Más allá de la oficina 3

¿Amor,atracción, celos o simplemente un capricho?

Me sentía tan idiota que me metí corriendo a mi habitación. Caminando de un lado al otro del cuarto, con una ansiedad que no me dejaba respirar bien y una sensación de angustia apalancada en mi estómago traté de aclarar mis ideas, pero me fue imposible.

-Vale, vale, vamos a ver…. Acabas de besar a tu secretaria y no ha reaccionado bien, pero bueno, tampoco ha reaccionado mal.

Respiré hondo y me senté en la cama. Intenté tranquilizarme. Lo mejor sería llamar a María, ella era cómo mí hermana y siempre me entendía.

Unos segundos y en seguida respondió.

-¿Dígame?

-¿María?

-Adriana, cielo. ¿qué pasa? Es muy temprano.

Le conté lo ocurrido con todo tipo de detalles.

-Espera, espera, ¿Qué has besado a una mujer que está a tus órdenes?

-¡Sí! ¡Y estoy atacada!

-Ay señor.

-Me siento ridícula.

-Pero bueno, tampoco es para tanto.

-Ya…

-Si se ha metido corriendo es porque le habrá pillado de improviso. ¡No puedes ir por ahí robando besos!

La escuchaba en silencio.

- Sois adultas, ¿no? Y solo ha sido un beso.

-Sí, no es tanto.

-Exacto, además, puedes hacerte la loca y decir que te lo dio ella o que querías darle dos besos y os chocasteis, incluso que lo ha soñado.

-Dios mío, voy a perder mi empleo.

-Que no.

-Me van a despedir. Me van a despedir y no voy a poder pagar el alquiler, y mis caseros me van a echar y tendré que volver al pueblo con mis padres, y mi madre me obligará a ayudarle con la granja. ¡Y yo no sé ordeñar una vaca, María, no sé!

-¡Ya cálmate!

Escuché voces de fondo.

-¿Os he interrumpido?

-No, tranquila, Óscar se tenía que levantar ya para ir al trabajo. ¿Qué hora es allí?

-La una y media.

-Pues acuéstate, verás cómo mañana lo ves todo mucho más claro.

-Vale, muchas gracias.

-Te quiero.

-Y yo a ti.

Seguía angustiada, pero la ansiedad había desaparecido. Seguramente María tenía razón, No podía hacer conjeturas de lo que iba a pasar porque me equivocaría en todo. No creía que Clara fuera a denunciarme, éramos amigas. Lo mejor sería dormir y al amanecer sería otro día.

Por la mañana me tomé mi tiempo para prepararme, de cualquier modo, no entrábamos a trabajar hasta la tarde. Tardé varias horas en ducharme, peinarme y vestirme pero el tiempo seguía pasando y tarde o temprano tendría que verla. Ojalá pudiese pararlo.

Finalmente, me armé de valor y fui a llamar a su puerta para bajar a desayunar. No obtuve respuesta. Mi pulso volvió a acelerarse y recé porque estuviera en la cafetería del hotel.

Bajé a un ritmo lento, aferrándome a eso de que “ojos que no ven, corazón que no siente” pues si Clara no estuviera abajo, yo no sabría qué hacer. Por fortuna, estaba tomándose un café con leche en la barra. Me senté a su lado e intentando aparentar estar relajada saludé.

-Buenos días . –Hice señas al camarero para que me sirviera un zumo.

-Hola . –Ni si quiera me miraba.

- Esta tarde haremos las evaluaciones para ver el progreso de los empleados.

Asintió, se le notaba incómoda. La miré intentando llamar su atención.

-Después se las enviarás a Vázquez, ¿vale?

No respondía ni apartaba la mirada del suelo.

-Clara.

-Estoy enamorada de mi novio.

No estaba preparada para eso. Sentí que el corazón se detenía, algo así como un soplo de aire que pasa por el pecho. Me puse tan nerviosa que apenas podía articular bien las palabras.

-Lo sé.

-Y no me gustan las mujeres.

Suspiré.

-Lo siento, no debí haber hecho nada, noté que había algo entre nosotras, una conexión especial.

Me miró con los ojos muy abiertos.

-Pero me equivoqué, está claro . –Me apresuré a contestar.

-Sí…

-Sólo quiero pedirte que, por favor, esto no influya en nuestra relación laboral, bueno, ni personal. Sé que me he equivocado pero no hay que darle mayor importancia, ni si quiera estábamos en horario de trabajo y… -me interrumpió.

-No voy a denunciarte al presidente, si es lo que te preocupa.

-Gracias y vuelvo a disculparme. Fue un acto denigrante por mi parte.

Asintió.

-Escucha, he oído hablar de la mejor cafetería de la zona y creo saber cómo llegar, ¿te parece?

-Claro.

No nos costó trabajo encontrarla, supongo que sería por las ganas que teníamos de tomar un desayuno en condiciones. El ambiente parecía más fluido y conversábamos como si nada hubiese ocurrido.

-Me gusta este sitio. Es tranquilo.

-Sí, podríamos venir a desayunar aquí cada mañana. Las comidas que paga la empresa son horribles.

Sonrió.

-Me parece estupendo .

Me fijé que en la bolsa que llevaba sobresalía un pico de la portada de un libro.

-¿Qué estás leyendo?

Miró el libro y lo sacó sonriendo.

-El arte de sobrevivir.

-¿Schopenhauer?

-Ajá, mi querido Schopenhauer.

-Vaya, quién lo diría.

-¿No te gusta?

Reí con suavidad.

-Siempre me ha parecido un cretino.

Me miró sorprendida.

-¿Por qué?

-El muy inepto se atrevió a decir que la mujer es un ser de cabello largo e ideas muy cortas.

Se echó a reír.

-Bueno, lo dijo hace doscientos veinticuatro años.

-¡Bah! Me parece un filósofo pesimista y misógino.

Su risa se me contagió, tanto que casi no escuché el sonido de mi móvil.

-Discúlpame.

Miré la pantalla; no conocía el número.

-¿Quién es?

-…

Bajé el tono de voz.

-¿Qué quieres?

-…

-No estoy en España.

-…

-Eso no es de tu incumbencia, además no creo que…

Empezaba estar cansada de que la gente me interrumpiera al hablar. Intentaba parecer distante.

-Ana, no es el momento, si me dejaras terminar de hab…

-…

-Hablaremos más tarde.

-…

Colgué y miré a Clara.

-¿Pasa algo?

-No, es que tengo algo pendiente.

-Te has puesto pálida.

Hice una mueca que estaba en el punto medio entre llorar o reír.

-Mi ex.

-¿Qué quiere?

Me encogí de hombros.

-Verme, tiene algo que contarme.

-Pues no lo entiendo, ¿sois amigas?

-¡No! Te dije que llevaba un año sin verla.

-¿Y te llama ahora, de repente?

Parecía molesta.

-Sí, yo que sé.

-¿Y por qué no le has preguntado?

-¿Se puede saber qué te pasa?

-¡A mí nada! Sólo que no me parece bien que te llame así, porque sí, sin dar explicaciones y que tú le cuelgues.

-¿Me estás riñendo?

-¡Que va! Bastante me da a mí lo que hagas, simplemente expongo mi opinión, igual que tú con Schopenhauer.

-Espera, ¿todo esto es por lo del filósofo?

Resopló.

-¿Qué quieres decir con todo esto? ¿Qué pasa? Si no pasa nada.

Su voz se calmó, lo que me aturdió a un gran nivel.

-¿Salisteis durante mucho tiempo?

-Unos dos años.

-¿Y la muy desgraciada te engañó con otra?

-¿Perdona?

Se dio cuenta de su falta de compostura.

-Lo siento, es que no quiero que estés mal.

-No estoy mal, aunque no negaré que me ha sorprendido la llamada.

Asintió.

-Quiero salir de aquí, no estoy a gusto.

El resto del día lo único que cruzamos fueron palabras sueltas y en el trabajo estaba muy seria. Repartió lo exámenes de evaluación y se sentó a mi lado.

-¿Te encuentras bien, Clara?

-Sí.

Pero eso no me bastaba.

-Estás enfadada.

-No, no lo estoy.

Mi teléfono volvió a sonar y pidiendo disculpas salí de la sala para contestar. Cuando entré, treinta minutos después grosso modo, Clara había recogido las evaluaciones y salió con ellas sin echarme ni una mirada. Quise ir tras ella pero los empleados no me lo permitieron, me atosigaron con preguntas sobre rumores falsos de despidos incoherentes.

Cuando me deshice de ello fui en su busca, pero ya se había marchado. Necesitaba hablar con ella. Se supone que ya no estaba enfada por lo de anoche, me arrepentí en ese momento de no haberle pedido el número del móvil.

Me puse a buscarla en los sitios en los que podría estar per ola hallé al regresar al hotel, a punto de entrar a su habitación.

-¡Clara, espera!

Se quedó quieta y yo corrí hacia ella.

-¿Se puede saber qué te pasa? Había dicho que ya no estabas enfada por lo de anoche y parecía que las cosas iban bien otra vez. Ya te he pedido perdón ¿qué más quieres?

-¡¿Qué que más quiero?! ¡No quiero nada!

Estaba muy enfadada.

-¡Adriana, no comprendes nada, eres una idiota! Pareces muy segura de ti misma pero solo eres una cobarde que mendiga un poco de amor. Eres pedante y andas con aires de superioridad pero no eres nada ¡Y ahora si quieres me echas a la puta calle!

Exaltada, intentó entrar en el cuarto pero la agarré del brazo y se lo impedí. Ahora era yo a la que le invadió la cólera.

-¡¿Quién te crees que eres?! ¡Solo he intentado ser amable contigo para que este viaje no te diera tanto miedo! Mi única intención era cuidarte y tú te has mostrado voluble y mal educada. ¡¿Qué cojones tengo que entender?!

Se echó a llorar. Mi enfado se aplacó y sentí la necesidad de abrazarla. Mientras lloraba en mi pecho yo levanté la cabeza y me di cuenta de que un grupo de curiosos nos miraban al otro lado del pasillo.

- Vamos dentro .

La rodeé por los hombros y cerré la puerta. Nos sentamos en la cama y le acaricié la cabeza.

-Cuéntame qué es lo que pasa.

-Si lo supiera…

No dejaba de mirarla, me sentía una persona mala persona por hacerla llorar.

-¿Quieres que te traiga algo de beber?

Negó.

-¿Necesitas una chaqueta?

Me indicó que no.

-¿No necesitas nada?

-Algo sí…

-Pide lo que quieras.

Levantó la cabeza y besó mis labios con dulzura.