Marta: un fin de semana familiar 3. Final de serie
Última noche en el fin de semana, la aciana se une a ellos, pero ¿qué puede hacer a su edad?
Después de cenar, todos estaban sentados en el salón. Bebían algunas copas. Las madres estaban nerviosas, Luisa y María deseaban tener sexo con sus jóvenes hombres. Los nervios de Marta eran pues tenía que comentarles a los demás que su madre se metería en la orgía. Si bien la anciana mujer ya no estaba para muchos trotes, podría hacer algo para ayudarlos.
-¡Bueno! - Empezó Marta a hablar. - Esta noche si queréis podremos tener una buena orgía.
Todos la miraron como si estuviera loca al hablar de aquella forma delante de su madre y sólo María fue la que captó la situación al momento.
-¡Así que tu madre lo sabe y quiere unirse! - Comentó María sonriendo. - Pues nada, que se agarré a lo que pueda...
- Había pensado que hiciera de cámara... - siguió hablando Marta - Me traje la cámara de vídeo y la verdad es que no la he usado para nada... si queréis podemos grabar esta noche de lujuria y así tendremos un buen recuerdo para todos...
-¡Y si la ve alguien! - Comentó preocupada Luisa.
-¡No hay problema! - María interrumpió a su amiga. - ¡Tengo algunas máscaras de la última fiesta! Las buscaré... - Se levantó y fue a buscar algo.
-¿Qué te parece mamá? - Le preguntó Marta a su madre. - Yo te explicaré cómo se maneja, que es muy fácil, y nos grabas mientras ves como tus nietos nos follan.
La anciana asintió con la cabeza sin estar muy segura de poder hacerlo bien, pensó que por lo menos lo vería todo y podría acercarse a lo que quisiera para poder verlo bien... y tocar si le apetecía.
Todos mostraban una gran excitación con la nueva situación, no sólo iban a poder follar como locos, si no que además lo grabarían para poder verlo posteriormente... era algo que no habían hecho nunca y les calentaba la idea.
María trajo una caja con muchas cosas. Buscaron nerviosamente. Eduardo fue el primero en actuar delante de la nueva integrante del grupo, él besó a su madre en la boca y eso hizo que los demás también actuaran en el principio de aquella orgía incestuosa. Enrique y Jesús eran más tímidos pues la presencia de su abuela le imponía. Tuvo que ser Marta la que los cogiera y los besara para que ellos se relajaran.
-¡Las mujeres conmigo! - Dijo María y se marcharon todas a una habitación. - Tomad estos antifaces y repartilos. - Le dio unos cuantos a su hijo y se los repartieron.
Mientras las mujeres estaban en una habitación, ellos se colocaron unos bañadores ajustados que tenían. Querían marcar bien sus pollas para excitar a sus madres y amigas. Se colocaron sus máscaras y esperaban en el salón a que ellas les avisaran.
-¡Jo tío, estoy loco por follarme a nuestras madres! - Dijo Eduardo a sus primos. - ¡Samuel, tu hermana tiene un culito que me vuelve loco!
-¡Tú te la follarás después de que yo me haya hartado! - Todos reían.
-¡Pues yo coño que vea, coño que me voy a follar! - Dijo Jesús que estaba demasiado caliente.
Los cuatro excitados jóvenes estaban hablando y bromeando sobre los sexos y los cuerpos de sus madres. Ya habían elegido sus máscaras y todos marcaban unos buenos penes en la elástica telas de sus bañadores.
-¡En esta habitación necesitamos cuatro machos! - Se escuchó la voz de Luisa en el pasillo. - ¡Aquí hay cinco hembras sedientas de sexo!
Los cuatro jóvenes se apresuraron por el pasillo hasta llegar a la habitación. Abrieron la puerta y se encontraron con la abuela y su cámara. Los estaba grabando con sus máscaras puestas y se paró a sacar una buena toma de sus pollas marcadas en los bañadores.
-¡Pasad, pasad, no seáis tímidos! - Se escuchó la voz de Marta desde el interior de la habitación, aquella noche sonaba muy sensual.
Mientras la anciana grababa la entrada de los chavales, ellos se quedaron boquiabiertos al entrar y encontrar a las cuatro mujeres. Todas llevaban sus correspondientes máscaras, pero las ropas que lucían las hacían más excitantes que cualquiera de las otras veces en las que habían follado juntos.
-¡Aquí os estamos esperando! - Dijo María que estaba de rodillas en la cama de matrimonio. Tenía un sujetador de media copa que levantaba sus enormes pechos y dejaba a la vista sus endurecidos y oscuros pezones; llevaba un porta liga a juego con el sujetador y las medias que cubrían sus muslos entre abiertos mostrando descaradamente su coño tapado por unas bragas de encaje negras.
-¡Mi culito os espera! - Esa era Luisa. Su redondo y enorme culo estaba en pompa, a cuatro patas en la cama y mirando a ellos. Llevaba un salto de cama transparente y unas bonitas y grandes bragas que cubrían todo su culo que lo marcaba de forma sensual... sus tetas estaban desnudas y colgaban bajo la tela transparente.
-¡Pues yo estoy para lo que deseéis! - La voz de Marta sonó. Estaba en la otra cama, de costado apoyada en un codo. Llevaba un corpiño con porta liga que la cubría desde las tetas hasta las caderas. El porta liga sujetaba dos medias de color blanco a juego con el corpiño. Una pierna la tenía totalmente extendida, mientras la otra estaba doblada y apoyada sobre la rodilla de la otra, de forma que su desnudo coño quedaba a la vista de todos.
-¡Creo que aquí tendré que hacer un buen servicio! - Sonó la dulce voz de Yolanda. Aparecía por detrás de ellos y se abría paso hasta colocarse en medio. Iba vestida de criada, un disfrás que habían encontrado en la caja y sólo le quedaba bien a ella. Le cubría desde las tetas hasta muy por encima de los muslos, dejando entre ver, sobre todo cuando se inclinó sobre la cama apuntando su culo a ellos, el fino tanga que llevaba. Se volvió y se arrodilló entre ellos para comprobar cómo estaban. - ¡Dios mío, que buenas pollas tenemos aquí!
Mientras las manos de Yolanda acariciaban las embravecidas pollas de los cuatro jóvenes, las maduras madres miraban desde sus camas. Ella las acariciaba mirando a los ojos de ellos y pasando su lengua por los labios, señal de lo que les haría en breves momentos.
-¡Sácalas para que las veamos! - Le pidió Luisa que se sentó en la cama para no perderse detalle.
-¡Siempre hago lo que dice mamá! - Comentó Yolanda y sacó una por una todas las pollas de sus amantes, quitándoles los bañadores y dejándolos con las máscaras como única vestimenta. - ¡Qué maravilla de pollas! - Comentó mientras sus manos acariciaban dos y daba besos a las otras alternando entre una y otra.
La anciana seguía grabando la escena, la joven estaba en cuclillas en medio de sus cuatro amantes y mientras masturbaba con la mano a dos, otro le agarraba la cabeza para que mamara su polla. Al poco, sacaba la polla de la boca y cambiaba a otra. Durante unos minutos estuvo mamando a los cuatro.
-¡Señoras, creo que no puedo con tantas pollas grandes! - Dijo Yolanda.
-¡Yo te ayudaré un poco! - Contestó Marta que comenzaba a bajarse de la cama y caminar hasta el grupo, se acuclilló junto a su joven amiga y esperó a que una polla se colocara delante de ella. No miró de quien era, simplemente abrió la boca y se tragó toda la polla para dar ruidosos mamasos. Sintió las manos de su amante que agarraron su cabeza para forzarla a tragar más polla.
-¡Yo no puedo más! - La voz era de Jesús. Se dirigió hacia Luisa y se colocó delante de ella. - Ponte como estabas antes en el filo de la cama.
-¡Ahora mismo cariño! - Dijo Luisa y se levantó para obedecerlo. Aprovechó y le besó en los labios antes de subirse a la cama y colocar las rodillas en el filo con su hermoso culo en pompa. Se inclinó hacia delante y lo miró para ver que le iba a hacer.
Jesús levantó la tela que cubría el maduro culo de su amante y sus manos amasaron su redondo trasero, deleitándose en aquellas redondeces. Agarró las bragas por los filos y comenzó a bajarlas hasta que estuvieron a medio muslo. Delante de él apareció la raja de aquel culo y debajo aparecían los pelos de su mojado coño. La empujó para que se inclinara más y su coño estuvo más a su alcance. Con las manos separó los cachetes y la raja de su coño estaba a su alcance. Hundió su boca allí y su lengua jugaba con los labios de su coño, mientras su nariz daba en el agujero de su ano. Luisa se estremeció al sentir la boca de su joven amante y su coño lanzó flujos. La lengua recorría toda la raja y saboreaba a aquella mujer. Subió y comenzó a jugar con la punta de la lengua en el ano de Luisa que gimoteaba y se retorcía por el placer que le estaba dando el joven.
La anciana grababa como podía todo lo que ocurría a su alrededor, pasaba de una pareja a otra, de una mamada a otra, calentándose con las escena se producían delante de ella. Estaba grabando como Yolanda mamaba la gruesa polla de Eduardo que gruñía. Un poco más allá Marta tenía en su boca la polla de Samuel y con una mano acariciaba la de su hijo Enrique. La anciana se acercó para grabarla.
-¡Chupa un poco a tu nieto! - Le ofreció. - ¡Seguro que a los dos os gusta!
Enrique se giró un poco para ofrecerle la polla, pero la anciana no podía colocarse bien, así que Marta se levantó y sentó a su madre en una silla, llamó a los dos jóvenes que estaban libres y Samuel y Enrique se colocaron delante de ella ofreciendo sus pollas.
-¡Hace mucho tiempo que no mamo una polla! - Dijo la anciana acariciando las endurecidas pollas. - ¡No sé si lo haré bien!
Marta tomó la cámara y grababa a su madre que comenzaba a chupar. Enrique sintió cómo su polla era engullida por su abuela y nunca había sentido tanto placer, sin duda sabía mamarla. Sus piernas temblaban al sentir las enormes mamadas. Alternaba una polla con otra y en los dos jóvenes producía el mismo placer.
-¡Dios que bueno! - Dijo Samuel. - ¡Mámame hasta que me corra! - Le pidió.
La anciana dejó de lado la polla de su nieto y se dedicó por completo a mamar a Samuel. La polla se hundía por completo dentro de su boca y la sacaba poco a poco, chupando cada milímetro de polla y parando el el glande para darle más placer. Jugaba con su lengua en el glande mientras acariciaba los huevos con una mano. Samuel intentó contener su corrida todo lo posible para que le siguiera dando más placer, pero aquella vieja boca era devastadora dando placer y él no podía más.
-¡Me corro, me voy a correr! - Dijo quitándole la polla y masturbándose delante de la boca de la anciana. - ¡Prepárate para recibir mi leche!
La anciana se agarró a las caderas de Samuel, con la boca abierta delante de la polla preparada para recibir su premio. Marta vio como él tensó su cuerpo, preparado para lanzar su carga. Lo estaba grabando todo y al momento Samuel gruñó y lanzó un gran chorro de semen que cayó por toda la cara de la anciana. Otro chorro cayó dentro de la boca y los siguientes que pudieron salir no los vio Marta, pues la anciana volvió a tragarse la enfurecida polla hasta dejarla totalmente seca y limpia. Samuel tuvo que sentarse en la cama en la que antes estuvo Marta para descansar de aquella mamada. La anciana disfrutaba saboreando el semen de aquel joven.
Eduardo levantó a Yolanda y la llevó hasta la cama donde Jesús y Luisa gozaban. La tumbó boca arriba junto a la madre de ella y observaron como Jesús trabajaba el sexo de su madura amante. Yolanda dobló las piernas y ofreció su húmedo sexo para que le dieran placer. María estaba en aquella cama observando todo lo que allí ocurría. Al ver a la joven Yolanda ofreciéndose a su hijo, se acercó a ella de rodillas hasta colocar su excitado coño a la altura de la boca de Yolanda, apartó la tela que lo cubría y la otra no tardó en empezar a pasar su lengua por aquella raja que se mojó de inmediato.
María se inclinó y apartó la diminuta tela que cubría el coño de su compañera. Eduardo veía como su madre le comía el coño y se acercó para ayudarla. Ella levantó la cara y los dos, madre e hijo, se besaron. Ahora Eduardo se dedicaba a lamer el joven coño, mientras María acariciaba su pelo amorosamente sintiendo la lengua de Yolanda en su propio coño. Se turnaban en lamer el joven sexo de Yolanda que se retorcía y gemía con las caricias que madre e hijo le regalaban.
Eduardo se levantó con su polla totalmente endurecida, señal clara de que estaba dispuesta a entrar en el primer coño que se le pusiera por delante. María lamía la raja cuando el glande de su hijo le dio en la cara, pidiendo paso para introducirse dentro. Una mano de su madre la agarró y la llevó hasta su boca para mamarla y después guiarla hasta la entrada de Yolanda. Eduardo sintió el calor del coño de Yolanda en la punta de su polla, empujó y poco a poco la fue penetrando hasta que la tuvo toda dentro de ella.
Samuel estaba echado en la otra cama y podía ver el culo redondo de María sobre la cara de su hermana que gemía y se agitaba con las embestidas de Eduardo. Su polla reaccionó ante la visión de aquello. Al lado, su madre era penetrada por Jesús que la agarraba por las caderas y le clavaba toda la polla hasta el fondo, arrancándole gruñidos y gemidos de placer. No podía aguantar más, se levantó con su polla totalmente dura y se subió en la cama por detrás de María.
Samuel tenía el redondo culo de María delante de él, debajo estaba su hermana gimiendo e intentando lamerle el coño. Miró al lado y su madre estaba hermosa gozando de la follada que le daba Jesús. Luisa abría y cerraba los ojos de placer, gruñía, gemía y se retorcía. Samuel no lo pudo resistir, se movió y se colocó delante de la cara de su madre ofreciéndole la polla. Ella le sonrió y agarró con una mano la polla de su hijo, abrió la boca y aprovechó el movimiento que le imprimía Jesús para hacerle una mamada.
Enrique y Marta estaban aún a los pies de la cama. Él veía como los otros disfrutaban de aquella orgía y paró la mamada que su madre le daba, la levantó y la llevó a la cama con los otros.
Se subieron a la cama y Marta colocó a su hijo detrás de su cuñada María, le masturbaba mientras él acariciaba el redondo culo de su tía.
-¡Folla a tu tía! - Dijo María al mirarlo.
Él se pegó más a su tía y su madre dirigió desde atrás la polla hasta que empezó a frotarla por la raja de la madura. Debajo estaba Yolanda que seguía gozando y separó los labios de aquel coño para que la polla de Enrique pudiera entrar. Marta encontró la entrada de aquel sexo y paró la polla, Enrique empujó y la fue metiendo en su tía.
Marta se quedó tras su hijo, mirando por uno de los lados como follaba. María empezó a gemir y de momento sus gemidos fueron apagados por la polla de su hijo, la había sacado del coño de Yolanda y se la había metido en la boca a ella.
Marta disfrutaba de la follada que daba su hijo, sentía su propio sexo mojado con la orgía que allí se estaba produciendo. Su anciana madre andaba de un lado para otro intentando grabar todo lo posible, excitada con lo putas que eran aquellas mujeres y lo caliente de aquellos jóvenes. Marta tenía que tener sexo ya, su coño iba a reventar si no la penetraban en ese mismo momento.
Entonces sintió que unas manos le separaban los cachetes del culo, miró hacia atrás y pudo ver a Samuel que se inclinaba hacia ella. Marta se inclinó para poner su culo lo más en pompa posible. La lengua del chaval empezó a jugar con su ano. Ella ronroneaba mientras él la lamía, pero aquello no era lo que deseaba, quería una polla en su interior.
Se volvió y besó en la boca a Samuel, por unos instantes, hasta que lo hizo tumbarse boca arriba en el poco espacio que había en la cama, donde ya estaban los ocho follando como podían. Se inclinó sobre la polla y la mamó un poco. Abrió sus piernas y se sentó encima de la polla de Samuel. Poco a poco la fue penetrando. Ella sentía como la iba llenando hasta que estuvo por completo dentro de ella. Samuel empezó a moverse y la empezó a follar.
Jesús sacó la polla del coño de Luisa, la tomó del brazo y la hizo ir a la otra cama. La tumbó boca arriba y se colocó entre sus piernas, las tomó con las manos y las abrió todo lo posible, forzando la elasticidad de aquella madura. Delante de él quedó el coño totalmente abierto, mojado por los flujos. Agachó la cabeza y lamió su húmeda raja. Aquello calentó más a la madura que entre quejas le pidió que le clavara la polla hasta el fondo... Y así se inclinó hacia ella hasta que sintió como su polla se hundía en aquel mojado coño. Empezó a moverse y la follaba a toda velocidad.
Marta sentía como la polla de Samuel entraba y salía a toda velocidad de su coño, produciendole un enorme placer, gemía, gruñía y arañaba a su amante, hasta que sintió como el placer de un gran orgasmo la invadía y coño su vagina se vaciaba sobre la endurecida polla de su joven amante. Los gritos fueron bestiales y produjo una reacción en cadena, de forma que en la cama de al lado, Luisa lanzaba otros gemidos al ser follada por Jesús.
María miró como sus dos maduras amigas tenían sus orgasmos y no pudo aguantar más envestidas de su sobrino, lanzó un "¡Me corro!" y Enrique aceleró las penetraciones para conseguir que su tía se derritiera de placer... al momento también lanzaba gemidos de placer.
Yolanda no gritaba tanto, pero ya había tenido por lo menos tres orgasmos con la hermosa polla de Eduardo y volvía a tener otro mientras en su cara caían los fluidos del coño de María.
Marta se levantó de Samuel y este quiso masturbarse para correrse en su cara.
-¡Espera! - Dijo Marta deteniéndolo y acariciando su polla suavemente. - ¡Chicas, pongámonos en el centro y que nuestro machos nos rieguen con sus corridas!
Aquello pareció gustarle a las demás y tuvieron que esperar a que Yolanda acabara su último orgasmo. Las tres maduras estaban de rodillas en el suelo, Samuel, Jesús y Enrique se masturbaban ligeramente para mantener la excitación mientras miraban cómo Eduardo follaba a Yolanda que se retorcía hasta acabar de sentir su orgasmo... Entonces se separaron y Yolanda corrió para ponerse junto a las maduras, Eduardo la siguió con la polla endurecida y brillante por los flujos de la joven.
-¡Mamá, graba un no pierdas ningún detalle de esta lluvia de esperma! - Gritó Marta excitada por la idea de compartir el semen de los hijos sobre las madres.
La anciana giraba en torno al grupo y Eduardo, que venía muy caliente de follar a Yolanda, fue el primero que gruñó y lanzó su leche salpicando a las que allí esperaban su ración de leche. Los otros se excitaron al ver la escena y se agitaban más sus miembros mientras algunas de las mujeres pasaban su lenguas por las puntas de aquellas enloquecidas pollas.
Jesús fue el siguiente. Con un "¡Me voy, me voy!" empezó a lanzar chorros de leches y todas se ponían mirando para la polla que en ese momento lanzaba su carga. Pero aún no había acabado Jesús cuando Enrique, sin avisar, lanzó su semen y las mujeres ahora eran salpicadas desde dos frentes... Estaban totalmente extaciadas con aquella experiencia y reían y gozaban, lamiendo el semen directamente de las pollas o lamiéndolos de los cuerpos de sus compañeras.
Ya sólo quedaba Samuel. Él se había corrido una vez sobre la anciana y estaba durando más, así que las cuatro se acercaron a él y se pusieron de rodillas a sus pies. Él se agitaba la polla y ya estaba perdiendo las fuerzas. La mano de Marta le quitó la polla. El chaval miró hacia abajo y allí estaban, su madre, su hermana y las dos maduras amigas, todas cubiertas de semen y deseosas de mamarlo, sacaban sus lenguas en señal de lo que le iban a hacer y esperando su carga. La boca de su madre Luisa se lo tragó. Aquello lo puso a cien, pero no conseguía que se corriera, así que Marta lamió sus huevos.
Ya le quedaba poco para correrse y pensó en hacerlo en la boca de su madre, pero no quería que su madre disfrutara sola de su leche, así que se la retiró y agarró su polla para acabar de masturbarse. Las cuatro mujeres se colocaron con las caras pegadas y las bocas abiertas. Sus lenguas fuera de las lujuriosas bocas le pedían su semen y sintió como desde sus huevos subía el semen. Presionó un poco su polla para que no saliera y apuntó a la primera que estaba a su izquierda, que era su hermana Yolanda. Soltó la presión y un gran chorro salió para caer en la cara y la boca de ella. Giró un poco y ahora era su madre la que esperaba mientras su hermana se llevaba el semen de la cara a la boca. Otro chorro para su amada madre; todo cayó dentro de su boca y ella la saboreó antes de tragas. Otro giro y Marta y María lo esperaban con las manos puesta por debajo de su polla, para que no se perdiera nada e implorando su semen. Unos pocos chorros con poca fuerza salieron, pero no cayeron al suelo pues las dos maduras corrieron para lamerlos y chupar su polla hasta dejarla limpia.
Los cuatro chavales se sentaron en la cama grande y miraban cómo las cuatro mujeres de rodillas en el suelo se besaban y lamían sus cuerpos para limpiarse de aquellas corridas. Nunca antes habían practicado aquello, pero en las caras de las mujeres se notaba que ellas estaban disfrutando de las experiencias y ellos se sentían excitado por verlas.
Una vez que todas habían comido de todos los muchachos, una vez que cada una no tenía el menor rastro de semen sobre su cuerpo, Marta se levantó.
-Mamá, ya puedes dejar de grabar. - Fue hacia la anciana y le cogió la cámara y la apagó. - Otro día os doy una copia a cada una de ustedes. Ahora es tarde y hemos de darnos un baño y dormir... Bueno, que cada uno duerma con quien quiera.
Así, Yolanda y Eduardo durmieron con su madre María en una habitación. Marta durmió con Enrique en la misma habitación donde antes habían tenido la orgía. Samuel y Jesús durmieron con Luisa en el salón. Durante la noche se escucharon en todas la habitaciones los gemidos de madre e hijos.
Después de todo esto, tuvieron más encuentros entre ellos, pero creo que eso ya queda para la intimidad de esta lujuriosa e incestuosa familia. Espero que os haya gustado esta imaginaria serie y que sobre todo os haya calentado tanto como a mí al escribirla.
Atentamente Mortocoro.