Más que números V

Pero necesitaba sacar el río entero de lágrimas que me había guardado, en el que he estado nadando sin si quiera saber nadar, ahogándome de a poco más bien.

A la mañana siguiente, me desperté con el pie derecho y el entusiasmo que hacía tiempos se ausentaba en mí. Ricky y yo nos dirigíamos hacia el comedor para tomar el desayuno y asistir a la caminata por el bosquecito que nos programó Marcos. Comimos tranquilos, vacilando por el hecho de que

mi loco amigo había pasado una genial noche y yo solo reía escuchándolo, sin sospechar si quiera que mi risa era más que por sus idioteces, mi risa era como esa risa que se presenta al sentir una gran adrenalina recorriéndolo. Es esa emoción que provoca algunas de mis locuras instantáneas, esa agitación en mi mente al recordar una escena o imaginar otra. Es ese cosquilleo que se arrima de a poco a mi estómago, advirtiéndome del peligro que empiezo a correr… pero no lograba asustarme del todo. Porque en cada escena que imaginaba estaba Fran. Fran y su sonrisa. Fran y sus ojos. Fran entre mis brazos. Fran y yo. Y si bien es cierto, eso no cambiaba mi forma de pensar, hacía que pensara en ella. Y me dije a mi misma  “¿Qué es la vara? Si va a doler, que lo valga. Y ella y sus gestos, hasta el momento lo valen.”

Sin darme cuenta, yo continuaba riéndome aún cuando Ricky había acabado de contarme todo aquello a lo que no puse atención. Así que volví a verlo y tenía cara de serio, entre carcajadas le pregunté -¿Qué?

-Hace cinco minutos terminé de hablar, y al parecer usted no de reír.

-Ay jajaja, perdón.

-Mae, ¿está bien?

-Sí sí, ¿por qué? –dije intentando reponerme.

-No sé, digo, que yo sepa usted está loca pero, ¿tanto?

-Perdón, perdón. Ya. –me puse seria.

-Bueno, tonta. –dijo pegándome suave por la cabeza, a modo de broma y terminó de comer.

Yo hice lo mismo, pero no pude evitar sonreír. Sonreír por ella.

Pero entonces, como un balde de agua helada, me cayó de nuevo el universo encima, como si no fuera suficiente. Era una visita constante, era una desdicha que se negaba a dejarme en paz. ¿Por qué no podía simplemente respirar sin que doliese? ¿Por qué no podía simplemente vivir sin que me agobiase algo que ya había pasado? Simplemente porque para mí no acabó. Quedó en el limbo, y con ello yo también.

Durante el recorrido, quedé encantada con la hora y un poco más que estuvimos en el bosquecito. Podría definirme como una amante de la naturaleza. Adoro el olor a frescura en las mañanas, el ambiente de tranquilidad en la madrugada, el rocío de la noche, los colores que se asoman en el día y la oscuridad que pinta lo que uno quiera cuando se presenta. Esa conexión con lo que se desconoce, pero que atrae. Esa sensación de que la vida es más que esta vida. De que hay fuerzas que no han sido estudiadas, y que no rigen nuestro andar, pero sí pueden conversar con uno mientras se camina. Eso era enigmático y maravilloso. Sentir esa conexión de la que quizá pocos se dan cuenta, o no a muchos les interesa. Pero a mí sí. Miles de preguntas sin responder no me molestaban. Pero un hecho en específico hizo que estuviese peleada con el universo entero por todo este tiempo. Sin embargo, mi fascinación por todo este asunto no disminuía. Aunque mi enojo fuera evidente, no dejo de reconocer que así lo pienso: que la vida es más que esta vida.

Ricky parecía un chiquito jugando con cuanto bicho viese. Me daba risa verlo así. En realidad es como un chiquito.

Almorzamos tipo once de la mañana con Marcos, para finalizar nuestro viaje y darle las gracias por la atención que nos brindó. El mismo nos llevaría de vuelta a la terminal de buses en que nos recogió para regresarnos.

Media hora antes de irnos, Ricky y yo nos fuimos a caminar a la playa. Era agradable. Solamente caminamos de la mano y ninguno de los dos habló. Solamente escuchábamos las olas y sentíamos la arena envolver nuestros pies. Para ser sincera, parecía de película. Una linda pareja caminando callados pero sin parecer molestos, todo lo contrario. Con el mar de fondo y el viento acariciando nuestro rostro. Todo muy hermoso, si no fuera porque no éramos una pareja, bueno, no más que una pareja de amigos. Eso y el que yo me tropezara con un montículo de arena y cayera de una manera de por sí rara, rara y cómica, he de admitir.

-Mierda…

-Jajajajajaja- el estúpido se reía a todo pulmón.

-Deje de reírse, fue humillante. –dije aún tirada

-Jajajaja, por Dios, ¿nadie lo grabó? ¡Pagaría por verlo de nuevo! Jajajaja, fue demasiado vacilón.

-¡Tonto! Ayúdeme a levantarme, además de “vacilón”- dije remarcando la palabra al ver lo grandemente vacilón que fue para mí… sobretodo. –fue un poco doloroso caer casi de cabeza.

-Auch, me imagino. Eso le pasa por jugar de loca, jajajaja.- dijo dándome la mano, pero entonces la halé y él cayó también. No tan feo como yo, pero cayó.

-Jajajajaja, eso le pasa por jugar de loca. –dije burlándome de él en la cara.

-Ay jajaja, babosa. –dijo acostado en la arena.

Lo miré, ya sentada, con mis piernas flexionadas hacia arriba, y mis brazos envueltos en ellas. Él seguía riéndose y yo solo negué con la cabeza sonriendo. Volví mi vista hacia el mar, ahora un poco más seria.

-Tengo miedo.

Él calló por un instante por mi brusco cambio.

-¿Miedo por qué bebé?- dijo acomodándose a mi lado en la misma posición, viéndome fijo.

-A no encontrarla, y seguir como un fantasma. –callé por un segundo tratando de acomodar mis ideas- seguir con el fantasma de ella.

Ricky entendió que yo no lo miraría, así que, como si nos viésemos sin vernos, mirábamos ambos el mar. Porque a veces uno no puede ver a una persona a los ojos, y solo queda mirar hacia donde ella mire… como si con eso exploráramos su ser completo.

-La vamos a encontrar. Para darle fin a todo esto y descanse en paz o para darle vida. Pero la encontraremos bebé.

-Tengo miedo a que duela más, digo, de una u otra forma sentirme así, con sus puntos altos y bajos, pero siempre así, ya se ha vuelto parte de mí. Pero… ¿y si luego duele más?

-En ese caso, dolerá más, pero por un tiempo definido, y luego, dejará de doler.

-Hace dos años usted me dijo que en unas semanas me dejaría de doler.

-Hace dos años no sabía que lo que usted sentía no era una chiquillada. Recuerde que pasadas esas semanas que pensé serían suficientes, le dije que la ayudaría a buscarla, que la encontraríamos, y eso haremos.

-¿Cree que se acuerde de mí, al menos?

-No lo sé, pero si no es así, usted hará que lo recuerde.

-Gracias.

Y eso era todo lo que podía decirle. Con todo su significado, con toda la importancia. Él lo sabía. Y no dijo nada más. No dijimos nada más.  Él había estado conmigo todo este tiempo y mucho más, antes. Sin duda, éramos, yo la novia para él y él el novio para mí que jamás tendríamos, pero los amigos que siempre seguirán siéndolo.

Cuando estábamos esperando a que Marcos llegara para irnos en una de las lanchitas, recordé lo estúpida que era. Le había dicho a Fran que nos viésemos hoy en el Mall, pues ella también se regresaba como a esta hora, pero no le había pedido el número. Así, ni si quiera sé si llegaría pues no quedamos en un punto específico del bendito Mall.

-¡Mierda!- dije molesta conmigo misma.

-¿Diay?

-Ya vengo, olvidé algo.

-Pero Marcos está por llegar e irnos.

-Voy rápido. –y empecé a correr de vuelta.

Entré al comedor a ver si estaba ahí, busqué entre la gente. De pronto, pegué un brinquito por el susto que me dio Marcos.

-¿Y eso, aquí? Ya iba en carreras hacia el puertito. ¿Todo bien?- dijo notando un poco de preocupación en mi rostro.

-Eh, sí. Sí, sí. Es que se me… Una pregunta: ¿no sabe si ya un grupo de muchachos que se iban hoy ya lo hicieron?

-Sí, de hecho por eso los he hecho esperar a ustedes. Recién vengo de dejarlos a ellos y vine por algo de comer rapidín. – dijo con una sonrisa amable en su rostro. -¿por qué?

-Oh, mierda… Perdón. No, no, es que tenía que preguntarle algo a una de las muchachas. Pero bueno, vámonos ya entonces.

-Rayos… bueno.

Durante el viaje de regreso hacia la terminal Ricky me preguntó qué se me había olvidado y le dije que luego hablábamos. Se me quedó viendo raro, pero me hizo caso.

Cuando al fin llegamos al departamento, luego de un par de horas en bus, me tiré en el sillón beige, cansada. Ricky llevó el bolso con la ropa sucia al cuarto de pilas y regresó para preparar café. Desde la cocina iniciaría su interrogatorio.

Yo estaba ida viendo a la nada, muy linda por cierto. Pensaba como siempre, en todo lo que había pensado hace solo dos días. Pero ahora también pensaba cómo rayos una extraña se había convertido en un enredo más en mi cabeza en solo cuarenta y ocho horas. Un pez más que se escaparía de su balde. Un motivo más a mi insomnio y mi dolor de cabeza. Apuesto a que serán geniales los sueños hechos torturas que le darán lugar a ella para que salte a la fama en mi mente. A pesar de, ya tenía claro que perdería esa apuesta. Porque ella ya me traía de cabeza.

-Mae, ¿qué andaba buscando ahora? –dijo mientras prendía el coffee maker.

-Ricky… se llama Fran, la muchacha de ayer cuando llegamos. En la noche, luego de que usted se fue, me quedé sentada fuera del salón ese raro de dos pisos, ya sabe, yo y mi bendita fascinación por la noche… Y bueno, me asustaron unos gritos y cuando vi hacia el frente era ella…- el tonto me interrumpió.

-Suave, ¿andaba buscando a una muchacha? ¡Opa! Por Dios bebé, pero… pero, no era “¿No busco más que sexo y ya?”, y por una sola vez, que yo sepa. –dijo, pasando del vacilón al enredo.

-Por eso, déjeme terminar. Bueno, lo que pasó fue que una culebra se enredó en los pies de ella y luego recobró su camino sin dejar los pies para seguir. Así que estuve hablando con ella mientras tanto, e intentando calmarla. No sé cómo rayos no me acobardé pero por dicha no pasó nada.

-¿No pasó nada?

-O sea, la culebra.

-Ah… -murmuró mientras se sentaba en el sillón grande y me miraba fijo.

-Sí… y diay, luego seguimos hablando y así…

-¿Aja…?

-¡Ay ya!

-¿Ay ya? ¿Cómo que “¡Ay ya!”?, ¡siga contando la vara tonta!

-Sentí mariposas en mi estómago.

-¿De verdad? –dijo sorprendido.

-Sí… y de ello también… también tengo miedo.

-Ah… -dijo mientras me imagino recordaba la conversación de la mañana por unos segundos, luego siguió hablando. –bebé, tranquila. Mire, ¡eso es bueno! O sea, tiene dos años de no sentir maripositas vivas, de no sentir más que mariposas muriendo… -dijo triste. – ¡Esa muchacha es guapa! ¡Opa, opa!

-Me encantan sus ojos, son muy tiernos. En la mañana se me quedó viendo y me enterneció demasiado. Y por Dios, cuando la abracé, fue… no sé… lindo. Y lo que me preocupa es que en ese momento no me preocupaba el que me sintiese así…

-Sammy, tiene que dejar de sentir miedo a que duela.

Me acomodé en el sillón, crucé las piernas y miré hacia abajo.

-Bebé, no sé… -dije dubitativa. –Pero ay además ni si quiera sé si sea homo.

-¡Por Dios Samantha!- se levantó. –Fijo sí. A ver, usted debe tener sus sospechas, si no no le estaría dando tanto vuelta al asunto.

-Bueno, sí… Pero igual no estoy cien por ciento segura.

-Lo averiguarás entonces. ¿Le pidió el número?

-Para eso la fui a buscar ahora, pero ya se había ido.

-¿No se lo pidió anoche?

-Mae se me olvidó. No me regañe.

-No, debería pegarle que es distinto.

-No seás grosero. –dije poniendo pucheros.

-Ha vuelto a sentir mariposas en su estómago, la muchacha es guapísima y al parecer se gustan porque de lo contrario no estaría así, pero se le olvida pedirle el número. Ni si quiera hemos encontrado a…

-¡Cállese y no me grite!- dije gritándole yo. -¡No jodás Ricky! Ese es mi problema, ese mismo que usted dice. ¡Ni si quiera la he encontrado y resulta que nos vamos a esa reserva por idea suya para intentar despejarme la mente, y una muchacha guapa me trae de pique de una manera de por sí extraña, ah y como si no fuera suficiente, como si no fuera burlista el puto universo se aparece una cochina culebra y yo de idiota me voy de héroe, y ahora, ahora estoy sintiendo todo un huracán en mi estómago de sólo recordarla y a la vez me tortura la idea de que necesito encontrar a Brenda! Mierda…

-Bebé perdón, perdón, no llorés por fa…

Pero necesitaba sacar el río entero de lágrimas que me había guardado, en el que he estado nadando sin si quiera saber nadar, ahogándome de a poco más bien.


Abriré aquí un espacio, primeramente para agradecer a todos los que leen esta historia, es todo un gusto escribir y que les agrade lo vuelve todo un honor, gracias.

Jimena: ¡Qué dicha que le agradase la frase de Grey's Anatomy! Pero sobretodo, ¡qué dicha me resulta el leer sus comentarios! Gracias de verdad.

HombreFX: Gracias por seguir al tanto de la continuación. Me agrada que le agrade.

Adi: Resulto en risas al leer sus comentarios jajajaja. Puede decir todo lo que desee decir, y así lo hizo, gracias por el aporte. Al parecer el masoquismo habita en Sammy ¿no? Está rota, como bien dijo, y vive con la herida expuesta. Jajajaja, me agrada darle trabajo para antes de dormir, mientras que no le quiten el sueño como a la protagonista me parece bien. Gracias, pero felicíteme de pulmón porque con eso de que a Sammy a cada rato se le viene el río encima, he tenido que comprarme un chaleco flotador jajaja. O hazlo de branquias. Es broma, tengo al santo pajarito azul que me salva de todo. Jajajaja, gracias de verdad.

Artwork : me encanta que se tome su tiempo para ahondar en esas partecitas que le parezcan importantes y difícil de tomar a la ligera. Eso del karma también es mi pregunta constante, quizá hubo un error en nuestras facturas, ¿no cree?, ¿o tan malas fuimos? O quizás así de agridulce es la vida. Realmente me complace que la paciencia dada vaya encontrando su valor. Gracias. ¡Pura vida!

Mile: Me resulta, no sé cómo expresarlo, interesante en demasía, su pregunta... ¿Por qué le cuesta leerla? ¿Se identifica con alguna de las muchachas u otro motivo? Confío en que siga siendo de su agrado y me dé su observación. Gracias. ¡Pura vida!