Más allá de la oficina 2

Perdonen, eliminé el capítulo por error

Salí del despacho y me apoyé en la puerta. Mi corazón iba tan rápido que las sístoles y diástoles casi iban al unísono. Aún no podía creerlo del todo, iba a pasar tanto tiempo a solas con ella...

Disimulando mi exaltación caminé con seguridad hasta su mesa para explicarle la situación pero Laura interrumpió mi marcha.

-Señorita Casals, tenemos un problema con las estadísticas. Los japoneses no las han enviado y me parece que tendremos que ir a recogerlas…

-¿Y qué haces ahí parado? ¡Las quiero para ayer! ¡Corre, vuela, lo que te dé la gana, pero ya!

Me di cuenta de que toda la oficina me miraba, respiré hondo y seguí mi trayecto.

Cuando llegué, Clara estaba revisando mi agenda. Tras persuadirla conseguí que aceptara sin objeción alguna. Llegué a pensar incluso, que le hacía ilusión viajar conmigo, aunque era demasiado improbable.

El resto de la semana pasó demasiado lenta: documentos de oficina, estadísticas, reuniones y videoconferencias eran la mejor manera de describirla. En mi cabeza, la idea de compartir hotel y convivir con Clara no salía y en mi estómago, los nervios se habían alojado de manera permanente. Pero por fin era miércoles noche y yo estaba en casa haciendo el último repaso a la maleta.

Metí la ropa que más me estilizaba, los zapatos más bonitos y el perfume más caro. Todo sería perfecto y un día, una cenita, una copa, uno que otro roce y la besaría y ella me besaría y bueno, nos besaríamos…

-¡Por favor! –exclamé sacudiéndome la cabeza -¡Vas a México a trabajar duro, no a ligar! ¡Parece que tuvieras dieciséis años!

Resoplé enfadada mirando el equipaje, el cual, rebosaba de tal manera que no imaginaba lo que me costaría cerrarlo. Pero la furia se convirtió en aflicción. Me dejé caer en la cama y cerré los ojos.

Sonó el despertador a las siete y media de la mañana, y para mi sorpresa, me levanté con toda facilidad. Una ducha fría para empezar bien la mañana. El calentador del agua siempre estaba dando problemas, pero nada comparados a los que tendría si se me ocurría pedirles a los caseros que me lo cambiaran. Que ganas de que me dieran la hipoteca y poder salir de allí.

Me enfundé unos vaqueros y una camiseta blanca, quedaban de escándalo con los tacones negros. Desayuné y un último repaso en el espejo de la entrada antes de cargar el coche con la maleta. Todo perfecto. Conduje hasta el aeropuerto.

Entré algo despistada, según lo hablado, Clara tenía que estar en la cafetería. Exacto. Estaba sentada leyendo el periódico. El olor a café que paseaba por las mesas era exquisito y el ruido de la cafetera muy escandaloso. Me acerqué a ella y me senté en frente.

- Buenos días por la mañana.

Se sobresaltó.

-¡Qué susto! –rió nerviosa mientras doblaba el periódico.

Ya tenía la sonrisa pegada a mi cara.

-¡Un café por favor! –hice señas al camarero.

-¿A qué hora sale el avión?

-A las once menos veinte, justo para tomarnos esto e ir a facturar.

-Es un viaje muy largo.

-Por el trasbordo en Miami. Oye, al menos el primer día lo tenemos para hacer turismo.

Me dedicó una sonrisa forzada. El resto de la velada la pasamos casi en silencio. Daba respuestas cortas a mis preguntas y eludía cualquier tema de conversación. ¿Qué pasaba?

Llegó la hora y el viaje en avión no fue muy distinto, tan incómodo resultó que preferí hacerme la dormida. Llegamos a Miami a las cuatro menos cuarto, horario español.

-Faltan cuatro horas para nuestro próximo vuelo, ¿vamos a comer algo?

-Sí.

Esto no era normal, en la oficina nunca había sido tan distante. En el restaurante la cosa no cambiaba, ella comía en silencio, pensativa.

-¿Estás bien, Clara?

Reaccionó de una manera sosegada, parecía muy pensativa.

-Sí, señorita Casals, eso solo que… Bueno, no importa, déjelo.

-Deja de llamarme de usted, Clara por favor, no estamos en la oficina. Quiero saber qué te preocupa.

-Perdone, o sea, perdona, es que me da un poco de miedo esto, soy inexperta en este trabajo y un viaje así, tan pronto, creo que no estoy preparada.

-¿Preparada? Aquí harás lo mismo que en Madrid, aunque tendrás que ayudarme a dar unos cursos. Esto será muy importante para tu puesto.

- Yo no valgo para esto, señorita. La veo a usted y de verdad, siento admiración. En la empresa no es usted muy popu… -se puso nerviosa- quiero decir, es normal, es la jefa y la gente la vecomo un enemigo, pero yo estoy muy contenta de trabajar para usted, creo que es una triunfadora.

-¿De dónde te has sacado que no vales para esto? Si estás en tu puesto es porque tu currículum era brillante, te lo mereces, eres una persona brillante, no te faltarán oportunidades.

Sonrío honestamente, sus ojos brillaban ahora.

-Es que mi novio no es tan positivo como tú, él cree que tengo demasiados pájaros en la cabeza.

Sentí un pinchazo en el pecho, fue como si hubiese dejado de funcionar  y una sensación de pena y desilusión me recorrió el cuerpo de arriba abajo. Tardé unos segundos en recobrar el sentido.

- Si me permites la impertinencia: tu novio es un imbécil.

Se echó a reír de buena gana y asintió.

-Lo sé, estoy algo cansada de sus críticas.

Sonriendo, acaricié su mano con un movimiento apenas perceptible y la miré a los ojos.

- No dejes nunca que nadie te haga sentir inferior, eres la reina de tu vida.

Me dio una sonrisa mucho más calmada y natural que las anteriores.

-Gracias, señorita Casals, es usted muy amable.

Me alivió saber que no le había incomodado mi caricia, lo que para ella había sido un roce sin importancia era para mí algo que trajo de vuelta la estabilidad a mi mente.

-¡Lo digo en serio, Clara! ¡Cómo vuelvas a tratarme de usted me levanto y me voy!

Ambas reímos armoniosamente y pasamos el resto de la comida entre risas.

El avión hacia México llegó a las once menos veinte, las seis menos veinte en ese sitio. No nos costó gran trabajo encontrar el hotel, lo cierto es que era bastante modesto pero encantador, no esperaba tanto de Vázquez. Nuestras habitaciones contiguas estaban al final del pasillo del segundo piso. No eran grandes, el baño al mismo entrar en la puerta izquierda y la cama en la otra habitación.

El cambio horario y las horas de viaje nos tenían muertas, pero era mejor no dormir hasta la noche, por lo que fuimos a hacer turismo. Ciudad de México es realmente increíble. Después de recorrernos el palacio de bellas artes y un sinfín de sitios, pasamos el resto del día hablando y conociéndonos mejor, era un auténtico encanto.

- Es mucho más divertido de lo que creí.

-¿Tan mala compañía creías que sería?- la miré alzando una ceja

-Yo no he dicho eso –volvió a ponerse nerviosa.

-No te estreses, solo era una broma.

Reía otra vez. Sus carcajadas eran música, cada vez que ella me sonreía o simplemente me miraba me invadía una gran felicidad. Deseaba tanto besarla, tocarla. Esto ya no era solo deseo, empezaba gustarme de verdad.

-No soy tan mala como me pintan tus compañeros.

-Ya veo.

Estaba mirando a la nada, sonreía, habría dado cualquier cosa por sus pensamientos.

-En la oficina pareces tan recta y tan seria.

-Cuando empecé a trabajar no era así, pero en seguida empezaron a subirse a mis espaldas y tuve que hacer algo.

Asintió.

-Es tarde y estoy cansada, ¿volvemos ya? –quise saber.

-Sí, mañana será un día largo.

Los siguientes días pasaron rápidos, trabajábamos codo con codo y conforme pasaba el tiempo conectábamos más. En vez de conocerla, la estaba descubriendo y además, hacíamos grandes adelatos con los nuesvos compañeros. Tan bien iban las cosas que pudimos permitirnos unos días libres.

Acabábamos de cenar y decidimos ir a tomar unas copas al pub que estaba cerca del hotel.

-Oye, ¿de verdad caigo tan mal en la oficina?

-No es que caigas mal, yo diría que te temen.

La miré con los ojos abiertos.

-Te llaman la Rotwiller.

-¡Rotwiller!-al menos eran imaginativos.

No podíamos dejar de reír.

-Pero que conste y no es porque quiera caerte bien, que yo siempre te he defendido.

-¡Vaya! ¿Defiendes a tu jefa del resto de tus compañeros? ¿Y les caes bien ? –me mofé.

-Les caigo bien. En serio, ya te dije que eres un modelo a seguir para mí.

El corazón iba a salirse de mi pecho.

-¿Siempre soñaste con que tu trabajo sería así? –parecía muy interesada.

-¡Hombre! Me habría gustado más ser la presidenta, pero esto no está nada mal. –sonreí irónicamente. -¿Tú no has soñado con esto?

- Si te soy sincera, y mira que está feo decirle esto a la persona que me contrató. No, lo que a mí me apasionaría sería dar clases en la universidad, ya sabes, hacer el doctorado en administración de empresas.

-¿Y se puede saber qué haces malgastando tu tiempo aquí?

Me miró con ese brillo en los ojos que se le ponía cuando estaba melancólica.

-Dejé los estudios cuando empecé a salir con Alex. Él me abrió los ojos. Profesora de universidad, madre mía. No puedo aspirar a tanto.

La miraba boquiabierta.

-¿Cómo que no puedes aspirar a tanto?

-El doctorado es algo muy complejo, mucho estudiar y trabajar y a penas tiempo para vivir. Además, no soy tan buena.

-Ya estás subestimándote, lo haces constantemente. Dime por qué no eres tan buena. ¿Porque Alex te lo ha dicho?

-¡No! Es que, bueno, no sé, es algo difícil de entender. Él no es malo, pero no le gusta que estudie, cree que es mejor ganar dinero pronto para que podamos ir a vivir juntos. Aunque lo cierto es que no le gusta nada de lo que hago.

-Pues es una tontería, eres tú la que decide si estudias o trabajas, a los demás que les den, perdóname la grosería. No es Alex el que tendrá que vivir por ti, eres tú la que tienes que cumplir tus sueños.

Su mirada me penetró tanto que tuve que bajar la cabeza avergonzada.

-¿Tienes novio?

-No –dije sin alzar la vista del cubata - tuve una pareja hace un año, pero la cosa no salió bien parada.

-Oh, lo siento.

-Yo no –le devolví la sonrisa a la cara. –No es por meterme donde no me llaman, pero creo que deberías empezar a pensar en ti y olvidarte del resto un poco. No debe hacerte sentir bien que tu novio te diga constantemente lo que tienes que hacer.

-No sienta nada bien, a veces creo que es demasiado indolente.

Podía notar el conformismo que emanaba de su cuerpo. Estaba claro que no se sentía bien con su novio, lo que me hacía sentir un poco más esperanzada.

En un arranque de valentía la tomé de las manos y la miré a los ojos.

-Estoy segura de que si te lo propones, eres capaz de cualquier cosa. Nunca rechaces lo que de verdad te gusta por alguien, nadie merece que dejes tus inquietudes y si lo merece no querrá que lo hagas.

Esperaba cualquier respuesta menos que se echara a llorar, soltó ms manos y se limpió-

- Perdona, soy un estúpida, nunca nadie me había hablado con tanta realidad.

Sonreí satisfecha y le ofrecí un pañuelo.

-Aunque tampoco sea mi asunto, ¿puedo preguntar qué clase de descerebrado dejaría escapar a una chica como tú?

Bajé la mirada, no me gustaba hablar de este tema, además, ¿le tenía que decir que descerebrado se llamaba Ana o mentir y decir que se llamaba Luis? Igual si le contaba que era lesbiana marcaría diferencias y pondría una barrera. Eso era justo lo que no quería.

- Me engañó con otra mujer .

Quedó perpleja, sin saber qué decir o qué hacer. Un silencio incómodo se produjo.

- Perdona, no tenía que haber preguntado, son tus cosas y no soy quién para meterme.

-No me importa, Clara. Eso está superado . -O eso me pensaba yo.

-Vámonos.

No había mucha gente por la calle a pesar del tamaño de la ciudad. Yo la miraba de reojo y ella murmuraba hablando consigo misma. Se arrepentía de haber preguntado lo que no quería saber.

-Debió de ser un palo muy duro...

-Lo fue -¿Por qué remover esto?

-Bueno, no quiero que te molestes, pero tu ex no sabe lo que perdió dejándote.

La miré pero su mirada esta fija en el frente.

-Sí, si lo sabe. No hagas cmo yo, Clara. Cuidate y no pienses tanto en complacer a la otra persona.

Era paradójico que yo dijera esto, pues sabía bien que era de darlo todo en una relación.

Ya en el pasillo concluíamos la conversación.

-Muchas gracias, Adriana.  Estas semanas me has ayudado mucho a sentirme bien conmigo misma. Me alegro de haber hecho este viaje contigo, me cuidas tanto...

Su mirada era de agradecimiento, esta noche estaba especialmente guapa. Los ojos verdes le resaltaban con la ropa oscura y su boca parecía mucho más gruesa.

-Tienes una amiga para lo que quieras, ya lo sabes.

Se acercó para darme dos besos. Ahora o nunca, giré la cara y besé sus labios. Se quedó quieta y tardo cinco segundos en alejarse.

Pe…perdona! –Tierra trágame.

No dijo nada, abrió la puerta y se fue lo más rápido posible.