Masaje de placer IV: Follada con Miguel y su primo

Miguel me invita a su casa para repetir la experiencia. Cuando llamo a su puerta, quien me abre es Luis, su primo, que ha decidido unirse a la fiesta, lo que acaba en un trío con mamadas, penetración y mucho semen.

¡Aquí llego con otro relato para continuar la serie! Para compensar el "poco" sexo del capítulo anterior, en este he decidido darle más ritmo y está repleto de sexo de todas las formas y colores. ¡Espero que os guste!

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Al salir del centro de masajes, Miguel y yo lo hicimos riendo y comentándolo entre nosotros. La vergüenza de la primera vez había quedado ya enterrada, y ahora empezaban a florecer las ganas de repetirlo una y otra vez.

-El viernes me quedo solo en casa unas horas -me dijo mientras caminábamos-. Vente y lo hacemos de nuevo, tío.

Intenté hacerme el duro, pero lo cierto es que tenía unas ganas tremendas de follarme a Miguel, por lo que accedí a su propuesta. La semana pasó con lentitud, aunque esta vez sí que logré evitar la masturbación, de modo que llegué al viernes cachondo de la ostia y con los huevos a reventar. Al terminar el instituto, me dirigí a casa de Miguel. Le envié un Whatsapp a mi padre.

“He quedado con Miguel. Estoy en su casa.”

Mi padre no tardó en contestar, y lo hizo a su modo.

“Vale, hijo. Ten cuidado y pásalo bien.”

Añadió, además, un emoticono de un guiño. Se imaginaba lo que íbamos a hacer, y no se equivocaba. Sonreí cuando llegué a la casa de Miguel y llamé a su puerta. Solo que, para mi sorpresa, no fue Miguel quien me abrió. En su lugar, un chaval rubio y con ojos verdes me abrió la puerta. Tenía el pelo corto, con una raya en el lateral, lo típico de los chavales de mi edad. Me fijé en sus labios, carnosos y húmedos. Me quedé unos segundos quietos, como si mi cuerpo no me respondiera.

-Buenas -saludó el chico-. Eres Jaime ¿verdad? -asentí, aún confuso-. Encantado, soy Luis.

Me tendió la mano y se la estreché entre dudas. Me invitó a pasar y nos dirigimos a la habitación de Miguel.

-¿Pasa algo? -preguntó Luis mientras subíamos las escaleras.

-N-No, nada. Es que pensaba que solo estaría Miguel -pude ver una tímida sonrisa en Luis-. Quiero decir, me dijo que se iba a quedar solo…

-No te preocupes, Jaime -contestó el rubio rápidamente-. Miguel ya me ha puesto al día. He venido a participar, no a interponerme -añadió cuando entramos en la habitación de mi amigo.

-¡Ah, Jaime! Por fin, tío. Supongo que ya se habrá presentado él, pero este es Luis, mi primo.  Lo siento, pero siempre nos contamos todo, así que he tenido que decirle lo que ha pasado estas semanas.

Mi cara debía ser un poema, pues Luis habló enseguida para tratar de quitarle hierro al asunto.

-Yo también he tenido experiencias así, Jaime. No es nada de lo que avergonzarse. Al fin y al cabo, somos jóvenes. ¡Tenemos derecho a disfrutar!

Aquel comentario hizo que mi percepción sobre él cambiara. Me estaba empezando a caer bien. Aún así, me sentía incómodo al pensar en hacer algo con él, a quien no conocía de nada.

-Cuando queráis, empezamos -dijo Miguel, lanzado, y comenzó a quitarse la camiseta.

-Yo… no sé… Esto es un poco extraño…

Luis debió comprenderlo, ya que asintió y se acercó a Miguel lentamente.

-Lo entiendo -dijo mientras empezaba a tocar a su primo-. De momento, puedes empezar observando. Cuando te sientas cómodo, te unes a nosotros. ¿Te parece? -sugirió, sonriendo.

Aquella idea me gustó, de modo que asentí y me senté en la silla de escritorio de Miguel mientras este y su primo se movían hacia su cama. Debía ser la primera vez que hacían esto, pues Miguel parecía muy nervioso y Luis, aunque intentaba disimularlo, también parecía inseguro en sus movimientos.

La mano de Luis acariciaba el torso de su primo al tiempo que este se tumbaba cada vez más sobre su cama. Una vez con la espalda apoyada en el colchón, Miguel cogió la camiseta de su primo y trató de quitársela, consiguiéndolo y dejando así el cuerpo del rubio desnudo. Su espalda estaba algo trabajada y sus hombros eran bastante anchos. Sus brazos, sin llegar a ser nada del otro mundo, también habían sido entrenados.

Luis comenzó a besar el cuello de Miguel y este continuaba acariciando la espalda y el pecho de su primo. Los labios de Luis fueron recorriendo todo el torso de Miguel, cuyo bulto ya podía percibirse con claridad. A medida que la boca del rubio se acercaba al pubis de mi amigo, mi rabo palpitaba bajo mis pantalones. Los dedos de Luis agarraron los shorts de Miguel y los bajaron hasta sus tobillos. Los calzoncillos aún aprisionaban el cipote de mi amigo, que miraba a su primo con morbo. Creo que nunca se habría imaginado esa escena, y la estaba disfrutando de lo lindo.

Luis, antes de quitarle los calzoncillos, comenzó a chupar la silueta que formaba el pene de Miguel por encima de estos, dejándolos empapados en saliva. Una vez se cansó, de un movimiento le quitó los calzoncillos a su primo y, rebotando, salió disparada la polla de Miguel, cubierta de precum. Luis se lamió los labios y yo, sin poder aguantarme más, dejé libre mi cipote para pajearme con aquella escena.

El rubio suspiró, sin terminar de estar seguro de lo que iba a hacer. Pero su calentura pudo más que su cerebro y, agarrando la polla de su primo con su mano derecha, se la introdujo a la boca cerrando los ojos. Se notaba que tenía experiencia, pues sus movimientos eran precisos y se metía el rabo hasta la garganta. Al mismo tiempo, palpaba los huevos de Miguel mientras este presionaba la cabeza de su primo con fuerza para que le comiera todo el cipote.

Ver aquello me tenía muy caliente y, tras pensarlo unos segundos, decidí unirme a la fiesta. Sin embargo, y para mi sorpresa, no fui hacia Miguel, con quien ya tenía confianza, sino que fui hacia Luis. Creo que mi curiosidad llamó a la puerta de mi pene y fue este quien mandó en mi cerebro en ese momento. Sin palabras, les indiqué que cambiaran de postura. De este modo, Luis quedó sentado, apoyando su espalda en la pared y su culo y piernas en la cama. Miguel, por su parte, se puso de cuclillas de tal forma que su rabo quedó a la altura de la boca de su primo. Así, yo tenía libre acceso para meterme por el hueco que las piernas de Miguel habían dejado y que conducía al paquete de Luis.

Acerqué mis manos a su entrepierna y toqué aquel bulto sin parar. Parecía más grande que el de Miguel, aunque dudaba de si sería más grande que el mío también. Para salir de dudas, decidí quitarle los pantalones y calzoncillos y tirarlos al suelo. Descubrí, entonces, una polla de unos 14cm, un centímetro más pequeña que la mía, curvada hacia arriba y muy gruesa. Más que la de Marcos, incluso. Su base estaba cubierta por finos pelos rubios. Sus huevos, bastante prominentes, también estaban rodeados de pelos que descendían por su raja hasta su culo. Su tronco estaba atravesado por gruesas venas que conducían a su glande, rosado e igual de gordo que el resto de su nabo.

Aquella polla me impresionó tanto que incluso babeé, cayendo mi saliva en el tronco. Queriendo limpiarlo, pasé mi lengua por aquel mástil y culminé en el glande, cubriéndolo con mi boca y acariciándolo en círculos con mi lengua. Escuché un leve gemido de sorpresa ahogado. Luis, aún con la polla de su primo en la boca, se había estremecido de placer por un momento. Agarraba con firmeza el culo desnudo de Miguel y lo empujaba hacia su boca con la intención de tragárselo por completo en cada embestida.

Por mi parte, yo ya había comenzado mi trabajo en aquel pedazo de carne. Movía la cabeza sin cesar para darle una buena mamada a Luis, haciendo que su glande chocara con mi garganta en cada movimiento. Sin llegar a atragantarme, me costaba meterme semejante rabo. Pero, tras haber probado el de Marcos, aquel se quedaba bastante corto, por lo que conseguí introducirlo al completo. En una de las bajadas hacia la base del tronco, me detuve para aguantar aquella polla unos segundos dentro de mi boca. Mi lengua, aprisionada, trataba de lamer cada centímetro de ese cipote que cada vez babeaba más precum. Llegué, incluso, a lamer un poco sus huevos sacando la lengua brevemente. Tras esto, aparté mi boca, que chorreaba de saliva.

-Joder, cómo me está gustando tu rabo -le dije a Luis, cachondo.

-Más me gusta a mí tu mamada, capullo. Seguiría así toda la tarde.

-¿Cambiamos de postura? -preguntó entonces Miguel-, Quiero probar la polla de mi primo, como comprenderás.

Luis y yo no nos quejamos y, de nuevo, cambiamos de postura. Esta vez nos tumbamos en el suelo para tener más espacio y nos pusimos en forma de triángulo, de modo que Miguel se la podía chupar a su primo, este a mí y yo a mi amigo. Aprecié de cerca el rabo de Miguel. Si bien no era del todo grande, tenía algo que adoraba: no era un rabo de un chaval ya formado, sino más bien uno de preadolescente que aún estaba en proceso de crecimiento. Además, el hecho de que no tuviera prácticamente pelos me ponía demasiado. Con todo y eso, no dejaba de ser un rabo esplendoroso y preparado para dar placer y, sobre todo, leche.

-Ostia, primo, ¡menuda polla! -se sorprendió Miguel-. La de Jaime es más larga, y eso que es más pequeño… ¡pero la tuya es super gorda!

Luis no pudo evitar soltar una risita.

-Venga, calla y trágatela, perra -dijo, tajante.

Aquello me estremeció y, antes de darme cuenta, sentí los labios de Luis rodeando mi polla. Debido a lo carnosos que eran, o quizá debido a la práctica, no tardé en percatarme de que mi rabo estaba disfrutando de lo lindo en las manos -o más bien, en la boca- de Luis. Su lengua también hacía un trabajo estupendo, lamiendo mi glande y surcando todo mi tronco de arriba abajo. Por un momento, se detuvo en mis huevos y se los metió en la boca los dos a la vez, provocando en mí una sensación extraña, pero placentera. Sin duda, Luis sabía cómo comer una polla correctamente.

Mientras tanto, veía a Miguel comerle el rabo a su primo incansablemente. Se lo metía en la boca, lo sacaba, lamía el glande, le daba besos, lo masturbaba mientras le comía los cojones, se lo hincaba hasta la garganta y, en definitiva, le daba una mamada espectacular. Aquello me motivó a chuparle la polla como debía ser: con gracia y buena técnica.

De modo que eso intenté y me introduje su precioso cipote en la boca. Sus huevos rebotaban contra mi barbilla y Miguel gemía con cada sacudida. Entonces, fruto del morbo, alcé las piernas de mi amigo, dejando su ano al descubierto. Aun con Luis comiéndome el rabo, saqué la lengua y, con algo de miedo, pero con unas ganas tremendas, la acerqué al agujerito de Miguel, que se abría y cerraba sin parar.

Fue una sensación peculiar la que se apoderó de mí. El sabor no me terminó de agradar, pero el gemido de auténtico placer de Miguel hizo que continuara con el trabajo, comiéndole así el ojete durante varios minutos. Mi lengua recorría la raja de mi amigo, subía hasta sus huevos y volvía a descender, surcando todos los recovecos de aquel espléndido culito. Ya con el sabor apenas imperceptible, me dediqué a chupar ese ojete como si me fuera la vida en ello. Usaba mis labios para abarcar lo máximo posible y trataba incluso de introducir mi lengua en el agujero, sin éxito. Pero lo que más me gustaba era ver cómo ese agujero se abría y cerraba con cada movimiento que hacía. Estaba pidiendo polla a gritos, pero yo no me atrevía a insinuarlo.

-Joder, necesito que me la metas, Jaime -anunció entonces Miguel, sacándose de la boca la polla de su primo. De verdad, lo necesito.

Miré a Luis, anonadado. Había dejado de chupármela tras el comentario de Miguel

-Esto me sorprende a mí tanto como a ti -dijo como respuesta.

Entonces, Miguel salió de la habitación un momento. Volvió a los pocos segundos con un bote de lubricante en la mano.

-El otro día lo vi en uno de los cajones de la habitación de mis padres. No puedo parar de pensar en cómo sería hacerlo desde que vi esto…

-Bueno… pues vamos a ello -dije, no muy seguro.

Mi mente me decía que lo hiciera, pero mi cuerpo no respondía del todo. Creo que, por una parte, sabía que, si cruzaba esa línea, nada volvería a ser como antes. Pero, como de costumbre, el rabo ganó la disputa y comencé a moverme.

-En la cama -ordené, con la voz un poco temblorosa-. A cuatro patas.

Miguel me miró y en sus ojos pude percibir lujuria. Le ponía cachondo que le mandara, y obedeció sin rechistar. De modo que así se quedó, a cuatro patas en su cama, sacando su culo todo lo posible para dejar una entrada directa a su ano. No resistí la tentación y, de inmediato, me lancé a comerme de nuevo aquel ojete. Dios, menudo placer me estaba causando aquello. Los gemidos de Miguel, además, acrecentaban este jolgorio y me ponían más y más cachondo.

-Venga, Luis, ponte -indicó, casi pidiéndolo, Miguel.

Luis no dudó y, con algo de torpeza, se puso de rodillas en la cama, de tal forma que su cipote quedó a la altura de la boca de su primo. Así, este abrió la boca y comenzó a succionar el trozo de carne que le ofrecía el chico rubio. Se notaba que Miguel estaba muy, pero que muy cachondo, porque tragaba polla sin importar que se atragantara y que su saliva cayera en su cama.

-Mmm… -se escuchaba gemir al pequeño de los tres.

El sonido de mi lengua y mis labios chupando el agujerito de mi amigo me estremecía de placer y aceleraba mi corazón. Vi, por el rabillo del ojo, cómo Luis sujetaba con firmeza la cabeza de su primo y se follaba su boca sin piedad, metiéndole la polla hasta la garganta.

-Ohh, joder, primito, ¡menuda zorra estás hecha! Voy a tener que venir aquí más a menudo…

-Me encantaría -contestó Miguel, tosiendo. Giró su rostro para mirarme-. Me está flipando lo que estás haciendo, de verdad, pero por favor, métemela ya.

-Vale -dije, incorporándome-. Te lo dilataría con los dedos, pero es que se abre y cierra todo el rato, así que no creo que haga falta.

Miguel asintió, aceptando la decisión. Por lo tanto, no perdí más tiempo y eché lubricante primero en mi rabo y acto seguido en la entrada de mi amigo, que palpitaba sin parar.

-Aah… -gimió al sentir el lubricante recorriendo su ano.

-Tranquilo, que ahora viene lo bueno… -le dije, mientras colocaba mi cipote en la entrada de su agujero-. Poco a poco…

Mi glande se abrió paso con facilidad por aquel agujero. Sin duda, el lubricante estaba siendo de mucha ayuda e iba a agilizar todo el proceso. En ese momento, me di cuenta de que iba a perder la virginidad con un tío. Y, por si fuera poco, con uno de mis mejores amigos. Ese pensamiento, en lugar de echarme para atrás, hizo que me entraran más ganas de hacer lo que estaba haciendo.

Miguel se dolió al sentir mi glande perforando su entrada, pero no me pidió que parara. Al contrario; continuó comiéndole la polla a su primo, que observaba la escena con la cara desfigurada. Supongo que no podía creerse lo que estaba ocurriendo.

Cuando mi glande entró por completo, Miguel suspiró. Sabía que lo peor había terminado, pero aún quedaba una parte dolorosa: introducir el rabo por completo. Lo hice con cuidado, tratando de no hacer daño a mi amigo, y poco a poco mi cipote fue entrando en aquel estrecho agujero. Cuando por fin sus glúteos chocaron con mi pelvis, solté aire.

-Ya está dentro -anuncié, con voz temblorosa.

-Pues venga, empieza, que esto duele… -replicó Miguel, molesto pero convencido.

No quise hacer esperar a mi amigo y, haciendo caso a sus palabras, comencé con las embestidas. Lo hice lentamente, sacando y metiendo mi rabo todo lo que podía, pero con suma torpeza. Mi cadera no se movía como yo quería y eso me causaba incomodidad. Con todo y eso, Miguel empezó a gemir a los pocos segundos, señal de que le estaba gustando. Fue eso lo que me animó a seguir con mi trabajo y, poco a poco, fui mejorando los movimientos hasta conseguir que las embestidas fuera algo más precisas y potentes.

Mis huevos se balanceaban de un lado a otro debido a la tremenda follada que le estaba pegando y chocaban con su trasero cuando mi polla se introducía del todo, lo que provocaba un sonido que solo había escuchado en los vídeos porno y que me ponía muy burro.

Luis, por su parte, ya había domado a su primo y era él quien manejaba la situación por la parte delantera. Así, Miguel había quedado a nuestra merced e, inmóvil, recibía nuestras embestidas por ambas partes. En aquel momento, Miguel era tan solo un muñeco destinado a darnos placer.

-Vamos, putita, ¡cómeme la polla! -gritaba Luis, desbocado de emoción.

-Eso es, zorra -añadí yo-. Te gustan las pollas, ¿eh? Te gusta que te follemos entre los dos, ¿verdad, guarra?

-¡Hhm! Hhm… ¡Mmm…!

Sus gemidos fueron la única respuesta que recibimos. Durante la follada, Luis acercó su boca a la mía. Sin pensarlo mucho y dejándome llevar, decidí concederle el morreo y nos besamos unos segundos mientras nos follábamos a Miguel. Nos volvimos a separar y, unos momentos después, pude sentir el éxtasis.

-Me c… ¡Me coooOoOOorroooo! -anuncié, sujetando bien las nalgas de mi amigo mientras terminaba de follármelo.

Fueron siete esta vez los trallazos que salieron de mi cipote, potentes con mucha leche en cada uno, y que reposaron en el interior de Miguel. Luis me acompañó y, con un grito bastante audible, se corrió en la boca de su primo.

-¡Aaahh…!

Miguel se tragó como pudo la lefa de Luis y, tras ello, relamió los restos con la lengua. Él aún no se había corrido y, queriendo ayudarle, lo ordeñé mientras mi rabo se desinflaba en su interior. No tuve que estar mucho tiempo masturbándolo hasta que cuatro fuertes chorro de leche salieron disparados hacia la sábana, empapándola de inmediato.

-Oohh… -gimió Miguel con las piernas temblorosas.

Saqué mi rabo de su culo y de este comenzó a salir el líquido que yo mismo había dejado dentro. Esa visión había sido un regalo que Miguel me dio como agradecimiento por hacer que se corriera. Me senté en la silla de su escritorio para descansar.

-Joder… -pude decir, exhausto.

-Menuda gozada -dijo Luis, apoyando su culo sobre sus talones, aún de rodillas en la cama.

-Y que lo digas -continuó Miguel, echándose a un lado y tumbándose boca arriba sobre el colchón-. No creí que me fuera a gustar tanto… Me habéis tratado como a una zorra, capullos.

-Y bien que lo disfrutabas, tío. Yo no te he escuchado quejarte… -repliqué.

-Eso es verdad -admitió, riendo-. Pero esto no va a quedar así. Yo también quiero metérsela a alguien. Y creo que sé quién puede ayudarnos…

Miguel y yo cruzamos miradas y, como si fuera telepatía, entendí a quién se refería.

-Marcos.

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Bueno, pues hasta aquí llega este cuarto capítulo. ¿Qué os ha parecido? No creo que vuelva a hacer uso de Luis, ya que simplemente quería que Miguel y Jaime hicieran algo más antes del trío con Marcos, y me pareció buena idea incluir al primo de Miguel. Sea lo que sea, espero vuestras sugerencias, comentarios y valoraciones. ¡Gracias!