Más contenta (II)

Tengo que confesar que me volví una adicta. Aquel día en que mis bragas acabaron en el suelo algo se estableció dentro de mi y cambié para siempre.

Tengo que confesar que me volví una adicta. Aquel día en que mis bragas acabaron en el suelo (ver primera parte, http://todorelatos.com/relato/121462/) algo se estableció dentro de mi y cambié para siempre.

Y no me refiero a la polla de mi puto. La disfruté, claro -joder si la disfruté-, pero los días siguientes, en cuanto tenía ocasión, espiaba el Telegram -que así se llamaba el chat que usaba- de mi hija, en busca de nuevas conversaciones con Carlos. Una polla, una buena polla bien usada siempre está bien -aunque casi lo hubiese olvidado-, pero descubrí que el morbo de lo prohibido lo superaba con creces, y me masturbé con frecuencia en aquella habitación ante la luz del monitor en cuanto mis hijos se iban de casa.

  • ¿Estás solo? - comenzaba mi hija en una conversación.
  • Sí.
  • Acabo de estar con Juan.
  • ¿Y?
  • Ha sido una mierda, se ha corrido enseguida.
  • ¿Y qué quieres que haga yo?
  • ¿Has estado hoy con Sandra?
  • ¿Y qué si lo he hecho?
  • Vete a la mierda.
  • Hazte un dedo.
  • Hazte una paja.
  • A mi ya me la han hecho.
  • Hijo de puta.
  • Malfollada.

Tras varios minutos la conversación continua.

  • Joder, Carlos, estoy muy cachonda.
  • ¿Quieres una polla?
  • Quiero tu polla, joder…
  • Hoy no puedo, viene Sandra a follar.
  • Joder, qué envidia…
  • Hoy la voy a hacer unas cuantas cosas nuevas.
  • Joder, sigue…
  • ¿Te estás tocando?
  • Sí.
  • Ella me ha dicho que la haga lo que quiera, y tengo unas cuantas ideas...
  • Llámame.

Otra vez un parón, esta vez más largo. Al rato, una foto del ordenador. En la pantalla, un dormitorio. En primer plano, un chico colocando la cámara.

  • Vale, ya está grabando - puso mi hija, que guardaría aquella sesión de Carlos en su ordenador.
  • Está en el portal.

Joder. No pude seguir leyendo. Comencé a buscar compulsivamente aquél vídeo en el ordenador, necesitaba saber todo lo que pasaba por la cabeza de aquel chaval. Tras un buen rato escarbando en los directorios de mi hija encontré uno llamado “Carlos”,  con varios vídeos. Para no arriesgarme a encontrarme a mi propia familia, abrí el que coincidía con aquella fecha. Mi mano tembló excitada al hacer doble click en el fichero.

Avancé varios minutos de plano de cama vacía, hasta que Carlos condujo frente a la cámara a la tal Sandra. Desnuda, con los ojos vendados y esposada, la arrodilló. Típica niñita guapa de tetas firmes y cara de no haber roto un plato. Él se puso delante. Era atractivo pese a su edad, rudo, de mandíbula ya prominente y barbilampiño. Muy fuerte. La dio una bofetada. Ella no dijo nada. Otra. La besó y la susurró algo. Después se levantó. Ya estaba desnudo. En un primer plano, el pollón del chaval desapareció entre sus labios, y ella comenzó a comerle con devoción.

Me tumbé desnuda en la cama disfrutando del vídeo. Para cuando ella se había corrido por tercera vez yo solté mi primer grito. Ese chaval era una maldita máquina sexual y un pervertido que hizo con ella lo que quiso durante horas, mientras mi hija seguramente se masturbaba viéndolos, como yo ahora.

Al acabar, exhausta, mandé un correo electrónico.

Asunto: ¿Cuánto me costaría esto?

Cuerpo: vacío.

Adjuntos: carlos sandra mayo.mp4

Cuando días más tarde mi puto entró por la puerta me dio dos besos y me preguntó si estaba segura. Después me quitó la ropa, que quedó en el suelo del salón. Se sacó unas esposas de la mochila, y las usó en mis muñecas, quedándolas en mi espalda. Me vendó los ojos y me dejó de pie, desnuda y sola. Podía notar que ya estaba húmeda.

Me llevó de la mano, y me arrodilló. Me abofeteó. Noté mis mejillas ardiendo cuando me susurró “te voy a tratar como a una perra, puta”.

Agarró mi cabeza y condujo su polla a mi boca. No me dejó lamerle, se dedicó a utilizar mi cabeza como consolador, follándome los labios, arrodillada, obligada a recordar cómo relajar la garganta para aceptar sus embestidas.

  • Te voy a destrozar, Sandra - me dijo.

Mi piel se erizó al oír que me llamaba así, recordando los gritos de placer de la chica del vídeo. Noté mi coño mojando mis piernas y su glande golpeando en mi garganta, obligándome a contener el reflejo de vomitar.

  • Te voy a destrozar, Sandra - me repitió, follándome la boca. Mis manos, esposadas, fueron a mi coño mientras lo hacía. Él comenzó a reír.
  • No te toques. Hoy te voy a hacer correr hasta que te duela.

Me quitó las esposas y me tumbó en la cama. Sacó de su mochila unas cuerdas, y me ató, quedándome en cruz, a su merced.

  • Hay algo en lo que todavía no te pareces a Sandra - me susurró. Después noté cómo untaba un líquido pastoso en mi pubis y mi coño. - No te muevas si no quieres un accidente. - A continuación, una afilada hoja recorría mi piel.

Tras un par de minutos casi sin respirar, una toalla. Me limpió con sumo cuidado, como una última caricia inocente.

Después, su lengua. Noté mi coño suave al contacto de su boca. Gemí.

  • Sigue, Carlos, sigue..

Abrió mi vulva concentrándose en chupar el clítoris. Yo clavaba las uñas a la cama, con la espalda rígida e inmovilizada, disfrutando de su trabajo pero tensa por lo que sabía que venía ahora. Su lengua se introdujo en mi coño y sus manos fueron a mis pezones, retorciéndolos con fuerza y haciéndome acercarme al orgasmo. No pude evitar decirlo.

  • Me voy a correr, Carlos…

En ese momento, paró. Temblé y grité, soltándo una lágrima.

  • Sigue, por favor, sígue…

Me agité en la cama como poseída, implorando por un orgasmo que sabría que no llegaría todavía.

  • Sigue, por favor, hazme correr aunque Sandra no se corriese, lo necesito…

Silencio.

  • Te pagaré el doble, pero hazme correr…
  • Calla, Sandra. - contestó, serio. Un segundo después, calor en mi vientre.
  • Aaarrgg… - grité sobresaltada. La cera líquida parecía fundirse con mi piel. Al instante su boca prosiguió.
  • Joder, joder…

El punzante dolor del calor había pausado mi orgasmo pero al retomarlo tan seguido lo que se avecinaba parecía que iba a ser memorable. Noté sus manos pasando por la cera y repartiéndola por mi cuerpo mientras se secaba y su boca me comía con fuerza.

  • Me corro… - grité. Lo hice. No recuerdo jamás nada así. El calor de la cera se había disipado ya, pero el de mi cuerpo amenazaba con fundirla. Temblé y grité.
  • Así, Sandra, sí…

Moví la cama, a la que seguía atada, con la violencia de aquel primer orgasmo de la noche. No recuerdo qué grité. Intenté decir lo mismo que dijo la cría al correrse en su boca, pero no coordinaba las palabras. Carlos me bloqueaba las caderas mientras bebía mis flujos saliendo a borbotones como nunca durante mi corrida.

Cuando hube parado se sentó sobre mi vientre, con su dura polla situada entre mis tetas. Me abofeteó.

  • ¿Te ha gustado, puta?

No podía ni contestar, estaba todavía recuperándome, y me volvió a golpear.

  • Te voy a destrozar.

Noté, todavía vendada, cómo bajaba de la cama. Al poco, algo grande y duro entraba en mi coño.

  • ¿Quieres que lo encienda?

Un gordo vibrador abría mis labios, y algo descansaba en mi clítoris. Yo sudaba.

  • Sí, por favor.
  • Dí “sí, mi señor”.
  • Sí, mi señor.

Tango el consolador dentro de mi como lo que se apretaba mi clítoris comenzaron a vibrar. Habría gemido si no me hubiese metido la polla en la boca.

Los siguientes minutos los pasé a su merced. Es difícil de describir la sucesión de orgasmos a los que me llevó sus juguetes. El primero con ellos fue duro e intenso, el primero que nunca me hubo provocado un juguete. Una máquina, más bien. El segundo fue casi dulce. Seguía chupándole como podía durante el tercero y el cuarto, a los que cada vez costaba más llevarme pero que al conseguirlo mejoraban el anterior. Hasta el quinto, cuando ya tenía lágrimas en los ojos por su tratamiento, no me permitió parar.

Me soltó. Tras varios minutos conseguí recuperar la respiración y girarme sobre la sudada cama.

  • ¿Te ha gustado, Sandra?

Sabía lo que tocaba. A cuatro patas delante de él, comencé a chupar su polla, que seguía dura como el primer minuto. Seguí haciendolo, y disfrutándolo, hasta que su semen comenzó a verterse en mi garganta.

  • Hasta la próxima - me susurró tras recoger su dinero, ya vestido, antes de marcharse.

Me levanté y paré el vídeo en el ordenador, en el que Carlos y Sandra, los Carlos y Sandra de mi hija, ya hablaban tranquilamente en la cama, aunque a ella no le había dejado limpiarse el semen de la cara.

Después apagué la cámara que había grabado mi sesión y guardé la tarjeta de memoria a buen recaudo.

Durante unos días el ritmo de sexo en el Telegram bajó, y tuve que recurrir a verme a mi misma follando con Carlos como material masturbatorio. Una noche, un sábado en que mis hijos habían vuelto a buscar excusas para no ir a casa, me vi a las dos de la mañana con una copa de vino de más abriendo el ordenador para ver porno como un adolescente. Pero, al segundo o tercer vídeo, con mis bragas en su sitio todavía, un nuevo mensaje de mi hija para Carlos apareció.

  • Juan ya está dormido. Mándamelo.
  • ¿Estás segura?
  • Sí.
  • Esto es muy fuerte.
  • Mándalo, yo me ocupo.
  • Vale, pero lo mando y no vuelvo a escribir.
  • Vale.

En la pantalla apareció una imagen borrosa y un símbolo de carga dando vueltas. No distinguía nada, pero mis pezones ya estaban reaccionando ante la expectativa de un nuevo vídeo de Carlos, casi en directo. Me fui despojando de la ropa hasta que el siguiente trago de la copa lo di desnuda.

Por fin, el vídeo cargó. Acerté no sin dificultad a dar al triángulo del play.

Sandra, desnuda en la cama de nuevo, con su perfecto cuerpo a cuatro patas y una venda negra tapándole los ojos y apartando sus rizos rubios de la cara. Cámara en mano, Carlos se acerca a ella por delante. Su ya conocida polla en primer plano.

  • Abre la boca.

No tuvo que insistirla para que, golosa, tragase aquel majestuoso miembro erecto, que comenzó a entrar y salir. Mis dedos acompañaban sus movimientos entre mis piernas. La visión de las venas de su miembro eran ya suficiente para excitarme. Ella se esmeraba, fuera de sí, pajeándole y succionando con deseo.

Al rato, él paró y ella comenzó a gemir, supongo que masturbándose sin dejar de comerle. Carlos reía.

  • ¿Te lo pasas bien, eh?

Ella se sacó la polla de la boca y gritó. La venda le impedía mirar a la cámara, y un hilo de baba caía desde sus labios.

  • Sí… me encanta… - dijo.

Gritaba cada vez que su cuerpo se acercaba a la cámara, con su melena y sus tetas bamboleándose con fuerza.

Ese movimiento no era de masturbación.

Carlos volvió, entre gemidos, a poner su verga en su boca.

  • Sigue chupando o paramos.

Tres dedos se perdieron en mi coño.

La cámara recorrió la espalda de Sandra hasta llegar a su culo, apretado por unas manos que la zarandeaban para follarla con fuerza con otra polla que la llenaba el coño.

  • Ahora sólo vas a querer las pollas de dos en dos, Sandra - se oía decir a Carlos. - Pero no sabrás quién te folla.

A ella parecía no importarla, concentrada en comerle mientras recibía la gustosa penetración del invitado. El vídeo volvió a enfocar las manos y la polla del extraño, bastante más pequeña que la de Carlos, pero entrando y saliendo de ella rápido como un pistón. Él bromeó con la cámara haciendo una peineta con la mano derecha, y Carlos subió hasta su cara.

Mi izquierda me iba a arrancar un orgasmo acariciando mi clítoris y mi derecha apretaba mis pezones cuando vi a Juan, el novio de mi hija, en primer plano follándose a la putilla de Sandra, que se corría otra vez.

  • Ni se te ocurra abrir los ojos - amenazó Carlos, que dejó la cámara a un lado mientras ella se recuperaba del orgasmo.

Él se tumbó boca arriba sobre la cama, y la guió sobre él. Gritó al notar aquella verga penetrándola, pero pronto su boca se vio ocupada por la de Juan. Él apenas se movió mientras era Carlos quien, agarrándola el culo y masajeándola el ano, se la trabajó hasta hacerla correr de nuevo. “No me extraña que mi hija le prefiera”, pensé, tras lo que me noté sudada y con la boca seca.

Tomé un nuevo trago de vino cuando oí decir a Carlos “ahora viene lo bueno”, y Juan salió de su boca. Desde el plano lateral que me proporcionaba la cámara pude ver su larga y estrecha polla metiéndose en el culo de Sandra, que gritó como si la estuviesen partiendo por la mitad. Carlos le comía los pezones mientras el novio de mi hija le follaba por detrás bien rápido.

Pero no duraron mucho más. Mi orgasmo era inminente cuando la arrodillaron en el suelo. Juan fue el primero que acabó, sobre su cara. Después fue Carlos. Grité sincronizando mi nuevo orgasmo con el suyo cuando la mano de Juan esparció su semen por su cara y sus tetas.

El vídeo acabó con un plano cerrado sobre la cara de Carlos hablando: “no te pongas celosa, Juan va a organizar lo mismo contigo”.