Marta y su padre (2): Las cosas de mamá

El padre de Marta le enseña cómo jugar con las cosas de mamá.

Desde aquel día, follaban todas las tardes. Cuando Luisa se enteró de que su marido tenía un horario más flexible, no dudó en apuntarse a más cursos y a más actividades, por lo que prácticamente tenía la semana entera ocupada. La pobre estaba convencida de que el cambio era bueno pues notaba a su hija más saludable, no tenía ni idea de lo que ocurría en su casa.

Una día, Luisa avisó de que tenía programada una excursión con su club de arqueología. Dicha excursión duraría un par de días, por lo que confiaba en que, tanto su hija como su marido, pudieran apañárselas sin ella. En cuanto la vieron subir al autobús, padre e hija regresaron como alma que lleva el diablo a casa y fueron directamente a la habitación de matrimonio. Era la primera vez que se atrevían a hacerlo en ese cuarto ya que siempre habían temido dejar algún rastro que los delatara y que Luisa se diese cuenta.

Mientras Marta se desnudaba, el padre reunió todos los juguetes que se le ocurrieron: unos calzoncillos que había usado durante tres días pensando en la ocasión, los cepillos que su hija utilizaba antes para joderse, el collar de perlas favorito de su mujer y los zapatos rojos de tacón, también de su mujer. Éstos estaban nuevos porque a Braulio no le parecía decente que los llevara la esposa de un militar y, mira por donde, hoy les iba a dar uso. Marta, ya con los tacones puestos, lo esperaba en la cama toda ofrecida, con el coño boqueando como un pez y una mirada de zorra cachonda. Se sobaba las tetas mientras lo observaba desnudarse, estirándose los pezones para tenerlos completamente duros y relamiéndose ante lo que le esperaba.

Braulio, ya desnudo, se abalanzó sobre su hija y la besó con todas sus ganas impaciente por comenzar. Lo primero fue un 69 bestial. Braulio puso a su hija encima y, mientras le devoraba el clítoris, utilizó cuatro dedos para follarle el coño y uno de los cepillos para azotarle las nalgas con tal furia que sangraban por la picazón de las púas. Marta parecía una aspiradora humana, no dudaba en absorber su polla hasta la raíz, la saliva salía a borbotones por las comisuras de la boca manchando los huevos y la colcha de la cama. No necesitaba mover la cabeza ya que las caderas de su padre hacían todo el trabajo. Desde que comenzaron a follar, Marta había aprendido a abrir la garganta al máximo por lo que no tuvo ningún problema en aguantar las embestidas de Braulio, quien empujaba la polla hasta el fondo, la dejaba allí unos segundos y vuelta a empezar. Cuando ella llegaba al segundo orgasmo, su padre se corrió gritando como un poseso. La leche le llegaba directa al estómago y ella tragaba y tragaba no queriendo desperdiciar nada. A pesar de la corrida descomunal, su padre la seguía teniendo más dura que el acero, como a ella le gustaba. Con la lengua, lamía el agujerito y, a dos manos, bombeaba la verga deseando que le dieran más leche, pero Braulio tenía otras ideas.

  • A cuatro patas, zorra. Me apetece mucho darte por culo. Ya verás lo que te va a hacer hoy papá.

En posición de perrito, el padre le jodía el culo con una mano mientras con la otra se hacía una señora paja. Marta giró la cabeza sobre su hombro porque sabía la expresión que tendría su padre: mirada de concentración y una mueca de bruto vicioso que siempre la ponía como perra en celo. Verlo masturbarse como si quisiera romperse el frenillo era una de las imágenes más calientes que había visto en su vida, a esas alturas necesitaba muy poco para volver a correrse. Braulio debió notarlo y, sin dejar de joderle el culo con una mano, agarró los calzoncillos y los restregó en su cara.

  • Huélelos, puta. ¿Te gusta, eh? Están manchados de mi lefa, de mis meadas… Córrete, zorra barata, huele bien los calzoncillos porque vas a terminar como ellos, sucia con mi leche, te voy a mear encima… jooderrr… voy a mearme en tu culo y te lo voy a follar mientras tengas todo el meo dentro

Marta no paraba de correrse mientras oía a su padre. Estaba deseando que le hiciera todo lo que le decía, que la tratara como la cerda que era. No sería la primera vez que su padre meaba sobre ella y luego le hacía limpiarle la polla hasta dejarla brillante. Sus orgasmos más intensos los había tenido cuando él le follaba la boca desbordándosela de pis y semen sin sacársela. Otras veces era ella la que meaba sobre su polla mientras él se corría, Braulio terminaba con las manos sucias y ambos las chupaban mientras seguían jodiendo.

Aún se estaba corriendo cuando su padre dejó de restregarle los calzoncillos. Se puso de rodillas detrás de ella y cogió el collar de perlas de su madre. Era de esos collares largos al que podías darles mil vueltas alrededor del cuello. Con el cierre puesto, Braulio hizo un lazo y comenzó a meter las perlas en su culo, jugando durante un rato a meterlas y a sacarlas a la vez que Marta se frotaba el clítoris como una loca. Cuando ya le había introducido medio collar, cogió de nuevo los calzoncillos y se los metió en el coño. Su hija jadeaba como una perra apaleada al sentirse llena por ambos agujeros y eso le encantaba. Hacía tiempo que había perdido la esperanza de encontrar a una hembra que lo igualara en vicio; como era firme en sus principios morales, siempre se había negado ser infiel a su esposa, aunque eso supusiera reprimir la bestia que llevaba dentro y que le pedía hacer las cosas más sucias y depravadas que pudiera imaginarse. Ahora, casi no podía creerse que hubiese encontrado a su alma gemela en su hija, pero su parentesco no lo iba a detener. De hecho, el ponerle los cuernos a su mujer con la hija de ambos añadía más morbo a la situación.

Cuando su bestia le bramaba por acción de la dura, colocó a su hija boca arriba, puso sus piernas en V y sujetándola de los tobillos, metió su polla, con un solo golpe, en el culo ya repleto por el collar. Ambos chillaron al notar las perlas rozar sus carnes, eso era la gloria en verso. Marta se aferró al cuello de su padre con las dos manos en un intento de mantenerse firme.

  • Chúpa los tacones, cabrón, mámalos mientras me follas.

Al instante, su padre obedeció y, prácticamente la violaba, mientras lamía, mordía y chupaba los tacones; verle los ojos casi fuera de sus cuencas por el puro goce de tener los tacones dentro de la boca impulsaba a Marta a mover las caderas todo lo que podía. Ambos continuaron follando descontrolados y clavaron la vista en el ano de Marta, totalmente dilatado por el pollón paterno y el collar.

En esa postura aguantaron poco tiempo.

  • Síiii, cabrón… rómpele el culo a tu hija… diosss, papá, jódeme más fuerte… más duro… así, así, asíiiii… me voy a correr, papáaaaa… joderrr… me voy a correr
  • Venga putaaaa… sácale la leche a tu padre… vacíame los cojones, quiero que te corras ahoraa

De un tirón, le sacó los calzoncillos del coño sin dejar de joderla. Marta en ese instante tuvo la mayor corrida que había tenido nunca y la sensación le descompuso el cuerpo de tal forma que comenzó a mearse y a correrse a la vez.

  • SÍIIII, HIJA PUTAAA, MÉATE MIENTRAS TE FOLLO EL CULOOOO… DÁMELO TODO, JOODEEERRR… ME CORROOO, ME CORROOO EN TU CULOOO… PUTAAAA, AAAAAAGGGGGGGGGGHHHHH
  • AAAAAAAAAAHHHHHHH, AHHHHHHHH, AHHHHHHHH… PAPÁAAAA… SÍIII… ME CORRO, ME MEOOO

Ambos colapsaron en la cama, sin creerse del todo lo que había sucedido. Casi sin respiración, se besaron con ternura.

  • Uffff, menudo eres, papá. Y pensar que tenemos dos días hasta que venga mamá.

Braulio sonrió con cansancio. Realmente, Marta era idéntica a su padre.