Martina en sus manos 2
Martina quiere cambiar su vida rutinaria y cómoda, por otra mas cercana a sus verdaderos deseos.
Aquella mañana había comenzado como siempre. Aquel beso de despedida tan mecánico como rutinario a su marido. Ver a su prole salir con sus típicas peleas hacia el colegio. Después su ya interiorizada ruta por las habitaciones, camas, abrir ventanas y recoger ropa de lo que siempre protestaba y nadie hacía caso salvo después de sus gritos.
Ese trabajo matutino que ella conocía tan bien lo recordaba ahora quizás más rápido y más despreocupado que otras veces, porque su mente estaba en poder ducharse rápido, cosa que hizo dándose todo el tiempo del mundo, necesitaba desconectar y el cálido tacto del agua sobre su piel obró ese milagro y durante muchos minutos se perdió en ese placer tan íntimo como relajante.
Después de ese momento tan desesperante de elegir su vestuario. Saberse en la necesidad, más bien la obligación de mostrarse mas de lo que ella estaba acostumbrada no lo llevaba bien, pero cuando después de varios intentos se vio en el espejo con aquel vestido escotado y sus piernas de rodilla para abajo visibles, fue consciente de la realidad.
Martina odiaba su cuerpo, veía sus piernas feas, sus tetas demasiado grandes y exuberantes, y su exceso de peso reflejados en el espejo, y por nada del mundo se hubiera mostrado asi, pero tambien era consciente que no era su cuerpo, pertenecía a su señor, y a él le gustaba que este estuviera accesible y a la vista. Ella era su perra y tenía poco que decir en cómo se vestía, y si le gustaba o no.
Por eso ahora, ver todo ese esfuerzo de vestirse, arreglarse y salir de su casa, reflejado a poca distancia de ella, la hacía sentirse diferente. Su sujetador totalmente inservible al haber sido eficazmente cortado para que solo fuera un trozo inservible de tela, el tanga roto después de que sus laterales cedieron a una tensión excesiva, y su vestido tirado en el suelo sin ningún tipo de delicadeza.
Pero aquella visión solo hacia que dejarla frente a su realidad, nada de aquello le pertenecía ya, era parte de otra vida en la que esas prendas eran importantes, te daban decoro y te definían como persona.
Pero en ese momento ya no era esa persona, no era la madre dedicada y amorosa que se desvivía por sus hijos, ni la mujer casada a la que nada se la podía reprochar. Ahora estaba en su sitio, a cuatro patas, desnuda completamente. Notaba sus pechos libres bambolearse debajo suyo. En su espalda descansaba una taza de café y un plato de pastas que su amo degustaba con paciencia mientras un consolador se movía en su interior de forma aleatoria.
Y si todo aquello ya era humillante, algo que nunca hubiera imaginado experimentar, sabía que en sus manos aquello solo era una situación más.
Mientras su sexo se inundaba con aquel tratamiento tan explicito, recordaba el frescor de aquella mañana en el paseo maritimo dode la había citado.
Allí estaba frente al mar tal como le había dicho, sintiendo la brisa en sus pechos después de abrirse la chaqueta que había utilizado para no ir tan expuesta. La relajación del momento la rompió el sonido de su móvil cuando recibió un mensaje.
- Buenos días perra, ya veo que llevas prendas de más, de momento quítate esa chaqueta perra desobediente, y sigue mirando al mar hasta que llegue.
Como un resorte sus manos se deshicieron de aquella prenda que había mantenido su escote algo protegido. Ahora sus hombros quedaban al descubierto y ya solo la tela del vestido tapaba el sujetador que sostenía sus atributos.
Su corazón se desbocó cuando sintió una mano deslizándose por su cintura hasta su vientre y un cuerpo se pegaba al suyo por detrás.
- Eres una zorra desobediente y malcriada, pero eso ya lo arreglaremos después.
- Es que era demasiado - intenso decir martina
- Que te calles perra, no te he dicho que hables, y ya sabes la forma correcta de hacerlo.
- ¿Puedo hablar Amo? - Dijo rápidamente
- Dime perra
- Es que este vestido tiene mucho escote y me pareció demasiado.
- ¿Te diriges a mi?
- Es que este vestido tiene mucho escote y me pareció demasiado amo. Perdón amo
- Veo que sigues algo descuidada y descentrada, para ser una perra que dice querer ser mía, no me tratas como debes, y además aun piensas que lo que te parece a ti es importante. Pero tampoco te agobies, en una perra inepta y desobediente como tu es algo normal, pero ya verás y sentirás que esas costumbres no me gustan, y te las voy a quitar porque además es lo que te gusta.
- Sí amo
- Ya lo se
- Perdone a esta estupida y desobediente perra, amo
- No tengo que perdonar nada, como siempre te digo, asume tus fallos y aprende, recibirás castigo por tus faltas y será tu forma de sentir que lo que haces tiene sus consecuencias.
- Sí amo
Si algo se le grabó aquella mañana era que nada controlaba, ni cuando la mano en su cintura, bajó hacia abajo subió su falda con lentitud, y mientras sentía como la brisa llegaba ya sin trabas a su entrepierna unos dedos entraron entre su tanga y su piel.
- Ves, tu coño si sabe mostrarse como debe, caliente y pringoso como una buena puta siempre dispuesta.
La mano no se demoro mucho en su sexo y al subir de nuevo el vestido recupero su posicion aliviando por un momentosu azoramiento, cosa que duro poco, ya que al subir la mano fue directamente a sus pechos.
- Menudos melones tienes , cerdita, seguro que no te gusta que los tios babeen viendo como se menean esas ubres, y te tapas para que no se de ese caso, ¿verdad?
- Sí amo - dijo sintiendo como se las amasaba con total impunidad.
- ¿pero ya no son tuyas verdad?
- No amo, son suyas
- ¿y qué puedo hacer con ellas?
- Lo que quiera
Sintió como aquella mano que la tocaba se deslizó dentro de la copa y posando se su pecho lo abarcó y lo sacó con facilidad de su habitual situación. No quería mirar pero sabía que ahora parte de su pecho estaba fuera, a la vista. Notaba el aire sobre él y unos dedos jugando sobre su pezón.
- Ves cerdita, son mías, y las tendré como y cuando quiera, tus tiempos de mojigata estrecha los guardas para tu vida normal, pero conmigo vas a estar como desee, como ahora, como una furcia mostrando sus tetas.
- Sí amo - dijo entrecortada
Aquellos segundos fueron eternos, pero al final con un movimiento parecido su pecho volvió al interior de su decencia, ya algo debilitada.
El azote en su nalga la sacó del recuerdo y sintió de nuevo el tremendo placer que sentía siendo follada con aquella pieza de plástico. Sabía que no podía moverse y la única forma de expulsar aquel placer sin moverse era gemir, cosa que hacía de forma evidente, aunque la mordaza no dejara que el sonido fuera muy escandaloso.
- Veo que disfrutas siendo follada
Noto como su espalda dejaba de soportar el peso que tenía, y como mientras la cogía del pelo con fuerza haciéndola levantar la cabeza, el consolador pasó a moverse con rapidez y fuerza en su interior. El orgasmo la devasto sin aviso, haciendola temblar como no recordaba, sentia como su sexo se deshacia sin poder controlarlo. Ahora su gemido ahogado era más profundo y sentido, y no hizo más que aumentar cuando el consolador fue sustituido por el caliente miembro de su amo que la usaba con fuerza.
La follo sin mas, utilizando su sexo, sus tetas para apoyarse en sus embestidas y sus nalgas como perfecto receptaculo de sus azotes.
El tiempo se paro en un hervidero de sensaciones, que la llevaron a un estado de disfrute que nunca había experimentado, y cuando sintio el vacio en su sexo de forma subita y la mordaza se desataba, y sintio como aquel miembro la usaba por la boca, sin ningun tipo de concesion, exploto en un extasis que la llevo a sentirse suya completamente, y ni cuando los chorros de leche caliente embotaron los sentidos de su boca dejo de desear mas.
- Cariño, tienes cara de cansada - escuchó decir a su marido mientras le acariciaba el pelo, el mismo que había utilizado su amo para limpiarse la polla después de descargar su semen en su boca, que ahora su marido besaba tímidamente.
Sentada en el sofá aun sentía el escozor de aquellos azotes, veintiocho, firmes y seguros que había recibido por ser tan osada de interpretar los deseos de su señor.
Avergonzada por la frase que una y otra vez repetía y aún resonaba en sus oídos.
- Gracias Amo por corregir a su inepta y mojigata puta.
Y mientras veía la película junto a su familia aún resonaba en su cabeza como la había despedido su amo.
- Hoy has tenido lo que mereces, has sido mi objeto y carne de castigo, no mereces mas, te vas con el vestido y dejaré que te abroches la chaqueta porque no llevas ropa interior. Pero la próxima vez que te olvides de quién eres y a quién sirves, no seré tan benévolo.
Y aun recordaba ese beso de despedida, atrapada contra la pared, asida de su pelo y magreando su culo. Y solo atinaba apretar sus muslos para sentir la humedad desmedida en su entrepierna que ansiaba volver a sentirse así, volverse a sentir en sus manos.