Marta se aproxima a Samuel
Marta va descubriendo las intensiones de Samuel. María quiere quedar embarazada.
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Llevaban una semana viviendo juntos las dos familias, Marta y sus dos hijos junto con Luisa y sus otros dos. Durante ese tiempo Marta comprobó que Samuel era un joven educado y cariñoso. Pese a tener un físico fuerte, era dulce en el trato con ella... con todos. Yolanda era una chica preciosa que se dejaba querer por Enrique que no la dejaba sola y siempre estaba atento a cualquier cosa que ella necesitara.
Los días laborables, Marta y Luisa eran las primeras en levantarse para prepararse para ir al trabajo. Después Samuel se levantaba y las saludaba cariñosamente con un beso. Primero a su madre y luego Marta que sentía en aquellos besos algo especial, pero que ella achacaba a la calentura que le provocaba él. Después, sin ningún tipo de orden, se levantaban los demás. Primero se marchaban las dos madres y los hijos salían en el coche de Samuel, que los llevaba uno a uno a sus distintos destinos. Para la vuelta, de nuevo Samuel iba recogiendo a todos y volvían para comer juntos en casa. A Marta le encantaba la actitud de aquel hombrecito, responsable y cariñoso.
Por otro lado, Pili seguía esperando para ver si quedaba embarazada de algunos de sus sobrinos. Pensó en decirle a su madre, para no darle un disgusto, que el padre no quería hacerse cargo del niño y que ella lo criaría como madre soltera. Pero todavía no estaba segura de haber conseguido su objetivo.
María sentía desde hacía un tiempo la necesidad, más bien era morbo por quedarse embarazada de su hijo Eduardo. No es que necesitara tener un hijo, su faceta de madre lo había cubierto con él, pero pensar que podía haber embarazado a Pili le hacía tener envidia de ella. Desde hacía dos días que terminó su regla y decidió no poner medio alguno para no quedar embarazada, aunque no estaba segura del todo.
Chari estaba muy segura de no querer quedar embarazada y ponía todos los medios posibles. A ella lo que le gustaba era sentir una polla en su interior, bien fuera de uno de sus sobrino o de cualquier otro hombre y más de una vez había compartido amante con Pili, haciendo un trío que dejaba satisfechos a sus amantes.
Era miércoles y Marta descansaba hasta el lunes siguiente. Por la mañana estuvo haciendo cosas en su casa, arreglando papeles que tenían pendientes y varias cosas más. Por la tarde estaba descansando en el patio de la casa junto a su amiga Luisa.
¿Aún sigues con ganas de tener a tu hijo? - Le preguntó Marta a su amiga al ver cómo lo miró cuando Samuel cruzó el patio en dirección a la casa.
La verdad es que sigo con las mismas ganas. - Luisa apartó los ojos del libro que leía y miró a su amiga. - ¿Crees que seré una pervertida por tener estos sentimientos?
¡No hija, no! - Respondió Marta después de todo lo que ella había vivido. - Tu hijo se ha convertido en un hombre muy deseable. Como siempre estáis juntos creo que es normal que tengas esos sentimientos.
¡O sea, que a ti también te pone!
Luisa, yo no soy de piedra y tu hijo es imponente.
¡Pues a mi hijo me lo tiro yo! - Dijo Luisa divertida. - ¡Si quieres un hijo, tírate a los tuyos!
Las dos rieron y Marta por dentro pensaba "¡Si tú supieras todo!". Siguieron sentadas y cada una volvió a su libro. Media hora después Samuel se sentó junto a ellas para descansar un poco. Marta lo miró y notó como Luisa se estremecía ante la presencia de su hijo.
¡Bueno! - Dijo Marta levantándose de la silla. - Voy a ir a las tiendas para comprarme unas ropas que necesito.
Estupendo. - Dijo Luisa.
Espérame tita. - Dijo Samuel. Desde muy pequeño la llamaba tita y aquello producía en Marta más sensación de morbo al desear a aquel muchacho. - Yo también tengo que comprarme algo de ropa y aprovecharé para que tú me lleves. Estoy cansado de tanto conducir. - Marta miró a su amiga como pidiendo permiso para ir sola con su hijo.
Tened cuidado. - Respondió Luisa y los dos abandonaron el patio para coger sus cosas y salir de la casa.
Marta conducía su coche y Samuel estaba a su lado. Se sentía nerviosa, como si fuera una salida furtiva con un posible amante. Él le hablaba de todo un poco. Nunca había estado a solas con aquel hombre que le causaba tanta excitación y le estaba gustando tenerlo junto a ella. Llegaron al centro comercial y Marta se sintió pequeña junto a él. Media cerca de los dos metros y era de constitución fuerte. Ella que apenas sobresalía del metro sesenta lo miraba desde abajo. Sus ojos, su pelo, su cuerpo... se sentía embriagada por la presencia de su acompañante.
Caminaban por el centro comercial, mirando los escaparates y hallaron en uno un polo que a él le interesaba. Entraron en la tienda y le pidió uno de su número para probárselo. Los dos caminaron hasta los probadores y Marta se paró en la puerta mientras él entraba en uno de los compartimentos, se paró y la miró.
¿No entras? - Le preguntó a Marta.
¡No, por Dios! - Marta casi se sintió ruborizada por la invitación de él. - Póntelo y ahora te veo.
¡No seas tonta! - Le tendió una mano para agarrarla por el brazo. - ¡Pasa dentro y me das tu opinión! ¡Para que voy a estar saliendo y entrando!
Marta se dejó llevar por la fuerte mano de Samuel y los dos entraron en aquel probador que era pequeño para dos personas. Estaban muy juntos y podía sentir el olor de su cuerpo cuando desnudó su torso. "¡Dios, quién se lo pudiera comer ahora!" Pensó Marta al ver sus pectorales y sus marcados músculos. Su joven cuerpo mostraba algunos bellos dispersos en su amplio pecho. Se desabrochó los pantalones para meter la prenda por dentro y pudo ver sus calzoncillos y el bulto que formaba su polla bajo ellos.
Sintió que su sexo se mojaba con la visión de aquel Adonis. Era normal que Luisa quisiera follar con él. Si Enrique y Jesús tuvieran aquel cuerpo no pararía de follar con ellos.
¿Cómo me queda? - Dijo la voz de Samuel.
¡Para comerte! - Su lujuria fue más rápida que sus pensamientos y no pudo controlar lo que decía. - ¡Perdona! - Añadió rápidamente, pero el daño ya estaba hecho y sintió cómo el calor de la vergüenza la invadía. Quiso salir de allí, pero él la volvió a detener.
¡No te vayas! - Le dijo dulcemente al oído mientras tiraba de ella para que no lo abandonara. - ¡Puede verme alguna de las que están fuera y comerme!
Marta lo miró, él tenía una sonrisa en su cara. Se hubiera entregado a él en aquel mismo momento, pero no podía, era el hijo de su amiga y no podía tenerlo... Tenía que ser fuerte y no sucumbir a él. No dijo nada más. Permaneció en silencio disfrutando de las vistas de su joven acompañante.
Salieron de aquella tienda y siguieron hablando y buscando en las demás tiendas. Poco a poco la vergüenza de Marta fue desapareciendo y volvía a reír con la bromas de él.
- ¡Esta es la tienda que estaba buscando! - Dijo Marta y agarró a Samuel para meterlo dentro de la tienda. - ¡Voy a buscar una cosa!
Caminaban por la tienda. Marta miraba todas las prendas de todas las perchas, no se dejaba ninguna atrás. Samuel caminaba junto a ella y la observaba admirado por la belleza de ella. Cogió varias prendas y se dirigió a los probadores. Ahora Samuel se detuvo en la entrada para esperarla. Ella no le dijo nada, lo agarró por el brazo y lo metió dentro mirándolo a los ojos.
No hablaron. Samuel se limitó a mirarla mientras se desnudaba y se volvía a vestir. Marta sentía como su joven acompañante la miraba insistentemente y su excitación aumentaba por momento. "De buena gana se la sacaba aquí y se la chupaba" Pensaba Marta mientras se colocaba las prendas que quería probarse.
¿Me queda bien? - Le preguntó.
¡Para comerte! - Le respondió él con lanzando una carcajada. Ella le dio una bofetada a modo de broma.
Acabaron de comprar y decidieron tomar algo en un bar. Los dos charlaban y poco a poco se iba formando un lazo de amistad entre ellos. Iban hablando de sus cosas y parecía que la confianza entre ellos era cada vez más grande.
Samuel. ¿Cómo es que teniendo el físico que tienes no has encontrado ninguna novia?
Verás Marta... - no sabía bien como seguir - es que tengo un problema...
¿Qué te pasa? ¿Tienes algún problema de tipo sexual? ¿No se te levanta?
¡Para, para! ¡Cómo sigas así va a parecer que soy un inútil en la cama!
¡Hijo, es me has dicho que tienes un problema!
Veras tita, a mí me gustan las mujeres, todas. Pero siento algo especial cuando... cuando son como tú.
¡Cómo yo! - Marta no sabía a que se refería. - ¿Cómo como yo?
Me refiero a las mujeres maduras.
¡Ah picaruelo! ¡Así me estabas mirando en el probador! - Marta se sintió excitada con lo que él le contaba. Se acordó de su amiga en ese momento. - ¡Seguro que te has aliviado solo pensando en tu madre!
Muchas veces. - Reconoció. - Pero verte me pone, no sé, me resultas excitante.
¡Tranquilo hijo, qué podría se tu madre!
¡Pues más me excita! - Cogió la mano de ella. - Marta, me gusta mucho estar contigo.
¡Anda, calla tonto! - Le contestó y sintió como su coño vibraba con aquella situación. - ¡Vamos ya a casa que es tarde!
Los dos caminaban en silencio hacia el coche. Entraron en él y se miraron. Samuel intentó besarla, pero ella lo paró.
- ¡No hijo, no podemos!
Se dirigieron a la casa y por el camino los dos guardaban silencio. Samuel dudaba si había hecho bien en seducir y hasta intentar besar a su tía. Marta mostraba una cara seria pero por dentro botaba de alegría pues lo tenía en donde ella lo quería. Entraron en la casa y la vida continuó como siempre.
María estaba dispuesta a quedar embarazada de Eduardo. No había vuelto a tomar la píldora y esa noche follaría con él. Pero no podía, su edad no era la mejor para concebir un niño... además de su propio hijo, no, no debía. Así pasaron muchos días, envuelta en dudas, sin saber que hacer, sin querer preguntarle a nadie.
Ahora tenía a su hijo desnudo en medio de la cama, su polla totalmente erecta la esperaba para penetrarla hasta lo más profundo y soltar allí dentro todo su semen, como tantas veces había hecho ya. Pero hoy era diferente. Tal vez no sería el momento de mayor fertilidad de ella, pero si su semen caía en el seno de su útero había muchas posibilidades de quedar embaraza. Pero no podía, no.
Se acercaba cada vez más a su hijo y aún no sabía que hacer. Se subió en la cama y comenzó a mamarle la polla. Aquel trozo de carne que la volvía loca, hasta el punto de desear tener un hijo. Sentía como le entraba hasta la garganta y estaba dispuesta a darle un hijo. Acariciaba sus huevos con la mano.
- ¡Déjame follarte ya mamá! - Eduardo le suplicó. - ¡Hace mucho que no penetro a una mujer y necesito correrme dentro de ti!
María sacó la polla de su boca y miró a su hijo sonriendo y masturbándolo. Él gemía y le pedía entrar en ella. Pero no podía ser, eran madre e hijo. Ya era suficientemente pervertido que follaran juntos. No podía quedar embarazada de él, aquello lo verían aberrante.
Eduardo se dobló y agarró los brazos de su madre para tirar de ella y que se colocara sobre él. "¡Dios no sé que hacer!" Pensaba mientras la endurecida polla de su hijo acariciaba su barriga al ser atraída por él. Sus bocas se unieron en un incestuoso beso y abrió sus piernas para sentarse sobre su deseado pene. Su coño estaba totalmente mojado por el pensamiento de que su hijo la preñara. Se movió sobre él y la polla quedó entre los labios del maduro sexo. María sintió como el glande frotaba su endurecido clítoris, pero aún no la penetraba.
Se movía y sintió el primer orgasmo mojando toda la polla con sus flujos. Levantó un poco el culo y la polla de su hijo la dirigió a la entrada de su vagina. Se movía y sabía que su hijo se correría rápidamente. Escuchaba los gemidos de él y sentía la excitación de no saber si tomar todo su semen o no tomarlo. Por el momento disfrutaba de las penetraciones de su hijo.
Eduardo agarró las caderas de su madre y aceleró las penetraciones. María estaba en la gloria y de nuevo sintió otro orgasmo, más intenso que el anterior. Eduardo vio a su madre que se corría y le provocó más excitación hasta sentir que se iba a correr. Ese día madre e hijo no se hablaban, solamente follaban como animales y la polla de él empezó a vibrar en el momento en que su semen empezó a subir de sus huevos.
María aún no sabía si tomar o no. Sintió como su hijo se tensaba y botó un poco más para que la polla saliera de ella. Antes de que las manos de María agarraran el endurecido pene de su hijo, lanzó un chorro de semen al aire. Después la madre siguió masturbándolo y él lanzaba chorros de semen que caían en su pecho y barriga. Miraba a su madre sin comprender la razón por la que no lo había dejado correrse dentro.
- ¡Perdóname hijo! - Se tumbó sobre su hijo y le habló al oído. - ¡Perdona a tu madre que no te ha dejado llegar bien! - Durante un rato acarició y lamió su polla.
Marta estaba en la cocina y entró Luisa. Miró alrededor y parecía que no había nadie cerca. Se acercó a su amiga que estaba sentada en una silla, junto la mesa y le habló al oído.
¿Te gustaría tener a tu hijo? - Luisa se separó de ella y la miró extrañada. - Responde. ¿Quieres que tu hijo te folle hasta que se corra dentro de ti?
¡Pero que estás diciendo Marta!
¡Si quieres has lo que yo te diga!