Mas vale tarde que nunca

lo cierto es que mi hijastro –qué mal suena esa palabra- en ocasiones me observaba, y yo estaba convencida de que en ocasiones provocaba roces “casuales” con mi cuerpo. Me gustaba tanto sentir el roce ocasional de sus dedos en mi trasero... yo estaba casi segura de que le gustaba, pero y si sólo fueran imaginaciones mías...

Desde hace unos meses venia notando a mi hijastro un poco raro, en principio lo atribuí a la reciente muerte de mi marido, pero tras observarlo sospeché que el problema iba más allá. Figuraciones mías, pensé. El caso es que, fruto de mis observaciones hacia su comportamiento, no dejaba de pensar en él, y no como el hijo de mi difunto esposo, sino como un hombre que tal vez pudiera sentir una atracción física hacia mi, porque a pesar de mis años (ya paso de los setenta) debo decir que me conservo bastante bien para mi edad; lo cierto es que mi hijastro –qué mal suena esa palabra- en ocasiones me observaba, y yo estaba convencida de que en ocasiones provocaba roces “casuales” con mi cuerpo. Me gustaba tanto sentir el roce ocasional de sus dedos en mi trasero... yo estaba casi segura de que le gustaba, pero y si sólo fueran imaginaciones mías... por ejemplo, cuando yo estaba en la fregadera y él se pegaba a mí por detrás como queriendo coger un vaso, en más de una ocasión pude sentir su miembro tan pegado a mis nalgas que tenía que buscar una excusa para separarme de él, para luego arrepentirme de no haber hecho algo, pero qué podía yo hacer, tenía tanto miedo de que todo esto fuera sólo un producto de mi calenturienta imaginación...

Yo nunca había tenido un orgasmo, había oído hablar de ello a algunas de mis amigas, aunque la mayoría creían, como yo, que eso del orgasmo es cosa de hombres, que nos montan y nos usan para su placer. Sin embargo, lo que sentía cuando estaba cerca de mi hijastro era algo tan poderoso, me provocaba tal desazón, que me dije a mí misma que, tal vez, con él podría descubrir lo que era gozar de verdad. En cualquier caso, todos estos pensamientos amenazaban con volverme loca, creo que aún no sé a ciencia cierta cómo saqué fuerzas para hacer frente a aquel solitario tormento, pero ahora al fin puedo contar cómo me convencí a mí misma de la necesidad de SABER, para bien o para mal, si él me deseaba tanto como yo lo necesitaba, puedo contar

LO QUE OCURRIO TRAS MI DECISION

Una tarde, decidí coger el toro por los cuernos y pensé que debía provocarle para ver cómo respondía, confiando en que, o bien escaparía de mí con alguna excusa, o bien ... bueno, ni siquiera me atrevía a pensar en ello. Una noche en que sabía que él vendría a cenar después del trabajo, decidí esperarle en el sofá viendo la tele recostada de un modo diferente de lo normal. Para ello me puse una faldita corta, una blusa blanca y unas braguitas muy pequeñas que apenas podían envolver mis nalgas, así como unas medias negras que me llegaban justo por encima de la rodilla.

Cuando llegó me saludó y se me quedó mirando. Yo, con cierta malicia, tenía desabrochados los botones justos de mi camisa para que pudiese adivinar mis pechos que, aunque son pequeños, tienen una consistencia envidiable para mi edad. Noté cómo me miraba el pecho y las piernas (aunque no he dicho nada de ellas, sé que son una de mis mejores armas, largas y esbeltas), y al pronto observé que su excitación iba en aumento. Se sentó a mi lado en el sofá y seguimos viendo la tele. Yo estaba nerviosa, pero decidida a seguir adelante con mi plan.

El me desnudaba con su mirada muy disimuladamente y en una de estas le pregunté que si no le gustaba ninguna chica, a lo cual el me respondió que le gustaban muchas pero que ya llevaba mucho tiempo sin salir con ninguna. Yo, para entrar en materia le dije que lo sentía por él, porque a su edad (hace tiempo que cumplió los 40) debería de estar en mejor compañía que la de una vieja como yo, y aunque de primeras se calló, este comentario mío aún le povocó mas excitación, a juzgar por el bulto de su pantalón. Yo estaba nerviosa, pensando que me había pasado de rosca y que en cualquier momento se iba a levantar camino del baño, así que rápidamente, sin pensarlo un instante, le pregunté si me podía dar un masaje cervical porque tenía molestias, a lo que me dijo que sí. Me tumbé boca abajo en el sofá y él se sentó en una esquina y comenzó a darme masajes. Al poco rato me dijo que el cuello de la camisa le molestaba para deslizar los dedos y si me la podía quitar. Yo me la quité, quedándome con el sujetador, y siguió dándome masajes, primero por el cuello y luego fue bajando por la espalda hasta llegar a la tira de mi sujetador. Sin decirme nada, me la desabrochó y siguió dando el masaje. Yo no le dije nada y cuando terminó me dijo que si me sentía mejor, a lo que yo le respondí que si y que muchas gracias por el masaje. Me incorporé, e intencionadamente dejé que el sujetador resbalara un poco, dejando al aire uno de mis pezones delante suyo.

El se quedó petrificado mirándome, y yo me abotoné la camisa procurando dejar a la vista una parte de mi areola, insinuando apenas el pezón; todo esto con gran disimulo, como si no hubiese pasado nada, aunque por dentro era un volcán ardiente, totalmente excitada por la emoción de tener al alcance de la mano lo que tanto tiempo llevaba esperando sin atreverme siquiera a pensarlo; ahora ya no había marcha atrás, el brillo de sus ojos me decía que estaba en el buen camino, podía conseguir que fuera totalmente mío. Pero aún tenía dudas. Seguimos viendo la tele y él se levantó y fue a beber un vaso de agua a la cocina. Por un momento sentí que el hechizo iba a romperse, pero cuando regresó noté con alivio y ansiedad que su paquete estaba de lo más abultado. Se sentó a mi lado y continuamos viendo el programa en silencio, y yo, decidida a continuar con mi plan, pensé en lo que tenía que decirle:

  • Vaya, vaya, ¿no me digas que te ha excitado darme masaje?.

Pero antes de poder abrir mis labios temblorosos, noté su mano pegándose a mi rodilla, como con descuido; yo me recosté contra el respaldo, deseando que su mano avanzara en su exploración, y él dijo:

  • Voy a tener que hacértelo más a menudo, ¿no te parece?

  • Si te soy sincera, estaba pensando eso mismo -le dije.

Estaba a punto de perder el control, yo no sabía qué iba a ser capaz de hacer o de decir si él no tomaba pronto la iniciativa, así que añadí:

  • A no ser que te estés intentando aprovechar de esta pobre vieja, ¿eh briboncete? Aunque al fin y al cabo eso sería un halago para mí, ¿no crees?.

El me respondió:

-  Perdona, lo siento mucho si te he ofendido.

Me di cuenta de que había dado un paso en falso, y no sabía cómo arreglarlo. Me maldije a mí misma por idiota, y me quedé sin saber qué decir, sólo balbuceé algo así como que no tenía importancia, mientras le cogía la mano. Afortunadamente, él no hizo nada por retirarla, y continuamos viendo la tele. Noté que su paquete, que se había desinflado un poquito tras mi estúpida observación, volvía a reanimarse. Aquello me dio ánimos: él tenía que seguir pensando en mis pechos o en mis piernas o en algo para seguir con tanta excitación, pero yo tenía miedo de volver a meter la pata. Seguiamos en silencio y yo ya estaba a punto de arrojar la toalla cuando me dijo:

  • ¿Puedo pedirte un favor?.

-  Sí, claro, díme.

  • Prmero prométeme que no te vas a enfadar conmigo si no te gusta.

  • Tienes mi palabra de que no voy a enfadarme, dime.

  • Me gustaría volver a darte masaje, pero esta vez de cuerpo entero, a no ser que pienses realmente que quiero aprovecharme de ti, mami.

Yo me quedé helada, no sabía como reaccionar, ahora sí podía recuperar la ocasión perdida, creo que fue su cara de deseo mientras me llamaba mami por primera vez lo que me hizo olvidar todas mis dudas y prejuicios, ya sólo pensaba en entregarme toda, en cuerpo y alma, me puse frente a él de pie y me quité la blusa y luego el sujetador. El se quedó atónito y, creo, algo colorado mirando mis pechos fijamente y yo sentía una rara sensación de que un hombre contemplase mi desnudo con tanta avidez. Le dije:

  • ¿Tanto te gustan?,

El asintió con la cabeza, mirándome sin perder detalle. La situación era de lo mas excitante, lo reconozco, y le pregunté, con  coquetería, si nunca había tocado ningún pecho, a lo que me respondió:

  • Ninguno tan deseable.

Por fin podía decirle qué era lo que yo verdaderamente deseaba, pero procuré mantener un tono neutro, como una maestra que enseña a un niño, era ridículo a estas alturas pero también excitante:

  • Llegados a este punto tan absurdo, si quieres, te dejo que me los toques, a ver si se te pasa tu calentura.

Se acercó y comenzó a acariciárme los pechos, lenta, muy lentamente, en cuanto me tocó los pezones se pusieron duros, y entonces él acercó su boca y me los mordisqueó, yo apenas pude reprimir un gemido, realmente me sentía humedecer por abajo, y me dejaba llevar. Estuvo asi como dos minutos, yo me sentía tan mojada que temí haberme orinado encima, cuando el me dio un beso en la mejilla y me dijo:

  • Gracias, cariño, eres un cielo, perdona si he hecho que te sientas violenta, pero te lo agradezco mucho.

Hizo ademán de retirarse, yo le pregunté adónde iba y él me miró sonriendo y me dijo que se iba al baño, que no podía más. Pero yo ya no podía reprimir mis ansias:

  • ¿Vas a hacer lo que yo creo? - y me respondió: - Lo siento, no puedo más.

Yo le dije que esperase un poco y que se sentase, que no me parecía mal, que lo entendía. A estas alturas, ya su bulto era inmenso, y yo tenía un enorme miedo de que él sólo quisiera aliviarse y toda mi fantasía se echara a perder. Las palabras salieron de mi boca sin pensarlas siquiera:

  • Mira, como todo esto que acaba de pasar fue una locura, si quieres, puedo aliviarte, ya que he sido la causante de que te pongas así.

  • ¿En serio?, ¿harías eso por mi?.

Yo volví a quitarme la blusa, hice que se recostara en el sofá y le dije que se bajase los pantalones y calzoncillos.

  • ¿No preferirías hacerlo tú misma?

Creo que me sonrojé, y él lo notó y se excitó aún más. Y todavía se excitó más cuando, sin decir nada, le desabroché el botón y le bajé la cremallera; entonces fui yo quien tuvo un sofoco, oh dios, cuando le bajé el elástico del slip, su pene, a punto de explotar, saltó hacia arriba como un resorte, libre ya de su cautiverio: era enorme, desde luego no lo había heredado de su padre, me moría de ganas de llevármelo a la boca, pero no sé cómo me contuve, y me limité a apretar su caliente y duro miembro con mi mano izquierda, mientras con la mano derecha apretaba sus duras pelotas, ¡al fin tenía mi trofeo! Continué con mi movimiento de vaivén, era increible aquella tranca, aún seguía creciendo, jamás había visto cosa igual, la rodeé con las dos manos y continué masturbándole mientras le miraba, sus ojos vueltos hacia el cielo me ponían a cien, yo sabía que le estaba haciendo gozar y necesitaba sentir sus caricias, él pareció leer mis pensamientos y comenzó a acariciarme la nuca y el rostro entre gemidos de placer, hasta que por fin se corrió, llenando mis pechos de su semen y contorsionándose como poseido por el placer que yo le  proporcionaba. Intenté exprimirle todo el semen que le quedaba. Se convulsionó bruscamente, y yo creía que iba a volverme loca de deseo. Pero no dije nada, fui al baño, me limpié y me vestí, y me puse a preparar la cena. Estaba muy violenta y él también, no decíamos ni palabra. Pensé que todo había acabado y me sentía insatisfecha y con más ansias que nunca aunque no me atrevía a reconocerlo. Cenamos tranquilamente y después de recoger la mesa, cepillarnos los dientes, etc, me dijo:

  • Gracias por todo, será mejor no volver a hablar de este tema, aunque me gustaría pedirte un último favor, poder darte un buen beso.

Yo ya no podía más, acerqué mi boca a la suya y le di un gran beso con lengua, no iba a dejarlo tan fácilmente. Mientras nos comíamos la boca el me recorrió todo mi culo y mis pechos con su mano por encima de la ropa y yo me abracé a él sintiéndome desfallecer. Prácticamente sin respiración, le dije:

  • Bueno hijo, a ver quien duerme esta noche.

El me respondió:

  • Déjame dormir contigo...

  • Pero hijo, no sé si eso estará bien... –dije sin ninguna convicción.

  • prometo no hacer nada mas de lo que hicimos ahora.

Yo no sabía qué decirle, pues por un lado me daba reparo, pero en el fondo no deseaba otra cosa, así que le dije que bueno, pero sin llegar a nada mas. El saltó corriendo del sofá y se fue a su habitación y yo a la mía. Me desnudé y me quedé solo con las braguitas. El regresó en calzoncillos, nos metimos en cama y nos quedamos un rato mirando con la vista perdida por la habitación.

Sólo tardé un rato en volverme hacia él, ya nada me importaba, nada que no fuera él y yo y lo que íba a ocurrir esa noche, no podía pensar en nada más, le pedí que me besara mientras acariciaba su lindo culito que tanto me gustaba. Comenzó a besarme mientras sus manos recorrían mis nalgas, mis muslos, mis pechos. Yo pasé mi mano de su culo a su miembro, lo sobé al principio poco a poco, y luego subía y bajaba mas rápido, mientras él metía su mano por dentro de mi braguita y me acariciaba suavemente. Yo nunca había sentido algo así, para mí el sexo siempre había sido sufrir los embates de mi marido, sólo había disfrutado algo parecido en una ocasión yo sola en la ducha. ¡Pero aquello! Metió un dedo en mi culito, y me lo masajeó suavemente, mientras que sus labios succionaban mi húmeda vulva y al momento ya su lengua hurgaba en mi clítoris con tal maestría que no tardé ni medio minuto en correrme, un largo e intenso orgasmo, ¡era verdad que existían!, mis alaridos provocaron que también él se corriera. Descansamos un rato y en cuanto se le volvió a poner dura volví a acariciarle, mientras él se comía mis pechos. En esto estábamos cuando me susurró al oído que le dejase quitarme del todo mi braguita, que quería saber lo que era estar dentro de mi. Yo le dije que no, que podíamos acariciarnos pero nada de penetración. El estaba muy caliente e insistía mientras me acariciaba el culo.

Yo ya no sabía como pararlo, aunque como ya habreis adivinado en el fondo sólo quería que él me desobodeciera, así que le propuse un trato que yo sabía que no iba a rechazar. Le dije que no iba a dejar que me penetrase porque era mi hijastro y me parecía pecado, pero que le haría una felación si él quería, como recompensa por haberme hecho sentir tan rico, a lo cual acedió encantado. Retire las sábanas y fui bajando poco a poco hacia su vientre, con la boca ligeramente entreabierta, rozando suavemente su torso desnudo con la punta de mi lengua, hasta encontrar su glande y metérmelo en la boca, mientras mi mano subía y bajaba por la base de aquella tranca, hasta que, casi sin darme cuenta, me la engullí hasta casi provocarme arcadas, que se confundían paradójicamente con el inmenso placer que me producía ver su expresión extática.

El estaba en la gloria mirando para arriba y dejándose hacer. Cuando intuí que se iba a correr paré y volví a subir, diciéndole:

  • Estás a punto y ésta es nuestra primera y ultima noche juntos, así que sóbame todo cuanto quieras y pongamos punto y final a esta locura.

El comenzó a manosearme cada centímetro de mis carnes y yo me derretía en sus manos, mientras el deseo seguía creciendo en mi interior. No quería que aquello acabara nunca. Lentamente volví a bajar mi boca a su pene y comencé a chupárselo con bastante intensidad, mientras él me agarraba la cabeza, me acariciaba las orejas, la nuca, las mejillas, y yo seguía engullendo aquel falo interminable, mientras él me decía toda clase de obscenidades junto con palabras de pasión en una mezcla que a mí me hacía enloquecer, hasta que de pronto sufrió una tremenda convulsión y sacó su miembro mientras se corría de nuevo entre rugidos de placer.

Una parte de su semen cayó en mi boca y otra la dejé deslizarse por mis pechos, recogiéndola con mis dedos y metiéndola en mi boca. mientras él me miraba perplejo en medio de sus sacudidas. Nos dejamos estar tumbados un buen rato en la cama y luego decidimos darnos una ducha juntos. Yo volvía a arder de deseo mientras nos enjabonábamos el uno al otro y, para cuando quise darme cuenta, aquél incansable pene se apretaba enhiesto contra mi cintura, era increíble, portentosa su capacidad de recuperación, y rápidamente volvió a intentar la penetración, a lo cual seguí negándome sin demasiado convencimiento.

  • Quiero correrme en tus carnes.-me repetía.

Le dije que como mucho dejaba que se rozase contra mi culo, cosa que hizo sin dudar, hasta que de pronto, sin avisar, me poseyó por detrás con fiereza. Aunque me había estado negando yo no deseaba otra cosa que sentir su enorme polla dentro de mí, pero como si fuera una niña mimosa, le dije, gimoteando, que era un chico malo, entonces él sacó su erecto miembro, me dio vuelta y, mirándome a los ojos me dijo:

  • Está bien, mi vida, ahora te voy a follar porque sé que es lo que tú más deseas, y yo también quiero vaciarme dentro de ti, sentir como te retuerces por el placer que te da mi polla mientras te hago mía, pero no voy a hacerlo hasta que me lo pidas a gritos

Y así fue, tuvieron que oírme en todo el barrio, le pedí a gritos que me poseyera, que no parara, que siguiera, que ojalá nunca acabara, y el me empaló de golpe toda su verga, mientras yo seguía gritando que me follara, no sé cuánto tiempo estuvo embistiéndome, jadeando y bramando, diciéndome que yo era suya y yo suplicándole más y más y más, hasta que me regaló con un interminable orgasmo que se multiplicaba por todo mi cuerpo, una descarga eléctrica tras otra me recorrían, mientras yo, como una loca, le gritaba cosas que no me atrevo a repetir aquí, pero que no me importa decírselas a él cada vez que me posee en nuestra cama, en la ducha, sobre la mesa de la cocina, en cualquier lugar en que él me lo pida, porque ahora mi hijastro es también mi amante, mi tesoro, mi dueño, el amor de mi vida, que a mis 72 años ha conseguido hacerme gozar como nunca lo hubiera imaginado. Y, aunque pueda parecer mentira, sé que él también goza conmigo como con ninguna otra mujer, la prueba es que no pasa una noche sin que sienta su miembro duro y abrasador en algun íntimo recoveco de mi ajado cuerpo, lástima que hayamos tardado tanto tiempo en darnos cuenta, pero más vale tarde que nunca..

Espero que esta historia verídica les haya gustado, ya que a mi me ha servido como desahogo en el anonimato, puesto que nunca se lo podría contar a nadie.