Marta y María se entregan a sus hijos

Tercera parte en la que las madres se entregan a sus hijos.

Al día siguiente, después de la sesión de sexo que había tenido con su hijo Jesús, llamó a su cuñada María en cuanto estuvo sola para poder hablar con toda tranquilidad con ella. Enrique, su marido había salido a solucionar unos papeles que tenía pendiente, los niños marcharon a la piscina, aunque Jesús quiso quedarse con ella y su madre casi tuvo que reñirle para que la dejara sola.

  • Dígame. - Respondió María.

  • ¡Hola, soy Marta! ¿Estás sola?

  • Ahora mismo sí, ¡necesitas a mi Eduardo! - Le dijo en tono burlesco. - ¡Es que lo que tiene mi niño entre las piernas lo quieren todas!

  • No, sólo llamaba para decirte una cosa... ¡Cabrona! - Dijo Marta fingiendo ira.

  • ¿Qué es lo que te pasa Marta? - María estaba preocupada.

  • Nada, que tú y tu puñetero hijo me habéis puesto tan caliente que anoche masturbé a mi Jesús.

  • ¡No me lo puedo creer! - María lanzaba sonoras carcajadas.

  • Tanto que protestabas sobre el incesto y tal y cual, y al final has caído tú también...

  • Sí ríete, pero ahora tenemos a dos hijos calientes que a la que menos te los espera te folla seguro...

  • ¡Y eso no te pone caliente! - Le dijo María mostrando que esa situación a ella le encantaba. - Tenemos que vernos esta tarde a solas y pensar en que hacer con nuestros jóvenes sementales. ¿Te viene bien en el centro comercial a las ocho? En la cafetería de la primera planta.

  • ¡Estupendo! No creo que tenga problemas para vernos allí. ¡Hasta luego!

  • ¡Vale hasta luego!

Las dos colgaron y varias horas después se veían en el bar del centro comercial a la hora fijada. Después de saludarse, se sentaron a charlar de todo un poco y mucho de una sola cosa, la relación incestuosa que tenían ambas. Primero que nada Marta tuvo que contarle a su cuñada lo que había ocurrido la tarde anterior para que acabara liada con su propio hijo. Las dos reían y se divertían con aquello. Estuvieron unas cuantas horas hablando sobre lo que pensaban hacer con sus hijos.

A la vez que Marta y María hablaban en el bar, Jesús y Eduardo estaban en casa del primero, hablando y viendo cosas en Internet. Con ellos estaba su padre Enrique que no tardó mucho en despedirse y dejarlos solos.

  • Jesús, corre ven, mira que página he encontrado en Internet. - Eduardo le mostraba a su primo una página de mujeres maduras. - ¡Mira que tetas tiene esa! ¡Se parece a tu madre! ¡Qué buena está!

  • ¿Quién está buena? - Replicó Jesús un tanto mosqueado.

  • La de Internet.... - hizo una pequeña pausa - y tu madre también... ¿Qué pasa? ¿No se puede hablar de tu madre?

  • ¡No!

  • ¿Es que es sola para ti?

  • ¡Si, sola para mí!

  • ¿A caso te gusta tu madre?

  • Sí y es muy buena en la cama... - Jesús se dio cuenta que había hablado más de la cuenta.

Entonces Eduardo notó que Jesús había tenido sexo con su madre. Tranquilamente le confesó que él también había tenido algo con su madre, María. Estuvieron un buen rato hablando del asunto, de cómo habían llegado a ese punto. Eduardo le confesó a su primo que Marta le ponía muy caliente, pero no le contó que ya se la había follado una vez. Jesús también le dijo que su tía María le ponía cachondo, no sabía si sería capaz de follarla, pero le gustaban las grandes tetas que tenía. Pasaron toda la tarde hablando de sus madres y viendo fotos de maduras en Internet, para cuando llegaron Marta y María ya estaban los dos que iban a reventar, pero como allí estaban sus padres no podían liberar toda la calentura acumulada durante la tarde.

Pasaron dos días cuando Marta recibió la llamada de su cuñada María. Se puso nerviosa con aquella llamada y quedaron en verse los cuatro por la mañana del día siguiente. María y Eduardo estaban solos y Marta y Jesús no tendrían problemas pues su marido y su hijo Enrique se habían aficionado a un deporte que los mantenía fuera de casa durante el tiempo libre. De esta manera, no había problema para que los cuatro se vieran en casa de María y su hijo. Y así fue, al día siguiente, sobre las diez de la mañana, Jesús y su madre llegaron a la bonita casa que tenía su cuñada. Después de los saludos y el desayuno, decidieron darse un baño en la piscina que tenían en el patio trasero de la casa. Eran parcelas individuales y estaban aislados de cualquier posible mirón, así que tenían libertad absoluta para hacer lo que quisieran. Todos estaban al lado de la piscina con sus bañadores puestos. Los niños con los short y ellas con unos bikinis que habían comprado el día que quedaron para hablar en el centro comercial. Marta mostraba su maduro cuerpo, bonito y sensual. María tenía un poco más de carne, pero en los diminutos triángulos que cubrían sus abundantes tetas se marcaban sus pezones; por el filo de las bragas asomaban algunos pelos de su sexo que hacía tiempo no había depilado.

  • ¡Dios, qué asco de pelos! - Se quejó María. - ¡Tengo que afeitarme cuanto antes!

  • ¿Quieres que te afeite, tita? - Dijo Jesús.

  • ¡Vaya con el enano! - Sonrió María al escucharlo, haciendo que él se sonrojara.

  • ¡Es que mi niño es muy servicial! - Añadió Marta.

  • ¡Entonces esperad un momento! - María entró en la casa y volvió con utensilios para que la afeitaran.

Se sentó en una tumbona de PVC que había y se quitó las bragas, abrió las piernas y dejó expuesto todo su gran coño. Marta se acercó y preparó todo para preparar el coño de su cuñada. Extendió jabón sobre los pelos de María y le ofreció la cuchilla a Jesús para que rasurara el sexo de su tía. Él lo hizo con delicadeza y cuidado, siguiendo todas las indicaciones que su madre le daba para no hacerle daño a su tía que reía pues el roce de la cuchilla por su cuerpo le hacía cosquillas. Una vez que habían terminado de quitarle todo los pelos, Marta separó los labios del coño de su cuñada.

  • Jesús, ¿quieres probarlo? - Marta le ofreció el maduro sexo a su hijo para que lo lamiera.

  • ¡Vale! - Contestó después de pensarlo un poco y se inclinó para empezar su primera comida de coño de su vida.

María estaba sentada en la tumbona con sus piernas totalmente abiertas, con las manos se separaba los labios de su deseoso coño. Jesús, apoyado sobre su pecho a los pies de su tía, metió la cabeza entre las piernas y acercó su boca al coño de ella. Dudaba en como empezar a hacerlo, pero Marta le indicaba y enseñaba cómo debía darle placer a su tía que empezaba a agitarse por el placer que le produjo sentir la lengua de aquel pequeño gran hombre. Mientras seguía las indicaciones, su madre acariciaba su pelo y su espalda, animándolo a que siguiera de esa manera y mostrándole en parte la excitación que le producía verlos.

Marta estaba de rodillas junto a ellos ayudándolos, con su culo en pompa. Entonces Eduardo se colocó detrás de ella y empezó a acariciar su redondo culo. Miró para su sobrino que estaba de pie y desnudo, mostrando su poderosa polla totalmente erecta y preparada para tener sexo. Él se arrodilló detrás de Marta sin dejar de acariciarla y comenzó a quitarle las bragas del bikini. Empezó a darle besos y pequeños mordiscos por los cachetes sin dejar de acariciarlos. Ella empezaba a sentir que su sexo se humedecía. Entonces sintió que las manos de su sobrino le separaban los cachetes y su lengua acariciaba el esfínter de su ano. Nunca le habían hecho tal cosa y lanzó un pequeño gruñido de placer al sentir como la lengua de él intentaba entrar en su apretado ano. A la vez, dos dedos penetraban en su vagina y comenzaban a masturbarla, cada vez más profundo, cada vez más rápido hasta que consiguió arrancarle el primer orgasmo que mostró con gemidos de placer. Miró a su hijo que seguía lamiendo la raja de su cuñada y ésta se agitaba y gruñía, no tardó mucho en tener también su deseado orgasmo.

Las dos mujeres habían sido momentáneamente satisfechas, pero ahora les tocaba el turno a sus hijos. Marta se separó de su sobrino y apartó a Jesús para tumbarlo sobre el césped boca arriba, abrió sus piernas y colocó su coño a la altura de su boca. Él era aplicado y sabía cual era su trabajo. Al igual que a su tía, separó los labios del coño de su madre y comenzó a lamerlo. Marta se sintió excitada por el hecho de que la lengua de su propio hijo la masturbara y se inclinó hasta que la polla de él estuvo al alcance de su boca. La agarró con una mano y bajó el pellejo que cubría el hinchado glande. Empezó a pasar la lengua por él y sentía como latía de placer en su mano. No tardó más de un minuto en lanzar chorros de semen que le dieron con fuerza en la cara a Marta, disfrutando de su joven semental.

Eduardo y María aún no se habían colocado para que ella lo mamara y pudieron ver como Jesús se había corrido sobre su madre. María se volvió recostar sobre la tumbona, Eduardo abrió las piernas y se movió hasta que su polla estuvo a la altura de las redondas y voluminosas tetas de su madre. Ella se quitó la diminuta prenda que las cubría y él posó su polla entre los dos pechos. María las agarró con sus manos y presionó para que la enorme polla quedara cubierta por su carne. Comenzó a moverse y a follar las tetas de su madre. María levantó un poco la cabeza y sacó su lengua para lamer su glande cuando asomaba. Eduardo estaba deseoso de correrse, hacía muchos días que no tenía sexo con su madre, la otra tarde habló con su primo y el verlo lamiendo a su madre y cómo se corrió cuando la suya lo mamó fue demasiado. Entre gruñidos y gemidos lanzó un "¡Me corrooo!" y María abrió su boca para recibir la descarga de todo el semen que su hijo había acumulado en estos días. Un primer chorro le entró directamente en los más profundo de su garganta, sin esperarlo, haciendo que casi se ahogara y forzándola a tragárselo sin saborearlo; el resto de su corrida fue cayendo por distintas partes de su cara y pecho.

  • ¡Marta, mira como me ha puesto mi macho! - Le gritó a su compañera de incesto.

  • ¡Pues mírame a mí! - Marta miró a su cuñada con la cara totalmente llena de semen de su hijo que aún seguía metido entre sus piernas lamiendo su coño. - Para ya cariño. - Le pidió a su hijo y ella se levantó.

María estaba sentada en la tumbona y Marta se sentó al lado suyo. Se limpiaron y los niños se tiraron al agua desnudos. María se metió en la ducha y se quitó los restos de su hijo, luego Marta hizo lo mismo y juntas se metieron en el agua. Durante el resto de la mañana estuvieron jugueteando entre ellos, charlando un poco de como a ellos les atraían sus madre y como a ellas les parecían imponentes sus bien desarrollados penes. Pidieron por teléfono comida para que se la trajeran, ni siquiera querían entrar en la cocina y tras un buen rato de espera, los cuatro comieron en el salón. Después se sentaron en el sofá a descansar un poco y una hora más tarde Marta se levantó.

  • ¡María, vamos a prepararlo todo!

Las dos madres se levantaron y se marcharon a una habitación. Los niños quedaron viendo la televisión sin sospechar lo que ellas tenían pensado. Unos treinta minutos más tarde, ellas llamaron a gritos a sus hijos para que fueran los dos a la habitación. Los dos protestaron un poco pues estaban viendo un programa que les gustaba, pero se levantaron ante la insistencia de ellas y entraron en la habitación. Se quedaron pasmados cuando vieron a sus madres. Las dos se habían maquillado y peinado, estaban bellísimas. Además la lencería fina que llevaban las hacía irresistible y en ellos se volvió a encender la lujuria que poco antes habían apagado con unas buenas pajas por parte de sus madres.

  • ¿Os gustan nuestros cuerpos? - Preguntó Marta sensual y los dos respondieron con la cabeza que sí. - Es que somos dos mamás muy malas que necesitamos a nuestros chiquitines para apagar el fuego que tenemos por dentro.
  • Mientras hablaba pasaba sus manos por el cuerpo acariciándose levemente, mostrando lo que tendrían sus hijos si se portaban bien. - Jesús, ven y cuida de tu madre.

A Jesús le temblaban las piernas por la excitación que sentía. Marta tenía un sujetador sin copa que le sujetaba por debajo los pechos y se los levantaba, sus pezones apuntaban hacia él directamente, erecto y deseando que la joven lengua de él los acariciara. Sus bragas cubrían el bien cuidado coño que lo parió, que poco antes había lamido con gusto. Un ligero sujetaba dos medias que resaltaban la hermosura de sus piernas. Iba toda de blanco que la hacía deliciosa con su pelo rizado y castaño, sus ojos verdes y esa boca que le hablaba pidiendo que apagara el fuego de la lujuria que sentía. Él caminó hasta ella y se sentó a su lado.

  • ¡Y tu Eduardo, no ayudará a tu mamita! - María estaba de rodillas en la cama junto a su cuñada. - ¡Necesito que mi chiquitín me saque el mal que me posee y me tiene caliente! - Al igual que su cuñada se acariciaba su cuerpo para provocar a su hijo.

Eduardo no dudó. Rápido caminó hasta ponerse junto a su madre. María tenía un sujetador con un triángulo en medio sin tela, por donde asomaba su endurecido y largo pezón. Unas bragas grandes cubrían su coño y su grandioso culo. Ella agarró el bañador que su hijo tenía y de una vez se lo bajó. Su endurecida polla saltó y se quedó apuntando directamente a su cara.

  • ¡Dios, con eso seguro que me sacas todo! - La agarró con una mano y comenzó a acariciarla suavemente.

Marta y Jesús se acariciaban. Nunca se habían besado y él se lanzó sobre ella y comenzó a besarla frenéticamente, metiendo su lengua dentro de la boca de ella. Su madre respondió a los besos y sintió como su coño empezaba a humedecerse. Él la acariciaba por todas partes hasta que bajó su boca para empezar a lamer sus pechos, que agarraba con una mano para sentir su redondez. Ella acariciaba su pelo viendo como el pezón desaparecía en la boca del hijo para aparecer unos segundos después mojados por la saliva. Jesús llevó la mano hasta su coño y metiéndola por debajo de la braga, comenzó a masturbarla.

María se tumbó en la cama boca arriba, sin soltar la polla del hijo lo forzó a que se echara. Se zafó de la mano de su madre y metió su cabeza entre las piernas, besó en su coño por encima de las bragas y poco a poco subió por su cuerpo, dándole a veces besos, a veces pequeñas lamidas con su lengua hasta que llegó a las hermosas y generosas tetas de su madre. Agarró con las manos cada teta y empezó a chupar sus pezones alternando entre uno y otro. María gimoteaba con lo que su hijo le hacía y sentía que sus bragas se mojaban cada vez más.

Los dos chavales mamaban las tetas de sus madres y disfrutaban de sus maduros cuerpos. Ellas gimoteaban y animaban a sus hijos diciéndoles lo bien que lo hacían. Aquella cama estaba totalmente llena de lujuria y deseo.

  • ¿Marta, estarías dispuesta a hacerlo con tu hijo? - Le preguntó María.

  • ¡Me está volviendo loca! ¡Hoy me dejo hacer lo que él desee! ¡Soy su esclava! - Le contestó entre gemidos.

  • ¿Queréis follaros a vuestras madres? - Le preguntó María ahora a ellos.

  • ¡Por supuesto! - Contestaron como si se hubieran puesto de acuerdo.

Eduardo se incorporó y quitó las bragas a su madre, dejando su depilado coño libre para que su gruesa y dura polla la penetrara. Sería la primera vez lo hicieran y estaba disfrutando del momento. Ella abrió todo lo que pudo sus piernas y se separó los labios del coño esperando que el se decidiera a entrar. Acercó su polla un poco más a ella y se inclinó para apuntar su glande a la mojada raja de su madre. Apoyó su enrojecida cabeza en la rosada entrada y empezó a dejar su peso.

  • ¡Ah, cariño, qué bueno! - Gruñía María cuando la polla del hijo empezó a entrar y a inundar el interior de su vagina. - ¡Qué bien se siente tu polla en mi interior!

Marta había tumbado a Jesús en la cama y le había quitado la ropa. Su polla apuntaba al techo, dura y gorda, desafiante para que se hundiera en el interior húmedo de su madre. Ella la acarició un poco y sentía como palpitaba la pasión en ella, los dos estaban muy calientes y necesitaban follar, pero no quería producirle ningún trauma a su hijo.

  • ¿Cariño, estás seguro de querer hacerlo?

  • ¡Mamá, estoy loco por entrar en ti y hacerte gozar!

Eso fue suficiente. Marta que en un principio veía mal la relación incestuosa de su sobrino y su cuñada, ahora se disponía a follar con su hijo menor. Miró a la otra pareja, Eduardo ya le había clavado toda su polla en el coño a la madre y se movía lentamente penetrándola y besándola para darle todo el placer que podía. El fuego que la lujuria quemaba a Marta en su interior se descontroló. La cordura y los sentimientos maternales se apartaron y sólo podía pensar en ser penetrada por la hermosa polla de su hijo. Abrió las piernas y se sentó encima de él, agarró la polla con una mano y sin dejar de mirar a los inocentes ojos de él se sentó clavándose la polla poco a poco y sintiendo como se llenaba con el sexo de su hijo. Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y se dejó llevar por los deseos carnales de madre e hijo.

  • ¡Uf, uf, oh Dios! ¡Qué bueno! ¡Sigue follando a tu madre! - Se escuchaba gritar a María que sentía como su coño se dilataba con el ariete que su hijo poseía. - ¡No pares! ¡Más fuerte!

Eduardo no decía nada, se limitaba a gruñir y empujar su polla contra el cuerpo de su madre para llenarla por completo. Ella le clavaba las uñas en la espalda por el placer que sentía cada vez que la polla le entraba hasta el fondo de su vagina. Marta los escuchaba y se excitaba con ello. Montaba sobre su hijo y lanzaba gemidos de placer. Jesús debajo de ella veía como las tetas de su madre se movían al ritmo de las penetraciones y sintió que no podría aguantar más, se iba a correr.

  • ¡Oh, oh, mamá! ¡Quiero correrme! - Le gritó a Marta tensándose y agarrando sus caderas. - ¡Ya va a salir!

  • Hazlo cariño, llena con tu semen la vagina de tu madre. - Le contestó moviendo el culo más rápido para que su hijo descargara todo lo que sus testículos contenían. - ¡Ah, qué bueno! ¡Me estoy corriendo! - Gritó al sentirse llena del semen que su hijo lanzaba con fuertes chorros dentro de ella.

Jesús no dijo nada, estaba tenso y con los ojos cerrados, concentrado en sentir aquella sensación tan maravillosa de follar a su madre y soltar su semen dentro de su coño. Cuando se relajo, Marta aún se movía para acabar de darle placer, su culo subía y bajaba lentamente y el sentía los últimos espasmos de su polla envuelta por el calor de la vagina de su madre. Paró sus movimientos y se levantó. Madre e hijo miraron como la polla de él salió de su coño y un poco de esperma escapó de su raja derramándose sobre el cuerpo de él. Marta miró a su hijo y se fundieron en un beso.

Miraron a la madre y al hijo que juntos a ellos aún seguían follando. María estaba enloquecida. Ya había tenido tres orgasmos por lo menos. Marta y Jesús se movieron en la cama para ver como la enorme polla de Eduardo penetraba a su madre. Los flujos de María, por los movimientos rápidos y continuos de su hijo, formaban una espesa masa blanca en su raja. La polla de él entraba y salía sin parar.

  • ¡No puedo más! - Gritaba María. - ¡Vas a matar a tu madre de gusto! ¡Corretee ya! - Le suplicaba para que dejara de clavarle aquello que tanto placer le estaba dando y que le hacía marearse del placer. - ¡Me voy a desmayar! ¡Córrete, por Dios!

Aquellas palabras no hicieron más que excitar a Eduardo que aumentó aún más la velocidad de las penetraciones, provocando que su madre gritara como una ratilla con cada entrada que hacía su polla. Entonces la empujó de golpe y la colocó en lo más profundo de la vagina de ella. Eduardo se tensó y empezó a lanzar su carga. María también se tensó, sus piernas se pusieron tiesas hacia arriba, como queriendo que la endurecida polla entrara más en su interior, su rostro mostraba el inmenso placer que su hijo le estaba dando al sentir los chorros de semen golpear el interior de su útero, tenía los ojos abiertos y la boca, su expresión era de éxtasis total. Eduardo empujó dos o tres veces más para descargar por completo en su madre y ella se fue relajando poco a poco, teniendo algunos espasmos por el placer. Eduardo cayó rendido al lado de su madre y al salir su polla de ella, Marta y su hijo pudieron ver como parte del semen salía de María, mojando su ano y cayendo en la cama. Madre e hijo estaban exhaustos.

Durante un buen rato todos descansaron acostados sobre la cama. Marta hubiera follado más con su hijo, pero para ser la primera vez que lo hacían era suficiente. Jesús estaba pletórico por haber follado por primera vez con una mujer que además era su adorada madre. Eduardo y María habían quedado exhaustos con aquel polvo y querían descansar, ellos tenían toda la noche y varios días más para tener todo el sexo que quisieran. Así que después de un buen rato, Marta y Jesús se ducharon, donde cayo otra mamada para Jesús, y después de vestirse, se despidieron de la otra pareja para marchar a su casa. ¡Ya habría más días para más sesiones de sexo!