, volviendo a lo que nos importa, Marcos mandó a Luis masajear a su primo, y este obedeció, aunque reticente.
-Nunca he hecho un masaje -explicó-, así que igual le hago daño.
-No te preocupes -contestó Marcos, sonriendo-. El masaje que les vamos a dar no es tanto con las manos, sino más bien con la boca…
Luis comprendió las intenciones de Marcos y se alegró al instante. Miguel no tardó en desvestirse y tumbarse en la camilla. Su primo, nervioso, comenzó a masajearle la espalda y, con sutileza, sus dedos se deslizaron hacia la montaña que suponía su trasero. Al rozar aquella zona, Miguel se estremeció. Luis apartó la toalla e indicó a su primo que abriera un poco las piernas, a lo que este obedeció. El rubio se situó junto al culo de mi amigo y, haciendo fuerza con sus manos, separó sus glúteos.
Acto seguido, se lanzó con hambre hacia aquel agujero que palpitaba de emoción. Miguel no pudo evitar gemir cuando la lengua de su primo le besaba el ano. Me miró, lujurioso.
Al mismo tiempo, Marcos me había hecho darme la vuelta y mi rabo, ya listo para la acción, apuntaba hacia el techo con firmeza. Las manos de Marcos masajeaban mis piernas, pero no se detuvo en exceso en ellas. En cambio, las dirigió rápidamente hacia mi falo. Cubrió mi tronco con su mano derecha mientras la izquierda acariciaba mus huevos y se acercaba intrépidamente hacia mi ano. No quise hacerme de rogar y, casi suplicándolo, levanté mis piernas para que Marcos tuviera libre acceso hacia mi entrada.
Sus dedos pronto comenzaron a invadir mi ano, pero yo quería más.
-Métemela -le pedí, ahogando mis gemidos-. Fóllame.
-Tranquilo, chaval -contestó Marcos-. Todo a su debido tiempo.
Dicho esto, se lanzó a comerme la polla mientras tres de sus dedos perforaban mi agujerito. Sentirlos dentro de mí a la vez que su boca atrapaba mi rabo me hizo suspirar de placer. Apenas unos segundos después, Luis y Miguel se acercaron a nuestra camilla. Mi amigo se arrodilló en el suelo para comerle la polla a Marcos y el rubio, por su parte, colocó su rabo frente a mi boca, invitándome a tragármelo. De modo que eso hice.
Recordaba el sabor salado del cipote de Luis. Sus 14cm entraban perfectamente en mi boca y su glande apenas rozaba mi garganta, pero el grosor hacía que fuera difícil comérsela, sobre todo en los primeros compases de la mamada. Luis me agarró del pelo y, con la excitación del momento, sacó su rabo de mi boca y me escupió en esta. También por la excitación de la escena, no me importó y me tragué su saliva. A continuación, volvió a introducirme aquel mástil en mi cavidad y me dediqué a tragármelo como la zorra que era en aquellos instantes.
Por otra parte, Miguel disfrutaba de lo lindo comiéndole la polla a Marcos. Aunque en el primer encuentro le había costado tragársela al completo, la práctica de las últimas semanas le había dado experiencia y, sin llegar a metérsela entera en la boca, ya no lo hacía con tanta torpeza y apenas le sobraban un par de centímetros. Fue tras unos minutos, cuando el reloj marcaba las 16:00, que Miguel anunció su deseo:
-Jaime, quiero ser yo quien te desvirgue. Quiero follarte y correrme dentro de ti. Quiero que esto termine de la mejor forma posible, y esa es una buena manera de hacerlo.
Mi corazón dio un vuelco. Aunque hubiera sonado guarro, sabía que era la manera de Miguel de hacerme un último favor. Yo llevaba un tiempo deseando que mi amigo me empotrara, y por fin me iba a conceder el deseo. Asentí de inmediato y, con sutileza, aparté a Marcos de mi rabo. Miguel ocupó el sitio de Marcos y, tranquilamente, alzó mis piernas de nuevo.
El masajista no se quedó quieto y, acercándose a Luis, le dio un morreo. Al mismo tiempo, el rubio comenzó a masturbarle y, tras unos segundos, se agachó para comerle la polla. De este modo, Marcos se follaría a Luis por la boca.
-¿Has recibido visita por la parte de atrás? -escuché preguntar al mayor. Luis negó con la cabeza-. Pues hoy va a llamar a tu puerta un visitante con ganas de fiesta…
Escuché aquello mientras Miguel me comía el ojete, lo que me daba una sensación de placer indescriptible. Algo más de medio minuto después, y tras terminar de dilatar mi ano con sus dedos, Miguel colocó su rabo en mi entrada. El solo hecho de sentir su glande sobre mi agujero me provocó un pinchazo, pero mi cerebro no quería echarse para atrás.
-Hazlo con cuidado -supliqué.
-No te preocupes -respondió Miguel, calmado-. No quiero hacerte daño. Solo quiero que disfrutes y recuerdes esto siempre.
Se colocó mis piernas sobre sus hombros y, presionando poco a poco, empezó a introducir su glande en mi agujero. Sentía mi culo partiéndose en dos, pero por alguna extraña razón aquello me resultaba placentero. Creo que la razón era que Miguel lo hacía con cariño y yo realmente ansiaba tenerlo dentro. De modo que, cuando su glande entró al completo, suspiré de placer.
-Ya ha pasado lo peor -aseguró-. Ahora, relájate.
Intenté obedecer a mi amigo y traté de relajar el esfínter. Así, el cipote de Miguel comenzó a reptar por mi interior. Antes de que pudiera darme cuenta, sus huevos chocaron sutilmente contra mis nalgas. Sentía mi ano tratando de cerrarse sobre el rabo de Miguel, y sentía este palpitar en mi interior. Miguel se echó sobre mí y acercó sus labios a los míos.
-Te quiero mucho, Jaime -susurró-. Estaría así toda la vida. Pero creo que lo mejor es que esta sea la última vez. Lo siento.
No pude reprimir las lágrimas. Miguel se dio cuenta y añadió:
-Pero voy a hacer todo lo posible porque sea lo mejor que te haya pasado nunca.
Y, acto seguido, sus labios aterrizaron sobre los míos. Su lengua buscó a la mía y, esta vez sí, se juntaron en nuestras bocas. Nunca me había imaginado que un simple beso pudiera provocarme tantos sentimientos a la vez. Pero aquel beso de verdad dejó huella en mí. Era mi amigo, ofreciéndome lo mejor que tenía, y era yo, tratando de aprisionar su lengua con la mía para no separarnos nunca más. Pero no lo conseguí y, de un momento a otro, Miguel alejó sus labios.
Enseguida los volvió a aproximar, solo que los dirigió a mi cuello, donde comenzó a mordisquearme con pasión. Pronto alcanzó mis pezones, los cuales lamió y mordió con sutileza, provocando mini orgasmos en mí. Entonces, se incorporó y, con firmeza, anunció:
-Empieza la marcha.
Apoyó ambas manos en mi pecho y, con movimientos suaves, empezó a moverse adelante y atrás, haciendo así que su falo saliera y entrara de nuevo en mi interior incontables veces. Mi culo arropaba su tronco y trataba de aprisionarlo, provocando constantes gemidos por parte de ambos. Además, sentir las manos de Miguel apoyadas en mi pecho, agarrando mis pectorales y sujetándome el cuello, hacía que mi placer se multiplicara.
Por su parte, Luis se había colocado a cuatro patas y estaba siendo empalado por Marcos, que se lo follaba con brutalidad. Había agarrado al rubio de los pelos y le hacía girar la cabeza para mirarlo a los ojos. Sus huevos chocaban con cada embestida y Luis gemía con fuerza.
-¡Oohhh! ¡Dios, qué gustazo! ¡Aaaahh, menuda polla! -gritaba el primo de Miguel.
-Vaya culito más rico tienes, capullo… Uff, ¡cómo lo estoy disfrutando, perra!
Sus palabras iban acompañadas de continuos azotes que provocaban gritos de dolor y placer en el rubio, que pedía más y más con cada movimiento del mayor. No sé cuánto tiempo estuvimos así, Miguel follándome a mí y Marcos haciendo lo propio con Luis, pero fue algo maravilloso. Y, cuando pensaba que no podía ir a mejor, el rubio movió ficha. Se incorporó, sacándose el rabo de Marcos del ojete y, sin mediar palabra, se subió a la camilla y, mientras su primo todavía tenía su polla en mi culo, sujetó con firmeza mi cipote y se lo introdujo en su agujero de un movimiento.
-Después de la pedazo polla del otro, la tuya no es para tanto -me dijo-. Aún así, es un tremendo rabo para tu edad…
Noté sus glúteos sobre mi pelvis. Así, yo permanecía tumbado boca arriba, con las piernas sobre los hombros de Miguel y su rabo en mi ojete. Tenía a Luis cabalgando mi cipote y Marcos, que no quería perderse la fiesta, colocó el suyo frente a mi boca, haciendo que me lo tragara.
Me sentía como una puta a merced de los tres. Y lo peor es que, en ese momento, me daba exactamente igual. De hecho, me molaba que me pudieran hacer lo que quisieran. La polla de Marcos recorría mi boca hasta la garganta, haciendo que su glande chocara contra esta y me provocara arcadas. Al mismo tiempo, Luis botaba sobre mí y sentía sus huevos aplastándose contra mi abdomen con cada bajada. Y, por último, Miguel había sujetado a su primo de la cadera para apoyarse y embestía contra mí con furia y fuerza. Su rabo recorría mis entrañas y sus cojones rebotaban contra mis nalgas, provocando aquel sonido tan maravilloso similar a unas palmadas.
-Ooohh, jodeeeer, esto es la ostiaaaa -escuchaba a Miguel.
-Esta zorra la chupa de puta madre… Hhmmm… -añadió Marcos.
-¡Y cómo bombea su rabo! -completó Luis, todavía saltando sobre mí.
Sentirme el centro de atención me hizo feliz. Los tres estaban tratando de darme placer, y vaya si los estaban consiguiendo. En ese momento, Marcos me sujetó firmemente la cabeza.
-Te voy a follar la boca, así que prepárate.
Asentí mientras una lágrima escapaba de mi ojo izquierdo. No porque no quisiera, sino por lo que sabía que significaría aquello. De modo que me agarró con fuerza de los pelos y, sin avisar siquiera, comenzó a darme duro por la boca. Con cada estocada, su glande chocaba con fuerza contra mi garganta y mi lengua se movía torpemente en mi interior. Sus huevos llegaban incluso a chocar con mi barbilla, lo que me daba todavía más placer.
-Hhmm… Aaahh… Me vo-oy a correeeer… ¡¡Ooooohhhh!!
Sentí entonces un espeso líquido caliente recorriendo las paredes de mi garganta. Tragué todo lo que pude, pero se desbordó por mis labios y se deslizó por mis mofletes, cayendo sobre la camilla. Mientras Luis y Miguel continuaban con lo suyo, Marcos sacó su polla de mi boca y acercó su lengua. Lamió los restos de su semen y fue aproximando su lengua hacia mis labios hasta que finalmente me dio un morreo que hizo su fluido mezclarse en nuestras bocas.
Aún con la lengua de Marcos en mi boca, Miguel aceleró sus embestidas.
-Jaime, me… me corro en breve… ¡Ah! ¡Oohh…!
Parecía que su polla quemaba y sus huevos no paraban de rebotar en mis glúteos. Entonces, escuché el orgasmo final de mi amigo.
-¡¡¡¡¡HHHHMMMMMM!!!!!
Cada uno de los seis trallazos vino acompañado de una estocada y, por fin, la esencia blanca de mi amigo inundó mi interior. Aquello propició que no pudiera aguantar más y, mientras sentía mi polla entrar y salir del culo de Luis, me corrí.
-¡¡¡AAAHHHHH…!!! ¡Hhhhmmm…!
Fueron siete los chorros de lefa que salieron con potencia de mi rabo, llenando así al rubito de ojos verdes por completo. Mi semen salió a borbotones de su culo, pero Luis no se apartó. En cambio, siguió botando sobre mí hasta que, con un aullido de placer, se corrió.
-¡¡OOOOOHHH!! ¡Jodeeeeer…!
Recibí cuatro disparos que cayeron sobre mi pecho y rostro. La lengua de Marcos los recogió de mi cara y los mezclamos de nuevo con nuestra saliva. Apenas unos segundos después, Luis se apartó y liberó mi polla, ya desinflada. Marcos también se retiró.
Miguel, por su parte, sacó su cipote de mi ano. Se agachó para lamer los restos de su corrida de mi ojete y, con delicadeza, fue reptando hasta llegar a mis huevos y polla, aún cubierta por los resquicios de mi lefa. La mamó como si de un biberón se tratara hasta que la dejó limpia por completo. Después, continuó reptando con su lengua por todo mi abdomen, absorbiendo con sus labios el semen de su primo y pasando por mi cuello, el cual mordió y besó con dulzura y calma. Tras eso, alcanzó mi rostro. Situó sus labios frente a los míos y susurró.
-Espero que te haya gustado… Te quiero mucho, Jaime.
Acto seguido, nos fundimos en beso que aún a día de hoy recuerdo con alegría. Sus labios rozaban los míos con pasión y nuestras lenguas peleaban en aquel anfiteatro formado por nuestras bocas. Sus manos rodeaban mi cuello y acariciaban mi pecho mientras las mías agarraban su cabello y recorrían su espalda.
Después de aquel beso, silencio.
Epílogo
Han pasado 5 meses desde aquel día increíble. Sigo quedando de vez en cuando con Marcos y follamos, pero no es lo mismo sin Miguel. Sé por Marcos que él folla todas las semanas con Luis. Me ha dicho que va a intentar algo serio con él, pedirle salir y tratar de formalizarlo todo.
A Miguel lo sigo viendo todas las semanas en los entrenamientos. Y, por suerte, nada ha cambiado. Si actitud hacia mí es la misma, e incluso nos hemos hecho alguna paja juntos. El ambiente en esos momentos es de tensión pura, pero ninguno va más allá. Él, porque tiene una novia a la que ama; y yo, por respeto a mi amigo. Es mejor así.
Pero, ¿y si algún día lo deja con Laura? Entonces, y solo entonces, quizá pensaría en volver a intentarlo. Mi corazón sabe que todavía lo amo.
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Pues hasta aquí ha llegado "Masaje de placer". He intentado cerrarlo de la mejor manera posible, con sexo y sentimientos. He dejado ese final "abierto" por si en el futuro me da por hacer una continuación (que sería breve en todo caso, supongo), pero en principio quiero dejarlo así, que creo que me ha quedado bien. Ya me contaréis. No os puedo prometer nada, pero ya tengo algo en mente para la próxima serie de relatos. ¡Estad atentos! Como siempre, espero vuestros comentarios, sugerencias y valoraciones. ¡Muchas gracias!