Marta la mujer de Raúl -2

Las dudas se despejan y la pareja toma una decisión. Nacho tiene planes para ellos, especialmente para Marta. Se consolida poco a poco el cornudo que lleva dentro.

A la mañana siguiente nos despertamos tarde, a eso de la 1. Mi estómago pedía meterle algo sólido y mi cabeza pedía a gritos un paracetamol. Aunque bebimos un par de copas como aquel que dice, tenía una resaca que me pareció de caballo.

Marta, como si no recordase nada de lo sucedido, se levantó tambaleándose y se dirigió al baño. Creo que iba a vomitar.

Comimos y volvimos a la cama. El domingo pasó como una tarde pesada y gris envuelta en la niebla. Ninguno sacó el tema. El silencio era nuestro más poderoso aliado en aquel momento.

El lunes por la tarde mi mujer salió de viaje. Tenía que cerrar unos asuntos con un cliente de Sevilla. La acompañé a la estación. Cuando nos despedimos en el andén, entre el ruido de trenes y el murmullo de viajeros apresurados, nos miramos fijamente a los ojos. No hicieron falta palabras, sabía lo que quería que hiciese en su ausencia. La complicidad hizo brillar sus ojos mientras apartaba su pelo moreno de la cara. Aunque era ligeramente rizado, se lo había alisado. Estaba muy atractiva.

Te quiero (me dijo).

Al día siguiente, y no sin antes haberle dado mil vueltas, llamé a mi amigo Nacho. No cogió el móvil. Empecé a inquietarme sin saber muy bien por qué. Ya en casa, a eso de las 9 de la noche, me devolvió la llamada.

-¿Cómo estás Raúl? Vi tu llamada perdida. Dime.

-Hola Nacho. ¿Quieres que tomemos una tarde de éstas un café y charlamos? Me gustaría proponerte una cosa.

-¿Una tarde de éstas? Eso suena bien Raúl. ¿Por qué no mañana mismo?

-Esto está hecho.

Colgué el teléfono y aún me temblaban las manos. Me tumbé en el sofá y volví a cuestionar mis intenciones. ¿Estaba realmente preparado para vivir aquello? ¿Tan importante era para nosotros tener un hijo? Recordé la conversación que tuvimos la noche de la visita de Nacho a casa. Estaba claro que Marta haría lo que fuese necesario para tenerlo. De hecho, la idea de que mi mujer se lo iba a pasar bien con todo aquello se cruzó en mi mente como un relámpago. Era obvio que hasta aquella sucia noche no conocía realmente a mi mujer en la cama. Salieron cosas de mi boca que jamás hubiese imaginado, pero en ningún momento hubiese pensado que salieran de la boca de mi mujer. Será puta (pensé).

La tarde del miércoles me encontraba sentado en una de las mesas pegadas a la cristalera de la cafetería Royal. Esperaba a mi amigo mientras jugueteaba nerviosamente con el papel de un azucarillo. El café se me quedó helado. Ni lo probé.

Nacho llegó diez minutos más tarde. Iba vestido tan sucio e informal como siempre y llevaba la barba de dos o tres días. Cuando entró, me fijé en dos chicas que había sentadas en la barra. Se dieron la vuelta para mirar a Nacho y cuchichearon entre ellas. Sonrieron. El muy cabrón debía de tener a todas las zorritas que quisiera. Le examiné brevemente mientras se dirigía a mi mesa y pude entrever al galán descarado y cara dura que atrae a muchas mujeres sin saber muy bien por qué. Era un chulo pero había que reconocer que tenía un buen físico.

Nos saludamos. Se sentó enfrente de mí y pidió un café. Tenía la extraña sensación de que él ya sabía lo que me traía entre manos, y eso le hacía sentirse especial, sentirse deseado.

-Bueno Raúl, tú dirás. ¿Qué es eso que querías proponerme? ¿Es algún negocio?

-Qué va. Más bien es algo entre Marta y yo. Algo de pareja. No sé si me explico.

-Pues no. No te explicas. ¡Ya sabes que a mí me gustan las cosas muy mascadas!

Miré unos segundos a través del cristal. Oscurecía. Me hipnotizó el suave caminar de los viandantes y pensé en cada una de sus vidas, tan distintas, cada uno con su propio destino, con sus risas y sus penas. Desperté de mi ensimismamiento cuando Nacho me tocó el brazo.

-¿Estás bien Raúl?

-Sí, perdona. Es que esto es importante para mí.

-¡Dispara coño! ¿Qué quieres de mí?

Le conté nuestra desgracia. Todo, paso por paso, desde que fuimos la primera vez al médico hasta aquellas pajas tristes que me cascaba en habitaciones igual de tristes que mis pensamientos. Le conté lo de las malditas salas de espera. Las profundas decepciones un mes y otro mes. Le hice partícipe de mi agonía, de mi malestar. De mi vergüenza. Le conté lo mal que lo estábamos pasando. Marta especialmente. Ella quería tener un hijo a toda costa. Ser madre. Sentir como la vida se abría paso en su interior. Amar a esa criatura mil veces más de lo que uno puede amarse a sí mismo…

En veinte minutos le puse al día de nuestras míseras relaciones sexuales. De aquellos fríos orgasmos. De aquellos incómodos despertares horas antes de que sonase el despertador, con la mirada perdida en la oscuridad. De como la felicidad fue menguando hasta convertirnos en una pareja estéril. En mis palabras podía notarse la amarga agonía silenciosa de mil palabras jamás pronunciadas.

Nacho asentía mientras yo le contaba nuestra historia. Rara vez me interrumpió. Dejó que me vaciase por dentro.

Tras mi relato, un extraño silencio se apoderó de la cafetería. Las dos chicas de la barra se habían marchado y el camarero leía tranquilamente una revista.

Por fin Nacho rompió el silencio:

-Lo siento Raúl. Eres mi amigo y aunque no nos hayamos visto en estos años siempre has sido alguien especial para mí. Siento que estéis así de mal por la jodienda del niño. ¿Pero qué coño pinto yo en todo eso?

-Pintas más de lo que crees….

-¡Pues dispara joder! ¡Me estás haciendo sentir mal con todo esto tío!

-Está bien Nacho. Quiero que te acuestes con mi mujer y que la dejes embarazada.

Nacho se recostó en la silla mirándome fijamente. Cruzó los brazos. Se quedó pensando unos segundos. En su cara se dibujaba una tenue sonrisa, aunque era obvio que se había sorprendido con mis palabras. Tomó aire y se incorporó.

-Mira Raúl, amigo. Lo que me pides tiene que ser fruto de la desesperación. ¿Lo habéis pensado bien?

-Bueno, estas cosas se piensan todo lo bien que uno puede pensarlas. Pero creo que estamos preparados para dar el paso. Como pareja hablo. Y aunque Marta todavía no sabe nada de esto, estoy seguro de que lo aceptará, no lo dudes. De hecho creo que le gustas.

-Vaya, qué sorpresa. Era lo último que esperaba oír hoy. ¡Qué día tan jodidamente raro!

-Al menos no te lo has tomado a mal Nacho, y eso me alegra.

-¡Ya sabes! Siempre supe encajar las cosas, tanto las buenas como las malas. Y no te voy a engañar, tu mujer está muy buena y no me importaría echarla un buen polvo. Y creo que hicimos muy buenas migas en tu casa.

-Ya lo vi. Hubo un momento que pensé que sobraba en mi propia casa.

-Tienes una mujer muy caliente amigo mío. Pero tengo que pensar en lo que me propones. Así, en frío. No sé… Pero la idea me atrae. No te vayas a pensar que no.

Pagué la cuenta y nos despedimos. Quedamos en que él me llamaría cuando tuviese las cosas claras. Fue algo extraño. Pensaba que Nacho aceptaría encantado. Es más, reconoció que Marta le gustaba y que se la follaría encantado. El muy cabrón. Pero, después de todo, me había dado largas. Tal vez no fuese tan sencillo como había imaginado.

Cuando llegué a casa me acomodé y decidí llamar a Marta para contárselo. Eran casi las 10 de la noche, esperaba no despertarla. El teléfono sonó y sonó pero no lo cogió. Insistí una vez más. Por fin contestó:

-Hola cariño. Perdona, estaba en la ducha. Este hotel es una pasada, te iba a encantar. ¡Tengo una cama de 2 por 2 y para mí sola!

-Me alegro cariño. ¿Los negocios bien?

-Sí. Todo bien. Es probable que vuelva el jueves y no el viernes. ¿Qué te pasa? Te noto raro Raúl.

-Bueno. Hoy he hecho algo y no sé si te va a gustar. Reconozco que te lo tenía que haber consultado antes. Pero ya es tarde.

Le conté lo que había hablado con Nacho. De cabo a rabo. Desde su llegada a la cafetería hasta que nos despedimos. Temía lo peor, pero la reacción de mi mujer fue mucho mejor de la que esperaba.

-¿Lo has pensado bien Raúl? Es muy fuerte lo que me cuentas.

-Qué pasa. ¿No te gusta Nacho? ¿No quieres tener un hijo?

-Raúl, estoy desesperada por tener un hijo y lo sabes. Y ya que sacas el tema, sí, me gusta mucho tu amigo. Nacho es un cabrón, se le ve a leguas. Pero no sé qué tiene que me pone mucho. A parte de su físico claro, que el chico no está nada mal.

-¿Y su paquete no te gusta? Porque te tiraste toda la noche con la mirada en su bragueta.

-Huy, eso ha sonado a celos.

-No son celos Marta, es la realidad.

-Pues eso, que está muy bien el chico y tiene un buen paquete. ¿Eso quieres oír?

-No, quiero oír lo que piensas de que ese cabrón te preñe.

-Raúl, amor. Cada día eres más cornudo, y eso me gusta, y a ti también. Y creo que lo vamos a hacer. En el fondo de mi corazón creo que estaba deseando que me lo pidieses.

-Bueno, todavía tiene que aceptar. Se hizo el remolón.

-Esperemos a ver qué pasa. Te voy a dejar ya. Me voy a la cama que mañana tengo una reunión a primera hora y estoy agotada.

-Que descanses Marta.

-Eso haré cornudo.

Me colgó y noté como un escalofrío me recorría la espalda. El final de la conversación me había dejado un mal sabor de boca, pero me había excitado. No entendía la extraña relación entre los celos y el placer del cornudo. Me tumbé en el sofá y empecé a masturbarme. Cerré los ojos y me imaginé a la puta de mujer cabalgando al cabrón de mi amigo. Me excitaba la idea de estar mirándoles a escondidas mientras follaban. Me excitaba pensar que mi mujer también sabía que la estaba observado. No tardé más de 3 ó 4 minutos en correrme.

La semana fue pasando lentamente. El trabajo me envolvía en una pesada monotonía que no dejaba de proporcionarme cierta comodidad, cierto gusto. Intenté no estar ansioso ante la llamada de mi amigo Nacho, aunque rara vez lo conseguí.

Finalmente, Marta regresó el viernes de Sevilla. Fui a recogerla por la tarde a la estación. Estaba agotada de la semana y yo no lo estaba menos. Nos fuimos a casa y nos relajamos. Una vez allí, Marta fue directa a la ducha. Yo preparé algo de cena. Cenamos y nos acostamos pronto. Hasta aquel momento no me había dado cuenta de lo vacía que estaba la cama sin ella. Aproveché que estaba adormilada, tumbada a mi lado, y la abracé por la espalda. Podía oler su pelo y notaba el tacto suave de su piel. Me apreté a su cuerpo y sentí su calor. Así nos quedamos dormidos…

LA REFLEXIÓN

El sábado nos levantamos a las 11 de la mañana. Ya en el desayuno noté que mi mujer estaba algo inquieta y con cara seria. Decidimos ir a pasear por Madrid, hacía una mañana maravillosa. Fuimos al Retiro. El parque estaba lleno de colorido y gente disfrutando de los espectáculos ambulantes. Nos paramos a escuchar como dos jóvenes virtuosos interpretaban una pieza de música clásica. Nos abrazamos entre la gente y paladeamos cada nota musical.

Marta dijo:

-Es increíble lo que echaba de menos Madrid. Y sólo me he ido 5 días.

-Lo que es increíble es cuanto te he echado yo de menos a ti.

-Gracias cariño. Raúl, ¿sabes que tenemos que hablar verdad?

-Lo sé Marta, lo sé…

Comimos en un restaurante cercano y nos fuimos a casa. Hice unos cafés y los llevé al comedor. Marta esperaba pacientemente sentada en el sofá. En la televisión había una telenovela en la cual discutían enérgicamente dos mujeres por el amor de Jorge, un joven atractivo y adinerado dueño de una gran finca con caballos. Bajé el volumen.

-Espero que en estos días en Sevilla no te hayas aficionado a las telenovelas –sonreí.

-No, era lo que estaba puesto. No le prestaba atención. No seas malo.

-Bueno, como bien has dicho, tenemos que hablar Marta.

-Sí. No te voy a engañar Raúl, estoy algo inquieta con la idea de tener un hijo de otro hombre, aunque sea tu amigo. Me parece algo depravado, pero por otro lado, mi cuerpo lo desea y lo necesita como el respirar. Siento que esto se nos está yendo de las manos. No sé.

-Tranquila, yo estoy igual que tú. Tal vez me precipité al proponérselo. He estado pensando, podemos intentarlo en una clínica privada. Sabes que a mi prima le fue bien. Tenemos unos ahorrillos y podemos…

En ese instante mi mujer me cortó y me replicó seriamente.

-No Raúl, no pienso gastarme los cuatro euros que hemos ahorrado. Sabes que nos ha costado mucho ahorrarlos. Sabes que muchos meses nos cuesta llegar a fin de mes y eso es un colchón necesario para vivir algo más tranquilos. Sin hablar de la maldita hipoteca que nos ha vuelto a subir.

-Piénsalo. Podemos intentarlo. Al fin y al cabo, el dinero es para buscar la felicidad. ¿Qué nos haría más felices en este momento que tener un hijo?

-No, me niego en rotundo Raúl. Piénsalo tú. Eres un administrativo con un contrato temporal que gana 900 euros y yo he tenido suerte de encontrar este trabajo. ¿Sabes a cuántos comerciales están despidiendo en mi empresa? No creo que aguante más de dos o tres meses en este trabajo con el actual nivel de ventas que hay. No podemos gastarnos el poco dinero que tenemos ahorrado en esto Raúl. Sencillamente no podemos.

Se hizo el silencio. Mi mujer tenía razón. Sentí una fuerte angustia. ¿Qué íbamos a hacer?

FIN DE LA REFLEXIÓN

Pasó más de una semana después de aquella discusión. No hablamos del tema en todo ese tiempo. La monotonía volvió a apoderarse de nuestras vidas. No tuve noticias de mi amigo Nacho hasta el miércoles. Yo regresaba del trabajo cuando sonó mi teléfono móvil:

-Hola Raúl, amigo. ¿Qué tal?

-Bien, vuelvo del trabajo, voy a casa. Ya pensé que no me llamarías.

-Me hago de rogar amigo. Quería que finalizásemos la conversación del otro día. ¿Sigue la oferta en pie?

Me quedé dudando. Por unos instantes pensé en decirle que no, que lo habíamos pensado y que no nos acaba de encajar. Estuve tentado, muy tentado, pero el cornudo que llevaba dentro me imploraba salir, casi me lo exigía, era imperativo. No pude hacerle callar.

-Sí Nacho. Sí… Sigue en pie.

-Muy bien. ¿Cuándo podemos quedar para hablarlo?

Quedamos al día siguiente, por la tarde. De nuevo en la cafetería Royal. Cuando llegué a casa se lo comenté a mi mujer. Estaba en la cocina preparando la cena. Me dio su consentimiento. Ella quería que acudiese a mi sucia cita con Nacho. Aquella noche no pegué ojo. Tal vez dormí 2 o 3 horas, no lo sé con exactitud. Los nervios que comían por dentro.

Al día siguiente, me dirigí a mi cita según salí de trabajar. Estaba anocheciendo y caía una ligera llovizna que hacía despertar los primeros paraguas a lo largo de la avenida. Llegué temprano y pedí un café. Me senté en la misma mesa y en la misma silla. Los hombre somos animales de costumbre (pensé). Miré alrededor y vi a un par de parejas tomando café sentadas en distintas mesas algo separadas de la mía. Charlaban amenamente ajenos al resto del mundo. Eso hizo que me tranquilizase. La vida continúa (pensé).

A los quince minutos entró Nacho por la puerta. Llevaba una cazadora de cuero negro humedecida por la lluvia e iba bastante despeinado. Daba la impresión de que se acaba de levantar de la cama. Llevaba barba de dos o tres días y me fijé en los vaqueros que llevaba. Estaban algo sucios.

Le invité a sentarse y pidió otro café. La expresión de su cara era relajada. Se notaba que tenía la sensación de llevar la sartén por el mango, cosa que era cierta, aunque yo creyese que tenía el control de la situación.

-Bueno, otra vez aquí Raúl. ¿Vaya tarde de mierda que hace eh?

-Sí. Con este tiempo dan ganas de meterse en casa, arroparse con una mantita y tirarse todo la tarde viendo la televisión tumbado en el sofá.

-¡Ni que lo digas amigo!

Le di un sorbo al café mientras Nacho observaba a su alrededor. Dijo:

-¡Me gusta este sitio joder! Ya sabes, ¡el estilo me llama la atención!

-Bueno. ¿Qué has pensado? De lo nuestro, ya sabes.

EL INTERROGATORIO

-Está bien Raúl, veo que no te andas con rodeos, y eso me gusta. He de poner algunas condiciones. A cambio te daré garantías. Y quiero cierta información

-¿Qué tipo de condiciones?

-Tu mujer y yo pasaremos un fin de semana a solas. En una casa rural estaría bien. Desde el viernes hasta el domingo. Obviamente esos gastos correrán de tu cuenta. Yo no tengo coche, así que tendré que llevarme el tuyo.

-Vale Nacho, pero me parece que es mucho tiempo a solas para... Bueno, ¿para echar un polvo no hacen falta tres días no?

-Joder, no es sólo echar un polvo. Necesito ganarme la confianza de tu mujer, que se sienta tranquila, relajada, que confíe en mí. No es tan sencillo.

-Sí, lo comprendo. ¿Qué más?

-Quiero 2000 euros. No hace falta que me los des el mismo día. Son para mis gastos y creo que tampoco es mucho dinero. ¡No pido demasiado joder!

-Está bien Nacho, pero no contaba con tener que pagarte. No sé, creí que era suficiente con que te follases a mi mujer como pago. Y encima unas vacaciones de 3 días en una casa rural. No sé. ¿También quieres dinero?

-Sí. Más que quererlo lo necesito. Pero eso luego.

-Y a qué te refieres con garantías Nacho.

En ese momento entraron dos chicas a la cafetería. Nacho dejó de hablar y disimuló como si fuese un niño de 5 años que estuviera robando una bolsa de golosinas. Menudo cabrón estaba hecho. Había trazado un plan y estaba claro que no había dejado hilos sueltos. Me intrigaron sus verdaderas intenciones. Después de todo, siempre había sabido buscarse la vida y nosotros no éramos más que otra forma de sacar beneficio, tanto económico como sexual. Será hijo puta (pensé).

Las dos chicas ocuparon dos asientos en la barra. Nacho continuó con la exposición de sus “garantías”.

-Garantías de que las cosas se hacen bien hechas. Todos los momentos íntimos o que merezcan la pena ser grabados, los grabaré con una videocámara. No te preocupes, yo tengo una. Así verás que tu mujer no hace nada que no quiera por su propia voluntad. Todo será consentido. Creo que eso es importante.

-Estoy de acuerdo Nacho, me parece bien.

-Y también te doy la garantía de que no os daré problemas. Los polacos con los que trabajo quieren volver a su tierra. Parece que allí tienen negocios que atender y yo les encajo. En dos meses me iré de España y si todo me va bien no creo que vuelva. Para eso los 2000 euros que te pido. Quiero comprar billetes de avión para mi zorra y para mí. Y allí ya buscaré dónde alojarnos. ¿Es justo no?

-Sí, es justo. ¿Y no hay garantías de que Marta queda embarazada?

-¡Cuándo te he fallado amigo! No te preocupes, tu mujer quedará embarazada. Donde pongo el ojo pongo la bala. Mi leche es de la buena, no como la tuya jajajaja

Maldito cabrón. Se estaba mofando de mí, de mi hombría. Aquel comentario, lejos de enfadarme, despertó en mi interior un leve cosquilleo que me recorrió toda la espina dorsal.

-Está bien Nacho, suponemos que se queda embarazada. ¿Qué información necesitas?

-Necesito que me cuentes secretos de vuestra sexualidad. Sobre todo de la sexualidad de Marta. Secretos que no hayáis contado a nadie. Cosas de vuestra intimidad más profunda. Cosas que sólo los dos sabéis.

-¿Como qué? Qué quieres saber.

-¿Cuándo ovula? Es decir, ¿cuándo crees que es más fértil? ¿Eso lo habréis controlado no? Con test de ovulación y todo eso.

-Sí, y es bastante regular. Ovula la tercera semana. Es decir, una semana antes de que le baje la regla. Es muy regular.

-¿Y cuándo será eso Raúl?

-Exactamente este sábado.

-Bien amigo, bien… Pues este fin de semana será el bueno. Prepara todo, y avísame.

-Está bien Nacho. ¿Qué más?

-¿Con qué frecuencia folláis?

-Pues la verdad… Bueno, solemos hacer el amor dos o tres veces al mes. Hay meses que alguna más.

-Joder Raúl, eso es muy poco. Una mujer necesita que le den polla cada dos días jajajaja… Tu mujer tiene que estar cachonda perdida toda la semana. Seguro que se hace dedos en la intimidad. ¿La has sorprendido alguna vez?

-A decir verdad sí. Alguna vez. Los sábados, de vez en cuando, se levantaba a media noche pensando que yo dormía. Solía poner una película porno y se masturbaba en el sofá. Al principio pensé que se desvelaba y no podía dormir, pero la espié y la pillé con las manos metidas en las bragas. La veía masturbarse en silencio mientras se apretaba los pechos y gemía levemente. Una noche se tiró más de dos horas masturbándose. Perdí la cuenta de los orgasmos que pudo tener.

-Eso me gusta. Me gusta lo que cuentas. Está claro que tu mujer es una putita de mucho cuidado. Has tenido suerte de que no se la hayan follado por ahí. Te debe de querer mucho Raúl.

-Sí, me quiere, y yo a ella. Es lo más bonito que me ha pasado en la vida.

-Qué tipo de películas ve cuando se hace dedos en el sofá pensando que tú estás dormido. Dame detalles.

-Suelen ser películas porno en la cual varios hombres, incluso negros, se follan a una chica. Eran películas bastante fuertes. En ellas, esos hombres abusaban de una pobre chica, y la follaban como salvajes, como animales. No la respetaban para nada, incluso se la metían dos a la vez, uno por el culo y otro por el chocho. Películas que a mí no me gustan. Las considero demasiado denigrantes para la mujer.

-En esas películas hacen lo que se llama un gang bang. Que suele ser un grupo de tíos follando a una putita. Eso me gusta, dice mucho de lo puta que es en el fondo. ¡Tu mujer está muy deseosa de nuevas experiencias amigo!

-Puede ser. Desde luego, esas experiencias a mí no me gustan y mucho menos me llaman la atención.

-Otra pregunta. Vuestras fantasías. ¿No os las habéis contado nunca?

-La verdad es que no. Somos una pareja normal que hace cosas normales Nacho. No somos unos guarros. No sé si me explico.

-Perfectamente amigo, perfectamente… ¿Y los novios anteriores? Si no recuerdo mal, Marta salía con un tipo de su universidad. Qué te ha contado de esa relación.

-Aquel tipo se llamaba Andrés. Alguna vez me ha contado cosas, pero pocas. Era un cerdo. Creo que estaba con Marta sólo por follársela. Era un depravado. Marta me contó que le gustaba decirle cosas sucias, la insultaba mientras la follaba. Parece que al muy cabrón le gustaba vendarle los ojos y forzarla a chuparle la polla. Me la imagino a la pobre, de rodillas, a merced de ese canalla… Eso es lo que me ha contado de Andrés. En definitiva, era un hijo de puta.

-¿Y qué pasó con Andrés? ¿Cómo acabó esa relación?

-Andrés la dejó por una chica que conoció en su pueblo. No le bastaba con Marta que se buscó a otra chica y al final se decantó por ella. Doy gracias porque eso ocurriese.

-Y Raúl, amigo, ¿nunca te has preguntado por qué no le dejó Marta a él? ¿Por qué tu mujer aguantaba ese trato de puta que aquel cabrón le daba? ¿Por qué aguantó y aguantó tantas humillaciones sexuales sin protestar?

Me quedé callado por unos segundos. Parecía mentira pero nunca ha pensado en aquello. Era cierto. ¿Por qué Marta no dejó a aquel canalla? Tal vez por miedo. No encontraba ninguna explicación más. Le tenía miedo, esa debía de ser la razón.