Más de cien lamentaciones

Lamentos de alguien (sea hombre o mujer) cuya última relación sentimental acabó hace casi poco y en malos términos.

Maldigo la primera vez que le vi, estando yo casi a lo lejos.

Maldigo cada arreglo que hice en mi aspecto físico para cautivarle.

Maldigo cada prenda de ropa que me compré para seducirle.

Maldigo el perfume que me puse.

Maldigo cada centímetro que recorrí para acercarme a él/ella.

Maldigo el saludo con el que me presenté por primera vez, aunque no la despedida final.

Maldigo cada mentira que dije para aproximarme a él/ella.

Maldigo cada pregunta que le hice con la intención de conocerle más, y cada pregunta que me hizo, buscando lo mismo.

Maldigo cada respuesta –verdadera o falsa– que me dio, y que le di.

Maldigo cada atrevimiento que realicé para cortejarle.

Maldigo cada muestra de interés o de atención que le di, y que me dio.

Maldigo cada palabra bonita o lasciva que le dije.

Maldigo cada palabra agradable que escuché de él/ella.

Maldigo cada mirada lasciva o tierna que le hice, y que me hizo.

Maldigo el tiempo que gasté pensando en las palabras justas para conquistarle. El tiempo que gasté pensando en las palabras justas para sacarle una sonrisa.

Maldigo cada tema que conversamos.

Maldigo cada chiste malo que, por venir de él/ella, me causó mucha gracia.

Maldigo cada movimiento voluntario que hice con mis ojos, buscando en su figura… lo que no tenía que buscar.

Maldigo esas miradas, esas sonrisas, esas risas, esas preguntas, esas respuestas –verdaderas o falsas– y esas frases que solté premeditadamente… invitándole a que quiera saber más de mí.

Maldigo cada pensamiento fuera de lugar que tuve (y que todavía sigo teniendo).

Maldigo cada torpeza y cada tontería que llegué a hacer involuntariamente pensando en él/ella.

Maldigo cada noche en que no podía pegar un ojo pensando en él/ella. El esfuerzo que tenía que hacer a veces para poder dormir.

Maldigo cada llamada telefónica que le hice, solamente para escuchar su voz. Y que me hizo.

Maldigo cada regalo que le ofrecí, y que me ofreció.

Maldigo cada paso que hizo para acercarse a mí.

Maldigo cada sonrisa con que le recibía, y cada sonrisa con la que él/ella me recibía.

Maldigo cada mueca que hacíamos al vernos expresando felicidad.

Maldigo el perfume que se solía poner.

Maldigo cada momento en que mi piel se erizó por él/ella.

Maldigo cada caricia que le hice, y que me hizo.

Maldigo cada suspiro agradable que me provocó, y que le provoqué.

Maldigo cada beso que nos dimos.

Maldigo el sonido que hacíamos al besarnos.

Maldigo cada beso en el cuello que le di, y que me dio.

Maldigo cada beso muy cerca de la boca que le di, y que me dio.

Maldigo cada beso en la frente que le di, y que me dio.

Maldigo cada beso en el hombro que le di, y que me dio.

Maldigo cada beso en la espalda que le di, y que me dio.

Maldigo cada beso que le pedí y cada beso que no le pedí. Cada beso que disfruté y cada beso que no disfruté.

Maldigo el sonido que hacíamos al tocarnos.

Maldigo cada cabello suyo que rocé con mis dedos.

Maldigo cada dedo suyo que usó para causarme placer.

Maldigo cada gemido que me provocó, y que le provoqué.

Maldigo cada cosquilleo que nos provocamos con tanto roce y tanto movimiento.

Maldigo cada pequeño territorio de su piel que toqué con mis manos.

Maldigo cada juego que hacía en mí con su boca.

Maldigo cada juego que yo hacía en su cuerpo con mi lengua.

Maldigo el afecto, el apego, el fervor, la afabilidad, la amistad, la atracción, la devoción, la querencia, la veneración… con la que tratábamos a nuestras zonas pudendas.

Maldigo cada sonido instintivo que hice estando pegado/a a él/ella.

Maldigo el entusiasmo con que lo hacíamos.

Maldigo cada vez que me quedaba quieto/a contemplando su desnudez, y cada vez que él/ella contemplaba la mía.

Maldigo cada risa que solté estando a su lado, y que él/ella soltó estando en el mío.

Maldigo cada abrazo que le di, y que me dio.

Maldigo cada herida que le lamí, y que me lamió.

Maldigo cada picazón que le rasqué, y que me rascó.

Maldigo cada noche en que dormimos juntos.

Maldigo cada desayuno que hicimos juntos.

Maldigo cada almuerzo y cada cena en que comimos juntos.

Maldigo cada tímida o enorme muestra de amor que le hice, y que me hizo.

Maldigo cada muestra de amor que tuve intención de hacerle y nunca llegué a concretar.

Maldigo cada promesa estúpida que le hice. Que me hizo. Que nos hicimos.

Maldigo cada juramento de amor eterno que le hice, sabiendo muy bien que no podía –ni quería– cumplirlo.

Maldigo cada ilusión que me hice, y que le hice sentir.

Maldigo cada ritmo de baile que hicimos.

Maldigo cada encuentro que realizamos.

Maldigo cada plan que armamos juntos.

Maldigo cada conversación improvisada o estructurada que tuvimos.

Maldigo cada confesión que le hice. Cada vez que le decía, sin ningún ocultamiento, lo que sentía por él/ella.

Maldigo cada confesión que me hizo. Cada vez que me decía, sin ningún encubrimiento, lo que sentía por mí.

Maldigo cada pequeña imperfección en su cuerpo que en un pasado me cautivaron.

Maldigo cada parte de su cuerpo que todavía me sigue cautivando.

Maldigo cada parte de su personalidad que todavía me sigue atrapando.

Maldigo cada canción y cada libro que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada película y cada serie de televisión que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada aroma que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada casa/edificio que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada vehículo que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada planta que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada copa, taza o vaso que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada utensilio de cocina que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada peinado que veo en otra persona y que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada actividad física que veo hacer a otra persona y que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada comida que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada bebida que solíamos compartir.

Maldigo cada tic nervioso que veo en otra persona y que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada evento deportivo que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada frase y cada opinión que me recuerda a él/ella.

Maldigo cada mes, cada semana, cada día, cada hora y cada minuto en que volví a acordarme de él/ella.

Maldigo cada recuerdo bueno o malo que tengo de él/ella.

Maldigo su pasado conmigo.

Maldigo el tiempo que a veces desperdicio mirando fotografías suyas.

Maldigo el tiempo que a veces desperdicio queriendo averiguar su presente. Como también maldigo su presente cuando lo averiguo.

Maldigo su futuro con otros/as hombres/mujeres.

Maldigo cada sueño y cada pesadilla que tuve –y que todavía sigo teniendo– con él/ella.

Maldigo cada momento en que me sentía dichoso/a, en que me sentía afortunado/a, en que me sentía feliz… estando cerca suyo.

Maldigo el desgano con el que –por estar recordando como buen/a masoquista que soy– realizo a veces mis tareas diarias. El mismo desgano con que el agua vuelve otra vez de la arena después de que las olas se precipitaran y explotaran.

Maldigo cada nudo en la garganta que me deja a veces su perpetua partida.

Maldigo cada presión en el pecho que me deja a veces su ausencia permanente.

Maldigo cada respiración acelerada que llego a hacer cuando las emociones me desbordan, y todo por él/ella.

Maldigo el enrojecimiento de mi cara delatando la vergüenza que siento, hacía mí, hacia todo eso que hice (y hacía lo que a veces sigo haciendo).

Maldigo la gestualidad que hace mi rostro delatando mi insoportable angustia… y que me hace pensar, que no soy más que otra triste historia.

Maldigo cada lágrima que me tengo que tragar.

Maldigo cada milímetro cúbico de lágrima que vertieron –y que todavía vierten– mis ojos por él/ella.

Maldigo cada sollozo que suelto por él/ella y que trato de callar, pero que ninguno de ellos me hace caso.

Maldigo esta sensación de desconsuelo absoluto que se traduce en una dificultad para respirar.

Maldigo cada suspiro entrecortado que hice y que hago por él/ella, avisándome que la pena todavía no me está abandonando del todo.

Maldigo este orgullo dañado. Este orgullo dislocado. Este orgullo herido. Este orgullo lacerado. Este orgullo lastimado. Este orgullo lesionado. Este orgullo lisiado. Este orgullo magullado.

Maldigo la amargura que me dejó como secuela, ese pasado y sus consecuencias. Aunque después se me pasa, y después vuelve. Después se me pasa y después vuelve.

Maldigo la ansiedad que sufro cuando me doy cuenta de que está cerca mío, sea por pura coincidencia o no. Una ansiedad tan intensa, que no me deja hablar, y que apenas me deja mantenerme en pie.

Maldigo la ansiedad leve que sufro cuando creo estar viéndole a lo lejos –lo suficiente como para dudar si es realmente él/ella–, deseando equivocarme.

Maldigo esta acongojadora soledad. Esta afligida soledad. Esta apenada soledad. Esta apesadumbrada soledad. Esta atormentadora soledad. Esta atribulada soledad. Esta compungida soledad. Esta inconsolable soledad. Esta melancólica soledad. Esta mortificadora soledad. Esta quebrantadora soledad. Esta sufriente soledad. Esta tormentosa soledad. Esta tortuosa soledad.

Maldigo el hecho de que tal relación no haya sido fugaz como una estrella o líquida como el agua así, a lo sumo y por lo menos, el dolor que siento no sería tan intenso y prolongado.