Masaje de placer II: Mi amigo me la chupa
Después de la sesión de masaje, Miguel y yo vamos a su casa a jugar. Sin embargo, el calentón del momento hace que una cosa lleve a la otra y acabamos los dos con la polla del otro en la boca.
Buenas, aquí os dejo la segunda entrega de la serie. ¡Espero que la disfrutéis!
_____________________________________________________________________
Recuerdo el rostro de Marcos mientras me masajeaba. Su sonrisa pícara, sus manos atrevidas casi rozando mis partes, su cuerpo muy pegado al mío, su paquete casi sobre mi cabeza cuando me masajeaba los hombros. Lo recuerdo a la perfección cada noche, y aunque aún no lo he hecho, me temo que acabaré haciéndome alguna paja recordando esa escena. De hecho, tuve la polla dura toda la sesión.
Cuando terminó el masaje, fuimos a casa de Miguel. Ya es una costumbre que hemos adquirido y que me encanta, ya que es nuestro momento de charla y disfrute. Solemos jugar a la Play, ver algún anime y hablar, aunque las dos o tres últimas veces hemos visto algún vídeo porno y hasta nos hemos hecho alguna paja, aunque cubriéndonos un poco. Cosa que, en realidad, es algo absurda, ya que nos vemos el rabo en los vestuarios. Pero bueno, supongo que es otro rollo diferente y nos da palo por eso.
Total, que cuando llegamos a su casa su madre justo se iba. Tenía que ir a recoger al padre de Miguel, que salía del trabajo, por lo que nos tuvo que dejar solos, ya que la hermana de mi amigo estaba en el entrenamiento de fútbol. Ella, al igual que su hermano, es muy guapa, morena y con ojos marrones. Fue escuchar la puerta de casa cerrándose y Miguel me miró aguantándose la risa.
-Bro, ¿qué coño ha sido eso? -preguntó mientras nos dirigíamos a su habitación.
-No lo sé, tío. No he podido evitar empalmarme. De verdad, no sabes el masaje que me ha dado. Y cuando me he querido dar cuenta, ya tenía su mano en mi paquete, rozando mis huevos.
-Tú, pero que le has pedido que siguiera. ¿Te molan los pavos?
-¡Qué va! Es solo que… Joder, yo qué sé. Estaba cachondo, con una mano casi en mis pelotas y soltando ya precum. ¿Qué querías que hiciera?
-No sé, tío, decirle que parara desde el primer momento. Que oye, si a ti te mola, yo no tengo ningún problema. Pero es que ha sido raro. ¿Y qué edad tiene ese chaval? ¿15, 16 años?
-Ni idea, macho. Joder, lo peor es que sigo to caliente…
Miguel sonrió.
-Eso tiene fácil arreglo -encendió su ordenador, lo conectó a la televisión y buscó una página porno. Dudó antes de continuar-. ¿Quieres que ponga porno gay?
Noté su tono burlesco, por lo que expiré, negando con la cabeza.
-Eres imbécil. Pon un puto vídeo ya, ostia, que lo necesito.
Buscó un poco y escogió por fin un vídeo. Un trío en el que dos chavales se follaban a una jovencita. El tipo de vídeos que habíamos puesto las semanas anteriores. Enseguida introduje mi mano derecha en mi pantalón y comencé a masturbarme lentamente. Miguel me imitó y nos pusimos manos a la obra. Sin embargo, yo estaba prestando más atención a mi amigo que al vídeo en sí. Me estaba entrando curiosidad por saber su rutina de paja.
-Bro -dije, mirando a Miguel-. ¿Tú desde cuándo te pajeas?
-No sé, unos meses hará. Fue con un vecino que me saca dos años. Estábamos en su casa y puso un vídeo, se bajó los pantalones y se puso a darle a la zambomba.
-Ostia, ¿y no le dio palo?
-Qué va, tío. Me dijo que me los bajara yo también, así que eso hice. Y empezamos a pajearnos.
Aquello me sirvió de excusa para hacerle la petición que estaba deseando.
-Bro… ¿Y si hacemos eso? Es más cómodo pajearse con los pantalones hasta los tobillos, la verdad.
Y así puedo ver esa polla siendo masturbada en primera persona, pensé. A Miguel no parecía importarle, pero puso una condición; que yo me desnudara primero. Así que eso hice. Con algo de miedo y nervioso de cojones, casi temblando, me bajé los pantalones hasta abajo, acompañados de los calzones. Mi rabo dio un respingo y Miguel quedó asombrado.
-Joder, ¡menuda polla, capullo! Creo que nunca te la había visto empalmada, ahora que lo pienso.
-Pues… ya ves… Jajaja -intenté disimular mis nervios.
-¿Cuánto mide? Es más larga que la mía, fijo.
-Creo que 15cm, más o menos -en realidad no lo creía; estaba seguro de ello, ya que lo había comprobado en más de una ocasión, y siempre me alegraba cuando veía que crecía, por poco que fuera.
-Yo también quiero tener pelos, que casi no tengo -se lamentaba Miguel.
Es verdad que, a diferencia de la suya, mi polla estaba rodeada por una pequeña mata de pelos. No era nada abundante, pero sí que se notaba que empezaban a crecer cada vez más.
-Venga, es tu turno -insistí, tratando de ocultar mis ganas.
Miguel no dudó un instante y enseguida me mostró su pene; su precioso y perfecto pene. Una escueta vara de unos 12 o 13cm, completamente recta y que no apuntaba del todo hacia el techo, si no que quedaba a medio camino. Creo que me quedé embobado viéndola, pues Miguel se burló de mí.
-Jajaja, joder, tío, parece que te mola y todo. Si quieres puedes tocar, ¿eh? Pero ya sabes, sin mariconadas.
Sorprendentemente, aquella invitación resultó muy tentadora para mí. Podía tocar mi primer rabo en la vida, y deseaba hacerlo. Pero no podía darle ese gusto a Miguel. No todavía.
-Qué va, tío, no te flipes. Lo que pasa es que esa polla necesita tanto que alguien la toque que me estaba llamando a gritos. Jajajaja.
Miguel también se rio, pero en su cara pude observar una especie de decepción. ¿De verdad quería que se la tocara? Debía ponerle a prueba.
-Venga, va, si tú me la tocas a mí -sugerí, ya más atrevido-, yo te la tocaré a ti.
Miguel vaciló. La idea de tocar un pene ajeno probablemente no se le había pasado nunca por la cabeza. Pero, al final, mi amigo y compañero de equipo es, tal y como ya os he dicho, un salido total. Eso, sumado a que el vídeo porno seguía reproduciéndose y se escuchaban fuertes gemidos, provocó que Miguel accediera.
-E-Está bien. Pero que no salga de aquí, bro .me miró con cara de cordero degollado. “Ni que yo quisiera que esto se sepa”, pensé, así que asentí-. Vale, voy…
Su mano temblaba. Todo su cuerpo, realmente, tiritaba al compás del mío. Estábamos ambos nerviosos de cojones, pero los dos queríamos hacerlo. Creo que, si no hubiera sido así, Miguel nunca habría hecho lo que hicimos después.
Se alejó un poco de mí, como si así estuviera más protegido de lo que iba a hacer. Levantó el brazo derecho mientras que su mano izquierda se posaba en su propio pene. Acercó su mano derecha a mi polla y…
-Sin mariconadas -dijo, mirando mi rabo.
Rodeó mi verga con sus cinco dedos. Di un pequeño respingo. Aquello se sintió demasiado bien. Si una mano hacía que mi rabo se excitara tanto, ¿qué podía conseguir una boca? ¿Y un culo o un coño? La sola idea de imaginarlo hizo que soltara un pequeño gemido.
-Bro, ni se te ocurra correrte.
-T-Tranquilo -contesté-. Es solo que… Bueno, nunca me la había tocado otra persona que no fuera yo. Tu mano es la primera amiga de mi pene -añadí, tratando de aliviar tensiones. Miguel sonrió.
Para mi sorpresa, masturbó mi rabo unos segundos. Arriba y abajo, haciendo que mi glande saliera de su escondrijo, e incluso lo tocó con su dedo pulgar.
-Es… Es raro -dijo, ya más tranquilo. Soltó mi pene-. Va, te… te toca…
Casi no se atrevía a pronunciar las palabras, fruto de que haría cualquier cosa para que le tocara ese pene de preadolescente. Así que se me ocurrió algo.
-Vale. Pero luego me la tienes que chupar -puso cara de asco y se alejó, así que intenté arreglarlo lo antes posible-. No tiene que ser una mamada como tal. Con un par de lametones es suficiente -seguía dubitativo, así que fui con todo-. Venga, y lo hago yo también.
Aquello cambió su expresión por completo. Pensó unos segundos.
-Bueno, pero la chupas tú primero.
“Perfecto”, pensé. “Así puedo darle una buena mamada y, con suerte, me la devolverá”. Asentí. Miguel se acercó a su cama. El vídeo porno seguía sonando, y en él la chica le comía la polla a uno de los tíos mientras el otro se la follaba. No pude evitar imaginarme a mí mismo siendo esa chica.
Miguel se había sentado en su cama con las piernas abiertas, lo que me dejaba un acceso perfecto a su pequeño mástil. Bueno, pensaba que era pequeño hasta que lo tuve delante de mis narices. Respiré hondo y, por primera vez en mi vida, aspiré el olor de una buena polla. Era un olor característico que, lejos de asquearme, me gustó mucho. Tanto que di otra bocanada de aire solo para saborearlo.
Mi amigo me miraba, muy nervioso. Era, no solo la primera vez que le tocarían el rabo, sino también la primera mamada que recibía. Joder, hasta yo estoy nervioso mientras escribo esto. Alcé mi mano derecha y, con algo de dudas, la apoyé sobre la base del pene de mi amigo, rodeando ese tronco ancho para su edad. Instintivamente acaricié su pubis, notando los pocos pelos que, efectivamente, le habían empezado a salir hacía apenas unos pocos meses. Con mi mano izquierda le toqué los huevos y los masajeé con delicadeza. Miguel no pudo evitarlo y se tumbó.
-Aaaahhhhhh, joder, hazlo ya… -decía, rogando por la mamada.
-Es… Es difícil -respondí, intentando hacerme el duro. Pero lo cierto es que quería saber qué se sentía al tener una polla en la boca.
Lentamente acerqué mi boca al rabo de Miguel. Vi cómo este alzaba la cabeza para ver la escena, y mis ojos inmediatamente se dirigieron a los suyos. Joder, su cara de placer; esa cara, tan dulce e inocente, mordiéndose un labio mientras sus ojos pedían una mamada que se hacía de rogar. No pude hacerle sufrir más y, casi sin darme cuenta, abrí la boca y me introduje ese rabo hasta el fondo.
Como era de esperar, su glande no alcanzó mi garganta, pero sí mi campanilla.
-¡Ahh! -gemía Miguel-. D-Dios… ¡Ooh!
Mi lengua era inexperta, pero mi instinto me pedía moverla, acariciando el glande de mi amigo con ella. A cada lametazo, Miguel se retorcía un poco más. Acompañé los movimientos de la lengua con mi cabeza, subiendo y bajándola lentamente. Tras unos segundos, noté las manos de Miguel presionando mi cabeza contra su abdomen, para que me tragara su polla entera, y eso hice. Enterré aquel mástil en mi boca y permanecí así varios segundos, moviendo mi lengua en círculos.
-¡Ohhh! ¡Hmm…!
Los gemidos de Miguel se hacían cada vez más intensos. Debía parar o haría que se corriera en mi boca, dejándome sin la mamada que había pedido. De modo que, para la sorpresa de Miguel, me saqué su rabo de la boca. Acerqué mi boca a la suya, casi rozando mis labios con los suyos, y le susurré al oído.
-Es tu turno.
Miguel cerró los ojos, no sé si de decepción o de alegría. Me tumbé junto a él, abriendo las piernas como había hecho él. Permaneció junto a mí unos segundos hasta que, de pronto, su mano tocó mi piel. Bajaba lentamente por mi pecho. Cosquilleaba mis abdominales y acariciaba mi pubis hasta que, por fin, alcanzó mi rabo. De nuevo, lo masturbó unos segundos.
-Venga, bro, chúpamela.
Aquella instrucción me salió del alma. Quería que mi amigo me comiera la polla y mis labios habían traducido ese deseo. Miguel se incorporó, pero permaneció a mi lado. Acercó su cabeza a mi verga y, al igual que había hecho yo, respiró el perfume de mi pene. Entonces, comentó.
-S-sé que había dicho unos lametones, pero después de lo que has hecho tú… Creo que te debo lo que voy a hacer.
Inmediatamente agarró mi polla con firmeza y se la introdujo en la boca. Uff, si el sentir su mano en mi rabo había sido asombroso, esa mamada fue jodidamente increíble. Sentía sus labios rodeando mi verga, su lengua lamiendo mi glande y su mano izquierda acariciando mis huevos mientras con su mano derecha se pajeaba.
-Oh… Qué gustazo, tío -solté-. Ojalá hubiera descubierto esto mucho antes.
Noté que Miguel se rio por un instante. Realmente le estaba gustando comerme la polla, y eso me ponía a mil. Tanto que, casi como un acto reflejo, con mi mano izquierda aprisioné el pene de mi amigo y me dispuse a pajearlo yo mismo. Ya que él me estaba haciendo una mamada, qué menos que darle placer yo a él también, aunque fuera a menor escala.
-Hmm… Miguel, esto es lo mejor que he hecho en la vida -decía mientras veía la cabeza de mi amigo subir y bajar.
De vez en cuando se detenía para coger aire y aprovechaba para comerme los huevos, lo que me dio un placer inesperado. Su lengua, además, recorría el surco que iba hacia mi ano, y eso me produjo más placer del que yo pensaba. Sin embargo, Miguel no se detuvo mucho en ello, sino que volvió a la carga a por mi mástil. Lo lamía y relamía con ansias, y ver cómo me la chupaba hizo que mis manos se posaran sobre su cabeza y apretara hasta el fondo. Mi polla chocó contra su garganta y no pudo evitar toser.
-Bro, cuidado, que es muy grande para mí.
-Perdón -dije con timidez-. Es que lo haces muy bien. Me voy a correr si sigues así.
Miguel dudó, pero finalmente continuó con lo que estaba haciendo. Comenzó a acompañar la mamada con una paja mientras yo seguía masturbándolo a él.
-Ahh, venga, sigue chupando… Oh, síí… ¡Ahh! Hhmmm…
Ya no podía aguantar más. Sentía que mi polla iba a estallar, así que avisé a Miguel para que se apartara. Sin embargo, mi mano derecha no obedeció a mi mente, sino que aprisionó la cabeza de mi amigo contra mi pubis, haciendo que los tres chorros de semen que salieron de mi rabo fueran a parar directamente a la garganta de mi amigo, que comenzó a toser sin parar. Sin embargo, no sacó la cabeza, sino que dejó de hacer fuerza, dejándome hacer. Fue entonces cuando noté un caliente y espeso líquido en mi mano izquierda, que aún estaba pajeando a Miguel. Lentamente retiré mi mano y Miguel se sacó mi polla de la boca.
-Jo…der -pude decir, atónito-. Ha sido… ha sido espectacular.
-Tío -se quejaba Miguel, aún tosiendo-. Te has emocionado demasiado. Casi me ahogas…
-Perdón, bro -realmente me sentía mal por mi amigo, así que quise arreglarlo-. Te lo compensaré. La próxima vez, dejaré que te corras tú en mi boca. Y así quedamos en paz, ¿te parece?
Miguel me miró a los ojos. Acercó su mano a mi rostro y, sutilmente, me besó en los labios.
-Supongo… que eso es un sí -dije, entre confundido y emocionado.
__________________________________________________________________
Hasta aquí el capítulo. ¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado tanto como a mí escribirlo. Estad atentos a más próximamente. Espero y agradezco vuestros comentarios.