Marta se arrepiente

Marta está indecisa ante su situación, pero qué pasará cuando llegue a casa y esté con sus dos hijos.

Para los que quieran leer los primeros capítulos:

1º.- .

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3º.- .

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6º.- .

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7º.-

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8º.-

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Marta acabó aquella mañana con su cuñada y su sobrino, pero no deseaba volver a casa. Llamó para avisar y deambuló por la ciudad sin destino fijo. Pensaba en su situación. Su familia ya no era igual, todos follaban con todos y ahora a ella le daba por las mujeres. ¿Qué sería lo siguiente? No estaba segura de lo que sentía.

Apenas tenía ganas de ver a su marido, si estaba cerca de su hijo Jesús se encendía en ella tal lujuria que tenía que acabar follando con él. Todo era muy raro, aquel mes la iba a volver loca. Pero ¿qué hacer? Parecía que nadie tuviera problemas con aquella situación. Jesús la follaba y después la trataba como siempre. Su hijo mayor lo hacía con su tía y tan tranquilos. Eduardo estaba todo el día pensando en meterla en la primera mujer que se le pusiera a tiro y normalmente era su madre que sufría y gozaba con la ardiente calentura de su hijo. Ahora también la hermana de María, Chari se había unido al grupo. ¡Esto tenía que acabar mal!

Serían las ocho de la tarde cuando llegó a su casa. Estaba sola, llamó por todas partes pero nadie le contestó. Subió a su habitación y se preparó para darse una ducha. Disfrutó de la calida agua y se relajó. No estaba segura de lo que haría esa noche. ¿Dormiría con su marido o se iría a la cama con Jesús? A su marido apenas lo aguantaba, pero estar con Jesús era sentir su polla en el culo cuando éste la abrazaba y encenderse la lujuria en ella hasta acabar follando como animales. ¡Esta noche duermo en el salón! Se ordenó para no tener ningún problema.

Durante el resto de la tarde fueron llegando sus hijos y marido. Después de ducharse todos, comieron en la cocina. Por raro que resultase, se comportaban como si nunca hubiera pasado nada. Dos horas después, todos decidieron irse a dormir y Marta se quedó en el salón como había decidido. Veía la tele y poco a poco sentía que el sueño y el cansancio la vencían.

Entró Jesús por la puerta sin hacer mucho ruido, se acercó a ella y se arrodilló a su lado. Ella se sobresaltó un poco al verlo. Vestía con unos simples calzoncillos y podía apreciar la impresionante erección que tenía su hijo.

  • ¡Mami! - Le dijo en voz baja. - ¿Quieres que te ame esta noche?

  • ¡Hijo, debemos dejarlo! - Le pidió ella.

  • No lo puedo dejar. Estaba acostado y no dejo de pensar en tu maduro cuerpo. Quiero amarte toda mi vida. Te deseo y quiero estar todas las noches dentro de ti.

Estaba muy guapo a la luz tenue que proyectaba la televisión. Empezó el calor que le siempre le producía la presencia de su hijo. Sintió como su sexo vibraba y empezaba a humedecerse. No quería tener sexo con su hijo, pero su naturaleza de mujer empezaba a imponerse.

  • ¡Deja que te acaricie! - Le pidió él y ella empezó a sentir su calida mano recorrer su muslo.

  • ¡Hijo, esto no puede ser! - Ella se quejaba mientras su cuerpo se acomodaba para sentir las caricias de su hijo y buscaba una posición para ofrecerse de nuevo a él. - ¡Esto es una locura!

  • Déjate llevar por nuestro amor, mamá, yo te haré sentir en la gloria, te voy a dar todo el placer que nunca antes hayas sentido.

  • ¡Por favor hijo! - Marta perdía fuerzas en sus súplicas y se abandonaba de nuevo al placer carnal con su hijo.

Sus piernas se abrieron para ofrecer un camino libre de obstáculos a la delicada mano de Jesús que la acariciaba mientras su boca besaba levemente su cuello. Marta volvía a perderse. No quería, pero aquel sentimiento que la hacía sentir calor por dentro se apoderaba de su voluntad y no podía negarse a los deseos de su hijo.

  • ¡Me gusta tocar su mojado sexo! - Jesús le hablaba al oído y ella iba perdiendo el control cada vez más. - ¡Qué caliente está! ¡Creo que le echaré saliva para ver si lo enfrío! - Le dijo y ella sintió como los flujos comenzaron a brotar por lo que su hijo pensaba hacerle.

La mano de él se metió bajo las bragas y acarició su sexo suavemente, sintiendo los labios de su coño que empezaban a derramar su delicioso néctar. Su boca recorrió su cuello con pequeños mordiscos que erizaban su piel por el contacto de sus jóvenes labios. Ella se subió la camiseta hasta quedar por encima de su barriga. Aquellos lascivos labios siguieron su viaje por el cuerpo de su madre. Ahora se paraban en los pezones que se marcaban en la fina tela de la camiseta, formando dos montañitas que los labios rodearon para acariciarlas. La mano de él sentía como su madre se iba vaciando, soltando todos los flujos que tenía para ser penetrada.

Jesús movió los dedos y consiguió separar los labios que cerraban la entrada al placer de su madre. Buscó el abultado clítoris y lo acarició con suavidad. Ella empezaba a mover las caderas por el placer de las caricias de su hijo. Los labios continuaron su viaje al placer y ahora bajaban por su barriga, lamiendo con su lengua su ombligo y produciéndole más excitación a ella.

  • ¡Me gusta! - Decía ella. - ¡Cómo me puedo negar a tanto placer! ¡Ámame cariño!

  • ¡Siempre te voy a amar, mamá!

Jesús subió rápidamente a la boca su madre para besarla. Sus lenguas se retorcían una contra otra a la vez que un dedo de él entraba en la mojada vagina de Marta. Gimió al sentirse penetrada y separó su boca para coger aire en un largo gemido. Él volvió a morder algo más fuerte el cuello de ella mientras su dedo se movía para masturbarla. Marta estaba disfrutando con aquello y se olvidó de todos los pensamientos que había tenido durante la tarde.

  • Mamá. ¿Quieres que te haga gozar con mi lengua? - Le susurró al oído.

Marta lanzó un sí mezcla de gemido y susurro. Era tan grande el placer que estaba sintiendo que no podía ni hablar, sólo podía abandonarse al deseo de su hijo, cualquier cosa que él quisiera hacerle se lo permitiría sin ningún tipo de resistencia por su parte. Así fue como la boca de su hijo la besó y recorrió su cuerpo rápidamente hasta llegar a su sexo. Las manos de él le quitaron las bragas. Ella estaba boca arriba y dejó caer cada pierna a un lado para que su sexo quedara totalmente a merced de los deseos de su hijo.

La lengua de Jesús se deslizó desde su vientre, despacio por los pocos pelos que decoraban tan excitante sexo y llegó hasta el comienzo de la raja de su madre. Con una mano separó los labios y la lengua siguió bajando para encontrar el excitado y endurecido clítoris esperando para dar la bienvenida a aquella lengua deseosa.

Marta acarició el pelo de su hijo y su espalda al sentir como acariciaba su clítoris. La joven lengua bajó por aquella raja lamiendo y saboreando los flujos de ella que no dejaban de salir. Ella daba débiles gemidos y él no paraba de mover su lengua por el sexo de su madre.

Marta tenía los ojos cerrados sintiendo el placer que le daba su hijo y sintió algo en su boca. Abrió los ojos y allí, junto a ellos de pie, estaba su otro hijo Enrique que le ofrecía su polla a escasos centímetros de su boca.

  • ¡Dame amor a mí también! - Le dijo su hijo mayor.

Marta no lo pensó, no podía pensar, el deseo carnal se apoderaba de ella y no dijo nada. Abrió su boca y la polla de Enrique entró para que ella la chupara. Mientras sentía la lengua de Jesús por su coño, la polla de Enrique entraba y salía de aquella lujuriosa boca. De nuevo nada importaba, todo lo que quería Marta, todo en lo que podía pensar era en tener a sus hijos dentro de ella, en el interior de su caliente y húmedo coño.

  • ¡Quiero comerte, mamá! - Dijo Enrique. - ¡Comámosla a la vez! - Le pidió a su hermano.

Se separaron de ella y la pusieron de pie. Le abrieron las piernas y uno se colocó delante y el otro detrás de ella. Marta estaba en la gloria. Podía sentir como Enrique desde delante metía su lengua y lamía levemente su clítoris, mientras Jesús, desde atrás pasaba su lengua por el ano. La volvieron a soltar y la sentaron en el sofá. Levantaron sus piernas hasta ponérselas en los hombros, bien abiertas. Ahora su coño y su ano estaban totalmente expuestos para que ellos le dieran placer.

Así fue como durante unos minutos eternos Jesús y Enrique lamieron el sexo y el ano de su madre, cambiando de un lugar a otro. Por un momento Jesús pasaba su lengua por la raja y paraba en el clítoris, mientras su hermano pasaba la lengua por el resto de la zona que quedaba libre. Poco después se cambiaban y seguían en la labor que tanto placer le daba a su madre que gemía y se retorcía de placer. Y entonces llegó el primer orgasmo. Marta gemía fuerte y de su vagina brotaban los flujos. Las dos lenguas se concentraron en lamer lo que podían de aquella raja. Estaban enloquecidos bebiendo el néctar que su madre les regalaba como premio por el placer. Marta empezó a relajarse al sentir que el máximo placer ya había pasado y los dos niños la dejaban sentarse y recuperar fuerzas. Ella los besó agradeciéndoles el amor que les habían demostrado.

Los hizo colocar cada uno a un lado de ella, de pie, de forma que sus pollas erectas quedaban al alcance de su boca. Agarró cada una con una mano y las masturbó a la vez. Ella los miraba a la cara y podía ver el placer en ellos. Jesús tenía los ojos cerrados y empujaba su polla un poco como si follara la mano de su madre. Enrique la miraba a los ojos y parecía concentrado en los movimientos que tenía las tetas. Acercó su boca a la polla de Jesús y la metió entera sin dejar de tocar a Enrique. Jesús abrió los ojos al momento de sentir la calidez de la boca de su madre.

Marta comenzó a mamar y a chupar aquel glande y Enrique estiró una mano para tocar sus tetas. Dio unas cuantas mamadas y paso a la de su otro hijo. Enrique ahora acariciaba la cabeza de la madre para agradecerle lo que hacía. Jesús se colocó delante de la madre y puso su polla entre las tetas, forzando a que ella girara la cabeza para poder mamar a Enrique. Jesús agarró las dos tetas y las juntó para que su polla quedara envuelta por ellas. Comenzó a moverse follándolas, mientras veía como su madre se tragaba la polla del hermano.

Los dos niños estaba súper excitados con lo que la madre les hacía. Marta tenía una mano sobre la polla de Enrique y la otra agarraba su culo para atraerlo hacia ella y poder hundir su pene en la boca. Enrique estaba apunto de correrse, deseaba correrse pero quería aguantar para follar a su madres.

  • ¡Mamá, quiero follarte! - Le pidió.

  • ¡Ven cariño mío! - Le dijo ella y lo hizo sentar en el sillón. Se separaron por un momento los tres hasta que Marta volvió a sentarse, pero ahora sobre la polla de Enrique. - Dirígela a mi coño. - Le pidió y fue bajando su culo y sintiendo como su vagina se llenaba con su hijo mayor. - Tú trae tu polla y ponla de nuevo entre mis tetas. - Le pidió a Jesús.

Marta se movía suavemente y sentía las dos pollas de sus hijos. Enrique entraba y salía de su coño mientras el hermano se deslizaba entre sus pechos. Bajó la mirada para ver el glande de su hijo que asomaba y alargó la lengua para lamer la punta cada vez que estaba cerca de ella. Jesús soltó las tetas e hizo que la madre se inclinara hacia delante, sin dejar de moverse sobre Enrique que agarraba sus caderas para follarla, viendo como su polla se perdía entre los cachetes del culo de la madre y viendo como salía totalmente mojada por los flujos de ella. Jesús acercó la polla a la boca de Marta y ella la trago y mamó fuertemente para darle placer al hijo.

  • ¡Yo también quiero follarte! - Le pidió Jesús después de que la madre lo mamara un buen rato.

  • ¡Espera a que acabe tu hermano! - Pidió Marta. - ¡Después me follarás tú! - Hablaba y gemía al sentirse llena por un hijo y deseada por el otro.

  • ¡Enrique, acaba qué no puedo más! - Le pidió al hermano.

Enrique paró a la madre y la hizo levantarse. Marta no preguntó, se levantó y miró como su hijo mayor le cedía el sitio al otro. Marta abrió las piernas sobre la polla de Jesús y se clavó a su otro hijo hasta el fondo. Enrique estaba mirando a la pareja que follaban. Marta le daba la espalda y podía ver su redondo culo botar con las penetraciones de Jesús que agarraba cada cachete dejando al descubierto su redondo ano. Jesús lamía y mamaba los duros pezones de las tetas de su madre. Enrique se acercó por detrás y le ofreció su boca, forzando a Marta a que doblara su cuello para besarlo sin dejar de ser penetrada.

Enrique se agachó un poco para rozar su polla contra el culo de su madre, entre los cachetes abiertos de ella. Entonces dejó de besarla y paró el movimiento de ella. Su hermano protestó, pero cayó cuando comprendió las intenciones que tenía. Enrique tenía la polla mojada con los flujos de su madre. Acercó el glande al ano y empezó a empujar. Marta giró la cabeza para mirar a su hijo en cuanto sintió lo que quería de ella, lo miraba pidiendo clemencia. Enrique no tenía una polla demasiado gruesa, pero Marta tenía aún su culo intacto y temía el dolor. Sabía que tenía que relajarse o le dolería más, los flujos que tenían la polla de su hijo no sería suficiente para aliviar el dolor que iba a sentir.

Cerró los ojos y sintió un gran pinchazo en su ano cuando Enrique empujó y su glande empezó a entrar por su ano. Poco a poco fue metiéndola dentro del culo de su madre. Jesús se movía lo que podía bajo su madre para penetrar su coño y darle placer para aliviar el dolor que mostraba su cara, lamió y chupó sus pezones a la vez. Enrique seguía empujando, hundiéndole cada vez más su polla. Marta sentía un enorme dolor que poco a poco se iba aliviando al sentir como su esfínter se dilataba. Su hijo mayor agarraba los cachetes de su culo con las manos para separarlos y meter bien su polla. Jesús seguía castigando su coño y sus tetas. Poco a poco fue desapareciendo el dolor de su culo y cada vez gozaba más de sus dos hijos a la vez.

Jesús sentía sobre su polla las penetraciones que su hermano hacía en el culo de su madre. La piel que separaba ambas polla era poca y los dos podían sentir la del otro moviéndose dentro de su madre. Marta estaba enloqueciendo con aquello, ya quedaba poco del dolor inicial que le había producido Enrique y ahora disfrutaba del placer que sus dos hijos le daban en sus dos agujeros.

Marta ya estaba a punto. Sentía entre sus piernas a su hijo menor, mientras que en su culo el mayor embestía sin piedad. Se propuso esa tarde no tener más sexo con su hijo Jesús y ahora lo estaba teniendo con los dos y a la vez. "¡No puede ser!" se decía, "¡Me estoy convirtiendo en una puta!" Pensaba y un gran orgasmo le invadió todo el cuerpo. Su hijo Enrique había empezado a correrse en su culo sin decirle nada y sentir el caliente semen dentro de ella le provocó un orgasmo. Mientras que él acababa de correrse, su hermano desde abajo seguía empujando cada vez más rápido. Cuando Enrique sacó su polla Marta sintió un gran alivio en su dilatado ano. Su hijo menor seguía penetrándola y ahora podía hacerlo rápidamente pues el hermano había dejado a su madre libre.

Ella empezaba a sentir un nuevo orgasmo por las penetraciones de Jesús que agarrado al culo de su madre, la follaba enloquecido. Los gemidos de Marta le mostraron a su hijo lo que estaba gozando y no pudo contener más sus huevos. Empezó a llenar la vagina de ella con el abundante semen que salía a chorros. Los dos, madre e hijo, se abrazaron y sintieron los últimos espasmos de placer mientras la polla de Jesús permanecía aún dentro de su coño.

Entonces Marta abrió los ojos y se encontró sola en el salón, el reloj daba las tres de la mañana y la televisión aún encendida mostraba imágenes de una película de sexo, los gemidos se escuchaban en el salón. Sin duda Marta se había dormido y había tenido aquel sueño erótico con sus dos hijos. Se tocó y tenía totalmente mojadas las bragas. Ella no quería tener más relaciones sexuales con sus hijos, pero aquel sueño le indicaba que su deseo era más fuerte que su voluntad, pues hasta en sueños la dominaba y no sólo follaba con Jesús, si no que aquella noche se tiró a sus dos hijos a la vez. Seguramente no había acabado todo aún...