Marta: un fin de semana familiar 2

Continúa el incestuoso fin de semana de la familia de Marta.

El sábado por la mañana todos se levantaron tarde, la noche había sido dura y tuvieron que descansar. La más feliz era Yolanda que había encontrado lo que siempre deseó, una polla a su medida... bueno, a la medida de sus deseos. Todos se ducharon y habían preparado el almuerzo. Después de comer estaban reposando para ir un poco más tarde a la playa.

Allí estaban cuando sonó el claxon de un coche. María se levantó y miró por la ventana. Eran Enrique y su hermano Jesús, pero no venían solos, además traían a su abuela Marta, madre de Marta.

-¡Oh, oh... problemas! - Dijo María.

-¿Qué pasa? - Preguntó Marta acercándose para mirar por la ventana. - ¡Esos idiotas han traído a mi madre!

-¡Tranquila! - Le dijo María que veía que no iba a poder tener otra noche como la anterior. - ¡Disimulad que tenemos visita! - Ordenó a todos los que allí estaban.

María abrió la puerta y saludó a los visitantes. Entraron y distribuyeron las habitaciones de nuevo, soltaron las cosas que traían y conversaron mientras tomaban café. La abuela tenía ya setenta y dos años, siempre fue una mujer de costumbres rectas y había educado a sus hijas bien. Si llegara a enterarse lo que pasaba en aquella casa, seguramente moriría en aquel momento.

Y así tuvieron que pasar el resto del día, ocultando sus lujuriosos deseos. A eso de las seis de la tarde decidieron ir a la playa. Así que todos cogieron sillas, toallas y demás y marcharon a la playa. Y allí estaban, las cuatro calientes mujeres: Marta, María, Luisa y su hija Yolanda, acompañadas de sus insaciables amantes: Eduardo, Samuel, Enrique y Jesús. Y todos vigilados inconscientemente por la Abuela. Colocaron las toallas y las sillas y allí dejaron a la anciana abuela mientras todos los demás marcharon al agua.

Poco a poco fueron entrando en el agua. Ellos entraron más rápido y chapoteando para fastidiar a las mujeres. Ellas no tardaron en seguirlos a ellos. María nadó hasta llegar a su hijo, le dio la espalda y él la agarró por la cintura. Ella frotó su culo contra el sexo de su hijo mientras él subía las manos y acariciaba las tetas de su madre.

-¡Mira como Eduardo cuida de su madre! - Dijo Luisa colocándose delante de su hijo al igual que estaba su amiga. - ¡Anda, cógeme para que no me ahogue!

El culo frotó la polla de Samuel y rápidamente se endureció para contentar a su madre. Mientras una mano de él acariciaba las tetas de su madre, la otra se metió entre las piernas de ella acariciando el maduro coño y apretándola contra su endurecida polla.

Marta no dijo nada, se colocó delante de su hijo Jesús y comprobó con su redondo culo que aún no estaba empalmado. Se giró y abriendo las piernas, lo rodeó por la cintura para que sus sexos se tocaran.

-¡Para mi niño, mi coño! - Dijo Marta y Jesús veía el canalillo que formaban las tetas de su madre.

Enrique y Yolanda estaban separados del incestuoso grupo. Hablaban y después de un rato, se acercaron a los demás. Estaban algo separados entre ellos.

María sintió el enorme bulto que su hijo empujaba en su culo. Se separó un poco y con una mano sacó la polla y la empezó a masturbar. Sentía aquella maravilla que palpitaba entre sus dedos. Su coño empezaba a lanzar flujos y su corazón se aceleraba. ¡Tenía que tener aquello dentro de ella! Se giró, apartó la tela que cubría su maduro coño y dirigió la enorme polla a la entrada de su vagina. Eduardo sintió el calor del coño de su madre en la punta de su gordo glande. La mano de ella la movió para que aquel joven sexo le acariciara toda su raja. Ambos sentían mucho placer, no tanto por hacer lo que muchas veces habían hecho, si no por la imperiosa necesidad de tenerse que los había empujado a hacerlo en un lugar público. Las manos de él se colocaron en el redondo culo de María y la empujaron para que sus sexos se unieran. Ella cerró los ojos y echó la cabeza atrás cuando se sintió invadida, cuando la polla de su hijo separó y dilató las paredes de su vagina hasta llegarle hasta lo más profundo de ella. Eduardo tenía delante las tetas de su madre y en la mojada tela del bañador se marcaban los dos erectos pezones.

Marta metió la mano entre el cuerpo de su hijo y el suyo y acarició la polla de Jesús. Aún estaba flácida cuando la experta mano de Marta la agarró. Empezó a darle un masaje y Jesús respondió como su madre buscaba, al momento su polla se endurecía. Jesús miró a su madre y los hermosos ojos y la sonrisa que se dibujaba en su hermosa boca. Él sintió ganas de comerse a besos a aquella hermosa y sexi madura en la que se había convertido su madre, pero estaban en un lugar público y su abuela no estaba lejos como para no darse cuenta que madre e hijo se comían la boca.

Luisa se inclinó hacia delante. Su hijo la sujetaba por la cintura con las manos y su culo quedó en pompa al alcance de él. Ella llevó las mano atrás y el se pegó, bajó su bañador y la polla endurecida quedó libre. Después apartó la tela que cubría su redondo culo y su coño y buscó con la mano el sexo de su hijo. Lo dirigió hasta colocarla entre sus piernas y empujar en su raja. La mano que ella tenía libre se colocó entre sus piernas y separó lo labios de su húmedo coño ante en insistente empuje del sexo de su hijo. En cuanto la entrada de la vagina de Luisa fue liberada, la polla de su hijo entró sin esfuerzo hasta llenarla por completo con aquella joven polla. Ella miraba a la otra pareja que ya estaban follando y se calentaba más al sentirse llena con su propio hijo que comenzaba a penetrarla lentamente.

Marta giró la cabeza al escuchar las quejas de placer de sus amigas y allí estaban. Intentaban no moverse mucho mientras ellos clavaban sus pollas. Lanzaban gemidos apagados para no ser escuchado. Ver a las otras y sentir que la polla de su hijo estaba en su máximo tamaño y en su mano, fue lo que le hizo dirigirla a la entrada de su coño. Apartó la tela de su bikini y separó los labios de su coño. Necesitaba tenerla dentro y su vagina lanzaba chorros de flujos para ser penetrada. Sintió como el glande de aquella polla empezaba a entrar poco a poco, aún necesitaba que su vagina soltara más flujos, se empezaba a llenar con su hijo pequeño y calambres de placer empezaban a recorrer su cuerpo.

-¡Marta, Marta! - Ella abrió los ojos sobresaltada al escuchar a su madre que la llamaba desde la orilla.

-¡Mierda, mi madre me llama! - Le dijo a las otras. - ¡Sacad las pollas de vuestro coños que seguramente se quiera bañar! ¡Voy! - Le gritó a la abuela.

Una gran frustración la invadió cuando la polla de Jesús salió de su coño. Luisa hizo lo mismo y se volvió para seguir masturbando a su hijo con la mano.

-¡Venga cariño! - Le dijo al oído a Samuel. - ¡Córrete tú, ya me darás después placer a mí! - Y su mano se movía a toda la velocidad que el agua le dejaba.

-¡Venga Eduardo, que nos va a ver la vieja! - María luchaba por sacarse a su hijo de dentro.

-¡Ya me queda poco, aguanta mamá! - Él seguía follándola y no podía parar. - ¡Ya me queda poco!

-¡Venga hijo, córrete ya dentro de mamá! - María sentía el agobio ante la posibilidad de ser pillada, pero a la vez estaba más excitada que nunca. - ¡Venga folla rápido a mamá y córrete!

Eduardo la follaba y cada vez le faltaba menos para correrse. Luisa seguía masturbando a su hijo, los dos miraban como la otra pareja tenían un orgasmo contenido, era claro que Eduardo estaba soltando toda su carga de semen dentro de la vagina de su madre. Miró atrás y las dos Martas aún estaban en la orilla, pensó que le daría tiempo.

-¡Me voy a correr mamá! - Le dijo Samuel a su madre.

Luisa volvió a ponerse en pompa con el bañador apartado, con su lujurioso coño esperando que su hijo la penetrara de nuevo.

-¡Corre hijo, clávamela y córrete dentro de mí!

Samuel se pegó a su madre y su polla fue dirigida hasta el coño de ella. Empujó y se clavó hasta el fondo, aquel coño estaba loco por que lo follaran. Agarrado a las caderas de ella empezó a clavarla y en poco sintió ganas de correrse. Así lo hizo, chorros de su caliente leche llenaban a su madre por dentro y ella se convulsionaba al tener otro orgasmo. Nunca antes habían tenido un orgasmo de esa clase, con el miedo de ser pillados y la excitación que aquello les producía.

Marta llevaba de la mano a su madre mientras entraban en el agua poco a poco. Miraba a los otros que se había separado. "¡Seguro que las muy putas se han corrido con sus hijos!" Pensó Marta que tenía la necesidad de sentir la polla de su hijo dentro de ella.

-¡Hija, ponte bien el bañador que se te ve todo el chocho! - Le dijo la vieja.

-¡Es que he hecho pipí y no me lo he colocado bien! - Dijo la hija para disimular.

Llegaron hasta donde estaban todos algo desperdigados y con el recuerdo del polvo echado. La abuela quedó medio flotando, aguantando el equilibrio con las manos. Marta se colocó junto a su hijo Jesús para volver a acariciar su joven polla, pero este se apartó y se alejó buceando. Ella quedó con las ganas de haber disfrutado de un polvo marino y las dos amigas lucían unas sonrisas de satisfacción por el placer.

Después de varias horas de estar en la playa y sin que Marta hubiera podido satisfacer su lujuria por tener que estar constantemente al cuidado de su madre, volvían a la casa. La abuela se puso a hacer la cena mientras los demás se bañaban, Yolanda se ofreció para ayudarla.

Ya sólo quedaban por bañarse Marta y sus dos hijos. Su madre seguía en la cocina y en el pasillo, donde no los viera la abuela, los puso contra la pared.

-¡Venid conmigo que ya no aguanto más! - Su tono era sensual y se notaba lo necesitada que estaba. - ¡Os vais a duchar conmigo!

Los agarró de las manos y los metió en la ducha, cerrando el pestillo interior. El baño era amplio y tenía una bañera redonda. A sus cuñados, según le había contado María, les gustaba tener sus dosis de sexo allí, aunque últimamente quien más lo aprovechaba era Eduardo que follaba con su madre en todas partes.

Sus dos hijos se dejaban guiar por la lujuriosa voluntad de su madre. Así, los colocó uno al lado del otro en medio del baño, se puso de cuclillas y les quitó los bañadores. Jesús ya mostraba una hermosa erección, si bien aún no tenía la dureza que a su madre le gustaba, la mano de ella empezó a acariciarla.

La polla de Enrique aún estaba flácida y se perdió dentro de la boca de Marta que le daba buenas mamadas para hacerla reaccionar. Estaba salada por el agua del mar, pero a ella le gustaba. Mientras la polla entraba y salía de su boca, podía sentir como crecía en su boca, con cada mamada.

Las manos de Enrique acariciaban su pelo agradeciéndole aquello que le hacía. Jesús, con su polla en la mano de su madre, empezó a acariciar sus tetas. Los pezones se marcaban en la tela del bikini y con un dedo Jesús le liberó las tetas para poder acariciar aquellos erectos y endurecidos pezones.

Para agradecerle a su hijo Jesús lo que le hacía en las tetas, sacó la polla de Enrique y ahora se tragaba la del otro hijo. "¡Ya está como a mí me gusta!" Pensó Marta al saborear la polla. Enrique se arrodilló junto a su madre y comenzó a lamerle una teta. Ella notaba que las bragas se le mojaban irremediablemente al sentir el roce de la mano de Enrique. Jesús agarró su cabeza con las manos y folló su boca como si lo hiciera con su coño.

Dos dedos de Enrique entraron por las bragas y comenzaron a buscar la húmeda entrada de la vagina de la madre que tragaba a duras penas, pero con gran excitación, la polla del hermano. Los dedos entraron sin problemas en aquel lujurioso coño, mojándose de abundantes flujos que la enloquecida madre lanzaba preparándose para acoger a sus hijos.

El hijo mayor sacó los dedos del coño de su madre y los chupó para saborearla. Ella lo miraba de reojo mientras mamaba la polla del hijo pequeño. De nuevo le metió los dedos para impregnarlos de ella y ahora se los ofreció a su madre. Jesús sacó la polla para que chupara sus flujos. Ella gozaba con todo aquello, se había vuelto toda una pervertida, ahora era la puta de sus hijos y allí estaba para lo que los morbosos e incestuosos hijos quisieran.

Jesús la hizo levantar y la besó con pasión, sus lenguas jugaban de una boca a otra. Enrique aprovechó para poner una pierna de ella sobre su hombro, de forma que el coño le quedara al alcance se su boca... Comenzó a comerle el coño y ella gemía. Jesús atacó sus tetas, lamía y chupaba sus pezones. Con una mano las acariciaba y la otra tocaba el redondo culo de su madre.

Marta estaba en la gloria gozando de sus dos hijos que le daban todo el placer que necesitaba. Su coño no dejaba de lanzar flujos, sus pezones y su clítoris estaban más erectos de lo que nunca habían estado. Una de sus manos se agarraba a la polla de Jesús y la masturbaba en aquella orgía incestuosa. Hacía algún tiempo no podía pensar en hacer aquello y ahora su cuerpo lo necesita casi a diario. Marta empezó a sentir un primer orgasmo y la boca de Enrique se inundó de los fluidos de su madre.

La bañera ya estaba lista, antes de empezar todo ella la había puesto a llenar. Era hora de entrar en la bañera y en la madre. Colocó a Jesús en el fondo y se subió encima, él la tenía más gorda que su hermano mayor y ella necesitaba esa noche sentirse totalmente llena. Hizo que Enrique se sentara en el filo de la bañera, justo encima de la cabeza de su otro hijo, con las piernas abierta para que su polla estuviera a su total disposición.

Agarró la polla de Jesús y la dirigió a la entrada de su vagina. El agua estaba cálida, pero él sintió que su polla ardía al sentir el interior de su madre, sin duda estaba caliente. Ella se dejó caer hasta que toda la polla estuvo dentro y cerró los ojos por el placer. Sintió como la boca de su hijo menor mamaba sus pechos y buscó la polla del mayor que la esperaba erecta y dura para que ella se la tragara. Se inclinó y se metió la polla en la boca. Se movía haciendo que la polla de su coño saliera y la de la boca entrara, se volvía a mover y ahora salida la de la boca y se clavaba la de su coño. Estaba en la gloria llena con sus hijos.

Marta no tardó mucho en sentir que se iba a correr y soltó la polla de Enrique. Cabalgó más rápido y su orgasmo estaba a punto de llegar. Apretó su cuerpo contra Jesús para que la polla entrara todo lo posible y tuvo que morderse los labios para no gritar de placer por el órgano que estaba sintiendo.

Enrique se levantó y se colocó detrás de ella mientras que descansaba del placer que había sentido. Pudo sentir los dedos de su hijo que empezaban a buscar su ano. Ahora la llenarían de verdad. Poco a poco la fue clavando y dilatando su ano hasta que el glande entró. Poco a poco se fueron moviendo los tres hasta que las dos pollas de los hijos se clavaban por completo en la madre. Ella tenía que hacer muchos esfuerzos para no lanzar los alaridos de placer que le provocaban las dos jóvenes y duras pollas que la estaban partiendo. Se sentía rellena. No le cabía más. Se retorcía de placer y arañaba a su hijo Jesús, mientras volvía la cabeza para ofrecerle su boca al otro hijo. Marta se convulsionaba con los placeres que le producían los orgasmos que estaba teniendo, no sabía ni cuantos llevaba ya, sólo sabía que estaba gozando y sentía que perdía las fuerzas por el placer.

-¡Ahora hermano! - Dijo Jesús como dando una señal. - ¡Ahora!

Marta creyó morirse al sentir como sus dos hijos la inundaban de semen, en el culo y en la vagina. Ella sentía fuego en su interior, como si cada chorro de semen que lanzaban sus machos fuera lava. Los tres intentaban no gritar, pero era casi imposible y de vez en cuando alguno se les escapaba.

Los tres quedaron en la bañera, en la posición en la que estaban, con las pollas de los hijos aún dentro de la madre y dando los últimos espasmos para acabar de soltar el joven semen.

Después de una hora de haberse metido con sus hijos en el baño, Marta salió limpia y satisfecha de sexo. Tal vez aguantara esa noche sin tener que follar, pues la madre dormiría con ella y sus machos en la misma habitación.

Cuando andaba por el pasillo se encontró de cara a su madre que la miró seria.

-¡Marta, ven conmigo que tenemos que hablar! - Parecía enfadada con algo.

Marta la siguió hasta la habitación. Las dos se sentaron en el filo de la cama y la abuela habló.

  • Hija, he visto lo que has hecho con tus hijos en el baño. - Marta se quedó pálida. - ¿Te has vuelto loca? ¿Crees que eso está bien?

-Yo... no sé... es que... - Marta no sabía que decir y casi llora.

-¡Tranquila, tranquila! - Le dijo la anciana. - Si lo que digo es que si te has vuelto loca por no llamarme para ayudarte con ellos, qué si está bien que lo hagas sin que yo te ayude... - Marta tenía cara de asombro por no creer lo que su madre decía, mientras que la otra tenía una gran sonrisa. - ¿Crees que soy tonta y no sé que hacéis unas buena orgías? Un día tu hermana Pili, en un momento de debilidad me lo contó todo, por eso quería venir aquí, para veros y ayudaros en lo que me dejéis.

-Pero... pero... - Marta seguía sin creerse lo que oía.

-¡Vamos tonta! - La anciana la levantó de la cama. - ¡Hagamos planes para esta noche!

Las dos salieron de la habitación y fueron al salón para comer y después hablar con todos los demás. Al final aquella noche acabaría en orgía. Allí estaban cuatro jóvenes para follar a las tres maduras y otra joven... pero además esa noche tendrían la experiencia de una anciana.