Martín V

Javier ya convertido en adulto regresa a la universidad en donde descubre que ños recuerdos de Martín estan aun presentes en su memoria...

Martín IV

Acabo de terminar una reunión que fue bastante más corta de lo que había previsto. Necesito hacer algo de tiempo para otra cita más o menos cerca de donde me encuentro, por lo que estoy manejando sin rumbo definido por la Av. Universitaria, tratando de bosquejar en mi cabeza la ruta y tiempos para no alejarme demasiado. La idea es calzar el almuerzo con la siguiente reunión sin tener que regresar a la oficina y volver a salir. Imbuido en esos pensamientos divisó el campus de la Universidad San Marcos. Los recuerdos aún vivos de Martín se agolpan a mi cabeza. Dirijo el auto hacia la primera puerta casi por instinto, y me detengo frente al guardia que ataja el ingreso – Voy a recoger un certificado de la Facultad de Contabilidad – le indico esperando sea suficiente para que me deje pasar – Certificado de que – me pregunta el guardia sin ningún interés real en mi respuesta – certificado de egresado – me mira con cara de “no te creo un carajo” pero me deja entrar indicándome por donde debo seguir.

Avanzó derecho y me estaciono frente a la facultad de ingeniería electrónica, la cual sigue tan destartalada como siempre, parece que los años no hubieran pasado por ahí, no precisamente por el estado de conservación sino más bien porque se ve igual de maltrecha que hace 15 años. Camino por la vereda, algo ansioso sin motivo alguno, todo pareciera igual que antes, los mismos jardines descuidados, los mismos edificios envejecidos la misma dinámica que recordaba fluyen por las veredas internas del campus. Metros más adelante se levanta el edificio que sigue albergando a la facultad de economía y ciencias contables de la universidad, al igual que el resto del campus, nada parece haber cambiado, tuerzo a la derecha y camino por el pasaje entre el bosque de eucaliptos y la facultad de ciencias sociales, al fondo hay un nuevo edificio que escapa a mis recuerdos, es nuevo de eso no tengo duda, para empezar la arquitectura es más moderna y se encuentra bastante mejor pintado que el resto. A medida que me acerco descubro que es la nueva facultad de ciencias sociales, giro a la izquierda y me encuentro nuevamente con la avenida principal del campus, esta algo cambiada, hay más locales de fotocopia y al fondo se divisa un nuevo edificio, la piscina que antes era una ruina está en proceso de renovación, por lo demás, sigue siendo la misma calle, con los jardines descuidados y los edificios despintados. Martín me abordo esa tarde unos metros más adelante, se me acerco jovial y despreocupado, el recuerdo viene a mi mente como si hubiera sido ayer. Entro a la facultad de contabilidad por la rotonda, subo los tres pisos y paso por el restaurante que se ubica justo a la entrada; el mismo olor a sopa de verdura entra por mis narices volviéndome 15 años atrás. Dentro de la facultad el olor también lo reconozco, una combinación de sudor y olor a ropa que ha sido secada bajo la neblina prácticamente abombada por la humedad de Lima. Camino directo a los baños, a ese baño en especial, me paro frente al cubículo ubicado más al fondo y  vuelven a mi mente recuerdos extraviados que ahora se encuentran al alcance de mi memoria.

Me empuja dentro del cubículo del wáter cierra la puerta y golpea mi cabeza contra la pared de latón mientras con la otra mano rebusca en mis bolsillos, se apropia de las monedas que encuentra y revisa mi billetera – no traes dinero mariquita, o Lo guardas en otro lado – se agacha y me revisa las medias – hey, eso es mío – alcanzo a decir antes de recibir un coscorrón en la cabeza – ahora es mío mariquita – guarda el billete en su bolsillo y se acomoda el paquete – ahora bájate el lompa, necesito cacharte – quiero resistirme pero sé que será inútil, Martín es más fuerte que yo pero sobre todo me tiene completamente dominado, soy incapaz de negarme a lo que quiere. Me desabrocho el pantalón y es el quien termina de hacer el trabajo – apura huevon, o quieres que nos descubran -  jala mi pantalón dejándolo a la altura de mis rodillas, el calzoncillo se enreda pero termina bajándolo también. Pega su cuerpo al mío, frota su miembro y acerca su boca a mi oreja, la mordisquea mientras me habla en susurros – vas a tener mi verga adentro mariquita, vas a comértela todita como te gusta mi perra, quiero que gimas en silencio – escupe en su mano y humedece sus dedos – inclínate para atrás – obedezco sin reclamar, se abre paso entre mis nalgas y su dedo se introduce en mi esfínter, siento una molestia por la intrusión y me empino tratando instintivamente de alargar el proceso, su dedo se abre camino,  siento como lo gira en mi interior, como lo articula y lo vuelve a girar. Lo saca de un solo tirón y vuelve a escupir en su mano para introducirlo nuevamente, esta vez un segundo dedo entra junto al primero, dilatando mi hoyito con un mete saca constante. Mientras su dedo revolotea en mi interior Martín usa su otra mano para desabrochar su pantalón. Acerca su boca a mi oreja nuevamente y me susurra al oído – ya está perita ahora te penetrare – Siento su verga entre mis nalgas. Su mano derecha rodea mi cintura al tiempo que siento la presión de su miembro en la entrada de mi orificio, me jala hacia él y su verga se abre paso apuntalada por su mano libre, no es la primera vez, he aprendido a pujar para disminuir el dolor pero aún así duele. Suelto un gemido que Martín ahoga con su mano. No hay caricias, no hay sentimientos, es solo sexo, me jala del pelo y vuelve a susurrar en mi oreja – ya te la comes sin esfuerzo perrita, la tienes todita metida adentro y casi no te he oído gritar – empuja un poco más haciendo que su verga se introduzca más dentro de mí, siento sus huevos pegados a mis nalgas, sus bellos rozan mie cuerpo, su aliento y su respiración me invaden, su olor, ese mismo olor a ropa que ha sido secada a la intemperie bajo la neblina mezclada con el olor característico que expiden de las axilas sin desodorante luego de un día entero de trajines. Me coge de la cintura con ambas manos y siento su miembro entrando y saliendo de mi culo una y otra vez, sus movimientos son rápidos, intensos, fuertes, su cuerpo se pega a mí y retrocede para nuevamente pagarse. Suelta mi cintura y con una de sus manos me empuja el hombro obligándome a inclinarme ligeramente. El espacio es reducido por lo que mi cara se pega nuevamente al sucio latón que rodea el cubículo. Su mete saca es violento y continuo, por ratos él también se inclina en el sentido opuesta a mi logrando que su verga me penetre más profundamente. No puedo decir que no lo disfrute, con cada embestida el dolor sede paso al placer, gimoteo una y otra vez, el tira de mi pelo – gime perrita, gime – susurra en mis oídos mientras me sigue penetrando el culo, su verga se engruesa y siento como me llena el culo de leche caliente, vuelve a cogerme de la cintura y presiona su pelvis contra mi culo en movimientos cortos y rápidos que lo ayudan a expulsar los últimos chorros de su corría. Introduce su verga lo más adentro que le es posible pegándose a mi como si quisiera atravesarme entero asegurándose que toda su leche me quede adentro, solo después de esto me la saca. Miro sobre mi hombro y llego a ver su verga aún dura, una gota de semen brilla antes de caer al suelo poco antes de que Martín guarde su miembro en el interior de su buzo, no se lo ha bajado para penetrarme, solo ha descubierto lo necesario pare metérmela como hace siempre. Sale del cubículo y yo me acomodo en el wáter, expulso todo el líquido que puedo entes de acomodarme el calzoncillo y subirme el pantalón, mi billetera está dentro del tacho de basura, la saco con cuidado, tratando de no mancharme las manos y la guardo en mis pantalones, no tiene caso intentar limpiarla, nunca hay papel en estos baños, salgo del cubículo y no encuentro a Martín, ya se ha ido sin decirme nada.

Los recuerdos son claros, si lo que me llevo hasta ahí era confirmar que Martín existió, lo he confirmado, no sé si sea para bien. Dentro del cubículo hay inscripciones y dibujos de todo tipo, penes en diferentes posiciones, nombres de mujeres y hombres acompañados de frases sexuales como “quiero cachar” y otras más directas como “Lucas te quiero comer el culo”, uno de los escritos llama mi atención, es un número de teléfono al que le falta un numeral acompañado por un texto “llámame Martín”. El descubrimiento me ha dejado atónito, han pasado 15 años, no se desde cuando esta ese mensaje escrito ahí, no se siquiera si se trata del mismo Martín. Al teléfono le falta un número y caigo en la cuenta que hace menos de 10 años agregamos un nueve delante de todos los números de celulares. No sé si se trata del mismo Martín pero no me quedo con la duda, salgo del baño y me apuro hasta la rotonda por la que empiezo a descender, como siempre nunca hay mucha gente bajando por ahí, marco el número anteponiendo el nueve adelante…

Continua...