Más Cardinales Mortales. Este. Sangre nueva 1ª Pte
Siguen las andanzas de Jessika Hot...
ESTE
SANGRE NUEVA
CAPÍTULO 1º
UN MERECIDO DESCANSO
Son las nueve de la mañana, y John Bowman acaba de despertarse en su cama de la granja familiar.
Está feliz y lo demuestra sonriendo.
A su lado, su amada Jessica Patricia se remueve en sueños, y la sonrisa se ensancha en su rostro.
Por fin, después de tanto tiempo, la vida parece sonreírle.
Está junto a la mujer que ama y le hace feliz, y su última novela NOCHE SANGRIENTA una historia sobre hombres lobo, está en las primeras posiciones en el ranking de Amazon.
Jessica vuelve a agitarse en sueños y, por fin, abre los ojos.
―¿Qué hora es? –Inquiere la bella joven desperezándose ruidosamente.
John se inclina sobre ella y la besa suavemente en los labios, carnosos y sensuales.
―Son las nueve y cinco, niña –le dice―; puedes seguir durmiendo un ratito más si te apetece. Yo voy abajo, a escribir un ratito.
―Mmm… Gracias, mi amor –murmura ella mientras se da la vuelta y se cubre la cabeza con las sábanas―. Te amo, John –añade luego tras emitir un sonoro bostezo que hace reír al escritor.
Durante un buen rato, tras vestirse, John permanece en el dormitorio, contemplando a su amada dormir, sintiéndose bien, sintiéndose vivo.
Luego, baja al comedor de la casa, dispuesto a atacar su nuevo libro.
No sabe que pronto, más de lo que él se imagina, su vida volverá a tornarse una pesadilla por culpa de algo que tanto él como Jessica creían olvidado y enterrado.
Son casi las once de la mañana cuando Jessica baja por fin y lo saluda con un largo y profundo beso en la boca.
―¿Te he dicho alguna vez lo feliz que me hace estar contigo? –Pregunta la joven mientras se prepara un vaso de leche con café.
Como respuesta, el escritor se levanta y comienza a sobar las grandes mamas de ella por encima de la camiseta del pijama.
―Mmm… Niño malo… ―Gime ella mientras hace lo propio con la ya abultada entrepierna de él―. ¿Te apetece? –Jadea luego, cuando ya él le ha bajado los pantalones del pijama y besa su rasurado sexo.
Hacen el amor apoyados contra la chimenea de piedra, sobre el sofá, encima de la mesa, hasta quedar rendidos y exhaustos por completo.
Cuando terminan, se miran fijamente a los ojos y comienzan a reír con ganas, ajenos a cualquier otra preocupación que no sea ellos mismos.
―¿Sabes una cosa, mi amor? –Ella va acariciando con sus dedos el velludo torso del escritor, que a su vez enreda los suyos en los rubios cabellos de ella.
―¿Qué, niña?
―Me gustaría poder parar el tiempo para que nunca nos tuviéramos que separar.
―¿Eres feliz a mi lado, Jessica?
Ella se incorpora y se deja caer luego suavemente sobre John, poniéndole sus grandes tetas en la cara al tiempo que ríe feliz.
―¡No he sido más feliz en mi vida, tonto!
John, también sonriente, toma con sus manos los enormes senos y comienza a lamer los pezones.
Sin embargo, un segundo después, su semblante vuelve a ensombrecerse cuando dice…
―Hay algo que quería decirte, pero no lo hice para no preocuparte, niña…
―¿De qué se trata? –También con gesto sombrío, Jessica se alza del sofá y empieza a vestirse.
―El Juez ha dejado en libertad a Klausen.
―¡Mierda! ¿Desde cuándo lo sabes? ¿Por qué no me dijiste nada?
―Lo siento, niña. No quería preocuparte –John baja la cabeza, apesadumbrado.
―No pasa nada, mi amor –replica entonces su amada con una sonrisa radiante―. Ese cabrón ya sabe cómo las gasto, no creo que vuelva a acercarse a mí nunca más.
Luego, se inclina sobre John y lo besa en los labios con suavidad y ternura.
CAPÍTULO 2º
EL “LOBO” RECIBE UNA PROPUESTA
Son las 11:00 de la mañana en la ciudad New York. Hace menos de cuarenta y ocho horas que Bertran Klausen recibiese la libertad después de que alguien pagase los quinientos mil Dólares de su fianza, y ahora, el asesino alemán está esperando a cierta persona, con el que ha quedado para hablar de algo, al parecer, sumamente importante.
*―¿Herr Klausen? –La voz suena a su espalda y cuando se gira, sus ojos tropiezan con un tipo alto y bien trajeado, que le muestra sus perfectos y blancos dientes en cordial sonrisa.
*―El mismo –Klausen dedica unos segundos a estudiar al desconocido. Una vez considera terminado el examen hace un gesto al hombre para que lo siga a una mesa apartada en el bar del hotel donde se aloja.
Una vez han pedido algo de beber, y siempre en alemán, Bertran Klausen se dirige a su interlocutor con estás palabras…:
*―Y bien, ¿para qué quería verme?
*―Le necesitamos, herr Klausen –el otro, que se ha presentado como Franz Neumeyer, toma su vaso de tubo y bebe un sorbo de su ginebra.
Klausen no responde de inmediato, permanece unos instantes en silencio, rumiando su respuesta.
*―Entonces, ¿es cierto? ¿Han vuelto a poner en marcha la Compañía?
Neumeyer inspira hondo antes de responder.
*―Así es, herr Klausen. Es por eso que contamos con usted para que sea nuestro asesor en la búsqueda y adoctrinamiento de nuestras agentes.
*―Mmm… ―El “Lobo” toma su cerveza y bebe un largo trago. Luego sonríe con aire satisfecho―. ¿Tendré total libertad de movimientos como la otra vez?
*―En efecto –Neumeyer sonríe abiertamente y luego abre el maletín que tiene al lado, junto a la silla, sacando del mismo dos fotografías: La primera es de una bella joven de raza negra. La segunda es una foto de Jessica Montoya. Al verla, también en el rostro de Klausen se dibuja una amplia sonrisa.
*―Estaré más que encantado de volver a colaborar con la Compañía –dice Klausen tomando la foto de Jessica y acercándola a su rostro.
Tras asentir con un leve movimiento de cabeza a las palabras del “Lobo”, Neumeyer sigue hablando.
*―Veo que tiene claro de qué va el asunto. Eso será del agrado de mis superiores, herr Klausen.
*―¡Por supuesto! Siempre me he considerado fiel a la Compañía y a mis principios –replica Klausen volviendo a dejar la foto de Jessica Montoya sobre la mesa del local.
Luego, su atención se centra en la otra imagen, la de la bonita joven de color.
*―¿Una de las nuevas agentes? –Inquiere poniendo su índice derecho sobre la imagen―. Es muy bonita… Y muy joven, casi una niña.
*―Se llama Raquel Nbomo, sus padres son senegaleses. Diecinueve años recién cumplidos y hemos puesto muchas esperanzas en ella y en usted, Herr Klausen; estamos seguros de que, con su adoctrinamiento, se convertirá en una agente excelente.
*―Tenga por seguro de que así será –responde Bertran Klausen mientras se alza de la silla y se dispone a marcharse del local.
Antes de ello, sin embargo, toma las dos fotografías y pregunta a Neumeyer si puede quedárselas.
*―Por supuesto –responde su interlocutor alzándose también de su asiento antes de añadir con una radiante sonrisa en los labios―: Mañana podrá conocer a la agente Rakel Hot, le hemos dado la dirección de su hotel, espero que no le importe.
*―En absoluto. Será un placer conocerla.
Tras estas palabras, y una vez alcanzado el exterior del local, ambos hombres se despiden con un breve pero fuerte apretón de manos.
Esa noche, el “Lobo” se masturbará pensando en el joven y escultural cuerpo color chocolate de Raquel Nbomo.
CAPÍTULO 3º
LA JOVENRAQUELNBOMO
Son las cuatro en punto de la tarde cuando Raquel Nbomo, siguiendo precisas y estrictas instrucciones dadas por Franz Neumeyer se presenta en la habitación 213 del Hotel Hilton de New York, ubicado a la entrada de la ciudad del Hudson.
Viste una ajustada minifalda negra y un aún más ajustado top rojo, que resalta sus pequeños pero bien formados y duros pechos.
―¿El señor Klausen? –Inquiere cuando el ocupante de la habitación por fin le abre la puerta.
―Eres más bonita aún que en la foto –el “Lobo” sonríe y se aparta para dejar pasar a la bella jovencita.
Una vez dentro, la invita a tomar asiento en una de las cómodas sillas de la habitación, haciendo él después lo mismo.
―¿Te han hablado de mí, Raquel?
La chica sonríe tímidamente y luego asiente con un leve cabeceo.
―¿Sabes a qué se dedica la Compañía?
―A eliminar elementos subversivos, señor.
―Llámame Bertran, por favor –Klausen estira la mano y acaricia con gesto lascivo los firmes muslos de la joven.
Raquel sonríe y se deja acariciar.
―¿Por qué quieres trabajar para la Compañía, Raquel? –Inquiere el “Lobo” apartando de repente su mano de la pierna de la chavala.
La respuesta de la jovencita de raza negra lo satisface plenamente.
―La gente mala merece morir, señor Klausen –las palabras salen con tanta rabia de labios de la muchacha, que el alemán no puede menos que sonreír abiertamente.
Es entonces cuando decide lanzarse y vuelve a posar sus grandes y rudas manos sobre las oscuras y bien torneadas piernas de la muchacha, subiendo por sus muslos hasta su entrepierna.
―Chist, cariño –dice al ver que ella cierra las piernas―. Todo está bien, no pasa nada –añade mientras comienza a besar los gruesos y sensuales labios de la joven.
―Y―yo… Mmm… ―Gime Raquel dejando que Klausen meta sus dedos bajo sus braguita y acaricie su sexo ya húmedo, notando como sus grandes pezones se ponen duros contra la tela del top.
―Esto te va a gustar, cariño –susurra el “Lobo” al oído de la chica mientras se desabrocha los pantalones y deja libre su grueso miembro.
La joven Raquel Nbomo emite un débil y ahogado jadeo cuando con su pequeña y frágil manita acaricia el duro y gordo falo del infame asesino, y éste comprende que es afortunado al saber que va a tener la oportunidad de desvirgar a la hermosa muchacha.
―¿M―me va a doler? –Inquiere Raquel mientras Klausen mete dos de sus ásperos y toscos dedos en su mojada rajita, acariciando su hinchado clítoris.
―Lo haré con toda la suavidad posible –miente el “Lobo” mientras se imagina su pene enterrado en la dulce vagina de la negrita.
Los clientes del segundo piso del Hotel Hilton se detienen al pasar frente a la habitación 213 al escuchar los terribles alaridos de dolor y placer lanzados por los dos amantes.
―¡ASÍ, PUTITA NEGRA, CABALGA SOBRE MI GORDA POLLA! –Grita Bertran Klausen mientras muerde los enormes y oscuros pezones de Raquel, con tanta fuerza que llega a hacerle sangre.
―¡SÍÍÍ, SEÑOR KLAUSEN, FÓLLEME, FOLLEMEEE! –Grita la jovencita, ya desvirgada contoneándose sobre el alemán―. ¡RÓMPAME EL COÑO CON SU ENORME TRANCAAA!
Klausen termina corriéndose en la boca de su joven y virginal amante.
Tras esto, le da instrucciones precisas acerca de su primera misión…
CAPÍTULO 4º
ARTHUR BELLISARIO
Arthur Bellisario queda prácticamente sin habla cuando la noticia llega a su conocimiento…
―¡No me lo puedo creer! –Exclama sin poder apartar los ojos del periódico de dos días atrás donde viene la noticia que parece haberle sacado de sus casillas.
―¿Algún problema, Señor? –En ese instante, el agente Broome entra en el despacho del Inspector y queda mirando con semblante preocupado, el pálido rostro de su inmediato superior―; ¿Qué es lo que no puede creer?
―¡Esto, Broome, esto! –Replica Bellisario tendiendo el diario al Policía―. Lea abajo del todo, por favor.
Gabriel Broome obedece…:
―El Juez Carlyle deja en libertad a un peligroso asesino.
―¿Se da cuenta a qué me refiero, agente Broome? –Inquiere Bellisario arrancando el periódico de manos de su hombre―. ¡Alguien ha pagado medio millón de Dólares por la liberación del tal Klausen! ¿No le parece a usted que es para estar más que cabreado?
―Errr… Sí, Señor –Gabriel Broome enarca ambas cejas, visiblemente sorprendido por el enfado de su superior. Aunque lo comprende perfectamente.
Es entonces cuando la pregunta llega a su mente...
―Señor…
―¿Sí, Broome?
―¿Cree usted que ella ya lo sabe?
Ahora es el turno de Comisario de enarcar las cejas y exclamar…:
―¡Diablos, no había pensado en nuestra amiga!
―¿Quiere que la avisemos, Señor?
―Gracias, Broome –Arthur Bellisario hace un gesto con su mano derecha, indicando a su subordinado que puede retirarse, y luego toma su móvil―; ya me encargo yo de todo.
Sin embargo, tras quedar a solas en su despacho, el veterano Comisario aún tardará unos instantes en marcar el número de Jessica Montoya.
Cuando por fin lo hace, es John Bowman, el escritor amigo de la joven y guapa colombiana, quien atiende a la llamada.
―Es para ti, niña –John tiende el móvil a su amada, al tiempo que frunce ligeramente el ceño.
―¿Quién es? –Inquiere Jessica, sonriendo al reconocer la voz de Bellisario al otro lado de la línea.
―¿Qué quería? –Cuando por fin termina de habla, John se la queda mirando, expectante.
―Avisarme sobre la liberación de Klausen.
―El Comisario Bellisario es un gran tipo. ¿No crees, niña?
―Sí –ella sonríe al tiempo que se acerca al escritor y pasa sus brazos alrededor de su cuello―. En cierto modo, me recuerda a mi padre.
John, al ver que la joven se está poniendo algo melancólica, la abraza y la besa en los labios.
Volvamos ahora al despacho del Comisario Arthur Bellisario, donde éste, tras hacer la llamada a Jessica Montoya, ha decidido, repentinamente, tomarse el día libre.
Antes de salir del despacho, llama a su casa.
―Carlota, querida –dice al oír la voz de su amada esposa al otro lado de la línea―. Ponte guapa, hoy vamos a salir a comer fuera.
Luego, y antes de que su mujer pueda siquiera responder, cuelga y sale del despacho, despidiéndose de sus hombres.
Ninguno de ellos tiene la menor idea de que será la última vez que lo vean con vida…
CAPÍTULO 5º
PRIMERA MISIÓN PARA LA AGENTE RAKEL HOT
Raquel Nbomo está contenta, tras varios días de duro entrenamiento su tutor, Bertran Klausen, por fin le ha encomendado una misión.
―¿Y qué ha hecho esta persona para merecer ser castigado? –Pregunta cuando el “Lobo” le muestra la fotografía de Arthur Bellisario―. Así, a primera, vista no parece un mal tipo…
―¡Pues lo es, agente Rakel Hot! –Replica el alemán, furioso al tiempo que acerca la imagen del Comisario al lindo rostro de la joven africana―. Ha aceptado sobornos –miente descaradamente―. Por su culpa, personas indeseables que deberían estar en la cárcel, andan libres por las calles.
―E―entiendo, Señor –replica la muchacha mientras dedica otra indecisa mirada a la fotografía.
―Tengo entendido que hoy pensaba tomarse el día libre –más calmado, Klausen vuelve a hablar al tiempo que tiende una automática a la joven―. Mi hombre de confianza dentro de la Policía me acaba de informar que tu objetivo hace menos de cinco minutos que ha salido de la Comisaría. Si te das prisa, aún puedes alcanzarlo antes de que llegue a su casa.
Raquel Nbomo sonríe y se guarda el arma en su pequeño bolso de mano.
Poco después, en plena calle Madison, cerca de donde Arthur Bellisario tiene su domicilio…
―Perdone, señor –una bonita joven de raza negra se acerca al Comisario. Parece perdida y asustada…
―¿En qué puedo ayudarla, señorita…? –Arthur Bellisario, de cincuenta y nueve años de edad, no tiene tiempo de nada, sólo de ver como la muchacha saca una pistola de su bolso y abre fuego sobre él, a bocajarro, para perderse luego, corriendo en dirección Sur hacia un enorme coche negro aparcado en esa dirección.
Pronto, una muchedumbre curiosa se arremolina en torno al moribundo, que jadea y emite sus últimos estertores, antes de morir con el nombre de su esposa en los labios…
―Perfecto, querida, lo has hecho incluso mejor de lo que me esperaba –Klausen sonríe mientras detiene el auto a una distancia prudente y considerable del lugar del horrible crimen.
―G―gracias, Señor –la joven agente Rakel Hot balbucea nerviosa e inquieta ante lo que acaba de hacer.
―Tus padres estarán realmente orgullosos de ti cuando esta noticia llegue a sus oídos –añade el alemán al tiempo que se desabrocha los pantalones y deja libre su gordo miembro―. Pero antes, me gustaría premiarte como te mereces, mi pequeña putita negra.
―Mmm… ―Gime la muchacha mientras se inclina sobre el falo, grueso y enhiesto, para metérselo en la boca―. ¡Es tan grande!
Cuando la noticia del asesinato del Comisario Arthur Bellisario llega a conocimiento de Jessica Montoya, la joven no puede evitarlo, y cae desvanecida en brazos de su amigo y amante, el escritor John Bowman.
Cuando por fin recupera el conocimiento, esto es lo que sale de su boca…
―H―ha sido cosa de Klausen, pondría la mano en el fuego.
―Lo sé, niña, lo sé –John toma la mano de su amada y la oprime con fuerza para infundirle cariño y valor.
―D―debí matarlo hace semanas, cuando tuve la oportunidad –replica la bella colombiana con sus bellos ojos castaños anegados en lágrimas.
―No digas eso, mi amor –John se inclina y la besa en la frente con ternura casi infinita.
―¡SÍ, JAVÍ, SÍ! –Ella se revuelve furiosa―. ¡Debí cargarme a ese jodido hijo de puta, volarle la puta tapa de los sesos!
Luego, sin embargo, se derrumba, apoyando su rubia cabeza en el pecho de su amado…