Martín XI - Parte 4

Javier, sede a los deseos de Martín quien lo tiene finalmente dominado con el sexo.

Martín XI – Parte 4

Fuera de la cámara húmeda me cruzo con el gordo del pene como un hongo siento su mirada llena de deseo. Martín no está en el pasadizo, ojeo dentro de la sala seca, nada, lo busco en el cuarto de descanso, nada, hay un corredor menos iluminado que el resto del espacio por la que me interno con algo de aprensión y excitación a la vez, a la izquierda un salón amplio lúgubre, pero con luz suficiente para ver que ahí no hay nadie. Al fondo, sobre el pasadizo una especie de laberinto de pequeñas puertas. Lo rodeo hasta que me animo a tentar abrir una de ellas, descubro una habitación pequeña de no más de 3 m2 con un único mueble en el medio, una especie de cama o camilla del ancho de un colchón de ejercicios que reposa sobre ella. Sierro la puerta y regreso sobre mis pasos, salgo del pasadizo y camino hacia las duchas en donde finalmente encuentro a Martín, o mejor dicho el me encuentra a mi – vamos a la ducha – me dice en un susurro acercándose a mi oído izquierdo, todo aquí es silencioso, todo pasa como en un secreto y hay que seguir el juego.

Me quito la toalla que llevo atada a la cintura e, imitando a Martín, la cuelgo en un soporte y aprovecho para cerrar la cortina y evitar que me vean desnudo. Martín abre la ducha, el agua se calienta rápidamente y Martín me empuja bajo el agua, me rodea con sus manos, me refriega su miembro por la raja del culo, tomándome de las caderas me besa en el cuello. Lo desconozco por un instante, hasta que vuelve a ser el mismo, me toma del cabello y me hala de él mientras me presiona contra la pared mojada de la ducha, su miembro se desliza entre mis piernas su mano libre estruja mis nalgas. Estoy realmente excitado, el agua caliente sumada el contacto de mi piel con la suya me han puesto la verga dura llevándome a un clímax de excitación – eres mi macho - he susurrado convencido de que así es, quiero que me coja ahí mismo, que me penetre como lo hacía en los baños de la universidad, me quiebro entregándole el culo con la esperanza de tenerlo adentro una vez más.

De la nada pierdo el contacto con su cuerpo, justo antes de sentir el impacto. - ¡¡¡plaafff!!!, ¡¡¡plaafff!!! - Las nalgadas en mi trasero retumban en el silencioso pasillo. Martín me pone de rodillas y sin aviso me clava su verga en la boca. Tomándome por la parte de atrás de la cabeza me obliga a hacerle una mamada que se asemeja más a una follada brutal. Su pene se me incrusta en la garganta una y otra vez; las lágrimas se me escapan de los ojos mezclándose con el agua de la ducha. Afortunadamente sus embestidas duran poco, se detiene y me saca la verga de la boca, creyendo que va a eyacular le ofrezco mi lengua, pero él se da la vuelta y sale de la ducha. Me quedo solo debajo del agua, arrodillado frente a un grupo pequeño de hombres que han visto toda la escena, algunos me observan impávidos, otros tocan sus miembros por encima de las toallas y alguno más se masturba sin reparos

Cierro la cortina y luego la ducha y me percato que la toalla ha desaparecido, estoy como un pollo mojado sin tener con que secarme, me sacudo como un perro. Me rehúso a salir desnudo, me apoyo en la pared, pienso en sentarme, pero recuerdo que no ha de ser la ducha más limpia del mundo, me pongo de cuclillas justo cuando la cortina se abre y un hombre se para frente a mí. Tiene la cabeza blanca, y el cuerpo arrugado con partes de piel colgadas bajo los brazos y las piernas, pelo blancuzco en el pecho y un pene dormido, arrugado que parece incapaz de levantarse. Me paro como un resorte cuando veo que se me acerca metiéndose en la ducha con intención de tocarme, teniéndolo más cerca me da la impresión de que tiene al menos 90 años. Salgo de la ducha evitando que me toque. Recorro el pasadizo desnudo con mis manos tapando mi miembro expuesto, camino por el pasillo sintiéndome completamente vulnerable bajo las miradas obscenas de todos los que se encuentran cerca. Un hombre, alto de cuerpo formado, se me para al frente

-          ¿buscas a alguien? – me dice deteniéndome en medio del pasadizo –

-          emm, si, no, yo solo voy a para allá – le respondo desconcertando mientras señalo la pared del fondo. –

-          ¿no quieres hacerme una mamada? – me dice mientras se retira la toalla mostrándome su verga erecta.

Me mira de pies a cabeza con ojos libidinosos, se relame el labio superior y se masturba la verga. Me hago a un lado y me meto por la primera puerta que encuentro que resulta ser la sala húmeda en donde encuentro a Martín con los brazos en la nuca recibiendo una mamada del chico al que identifico como el que antes se la mamaba al gordo de pelo cano. Me acero y me siento a su lado

-          Oye ¿dónde está mi toalla? – le susurro al oído

-          ¿Qué toalla? –

-          Mi toalla, la tomaste de las duchas –

La puerta se abre y el cuarentón entra con paso decidido y se sienta frente a mí, descubre su verga y abre las piernas como para mostrármela.

-          Martín en serio quiero la toalla –

-          ¿Ya viste al que acaba de llegar?, no te quita la mirada de encima. –

-          No me importa, o me das la toalla o me voy –

-          Bueno vete – jala del cabello al chico que le hace la mamada y le pregunta

-          A ¿ti te molesta que se vaya? –

El chico, sin sacarse la verga del todo responde con un movimiento de cabeza y un casi inteligible – no –

-          No te puedes ir, no te he cachado todavía y como veras ahora ando ocupado, mámasela y te doy mi toalla - me dice acercándose a mi oído y señala al hombre sentado al frente

-          En serio estás loco –

-          Que es una pinga más, anda, dale, dame gusto, entretente por allá mientras acabo con este putito –

Como un estúpido me paro y me acerco al recién llegado tratando siempre de ocultar mi desnudez. El cuarentón abre las piernas y me ofrece su miembro, me siento en la banca de abajo imitando al chico que se la mama a Martín. Observo el bocado que me voy a comer antes de llevármelo a la boca, un tronco largo, pero no muy grueso, curvado hacia arriba circuncidado con una cabeza rosada y una mata de pelo negra rebajada con máquina. Abro la boca y saco la lengua. Él empieza a pasar el frenillo por mi lengua frotándose el glande con los dedos y sin dejar de mirarme, luego mueve su pinga sobre mi lengua, lubricando su polla con mi saliva, yo solo muevo mi lengua sobre su rabo mirando para abajo. El cuarentón me pone la mano en la quijada levantándome la cara para verme mientras se la mamo se la coge y me la frota duro sobre mi lengua, sin metérmela en la boca. La tiene durísima, me hecha un pollo en la lengua para mojarla un poco más y sigue sujetando su polla para que se la lama. Luego me pone la mano en la cabeza e instintivamente abro la boca suponiendo lo que viene, me trago el glande y en un segundo la tengo toda, o casi toda metida adentro empiezo a pajearlo con la boca mientras le acaricio los huevos. Cada vez que me la saco me la mete más adentro y aprieta más su pinga contra mi garganta, tratando de metérmela más adentro todavía, se tumba sobre la banca, sigo chupando como si se me fuera la vida en ello - aaaaaaaahhhhhhh uuuuuuuuhhhmmmmmm – se le escapa un gemido silencioso justo antes de echarme chorros de lefa en la boca, uno detrás de otro. Cinco descargas de leche caliente y espesa inundan mi boca, trato de zafarme para escupirla, pero él presiona más su miembro y cogiéndome de la cabeza con ambas manos me empuja hacia ella impidiendo que me la saque. Me atraganto con la corrida, su pinga aún en mi garganta me provoca arcadas que me obligan a devolver parte de la leche que se chorrea de mi boca embarrándome la mandíbula y cayendo sobre mi pecho. Por fin me la saca, se la sacude y envuelto en la toalla sale de la habitación, me siento en la banca justo para ver como Martín se corre dentro de la boca del muchacho.

Le acaricia la cabeza, se levanta y haciéndolo a un lado sale de la habitación sin mirarme. El chico de la mamada se sienta en la banca y se limpia los restos de leche. Voy detrás de Martín desnudo con las manos en mi polla, pero cuando salgo, Marín ya no está al alcance de mi vista. Ni Martín ni la toalla. Busco el baño en donde me encierro enjuago mi boca y vuelvo nuevamente al pasadizo. El viejo de 90 años me ha visto entrar y me persigue por el corredor.

Continua……