Mas que un primo
El romance entre Vicente y yo iba en aumento y no pudimos contenernos mas...
Después de aquellas maravillosas vacaciones en familia en las que mi primo Vicente y yo llegamos a conocernos mejor y confesar la atracción que había entre ambos, continuamos viéndonos; algunas veces a escondidas el pasaba a la escuela por mí para emprender camino a ese bosque que entre arboles y pasto crecido guardaba el mayor de nuestros secretos, esos besos y caricias que poco a poco había dejado de saciar nuestra curiosidad y nuestra necesidad de estar juntos.
En algunas ocasiones me acompañaba hasta casa y se quedaba a comer, para mi madre nada de esto era extraño, después de todo éramos primos, era normal que conviviéramos y en vista de que necesitaba presentar su examen para la universidad y yo le ayudaría a estudiar teníamos más motivos para estar juntos.
De hecho era la excusa perfecta, vistos desde ojos ajenos parecíamos novios, la forma en que nos veíamos, siempre riendo, besándonos. El pudo haber sido el perfecto chico de mi sueños: divertido, inteligente y metido en negocios turbios con facha de chico malo.
Pero como he dicho la relación entre nosotros se volvía más intensa, en las sesiones de estudio en casa nos besábamos furtivamente cada que mi madre desaparecía de la escena. Y en uno de esos días…
-- Mañana mi madre saldré todo el día, me ha pedido que cancelemos la sesión de estudio, ya sabes no quiere que los vecinos piensen mal y esas cosas pero estaba pensando en que si ella no esta no se tendría que enterar de que después de todo has venido como de costumbre.
-- Uy y yo que pensé que el de la mente perversa y retorcida aquí era yo, a no si espera, todo comenzó por ti así que prosigue Lucifer.
-- Jajaja y tu como siempre flojito y cooperando verdad. Pues tu sabes que me gusta pasar el tiempo contigo y mañana no tendríamos que estudiar si tu quieres.
-- Sabes por eso me encantas eres tan perversa como yo.
Y con esa frase me dio un rápido beso en los labios. Quedamos de acuerdo en la hora de nuestra cita y poco después se retiro a su casa.
Paso poco tiempo luego de que mi madre se fuera con su típico sermón de que no abriera la puerta bla bla bla. Quien pensaría que “el peligro” fuera alguien tan cercano.
--Soy todo tuyo, dime que haremos esta tarde.-Con esa sonrisa tan picara que ponía a modo de insinuación.
Yo no perdí tiempo y sin decir palabra alguna lo pase mis manos detrás de su cuello y lo atraje hacia mí para darle un cálido y profundo beso de bienvenida que en todas esas semanas estudiando no había podido ofrecerle.
El me tomó por la cintura atrayendo aun mas, sin espacio entre nuestros cuerpos, sus labios pasaron de mi boca al cuello y luego a mi oreja, esa mañana de quitarme el aretes con su lengua y labios me hacía perder completamente la razón, por cosas como esa llegaba a olvidar que se trataba de mi primo y que aparte era menor que yo.
Sus dedos dibujan cosas que no entendía en mi espalda mientras yo acariciaba su nuca y lo despeinaba. Pronto las caricias y los besos se hicieron mas intensos, ambos comprendimos que la ropa estorbaba, así que me quite la blusa y le quieta la playera a él.
Sentada sobre Vicente en horcajadas, mordisqueaba su cuello y el tomaba mis pechos, uno en cada mano masajeándolos suavemente para después recorrer con su lengua y morder el pezón de cada uno. Mi mente iba y venía entre lo que no debía de hacer y lo que todo mi cuerpo me pedía que hiciera.
--Hoy quiero hacerlo.
--¿Estas segura?
-- Ni hagas que lo piense mas porque sabes que entonces me retractare y no lo haré. --Mis palabras eran un tanto ciertas considerando que mi filosofía era mejor arrepentirse por haber hecho algo que por haberse quedado con las ganas de hacerlo.
--Esta bien entonces no pienses y déjate llevar.
Mientras pronunciaba estas palabras sus manos ya estaban desabrochando mi pantalón, luego el llevo mi mano al bulto debajo de sus pantalones, tan duro como aquella vez de la casa en la playa. Lo masaje por encima pero no pasó mucho para que siguiera su ejemplo y desabrochara su pantalón y sacara de de la prisión que significa el bóxer esa verga que ya había tenido en mi manos con anterioridad.
La ropa término por desaparecer de nuestros cuerpos pero el sillón no parecía el lugar mas cómodo para mi primera vez, así que nos trasladamos a mi habitación. Tumbada en la cama debajo de él, con su pierna se abrió paso entre las mías, sus manos daban un incesante placer a mi clítoris y labios, poco a poco iba preparando la entrada para lo que yo, entre una agitada respiración y gemidos ahogados, anhelaba sentir dentro de mí.
--Esto te podría doler un poco así que solo relájate y confía en mí.
Yo me encontraba completamente húmeda, lista para recibirlo dentro de mí, poco a poco fue introduciendo su pene, primero la punta y ante mi insistencia al decir que no me dolía para nada entonces me la dejo ir entera, sentir su verga caliente y palpitante dentro fue una experiencia muy placentera pero también eso activo la alarmas que muy en lo profundo me decían que lo que estaba haciendo era completamente prohibido, sin embargo calle esos pensamientos y le dije a Vicente que siguiera.
Con un movimiento lento, luego más rápido y constante mis gemidos dejaron de ser ahogados así que él cada vez que veía que no podría aguantar más me besaba para expresar todo ese placer en un beso tan profundo que mezclado con el vaivén de las caderas hacia que mi cabeza diera vueltas, solo interesándome en el placer del momento sin importar nada más.
El ritmo aumento, estábamos ambos en el clima total, me aviso que iba a venirse así que salió del interior de mi cuerpo y dejo caer su liquido blanco en mi ombligo. Justo en ese momento nos mirábamos a los ojos, era una especie de conexión especial, sin hablarnos parecíamos decirnos mucho. Era entender que acabamos de hacer una locura, el secreto mejor guardado que debíamos tener y el plus que nos otorgaba hacer lo prohibido, el cariño que nos teníamos.
Cuando termino comenzó a acariciarme y esparcir su semen en mi abdomen y poco mas abajo. Me quede aturdida, era mi primera vez, era mi primo.
--Me gusta
--¿Qué?
-- Lo que estás haciendo, y bueno lo que hiciste, lo que acabamos de hacer.
--A mi también, deberíamos decirle a mi tía que salga más seguido ¿no crees?
--No me parece mala idea.
Volvió a besar mis labios de una manera dulce y nos quedamos recostados un par de minutos, luego comenzamos a vestirnos, el tiempo se había ido volando. Se retiro hacia su casa y yo no podía quitar una estúpida sonrisa de cara, malditas endorfinas, me dije pero una sombra amenazaba todos mis pensamientos.
Era el comienzo de un martirio pues siempre había sido una chica muy correcta, siguiendo las reglas, incluso madura para mi edad pero esto sobrepasaba todo lo que pensaba que era correcto e incorrecto, la moral y la perversión. Sin embargo el llenaba un vacio que antes de eso no sabía que existía.