Más que números II

Segunda entrega. Nuevamente les pido un poco de paciencia. Gracias por leer, espero sea de su agrado (:

El frío era bastante, y mi mal humor aún más grande. El sonido de mi celular perturbaba mi intención de seguir durmiendo, pero debía levantarme e intentar hacerlo con el pie derecho. Y aunque así lo hice, parece ser que no sería un buen día, no con el dolor de garganta que me imagino es fue producto del rocío de la noche anterior. Me dirigí al baño no sin antes beber un poco de agua en busca de aliviar lo raspadas que sentía mis glándulas. Quince minutos después ya estaba en ropa interior frente al espejo, me gustaba la vista, me mantenía en muy buena forma gracias a que salía a correr cada que tenía tiempo y buscaba distraerme, además de la natación de vez en cuando. Mientras estaba vistiéndome, nada especial, camisa blanca, pantalón beige y unas DC rojas, coqueteé conmigo misma. –Hey guapa, ¡qué lindo pantalón! Y digo, mejor se ve con tu lindo trasero eh! Y wow, ese pelo, él sí que merece el nombre de Mar Negro, con esas olas pequeñas, cualquier embarcación está segura.- Sí, por vergonzoso que suena así de tonta me veía, coqueteando con esa preciosidad de mujer de diecinueve inviernos que se reflejaba en el espejo. Terminaba de alistarme y dibujar sonrisas en mi rostro con las que saldría a buscar alegrías en otras caras, como en la de Ricky, mi mejor amigo, que me interrumpió mientras admiraba mi lunar en la parte inferior izquierda de mi mentón, ¡oh por Dios, estoy enamorada de mí!

-¡Abrime la bendita puerta!- gritó.

Salí de mi cuarto y lo recibí con una sonrisa traviesa y mirada vacilona mientras él me respondía con una carcajada.

–Con que alguien vió una buena película anoche…- le dije mientras pasaba directo a la cocina mientras se quitaba la jacket y yo cerraba la puerta.

–¡Ay ya!- dijo entre risas –aunque bueno, sí que fue una buena película… -

Una sonrisa aún más amplia se pintó en sus labios y yo me tiré en el sofá azul de tres espacios. –Sammy, ¿no ha hecho café? Arrg. – dijo.

–No jodás, recién termino de alistarme y usted recién llega así que hágalo y no me cambie de tema…- Lo miré divertida luego del pequeño y falso regaño- ¿Fueron al cine a ver la película o hicieron una película de esas, ya sabes…? Aunque espero que los orgasmos no fueran fingidos.-

Explotó en risa y luego de recomponerse no tardó en decir –Fuimos al cine y luego de eso a su depa, pero no, nada de cámaras ni actores… Solo orgasmos. Y muy buenos eh.- terminó de decir esto último mirándome fijo y con una  leve pero coqueta mueca en sus labios mientras apoyaba ambos codos en el mueble de la cocina mientras el coffee maker hacía su trabajo.

-Oh y escuche como suena ese coffee maker mientras el café cae en el pichel, muy pero muy caliente. ¡Oh Ricky, tómame, soy hot como el café con leche que tanto te encanta Ricky, toca mi musculoso pecho  bésame como tus labios besan cada mañana esa sexy taza que te regaló tu sexy mejor amiga, oh sí!- lo molesté mientras él negaba con la cabeza dirigiéndose hacia su cuarto y yo detrás de él. Se detuvo frente al armario a buscar ropa y mientras se quitaba la camisa me tomó de los hombros –Está loca, ¡usted está loca! Además de mentirosa. Mi mejor amiga no es tan sexy- y me guiñó el ojo.

-¿Que no es sexy? ¡Por Dios Ricky! ¿Tienes otra mejor amiga? ¡Maldito!

-Por supuesto que no bebé, sos la única en mi vida, corazón.- Dijo dándose una palmadita en su pecho de manera dramática.

-Más te vale, porque si la tienes y no me la has presentado te juro que te mato.- Dije entrecerrando mis ojos.

-Bien que la matarías a ella, eres una celosa fatal.

-Si es sexy te puedo compartir.

-Tranquila, solo tú eres mi mejor amiga. Soy todo tuyo bebé.

-Sí claro, y de cuanto hombre guapo y gay se te acerque. –Rompí la seriedad y me reí a carcajadas.

-Ves que sí, usted está loca.- Dijo cerrando al fin la puerta del baño y repitiendo las últimas tres palabras a lo que contesté con una risa aún más sonora.

Desde la cocina le grité bastante fuerte para que me oyese: -¡Y bien que así me amas!-.

Serví dos tazas de café, las habíamos comprado juntos. La que le obsequié a Ricky dice “Best” y la mía “Friends”, al juntarlas, la frase se completaba y el diseño de ambas calzaban. Son geniales. Saqué unos panecitos de repostería y los serví en un plato. Fui a revisar rápidamente mi correo electrónico, pero no, aún no había respuesta. Apagué la computadora, acomodé mi cama y regresé a la cocina. Ricky me esperaba sentado en la mesa cuadrada color negra con sillas de respaldar alto y curveado, me encantó ese juego de comedor desde la primera ojeada. Desayunamos. Él lavó los trastes y yo me encargué de limpiar la mesa. Entonces surgió la pregunta: -¿Alguna noticia?- dijo intentando ser cauteloso al conocerme suficientemente como para esperar mi inmediato y profundo suspiro previo a mi respuesta. –No, nada aún.- le dije y lo miré. Sonrisa falsa de mi parte.

Terminamos de recoger y poner todo en su sitio nuevamente. Buscamos los abrigos porque el día estaba bastante frío y salimos del departamento, él con su gran bolso gris en la espalda. Yo con mi bolso azul cruzado desde mi hombro derecho hasta el lado izquierdo de mi cadera. 5:34 a.m y el sol aún no se arrimaba lo suficiente, había un poco de niebla. Nos fuimos caminando sin prisa hasta el centro, teníamos bastante tiempo. Ahí tomamos un bus hacia nuestro nuevo viaje.

El trayecto en el bus fue en un ambiente tranquilo escuchando música desde mi celular y observando a Ricky dormir. Con la salida de anoche, y el hecho de que seguramente fue para él una noche movida, con movimientos intensos de cadera supongo, descansaba ahora en los brazos de Morfeo. Este hombre va de hombre en hombre.

Estábamos por llegar, por lo que tuve que sacar de sus sueños al castaño, alto y algo musculoso que iba junto a mí. Estábamos ahí. Estábamos en la punta del país, y ya nos esperaba el guía de la reserva para llevarnos al sitio. El tipo resultó ser un hombre de unos treinta y tantos, de buen cuerpo, no tan alto. Su cabello rizado, ojos verdes y cara fina le daban cierto aire de “sexy a la vista”. Por lo que no me extrañó que mi amigo de primera entrada me diera un leve codazo en señal de ello. Pero a ver, soy lesbiana, no ciega. Y a decir verdad era muy guapo. Mas no de mi tipo claro está.

Luego de los respectivos saludos y detalles sobre la reserva que nos brindó Marcos, que así se llamaba, nos enrumbamos en lancha por unos canales luego de viajar por casi una hora en la camioneta de la posible próxima compañía nocturna de mi amigo.

-El sitio es muy hermoso, las fotos que le he enviado se quedan cortas.- me dijo Marcos.- Apenas lleguemos tendrán el almuerzo en el comedor adjunto a una pequeña “Área de ensueño” como le llamamos. Posee hamacas y vista a la playa, con el sonido de las olas y la sombra de unas palmeras y árboles grandes, es genial. Les va a encantar. –finalizó con gran entusiasmo.

-A mí ya me está gustando, y bastante. –dijo con notable doble sentido Ricky. Ese no perdía el encanto en ningún momento. Pero el joven, que al parecer no iba muy cómodo con la mirada de mi insinuante compañero, paró en seco a este y le dejó muy claro que –Lo siento amigo, no soy gay. No es por ser grosero, pero agradecería si terminas este juego que yo no quiero jugar.- le dijo con voz firme, y efectivamente, sin sonar grosero. Ricky simplemente sonrió y le ofreció la mano como disculpa. –Perdona, sé que no eres gay, pero quise al menos intentarlo. Y no te preocupes, no te acosaré.- le guiñó un ojo y se rió al notar la cara de confusión de Marcos.

-De verdad, quiero dejarlo cla…

-¡Es broma hombre!- rió aun más fuerte y me miró, a lo que no aguanté más y solté yo también la risa. –Lo dejaste claro, tan solo bromeaba. De verdad, no te preocupes.- le dijo esta vez un poco más serio, para darle seguridad de sus palabras. Realmente Ricky era muy respetuoso en cuanto a eso, coincidíamos en que el ser homosexual no te hace menos íntegro o respetuoso.

Al llegar al pequeño puertito para lanchas de la reserva, y con Marcos con una sonrisa en su rostro de nuevo, caminamos por un sendero hasta que mi vista recorrió todo aquel paisaje. Era un lugar bellísimo. Había caminos de piedra que unían cada una de las estructuras de madera como el comedor que se veía a la izquierda de donde estábamos. Frente a nosotros, una especie de casa de dos plantas que al repasar de abajo hacia arriba noté tenía un salón muy grande en la parte baja y un pequeño cuarto que al parecer era un baño, arriba habían hamacas y más sillones, todo esto observable gracias a las paredes de vidrio, a la derecha de esta estaba el “Área de ensueño” de la que nos habló Marcos, que tan solo de verla ya inspiraba tranquilidad.

Al seguir el recorrido de la hermosa fotografía en vivo y en directo de esta pequeña, escondida y hermosa reserva que tenía de fondo la playa y sus olas, además de muchos visitantes, encontré aún más belleza. Era un muchacha de unos veinte o próximos, unos cuantos centímetros más baja que yo, con un metro sesenta y siete quizás. Piernas tonificadas, linda parte de atrás y más con ese lindo short café, llevaba la parte superior de un traje de baño color verde, muy lindo escote, muy linda vista. Era de cabello largo, un poco ondulado, castaño. Me llamó la atención una pequeña cicatriz en su mentón, se veía realmente sexy.  Pero no fue por lo que me atonté, lo hice cuando pasó al frente mío, mirándome con unos tiernos ojos negros un poco tímida a modo de saludo por lo que si acaso pude decir “Buenas” en ese corto momento. Mi cabeza giró hacia la derecha conforme ella se iba perdiendo en un caminito rodeado de plantas a los lados, casi formando paredes. Supuse que en esa dirección estaban las habitaciones. En esa dirección iría en unos minutos, a seguir encantándome con la belleza del sitio, y en especial, con la de esa muchacha.

-¡Santo pajarito azul que dejó de volar!- dije para mí misma, sin percatarme de lo evidente que fui hasta que Ricky interrumpió en mis sumida distracción al codearme, otra vez. –Opa, opa.- dijo sonriéndome. Lo volví a ver y negué con la cabeza, atrapando el aire con mi boca y soltándolo de apoco.  Volví a sentir mis pies sobre el suelo. Al parecer la que estaba volando era yo. Aunque de verdad pareció que el tiempo se detuvo mientras le veía.