Marta recibe la ayuda de su hijo

Después de lo de Eduardo, Marta necesitó la ayuda de su hijo Jesús. Segunda parte de La ayuda de tita Marta.

Habían pasado cinco días desde que Marta había tenido aquella relación incestuosa con su sobrino Eduardo, todo bajo la supervisión de la madre de él. Nunca había sentido tanto placer ni tanta excitación como aquella tarde. El hecho de ser penetrada por una gran polla fue algo que nunca había sentido antes, que le había excitado y que la dejó bien satisfecha por unos días, pero eso no se podía comparar con el morbo que le provocaba pensar que había sido follada por su sobrino y que su cuñada, la propia madre de él, los miraba mientras lo hacían produciéndole un celo propio de los animales. Durante esos cinco días que había pasado había tenido que follar con su marido, pero no era lo mismo. Tuvo que aprender a simular orgasmos para que no sospechara nada, pero la verdad es que ya no era lo mismo hacerlo con él, le faltaba ese toque de morbosidad que da las relaciones incestuosas, saber que no está bien follarse a un sobrino le producía tal excitación que en los momentos que estaba sola tenía que tocarse recordando aquella tarde. Pero aquel tamaño de polla también lo añoraba. Estaba por llamar a su cuñada para repetir la experiencia, tenía que repetirlo. Pero el marido de María estaba allí y no podían hacerlo.

Una tarde Marta llegó a su casa. El marido estaba con el hijo mayor y con unos amigos en unas pruebas deportivas y vendrían por la noche. Su otro hijo, Jesús, había salido con los amigos a dar una vuelta. Ella pretendía, cuando salió, ir a visitar a su madre. Paró por el camino a tomar café añorando a su sobrino y cuando acabó no se sintió con ánimos. Puso rumbo a su casa para ver cómo podía sofocar el calor latente que le producía la excitación de pensar en Eduardo. Abrió la puerta y caminó hasta el salón. Subió las escaleras hasta llegar a su dormitorio. Se desnudó y se tumbó en la cama en bragas y sujetador. No se podía quitar de la mente el recuerdo de su sobrino gruñendo y empujando en su culo. La sensación que le producía en el coño la gruesa polla de él. Empezó a sentirse cada vez más excitada y su mano se dirigió a su sexo, primero por encima de las bragas hasta que sintió como la humedad de su coño las mojaba, entonces metió la mano por debajo de la fina tela y sus dedos empezaron a separar los labios de su coño. Estaba a punto para ser penetrada, pero necesitaba algo más grueso que sus dedos. Se levantó y se dirigió al baño donde escondía un consolador de gran tamaño.

Se levantó de la cama y casi corría por el pasillo para encontrar alivio a su lujuria. Abrió la puerta del baño, se quedó helada y sin saber que hacer. Allí encontró a su hijo Jesús, sentado en el inodoro, con unos auriculares escuchando música, con una revista en una mano y en la otra su polla totalmente erecta. Los ojos de Jesús se clavaron en ella. Con tanta excitación Marta se había quitado las bragas y había corrido al baño simplemente con su sujetado con lo que su hijo podía ver su coño de pelos perfectamente cuidados. Ambos tuvieron la misma reacción, se quedaron quietos mirándose sin decirse nada. Jesús con la vista fija en el coño de ella, en sus piernas, en sus caderas, en sus pechos ocultos bajo el sujetador. Marta clavó la vista en la polla de su hijo. No podía creerlo. Su hijo tenía quince años y ya portaba una polla bastante grande, no tanto como la de Eduardo pero sería suficiente para satisfacerla esa tarde.

  • ¡Mamá, qué haces! - Le sacó su hijo con un grito de sus pensamientos. - ¡No puedes llamar!

  • Yo... - no sabía que decir - yo... creía que no había nadie... ¡Y tú qué estás haciendo! - Se repuso un poco para no mostrar flaqueza ante su hijo. - ¿Crees que está bien lo que haces? ¿Y de dónde has sacado esa revista de guarrerías? ¡Tráela! - Le quitó la revista de las manos.

  • La revista me la ha dejado un amigo... - le contestó en un tono algo tosco a su madre - Ya tengo quince años y estoy haciendo lo que todos hacemos a esta edad, necesito un poco de intimidad pues me estoy HACIENDO UNA PAJA. - La manera de contestarle a Marta fue desagradable y ella levantó la mano como para darle un guantazo y se detuvo.

  • Jesús, que sea la última vez que me hablas así. - Le dijo e iba suavizando poco a poco el tono de sus palabras. - Soy tu madre y me preocupo por ti. - Acabó en tono maternal.

Y allí estaban los dos. Por unos segundos madre e hijo permanecieron un frente al otro de pie, con sus sexos al aire. Él con la polla medio erecta y a su madre le corría los flujos por la pierna. Se miraron y ambos sentían cierta atracción no confesable.

  • Perdona mamá que te haya hablado así. - Su cara mostraba arrepentimiento. - ¡Te importa si acabo!

  • Vale hijo, no importa y perdona, ya me marcho. - Dijo Marta y dio media vuelta para salir.

Jesús de pie en el baño miraba el culo de su madre que empezaba a salir. Su mano le volvía a acariciar la polla ante la visión de su madre desnuda, se estaba masturbando ligeramente delante de ella, se sentía excitado por su madre. Marta se había girado despacio inmersa en sus pensamientos. Había ido hasta el baño pues añoraba la polla de su sobrino, esa tan grande que a ella le gustaba. Pero allí había encontrado la de su hijo menor que no tenía nada que envidiar a su primo... y ahora se marchaba a su habitación sin poder consolarse con su sustituto de goma. Entonces la locura se empezó a apoderar de ella. Si su cuñada le hacía pajas a su propio hijo sin ningún problema para los dos, por qué ella no iba a poder hacer lo mismo con su propio hijo, siempre que a Jesús no le pareciera mal. Ya casi había cerrado la puerta a su espalda cuando se giró y la volvió a abrir de golpe. Jesús puso mala cara al ver que su madre volvía a entrar.

  • Hijo, ¿quieres que te masturbe yo? - Le dijo de golpe a él que se quedó de piedra sin saber que decir. - Tranquilo hijo, sólo si tu quieres y no te produce ningún problema... - Le dijo con voz dulce para tranquilizarlo del impacto que le habían producido sus primeras palabras.

  • Pe... Pe... Pero tú eres mi madre... - Tartamudeó sin saber bien que decir.

  • Creo que aunque sea tu madre esto te ha excitado mucho... - le dijo acercándose a él lentamente - veo que ahora la tienes más grande que antes... - le dijo cuando llegó a su lado, mientras empezaba a acariciar su polla.

  • Mamá, mamá...

  • ¿Qué quieres hijo?

  • ¡Qué bueno! ¡No aguanto más!

Marta sintió como el semen de su hijo saltaba con fuerza desde la cabeza de su polla y chocaba contra su desnuda barriga. Con unos suaves tocamientos en la polla de Jesús había conseguido que lanzara toda su carga, sin duda ella lo excitaba mucho. No le dijo nada más, ella se giró y lo agarró por su polla que aún daba leves espasmos por el placer, tiró de ella levemente y él la siguió por el pasillo hasta que entraron en la habitación de Marta. Lo tumbó en la cama boca arriba y ella lo miraba de pie. "¿Quieres hacerlo hijo?" le preguntó y el asintió con la cabeza, sus ojos estaban abiertos de par en par al ver como su madre pasaba el dedo por el semen que antes le había depositado en la barriga y lo llevaba a su boca para saborearlo. Su polla no tardó nada en estar preparada para otra lucha, aunque fuera su madre el contrincante.

Ella se subió a la cama y se tumbó junto a él. Empezó a acariciar su barriga jugando con un dedo hasta que llegó a la polla, recorriendo toda la longitud con la punta de dedo, bajó de nuevo y con la palma de la mano acarició sus testículos. Apoyó su cara en el suave y joven pecho de su hijo mientras acariciaba delicadamente sus genitales y podía sentir como la respiración de él se aceleraba por la excitación. Su mano rodeó aquel gran pene y lo acarició de arriba abajo, cada vez más deprisa hasta sentir como el cuerpo de su hijo se tensaba y su polla se preparaba para lanzar de nuevo otra carga de semen.

  • ¡Más, más mamá! ¡No pares me gusta! - La respiración del hijo se convirtió en gemidos de placer. - ¡Sigue me voy a correr!

Marta se movió un poco para pasar su lengua por el pezón del pecho del hijo y después succionó sobre él provocándole tal placer al hijo que empezó a lanzar de nuevo chorros de semen que le caían por el pecho y barriga. Ella no dejó de acariciar la polla y pasó su lengua, de forma que él pudiera verla, por el pecho y la barriga de él para limpiar el semen que había arrojado, bajando hasta llegar a la polla. Su primera intención fue hacerle una mamada, pero pensó que eso ya llegaría, por ahora que se conformara con la paja que le había hecho.

  • ¿Te ha gustado cariño? - Le preguntó solícita a su hijo.

  • ¡Mucho mamá! Espera un momento. - Se levantó de la cama y salió de la habitación. Volvió trayendo en la mano el consolador que antes ella iba a buscar. - ¡Ahora te masturbaré yo a ti!

Marta no dijo nada, sonrió y se colocó en medio de la cama abierta de piernas. Él se tumbó junto a ella y le pasó el consolador por su raja. Ella lo paró y le pidió un lubricante que tenía en la mesita de noche, untó un poco en su consolador y su hijo comenzó a follarla al ritmo que ella le pedía. Ella estaba boca arriba y su hijo podía ver como todo su cuerpo se agitaba por la lujuria que la invadía, sus pechos se movían al ritmo que la polla le entraba. Podía ver los pezones de su madre erectos y oscuros, pidiéndole que los mamara, que chupara de allí como si fuera a volver a sacar leche. Se inclinó sobre ellas y sus labios rodearon uno de sus pezones. Marta dio un leve grito de placer al sentir al hijo y con una mano se acariciaba la teta que su hijo no chupaba. Estaba en la gloria, no era la polla de él la que entraba en su coño, pero los labios de su hijo le daban placer.

  • Mamá, ponte a cuatro patas y te la meto por detrás.

Ella no dijo nada, se limitó a obedecer a su hijo. Se colocó en medio como él le había pedido y sintió como de nuevo la polla de goma volvía a entrar en su vagina. Entonces él se puso el final del consolador por encima de su erecta polla para empujar simulando que era él quien la follaba. Marta sentía como la dura polla de su hijo se deslizaba bajo su coño, tuvo la tentación de sacarse la otra y meter la del hijo, pero al igual que su cuñada no sabía las consecuencias de aquello, ya era bastante pervertido lo que hacían, follar podía ser sicológicamente malo para los dos. Pasó una mano por debajo de su barriga hasta agarrar la gorda cabeza de la polla de Jesús, cerró levemente los dedos sobre ella y masturbaba de nuevo a su hijo aprovechando los movimientos de este. Jesús se movía cada vez más rápido al sentir placer con la mano de su madre. Era como si la follara, veía como los cachetes del culo de ella se movían con cada embestida que le daba. En el espejo del armario podía verlos a los dos, su madre a cuatro patas, sus tetas bamboleándose al ritmo de sus movimientos, su boca entreabierta gimiendo y jadeando por el placer, su culo redondo donde él empujaba para que aquella polla de goma le diera placer a su querida madre. Entonces no pudo más, sintió que se iba a correr. Marta también sintió que se iba a correr y un calambre de placer recorrió su cuerpo al tener el orgasmo a la vez que sentía como su hijo lanzaba otra vez chorros de semen sobre su mano y sobre la cama.

Marta se quedó a cuatro patas, con su culo en pompa hasta que se fue dejando caer sobre la cama para descansar. Jesús se tumbó junto a ella acariciando su redondo culo. Ambos descansaban pues ya habían tenido sus deseados orgasmos.

  • ¡Gracias mamá! - Le dijo a Marta mientras besaba su mejilla. - Siempre soñé con esto...

  • Hijo, yo nunca hubiera hecho esto de no ser por tu tía María y tu primo Eduardo... - Comenzó a contarle como había tenido relaciones sexuales con los otros dos.

  • ¡Pues ya está! - Dijo eufórico Jesús después de que ella acabara de contar la historia. - ¡Podemos irnos a casa de ellos un día y allí hacemos lo que queramos!

  • ¡Eres un pervertido cariño! No te preocupes, ya hablaré con tu tía y un día de estos quedamos los cuatro. - Marta cambió su cara al momento.

  • ¡Corre, me parece que son tu padre y tu hermano!

Los dos corrieron para que no quedara rastro de lo que allí había pasado y cuando bajaron intentaban actuar normalmente para que no se notara nada. Marta pensó que aquella noche tendría que fingir otro orgasmo para su marido. Si antes pensaba en gozar con la polla de su sobrino, ahora podría gozar de la de su hijo menor, eso sí el problema era que parecía que Jesús se la quería follar y eso era algo que le costaba asimilar, pero ya hablaría del tema con su cuñada María para ver que solución le podían dar al tema, de momento su coño estaba tranquilo con la masturbación mutua que habían tenido madre e hijo y pronto tendrían más sexo...