Mas vale tarde que nunca (2)

Un hombre descubre por casualidad un relato erótico escrito por su madrastra en TODORELATOS y, como un buen hijastro, hace que el relato cobre vida.

Cuando mi madrastra me dijo que iba a dar un curso de internet a sus 72 años me hizo mucha gracia. Pero lo que yo no me podía imaginar era que un par de meses después, un día en que, entre aburrido y caliente, hojeaba las páginas de TODORELATOS, iba a encontrarme con un esmerado ejercicio que, con el título de “Más vale tarde que nunca”, no podía ser otra cosa que el mundo de fantasías sexuales de mi madrastra para conmigo. Su lectura me dejó atónito, inmovilizado de estupor (a excepción de mi verga, que reaccionó de un modo fulgurante), pues mi madrastra era, en realidad, una mujer de otra época, de las de misa semanal, llena de prejuicios hacia todo lo que pudiera tener que ver con el sexo. ¿Cómo podía habérsele ocurrido algo así? Pasado el primer estupor, pensé con una sonrisa que aquello era un cúmulo de casualidades: alguien, en algún lugar del planeta, había escrito sobre una viuda de 72 años, que tras la reciente muerte de su esposo convivía con su hijastro de “cuarenta y tantos” (cumplo 45 en unos meses), el cual comenzaba a estar tan obsesionado con la fantasía de poseer a su madrastra como lo estaba la viuda del relato por que su hijastro la poseyera. Decidí olvidar el tema, pero pronto descubrí que esa “decisión” iba a ser un asunto complicado.

Al día siguiente de mi “descubrimiento”, solicitó mi ayuda para enviar un e-mail a una amiga del curso, me hacía gracia ver a aquellas setentonas hablando de la escuela, parecían rejuvenecer.. El caso es que tenía un problema con su servidor, obviamente no podría enviar ningún correo en unas horas, por lo que le ofrecí mi portátil.

-No importa, cariño, ya se lo mandaré mañana, ahora voy a darme una ducha y después voy a acostarme.

-¿Te encuentras bien?

-Sí, no te preocupes, es sólo un ligero dolor de cabeza.

Mientras ella se duchaba, empecé a curiosear en su correo, prácticamente estaba sin usar, de pronto me asaltó una idea maligna, me dirigí a la carpeta de “Elementos eliminados” y allí, entre otros pocos correos, descubrí el que iba a cambiar mi vida por completo: una comunicación de TODORELATOS anunciando a x_xxxx@xxxxxxx que había sido recibido su relato “Más vale tarde que nunca” y que sería publicado en breve. Me quedé embobado mirando la pantalla, mientras el corazón me daba un vuelco y la sangre empezaba a fluir por mis venas a una velocidad desacostumbrada. ¡Realmente era ella la autora, no podía haber duda! Rápidamente esbozé un plan de acción: escenificaría algunas de las situaciones ficticias descritas por ella en el relato, empezando por “hacerle sentir mi miembro bien pegado a sus nalgas”.

Justo entonces oí cómo cerraba la puerta del baño y se dirigía a la cocina. Me acerqué sin hacer ruido, ella estaba a la izquierda del fregadero, de puntillas, intentando coger una medicina, en una postura que resaltaba su culito respingón. Sin pensarlo ni un momento, siempre sigilosamente, me acerqué por detrás y me pegué a ella, con una mediana erección que por fuerza tenía que notar, mientras fingía ayudarla con la medicina. Ella se sobresaltó, en parte por el susto al no haberme oido llegar, así me lo dijo, y yo le acaricié la mejilla con una mano, acercando mis labios a su oreja.

-¿Tanto miedo te doy?-

Y la besé “castamente” en el pómulo, bien apretado contra ella y sintiendo cómo mi verga seguía endureciéndose bien pegadita a su trasero. Con una sonrisa forzada me respondió que algún día la iba a matar de un susto. Volví a besarla con suavidad, lentamente, demorándome todo lo posible, mientras acariciaba sus hombros y brazos. Ella no hacía ademán de soltarse, y yo no pensaba parar, quería saber qué excusa buscaría, y cómo se arrepentiría luego, tal como narraba su fantasía.

-¿Se te ha pasado ya el dolor de cabeza? -le pregunté, sin dejar de besarla.

-Ya casi no lo noto, como estás tan cariñoso conmigo hoy...

-¿Te molesta?

-No digas tonterías, ¿cómo me va a molestar? –respondió temblorosa. Decidí jugar un poco más fuerte:

-Entonces voy a tener que quedarme contigo, no vaya a ser que te vuelva el dolor de cabeza y no puedas dormir..

Con fingida despreocupación, me respondió:

-Si no te importa, pero creo que a ti no te gusta el concurso que dan ahora en la tele..

-Eso no importa, con tal que tú estés bien, anda, vamos..

La enlacé por la cintura y la guié hacia la sala. Tocaba hacer la escena de la tele y el masaje, y aunque ahora ella no tenía tiempo de ponerse una faldita provocativa como en su relato, a mí no me hacía ninguna falta. Me senté a su lado, pasando indolentemente mi brazo derecho por su hombro y cogiéndole las manos con mi mano izquierda. Me pareció que temblaba un poco:

-¿Tienes frío?

-No, estoy un poco destemplada.

-Ahora mismo te hago entrar en calor.

La apreté contra mí con el brazo derecho, y con el izquierdo inicié un masaje desde su cadera hasta llegar a sus rodillas, justo donde terminaba la falda. Me detuve allí, apretando con suavidad, y rápidamente inicié una lenta ascensión de mis dedos, cada vez más juguetones, esta vez por debajo de su falda. Pude sentir el escalofrío que la recorría, cómo su carne se erizaba y cómo mi verga empezaba a dolerme de tanta tensión.

-¿Aún tienes frío, cariño? -le dije como en su susurro. La miré, pero ella tenía los ojos fijos en mi hinchado paquete. Cuando desvió su mirada hacia mis ojos pude leer en ellos una mezcla de deseo y de miedo que me hizo ver que ella estaba ya totalmente entregada, su fantasía se estaba convirtiendo en realidad y no se atrevería a hacer ni decir nada por miedo a estropearla. Decidí que tenía que ser yo quien frenara, no quería follarla tan pronto. Continué mi ascensión por su entrepierna hasta rozar apenas sus braguitas, ella gimió suavemente, y entonces la dejé.

-Bueno, yo creo que ya estás mejor, ¿no?

Ella asintió apenas con la cabeza, bajando sus decepcionados ojos mientras retorcía sus manos en un gesto nervioso. Sentí pena por ella, pero quería hacerla sufrir un poco antes de darle todo lo que guardaba para ella. El inconveniente era que yo estaba a punto de reventar, así que me fui al baño a hacerme una descomunal paja, no necesité mucho tiempo para dejar todo el suelo perdido de esperma, mientras una oleada de placer me sacudía. No estaba seguro de que aquello hubiera sido una buena idea, asi que regrese hacia ella. Continuaba donde la dejé, en la misma postura, con la falda todavía dada la vuelta hacia arriba, podía ver insinuarse ligeramente sus blancas bragas. Me arrodillé ante ella y le pregunté si seguía sintiéndose mal. Ella me miró con aquellos ojos de carnero degollado, y comenzó a hablar entre sollozos

-No sé que es lo que me pasa, cariño, sólo sé que cuando te has ido me han entrado unas tremendas ganas de llorar, yo no sé que tengo, no sé si es frío o es calor, lo mismo tengo algo de fiebre..

-No lo creo, anda, déjame aliviarte –le dije, levantándole la falda hasta el vientre, mientras le besaba las rodillas y la parte interior de su muslo.

-No sé si esto está bien, cariño, no deberíamos..

No le hice el menor caso, ya de nuevo estaba empalmándome, la atraje hacia mí y me restregué con ella, sobando su culo con mi mano derecha, bajándole las bragas y metiéndole la punta del dedo meñique en su ojete. Ella dio un respingo, creo que intentó protestar, comenzó a articular mi nombre, pero le cerré la boca con mis labios, metí mi lengua hasta adentro y continué con el movimiento circular de mi meñique en su ano, mientras me incorporaba un poco, ladeándome, para poder iniciar la conquista de su húmedo chochito con mi otra mano, no podía creer que estuviera tan mojada, retiré mi boca de la suya sólo para meter mi lengua por su orejita mientras le susurraba las ganas que tenía de follarla. De pronto, inesperadamente, se convulsionó y exhaló un grito de placer totalmente inesperado, jamás había oido a una mujer gemir de esa manera por unas pocas caricias, el orgasmo le había llegado de un modo avasallador, casi brutal, se abrazó a mí y comenzó a decir palabras entrecortadas, cuánto me deseaba, quería ser mía para siempre, yo era el único hombre que la había hecho gozar...

Cogí sus manos y las llevé hacia mi paquete, apretando con fuerza, ordenándole sin palabras. Ella, obediente, desabrochó mi bragueta, bajó mis pantalones y encontró el capullo que sobresalía por arriba del slip. Me lo terminé de bajar y atraje su cabeza hacia mí, jamás había sentido mi pene tan hinchado, me dolían las pelotas, pero enseguida comencé a aliviarme. Mi madrastra me estaba haciendo una mamada inexperta, pero tremendamente eficaz. Yo ya estaba al borde de mi resistencia, y se lo dije

-Me voy a correr en tu boca, mi amor, sigue dándole a la lengua.

-Dámelo todo aggfffmorggff mío –o algo parecido salió de su boca, llena de mi verga  que explotaba en dos, tres, cuatro surtidores de semen mientras yo me balanceaba en un frenético vaivén y dejaba a mi amada madrastra totalmente pringada con mi esperma. Aquél orgasmo había sido bestial también para mí, y así se lo dije. Ella me abrazó y me besó, rodamos por la alfombra enganchados de nuevo por un deseo que parecía imposible de colmar. Le dí la vuelta con la intención de poseerla por detrás, pero sus rodillas no aguantaban, así que cargué con ella hasta la habitación que durante tantos años había compartido con mi padre, la deposité en la cama con mucho cuidado, boca abajo, levanté su culo e introduje mi lengua en su ojete.

Noté como todo su cuerpo se tensaba, pero su agujero era muy pequeño, no estaba seguro de que pudiera penetrarla por allí. Saqué mi lengua y comencé a a lamerle la zona de nadie entre su coñito y su ojete, olía delicioso, y los gemidos de mi madrastra pronto se convirtieron en jadeos, mientras me pedía que la follara, que aquello era maravilloso pero necesitaba que la poseyera totalmente.

Entonces introduje mi pulgar con cuidado en su ojete, ella brincó

-¿qué me haces, por ahí no!

-Tranquila, vida mía, que es solo el dedo, tengo que abrirte un poquito antes de encularte.

Ella trató de girarse, asustada, me pidió que no lo hiciera

-Métemela por delante, cariño, por favor, me vas a hacer daño.

Pero yo ya estaba totalmente decidido a darle por el culo:

-Trata de ralajarte, vida mía, de lo contrario sí que te va a doler

-No, no, no, por favor te lo pido, yo quiero seguir gozando contigo..

-No seas tontita, ya verás como te va a gustar, sólo será un pequeñito dolor al principio, luego vas a pedir más..

-¿Me lo prometes?

-Claro, cielo mío, anda, abre bien tu ojete para mí.

Ella, obediente, se preparó para lo que venía encima, yo aproveché los viscosos jugos que impregnaban su chocho, y mezclándolos con mi líquido preseminal me fabriqué una vaselina de emergencia, y sin más dilación, introduje la punta de mi glande en su agujerito, que ya había dilatado un poco. Gimió.

-Recuerda que me has prometi...AYYYAYAYYY!!!!!CABRÓN HIJODEPUTA, ME DUELE!!! DEJAME, DEJAME!!! VAS A ROMPERME EL CULO, DESGRACIADO!!!

Yo había aprovechado su relajación para, de un golpe, introducirle todo mi glande y un poco más. Tenía que dolerle por fuerza, pero no estaba dispuesto a tener piedad. Introduje varios dedos en su chocho, mientras con la otra mano la atraía hacia mí para evitar su instintiva huida hacia delante, volví a presionar hasta introducir la mitad de mi verga, aquello iba viento en popa, pero ella seguía quejándose, aunque no tanto. Me detuve, podía sentir su intestino como un guante elástico que presionaba mi verga, era maravilloso, pero ahora debía concentrarme en aliviar su dolor. Con delicadeza le acaricié el clítoris, mi otra mano se deslizó por una de sus flácidas tetas hasta encontrar el pezón, que presioné con fuerza, estaba tan duro que parecía mentira, rápidamente me pasé al otro, sin dejar en ningún momento de trabajar su clítoris; al cabo de un rato sus gemidos cambiaron de tono, y ¡por fin! hizo un ligero movimiento hacia atrás. No lo pensé dos veces, llevé mis dos manos a sus caderas y la atraje hacia mí, a la vez que volvía a embestir con fuerza. Esta vez sus gritos ya eran claramente de placer, había llegado a ese punto de mezcla de dolor y goce que yo quería provocarle. A partir de este momento, comencé un frenético mete-saca.

-¿Qué me dices ahora, mi amor, te gusta como tu hijastro te da por el culo, o quieres que pare?

Pero ella sólo gemía, me pareció que decía algo, pero no le entendí, empecé a preocuparme y me paré. Fue solo un momento, pero ella empezó a gritar_

-NO TE PARES AHORA CABRONAZO, SIGUE DANDOME POR EL CULO, NO PENSE QUE ESTO PODIA SER TAN RIC.. AAAYYYAYAYAYYY!!!

Cuando le oí aquello pensé que me deshacía por dentro, como un loco le embestí durante un par de minutos más, entre jadeos y algún que otro sollozo, hasta que algo explotó dentro de mí y regué sus intestinos bramando de placer. En ese mismo instante comenzaron sus convulsiones, yo seguía con mi polla tiesa dentro suyo y volví a embestirla, aunque acababa de correrme no terminaba de ponerse flácida, y ella siguió al menos un minuto con fuertes convulsiones, sin fuerzas ya para gritar, tan sólo resoplaba y gimoteaba, luego las convulsiones se espaciaron y pude sacar mi polla semierecta con un ¡plop!, tenía restos de mierda, semen y sangre, esto último me asustó, pero ella no me dio tiempo a decir nada, se había acostado boca arriba y, cogiéndomela con sus dos manos, se la llevó hacia la boca, no sin antes decirme con las pocas fuerzas que le quedaban:

-Amor mío, tienes que volver a hacérmelo con frecuencia, no podía ni imaginarme que pudiera sentir así, perdóname por haberte dicho esas cosas tan terribles..

Y comenzó a darme besitos en la polla, que estaba cubierta por toda aquella mezcla viscosa que rápidamente pasó a limpiarme a base de lenguetazos, consiguiendo de paso ponérmela dura de nuevo. Yo estaba en la gloria, sabía que a partir de ahora íbamos a disfrutar de lo lindo.

-No hay nada que perdonar, cariño, tú puedes decirme todo lo que se te ocurra cuando te estoy follando, porque ya no eres mi madrastra, ahora eres mi amante...

-Mi tesoro, mi dueño, eres el amor de mi vida, ¿quién me iba a decir a mis 72 años...?  -Entonces la interrumpí, y esbozando una sonrisa le dije:

-Bueno, yo creo que algo ya te barruntabas tú cuando escribiste “MAS TARDE QUE NUNCA”, ¿me equivoco? ¿Quién me iba a decir a mí que tus clases de internet iban a ser tan provechosas para los dos?

Desconcertada, abrió la boca (más aún) y me miró con ojos como platos. De repente, los dos estallamos en una única carcajada, y acto seguido mi madrastra continuó con sus tareas de succión. Teniamos mucho tiempo que recuperar.