Más Sade y menos Platón
Primera sesión a solas del autor, ya del todo enajenado, creyéndose un personaje de la historia, cual moderno y lascivo Alonso Quijano, con la dulce, exuberante y poco aplicada Desiré. La filosofía y el placer se dan la mano.
Eran más de las once y Grace no daba señales de vida. Como no tenía mucho sueño, me dediqué a buscar información en las páginas web de dominación – sumisión y a mirar videos relativos al tema. Me iba apuntando en una hoja las cosas que podían tener alguna aplicación en la doma de Desiré. Mi uniforme de Máster no estaba del todo definido. Me lo imaginaba negro, con botas de montar y con un grueso cinturón de hebilla de cowboy. En mis apariciones en las historias, mi aspecto ha empezado a cambiar. Sigo los consejos de Grace relativos a la barba y el bigote, fuera los dos, la barriga, diez centímetros menos, y sobre todo, la longitud y grosor del pene. En una historia no puedes aparecer con unos testículos o un pito de tamaño normal. Menos de veinte centímetros es ir a hacer el ridículo, así que he aumentado dos tallas mis genitales, además de dejarlos siempre con cierta tumescencia, o sea, huevos duros, polla morcillona. Así son, más o menos, los protagonistas masculinos de los videos de BDSM en internet.
Eran ya las doce cuando se ha encendido la lucecita en la pantalla.
“Toni, ¿Estás ahí todavía?”
“Si. Aquí estoy”
“Ay, perdona chato. He tenido una cena y se me ha hecho tarde”
“¿Con quién cenabas, golfilla?”
“No, con nadie. Con las chicas y con la jefa, que nos ha invitado por lo bien que ha salido un servicio esta tarde, con unos japoneses”
“¡Ostras, japoneses!, Eso me lo tienes que contar detalladamente”
“Bueno, nada del otro mundo. Eran cinco ejecutivos de una multinacional del automóvil, no te digo cuál, y les hemos montado una sesión de bondage, con ataduras, algún azote. Son muy fetichistas estos tíos. Cuando me han visto el coño tan peludo, se han puesto como locos y hacían cola para olerme, comérmelo y tocar el vello. Son buena gente, pero un poco pirados están los pobres. ¿Tú sabes lo difícil que es hacerle una paja a un chino con los pies, atada por las rodillas, los codos y las muñecas…? Además yo calzo un 42 y ellos la tienen más bien chiquita, ya lo sabes, así que ni se la encontraba con los pies. Pero bueno, ellos entusiasmados.
A ver, Toni, me has de contar lo de Desiré la sumisa, que no me lo imagino, la verdad”
“Pues en eso estamos. Hoy hemos tenido la primera sesión. ¿Te conté que se presentó el viernes, cuando estaba corrigiendo exámenes en la sala de profesores? No, no. Ya me acuerdo, no te lo conté. Pues eso: A las cinco me puse a corregir y era aburrido de narices, porque era un test, así que me puse en modo automático y, sin moverme del despacho seguí corrigiendo, A,B,A,C,D,… y de pronto, allí estaba Desiré:
Hola Toni, ¿Te molesto? El portero me ha dejado entrar porque le he dicho que soy tu sobrina. ¿He hecho mal? Desiré sabe ser modosa cuando conviene y se presentó con un vestido ancho y un chalequito que disimulaba sus pechos. Claro que sí. Me alegro de volver a verte, cariño. ¿Estás bien? Y ella SI, sí, claro. Ya sabes porqué vengo, ¿no? La patrona ha pensado que podrías ser mi tutor. No sólo para las clases, también me podrías instruir y… disciplinar un poco.
Me entraron unos sudores fríos pero me rehíce enseguida y dije con voz de duro, ¿Dónde nos vemos el lunes? Doña Flor me ha dado las llaves de la trastienda. Dice que allí estaremos tranquilos después de las ocho, que cierran.”
“ Así que el lunes tuvisteis sesión”
“SI. Pero no te lo cuento así en primera persona, que me da corte. Es mejor que leas la historia tal como está escrita:
El lunes a las siete, José Antonio López salió de la escuela sin saludar al conserje que dormitaba en su garito y empezó a caminar en dirección a la boutique.
Desiré paseaba de arriba a abajo por delante de la fachada de la tienda de Doña Flor. Eran las ocho y las empleadas habían cerrado hacía un momento, pero ni rastro de su maestro. Entonces lo vio. Caminaba apresuradamente pero se detuvo y aminoró el paso al reconocerla. Ya estaba actuando, actuando para ella. Desi apretaba contra el pecho su carpeta con el libro de filosofía y los apuntes que le había pasado su cuñada. Doña Flor le había enviado un whatsapp con las instrucciones de la cita. No llevaba ropa interior y se había tenido que colocar los aros metálicos en los pezones, conectándolos con los pasadores que le habían dejado fijos para evitar que las perforaciones se cerraran. No llevaba sostén y los aros se marcaban descaradamente a través de la tela. Además su peso provocaba continuos tironcitos de sus areolas y producía una erección permanente de sus ya de por sí voluminosos pezones. Por eso sujetaba la carpeta firmemente contra el pecho, para evitar que los transeúntes advirtieran su vergonzoso aderezo y el estado de excitación de sus mamas. Doña Flor le había mandado ponerse el vestido largo de tela finísima. Sin sujetador, sus pechos se marcaban contra el tejido como si éste fuera transparente. Tampoco llevaba bragas, siguiendo las instrucciones recibidas, y el triangulito peludo se dejaba adivinar en cuanto la tela rozaba el pubis. Eso no podía disimularlo, pero esperaba que todos pensaran que era un tanga oscuro lo que veían y no su vello púbico. Sin embargo estaba disfrutando la sensación de frescor entre las ingles. La humedad producida por la excitación se evaporaba sin mojar ninguna tela y eso le estaba deparando una agradable experiencia. Calzaba unas sandalias planas muy sencillas, lo que le disgustaba en extremo ya que siempre utilizaba tacones de diez a quince centímetros para elevar su metro cincuenta y cuatro a alturas más deseables para el sexo opuesto. Pero órdenes son órdenes. No comprendía cómo había llegado a aquella situación. Su vida era tranquila, con una sexualidad mediocre y frustrante, pero era una chica normal. Desde que conoció a doña Flor, todo había cambiado. Ahora su vida sexual era extravagante y cómo acabaría todo aquello le llenaba de inquietud, pero nunca había sentido una excitación igual y no la cambiaría por nada del mundo. Se saludaron con afecto y Toni le preguntó si había estudiado el tema de filosofía, a lo que ella contestó encogiéndose de hombros. ¿A qué venía ahora esa chorrada de la filosofía? No pensaría que estaban allí para estudiar aquella tarde. Entraron con paso seguro en el zaguán, dónde Matías, apercibido de la visita, se hizo el despistado con su naturalidad habitual. Un conserje ha de saber estar atento y no estarlo según conviene en cada momento. Desi abrió y buscó a tientas la luz. Se iluminó un almacén tan convencional que Toni preguntó si no se habían equivocado. Pero pronto descubrieron la puerta secreta. Ahora fue el profesor quien abrió la marcha y se detuvo junto a una mesa de despacho amplia con una caja de zapatos como único objeto depositado sobre ella y dos silloncitos muy cómodos a uno y otro lado. Una luz amarillenta y mortecina trazaba un círculo en torno a los sencillo muebles dejando en la penumbra el resto del vasto salón, aunque se adivinaban las siluetas de algunos inquietantes objetos, como una cruz aspada, una silla ginecológica, camillas con perforaciones y múltiples cadenas, grilletes, sogas y hasta una jaula suspendida del techo que oscilaba levemente. Desiré estaba inquieta. Había aceptado ser adiestrada, como decía su dueña, pero con la condición de que fuera José Antonio su mentor. Alfredo le ponía la carne de gallina de pura excitación, pero no soportaría estar a solas con él en una de aquellas mazmorras. Se moriría de gusto o de miedo, no sabía exactamente de qué, pero se moriría. Así que el maduro profesor se enfrentaba a un reto que le ponía también los pelos de punta. Por suerte su móvil había recibido varios SMS, él no tenia whatsapp, de la dueña. Los mensajes detallaban cual sería el contenido de la primera sesión y eso era una tranquilidad para él, que no estaba seguro de saber improvisar.Vamos a ver, Desiré. ¿Llevas ropa interior? – Preguntó en tono autoritario. No .- Al dejar la carpeta encima de la mesa, se hicieron patentes los aros mamarios y los enhiestos pezones. El triángulo de vello se transparentó también a poco que el hombre se fijó.
José Antonio hecho una nueva mirada al primer SMS y dejó el móvil encima de la mesa. Después se quitó el pantalón y los mocasines y se desabrochó la camisa sin quitársela. Con el eslip como atuendo, se arrellano en el sillón y levantó una pierna hasta dejar el pie sobre la mesa. Se sintió ridículo en aquella pose, pero realmente era cómoda y doña Flor la describía con detalle en su mensaje.
Dame el libro de filosofía y quítate el vestido.
La chica obedeció con presteza, aunque hizo cara de asco al entregarle el libro. El vestido se levantó como un telón, mostrando en toda su extensión la estupenda obra de la naturaleza que ocultaba.
Bueno, chica. Vamos a ver si has estudiado el fin de semana. Mientras te pregunto ocúpate de mis compañeros de aquí abajo. Usa la boca mientras escuchas y las manos mientras contestas, ¿lo has entendido? Ella asintió con media sonrisa y se arrodilló delante del señor profesor, apartando el holgado calzoncillo y dejando al descubierto los estupendos atributos, aumentados y corregidos desde el último episodio, lo que la dejó algo perpleja pero en modo alguno contrariada. Veamos… - No pudo evitar un suspiro ronco cuando sintió la pequeña y vivaz lengua hacer círculos sobre sus testículos. – Platón era seguramente ateniense. Estudió en esa ciudad, ¿Quién fue su maestro? – Por toda respuesta, Desi engulló medio pene e hizo vibrar la lengua sobre el hinchado glande de su mentor. – Uf! Parece que no lo sabes.. – La voz sonó desmayada - ¿En qué ciudad intentó poner en práctica sus teorías políticas? – Desi le miró con fingida consternación y se hundió el miembro hasta casi tocar el escroto con la barbilla - Ah, golfilla! Parece que no has estudiado. Te advertí de que no toleraría que desobedecieras. ¡Aparta!
Desiré se sacó el mojado miembro de la boca y miró desconcertada a Toni. Éste se incorporó y la hizo levantarse sujetándola por su recortada cabellera. Los aros se agitaron con los grandes pechos que quedaron al alcance de la mano libre. Hábilmente, el maestro sujetó las dos anillas con los dedos, haciendo que las mamas se apretujaran y llevó a la muchacha hasta la mesa, haciendo que se tendiera de modo que sus pies apenas tocaban el suelo y todo su tronco, pechos y cara, descansaran sobre la negra superficie. Abrió entonces la caja y extrajo el primer objeto: Un pequeño látigo de piel de serpiente con mango de cuero trenzado. Para disgusto de la chica, el profesor colocó el libro abierto por la página correspondiente delante de ella y la obligó a incorporarse.
- Es hora de hacer codos, pequeña. Empieza a leer y procura encontrar las respuestas rápido o terminarás con el culo hecho una berenjena. Empecemos. ¿Quién era el maestro de Platón?
No hubo respuesta y Desiré dejó caer la cabeza entre las manos con gesto de enfado y aburrimiento, del que le sacó bruscamente un latigazo más que potente en medio de las nalgas, que le hizo soltar un grito de dolor.
- ¿Pero qué haces? ¿Estás loco?¡ Me vas a dejar marcado el culo, desgraciado!
- Contesta entonces, zorrita. ¿Quién era?
La chica leyó deprisa la página y buscó la respuesta.
- ¡Sócrates, Sócrates! – chilló ansiosamente. Un suave golpe en los muslos le indicó que había acertado. El látigo podía ser muy doloroso pero también estimulante y placentero.
Durante unos minutos todo fueron caricias con el fino cuero, ya que las respuestas eran acertadas e inmediatas, aunque fue necesario aplicar cuatro buenos zurriagazos más para desentrañar el mito de la caverna y explicar la diferencia entre percepción y conocimiento.
Las lágrimas, las babas y los mocos se mezclaban y resbalaban desde la cara de Desi pringando su libro de filosofía, como prueba de sus esfuerzos por captar la asignatura.
- Volvamos al sillón, quiero ver si ya lo has memorizado.
De nuevo Desi se aplicó con manos y boca a complacer a su severo docente, quien fue formulando las preguntas, intercalándolas con algún que otro suspiro y hasta jadeos contenidos.
Esta vez las respuestas y la estimulación fueron satisfactorias y Toni tuvo que esforzarse para no terminar en la boca de su alumna.
- Bien, guapa. Muy bien. Vamos ahora a repasar el tema anterior. Abre la página 12 y lee: Los sofistas y Sócrates. Éste ya lo has dado pero seguro que no te lo sabes. No, no : Con el culo en pompa como antes, que mientras repasas yo te tengo que aplicar el segundo correctivo.
Desi obedeció reticente. Suplicó que no le pegara más, que le iba a dejar el culo tatuado a golpes y no se podría sentar en un mes. El maestro la tranquilizó. Ahora iban a actuar en otro terreno. Empezó a leer dubitativa la chica, mientras Toni abría de nuevo la caja de las sorpresas y echaba una mirada al móvil.
Un frasco de aceite fue lo primero que apareció, seguido de un extraño rosario, con sólo siete cuentas, como los pecados capitales, pero cada una de un tamaño diferente y en progresión, desde la más pequeña, parecida a una avellana, hasta la más gruesa, semejante a una pelota de futbolín , fabricadas todas en madera muy pulida y unidas por un grueso cordón rojo que las perforaba por el centro.
Empezó el hombre a aplicar el líquido del bote, un aceite untoso y perfumado, por toda la extensión de las nalgas, suavizando la inflamación que presentaban. Desiré suspiró complacida sin dejar de leer. Sin embargo sí que se hizo un embarazoso silencio cuando los dedos llegaron al orificio rectal y empezaron a penetrarlo con firmeza. Exigió el mentor que no parara la lectura y la chica obedeció.
Él tomó el rosario y lo embadurnó a conciencia. Empezó por la avellanita. Oprimió el ojete con ella hasta que la engulló con voracidad y se oyó un leve “ay” de la afectada. Por un momento, la esperpéntica colita colgó del ano de la muchacha. La siguiente costó un poquito más, pero acabó entrando sin problemas.
Entretanto la chica iba revisando su tema pendiente. No vaciló con Heráclito ni con Anaximandro, desfalleció un poco con Anaxágoras y lanzó sonoros gemidos cuando llegó a los pitagóricos. Claro que la última bola tardó un buen rato en entrar. Finalmente, el rabito de cordón rojo colgó gracioso entre las nalgas hasta casi tocar el suelo.
- Ahora, cariño, vas a darte una vuelta por aquí alrededor mientras te hago algunas preguntas, a ver si te has quedado con los nombres. Nació en Mileto y enunció teoremas geométricos..
Es difícil pensar con siete bolas en el recto y caminando desnuda de puntillas alrededor de un tío que sostiene un látigo amenazadoramente, pero Desiré lo consiguió. “¡Tales , es Tales!”.
Y así fueron pasando el rato, profundizando en la filosofía antigua y en las nuevas y turbadoras sensaciones de la muchacha.
- Ya basta. Por hoy has trabajado bastante, guapa. Ahora ven aquí.
La chica se acercó dócilmente y permitió que la colocara de nuevo sobre la mesa, con el culete bien expuesto, rojo y adornado por la vistosa cinta colgante. Empezó a estirar el maestro, provocando tal voluptuosidad al extraer cada bola, que los gemidos de la chica llenaron la habitación provocando inquietantes ecos. Cuando salió la última, Jose Antonio había llegado al límite de su resistencia. Embadurno bien su instrumento y apuntó decidido al centro del ojete. No hubo ni un gesto de rechazo, ni una palabra de protesta, ni un movimiento de resistencia. El ano se abrió como una puerta bien engrasada, engullendo toda la extensión del tallo hasta que el escroto chocó con la vulva para confraternizar con ella como dos amantes bien avenidos.
Cuando el hombre empezó a moverse, los gemidos se volvieron auténticos gritos, ahogados pero muy dramáticos. El vaivén se fue intensificando hasta parecer un martillo hidráulico entrando y saliendo del dilatado agujero y finalmente se produjo la explosión que llenó de blanca espuma el oscuro conducto.
Toni extrajo el fatigado miembro del orificio, viendo resbalar el fluido blanco piernas abajo hasta más allá de las rodillas. Desiré tardó unos minutos en recobrar la compostura, limpiarse las piernas y las nalgas con unos pañuelos de papel, recoger su libro y ponerse el vestido.
El hombre se acercó aún desnudo a acariciarle dulcemente el cabello.
- ¿Estás bien, Bonita?
- Sí, creo que sí. Pero ha sido terrible.
- Lo siento. Seguí las instrucciones lo mejor que pude pero no sé si lo hice todo correctamente.
- ¿A qué te refieres?
- No sé. A las bolas, el látigo, la penetración anal. Siento haberte lastimado.
- No. Eso ha estado bien. Lo que no he podido soportar es el rollo de la filosofía. No volveré a hacérmelo contigo si no separas las cosas. Yo vengo a disfrutar y no a que me machaques la cabeza.
“Bueno. Eso fue todo. Desi se fue por su lado y yo por el mío. Quedamos para el jueves en el mismo sitio, pero le prometí que primero daríamos la clase y luego nos lo montaríamos en plan BDSM como a ella le gusta. Ahora espero nuevas instrucciones.”
“ Ay, Toni. Me temo que estás metiéndote en nuestro mundo más de la cuenta. ¿No ves que esto no es ya normal? Te estás creyendo que vives en la historia. Un personaje, no una persona.”
“No sé. Ahora ya es demasiado tarde. Espero que no tengas razón”