Más que amigos, menos que novios
Las vivencias de nuestro protagonista con su mejor amiga. La biblioteca puede desatar grandes pasiones...
Aquel día había quedado con mi mejor amiga, Lucía, para estudiar en la biblioteca. Ambos teníamos 18 años, el curso había terminado y teníamos que preparar la selectividad para ir a la universidad.
Ultimamente, yo había tenido muchos problemas de todo tipo: familiares, sociales, "profesionales"; supongo que es normal, es el último año de instituto y parece que todo el mundo se te viene encima, lo único que me quedaba era ella, Lucía. Me gustaba desde hacía años, pero nunca me había atrevido a nada, supongo que por miedo al rechazo o por falta de autoestima. Ella era una chica preciosa, con el pelo castaño por los hombros, labios carnosos y ojos marrones, muy coquetos y divertidos, como de una niña pequeña, además de que estaba muy bien formada y siempre había aparentado más edad de la que tenía.
Nuestra historia era bastante típica: chico conoce a chica, se enamora de ella, pero antes de hacer nada, ya comprende que ella solo quiere amistad. Siempre había tenido la duda, pero era muy difícil atreverse. Ella tenía mucho éxito entre los chicos y, bueno, al ser amigos, me contaba todas sus experiencias, era una chica bastante inquieta. Mis experiencias sin embargo, no eran tan interesantes, la mayoría de veces que había tenido alguna cita, algún lío e incluso haberme acostado con alguna chica, habían sido fruto de la frustración despues de haber oído alguna historia de ella, así que tampoco recordaba ninguna con especial cariño.
Llevábamos ya un rato en la sala de estudio cuando no pude evitar soltar un leve sollozo. No podía concentrarme, no hacía más que pensar en mis problemas personales, en ese momento no había nada que me importase menos que los artículos de la Constitución de 1812 que tenía en el libro. Todos mis pensamientos pasaban a la vez: problemas con mi madre, problemas con mis hermanos, con los amigos... y ella, ahí, tan cerca y tan lejos. Me miró al oir el sollozo, vio que caían unas lágrimas por mi mejilla y me dijo, con cara de tristeza:
Ven.- Me cogió de la mano y me arrastró de la sala de estudio.
¿Adónde?- pregunté sorprendido.
A un sitio dónde podamos hablar, la sala de estudio tiene que estar en silencio.
Fuimos a la hemeroteca del tercer piso, a esas horas no había casi nadie y la sala estaba prácticamente vacía.
- ¿Qué te pasa? ¿Tanto te disgusta la Historia de España?- preguntó sonriendo levemente, tratando de animarme. Yo reí un poco antes de responder:
-Ya sabes, ultimamente no lo he pasado del todo bien, es solo que se junta todo y... esto puede conmigo.
-Venga, anímate, solo quedan un par de meses... apruebas la selectividad y nos vamos a estudiar fuera, todos tus problemas quedarán atrás y tendrás una vida nueva... los dos tendremos una vida nueva. Sabes que puedes contar conmigo- Sus palabras eran reconfortantes, pero solo eran eso, palabras. Aunque los dos nos fuéramos lejos, aún más lejos estaríamos el uno del otro y eso era lo peor, no sabía si lo mejor para mi sería no tenerla, pero la necesitaba, necesitaba tener a alguien, para no sentirme tan solo.
-¿Te puedo pedir un favor?.- le dije de repente, casi sin pensar.
-Claro, dime.- respondió ella, algo sorprendida.
-Creo que necesito un abrazo.- al oirlo, ella sonrió.
-Ven aquí tonto... - dijo mientras me rodeaba con sus brazos y me estrechaba contra ella con ternura.
Mis brazos la rodearon también, apretando más el abrazo. En ese momento, mis hormonas me jugaron una mala pasada, como es normal a esa edad. Al notar el contacto de sus pechos contra mi torso, comencé a sentir una creciente erección. No era ni el momento ni el lugar más adecuado y, sin duda, ella se había dado cuenta de lo que me pasaba en la entrepierna, sin embargo, no hizo nada. Se mantuvo apegada a mí en ese abrazo tan estrecho.
Poco a poco, nos fuimos separando. Sus mejillas rozaron con mías al separarnos, eran muy suaves y cálidas. Al final, nuestras miradas volvieron a encontrarse cuando estuvimos de frente.
-Te huele muy bien el pelo- fue lo primero que se me ocurrió, tenía que romper el hielo de alguna forma y evitar la embarazosa situación que estaba a punto de darse. Al oirlo, ella apartó la mirada, algo sonrojada.
-No digas tonterías, huele como siempre... - dijo mientras volvía de nuevo la cabeza para mirarme, sin embargo, se encontró con que mi cara estaba muy cerca de la suya. No había podido evitarlo, no era el todo dueño de mis actos, parecía que mis hormonas seguían actuando. En ese momento no pensaba en nada más que en ella, en sus labios. Tenía que besarlos.
Ella me miraba, entre sorprendida y abrumada. Cada vez estaba más roja y tenía la boca ligeramente abierta, como tratando de decir algo, pero sin poder articular palabra. No pude más, me dejé llevar. Nuestras bocas se unieron, luego nuestros brazos y cuerpos. Nuestro beso se fue haciendo más pasional y húmedo progresivamente. No se cuánto tiempo estuvimos besándonos, pero fue lo más maravilloso que me ha pasado en la vida. Cuando terminamos, ella estaba muy colorada y se mordía ligeramente el labio inferior.
-Vamos... - me dijo mientras me cogía de la mano y me volvía a arrastrar fuera de la hemeroteca.
Fue para mi una gran sorpresa cuando me di cuenta de que no volvíamos a la sala de estudio, si no que me llevaba entre las estanterías de la zona de lectura. Me llevó hasta la zona más alejada de la biblioteca, una pequeña esquina muy poco transitada, ni siquiera sabía de qué eran los libros expuestos en esas estanterías, pro supongo que no serían muy interesantes al no venir nadie a por ellos.
Cuando iba a preguntarle por qué me había llevado allí, me cogió por el culo, me atrajo hacia ella y me volvió a besar. Apoyó la espalda en una estantería y me besó pasionalmente mientras me manoseaba. Poco despues se separó y me hizo una señal de que me esperase. Fue entonces cuando la miré de arriba a abajo y me percaté de lo preciosa que iba ese día, con una falda corta de color negro y una camiseta, también negra, de unos tirantes muy finos y con un escote bastante generoso.
Mientras la observaba, ella metió las manos por debajo de su falda y se quitó las braguitas, eran finitas y de color rojo. Acto seguido se quitó también el sujetador y guardó ambos en el bolso. Y así se quedó, vestida pero sin ropa interior. Me miró de forma traviesa mientras me pasaba los brazos sobre los hombros y me dijo:
-Así estaré más cómoda para esto, ¿no crees?- me sonrió de forma pícara y me besó, volviendo a apoyarse en la estantería. Esta vez, tomé un papel más activo, comencé a acariciarle las tetas. Eran perfectas, redonditas, algo duritas y podía notarle los pezones algo duros a través de la fina tela de su camiseta. Seguí besándola mientras le bajaba los tirantes de la camiseta, dejando las tetas al descubierto y acariciandolas de nuevo. También eran suaves y los pezones eran pequeños y rosados. Ya estaban completamente duros cuando empecé a pellizcarlos levemente. Dejé de besarla y me agaché un poco, para poder besarle las tetas y lamer los pezones. Mientras tanto, aproveché que tenía las manos libres para acariciarle las piernas, tan largas y suaves. Fui subiendo por sus piernas poco a poco, hasta que llegué a su sexo. Tenía una fina capa de bello púbico, muy suave, como todo en ella, y la vagina estaba completamente empapada. Comencé a masturbarle, acariciando su clítoris, mientras seguía chupándole los pezones. Su respiración era cada vez más agitada, movía las caderas para acompasar el movimiento de mis dedos y lanzaba pequeños gemiditos. Sus manos no podían parar quietas, pasaba en un instante de acariciarse la teta que le quedaba libre, a cogerme la cabeza o, donde pasaba más tiempo, acariciándome el paquete, que estaba ya a tope de erección.
Mis dedos estaban ya completamente empapados de sus fluidos, así que me puse de rodillas, metí la cabeza en su falda y comencé a lamerle toda esa zona, de abajo a arriba, sintiendo todo el sabor de su sexo. La oía gemir, se notaba que estaba reprimiendo los gemidos para no llamar la atención y que no nos pillaran. No llevaba mucho rato con el sexo oral cuando ella me apartó.
-Ahora me toca a mi.- dijo mientras se agachaba. Me desabrochó el pantalón y sacó mi pene, que estaba muy duro y húmedo. Pareció sorprendida y complacida por el tamaño. Sin mediar palabra, comenzó a lamerla entera, de abajo a arriba. Luego se centró en la punta, lamiéndola y chupándola, para despues engullir todo el pene. Lo chupó como nunca antes me lo habían chupado. Mientras lo hacía, con la mano libre me acariciaba los huevos, con mucha sutileza, me metía la mano por dentro de la camiseta para acariciarme el torso o se masturbaba. Seguía tan inquieta como antes.
Despues de varios minutos en ese plan, se levantó, se situó inclinada sobre la pared, con el trasero apuntando hacia mi y, levantándose la falda, me dijo:
-No puedo más, métemela...
Yo tampoco podía más, la agarré por el culo e introduje el pene en su sexo. En un principio soltó un gemidito muy leve, seguía conteniéndose. Empecé a metérsela muy lentamente, estaba tan húmeda que casi parecía que me engullía ella a mí en vez de que la penetraba yo a ella. Poco a poco fui aumentando la fuerza y el ritmo y a ella le costaba cada vez más contener los gemidos, casi gritos. Para ayudarla, introduje dos dedos en su boca, que ella comenzó a chupar como si se trata de un pene, dejando así de emitir sonido. Ella comenzó a tocarse el clítoris mientras yo continuaba metiéndosela, todo lo rápido y fuerte que podía. Al final ella se echó hacia atrás y me dijo al oído:
-Me voy a correr en seguidaaa... - Justo entonces, descargué todo mi semen dentro de ella, que estuvo a punto de gemir más fuerte que nunca, pero me mordió el lóbulo de la oreja algo más fuerte de lo que debería para reprimirse.
Cuando todo terminó, ella volvió a besarme, cogió su bolso y se fue camino del aseo para limpiarse. Mientras tanto, yo me limpié con un pañuelo, me puse el pantalón y me dirigí otra vez a la sala de estudio, donde intenté volver a concentrarme en los libros. A los pocos minutos, llegó ella, se sentó a mi lado y continuó estudiando.
-Tenemos que hablar- no pude evitar decirle.- ¿Qué ha significado esto?- ella me miró, algo confundida y respondió:
-Será mejor que hablemos de esto en otro lugar.
Dicho esto, recogimos nuestras cosas y nos fuimos a una cafetería que estaba al lado de la biblioteca. Despues de pedir, comenzó la conversación:
-¿Qué ha significado esto?
-Mira, tu me gustas mucho, desde hace años y se te nota bastante que a ti te gusto yo- sus palabras me llegaron como una canción de victoria.- sin embargo... - los peros son los que más duelen... -... siempre he creído que no estaba preparada para nada serio, por eso nunca había dado el paso que se supone que he dado hoy, y la verdad, sigo creyendo que no estoy preparada.
- ¿Qué quieres decir?- no sabía si lo que me acababa de decir era bueno o malo.
-Quiero decir, que por ahora no creo que sea conveniente que seamos pareja. No se si seré capaz de darte todo el amor que te mereces.- al decir esto, me cogió de la mano y la deslizó por debajo de su falda, hasta que pude volver a notar la suavidad de su bello púbico y la humedad de su sexo.- Esto es lo único que te puedo dar con seguridad.