Marta vuelve a dar amor a sus hijos.
Tras pasar sus problemas, Marta vuelve a disfrutar de sus dos hijos con nuevas experiencias sexuales.
Pasaron varios días en los que Marta sentía renacer sus deseos de tener sexo. Una mañana en el trabajo hizo algo que ella nunca quiso hacer. Ella trabajaba de enfermera en un hospital y aquella mañana tuvo que atender a varios enfermos, entre los que conoció a Julián, un chaval de la misma edad que su hijo mayor. Había sido operado de fimosis y tuvo que curar sus heridas. El pobre al sentir las expertas manos de su cuidadora no pudo evitar tener una erección. Marta no creía lo que tenía en las manos. La joven polla había alcanzado un tamaño de unos diecisiete centímetros, pero era asombroso el gran glande que portaba. Tuvo que coger un baso de agua fría y meter tu polla para bajarle la erección que ella le había producido, pues la transformación le provocaba dolor en la recién operada polla.
Perdone lo que me ha pasado... - Dijo el joven.
No te preocupes. ¡Es un orgullo que se levante tan hermosa cosa en mi presencia!
Los dos rieron y cuando Marta salió tenía las bragas mojadas. Se hubiera comido allí mismo aquella polla, pero su estado no era óptimo para tal fin. Una cosa vino detrás de otra. Entró en una sala que usaban de almacén para los materiales y detrás de ella entró Antonio, un compañero de ella que la rondaba con propósitos bien claros, follarla. Nunca quiso tener nada con él. Físicamente no estaba mal, pero no quería arriesgar su puesto de trabajo con tonterías con los compañeros. Bien sabía que más de uno se escondían en horas de trabajo para tener sus momentos de placer, pero ella nunca quiso.
Pero ese día no podía evitar la calentura que le había causado Julián con su joven y hermosa polla. No medió palabra, Antonio entró para coger otros materiales y ella lo empujó contra uno de los armarios. Se arrodilló delante de él y sacó su polla. Él no se lo esperaba y lo único que hizo fue mirar como su compañera se tragaba y mamaba su polla que estuvo lista en pocos segundos.
Marta necesitaba algo más que comer una polla y se levantó, se giró para darle la espalda y se subió la bata. Delante de él aparecía el redondo y deseado culo de Marta que con una mano apartó las bragas para ofrecerle su mojado coño. Se acercó y dirigió su polla hasta sentir su mojada raja, la movió y sintió su caliente entrada. Empujó y no hubo resistencia en que su polla entrara hasta el fondo.
Marta sentía como Antonio gruñía y la empujaba para darle placer. Su orgasmo llegó en dos o tres embestidas de su amante. La imagen de la polla del chaval unida a la posibilidad de que fueran pillados en ese momento, la excitó sobre manera provocando un gran orgasmo. Él también estaba muy excitado y Marta lo notó.
Se retiró para volverse y arrodillarse de nuevo delante de él. Agarró su polla y volvió a mamarla para que el se corriera. Sentía el sabor de sus propios flujos que envolvían aquella endurecida polla. Mamó y mamó hasta que Antonio tensó su cuerpo y ella recibió su semen en la boca. Los chorros caían dentro y ella hacía todo lo posible por tragarlos. Antonio nunca se había corrido en la boca de una mujer y aquella experiencia lo dejó sin fuerzas por el orgasmo inmenso que Marta le había provocado.
Marta se levantó, arregló rápidamente sus ropas y salió de allí. En ningún momento le dirigió palabra a él y nunca más hablaría de aquello, había sido un momento de extrema excitación y locura. Él quiso hacer referencia al encuentro unos minutos más tarde, pero ella cambiaba de tema y lo evitó. Antonio comprendió que ya no tenía nada más que hacer con ella y se quedó con el sublime recuerdo de su polvo Express.
Desde ese día volvió a tomar la píldora para no quedar embarazada. Sabía que su cuerpo la llevaría a tener sexo con su familia y quería estar preparada para no quedar embarazada.
Por fin llegó el sábado, el día que volvería a ver a su amiga Luisa y su corazón se alegró cuando sonó el timbre de la puerta. Estaba con sus dos hijos, su marido andaba por las rutas de prostitución, esperando a sus amigos que hacía tanto tiempo que no veían y abrieron la puerta.
- ¡Por fin te veo! - Dijo Marta al ver a Luisa y abrazándose.
¡Estás estupenda!
¡Tú también querida amiga! - Le correspondió su amiga. - Aquí están Samuel y Yolanda, ¿te acuerdas de ellos?
¡Cómo han crecido!
Estuvieron toda la tarde hablando con ellos y pasaron un buen rato. Lo pasaron bien y después de varias horas Luisa dio por terminada la visita alegando que tenían que ir a visitar a otros familiares. De este modo los tres se marcharon.
¡Bueno Luisa! - Dijo Marta. - ¡Ya nos veremos otro día!
Sí, tengo que quedar a solas contigo para comentarte un problema que tengo, pero ya te llamaré para quedar.
Marta los vio montarse en su coche y alejarse por la carretera.
Marta con sus dos hijos entraron en casa y recogían los vasos y botellas que habían utilizado mientras hablaban.
¡Es bonita Yolanda! - Dijo Marta para ver si alguno de sus hijos se había impresionado con ella.
¡Sí mucho! - Dijo Enrique y se sonrojó.
La hermosa niña tenía la misma edad que él. Tenía unos bonitos ojos azules y era rubia. Con sus dieciocho años era todo un bombón que dejó impresionado a los dos chavales. Tenía unas buenas tetas y su culo era hermoso, redondo y bien formado. Pero Marta se había impresionado además con Samuel, lo había visto por última vez hacía ya muchos años y ahora era todo un hombre de veinte años. Era musculoso y alto. El deseo empezó a apoderarse de ella. "¡Quién pudiera tenerlo en la cama!" Su deseo corrió más que su cordura pues era el hijo de una buena amiga a la que no quería hacer daño.
Después de recogerlo todo, se sentaron plácidamente en el sofá frente al televisor. Marta estaba en medio y tenía un hijo a cada lado recostado sobre los brazos del sofá. Podía sentir el tibio calor de sus cuerpos a su lado. Marta deseaba tener sexo con ellos, pero hacía tiempo que no tenían y parecía oxidada en pedírselo. Por varios minutos le daba vueltas a la cabeza y no se atrevía. Sabía que sus hijos estarían dispuestos a satisfacer todos sus deseos, pero por alguna razón sentía vergüenza.
- Voy al servicio. - Se levantó y se marchó a su habitación sin saber bien que hacer.
Empezó a buscar en un cajón y encontró un salto de cama de color negro. Siguió buscando y cogió un corpiño con liguero y unas medias negras. Se colocó toda la ropa, se miró en el espejo. "¡Creo que estoy excitante, ahora un poco de peluquería y maquillaje!" Se peinó y maquilló lo más rápido que pudo para ir cuanto antes al encuentro de sus dos machos que descansaban en el sofá del salón. Un último vistazo antes de salir a escena. El salto de cama dejaba entrever su maduro cuerpo. Se había puesto unos zapatos de tacón alto y estilizaba su imagen de madre incestuosa y sedienta del sexo de sus hijos. Sus piernas cubiertas por las medias negras que estaban sujetas por el liguero que partía de aquel corpiño de color negro y azul que elevaban sus pechos con unas copas bajas que dejaban a la vista sus redondos pezones. "¡Creo que no podrán resistirse!" Pensó y salió en busca de sexo.
Entró en el salón y sus hijos miraban la televisión. Desde atrás habló.
- ¡Me dejáis un sitio! - Su voz era sensual.
Los dos hijos la miraron a la vez y podían ver su hermosa cara que pedía sexo, su pecho estaba expuesto a sus miradas tras la fina y transparente tela del salto de cama, sus pezones estaban erectos y marcaban la tela.
¡Claro que sí mamá! - Dijo Jesús.
¡Pero tendrás calor con esa ropa! - Enrique la insistió a quitarse el salto de cama.
¡La verdad es que sí! - Marta se movía de forma sensual y dejó caer su fina cubierta a la vez que caminaba rodeando el sofá para sentarse en el lugar que los dos le dejaban. - ¿Cómo están mis dos niños esta noche? - No dijeron nada, la acariciaban y la miraban con lujuriosos ojos. Lo había conseguido, los había encendido. - ¡Veo que necesitáis el amor de vuestra madre!
Cada uno por un lado empezó a lamer sus pechos. Marta los acariciaba y su coño empezaba a estremecerse con las caricias de sus hijos. Una mano de Jesús se metió entre las piernas de su madre. Se abrieron automáticamente para que pudiera tocarla. Dejó de mamar la teta y encontró la boca de ella que lo esperaba sedienta de su saliva. Sus lenguas jugaban y la mano de él separó los labios del desnudo coño y comenzó a masturbarla.
Enrique pasaba de una teta a otra, lamiendo y chupando a su madura madre que gemía y se retorcía de placer. Se levantó y se arrodilló entre las abiertas piernas de ella. Veía como los dedos de su hermano entraban y salían de su interior. Agarró la mano y le hizo abandonar aquella mojada y caliente cueva. Separó los labios y su húmedo interior lanzo su perfume para dominar su voluntad, no podía controlar el deseo de hundir su boca en el sexo de su madre.
Jesús separó su boca y le ofreció los dedos que habían estado en su sexo para que los chupara. Así lo hizo ella y sintió el sabor de sus flujos. Él se levantó y ella lo miraba mientras sentía la lengua de su otro hijo que le daba placer lamiendo y chupando todo su coño. Su hijo menor se desnudó por completo y apareció su hermosa polla totalmente erecta y dispuesta a satisfacerla. Marta sintió un deseo incontenible de tenerla dentro de su boca y la abrió esperando que él la alimentara.
Jesús se acercó a su madre y dobló un poco las piernas para llevar su polla hasta la deseosa boca de aquella madura que había vuelto más sensual y excitante que varios meses atrás. Ella quería atrapar el hinchado glande con sus labios, pero su hijo lo movía alrededor de su boca sin dejarse atrapar. Ella sacó su lengua pidiendo por favor que se la entregara. Él le golpeó varias veces la roja lengua como si castigara su impaciente boca y entonces la dejo parada para que ella disfrutara.
Marta rodeó con sus labios la polla de su hijo y succionó fuerte para que no se le escapara nunca más. Jesús sintió un calambre en la punta con aquella mamada y sus piernas temblaron de placer. Ahora Jesús se movía follando la insaciable boca de su madre que agarraba su joven y duro culo para marcar el ritmo de aquella desenfrenada mamada.
Enrique jugaba con el clítoris de su madre, pasando su lengua de arriba abajo, haciendo círculos alrededor, chupándolo fuerte. Le daba placer y lo notaba en los movimientos de las caderas de aquel maduro cuerpo que se movía gozando de sus dos hijos. Metió dos dedos en su mojada vagina y la masturbaba.
Marta lanzaba muchos flujos, estaba gozando y necesitaba se penetrada por alguna de aquellas dos jóvenes pollas. Su hijo mayor lo notó y se separó de su madre que mamaba a su hermano, poseída por la lujuria reprimida por tanto tiempo. Se desnudó por completo y se acarició la polla comprobando que estaba totalmente dura, preparada para clavarse en lo más profundo de su húmeda madre.
Se arrodilló para adorar el cuerpo de aquella diosa del incesto. Separó aún más las piernas y acercó la polla a la entrada del coño que lo esperaba para darle placer. Escupió saliva en la punta de su polla. Era inútil echar saliva, aquel coño producía tanto flujo que la polla de Enrique entró hasta el fondo de una vez y sin ningún tipo de resistencia. El calor del sexo de su madre envolvió su polla y sintió un gran placer. Empezó a moverse y follaba a su madre que aquella noche estaba más deseable que nunca.
Jesús empujaba su polla contra la boca de su madre y la metía por completo. Marta hacía un gran esfuerzo por acomodarla en su interior y la sentía hasta la garganta, provocándole arcadas. Él la sacaba y esperaba a que ella abriera de nuevo la boca pidiendo que la volviera a meter. Jesús disfrutaba con aquello y Marta con las dos pollas de sus hijos.
"¡Nunca dejaré de disfrutar de este sexo!" Se decía Marta mientras sus hijos competían en darle placer, por arriba y por abajo. Después de un buen rato en el que se dieron placer, Marta los paró y los hizo retirarse.
- ¡Subamos a la habitación!
Ella se levantó y comenzó a andar. Su cuerpo se movía de forma sensual y sus hijos la seguían hipnotizados por su maduro y deseoso cuerpo. Subía la escalera y ellos veían como su hermoso culo se movía al ritmo que sus piernas subían los escalones. Marta llegó junto a la cama y sus hijos se acercaron a ella.
- Por donde íbamos... - Dijo ella agachándose y poniéndose en cuclillas con una mano en cada polla de sus hijos. - ¡Ah, ya recuerdo! ¡Me iba a comer estas dos pollas! - Su voz sensual provocó que las pollas se pusieran duras esperando a su madre.
Marta acariciaba las dos pollas y llevó su boca a la de Enrique. Saboreó su endurecido glande impregnado de sus flujos y no dejó de masturbar a su otro hijo. Quería tratar a los dos por igual, que ninguno se sintiera menos que su hermano y cambió a la polla de Jesús. "¡Cambiar de polla no me gusta!" Pensó Marta y tiro de las dos para acercarlas a su boca. La abrió por completo y sus hijos empujaron hasta que los dos glandes estaban dentro.
Marta chupó y su lengua jugaba con los abultados miembros para darle placer. Era difícil de mamar a las dos a la vez, pero ella hacía lo que podía y sus hijos parecían disfrutar viendo a su madre con la boca totalmente llena. Succionaba y hacía mucho ruido. Sintió dolor en la comisura de sus labios, pero gozaba sintiéndose llena de sus hijos.
¡Qué buena... eres mamá! - Dijo Jesús haciendo una parada en la frase.
¡Dilo hijo! ¡Qué buena puta soy! - Marta sacó sus pollas y se levantó.
¡Ni siquiera la pervertida de tita Marta nos había hecho algo así! - Dijo Enrique acariciando una de sus tetas. - ¡Eres la mejor puta de nuestra familia! ¡Ahora te vamos a follar como te mereces!
Marta tumbó a Enrique en medio de la cama y se subió en ella. Buscó en unos de los cajones y sacó un bote de lubricante.
¡Eso me gusta! - Dijo Enrique imaginando que iba a partir el culo de su madre.
¡No listo, no es lo que tú imaginas! - Respondió ella y la cara de su hijo mostraba extrañeza. - ¡Hoy vamos a probar algo nuevo para nosotros!
Echó aceite en la dura polla de Enrique y la masajeó un poco, después se volvió y pidió a Jesús que se acercara a ella. Se subió de rodillas a la cama y su madre embadurnó bien su polla con aquel líquido que olía bien. Marta abrió sus piernas dándole la espalda a su hijo mayor y se sentó en su polla que no tuvo dificultad en entrar.
- ¡Jesús! - Le habló al otro. - ¡Intenta clavar tu polla en mi coño!
Él la miró dudando de que fuera capaz de penetrarla, pero le excitó la idea. De rodillas llevó su polla hasta la entrada del ocupado coño. Su hermano se movía levemente. Jesús puso el glande contra la polla del otro y empezó a empujar. Ninguno tenía experiencia en una doble penetración vaginal y la polla resbaló hacia fuera de su objetivo. Volvió a agarrarla y la llevó de nuevo a la entrada de su madre. Ella alargó una mano y la coloco sobre la polla para forzarla en su camino. Jesús empujo y su glande empezaba a empujar la polla de su hermano para abrirse camino hacia el interior de su madre que comenzó a dar gritos.
Marta sentía como la polla de su hijo menor resbalaba por su mano y dilataba al máximo su vagina. Se sentía completamente llena por los sexos de sus hijos. Sentía algo de dolor en su interior, pero la excitación de tenerlos a la vez en ella valía la pena. Poco después Jesús topaba contra su cuerpo. Ya no podía entrar más, era físicamente imposible que sus hijos la llenaran más.
- ¡Moverse un poco y hacer gozar con vuestras pollas a la puta de vuestra madre! - Les ordenó con voz entrecortada.
Los dos la obedecieron y sentían como sus pollas se rozaban en el interior de su madre. Era rara la sensación, pero ver a su madre disfrutando de aquello los volvía locos. No paraban de moverse y poco a poco aquel estrecho coño se fue dilatando y acomodando las dos pollas. Ninguno lo podía ver por la postura que tenían, pero la raja de Marta estaba totalmente dilatada, a punto de partirse por la acción de sus hijos.
¿Te gusta mamá? - Preguntó Jesús.
¡Esto es increíble! ¡Nunca imaginé esta sensación! - Hablaba entre gemidos recibiendo las cada vez más fuertes embestidas. - ¡Follar a la guarra de mamá! - Les pedía.
Los hijos obedientes aceleraron, sobre todo Jesús que estaba más libre y podía moverse mejor. Ambos estaban sintiendo el placer de penetrar a su madre, pero además el roce de sus miembros le daba otro placer que no esperaban. Estuvieron empujando hasta que Marta empezó a sentir que se iba a correr.
- ¡No paréis, me corro! - Decía gimiendo como una condenada.
¡Follad a mama!
¡Yo también me voy a correr! - Dijo Enrique desde abajo.
¡Pues vamos los tres a la vez! - Jesús los animó.
Jesús aumentó la velocidad y la intensidad de las penetraciones. Escuchó como su madre daba gritos de placer con aquella locura y al momento su hermano se tensó. Sintió el calor de los flujos de su madre mezclados con los chorros del semen de Enrique. No pudo aguantar y la clavó por completo para descargar el contenido de sus huevos dentro de su madre.
Los tres gemían y se convulsionaban en aquella orgía incestuosa en la que había penetrado el coño de su madre a la vez y habían conseguido algo muy difícil, correrse todos juntos, mezclando sus flujos en el interior de Marta. Se quedaron unidos por un momento hasta que Enrique pidió que se fueran bajando.
Jesús se levantó, exhausto y de rodillas delante de los otros, miró como la polla de su hermano salía del la dilatada raja de su madre. No tardo en salir un río de semen de ella. Marta se tumbó a un lado para descansar y los dos hermanos veían como el semen brotaba de su coño. Aquello los dejó muy cansados y los tres se acostaron. Marta, en medio de la cama, tenía a cada hijo a un lado, besándola y acariciándola. Disfrutaba de la compañía de sus hijos después de aquel salvaje polvo.
¡Mamá! - Habló Enrique. - ¿Nos dejarás que te hagamos lo mismo algún día en tu culo?
¡No hijo, no! - Marta no tardó en contestar. - Ya te vi como le partiste el culo la otra noche a tu tía Pili, a mí no me harás tanto daño.
Se besaron y los tres quedaron dormidos para reponer las fuerzas gastadas esa noche.