Marta: un fin de semana familiar 1
Marta y sus amigas se van de fin de semana a la playa, no pudo ir ninguno de los chicos... ¿Qué podrán hacer? ¿Alguien les echará una mano... u otra cosa?
Para cuando llegó el fin de semana, ninguno de los chavales podía ir con ellas a la playa, a casa de María, así que el viernes sobre las siete de la tarde llegaron en un coche Marta, Luisa y Yolanda. Las recibió María. Marta pensaba en la suerte que tendría Eduardo, tendría un harén para él solo ese fin de semana. -Hola Marta. ¿Qué venís las tres solas? - Dijo María. -Sí, mis hijos se han tenido que ir con el padre y Samuel ha tenido que ir a un partido en otra ciudad. ¡Tu hijo se pondrá contento! - Respondió la cuñada. -Pues nada de eso, él ha tenido que acompañar a su padre a un viaje. - María estaba algo desilusionada. - ¡Bueno, ya buscaremos algo para divertirnos! -¡Seguro! - Respondió Marta. Las cuatro mujeres entraron en la casa y se acomodaron en ella. Después de cenar, todas se fueron a la habitación. Habían preparado una con una cama de matrimonio y otras dos pequeñas para dormir juntas. Pusieron la televisión y comenzaron a hablar de todo un poco. -¿Y cómo empezasteis a follar con vuestros hijos? - Preguntó Yolanda entre una cosa y otra. Una a una le contó su historia. A los pocos minutos estaban calientes y sin hombres que llevarse a su hambrientos coños, así que María cambio de canal y puso uno porno. Se levantó y sacó unos cuantos consoladores. -¡Tomad, a falta de hombres...! -¿Nos ayudamos? - Dijo Marta sin referirse a ninguna en concreto y agitando una gran polla negra. -¡Esa es igual que la qué folla a esa rubia en la película! - Observó Luisa quitándose las bragas y abriendo las piernas. - ¡Prueba con mi coño! Marta se echó a sus pies observando el abierto coño de su amiga que pasaba sus dedos por aquella raja frotándose su clítoris. Marta empezó a lamer la gran polla negra y poco a poco calentaba más a Luisa que empezaba a sentir la necesidad de sentirse llena con aquello. Las otras dos las observaban sin dejar de tocar sus mojados coños. -¡Hija, deja que te ayude! - Dijo María a Yolanda que no dudó en abrir sus piernas para ver como su madura anfitriona le mordía el coño por encima de sus ropas. Del coño de Luisa brotó gran cantidad de flujos cuando miró a su hija que disfrutaba con su nueva amante. Si duda había salido a su madre pues tanto le gustaba un buen nabo como que otra mujer la hiciera gozar... ¿le gustarían los coños? Mientras miraba a su hija, sintió como su vagina empezaba a dilatarse al ser penetrada por Marta. Veía a su amiga a cuatro patas entre sus piernas, mirando fijamente su coño mientras lo penetraba con aquel delicioso y abundante consolador. Desde joven le gustaba como la masturbaba su amiga, la miraba casi como si fuera su enamorada mientras la otra metía y sacaba la polla para darle todo el placer posible... jadeaba y sentía la lujuria que flotaba en el habiente... se acordó de su hija y volvió la cabeza para mirarla. Estaba sentada en el filo de la cama, María le había quitado los pantalones y las bragas del pijama para comerse aquel joven e inexperto coño. La cara de Yolanda mostraba todo el placer que sentía con lo que su madura amante le hacía. Luisa sintió una gran excitación al ver a su hija y un orgasmo estaba a punto de llegar. Entonces los ojos de Yolanda la miraron. Nunca la había visto tan bonita como aquella noche... ni tan excitante... Ya no sólo era su hijo la que la ponía caliente, ver a su hija la ponía aún peor y sintió un poco de vergüenza por aquello. De golpe Yolanda se levantó de la cama arrancando su coño de la boca de María que intentó seguir lamiéndola. Anduvo sin dejar de mirar a su madre hasta que se colocó junto a ella, de pie, mirándola a los ojos. Las dos se miraban y Luisa temía que le pudiera reprochar algo. Yolanda se puso de rodillas en la cama y comenzó a lamer el clítoris de su madre mientras Marta no dejaba de follarla con el consolador. Luisa gimió y se retorció por el instantáneo orgasmo que le produjo el contacto de la lengua de su hija en el clítoris. Se convulsionaba con cada movimiento de lengua que hacía. Marta la penetró más rápido para que gozara de aquel momento. Allí estaban las cuatro, dándose placer mutuamente por la falta de hombres... pero siendo como eran las cuatros, ¡para que los querían! ¡Ellas se bastaban! Luisa abierta de piernas y gimiendo por el placer, su hija Yolanda comiendo su coño y su amiga Marta follándola con aquella polla de goma. María disfrutaba en la otra cama de aquella visión mientras se clavaba en su húmedo y caliente coño otra polla de goma. -¡Ya te dije que no aguantarían una noche sin un hombre con ellas! - Sonó la voz de Eduardo en la habitación.
Las cuatro mujeres se sobresaltaron, Luisa y Yolanda se taparon pues nunca habían estado desnudas con Eduardo.
-¿Cómo es que has venido? - Preguntó María desde su cama.
-¡Ya ves mamá! He venido con Samuel pues estaba seguro que no aguantaríais una noche sin sexo. - Dijo el hijo. - ¡Pasa Samuel! Mira, aquí tenemos un claro ejemplo de maduras calientes... bueno y aquella preciosidad de allí que no es madura, pero que también está caliente.
-¡Ya la veo! - Dijo Samuel y su polla empezó a crecer ante la posibilidad de tirarse de nuevo a su hermana. - ¡Si ella quiere, le daré un tratamiento especial!
-¡Pues que estáis tan dispuestos, ven tú aquí! - Marta agarró a Eduardo y lo acercó a donde ella estaba.
Las manos de Marta acariciaban la gorda polla de su sobrino que crecía bajo el pantalón. La lengua de él se hundía en su boca y jugaba con la de su tía. Una de las manos acarició con fuerza las tetas de ella.
Samuel se encaminaba hacia su madre y su hermana, dispuesto a darles todo el placer que necesitaran, pero de repente las manos de María lo agarraron por la cintura y lo hicieron sentarse entre sus piernas, dándole la espalda a ella que puso sus generosas piernas sobre los mulos agarrándolo como un pulpo agarra a su presa. Las manos de María acariciaron el joven pecho de Samuel y poco a poco fueron bajando hasta llegar al bulto que formaba su polla bajo el pantalón.
-¡Esta noche quiero probarte! - Le dijo al oído mientras mordisqueaba su oreja. - ¡Me ha dicho tu madre que eres un animal partiendo culos! ¡Tendré que ponerte a prueba!
Samuel inclinó la cabeza hacia atrás para sentir como la lengua de su madura amante jugaba con su oreja. Las manos de ella empezaron a desabrochar el pantalón hasta que liberaron su endurecida polla que acariciaba suavemente, sintiendo como palpitaba en ella. Luisa y Yolanda lo miraban desde la cama sin moverse y calentándose cada vez más. Luisa fue la primera en abandonar su lugar y ponerse de rodillas delante de su hijo. Sacó su lengua y empezó a juguetear con el glande mientras la experta mano de María lo masturbaba sin dejar de mordisquear y lamer el cuello de él.
Yolanda permanecía aún en la cama mirando como su madre se tragaba la polla de su hermano. Estaba muy caliente, pero no se atrevía a desnudarse delante de Eduardo... Entonces miró para Marta y Eduardo. Marta abría su boca y se tragaba lo que podía de la enorme polla de su sobrino. Aquello fascinó a Yolanda. Su debilidad eran las polla enormes y aquel chaval tenía lo que ella siempre había buscado. Como hipnotizada soltó la sábana que la cubría y se movió a cuatro patas hasta llegar a la altura de Marta. Miraba como su amiga intentaba tragarse todo lo posible aquello, dando grandes mamadas en el redondo y voluminoso glande de él que acariciaba la cabeza de su tía.
-¿Quieres chuparla un poco? - Le dijo Eduardo mirando a los bonitos ojos de Yolanda.
Marta miró a su lado y allí estaba su joven amiga, con los ojos clavados en la gran polla de su sobrino. No dijo nada. Se sacó la polla de la boca y la ofreció. Yolanda tenía aquel excitante ariete delante de sus ojos, al alcance de su boca, lo que siempre había querido. Su deliciosa boca se abrió y el glande se perdió dentro forzando las comisuras de su boca. No le importó, empujó más y sintió cómo toda la cavidad de su boca se llenaba de la endurecida carne de su nuevo amante. Tiró atrás de su cuerpo para que fuera saliendo a la vez que succionaba fuertemente. Eduardo sintió un gran cosquilleo en la punta de su polla, como nunca antes lo había sentido. Yolanda era sin duda una gran mamadora y cada chupetón que le daba a su polla le hacía perder fuerzas y le temblaban las piernas.
-¡Dios, qué buena mamada! - Gritó Eduardo acariciando las tetas de su tía mientras su joven amante mamaba. - ¡Dejadme que me tumbe!
Así lo hizo, se tumbó en medio de la cama con su enorme polla apuntando al techo y deseando que la boca de Yolanda siguiera haciendo las maravillas que sabía hacer. Ella no dijo nada, abrió sus piernas y le ofreció el coño para que él le devolviera el favor mientras una mano agarraba su deseada polla y su boca comenzaba de nuevo una gran mamada. Si tener aquella polla le excitaba, su coño empezó a lanzar chorros de flujos cuando la lengua de Eduardo recorrió su raja hasta pararse en su clítoris. Estaba en la gloria, nunca imaginó tanto placer como el que estaba sintiendo. Eduardo nunca antes había tenido a una joven como amante, y el sabor del joven coño lo volvía loco. Él alardeaba de aguantar mucho sin correrse, pero la habilidad de Yolanda unida al excitante sabor de aquel joven coño, hizo que no aguantara mucho y sin poder decir nada, comenzó a lanzar chorros de semen dentro de la boca de Yolanda.
Ella había sentido como aquel jugo empezaba a subir por la dura polla y la esperaba impaciente, fuertes chorros de semen brotaron en el interior de su boca y ella, a duras penas, los paró para no tragarlos. Aún se convulsionaba la polla de Eduardo cuando el glande salió de su boca. Ella miró a Marta y abrió la boca. Allí estaba la mayor parte del semen que él le había dado tan generosamente.
-¡Eres una maestra mamadora! - Dijo Marta viendo el blanco líquido que se movía viscoso por encima de la joven lengua de su amiga. - ¡Pásame un poco para que pruebe el sabor de mi sobrino!
Yolanda se incorporó un poco sobre el cuerpo de Eduardo que estaba exhausto por la gran mamada y Marta se preparaba bajo ella para que le pasara algo de semen, esperaba con la boca abierta para recibirlo. La otra se inclinó sobre ella con la boca cerrada para pasarle el deseado fluido y en un golpe de cuello, levantó la cabeza y ofreció, para todos los que allí estaban el exagerado movimiento de tragarse toda la corrida de su nuevo amante.
-¡Nada de eso Marta! - Dijo y nadie daba crédito a la actitud que había cogido aquella hermosa joven. - ¡Esta polla y su contenido me pertenecen sólo a mí! - Era como si desafiase a cualquier mujer a intentar quitarle aquella polla.
Marta miró anonadada como se movió sobre Eduardo hasta colocar su coño encima de la polla que aún estaba algo erecta. La agarró con una mano y la hizo entrar en su mojada raja. Se sentó y se movía poco a poco, sintiendo como su vagina se dilataba y se llenaba con Eduardo. Marta supo que aquella noche no podría tener sexo con su sobrino hasta que Yolanda quedara totalmente satisfecha.
Samuel disfrutaba de las caricias de María mientras su madre mamaba su polla. Sentía como entraba entera en la boca de ella que se forzaba para tragarla; en su cuello y sus orejas María daba pequeños mordiscos que le volvían loco, las manos de ella lo acariciaban desde la polla hasta el cuello. Estaba disfrutando de sus maduras y veía como su hermana follaba a Eduardo. Vio como Yolanda se giraba sobre su amante sin sacar la polla de su vagina para ofrecerle las tetas que Eduardo mamó con ganas, de nuevo su polla estaba dura como a ella le gustaba. Samuel deseó levantarse y clavarla en el culo de su hermana, pero las dos mujeres que le daban placer se lo impedían.
Marta miró como su cuñada y su amiga gozaban del joven Samuel y deseó ser penetrada. Se levantó de la cama en la que estaba y se subió en la otra junto al trío que allí estaba. Se colocó a cuatro patas dejando el culo en el filo.
-¡Samuel, clávala en el hambriento coño de tita Marta! - Dijo María al ver como su cuñada se preparaba.
Él no dijo nada. Le arrancó la polla a su madre de la boca y se colocó detrás de su tía que le ofrecía su sexo para que la penetrara. Podía ver el redondo culo de Marta, entre sus muslos aparecía la raja mojada de su sexo esperando ser invadido por el deseado ariete del joven. Luisa agarró la endurecida polla de su hijo y le dio dos o tres chupetones antes de dirigirla a la entrada del placer de su amiga. Él se acercó hasta que su glande estaba en la entrada. Luisa la restregó por toda la húmeda raja para que los labios se separaran y Marta sintió el suave grosor de la punta de aquella polla que estaba justo en la entrada de su vagina. Se echó atrás y sintió como su vagina se dilataba y se llenaba con la polla de Samuel que agarró sus caderas para empezar a follarla.
Los gemidos que empezaba a dar Marta se mezclaron con los que emitía Yolanda al ser enérgicamente follada por Eduardo que agarraba sus caderas y le incrustaba toda la longitud y grosor de su polla hasta lo más hondo de ella. Marta miró hacia atrás llena de placer y pudo ver como Yolanda botaba sobre su amante. Junto a ella María se masturbaba de nuevo con una de las pollas de goma y Luisa había desaparecido.
Samuel sentía el calor de la vagina de Marta en su polla y unas manos empezaron a separar los cachetes de su culo. Miró atrás y pudo ver como su madre metía la boca para empezar a lamer su ano. Nunca le habían hecho eso y la sensación de tener su polla dentro de Marta y a su madre lamiendo su culo casi hace que se corra. Se inclinó un poco hacia delante para que su madre pudiera lamer mejor, pero sin descuidar la follada que le daba a la otra.
Ahora los gritos de Yolanda eran tremendos al tener otro orgasmo. María los observaba desde la otra cama, tocándose el coño y excitándose con la visión del polvo que estaban echando su hijo y ella. Los observaba desde hacía un buen rato y había perdido la cuenta de los orgasmos que había mostrado aquella ardiente joven. "¡Si se queda con mi hijo, las noches que podremos pasar los tres!" pensó María al verlos.
Luisa dejó de lamer el culo de su hijo y se levantó acariciándolo. Se abrazó a él y le ofreció su boca para besarlo. Las lenguas de los dos pasaban de una boca a otra mientras la polla de él entraba hasta el fondo en Marta que no paraba de gemir y retorcerse pues ya había tenido tres orgasmos. Con una mano Samuel le indicó a su madre que se preparara junto a ellos. Ahora le tocaría a ella recibir a su hijo como desde hacia algún tiempo le gustaba, clavándole su polla hasta el fondo.
Y así lo hizo, Luisa se subió en la cama y se colocó a cuatro patas, al igual que su amiga, preparada para que su hijo le diera todo el placer posible. Miraba a los ojos de él cuando sacó la polla de Marta y se colocó detrás de ella. Cerró los ojos al sentir el roce de la polla en la entrada de su coño. Deseaba ser penetrada por su hijo. A Samuel le gustaba hacer sufrir a su madre. Muchas veces no la penetraba de inmediato, si no que le pasaba su polla por la raja de ella hasta que le suplicaba que la metiera. Y aquella noche era una de esas veces. Luisa sentía como el glande de su hijo separaba los labios de su coño y pasaba una y otra vez por encima de la entrada de su vagina sin penetrarla. Eso le desesperaba pero el roce con su clítoris le daba un placer diferente, pero deseaba que la clavara entera... pero no lo hacía. Lo que de verdad le volvía loca a Luisa era el momento en que era invadida por su hijo, de forma violenta empujaba su polla hasta lo más hondo de ella arrancando un gemido mezcla de placer y algo de dolor. Pero aún no la metía, seguía jugando en su caliente entrada, castigando su clítoris y encendiendo la lujuria contenida que invadía a su madre.
Marta comenzó a moverse para bajarse de la cama, pero una mano de Samuel la detuvo y comenzó a tocar su ano. Se separó de su madre y se colocó de nuevo detrás de Marta, la penetró y con el dedo gordo de la mano empezó a penetrar su culo mientras su polla se clavaba totalmente en la mojada vagina.
-¡Hijo de puta! - Protestó su madre junto a ellos. - ¡Te gusta hacer sufrir a tu madre, cabrón! - Se empezaba a levantar de la cama.
-¡Quieta! - Dijo Samuel parándola con la otra mano. - ¡Ahora te voy a dar tu ración de carne!
Sacó la polla de Marta y volvió a jugar con la raja de su madre.
-¡Clávala ya, cabrón! - Protestó Luisa.
Ese era el momento que esperaba él, cuando su madre estaba totalmente desesperada por tenerlo dentro de ella. Rápidamente agarró las caderas de su madre y empujó con todas sus fuerzas para que la polla le entrara hasta el fondo.
-¡Aaaah, cabrón! - Dijo Luisa entre gemidos y protestas. - ¡Qué me gusta que me la claves entera!
Su hijo la follaba frenéticamente, como sabía que a ella le gustaba. El maduro coño de su madre estaba totalmente empapado por el deseo que había sentido antes de follarla y la polla le entró en la vagina sin hacerle daño, de una vez y hasta lo más hondo de su vagina. Ahora los gemidos de Luisa llenaban la habitación. Marta se levantó y se colocó al lado de Samuel para lamerle los pezones mientras follaba a su madre.
María estaba ya muy caliente mientras miraba como todos los demás follaban. Se levantó de la cama y se dirigió hasta donde su hijo y Yolanda estaban recostados. Ya se habían corrido los dos y estaban descansando. Se sentó junto a su hijo y empezó a acariciar la hermosa polla.
-¡Habéis echado un buen polvo! - Les dijo. - ¡Pero ahora tienes que satisfacer a tu madre!
-¡Toda tuya! - Le dijo el hijo.
María se inclinó y bajo la atenta mirada de Yolanda, empezó a pasar la lengua por la gorda polla que empezaba a reaccionar y a coger volumen y dureza.
-¡Esta es la polla de mi hijo! - Dijo María sonriendo a los dos. - ¡Siempre dispuesta a satisfacer a su mamá!
Su lengua pasaba por toda la longitud de aquella polla. Podía saborear el semen mezclado con los flujos de Yolanda de la follada que habían tenido antes. Aquello le excitó más y sintió como su vagina empezaba a lanzar flujos. Se colocó a cuatro patas sobre la cama e hizo que Yolanda abriera las piernas. Allí delante tenía el joven coño, mojado y rebozante del semen de su hijo. Separó los labios y metió su lengua para saborear su sexo. Podía sentir el sabor de los dos amantes, como en la polla de su hijo, pero más intenso. Pasaba su lengua por toda la raja hasta llegar al clítoris para jugar con él.
-¿Te gusta lo que te hace mi madre? - Le preguntó Eduardo a Yolanda que contestó con un gemido y afirmando con un movimiento de cabeza. - ¡Ven y trae tu coño a mi boca, grandísima puta! - Le dijo a su madre y tiraba de ella que se movió hasta colocar su coño encima de la cara de su hijo.
María seguía chupando el joven y endurecido clítoris cuando vio que de la rosada vagina salía un poco de semen. Sacó la lengua y recorrió toda la raja desde el clítoris hasta recoger el preciado líquido con la punta de la lengua para saborearlo. Sentía como su hijo movía los labios de su coño hasta separarlos, sintió un calambre de placer cuando la lengua de él lamía su madura raja, al momento empezó a soltar flujos que Eduardo tragaba sin parar. Mientras madre e hijo comían los coños, Yolanda mordisqueaba el redondo y hermoso cachete del culo de María. Los tres estaban en la gloria. Entonces la joven llevó una mano hasta tocar con un dedo el ano de la otra. Poco a poco la fue penetrando hasta que el dedo entraba y salía de María a toda velocidad, dándole mucho placer que le devolvía a Yolanda con lametones y chupetones intensos en el clítoris. Los tres gemían.
En la otra cama, Samuel seguía penetrando locamente a su madre. Ella gemía con las envestidas de su hijo y el gruñía como un animal en celo. Marta, abrazada a Samuel, chupaba el joven y bien formado cuerpo que se tensaba al follar a su madre, mostrando sus marcados músculos. Entonces él cogió del pelo a Marta y la obligó a poner la cabeza de lado sobre el culo de su madre, sacó la polla del coño y la llevó a la boca de Marta que de inmediato la mamó sin rechistar, acariciando el endurecido culo de él. Después de unas cuantas mamadas, Samuel volvió a meter la polla en su madre y siguió follándola, mirando a los bonitos ojos verdes de Marta que aún estaba sobre Luisa esperando de nuevo la polla.
María sintió un mordisco más intenso en su culo cuando Yolanda empezaba a correrse con lo que ella le hacía en su coño. Aquello fue el detonante de que ella misma se corriera sobre la cara de su hijo, que no podía tragar tanto flujo como lanzaba aquel experto coño. Las dos mujeres se habían corrido.
-¡Móntame mamá!
La polla de Eduardo esperaba entrar en la acogedora y tibia vagina de su madre. Él se besaba con Yolanda cuando sintió el calor del coño de su madre, la estaba penetrando y entraba poco a poco sin ningún tipo de resistencia por lo mojada que estaba María. Al momento se convirtió en una amazona montando a su propio hijo y gimiendo al sentirse tan llena con aquella polla.
Luisa estaba a cuatro patas y sentía que perdía las fuerzas por el tremendo orgasmo que le daba su hijo, se dejó caer a un lado y él recolocó las piernas para follarla de lado, rápida y furiosamente. Marta estaba junto a ellos y veía perfectamente como la endurecida polla entraba y salía de coño de su amiga. No lo pensó, se agachó y buscó la forma de lamer aquella raja que mostraba una espuma blanquecina, efecto del batir de los movimientos de la polla en los flujos que la madura madre lanzaba. Luisa lanzaba alaridos de placer y se convulsionaba al sentir el orgasmo tremendo que ahora le proporcionaban la polla de su hijo y la lengua de su amiga que lamía a duras penas, pero eficazmente, su endurecido clítoris. Samuel clavó su polla todo lo posible en su madre que seguía corriéndose. Marta tuvo que apartarse, sentía el salado sabor del coño de Luisa en su boca. Luisa se relajaba con las suaves penetraciones que ahora le daba su macho. Marta siguió lamiendo el coño de ella y pasó a lamer toda la raja cuando la polla salió por completo de aquel coño.
María los miraba sin dejar de cabalgar a su hijo, excitándose con aquella lujuriosa madre follada por su hijo mientras sentía como dos dedos de Yolanda se metían en su ano.
-¡Cariño! - Le dijo a Samuel. - ¡Muéstrame como partes los culos! ¡Ven y fóllame por el agujero que tengo libre!
Samuel se volvió y se dirigió a la cama donde estaban los otros tres. Marta quedó lamiendo el coño de su amiga que aún se agitaba con los últimos placeres de su gran orgasmo. Samuel se subió de rodillas a la cama y podía ver el dilatado ano que tenía que penetrar. Su hermana había sacado los dedos y miraba a los ojos de él.
-¡Vamos machote! - Le dijo Yolanda. - ¡Parte este culo!
-¡Vale hermana! - Le contestó. - ¡Pero primero tengo que mojar un poco la polla para no hacerle daño!
Agarró a Yolanda y la colocó a cuatro patas al lado de madre e hijo. Allí tenía el redondo y bien formado culo de su hermana, ese que tantas pajas le había inspirado. Agarró la polla mojada por los flujos de su madre y lo hundió en el coño de Yolanda.
-¡Aaaah, cabrón! - Dijo ella en un lujurioso gemido de placer y protesta. - ¡Qué buena polla tienes!
Samuel penetraba desde atrás el joven coño de su hermana que soltaba flujos. Alargó una mano y acarició una de sus tetas. No eran demasiado grandes, por lo menos comparadas con las de las maduras madres que allí estaban, pero eran firmes y sus pezones estaban bien duros y erectos.
-¡Dame más hermano, clávala hasta el fondo! - Gimoteaba ella. - ¡Has que se corra la puta de tu hermana!
Ella no paraba de decirle cosas para encenderlo más. Al momento la follaba locamente y ella gemía, tenía agarrado su deseado culo y empujaba golpeando sus huevos contra la raja de su hermana. Poco tardó ella en tener un orgasmo que mostró con dulces y sensuales gemidos.
-¿Ahora le tocará a mi culo? - Preguntó María que no apartó la vista de los hermanos amantes, excitándose y follando con más intensidad a su hijo.
-¡Ahora te vamos a rellenar de carne por completo! - Respondió Samuel colocándose tras ella y dirigiendo su mojada polla al redondo ano de María.
Ella sintió la presión del glande sobre su esfínter y notó como cedía para que entrara. Sentía en su interior como las dos hermosas pollas se movían, frotándose una contra la otra, separadas por las entrañas de ella. María gemía por el placer y el dolor que le inferían sus dos jóvenes amantes. Al poco las dos pollas entraban y salían a la vez, dándole aún más placer, sintiéndose repleta de pollas. Quería correrse, pero quería seguir sintiendo como los dos machos que la poseían seguían clavando sus duras y gordas pollas. No podía más, sentía que se iba a desmallar de tanto placer, quería correrse.
-¡Correros a la vez! - Pedía entre gemidos de placer. - ¡Llenadme los dos de vuestro semen!
Los dos jóvenes, animados por las palabras de ella, aceleraron las penetraciones y arrancaron el deseado orgasmo de María que gritaba enloquecida por el placer y clavaba las uñas en las sábanas. Samuel clavó su polla hasta el fondo en el culo de María y soltó un gran chorro de semen. Un segundo después Eduardo hacía lo mismo en la vagina y María enloquecía con la sensación que le producía el calido semen de los dos. Se retorcía entre ellos, sentía como las pollas se convulsionaban con cada chorro que lanzaban. María estaba en la gloria y las otras tres mujeres los miraban tener aquel maravilloso y tremendo orgasmo.
Samuel sacó su polla del culo y María levantó un poco la cadera para liberal la de su hijo. Permaneció a cuatro patas sobre su hijo y las otras se acercaron para ver como el semen de los dos machos brotaban de sus agujero cayendo en la cama. Llevó una mano al coño y cogió un poco de semen de su hijo y lo probó.
-¡Cariño, cada día está más buena tu leche! - Dijo sonriendo. - ¡Esta ha sido la primera noche, pero aún nos quedan dos días!