Marta escucha los deseos ocultos de Luisa y Pili

¡Qué podrá desear Luisa viviendo sola con sus dos hijos! ¡Qué deseará Pili que puede follar con sus sobrinos cada vez que lo desee! Marta tiene que solucionar los deseos de ambas.

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El teléfono despertó a Marta que dormía abrazada por sus hijos. Como en anteriores mañanas después de noches de loco incesto, sentía su sexo pringoso, pero aquel día se alegraba de volver a sentir aquella sensación, de nuevo tenia el amor y el sexo de sus hijos sólo para ella. Se levantó y sus hijos protestaron. Corrió escalera abajo para buscar el teléfono.

  • ¡Dígame!

  • ¡Hola Marta, soy Luisa! ¿Estabas dormida?

  • No, dime... - Intentaba disimular el sueño que se reflejaba en su voz.

  • ¿Te importaría que hablásemos esta tarde?

  • Para nada. Si te apetece comemos aquí en mi casa sobre las tres de la tarde.

  • ¡Estupendo! ¡Allí estaré! - Luisa se alegró de poder ver a su amiga. - Te dejo que tengo la comida en el fuego.

  • ¡Hasta luego!

Cuando colgó se dio cuenta. Habían quedado en casa de María a las doce y media. Miró el reloj y ya eran las once, no llegarían a tiempo. Salió del salón y se vio reflejada en el espejo. Aún llevaba puesto el corpiño y las medias. Se tocó el cuerpo y se sintió feliz. De nuevo sentía la lujuria y el deseo olvidado por algún tiempo.

Entró en la habitación y despertó a sus hijos, achuchándolos para que se dieran prisa en ducharse. Primero se levantó Jesús y como un autómata se marchó a la ducha. Marta recogía la habitación y se quitaba las ropas que aquella noche habían extraído toda la lujuria de sus hijos. Quince minutos después salía su hijo menor y el mayor aún estaba en la cama, desnudo.

  • ¡Vamos Enrique, a la ducha!

Llevó a los dos a casa de su tía María y allí los dejó. María salió antes de que ella pudiera mover el coche.

  • ¡Marta cariño! - Gritó para que no se marchara. - ¿Por qué no entras y comes con nosotros? ¡Seguro que después lo pasaremos bien!

  • No puedo, he  quedado con una amiga para comer en casa.

Marta se despidió de su cuñada y puso rumbo a su casa. Eran cerca de las tres cuando sonó el timbre de la puerta. Abrió y encontró a su amiga Luisa. Se saludaron y las dos entraron en la casa. Se pusieron a comer y charlaban de todos los recuerdos de la juventud, cuando estaban en el instituto.

  • ¡Qué buenos tiempos aquellos! - Dijo Luisa.

  • Sí, aunque tu eras un pelín putita.

  • ¡Qué quieres que hiciera! ¡Ellos querían mis tetas y les pedía a cambio sus pollas!

Recordaron muchas aventuras con chavales de su clase e incluso con algún profesor con los que habló Luisa para que subieran algún punto, sus tetas siempre consiguieron muchas cosas.

  • Pues Marta, yo quería hablarte de un problema que tengo. - Su rostro parecía preocupado.

  • Dime hija, te ayudaré en todo lo que pueda.

Luisa le contó que desde que se separó de su marido, la cuestión económica estaba algo mal. Sólo tenían su sueldo y eran tres. Desde hacía dos meses pagaba tarde el piso que tenían alquilado y seguramente perderían el piso para el mes siguiente. Estaba muy preocupada.

  • No te quiero pedir dinero, sólo es que si no tengo piso mis dos hijos pudieran venirse aquí a vivir con ustedes.

  • ¡Eso seguro! - Contestó Marta totalmente preocupada. - ¡Y seguro que encontramos un hueco para ti! ¡Salgamos ahora para divertirnos!

Marta dijo aquello y pensó en qué estarían haciendo su familia en la casa de María. ¿Estarían en una nueva orgía familiar de fin de semana? Pasaron toda la tarde dando vueltas por la ciudad, hablando de todo un poco sin tocar el tema del piso. Se divirtieron recordando viejas aventuras de cómo conseguían follar con quién ellas querían. Luisa llevaba un año sin tener un hombre en la cama.

  • Marta, hace ya mucho tiempo que no me acuesto con un hombre.

  • Pues aún tienes unas buenas tetas para atraerlos - Le animó su amiga y recordó los dos sementales que tenía en casa. ¡Qué suerte! Pensó por no tener que buscar fuera de casa y tenerlos a su disposición en casi cualquier momento.

  • Ya, pero... - Luisa cambió la expresión de su rostro que volvió a parecer preocupada. - Es que me pasa algo que me preocupa desde hace un tiempo. - Marta la miró esperando que le confiara su problema. Siempre habían sido buenas amigas y estaba dispuesta a ayudarla. - Verás. Desde que se marchó Juan de casa, Samuel se está comportando como si fuera el hombre que nos tiene que cuidar... Se preocupa por su hermana, por mí, por todo... Ya ha cumplido los veinte años y es raro... no sé... me confunde su actitud y... - Se quedó callada sin saber que decir.

  • ¡Qué pasa! ¡Es demasiado dominante y quiere mandar sobre las mujeres! - Dijo Marta como respuesta al silencio de su amiga.

-¡No, no es eso! ¡Todo lo contrario! - Luisa sonrió. - Es dulce y amable. Se ha vuelto un niño, más bien un hombre responsable que está pendiente de todo lo que nos hace falta y que no nos ocurra nada. ¡Si supiera lo que pasa con lo del alquiler, sería capaz de dejar los estudios para trabajar! ¡Y no quiero que haga eso!

  • Entonces. ¿Qué problema hay? - Preguntó Marta.

  • Desde hace unos meses es... - Miró al suelo pues no se atrevía a confesar lo que ella bien sabía. - es... Me siento atraída por él. - Soltó rápidamente y descargando por fin lo que durante un tiempo la oprimía.

  • ¡Qué! - Marta tardó unos segundos en darse cuenta que tenía que sorprenderse por lo que su amiga le contaba, pero por dentro pensaba qué diría si supiera las cosas que ella y sus hijos hacían. - ¡Pero Luisa, eso es incesto! - Dijo y bien sabía lo que significaba el término, hacer el amor con tu hijo y abandonarte a los más sublimes placeres de la carne, disfrutando de la juventud de tu amante en cualquier momento.

  • ¡No me mires así! ¡Sé que eso es de pervertida! ¡Me siento fatal con esto pero no puedo evitarlo! - Luisa estaba muy afectada por el sentimiento que la poseía y Marta pensó en contárselo todo para ver si se tranquilizaba. - ¡Seguro que piensas que soy una puta por sentir esto!

  • ¡No, no digas eso! - Marta pensó que si ella pensaba que su amiga era una puta por pensar en eso, qué pensaría Luisa si supiera las orgías que montaba con sus hijos. Decidió no contarle nada y ver como podía hacer para que ella satisficiera sus deseos. - ¡Tranquila, ya encontraremos una solución! - Luisa pensó en poder quitar ese sentimiento de su cabeza y Marta en una gran orgía entre madres e hijos.

Serían las diez de la noche cuando Marta regresó a su casa. No había nadie. Sus hijos aún estaban en casa de su tía y su marido no había vuelto desde el viernes en la noche que salió de putas. No quiso cambiarse de ropas pues tendría que ir a por Enrique y Jesús. Fue al salón para buscar el teléfono y llamar para que estuvieran preparados. Había una carta sobre él.

" Querida Marta:

La situación a la que hemos llegado es insoportable para mí. Aún te quiero y quiero a mis hijos, pero no puedo soportar e hecho de que se acostéis juntos y el desprecio que parece que tenéis hacia mí.

Después de mucho meditarlo he decidido dejar la casa, me voy a vivir con un amigo del trabajo y en breve podremos tramitar el divorcio. Ya hablaremos más adelante para dejarlo todo solucionado.

Un beso, Enrique."

Su marido la abandonaba y sentía alivio por la situación. Ya llevaban muchos meses en que casi ni se miraban. Pero ahora se encontraba en una nueva situación. No sabía cual sería la reacción de sus hijos, pero ahora tendrían la casa entera para ellos. Entonces pensó en su amiga. Puede que ahora le viniera bien que ellos tres se unieran a su familia. Estarían los seis allí y simplemente sería cuestión de organizarse a la hora de dormir. "¡Bueno, fue bonito mientras duró!" Pensó Marta y llamó a casa de su cuñada.

  • Sí.

  • ¿Pili? - Dijo al reconocer la voz de su hermana. - ¿Aún estáis ahí todos?

  • Sí Marta, aquí estamos viendo una película y comiendo.

  • Pues ahora voy.

  • Ven pronto que tengo que hablar de una cosa importante.

  • Yo también tengo que contaros algo importante. ¡Hasta luego!

  • ¡Adiós!

Se despidieron y Marta cogió el coche para ir a casa de su cuñada. Pili la recibió impaciente. Quería hablar de algo que para ella era muy importante y no podía esperar. La llevó a la cocina para estar solas. Los demás seguían viendo la película en el salón.

  • ¿Qué te pasa Pili? - Le preguntó su hermana ante el evidente nerviosismo que mostraba.

  • No sé cómo empezar. - Pili dudaba en hablar y Marta pensó que ese día era un día de confesiones. - Desde hace un tiempo, en el que vivo con Chari, hemos practicado el sexo con muchos hombres y con nuestros sobrinos.

  • Marta le prestaba toda su atención. - Pero mira, tengo ya cerca de los cuarenta años... estoy soltera y necesito... - Paro por un momento su discurso. Marta la miraba para que siguiera. - Necesito... necesito sentirme madre.

  • ¡Bien! - Dijo Marta sin saber bien por donde seguiría su hermana. - Y has pensado en...

  • Pues he pensado que al final quiero quedar embarazada de mis sobrinos.

Aquella tarde era tremenda para Marta. Su amiga Luisa enamorada de su hijo Samuel, su marido la dejaba y ahora su hermana quería tener un hijo con sus hijos. Eran demasiadas cosas, por muy pervertida que se hubiera podido convertir, ahora su hermana quería ser madre de un hijo de sus propios sobrinos.

  • ¿Estás segura de eso? Tener un hijo no es ninguna tontería y menos en la forma que quieres hacerlo.

  • Lo he pensado mucho y estoy decidida.

  • Y qué has pensado, acostarte un día con los tres a la vez.

  • No lo sé. Tal vez si ustedes me ayudan podremos pensar en algo.

  • Vale. - Dijo Marta. - Vayamos con los demás y ya pensaremos algo.

Se sentaron en el salón y Marta le daba vueltas a la cabeza. Lo del piso de Luisa era fácil, que se vinieran los tres a vivir con ellos allí y ya se acoplarían cómo fuera. Resolver el enamoramiento de Luisa era algo más complicado. Si bien tenía experiencia en temas incestuosos, había que ver como era Samuel para no producirle ningún trauma. Y lo de Pili era cuestión de que todos la follaran hasta dejarla preñada.

Cuando acabó la película, Marta comunicó a su familia la noticia de su marido. Los hijos estaban algo preocupados, pero ya hacía algún tiempo que se habían distanciado de su padre y acercado mucho más a su madre. Pensándolo bien, para ellos no era mala situación. Después Marta les preguntó a sus hijos si veían mal que Luisa y sus hijos se vinieran a vivir allí y estuvieron de acuerdo, sobre todo Enrique al que Yolanda le había gustado mucho. Y en eso quedaron. Marta llamaría al día siguiente a su amiga para que se mudaran lo antes posible para vivir allí los seis.

Antes de que se marcharan, Marta llevó a María y a Pili a la cocina para hablar sobre el tema que su hermana le había propuesto. Llegaron a un acuerdo, durante esa semana harían todo lo posible por que los niños no tuvieran sexo con ellas ni a solas. Iba a ser difícil, pero lo intentarían para que al fin de semana siguiente descargaran todo su semen dentro de Pili.

Al día siguiente, Marta llamó a Luisa y le propuso que se mudaran a vivir con ellos. Le contó que su marido los había dejado. Luisa se preocupó por ella sin saber que afectivamente ya no estaban juntos y sexualmente sus hijos mantenían satisfecha a Marta, dándole largas e intensas noches de placer y lujuria. Y en eso quedaron. Luisa tendría que buscar una cama para que ella y sus dos hijos durmieran en la habitación de matrimonio, le dijo que tenía una cama mueble que podía servir. Sus dos hijos Yolanda y Samuel podían dormir en la habitación que tenía dos camas y ella podía dormir en la otra sola. Durante el resto de la semana Luisa fue preparando todo para mudarse a vivir con su amiga y sus hijos.

Marta y María pasaron toda la semana conteniendo a sus hijos, y conteniéndose ellas mismas, pues cada vez que los chavales les proponían descargar sus llenos testículos, tenían que hacer un gran esfuerzo para no sucumbir ante tan majestuosas muestras de cariño por parte de sus jóvenes amantes. María tuvo que dejarse follar por Eduardo a media semana, pues él era grande y aunque ella se negara, la folló una noche forzándola un poco, aunque tuvo que sucumbir cuando su enorme polla traspasó todas las barreras que ella puso y empezó a entrar en su deseoso coño.

Y llegó el día que las tres esperaban. Pili llegó a las diez de la mañana a casa de su hermana. Habían acordado reunirse allí y que lo chavales descargaran todo su contenido en ella para que pudiera ser fecundada. Desde la última vez que tuvo el periodo, no había tomado la píldora y no había mantenido relación con ningún hombre, su coño estaba sediento de sexo y del semen caliente de ellos.

Enrique y Jesús dormían. Marta recibió a su hermana y le contó como la noche anterior lo había pasado fatal, pues sus hijos estaban demasiado calientes y tuvo que mentirles diciendo que tenía el periodo y que no podían hacerlo.

  • ¡Casi me rompe el culo Enrique! - Marta le contaba a Pili.
  • Nunca los había visto tan salidos y deseosos de follarme. Espero que te quedes preñada hoy, pues yo no soporto otra noche así. Ellos con sus pollas totalmente erectas pidiendo que los follara y yo que me moría por metérmelas. Tuve que negarme a hacerles unas buenas mamadas y por suerte, ya que han probado nuestros coños, no quieren hacerse pajas ellos solos.

  • ¡Pues hoy los voy a dejar vacíos! - Dijo Pili que reía por lo que su hermana contaba.

Varios minutos después llegaron Maria y Eduardo. Ella también tuvo sus problemas para contener la mole lujuriosa en que se había convertido su hijo. Media casi dos metros y cuando quería follar era difícil de pararlo. "¡Déjamelo tranquilo hoy!" Le pidió a Pili.

Media hora después estaban los seis desayunando en la cocina. Hablaban un poco de todo y ellos no tenían ni idea de que ese día iban a ser utilizados como sementales para embarazar a Pili. Comían y reían. Acabaron su desayuno y Enrique y Jesús decidieron darse una ducha. Marta arreglaba la habitación para el momento posterior en la que todos estarían allí teniendo su dosis de sexo incestuoso. Pili charlaba con María y su hijo en el salón.

Poco después madre e hijos se reunieron con ellos y ese fue el comienzo de la fecundación de Pili.

  • ¡Marta, María, me he comprado una lencería que está muy bien! - Dijo Pili. - ¿Queréis que os la enseñe?

  • ¿Por qué no te la pones y la vemos todos? - Dijo Eduardo sin dejar contestar a las dos madres. - A nosotros también nos gustan esas cosas.

  • ¡Eduardo, tú tan caliente como siempre! - Dijo María.

  • ¡Me has tenido a secas toda la semana! ¡Casi te he tenido que violar para tranquilizarme! - Eduardo reprochaba a su madre.

  • Y qué vas a hacer, follarte a Pili en cuanto la veas en ropa interior ¿no? - Dijo Marta.

  • ¡Si ella quiere! ¿Ustedes se apuntáis? - Le preguntó a Enrique y Jesús.

  • ¡Por mi tía Pili lo que haga falta! - Dijo Enrique.

  • Nuestra madre ha estado con la regla y estoy que reviento, seguro que acabo enganchado a ella. - Añadió Jesús.

  • ¡Pues ahora vengo para que la veáis todos! - Dijo Pili y salió de la habitación. Marta se marchó con ella y María quedó con los tres.

  • ¡Así que los tres estáis que no podéis más! - Dijo la madura madre para prepararlos.

  • ¡Mira mamá! - Eduardo se desabrochó su pantalón y sacó su polla totalmente erecta.

  • Y ustedes ¿qué? - Miró a sus sobrinos.

Los tres tenían sus mástiles totalmente preparados para cualquier cosa. Imaginar a Pili con lencería fina los había puesto excitados.

  • ¡Venid los tres aquí para que yo vea lo que os pasa! - Dijo María con una voz sensual. Los tres se pusieron de pie delante de ella y sus pollas la amenazaban. - ¡Pobrecitos mis niños! ¡Lo que estaréis sufriendo con tanto tiempo sin follar! - Decía para provocarlos y acariciaba levemente sus pollas.

  • ¡Cómetelas! - Le dijo Eduardo.

  • Esperaré a que tus tías vengan y me ayuden con tanta lujuria contenida.

Cuando Pili y Marta entraron en el salón, María estaba sentada en el sillón, custodiada por los tres chavales que le ofrecían sus pollas para que les calmara sus deseos. Ella agarraba dos con las manos y pasaba la lengua por el glande de la otra.

  • ¡Vaya María, no pierdes el tiempo! - Dijo Marta.

  • ¡Los estoy preparando para lo que va a ocurrir!

Ellos miraron a Pili. Traía una camisa con bastantes botones desabrochados, dejando ver las redondeces de sus pechos. Por debajo una falda de vuelo bastante corta tapaba su culo. Se había maquillado un poco para seducirlos más. Estaba preciosa y excitante.

  • ¡Tita, qué buena estás! - Dijo Jesús.

  • Pero ¿y esa lencería que te ibas a poner? - Preguntó Eduardo deseoso de agarrarla y hacerla suya. Enrique miraba y su polla botaba de placer.

  • Ahora os la enseño. ¡No querréis que vaya desnuda por la casa!

  • ¡Tú puedes ir con ese cuerpo cómo quieras! - Dijo Eduardo que se la comía con los ojos.

Pili se colocó delante del televisor mientras todos se sentaron para verla. Marta acariciaba las pollas de sus hijos y las sentía vibrar por el deseo que les provocaba su tía. María se dedicaba a la de su hijo, al que le costaba trabajo aguantar las ganas de agarrar a aquella madura sensual que empezaba a moverse para desnudarse ante las lascivas miradas de aquellos jóvenes. Se giró y les dio la espalda. Se inclinó hacia delante mirando sus caras y su redondo culo tiró de la tela. El principio de su culo asomaba por el filo.

  • ¡Quiero ese culo! - Dijo Eduardo que estaba apunto de correrse con sólo verla.

Pili se volvió a girar y ahora los tenía de frente. Subió una pierna en la mesa baja que había y sus muslos quedaron totalmente separados, pasó sus manos por ellos y subió la tela hasta que las caras de ellos le indicaban que podían ver su coño tapado por la fina tela de las bragas, se veía el triángulo de su sexo.

  • ¡Quiero comerme ese coño! - Pidió Enrique enloquecido por la calentura que le provocaba su amada tía.

Las manos de Pili subieron por su cuerpo y amasaron sus pechos, abriéndose su escote y mostrando parte de la mercancía que ocultaba bajo la tela de la camisa. Sus dedos desabrocharon lentamente los botones hasta llegar al último, pero no mostró sus pechos aún.

  • ¿Queréis verlas, mis calientes sobrinos? - Pili preguntó cómo si no supiera la respuesta.

  • ¡Yo no! - Dijo Jesús. - ¡Yo quiero comérmelas y que me hagas una paja con ellas!

Abrió la camisa y mostró sus pechos desnudos para el disfrute de ellos. Sus pezones oscuros estaban erectos esperando una boca que amamantar. Fue Jesús el que abandonó a su madre y se dirigió primero a su tía. Marta seguía acariciando suavemente la polla de Enrique, mientras María le hacía una suave mamada a la gorda polla de su hijo, todo suave para que no se corrieran aún.

Jesús se colocó a un lado de Pili y le quitó por completo la camisa. Agarró la teta que tenía más cerca y comenzó a lamer el pezón. Pili sentía como su coño se mojaba. Enrique no aguantó más y beso a su madre. Se levantó y se arrodilló para adorar el bonito coño de Pili que separó más las piernas al sentir como su sexo era masajeado por la boca de él. Una mano de Pili comenzó a acariciar la polla de Jesús que no dejaba de mamar las tetas redondas.

Enrique se levantó y agarró a su tía. La hizo girarse y apartó las tetas de la boca de su hermano. La empujó para que doblara la cintura. Ella supo lo que quería y abrió bien las piernas, agarró por la cintura a Jesús y empezó a mamar la polla de éste. Enrique se colocó detrás de su culo en pompa. Veía como la fina tela del tanga salía de entre las nalgas de ella y se unía a un pequeño triángulo de tela en la parte superior. Acarició su culo saboreando el tacto de aquel redondo culo.

  • ¡Esa es la única lencería que llevas puesta! ¡Un diminuto tanga! - Dijo Eduardo mientras su polla se perdía en la boca de su madre.

  • Si con ese diminuto tanga se habéis puestos como unos toros, ¿qué le habríais hecho con un liguero y unas medias? - Dijo Marta en tono burlón acercándose a madre e hijo para agacharse y lamer los huevos de Eduardo.

Enrique apartó la delgada tela que subía desde el mojado coño de su tía y aparecieron sus dos excitantes agujeros. Su ano estaba más cerca, separó los cachetes y metió su cara.

Pili tragaba la polla de Jesús y pudo sentir la lengua de su otro sobrino en su ano. Aquello le gustaba y sintió miedo al recordar la noche que le partió bruscamente su culo. Esperaba que no intentara hacer de nuevo lo mismo. Se relajó al sentir como la joven lengua bajaba y comenzaba a separar los mojados labios de su coño. Otra carga de flujos fue arrojada de su vagina mostrándole el camino que tenían que seguir las jóvenes pollas.

Jesús le retiro la polla de la boca y se colocó bajo ella, entre sus piernas. Ahora podía sentir como las lenguas de ellos lamían su coño, los dos a la vez. Se acarició las tetas y echó en falta algo en que agarrarse para no caer por el placer que le daban. Eduardo apareció ante ella, con su enorme polla apuntando a su cara. Se agarró a las caderas de él y su boca lo dejó entrar.

Eduardo agarró su cabeza con las manos y empezó a moverse para follar su boca. Pili tragaba como podía las terribles embestidas de aquella enloquecida polla, sintió la lengua de Jesús que lamía toda su raja, mientras su hermano le daba placer en el ano.

Marta y María disfrutaban de la vista. Pili era amada por sus hijos y ellas se acariciaban mutuamente para darse placer.

  • ¡Subamos a la habitación! - Pidió Marta. Todos se separaron y empezaron a salir en dirección al dormitorio.

Cada una abrazó a uno y las tres incestuosas parejas subieron. Pili se subió a la cama, solamente llevaba la falda a petición de Eduardo, aquella falda la hacia excitante y quería follarla con ella, estaba loco por meter su polla hasta el fondo. Se colocó en medio de la cama y agarró a Pili para que lo montara.

Pili abrió las piernas y se colocó sobre él. Se fue sentando y aquella polla se clavó poco a poco. Hacía tiempo que no tenía un hombre dentro de ella y no tuvo que moverse mucho para empezar a sentir como el placer la invadía. Eduardo tuvo la misma sensación. Al sentir como su polla era envuelta por el cálido coño de ella, clavándose hasta el fondo de su vagina y con el movimiento sensual de las hermosas caderas de aquella madura, no pudo aguantar.

  • ¡No puedo más me voy a correr!

  • ¡Hazlo, llena a tita Pili con tu leche! - Le dijo la voz de ella al oído entre gemidos de placer. - ¡Deja preñada a tu tía!

Y así lo hizo. Agarró fuertemente sus caderas y la clavó todo lo que pudo. Soltó su semen en lo más profundo de ella que gemía y se retorcía de placer. Los gemidos de los dos amantes invadieron toda la casa. Eduardo siguió penetrándola mientras soltaba su semen y ella no paraba de gemir. Él se paró cuando no tuvo más fuerzas y ella cayó rendida por el placer sobre él. Ya tenía el semen del primero, pero aún le quedaban dos.

Pili se separó de su primera victima y observó como las otras mamaban las pollas de Jesús y Enrique para mantenerlos listos. Con un dedo llamó a Enrique para que fuera el siguiente.

  • ¡Retírate Eduardo! - Le dio una palmada en el muslo y él la obedeció.

Pili se tumbó en medio de la cama con sus piernas totalmente abiertas y dobladas, esperando que su siguiente amante entrara en ella. Él se colocó en medio de sus dos hermosos muslos y clavó su polla que entró hasta el fondo sin ninguna resistencia. Estaba loco por correrse y movía sus caderas para conseguirlo.

Pili creía que ahora tardaría más en tener otro orgasmo, se había corrido un momento antes con Eduardo. Pero no fue así, las rápidas y enérgicas penetraciones de aquel joven consiguieron que al momento sintiera que se iba a correr. Se abrazó fuertemente a su sobrino y le pidió todo su semen.

  • ¡Préñame tú también! - Le dijo al oído. - ¡Córrete dentro de tu tía y llénala con tu semen!

De nuevo el maduro cuerpo de ella se estremeció al sentir la rápida descarga de semen que estaba teniendo. Los muchachos llevaban tiempo sin correrse y follarla les provocaba unas eyaculaciones rápidas. Enrique seguía penetrándola lentamente, soltando todo lo que sus huevos contenían y ella miró al lado. Su hermana Marta mamaba a Jesús suavemente, pero éste había visto como su tía folló con los otros y no podía más.

  • ¡Mamá, trágate mi semen! - Gritó Jesús mientras hundía toda su polla en la boca de su madre. - ¡No puedo más!

Marta no quería el semen de su hijo y sacó la polla a toda prisa. Pili al escuchar a su otro sobrino, se quitó de encima a Enrique de una forma brusca y dejó sus piernas bien abiertas para recibir la carga de Jesús que era empujado por su madre para llevarlo hasta su tía. Se colocó entre las piernas de esta y Marta agarró la polla para dirigirla. Él empezaba a gemir y poco antes de que Marta pusiera su glande contra la raja de Pili, salió un poco de semen que cayó en el mojado sexo de su tía.

Cuando Jesús sintió el calor que emanaba del lujurioso coño de su tía empujó y la clavó por completo, soltando su semen y teniendo su deseado orgasmo dentro del coño de Pili que lo recibió con la esperanza de ser preñada ese mismo día. Jesús se movió un poco y dejó su polla dentro de Pili que lo besaba agradeciendo su semen. Después de sentirse vacío, sacó su polla y todos miraron el mojado coño de Pili que soltaba por su raja hilos de semen y flujos.

  • ¡Seguro que te quedarás embarazada! - Dijo Marta. - ¡Tienes mucho semen en tu interior para no quedarlo!

Los hijos miraron a las madres extrañados por lo que había dicho Marta y tuvieron que explicarles lo que había pasado aquella mañana. Pili quería quedar embarazada y no sabía quien de los tres le gustaba más, por lo que decidió que los tres la follaran y soltaran sus sémenes. La naturaleza la dejaría embarazada de cualquiera de ellos y nunca lo sabrían. En un futuro, que ellas no esperaban lejano, tendrían un primo-hijo que cuidar y los tres padres tendrían que encargarse de él en un futuro.

Después de aclarado todo, Marta y María fueran folladas hasta tener sus deseados orgasmos. Y así fue. Eduardo y Enrique las colocaron en el filo de la cama con sus culos en pompa. Las penetraron y cambiaron de madre una y otra vez. Poco después Jesús y Pili se colocaban junto a los otros y se unieron al intercambio de madres y tías. Por turno se fueron corriendo dentro de Pili para dejar su nueva carga y conseguir embarazarla aquel incestuoso y lujurioso día de orgía familiar.