Más Cardinales Mortales. Sur. Letizia Hot
Siguen las andanzas de Jessika Hot.
CAPÍTULO 1º
JESSICA, JOHN … Y LAURA
Ha pasado una semana desde que Jessica Montoya se enfrentase al asesino alemán, Bertran Klausen y saliese victoriosa, y la vida sigue su rumbo.
En estos momentos la tenemos a ella y a su amigo y amante, el escritor John Bowman viendo una película en su casa mientras Laura estudia en su dormitorio.
―¿Qué piensas, cariño? –Pregunta de repente Jessica al darse cuenta de lo callado que está su compañero.
―No sé… ―John esboza una tímida sonrisa y estira su mano para acariciar el rostro de ella―. Pensaba en nosotros dos; en que ni en mis mejores sueños hubiera imaginado estar junto a una mujer tan maravillosa como tú. Y en el miedo que tengo a perderte algún día.
―Chist, cariño –ella también estira su mano, para apoyar dos dedos en los labios de John―. Nadie puede saber qué le depara el futuro; lo único que podemos hacer es disfrutar del presente, de nuestra mutua compañía sin pensar en nada –le susurra luego, mientras comienza a acariciar su entrepierna.
―¿¡Q―qué haces!? –Inquiere él espantado, al tiempo que dirige su mirada a la puerta cerrada del dormitorio de la niña―. ¡Laura podría vernos!
―Lo más seguro es que se haya quedado dormida –Jessica sonríe con gesto pícaro mientras le desabrocha la correa y los pantalones, dejando libre su verga, ya dura como la piedra.
Despacito, muy suavemente, la ex asesina y el escritor hacen el amor en el sofá, mientras la película en el dvd sigue su marcha.
―¡SÍ, JOHN, SÍ! –Gime Jessica ahorcajada sobre el miembro de su amante―. ¡DÁMELA TODA, LA QUIERO DENTRO DE MÍÍÍ!
―¡TOMA TODA MI LECHE, NIÑA! –Jadea John mientras con sus manos estruja las grandes mamas de la voluptuosa colombiana.
Aún después de terminar, permanecen abrazados el uno al otro, como si no quisieran soltarse nunca. Tan sólo el ruido que les llega desde la habitación de Laura les hace reaccionar y vestirse a toda prisa entre risas y cuchicheos de pura y sana complicidad.
―Hola, mamá, hola, John –la jovencita sale del cuarto y sonríe al ver a su madre y a John abrazados en el sofá.
―Hola, cariño –Jessica le devuelve la sonrisa y le hace un gesto para que se acerque―. ¿Has terminado de estudiar?
No le ha contado nada a John, pero lo cierto es que, últimamente, las relaciones con su hija han estado un tanto tirantes debido al carácter un tanto caprichoso y rebelde de la chiquilla que, en los últimos días ha dejado caer en más de una ocasión su deseo de marchar a vivir a New Jersey, con su padre.
―Sí, mamá… ―Laura sonríe con aire pícaro y añade, señalando la bragueta abierta de John―: Imagino que os lo habéis pasado bien viendo la peli…
―¡Niña! –Exclama su madre mientras el escritor prorrumpe en sonoras carcajadas, en las que puede apreciarse un leve matiz de vergüenza.
Esa noche, mientras cenan, John será mudo testigo de una tensa discusión entre Jessica y su hija.
―¡VETE CON TU PADRE, SI TANTO LO DESEAS! –Grita Jessica apretando con fuerza los puños y rechazando con violencia el intento de John de tranquilizarla―. ¡PERO LUEGO NO VUELVAS LLORANDO CUANDO TE CANSES DE ÉL! ¡POR QUE TE CANSARÁS, VAYA SI TE CANSARÁS!
―¡A LO MEJOR ME VOY! –Replica Laura también a voz en grito―. ¡PUEDE QUE MAÑANA MISMO COJA LA MALETA Y UN TAXI Y ME LARGUE! –Y, antes de que su madre pueda decir nada, se encierra en su habitación dando un portazo que hace temblar el marco.
―Creo que será mejor que me vaya yo también… ―Musita John sin acercarse siquiera a su amada para despedirse.
―¡Y una mierda! –Exclama Jessica mientras agarra al escritor por el cuello del jersey y lo atrae hacia sí con estas palabras―: Tú te quedas. Lo que mas necesito ahora es que me folles y me comas el coño como sólo tú sabes.
CAPÍTULO 2º
LETICIA FERREIRA
Son las 09:00 de la mañana y Leticia Ferreira, bella brasileña, se despereza en la cama del motel donde ha pasado la noche en compañía de un guapo efebo haciendo el amor hasta las tantas de la madrugada.
El joven, tendido desnudo boca arriba sobre el lecho se revuelve en sueños y ella sonríe antes de tomar su enorme falo y metérselo en la boca.
―¿Mmm? –Murmura el chico en sueños mientras nota la lengua de la brasileña recorriendo los más de veinte centímetros de su verga dura y enhiesta.
―Chist, calla, semental –ordena Leticia apoyando sus largos y finos dedos en el musculoso torso de su bello amante.
Luego, la sensual y caliente brasileña se ahorcaja sobre el duro falo, clavándolo hasta lo más hondo de su húmedo sexo e iniciando una salvaje y frenética cabalgada al tiempo que emite sonoros gemidos y jadeos de placer.
―¡FÓLLAME, MI SEMENTAL! –Jadea mientras araña con sus largas y afiladas uñas los poderosos pectorales del joven desconocido―. ¡CLÁVAME TU ENORME POLLA HASTA EL FONDO! –Gime fuera de sí al tiempo que nota el torrente de semen caliente inundando sus entrañas. Por suerte, hace años se ligó las trompas, y no corre peligro de quedarse embarazada.
Cuando termina, se viste rápidamente y sale de la pequeña habitación, dejando a su anónimo amante arrebujado entre las sábanas.
Tiene cosas muy importantes que hacer esta mañana. Cosas que no pueden esperar.
Son casi las diez y media cuando se reúne con otro hombre en una cafetería de la Quinta Avenida de New York.
―¡Querida Leticia, es un placer volver a verte! –Saluda el hombre, a todas luces homosexual, al ver entrar a la hermosa hembra en el local.
―Hola, Lennie –ella responde al saludo con una sonrisa fría y distante y toma asiento frente al tipo.
No le gustan los gays, opina que son enfermos asquerosos, y si por ella fuera, estarían todos muertos.
Pero con éste en particular le une una extraña relación laboral, ya que era el encargado de deshacerse de sus presas durante sus años de servicio a la compañía, y lo cierto es que el tipo era bueno en su trabajo, por lo que se ganó, sino la amistad de la brasileña, sí su respeto y admiración.
―¿Qué tal te han tratado en el trullo? –El llamado Lennie alza la mano para que uno de los guapos camareros del local se aproxime a tomarles nota.
―No me puedo quejar –responde la brasileña mientras enciende un cigarrillo y exhala una bocanada de humo justo contra el rostro de su colaborador―. ¿Qué tal todo por aquí?
―Bueno… ―El hombre se encoge levemente de hombros―. La crisis campa a sus anchas, el trabajo está de capa caída…
―¿Y de nuestra amiga Jessika, has sabido algo?
―Hace poco tuvo problemas con un alemán, un tal Klausen.
―Vaya –Leticia enarca una de sus cejas en actitud claramente sorprendida―. Así que el “Lobo” estuvo por aquí… Qué interesante.
―¿El “Lobo”? –También el homosexual enarca una de sus rubias y bien cuidadas cejas―. Suena casi como si lo conocieras…
―Es una larga historia –En el bello rostro de la asesina brasileña se dibuja la sombra de una leve sonrisa al recordar al que fuera, como en el caso de Jessica Montoya, su maestro y mentor hace años.
Después de eso, el llamado Lennie la pone al día sobre los movimientos de la ex agente de la Compañía, Jessika Hot y se despiden con un leve y profesional apretón de manos.
Cuando Leticia Ferreira sale de la cafetería parece satisfecha.
CAPÍTULO 3º
DÍA EN LA OFICINA
Es Lunes por la mañana y Jessica está trabajando en la oficina como cualquier otro día laboral.
En estos momentos la vemos clasificando unos papeles para su jefe, el Director de la empresa, un tipo gordo y asqueroso que se pasa la mayor parte del día babeando y tocándole el culo a la menor oportunidad.
―Señor Fenner, he terminado de clasificar los informes tal y como usted me pidió –nuestra protagonista abre la puerta del despacho del Director y se asoma, para volver a cerrarla de repente, horrorizada ante lo que acaba de ver…: En la amplia y bien iluminada oficina, el nauseabundo Herbert Fenner mantiene arrinconada a otra de las trabajadoras, una joven de apenas veinte años de edad, y literalmente, la viola contra la blanca pared del despacho al tiempo que le tapa la boca para que no grite.
Jessica siente como se le revuelven las tripas y, sin pensarlo dos veces, decide actuar…
―¡MALDITO PERVERTIDO HIJO DE PUTA! –Brama furiosa al tiempo que agarra a su jefe por el cuello aplicándole una poderosa llave de lucha con la que amenaza con estrangular al gordo asqueroso.
―¡G―gracias, Jessica, g―gracias! –Musita su compañera mientras se recompone el vestido y se sube las braguitas.
―Llama a la Policía –ordena Jessica sin aflojar la presa en torno al rechoncho cuello de Fenner―; pide que te pongan con el Comisario Bellisario, es un amigo.
Sin dudarlo un instante, la joven y asustada compañera de nuestra protagonista hace lo que ésta le ha ordenado.
Poco después…
―¿Cuánto tiempo llevaba acosándola el señor Fenner? –Gabriel Broome, libreta de notas en mano, toma nota de las declaraciones preliminares de la atacada, mientras su compañero se lleva esposado al Director de la empresa.
―P―prácticamente, desde q―que entré a trabajar aquí hace t―tres meses –responde la joven, llamada Elizabeth, todavía con lágrimas en los ojos tras la horrible experiencia vivida.
―¿Quiere poner una denuncia contra el señor Fenner? –Broome dedica a la joven una sonrisa amistosa, casi se diría que paternal. Algo en ella le recuerda a su hija, fallecida años atrás en un horrible accidente de tráfico, y que ahora tendría más o menos su misma edad.
Antes de responder, Elizabeth busca con la mirada a Jessica, que no se ha separado de ella ni un instante.
―Y―yo… ―Por un leve instante parece titubear, hasta que nuestra protagonista la toma de la mano y se la aprieta con fuerzas―. Sí, presentaré cargos contra ese…, ese cabrón –responde por fin mientras intenta esbozar una sonrisa, en respuesta de la que le está dedicando Jessica.
Es en ese preciso instante cuando Jessica se da cuenta de la gran suerte que tiene de tener a John a su lado, y puede notar como las lágrimas pugnan, por aflorar a sus bellos ojos castaños.
La voz del agente Broome la saca de sus pensamientos, devolviéndola a la realidad.
Esa tarde, ya en casa y en compañía de John, mientras le está explicando lo ocurrido en la oficina su teléfono móvil recibe un mensaje de texto.
―¿De quién es? –Pregunta John con una extraña sonrisa en los labios―. ¿De tu amante secreto?
―¡Tonto! –Ella sonríe divertida y propina un leve empujón a su amado escritor mientras coge el móvil y abre el mensaje.
De repente, su rostro queda lívido como el papel mientras comienza a boquear como un pez fuera del agua.
―¿Qué ocurre, niña? –Raudo, John corre a su lado, cogiéndola antes de que caiga desvanecida.
Sólo cuando sus ojos gris azulado se posan en la pantalla del teléfono John comprende…
“Hola, agente Jessika Hot” –dice el sms―. “Voy a hacerte pagar el tiempo pasado en prisión”.
CAPÍTULO 4º
LOS SMS
―N―no puede ser… No puede ser –es lo que repite Jessica Montoya tras leer y releer el mensaje de texto recién recibido en su móvil, tras recuperarse de la impresión inicial.
Sentado en una de las sillas de la sala de estar, John la mira pasear de un lado a otro, como un animal enjaulado, impotente, sin saber qué hacer ni qué decir.
―¿Sabes al menos quién te lo envía? –Inquiere finalmente el escritor mientras se levanta de la silla y rodea con sus brazos la esbelta figura de la joven.
―Leticia –responde ella mientras apoya su rubia cabeza en el hombro de su amado.
―¿¡Leticia!? –Repite John visiblemente sorprendido y consternado―. ¿Cómo estás tan segura?
―¿Quién si no? –Replica Jessica, quizás con más brusquedad de la necesaria.
Luego añade con algo más de suavidad mientras se sienta junto a John…:
―Lo más seguro es que me la tenga jurada por humillarla hace dos años en la granja de tu familia. Leticia siempre ha sido muy rencorosa.
―Ya –John mira fijamente a su amante antes de añadir―: Y si a eso le sumamos que gracias a ti ha pasado los dos últimos años entre rejas, no debe de estar muy contenta que digamos.
Durante unos instantes ambos dos permanecen en silenció, mirándose fijamente a los ojos el uno al otro hasta que, por fin, el escritor habla…
―A veces pienso que soy gafe, y que no te traigo más que problemas…
―¡Por Dios, John! –Jessica, molesta, lo zarandea suavemente―. Sabes que eso no es cierto, mi amor. Sabes que gracias a ti pude salir de ese infierno de vida y que, gracias a que tú estás conmigo, superaremos también esto y cualquier cosa que nos echen encima; ¿te ha quedado claro?
John esboza una tímida sonrisa y luego deja que ella lo bese dulcemente en la boca. Un beso laaargo y profundo, de esos que dejan de sin respiración a uno.
Tras el intenso beso, ambos vuelven a quedar en silencio, silencio que es roto por el sonido de un nuevo mensaje de texto entrando en el móvil de Jessica, que dedica al aparato una mirada no exenta de cierto temor.
―Es ella de nuevo –dice apretando los labios con fuerza y rabia.
―¿Qué dice?
―Quiere que nos veamos esta noche, en el parking del Estadio de los Yankees.
―¿No era allí donde estaba la central de la Compañía?
Jessica, como toda respuesta, se limita a asentir con un leve cabeceo.
―¿No estarás pensando en ir? –Ahora es el turno de John de mostrarse asustado―. Sabes que puede ser una trampa. Estoy seguro de que es una trampa.
Antes de responder Jessica Montoya se encoge levemente de hombros.
―Sé que puede ser una trampa –dice entonces en tono un tanto sombrío―. Pero dice en el mensaje que, si no me presento, hará que mis seres queridos paguen las consecuencias.
―Entiendo –John se deja caer de nuevo en la silla, con una expresión derrotista dibujada en el semblante.
―No me pasará nada –dice ella sentándose en el regazo del escritor y rodeando los hombros de éste con sus gráciles brazos.
―¿A qué hora has quedado con ella?
―A las nueve y media.
―Si a las diez y media no tengo noticias tuyas, daré parte a la Policía.
―De acuerdo –Jessica asiente con una sonrisa y luego vuelve a besar a su amigo y amante, que empieza a notar como su miembro se endurece bajo la tela de sus tejanos.
―¿Te apetece? –Le susurra al oído mientras acaricia sus enormes pechos por sobre la fina tela de la blusa de color azul cielo―. Aún tenemos tiempo antes de tu cita…
―¡Eres un vicioso! –Exclama la joven colombiana mientras deja que John le desabroche la blusa y el sujetador, dejando libres sus grandes y bien formadas tetas, coronadas por preciosos pezones color café con leche.
CAPÍTULO 5º
LA CITACONLETIZIA
Son las 21:30 en punto y Jessica Montoya se apea de su Ford Mustang y camina con paso firme y decidido hacia el aparcamiento del Estadio de los Yankees.
En sus ojos, una fría mirada.
En su bello semblante, una enigmática sonrisa que curva ligeramente sus sensuales labios.
―Tan puntual como siempre –la saluda la asesina brasilera cuando la ve llegar contoneando sus rotundas caderas con cadencia casi felina―. No esperaba menos de ti.
―¿Qué diablos quieres de mí, Leticia? –Jessica escupe las palabras con rabia. La sonrisa ha desaparecido de su rostro.
―¡Quiero que pagues, puta engreída! –Replica la brasileña mientras da un paso hacia la que, durante años, fuera su colega en la Compañía.
―¿Y qué piensas hacer para lograrlo? –Inquiere Jessica dando a su voz cierto tono mordaz―. Si te acercas siquiera a mi hija o a John, te juro que…
Como respuesta, Leticia lanza una sonora carcajada para luego quedar completamente muda y con la mirada fija en la colombiana.
―Sigues creyéndote el ombligo del mundo, agente Jessika Hot. Sigues pensando que todo y todos giran en torno a tu persona –una nueva carcajada de la asesina brasileña―; yo te voy a demostrar que hay más gente aparte de ti, querida mía. Y te lo voy a demostrar de la manera más terrible y atroz. Y cuando no puedas más, te daré el golpe de gracia, y luego me encargaré de tu hija y del escritor.
Jessica aprieta los puños, en un desesperado intento por contener la rabia que la invade, cosa que parece ser del agrado de su interlocutora, ya que sonríe satisfecha, sabiéndose dueña y señora de la situación.
―A partir de mañana va a empezar a morir gente –sigue hablando Leticia con voz fría y tranquila―; no los conoces de nada, no tienen ninguna relación contigo ni con nadie que tú conozcas –añade sin dejar de sonreír―. Algunas de las muertes puede que parezcan simples accidentes, y en ese caso tú te preguntarás…: ¿Será ésta una de las personas de las que me habló Leticia? Otros serás auténticos asesinatos, pero te puedo asegurar que la Policía no podrá probar en ningún caso mi implicación con los hechos –Jessica va a decir algo, pero la brasilera la detiene con un gesto de su mano derecha―. Te advierto de algo, si avisas a tu amigo, el Comisario Bellisario, el escritor y tu hija mueren, esto es entre tú y yo.
―¿¡Qué coño quieres que haga!? –Exclama por fin nuestra protagonista con la voz rota por la desesperación.
―Ya te lo he dicho –replica Leticia mientras comienza a alejarse con pasos lentos y sensuales―. Quiero que pagues por el tiempo que he pasado entre rejas –antes de desaparecer se vuelve de nuevo hacia su ex compañera―. Pero te voy a dar una pequeña oportunidad.
―¿Cuál?
―Si logras averiguar quién es una de mis posibles víctimas y evitas su muerte, te dejaré en paz. Volveré a Brasil y me olvidaré para siempre de ti y de tu traición.
―¡SABES QUE NO OS TRAICIONÉ, MALDITA SEAS! –Grita Jessica dando un paso hacia Leticia, que ya se aleja sin mirar atrás, dejándola sola, en medio de la nada.
Un instante más tarde, y cuando comprende que no va a obtener ninguna respuesta por parte de la brasileña, Jessica Montoya aprieta los puños con rabia y lanza un “mierda”, en un tono cargado de impotencia.
Son las 22:00 de la noche, y la joven y bella colombiana se siente mal, se siente derrotada, se siente incapaz. Y esas son sensaciones que no le gustan en absoluto…
CAPÍTULO 6º
PRIMERAS MUERTES
―¿¡Se puede saber qué demonios te dijo Leticia, al menos!? –Impotente, John Bowman mira como su amada pasea de un lado a otro del dormitorio donde él y Jessica acaban de hacer el amor, de forma animal y salvaje.
―Créeme, mi amor –por fin, Jessica se detiene y clava su mirada en el escritor. Una mirada en la que pueden leerse, como si de un enorme cartel de neón se tratase, dos cosas: Rabia e impotencia―. No te gustaría saberlo.
John se alza del lecho, y acercándose a la joven, la rodea con sus brazos, pasando sus brazos por debajo de sus grandes pechos desnudos.
―Vamos, niña –le susurra dulcemente al oído―; no puede ser algo tan terrible como para que ni siquiera puedas contármelo a mí. Máxime cuando ya hemos pasado por situaciones parecidas tú y yo.
―Por favor, John –pero ella, suave pero firmemente, rechaza el abrazo de su amante y se aparta de él, dejándolo boquiabierto.
―De acuerdo –con gesto resignado, John se encoge de hombros y comienza a vestirse―. Si esto es lo que verdaderamente quieres, me haré a un lado y te dejaré el camino libre para hacer lo que creas que tienes que hacer. Cuando necesites hablar, de lo que sea, ya sabes dónde encontrarme.
Luego, y sin añadir una palabra más, sale de la habitación y del pequeño apartamento de la calle Park y Lexington.
―¡Mierda, John! –Gime Jessica con gesto impotente pero sin hacer siquiera amago de seguirlo―. No quería esto, de verdad que no…
Ese mediodía, mientras come sola en casa, ya que Laura se queda a comer en el Instituto…
―Pasamos ahora a informar de un suceso macabro y espeluznante –dice la guapa presentadora del noticiario, haciendo que nuestra protagonista gire bruscamente la cabeza y centre toda su atención en el caro televisor de pantalla plana―: Esta mañana, fue encontrado el cuerpo sin vida de un hombre de mediana edad escondido en un contenedor de basura. El cadáver en cuestión presentaba una herida de arma blanca en el cuello y junto al mismo la siguiente nota…: “ES EL PRIMERO”.
La Policía, con el Inspector Bellisario al frente, ha iniciado ya la investigación para esclarecer este desagradable suceso.
Jessica siente como la arcada sube desde su estómago hasta su garganta, y ha de hacer un esfuerzo casi sobrehumano para no vomitar sobre el plato de sopa que se ha preparado para comer.
―¡HIJA DE PERRA! –Gime, apretando con rabia puños y dientes―. ¡JODIDA Y MALDITA HIJA DE PERRA!
Aún pasarán cinco largos minutos antes de que vuelva a sentirse lo bastante calmada como para llamar a John y quedar con él. Necesita verlo, necesita estar cerca de él para no seguir pensando en la pesadilla que se ha vuelto su vida desde que Leticia saliese de la cárcel y entrase de nuevo en su mundo.
Espera que se la haya pasado el enfado después de como se comportó con él esa misma mañana.
―Hola, mi amor… ―Su voz suena titubeante en insegura cuando John responde a su llamada―. ¿Cómo estás?
―Hola, niña… ―También la voz de John suena llena de inseguridad cuando contesta a la pregunta.
―¿Te apetece que nos veamos en media hora en el centro y que nos tomemos algo mientras hablamos?
John Bowman suspira hondamente antes de responder con un sí, cosa que hace que Jessica se sienta, de repente, la mujer más dichosa del Mundo.
Ya tendrá tiempo de volver a sentirse mal por la noche, cuando escuche en las noticias que han aparecido otros dos cadáveres más, muertos en extrañas circunstancias…
CAPÍTULO 7º
LA LLAMADA DELETIZIA
Son las 00:00 de la noche cuando suena el móvil de Jessica Montoya.
Está sola en su casa de Blooming Groove, hace ya un rato que se despidió de John y ahora estaba viendo un rato la tele antes de irse a la cama.
―¿Sí? ¿Diga? –Su voz suena adormilada cuando responde por fin a la llamada.
―Hola, querida –la voz de Leticia le llega fuerte y clara, sacándola de inmediato de su sopor―. ¿Recibiste mi mensaje a través de las noticias?
Por un breve instante, Jessica queda sin habla, sin saber qué decir…
―Tomaré ese silencio como un sí –Leticia lanza una débil risita.
―¡JODIDA FURCIA DESPRECIABLE! –Exclama finalmente la guapa colombiana fuera de sí.
―¡Eso está mejor, mucho mejor! –Vuelve a reír la brasileña, satisfecha por la explosión de ira de nuestra protagonista.
―¿Q―qué coño quieres de mí? –Logra preguntar Jessica, una vez superado el arrebato de ira inicial.
―Ah, querida amiga –Si Jessica pudiera ver a Leticia en estos momentos, vería que sonríe. Una sonrisa amplia y radiante, de plena satisfacción―. Digamos que me estás haciendo feliz sin proponértelo. ¿No te parece gracioso?
―¡No! –Replica la bella colombiana con toda la rabia que es capaz de reunir―; me parece algo ruin y rastrero. Me parece asqueroso que estés matando personas por el simple placer de hacerme daño. Y personas inocentes, además; gente que no ha hecho ningún mal a nadie.
―Bla bla bla –se burla la brasileña sentada en la cama de su apartamento de la Décima Avenida.
―Desde el día en que te conocí, supe que eras una mujer fría y sin sentimientos –sigue hablando Jessica mientras nota como empieza a formársele un nudo en la garganta―. Pero jamás pensé que fueras capaz de asesinar a nadie por el simple placer de hacerme sufrir.
―¡Oh, vamos, colombianita, corta el rollo! –Exclama la brasilera con aire exasperado―. Todos sabemos que a ti también te gustaba tu trabajo; lo mucho que disfrutabas realizando misiones para la Compañía.
―¡YO HE CAMBIADO! –Grita Jessica a su caro y sofisticado teléfono celular―. He cambiado, maldita sea…
―¿Estás muy enamorada del escritor, verdad?
La pregunta deja a nuestra protagonista tan descolocada que, durante unos instantes, no sabe qué responder.
―¡No metas a John en esto! –Masculla luego, furiosa―. ¡NO TE ATREVAS A MENCIONAR SU NOMBRE SIQUIERA, MALDITA FURCIA!
Del otro lado de la línea le llega la divertida risita de Leticia, y tiene que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para no estampar el móvil contra el suelo.
―Esto aún no ha acabado, querida –dice la brasileña cambiando radicalmente el tono de su voz―; en los próximos días morirá más gente.
―N―no, por f―favor… ―Gime Jessica mientras de sus ojos comienza a brotar un torrente de lágrimas.
―¡Sí! ¡Y tú no podrás hacer nada por evitarlo! –Sentencia Leticia Ferreira antes de cortar la comunicación, dejando a la colombiana sumida en la más honda desesperación.
Esta noche, los sueños de Jessica Montoya estarán plagados de asesinatos a sangre fría y de la maquiavélica risa de Leticia, burlándose de su impotencia e inutilidad.
CAPÍTULO 8º
JOHN SE ENFADA
―¿¡Me estás diciendo que Leticia te volvió a llamar anoche para amenazarte y que, aún así, no piensas dar parte a la Policía!? –Exclama John casi a voz en grito mientras pasea de un lado a otro por la sala de estar de la casa de su amada Jessica Montoya.
―John, por favor, cálmate –pide ésta levantándose de la silla e interponiéndose en el camino del escritor―; sólo te pido que me creas cuando te digo que tengo mis razones para no hacerlo, por favor.
―¡NO ME PIDAS QUE ME CALME! –Esta vez, John sí grita, furioso y exasperado al máximo, haciendo que la joven dé un respingo y vuelva a caer, de golpe, en la silla.
Por unos segundos, Jessica queda con la boca abierta, sorprendida por el arrebato de ira de su amigo y amante, que la mira con sus preciosos ojos azul grisáceo lanzando chispas de pura furia.
―John, por favor… ―Vuelve a repetir la guapa joven alzándose nuevamente de la silla y acercándose otra vez al escritor con su diestra extendida hacia delante, hacia John, que le dedica una mirada cargada de suspicacia.
―¿Qué? –Refunfuña el escritor por lo bajo mientras deja que su amada pase sus brazos alrededor de su cuello y lo atraiga hacia ella con gesto cariñoso y un tanto zalamero.
―¿Cuándo vas a meterte en esa cabecita tuya que eres lo más importante en mi vida, y que por nada del mundo voy a permitir que nada ni nadie nos separe?
―Si eso fuera verdad, niña –las manos de John comienzan a acariciar los grandes senos de Jessica por encima del finísimo suéter de lana, notando como sus pezones se ponen duros contra las palmas de sus manos―, irías a hablar con la Policía, a contarles todo lo que sabes sobre Leticia…
―John… ―Ella, con gesto suave pero firme, toma las manos de él y las aparta de sus pechos―. Sé que superaremos esto, y que algún día llegarás a entender por qué lo hice. Pero ahora deber confiar en mí y dejarme hacer esto a mi modo.
―Sabes que confío en ti, niña –John intenta esbozar una sonrisa, que pronto se torna en un mohín de disgusto―. De quien no me fío tanto es de Leticia.
―Pero confías en mí, ¿verdad? –Jessica toma a John de la barbilla, y lo conmina a mirarla directamente a los ojos―. Dime que confías en mí, por favor, cariño.
John no responde de inmediato. Permanece unos instantes en el más absoluto silencio, mirando a la mujer que ama fijamente a los preciosos ojos castaños.
Luego, toma sus manos y las besa ardorosamente mientras murmura…
―Sí. Sabes qué si, maldita sea; sabes que pondría la mano en el fuego por ti y que te confiaría mi vida si fuera necesario.
―¡Pues hazlo también ahora, mi amor, por favor! –Replica ella mientras comienza a besar los labios del escritor con besos rápidos al tiempo que va desabrochándole los pantalones.
―¿De veras te apetece? –Inquiere John mientras deja que la joven tome su miembro y empiece a masturbarlo lenta y suavemente hasta lograr que se le ponga duro como una piedra.
Después de hacer el amor, y tras comprobar que John se ha quedado profundamente dormido, Jessica se alza de la cama y se viste en el más absoluto silencio, procurando no hacer ningún ruido para no despertarlo.
―Sé que confías en mí, cariño –murmura la bella colombiana besando a su amante en los labios―. Pero esto es algo que debo de hacer yo sola. Sé que algún día lo comprenderás.
Tras esto, sale de la casa y sube a su Ford Mustang.
CAPÍTULO 9º
JOHN Y LETIZIA
John Bowman, escritor y enamorado, camina cabizbajo por una calle de Brunswick, donde reside junto a su madre, cuando nota como una mano se posa sobre su hombro derecho, obligándole a detenerse.
―Si gritas, te mato –dice la voz, una voz de mujer, sensual y dotada de un peculiar acento.
―Leticia –musita él, apretando los dientes con rabia.
―Vaya. Es halagador ver que me recuerdas –la brasileña sonríe mientras clava el cañón de su pistola en el costado de John.
―¿Qué pretendes con esto? –John intenta girarse, pero Leticia lo disuade hincándole el cañón del arma en los riñones con más fuerza, tanta que le hace daño, obligándole a soltar un gemido de dolor.
―Digamos que tengo planes para nuestra común amiga, la señorita Jessika Hot –Leticia vuelve a sonreír al tiempo que obliga al escritor a entrar en un coche, donde ya les espera Leonard, con el motor en marcha―. Y esos planes, querido mío, te incluyen a ti –añade luego, antes de ordenar a su ayudante gay iniciar la marcha.
El llamado Leonard conduce durante cerca de quince minutos, alejándose del casco urbano de Brunswick y adentrándose en zonas residenciales hasta llegar a un viejo chalet, donde por fin se detienen.
―Vamos, cariño, baja y no se te ocurra hacer ninguna estupidez –pistola en mano, la bella y pérfida brasileña obliga a John a entrar en la caseta.
―¿Necesitas algo más, preciosa? –Inquiere el homosexual desde el automóvil.
―No, Lennie. De momento es todo.
Una vez a solas, y sin perder de vista a John, la brasileña conmina a su prisionero a sentarse en una vieja silla de madera, con el respaldo y el asiento en mal estado y, por lo tanto, bastante incomoda.
―¿De qué va todo esto? –Inquiere él sin apartar la mirada del cañón de la pistola―. Sabes que Jessica no va a permitir que te salgas con la tuya.
Como respuesta, Leticia Ferreira lanza una divertida y sonora carcajada.
Luego, se acerca a John y le acaricia la rasurada barbilla con el cañón del arma con gesto sensual al tiempo que le susurra al oído…:
―Tu querida Jessica es historia.
―¡NO TE SALDRÁS CON LA TUYA, PUTA! –Grita el escritor con la esperanza de que alguien, sea quién sea, lo oiga y acuda en su auxilio.
―Pobre idiota –se burla Leticia volviendo a sonreír con sorna y malicia―. ¿Acaso no te diste cuenta de dónde estamos? Aquí no hay nadie, ¿me oyes? Nadie va a oírte gritar por mucho que te esfuerces.
Con gesto derrotado y la garganta dolorida tras gritar, John agacha la cabeza y maldice por lo bajo a la guapa asesina brasilera.
Ni tan siquiera hace nada por defenderse cuando ésta lo ata con bridas de plástico a la silla y luego sale del viejo chalet, dejándolo solo.
Antes de salir, Leticia hace algo que deja perplejo al escritor…
Se le acerca y lo besa en la boca, dejándole el sabor a frutas tropicales de su pintalabios.
―Mmm… ―Murmura luego la mujer sonriendo―. Besas bastante bien. Creo que ya sé por qué eres tan importante para Jessica.
Minutos más tarde, y una vez lejos del chalet, Leticia hace una llamada.
Se la ve feliz y satisfecha pues está segura de que por fin ha completado su venganza sobre su ex compañera Jessika Hot.
―Hola, querida –saluda alegremente a la joven colombiana cuando ésta responde al teléfono.
―Leticia… ―La voz de Jessica suena cansada y derrotista―. ¿Qué demonios quieres ahora de mí?
―Tengo a tu amiguito, el escritor –la brasileña calla, disfrutando del sonido de su interlocutora tragando saliva, angustiada.
―¿Q―qué quieres que haga?
―Tan sólo decidir –Leticia sonríe antes de seguir hablando―. Esta noche morirá un hombre llamado Vincent Bierhoff, sólo tú puedes salvarlo.
―¿Y John?
―De eso se trata, querida, de eso se trata –la brasileña lanza una carcajada y añade antes de colgar―: ¿A quién vas a salvar, al escritor o a un desconocido?
CAPÍTULO 10º
PODREMOS VIVIR CON ELLO
―¡Mierda, joder, mierda! –Exclama Jessica Montoya sin poder apartar la vista de su móvil, ya en silencio tras la llamada de su ex compañera Leticia Ferreira―. ¿Qué he hecho, Santo Dios, qué he hecho? –Gruesos lagrimones comienzan a surcar su lindo rostro cuando imagina a su amado John, atado y amordazado en vete tú a saber qué horrible lugar―. ¡Y TODO POR MI CULPA! Si le hubiera contado lo que pasaba, quizás podría…
No puede concretar este pensamiento. En ese preciso instante, un nuevo mensaje llega a su móvil.
“Hola, querida” –Dice el sms―. “¿Ya has decidido? ¿A quién vas a salvar, a tu amor o a un desconocido? Cuando lo tengas claro, responde a este mensaje y yo te daré la dirección de aquel a quién estés dispuesta a salvar”.
―¡Hija de perra! –Masculla Jessica con rabia, al tiempo que se deja caer en una de las sillas de la cocina―. ¡Jodida hija de perra! –Gruesos lagrimones ruedan por sus mejillas y caen sobre su amplio busto, sintiéndose de repente la peor persona del mundo.
Mientras, en el chalet abandonado…
―¿A quién crees que escogerá tu amada Jessica, a ti o al desconocido? –Leticia Ferreira sonríe con expresión ladina y cruel pensando en la angustia de su ex compañera y ahora rival.
John Bowman traga saliva antes de responder con voz tenue y vacilante…:
―Conozco a Jessica lo suficiente como para saber que es y será mil veces mejor que tú, Leticia. Y aceptaré sin rechistar su decisión, sea ésta cual sea.
―¡JA! –Suelta la brasileña lanzando su pelirroja cabeza hacia atrás en claro gesto de burla y desprecio.
Luego, y sin dejar de sonreír dice mientras sus largos y delicados dedos acarician las ya rasposas mejillas de John.
―¿De verdad serías capaz de amar a una mujer capaz de dejar morir a un inocente?
―Y―yo… ―Ante semejante pregunta, John no puede menos que dejar caer la cabeza hacia delante y lanzar un débil y derrotista―: ¡Mierda!
En ese instante, suena el móvil de Leticia…
Es Jessica, respondiendo a su mensaje de hace unos minutos.
El bello rostro de la asesina brasilera se ilumina con una sonrisa al leer el sms de la colombiana.
Jessica Montoya conduce su Mustang a toda velocidad hacia Brunswick, hacia las zonas residenciales.
Ha tomado una decisión y está dispuesta a llegar hasta el final por él, por John. Sabe que él entenderá, y que la perdonará. Y si no lo hace, le da igual.
Tal y como le indicase Leticia en su mensaje, el chalet está completamente aislado y no se ve ni un alma por los alrededores.
―¿John, estás ahí, mi amor? –Con sumo cuidado, empuja la vieja puerta de madera y entra en la caseta, iluminándose con una pequeña linterna de leds.
Qué tonta ha sido.
Nada más entrar, es atacada desde atrás por la brasileña, que le propina una fuerte patada en la parte trasera de la rodilla izquierda, haciéndole perder el equilibrio y caer de rodillas al suelo.
―¡Ya eres mía, furcia! –Sin perder un instante, Leticia cae sobre ella, aplicándole una poderosa llave en el cuello, apretando con todas sus fuerzas, en un desesperado intento por estrangularla―. Te voy a hacer pagar las humillaciones sufridas hace dos años en aquella granja de mala muerte, y los dos años pasados en prisión –sigue apretando con todas sus fuerzas, saboreando el momento, notando como la vida, poco a poco, se escapa del cuerpo de la colombiana.
―¡LUCHA, MI NIÑA, LUCHA! –Jessica está a punto de ceder, de rendirse, cuando oye la voz de su amado John, instándola a seguir peleando, recordando al instante para qué está allí.
Su codo derecho es lanzado hacia atrás, hacia el vientre de su rival, obligándola a aflojar su presa lo suficiente para poder librarse de la llave mortal.
Sin perder un instante, gira sobre sí misma al tiempo que su pie derecho sale disparado y golpea, con toda la rabia y fuerza que es capaz de acumular, la entrepierna de la brasileña, que se dobla sobre sí misma gimiendo de dolor.
―Esto se acaba aquí y ahora –musita Jessica mientras toma la cabeza de Leticia Ferreira y, de un brusco movimiento, la gira por completo, partiéndole el cuello…
Durante unos instantes, que a ambos se les hacen eternos, ninguno de los dos dice nada.
Cuando por fin lo hacen, es para unirse en un cálido y amoroso abrazo en medio de un apaciguado llanto mezclado con palabras de cariño.
―¿Y―y el otro hombre? –Inquiere John todavía abrazado a Jessica.
―¿Qué más da? –Responde ella mientras cubre de besos el rostro del escritor―. Lo que importa es que tú estás vivo, mi amor. Puedo vivir con una muerte sobre mi conciencia. ¿Acaso tú no?
John Bowman vacila un instante, mas luego responde antes de fundirse con ella en un largo y cálido beso.
―Si tú puedes, yo también.
FIN
EPÍLOGO
Dos días más tarde, en Berlín…
*―¿Está seguro de que es una buena idea? –Dos hombres hablan en alemán. A uno de ellos ya lo conocemos.
*―Completamente. Ha llegado el momento de dar a la Compañía una nueva oportunidad.
*―¿Ya tenemos agentes para empezar a trabajar?
*―Por supuesto –el segundo hombre sonríe mientras saca una carpeta y la abre, mostrando la fotografía de Jessica Patricia Montoya―: Ella será nuestra primera misión.