Marta y Lucía 2

Continúan Marta y Lucía bordeando inocentemente el océano que hay entre ellas

Lucía y yo salimos de casa para tomar el brunch al que ella tanto se había aficionado últimamente y que en el fondo era una excusa para que ambas charláramos sin parar de lo divino y de lo humano. Y, como siempre hacemos, nos liamos y nos liamos, y acabamos en un café tomando un licor de hierbas o qué sé yo. El caso es que entraba en mi estómago abrasándome viva, mientras oía los últimos cotilleos sobre Berta y su incapacidad para elegir al hombre correcto.

A las cinco empecé a sentir la cabeza muy pesada y le dije a Lucy que me iba a casa a dormir un rato. Quería darme un baño caliente, poner música y ponerme nostálgica pensando en Fran.

  • Venga ya, petarda, ¿para eso te saco de casa, para que me dejes otra vez colgada?
  • ¿Cuando te he dejado yo colgada, idiota?
  • ¡Uuy! ¿Me pongo a hablar o me callo? Me callo porque si no, te saco los colores.
  • ¿Sí? Ya me los has sacado bastante con el cachete que me has dado en el culo esta mañana.
  • ¡Jajajajaja! Pobrecita.- Lucía se levantó cogiendo su bolso y se acercó a mí poniendo su mano en mi mejilla- Lo siento, cielo. Me pasé un pelín, pero para que veas que soy justa te ofrezco la revancha- y acto seguido mi amiga me dio la espalda y levantándose la falda acercó su trasero a mi cara.. Me quedé helada, mirando a todos lados. Afortunadamente no había mucha gente en el café y los pocos clientes y los camareros parecían ocupados en sus cosas. Ninguno nos prestó atención o simuló no hacerlo
  • ¿Pero qué haces loca? Tápate enseguida.
  • No hasta que no estemos en paz. Lo justo es lo justo – la voz de Lucy sonaba más despreocupada que nunca mientras meneaba el trasero. - ¿Vas a hacerlo ya, o nos quedamos toda la tarde aquí?- Contemplé su tanga negro y el bonito contraste que hacía con su piel aún ligeramente dorada por el verano. Ella también tenía el culo precioso, de hecho, consciente o inconscientemente yo había trabajado el mío durante los últimos meses en el gimnasio, teniendo el suyo como modelo. Ahora me daba cuenta. Me quedé absorta durante unos instantes, como si el tiempo no pasara. Recuerdo que... recuerdo que puse mi mano izquierda en una de sus nalgas, y, no sé, no sé bien, pero creo que me quedé un rato interminable así, viendo mi esmalte rojo de uñas brillar sobre la piel de su culo, y pensando lo extraño de la situación, y lo bonito que le hacía la tira del tanga emergiendo de entre sus nalgas, y... y entonces oí de nuevo se voz y su risa.
  • ¡Serás lerda! ¿A qué esperas? Ya están todos los camareros haciendo cola en el servicio para hacerse una paja.

Miré hacia uno de los lados, y me pareció que alguien nos miraba de reojo, y entonces, muy deprisa, casi sin pensar, con la otra mano, le di un cachete en el trasero a mi amiga que me pareció que sonaba como si todas las campanas de la ciudad se hubieran vuelto locas y quisieran despertar incluso a los muertos. Sin apenas mirar, le bajé la falda a Lucía, cogí mi bolso y salí disparada. Detrás venía ella. * Bueno. Jajajajaja. Ya estamos en paz. * No tiene gracia, idiota. * Ay, mujer, ¿por qué serás tan cortada? * ¿Cortada? ¿Te parece normal despelotarte en un café a las cinco de la tarde? * Tampoco ha sido para tanto, además era un poco simbólico, una hora tan taurina, tanto estoque en el café y ninguno ha tenido lo que hay que tener para entrar a matar. Los hombres ya no son lo que eran. * ¡Ya!- salí a toda velocidad sin mirar atrás. * Incluido tu Fran, boba.- todavía le oí decir entre risas que cada vez se hacían más lejanas.

Continuará.