Marta, la mosquita muerta adicta al semen.

Aaron nunca esperó que Marta, la pequeña chica que se sentaba al final de la clase, era en realidad una auténtica cerda.

Se lo estaba pasando sorprendentemente bien. A Aaron nunca le habían gustado demasiado las discotecas, tampoco le desagradaban pero no lograba entender la afición que tenía cierta gente con salir viernes sí y viernes también. Pero ese era un día especial. El día anterior había aprobado las oposiciones: Sería policía. Estaba muy contento de conseguir por fin un sueño por el que llevaba luchando años. Para celebrarlo había salido de fiesta con sus compañeros de la academia. La mayoría de ellos habían aprobado también aunque estaba seguro de que alguno simplemente tenía muchas ganas de fiesta.

Ainhoa, su novia se había quedado en casa. Al lado de su novia, Aaron era el más fiestero de la ciudad. Rara vez salía con él y siempre prefería esperarle en casa. Y la verdad es que al menos ese día se alegraba de su decisión. Se lo pasaba mejor cuando ella no estaba. Siempre tenía que volver pronto a casa y al ser profundamente celosa, no podía ni bailar con sus amigos.

Si Ainhoa supiese las ganas con las que Aaron estaba mirando las enormes tetas de su compañera Marta se moriría... Marta era una de las compañeras que había aprobado la oposición. De los 14 que se presentaban por su academia, era la única mujer que había aprobado. Y era normal, era muy lista y fisicamente era una bestia. Marta le ponía tremendamente cachondo. No debía medir más de 1'60, le sobraba algún kilo y tenía unas enormes tetas. Su pelo era rubio platino y tenía una sonrisa completamente arrebatadora. Había fantaseado cientas de veces con ella. Incluso se había sorprendido a sí mismo imaginándose a Marta mientras follaba con su novia. Normalmente era una chica tremendamente tímida pero cuando bebía... cuando bebía era totalmente lo contrario. Aún no se había acostumbrado al hecho de que la pequeña chica que se dentaba al final de clase y que raramente hablaba se convirtiese en una reina del perreo duro cuando bebía un par de copas. Solo de ver cómo perreaba con alguno de sus compañeros, a Aaron se le había puesto tremendamente dura.

Justo en ese momento, sus miradas se cruzaron. Por un momento, Aaron fantaseó con la idea de que Marta se diese cuenta de la tremenda ereccion que había provocado en él. Sin pensárselo demasiado se acercó a ella y empezaron a hablar. En efecto, era otra chica totalmente distinta a la de que durante meses le había acompañado en clase de Lunes a Viernes. ambos se felicitaron mutuamente sobre su reciente aprobado y pronto empezaron a hablar de temas más superfluos. Tardó poco en darse cuenta de lo borracha que estaba Marta, cada vez que se acercaba a hablar con él lo hacía acercando sus labios a los oídos de Aaron mientras le agarraba con fuerza el cuello. La polla le iba a explotar. Sin pensárselo demasiado le dijo de salir fuera y pronto salieron al exterior.

  • Da gusto salir al aire fresco, ¡me muero de calor! -dijo Marta señalándose el cuerpo mientras se abanicaba con las manos.

Como tantas otras veces en esa noche, Aaron no pudo evitar mirarle el tremendo escote que lucía. Y estaba vez estaba seguro de que se había dado cuenta.

  • Y tanto. ¡Tenía ganas de hablar contigo a solas! -respondió Aaron. No sabía porque había dicho eso.

  • Ah, sí, ¿y eso por qué? -contestó ella mientras le tocaba el brazo.

Porque quiero reventarte a polvos, Marta, pensó.

  • ¿Te apetece si nos vamos por ahí a pillar algo de cenar?

Joder, ¡claro que quería! Solo estaba ahí por eso. Qué cojones le importaba tomarse una cara copa con sus idiotas compañeros si podía irse a solas con Marta. Tardó menos de un segundo en decir que sí. Andaron y pronto estuvieron en un restaurante 24h de comida rápida y cenaron en un banco.

  • Bueno, ¿me vas a acompañar a casa o qué? ¡Vaya caballero! -dijo Marta riéndose.

Sabía dónde vivía y le pillaba justo en la otra dirección pero ¡qué cojones le importaba!

  • ¡Pues claro que sí! -respondio él mientras se levantaban.

A cada paso que daban, más dura la tenía. Cada movimiento de Marta era una palpitación más hacia su enorme polla. Uno de los tirantes se le había caído un poco y su escote cada vez estaba más bajo. Si no fuese porque le daba vergüenza, estaba seguro de que podría verle los pezones si seguía mirándolos. Llegaron al portal cinco minutos después.

  • ¿No me vas a invitar a una última copa en tu casa? -dijo Aaron riendo.

  • ¡No creo que a mi novio le hiciese mucha gracia! -dijo riéndose tambien.

Ni siquiera sabía que Marta tenía novio. Por alguna extraña razon eso le ponía aún más cachondo.

Sin apenas darse cuenta, Marta se pusó de puntillas y le empezó a comer la boca. Entraron dentro del portal y se siguieron besando con cada vez más ímpetu. Marta no se andaba con chiquitas. Sin parecerse nada a esa tímida alumna a la que le daba vergüenza dar los buenos días, mordía con frecuencia el labio de Aaron antes de hincarle los dientes con fuerza en el cuello. No recordaba haber tenido nunca más dura la polla.

  • ¡Qué cachonda me estás poniendo, Aaron!

¡Dimelo a mi, guarra! Miró a la puerta, no había mucha pinta de que nadie iba a joderles el momento próximamente asíque actúo: Rápidamente le metió las manos en su sujetador y empezó a manosear con fuerza sus enormes tetas. ¡Eran aún más grandes de lo que se había imaginado! En cuanto retiró la tela del vestido, dos enormes senos cayeron ligeramente. Dos enormes pezones que ya estaban duros los coronaban. Sin pensárselo demasiado, empezó a comerle los pezones mientras ella gemía suavemente.

De repente el móvil de Marta empezó a sonar. ¡Era su novio! Tras una breve conversación, Marta le dijo que le quedaba poco para llevar a casa y que no hacía falta que fuera a recogerla. Colgó después de decirle te quiero y acto seguido se agachó bruscamente y empezó a desabrochar el pantalón de Aaron. Nunca había conocido a una chica tan viciosa. La cara con la que miraba su duro paquete era algo a lo que no estaba acostumbrado. Sacó entonces su enorme polla del pantalón.

  • ¡Joder, esto sí que es una polla y no la de mi novio!

Instantes después, se metió con fuerza su rabo en la boca y empezó a mamar con mucha fuerza. Sin un solo segundo de relax, masturbaba y lamia con unhabilidad envidiable. Nunca le habían comido la polla de esa fuerza. En ese momento le comió los huevos justo antes de volvérsela a meter en la boca.

  • ¡Para! -dijo Aaron. Como siguiese comiéndosela de esa forma diez segundos más iba a explotar como un jodido volcán.

Ahora le tocaba a él. Se agachó y empezó a comerle el coño con pasión.

  • ¡Follame!

Sin mediar palabra, puso a Marta a cuatro patas y la empezó a follar con una fuerza brutal. No se podía creer que estuviese follando a Marta, la musa de sus pajas. Cada arremetida era otro culmen al mayor momento de placer que había vivido en su vida. Cada vez que la metía sentia un nuevo gemido tímido de Marta y su polla aún más dura.

  • ¡Voy a correrme! -gritó Aaron unos minutos después. No podía más.

  • ¡Correte en mi cara! -dijo ella mientras se volvía a arrodillar.

Joder, ¡con gusto cerda! Siempre le había puesto muy cachondo la idea de hacerlo pero la siesa de su novia nunca le había dejado experimentar con ello.

  • ¿Y si te pilla tu novio?

  • ¡Cállate y restregane toda tu leche por esta cara de guarra! -susurró prácticamente pidiéndoselo por favor.

Aaron se empezó a pajear con gusto antes de que varios chorros de semen empezasen a salir disparados directamente hacia la cara de zorra de Marta, que mientras se tocaba el coño pedía más y más. Con la boca abierta, parte de la leche de Aarón se le introdujo en la boca mientras el resto le bañaba toda su cara.

Después del mejor momento sexual de su vida, Marta se limpió el semen de su cara con un Kleneex que tenía en el bolso y después de una rápida despedida se fue aún con rastros de semen al piso que compartía con su novio.

Aaron, aún sin creerse lo que acababa de vivir, volvió a casa. Ainhoa ni se inmutó y siguió durmiendo. Antes de dormirse se masturbó de manera brutal pensando en Marta, aquella silenciosa muchacha que se había convertido en la mujer más guarra que había conocido jamás.