Masaje de placer III: Corrida triple en la camilla

Marcos, Miguel y yo nos chupamos las pollas en la sala de masajes y... acaba en un éxtasis sin igual

Estuvimos al menos un minuto en silencio, sin decir una sola palabra. Miguel estaba claramente avergonzado por el beso, y mi mente estaba tremendamente confundida. Distintos pensamientos se me pasaban por la cabeza. ¿Por qué había hecho eso Miguel? ¿Acaso era gay? No, a él le mola Laura… ¿Bisexual? Quizá. Tal vez simplemente le ha salido darme un beso, por curiosidad, pero no le ha gustado. ¿Y yo? ¿Por qué no me había apartado? ¿Había sido por la calentura del momento? ¿Me había gustado? Sí, definitivamente aquel beso me había encantado. Pero Miguel era mi amigo, y yo no soy gay. O eso creo, claro. Se me pone dura cuando veo un vídeo porno lésbico y siempre me fijo en las tetas y los culos de mis compañeras. Pero, ¿es eso suficiente para considerarme heterosexual? Realmente el beso había provocado buenas sensaciones en mi estómago, y chuparle la polla a Miguel había resultado ser inesperadamente agradable. Entonces, ¿soy bisexual? Aún no lo sé. Lo que sí sé es lo que pasó a continuación.

Cogí mi bolsa de gimnasia y mi mochila del instituto y me marché casi en silencia. Apenas un “hasta mañana” salió de mis labios, esos mismos que se habían besado con los de mi amigo, mientras este escuchaba desde su habitación, tumbado en su cama. Llegué a casa y, como siempre, vacié la bolsa de gimnasia para lavar las cosas sucias. Fue entonces cuando lo vi: un trozo de papel sobresalía de uno de los bolsillos de la bolsa. Lo cogí y lo leí.

-Mañana a la misma hora. Háblame al Whatsapp.

Estaba firmado con una M, claramente de Marcos, y lo acompañaba un número de móvil. En aquel momento, con las dudas rondándome la cabeza, hice una bola con la nota y la tiré a la papelera de mi habitación. Aquello que había hecho había sido fruto de mis hormonas, y no se podía volver a repetir. Decidí, por tanto, no hacer caso a la nota de Marcos.

El jueves volví a tener entrenamiento y tocaba, de nuevo, sesión de masaje. Apenas hablé con Miguel aquel día. Ambos sentíamos vergüenza y arrepentimiento por lo ocurrido dos días antes. El resto de compañeros se dieron cuenta de que pasaba algo y nos preguntaron, pero al final no nos sonsacaron nada. Supongo que se cansarían de las mentiras absurdas que nos inventamos. Así como estaba arrepentido por lo que pasó con Miguel, estaba resentido con Marcos y su masaje; si él hubiera sido profesional y se hubiera limitado a darme un masaje normal, no habría sucedido aquello. De modo que, enfadado por ello, decidí saltarme la sesión de masaje. En su lugar, fui directamente a casa.

En aquel momento no lo pensé, pero mi padre ya había llegado del trabajo. Mi madre, en cambio, estaba aún currando y tardaría en llegar.

-Buenas tardes -saludé, alicaído.

-Hola, hijo -contestó mi padre con un periódico en la mano-. Qué pronto llegas hoy. ¿Y el masaje?

-Hoy no hemos tenido -dije, sin sonar muy convincente-. Se… se ha puesto malo Ramón, así que uno de nosotros se ha quedado sin masaje.

Aquello, por supuesto, no había conseguido engañar a mi padre, que me miraba como si fuera imbécil.

-Mmm… Ya -respondió, volviendo a leer el periódico. Unos segundos más tarde, añadió-. Puedo ser despistado, pero de ahí a que me tomes por un inútil… Me decepcionas, hijo.

Tiré la mochila a un lado, me senté en el sofá y suspiré.

-No entiendo nada -comencé-. No me entiendo a mí mismo, creo… -mi padre hacía como que leía el periódico, pero estaba escuchando atentamente-. ¿Cuándo fue tu primera…? La primera vez que viste un vídeo… ya sabes. ¿Cuándo fue?

Mi padre alzó la cabeza, dubitativo.

-En aquella época, no había vídeos. Nos teníamos que conformar con unas tetas de papel y sin movimiento. A aquello sí que había que echarle imaginación, ¡jajaja!

-Antes de ayer -continué, nervioso-, en casa de Miguel, estuvimos haciendo eso…

-¿Viendo un vídeo… porno?

-Sí -contesté de inmediato, como si aquello fuera a quitarle importancia-. Pero es que… bueno, no fue lo único que hicimos.

Mi padre me miró de reojo, extrañado. Entonces lo comprendió.

-¿Os la hicisteis el uno al otro? Joder, ¡qué suerte! Hoy en día los chavales sois muy abiertos. Eso está muy bien; os da experiencia y así experimentáis -como yo no respondía, dedujo el resto-. Disteis un paso más, ¿verdad? -asentí, avergonzado-. Bueno, está bien probar. Y qué, ¿te gustó?

Sonreí. Lo hice porque sabía que, dijera lo que dijera, mi padre no me iba a juzgar por ello y me iba a apoyar como siempre lo había hecho.

-Ese es el problema; que no lo sé. O sea, claro que me gustó que Miguel… Bueno, eso, que me la chupara… Pero cuando lo hice yo fue raro. Era una mezcla entre gusto y asco.

-Supongo que es normal la primera vez que lo pruebas. Pero creo que, si te gustó, no hay nada de malo en repetirlo, ¿no crees?

Miré hacia el techo. Cerré los ojos y, unos segundos después, me levanté del sofá, cogí la mochila y me fui a mi cuarto.

-Gracias, papá -dije mientras entraba en mi habitación.

Aquella corta conversación me había servido para olvidarme de ese arrepentimiento y sentimiento de culpa que se había apoderado de mí. Definitivamente, no estaba seguro de si era gay, pero lo que tenía claro era que me apetecía repetir la experiencia. Acto seguido, escribí un mensaje a Marcos.

“El lunes, a las 16:00. Iré con Miguel”.

Momentos después, apareció el doble click azul.

“Sala 3. Estaremos solos”.

Tras esto, y con algunas dudas, le envié un mensaje a Miguel citándolo para el lunes a las 16:00 en la entrada del polideportivo. Él no preguntó: simplemente respondió con un emoticono de un pulgar hacia arriba.

Tuve que esperar casi una semana con las ganas de volver a repetir aquella situación que tanto placer me había causado. Intenté no pajearme esos días, pero mis hormonas me lo impidieron. De todos modos, llegó el lunes y mi polla estallaba de emoción, literalmente. Gotas de precum asomaban por mi glande incluso antes de entrar a la sala de masajes. Me encontré en la puerta del polideportivo con Miguel y nos saludamos tímidamente. Me acerqué a él, dispuesto a arreglar las cosas a mi manera.

-Espera… -dije en voz baja-. Si quieres me puedes guardar un poco de esto -añadí, tocándole el rabo.

Me miró y, por un momento, sonrió.

-Menos mal, tío -contestó, más relajado-. Pensaba que lo del otro día no te había molado y había jodido nuestra amistad, bro. Pero yo te puedo dar de esto cuando tú me lo pidas.

-Pues ahora tenemos masaje. Así que es hora de disfrutar.

Dicho esto, fuimos a la sala 3. Entramos, de nuevo juntos, y empezamos a desvestirnos. Le conté acerca de la nota de Marcos y se emocionó. Fue entonces cuando entró este.

-Buenas tardes -saludó, tranquilo-. Parece que por fin te atreviste a contestar. Ya pensaba que lo del otro día había sido algo fugaz e irrepetible.

-Me pilló por sorpresa -respondí, honesto-. Pero ya estoy más seguro de lo que hice.

Marcos nos invitó a tumbarnos en las camillas.

-Tenemos media hora. A las 16:30 viene mi padre junto al resto de trabajadores.

-Lo tiene todo pensado, el tío -comentó Miguel, sentado en la otra camilla-. Por cierto, ¿Tú cuántos años tienes?

-Dos más que vosotros, aunque los cumplí hace poco. Por eso he empezado las prácticas ahora. De todos modos, no quiero que nos pillen, así que, aunque intentaré daros placer a ambos, de momento empezaré contigo -dijo, mirándome.

Sus palabras, por sí solas, hicieron que mi polla diera un respingo. Me coloqué boca arriba. Marcos se untó las manos en aceite y comenzó el masaje. Al igual que el otro día, comenzó por los pies y fue subiendo lentamente. Sus dedos aprisionaban mis músculos y mi mente, imaginándose lo que ocurriría a continuación, causaba incluso dolor en mi cabeza. Los dedos de Marcos se aproximaban cada vez más hacia mi pene. Reptaban incansables por mis muslos, alcanzando el pubis, hasta que al fin chocaron con mi miembro, ya preparado para la acción.

Miguel observaba desde su camilla sin quitar ojo. Se había desnudado, pero una toalla lo cubría desde el abdomen hasta las rodillas. Su mano se ocultaba bajo esta y sus movimientos lo delataban: se estaba tocando la polla bajo la toalla.

Yo, por mi parte, intentaba respirar con tranquilidad, pero las manos de Marcos, ahora palpando mi rabo, lo dificultaban. El roce de sus dedos alrededor de mi miembro, sumado al masaje que me daba en los huevos al mismo tiempo, provocaba que mi respiración se agitara. Bajó mi prepucio y descubrió así el glande, que embadurnó de aceite enseguida con sus manos.

-¡Ahh! -no pude evitar soltar un gemido de sorpresa al sentir sus dedos sobre mi glande.

-Tranquilo, que esto acaba de empezar.

Ver a Marcos tan dominante sobre mí me daba morbo. Una parte de mí tenía miedo por lo que pudiera pasar, pero la otra parte pedía a gritos dejarse hacer por Marcos. Mis piernas temblaban y, casi por acto reflejo, las abrí un poco, dejando acceso a mi culo. Marcos sonrió. Aún con una mano rodeando mi polla, con la otra alzó mis piernas para dejar mi culo completamente al descubierto.

-Uff, ni un pelo… Qué gozada.

Su dedo índice acariciaba mi ano, pasando una y otra vez por mi agujero, aunque sin llegar a perforarlo. Miré a Miguel, que se había deshecho de la toalla y mostraba su rabo, orgulloso, mientras se pajeaba pausadamente.

Marcos se acercó a mi ano, le dio un lametazo y subió hasta mi polla. Se la metió en la boca lentamente, como intentando hacerme sufrir, mientras su dedo aún rondaba mi agujero. Mi polla cada vez daba más respingos, y mi mente ya no podía más.

-Por favor, hazlo ya -dije, casi suplicando.

Marcos no me hizo esperar más y se metió mi rabo a la boca. Solté un leve gemido y mis manos se posaron en la cabeza de Marcos, que chupaba mi pene a un ritmo tranquilo. En uno de sus lametones, sentí su dedo penetrando mi ano. No sentí nada de dolor; al contrario, fue un alivio. Suspiré al notar el dedo de Marcos en mi interior al tiempo que me comía la polla. Era una sensación diferente a todo lo que había sentido hasta entonces. Miré a Miguel, pidiéndole con mis ojos que se acercara a mí. Lo hizo de inmediato y su rabo, ya tieso y lleno de gotitas de precum, apuntó directo a mi boca.

Al contrario que Marcos, yo no pude reprimir las ganas de comerle la polla a mi amigo y, ansioso, me lancé a por ella. Con mi mano derecha empujaba la cabeza de Marcos hacia mi pene mientras que con la izquierda tocaba el culo de Miguel, acercándolo todo lo posible hacia mí para que su polla llenara del todo mi boca.

De modo que ahí estábamos. Yo, tumbado en la camilla con las piernas flexionadas hacia arriba, comiéndole el rabo a Miguel mientras Marcos me chupaba la polla y me perforaba el culo con su dedo. Dedo que empezó a tener compañía y, en lugar de uno, pasaron a ser dos y, por último, tres. Fue el tercero el que me provocó más dolor, pero también más placer.

Tras varios minutos así, Marcos decidió cambiar.

-¿Me toca a mí? -preguntó Miguel, ansioso.

-Podría decirse. Túmbate en la camilla.

Miguel obedeció. Acto seguido, Marcos me pidió ponerme sobre mi amigo, haciendo un 69. Con la diferencia de que, aunque yo sí se la iba a chupar a Miguel, este se la comería a Marcos mientras él me comía el culo a mí. Fue una posición incómoda para mí, ya que no tenía muy buen apoyo, pero placenteramente hablando fue la ostia. Sentir la lengua de Marcos mientras le comía el cipote a Miguel fue increíble. Además, por fin pudimos ver el rabo de Marcos: casi 17 cm completamente rectos e impregnados de precum que Miguel lamió como un desesperado.

La lengua de Marcos, gracias a su trabajo con los dedos, podía entrar tímidamente en mi agujero, provocándome gemidos constantes que eran ahogados por el cipote de mi amigo. Además, el cabrón de Miguel usaba sus manos para empujar con fuerza mi cabeza, haciendo que me resultara difícil no ahogarme. También lamía sus huevos cuando podía y, casi imitando a Marcos, traté de alcanzar el ano de Miguel con mi lengua. Sorprendentemente, este se dejó y, por un momento, logré darle un lametón a su culo.

Mientras tanto, Miguel le comía la polla a Marcos. Sin embargo, su gran tamaño impedía que le entrara entera: si con la mía había sufrido, con la de Marcos lo estaba pasando realmente mal, aunque en verdad disfrutaba de lo lindo con tremendo cipote en la boca.

El rabo de Miguel cada vez palpitaba más, y sus gemidos, ahogados por la polla de Marcos eran cada vez más audibles.

-Hhmm… ¡Hhhmmm!

Fue en uno de esos gemidos cuando sentí, como su de un regalo se tratara, el líquido caliente de Miguel sobre mi lengua. Tragué sin dudar mientras seguía chupando la polla de mi amigo, que palpitaba sin parar. Fueron tres los trallazos que recibí en la garganta. Seguidamente escuché a Marcos gemir varias veces, señal de que se estaba corriendo sobre la boca de Miguel, Aunque no veía la escena, solo escucharla fue demasiado para mí y, aún con la lengua de Marcos en mi ano, no pude evitar correrme sobre el pecho de Miguel, que aún mamaba el rabo de Miguel. Marcos me posó con suavidad sobre Miguel, que rebuscó con su lengua en mi rabo los restos de mi corrida. Me incorporé y, agarrando el rabo de Marcos, me agaché para darle un beso a Miguel.

-Te dije que la próxima vez te compensaría tragándome tu lefa.

-Esto no ha terminado -contestó él-. El próximo día haremos un trío como Dios manda: con penetración incluida.

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Aquí acaba la tercera parte de la saga. ¡Espero que os haya gustado! Espero vuestros comentarios y sugerencias. ¡Un saludo!