Más allá del trabajo

- ¿Qué fantasia tienes que te haya dado vergüenza hacer con tu marido? Ella me miró un segundo. - En realidad... - bajó la mirada y la volvió a fijar en mí - hacemos sexo estándar, no hemos llevado a cabo ninguna fantasia. - Vale - respondí sin apartar la mirada - y... ¿qué te gustaría hacer?

Trabajo en una empresa de ingeniería, dirigiendo el área de Operaciones. Mi trabajo me tiene de la ceca a la meca casi todo el tiempo: no hay semana que no tenga algún viaje, aunque sea ida y vuelta en el día. Lo bueno es que, con un portátil, un móvil y una conexión, no hace falta que pase por mi despacho para poder trabajar.

Mi equipo hacía también todas las labores de preventa, pero el crecimiento de nuestra actividad hizo que hace alrededor de 6 meses contratáramos a una chica nueva para montar y dirigir un área de especialistas que se encargaran de eso. Después de entrevistar a varios candidatos dí con la persona adecuada para el puesto: Almudena.

Evidentemente, a partir de su entrada en la empresa, nos tocó trabajar codo con codo para dar forma a su área y hacer traspaso de las labores de mi equipo a la gente que ella empezó a contratar. Esto nos llevó a tener una estrecha relación profesional que fue más allá hace unos 2 meses.

Como digo, yo me paso el tiempo viajando y eso hace que Skype y el teléfono sean mis más fieles compañeros. Me pasaba el día por Skype con Almudena cada vez que estábamos a punto de cerrar algún proyecto o surgían problemas en la ejecución respecto a lo ofertado... lo que se traduce en que nos toca estar conectados todos los días a todas horas. Las conversaciones que inicialmente eran solo de trabajo fueron mezclándose con temas personales y un tonteo que se convirtió en habitual. Ya no lo ocultábamos con temas de trabajo, sino que directamente nos escribíamos con cualquier cosa, aunque aún sin ningún tinte sexual. Era cuestión de tiempo que nos viéramos directamente sin tener que tratar nada de trabajo.

Todo saltó un lunes, en el que me encontraba en mi despacho, a partir de un café que derivó de una de nuestras conversaciones de chat interno.

  • Hola Almu, ¿me puedes mandar la versión final de la propuesta?

  • Esta es la última versión que tengo, pero sé que luego se hicieron algunos cambios.

Abrí el documento y no había casi cambios, pero decidí tomarle un poco el pelo.

  • ¡Ostias, veo que cambian un montón de cosas! ¡Me la has liado!

  • No no, a ver... no hay tantos cambios... - se notaba el balbuceo incluso a través del chat - y no afecta a lo que le toca a tu equipo...

  • Jajajaja... ¡estaba de coña, Almu!

  • Jajajaja, me la has colado... te aprovechas de que no he tomado aún ni un café.

  • Yo te invitaba a uno ahora, pero tengo reunión en 10 minutos. ¿Tomamos café mañana a primera hora y así me aseguro de que andes despierta?

  • Jajajaja... vale, pero no me vengas con otra reunión.

  • Tranquila, mañana no tengo nada a primera hora... no te busques excusas tú tampoco ;)

  • Jajaja... no hay problemas, me reservo un hueco para ti.

Habíamos tomado café juntos otras veces, pero siempre con problemas de trabajo de por medio. Al día siguiente llegué sobre las 8:30. Dejé el coche en el parking y mientras subía al vestíbulo volví a escribirla:

  • Buenos días. Te debo un café. ¿Te bajas?

  • Claro. Nos vemos en la cero.

Dos minutos después se abrían las puertas de uno de los ascensores y salía Almu sonriente: pelo liso, castaño, ojos negros, labios en rojo, amplia sonrisa, dientes perfectos. Almu es una chica alta, delgada y muy guapa. Llevaba un abrigo marrón, con un cinturón anudado, unos vaqueros blancos y botas de ante oscuras.

Me sonrió mientras se acercaba:

  • ¿Pero usas el chat desde el móvil? Pensaba que estabas ya en el despacho.

  • Sí, pero no lo hagas, no funciona bien... hay veces que te monta el pollo. - respondí - Acabo de llegar... es que tú madrugas mucho.

  • No llevo tanto, pero prefiero llegar pronto.

Fuimos charlando hasta una cafetería al lado de nuestro edificio. Pasamos, pedimos dos cortados y nos sentamos en una mesa para dos, pegada a una de las paredes del local. La camarera se acercó con una bandeja y dejó los dos cafés sobre la mesa. Sin temas laborales específicos que tratar, estuvimos charlando animosamente de cosas intrascendentes: el tiempo, anécdotas de la oficina, la música, las series que vemos,... Aunque las palabras decían otra cosa, su mirada brillaba de deseo y supongo que la mía también. Quizá ninguno de los dos nos atrevíamos a abrir ese melón, pero era evidente que la atracción estaba ahí.

Terminado otro tema banal más de conversación se hizo un silencio y la miré fijamente. Me devolvió la mirada y durante unos segundos la mantuvimos.

  • ¿Y ahora qué? - dije rompiendo el momento.

No tuve que decir más para que ella entendiera perfectamente qué quería decir. Se dejó caer en la silla y respondió:

  • Tío, no paro de darle vueltas y no está bien... ¡joder! yo estoy casada y no sé por qué me pongo a pensar en complicarme la vida.

  • Almu, tranquila, nada de eso tiene que cambiar. Tú no quieres ni salir conmigo, ni tener una relación, ni nada parecido.

  • Joder, tío, así dicho...

  • Si no, corrígeme. Tú me pones, yo te pongo y ya está. No hay nada más profundo...

  • Yaaa... - se quedó mirándome a los ojos como si tuviera una lucha interna. En unos segundos su mirada se relajó. Parece que asumía la situación, aunque no del todo, pues empezó a justificarse:

  • José, no es que no tenga sexo con mi marido... si lo hacemos y además, es mas o menos frecuente...

Yo la miraba dejando que ella misma llegara a la conclusión. Ella continuó:

  • Lo que pasa es que es siempre lo mismo, es como algo programado... que no digo que no me guste...

Acerqué mi silla a la suya y acerqué mi cara a la suya y corté su frase:

  • Almu. - hablé en un tono más bajo - No me tienes que dar ninguna explicación. Llevas mucho tiempo con tu marido, le quieres y tu vida en términos reales es la que quiere todo el mundo. Pero necesitas sentir más cosas, experimentar más...

Ella intentó cortarme, pero continué:

  • Te sientes atraida por mi y yo por tí... y te pone más todavía porque es algo distinto, porque me puedes pedir cosas que ya no le pedirías a tu marido y hacer cosas que no haces con él...

Con cada palabra me iba acercando un poquito más a ella, hasta que me quedé a escasos centímetros de su cara mirándola fijamente.

  • ¿Qué fantasia tienes que te haya dado vergüenza hacer con tu marido?

Ella me miró un segundo.

  • En realidad... - bajó la mirada y la volvió a fijar en mí - hacemos sexo estándar, no hemos llevado a cabo ninguna fantasia.

  • Vale - respondí sin apartar la mirada - y... ¿qué te gustaría hacer?

Dejé mi mano sobre su muslo. Ella dió un pequeño respingo.

  • No sé... José, es que sólo esta situación ya me pone.

Subí un poco la mano por su muslo, pero aún lejos de su entrepierna.

  • ¿Te refieres a hacer algo "prohibido" o a que te pone un lugar público como esta cafetería?

Subí un poco más la mano por el muslo.

  • Uff... yo creo que hacer algo prohibido. Y me pone mucho hacerlo contigo... aunque lo del lugar público también me empieza a excitar.

Mi mano terminó su recorrido topando con su entrepierna. A través de los vaqueros se notaba el calor que emanaba.

  • Sí, ya veo que te estás poniendo muy cachonda. A mi me estás empezando a poner la polla dura.

  • No ves... esto es a lo que me refiero. A mi marido nunca le escucharé decirme esas cosas, ni yo decírselas.

Yo, sin retirar la mano, respondí:

  • Bueno, vamos avanzando... ¿entonces te pone que te diga guarradas? ¿Qué más te pone?

  • Sí, me pone que me digas guarradas... me pone saber que te empalmas conmigo.

  • Joder, Almu, no hace falta que te diga que tengo la polla a reventar. ¿Qué más?

  • Me pone... - hizo una pausa como pensando si confesarlo o no - Me pone sentirme sucia, guarra, sentirme una puta en el sexo.

Joder, eso me ponía todavia más cachondo a mi. En cualquier caso, en esa cafetería, a la vista de todos no podíamos ir más allá. Me jodía ser el que rompiera el climax del momento, pero esto requería otro sitio donde seguir.

  • Ostias,

Almu

en estos momentos yo te arrancaba esos vaqueros y te follaba sobre esta mesa... pero estamos a 50 metros de la oficina y a la vista de cualquiera.

Ella volvió a la realidad de golpe:

  • Sí, anda, vamos a pagar.

Pagué los cafés y volvimos a la oficina. Subiendo en el ascensor quedamos en vernos a la salida en un pub a tres manzanas de la oficina y que cada uno fuera por su cuenta. El tiempo hasta la salida pasó muy lento y con mucho trabajo... pero llegó la hora y le escribí por chat:

  • Yo cierro ya.

Con eso quedaba todo dicho.

Recogí mis cosas, me puse el abrigo y salí de mi despacho. En 15 minutos andando llegué al pub. Era irlandés, bastante grande, entero forrado en madera, con una zona de billar y dardos a la izquierda, una barra larga y una zona con compartimentos con mesas y sofás fijos en sky rojo. No estaba muy lleno pero, claro, era lunes. Me acerqué a la barra y pedí una media pinta de Guinness. Con mi cerveza en mano, elegí el compartimento que estaba más al fondo y me senté allí.

En no más de cinco minutos apareció Almudena, enfundada en su abrigo, sus vaqueros blancos y sus botas. La saludé desde el fondo y me levanté del sofá. Ella se acercó mirando alrededor, como si pudiera haber algún conocido. Nos saludamos, pidió una copa en la barra, soltó su abrigo sobre el mio y nos sentamos en el sofá, los dos juntos en el mismo lado de la mesa. Ella vestía una camisa con flores y un jersey de lana.

  • Joder, José, sólo estar aquí me pone nerviosa... y me excita.

  • Jajaja... suéltate - acerqué mi boca a su oreja y susurré - te estás poniendo cachonda y no nos hemos tocado. No sabes cómo tengo la polla de dura sólo con tenerte aquí.

Ella se giró haca mi oido y respondió con otro susurro:

  • Si me sigues diciendo guarradas al oido, voy a acabar empapando las bragas.

Ella ya había entrado en el juego. Volví a acercarme su oido, pero sin tocarlo.

  • Veo que estás hecha una auténtica zorra, Almu. Seguro que ya tienes el coño chorreando y pidiendo una buena polla.

  • Ufff... qué cabrón eres... yo estaré chorreando pero, sin tocarte, seguro que tienes la polla tan empalmada que te duele.

Una chica con carácter. Almudena tenía razón, mi polla iba a reventar dentro del pantalón.

  • ¡Vaya puta estás hecha! Estoy seguro de que estás suspirando por que te la meta en la boca.

Acaricié su mejilla y pasé el pulgar por sus labios. Ella abrió la boca y se lo metió dentro. Empezó a jugar con la lengua alrededor del dedo mientras me miraba fijamente. Luego empezó a simular una mamada sobre el dedo, llegando hasta la base y succionando después.

  • Mi polla no te va a entrar tan fácil.

  • Eso espero, que tengas una buena verga, porque no soy fácil de contentar.

Sin decir nada cogí su mano y la deslicé hasta mi paquete sobre el pantalón. Ella apretó suavemente mi polla ya totalmente dura y sonrió:

  • Sí, veo que esto promete.

Ella siguió mirándome fijamente mientras chupaba mi pulgar y acariciaba mi paquete sobre el pantalón. Le brillaban los ojos... y seguro que también a mi. Porque estábamos en un pub, que si no en ese momento la hubiera cogido y la hubiera tumbado sobre la mesa para follarla con fuerza.

Saqué el dedo de su boca y, mientras me seguía sobando la verga sobre el pantalón, pasé mi mano por su muslo hasta llegar a su entrepierna. Estaba muy muy caliente. Localicé la cremallera y, ayudándome de la otra mano, empecé a bajarla. Introduje un par de dedos por la abertura y noté la humedad y el calor de su coño en sus bragas. Ella me miró y, sin detenerme, dijo:

  • ¿No vas muy rápido?

Para animarla a ir más allá, le dije:

  • ¿Despacio? Tienes el coño tan húmedo que sigo pensando cómo no me has sacado ya la polla fuera y te la has metido de golpe.

Empecé a frotar sus labios sobre la tela suave y mojada de las bragas. Ella respondió bajando la cremallera de mis pantalones con ambas manos y buscando como coger todo el miembro dentro de los gayumbos.

  • Joder, José, teníamos que haber quedado en otro sitio... estoy tan caliente que como sigamos te voy a comer la polla aquí mismo sin importar quien nos vea.

Su voz sonaba excitada y dejaba escapar algún jadeo.

  • Al final si que vas a ser la zorra que querías ser. De hecho, vas a tener que buscar la manera, pero me vas a hacer una mamada y me voy a correr en tu boca en este pub.

  • ¡Joder, eres un cabrón! Me estas poniendo tan cachonda que me metía ahora mismo debajo de la mesa.... pero, tio, que nos puede ver todo el mundo.

  • Estamos en el último hueco del pub, el respaldo de los sofás nos esconden de la camarera y no hay ni Dios porque es martes... ¿quieres mi polla o no?

  • Joder... pero entonces yo decido luego lo que tienes que hacer tú.

  • Jajaja... no, aquí la putita eres tú, pero te prometo que antes de que te vayas te follaré hasta que te corras.

Mis dedos se abrieron hueco y apartaron las bragas lo suficiente para notar su vulva directamente. Los fui metiendo dentro. Ella ya cogía mi miembro directamente sobre la piel y me masturbaba con el poco hueco que le dejaba la abertura de mi bragueta. A la vez, miraba alrededor. No había clientes en el pub y no se llegaba a ver a la camarera.

Tras unos segundos parece que tomó la decisión. Soltó mi polla y sacó la mano de mi bragueta. Me hizo sacar la mia y se metió debajo de la mesa. Separó mis piernas y agarró mi cinturón. Joder, de verdad iba a chupármela en el pub. Soltó la hebilla y se deshizo del botón del pantalón. ¡Qué liberación! Mi polla estaba que iba a reventar. La sacó con las dos manos y me lanzó una mirada de deseo.

  • Vamos zorrona, a ver cómo la chupas.

La cogió con ambas manos y lamió mi capullo. Me volvió a mirar. Introdujo mi miembro suavemente en su boca y apretó sus labios contra el tronco. Empezó a subir y bajar despacio, rozando toda mi verga con las paredes de su boca. Acompañaba sus movimientos con sus manos, que llegaban hasta la base de mi polla y volvían hacia arriba lentamente. Yo me acomodé en el sofá de sky rojo y miré alrededor. Nadie nos hacía caso. Ella aumentaba el ritmo y succionaba con intensidad cada vez que subía su boca hasta el glande. Poco tiempo más iba a durar yo. Sus movimientos eran cada vez más rápidos. Su cabeza subía y bajaba sobre mi verga. De vez en cuando ella levantaba la vista y me miraba con deseo.

  • Joder, Almu, de verdad que eres una puta especialista en mamadas.

Ella sonrió sin soltar la polla. Miré hacia su escote. Tenía ganas de saber cómo eran sus pechos, sus pezones... no parecían muy grandes. Miré otra vez como se afanaba sobre mi polla. sus mejillas se hundían cada vez que succionaba y mi verga rozaba entera por toda su boca. Yo estaba a punto de correrme.

  • Ostias, me voy a correr, Almu, me voy a correr en tu boca.

Ella me miró con aprobación y siguió succionando con más intensidad. ¡Vaya mamada! Me agarré con las manos al sofá. Ella no sacaba la polla de su boca y se entretenía en el capullo. No podía más.

  • ¡Ostias! - es lo único que pude decir.

Exploté dentro de su boca con un primer espasmo. ¡Joder! Ella mantuvo la polla en su boca, mientras soltaba un segundo chorro. Movía las manos arriba y abajo del tronco, mientras dejaba el capullo rodeado por sus labios. Tuve varios espasmos más, que iban lanzando ya menos semen que los primeros. Las manos fueron bajando de ritmo. Con la lengua iba repasando todo mi miembro y limpiando la corrida. En instantes, recuperé el aliento.

Ella se levantó, miro a su alrededor. Nadie se había enterado de nada.

  • Voy al baño a limpiarme un poco... a no ser que quieras venir conmigo y follemos dentro - me miró con lujuria.

  • En los baños es un canteo. Límpiate, que voy pagando. Se me está ocurriendo otro sitio donde follarte.