Marta encuentra el amor en el incesto

Marta le hace un regalo de cumpleaños a su suegro y el mejor regalo se lo lleva ella.

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En la mañana del domingo, Marta se despertó sobre las diez de la mañana. Se quedó en la cama pensando en la noche anterior. "¡Ya le quedaban pocos miembros de su familia por follarse!" Eso sí, estaba disfrutando de cada encuentro sexual, se estaba convirtiendo en toda una "puta de familia". La noche anterior había follado con su hijo mayor y después con su suegro. Lo que más extraño le resultaba era el hecho de que en vez de sentirse sucia, ahora se sentía gozosa. Aquellas experiencias le estaban gustando y no pensaba dejarlas. Tal vez se convertiría en una depredadora sexual y buscara nuevas presas en su familia. Aún le quedaba algunos cuñados, tíos, primos... todos podían pasar por su cama.

Se levantó y como todas las mañanas después de una noche de sexo, se fue a la ducha. Sentía caer el agua por su cuerpo. Pensaba en la gran polla de su suegro. Aquel anciano apenas tenía fuerzas para levantarla y la noche anterior su polla se volvió joven para ella, dándole un placer supremo que pocas veces antes había sentido. Pero en el fondo de su alma sentía un aprecio especial por él. Era como un sentimiento de cariño, mezclado con algo de amor. No sabía la razón pero era como una leve sensación de enamoramiento.

Acabó de ducharse y al abrir la mampara de la ducha deseó que él estuviera allí, de pie, mirándola mientras se secaba, aquel pensamiento la excitaba. Pero no, estaba sola. Se secó sin dejar de pensar en su suegro y después se vistió. Al salir se encontró con sus hijos en el pasillo.

  • Mamá, nos vamos a casa de Manolo a jugar. Comeremos allí y vendremos por la tarde. - Le comentó su hijo Enrique mientras bajaba las escaleras junto a su hermano.

  • ¡Tened cuidado! - Fue lo único que pudo decir mientras ellos desaparecían y escuchaba el sonido de la puerta cerrarse al salir. Toda la casa quedó en silencio. - ¡Ramón! - Nadie contestó. - ¡Ramón! - Dijo de nuevo pero la casa estaba en silencio.

Antes de bajar se asomó a la habitación de su nuevo amante y estaba vacía. Bajó las escaleras y entró en la cocina. Se preparó un café y lo tomaba cuando escuchó la puerta de la calle. Entró Ramón y se sentó junto a ella.

  • ¡Hola Marta! - Le saludó acariciando su cabeza con dulzura. - ¿Cómo te encuentras hoy?

  • ¡Estupendamente gracias a ti! - Marta lo miró con sus ojos verdes llenos de un raro amor y una sonrisa en la boca. Se acercó a él y lo besó en la boca. - Gracias por lo de anoche, disfruté mucho.

  • Sí hija, - el rostro de él mostraba preocupación - en eso he estado pensando durante el paseo matutino que he dado... - Él clavó sus ojos oscuros en los de ella y agarró su mano. - Hija, yo no puedo satisfacerte totalmente. Lo de anoche lo considero como un milagro. Que mi cosa se pusiera como cuando era joven fue un milagro, pero que pueda repetirlo otra vez creo que será raro. Además tu cuerpo joven he comprobado que necesita mucho trabajo para quedar satisfecho.

  • Ramón, te dije anoche que tu sólo te tienes que preocupar de darme placer cuando yo te la levante, yo me ocuparé como sea de que esté lista para darme placer.

  • En eso pensaba. Ya no tengo tanta fuerza para aguantarla en pie de guerra, pero mi lengua siempre fue habilidosa y creo que eso podría sustituir mi pene alguna vez.

  • ¡Así que eres bueno comiendo coños! - Marta se levantó de la silla excitada, sensual y desafiante. - ¡Ahora lo veremos! - Se metió las manos bajo el vestido que llevaba y sacó sus bragas. Se sentó en la mesa frente a su suegro y abrió las piernas. Levantó su falda y apareció su cuidado coño que empezaba a mostrar la humedad de los flujos que salían. - ¡Aquí está tu desayuno!

Ramón veía la hermosa raja de su nuera, con sus largos labios arrugados por la presión de las bragas. Se fijó que sólo tenía pelo en la parte superior, toda su raja estaba total y delicadamente depilada. El deseo lo invadió. "¡Esta mujer es insaciable!" Pensó cuando los dedos de ella separaron aquellos labios y dejaron ante su vista una vagina rosada y brillante por los flujos que salían. Ramón tocó con un dedo tan delicada piel y pudo comprobar que por momentos se mojaba más. Se quitó las gafas y se inclinó para comenzar su trabajo.

Su lengua acarició el excitado clítoris y provocó un leve gemido en Marta. Pudo sentir la acidez de los flujos e hizo círculos con su instrumento de placer sobre el abultado y erecto clítoris. Sintió una mano de ella que acariciaba su cabeza.

  • ¡Oh, sí, qué bueno! - Gimoteó ella al sentir la lengua jugar en su sexo.

Pasó su lengua varias veces por toda su raja, de arriba abajo, notando como se llenaba por completo con los líquidos que Marta regalaba únicamente a sus amantes. Volvió al punto del principio y siguió jugando con él. La cintura de ella se agitaba al sentirlo en sus intimidades, sabía como comer el coño a una hembra en celo y la estaba volviendo loca. Bajó de nuevo por su raja y ahora se detuvo en la entrada de su vagina. Intentó penetrarla con su lengua dos o tres veces. Nunca le habían hecho tal cosa a Marta y le gustaba. La lengua volvió a subir y a concentrarse en castigar aquel lujurioso clítoris mientras su vagina era invadida por dos dedos de su suegro.

  • ¡Dios, qué maravilla! ¡Eres todo un experto en darle placer a una mujer con tu boca! - Gemía y se retorcía de placer.

Los dedos de él estaban por completo en el interior de su vagina y se movían buscando el lugar donde le produjeran más placer. Y lo encontró. Ahora la lengua jugaba con el clítoris mientras los dedos entraban y salían de ella rozando la parte que más placer le provocaba. Separó su boca de Marta y la miró sin dejar de masturbarla con la mano. Ella había echado la cabeza atrás podía ver su boca entreabierta, lanzando gemidos de placer con cada penetración de sus dedos, a la vez que las caderas de aquella lujuriosa mujer se movían para buscar el mayor placer posible con el contacto de sus expertos dedos. Lo miró a los ojos y puso una mano en su cabeza.

  • ¡Cariño, me vuelves loca! - Su cara mostraba su lujuria y mostraba todo lo sensual y sexy que podía llegar a ser. - ¡Sigue dándome placer con tu lengua en mi clítoris! - Empujó su cabeza para que volviera a meterse entre sus piernas.

Ramón pasó su lengua por el clítoris y lo rodeó con sus labios. Succionó con fuerza y Marta sintió descargas de placer que la llevaban hacia un gran orgasmo. Ningún amante en toda su vida la había hecho gozar de tal forma con su boca. Aquel viejo sabía lo que hacía y de seguir así se volvería en su esclava sexual en cuanto él se lo pidiera.

  • ¡Uf, uf, me voy a correr! ¡Estoy en a gloria! ¡Dame más cariño! - Marta lanzó un gran gemido y sintió como un orgasmo la invadía por completo. Se dejó caer en la mesa y se retorcía con las manos en la cabeza ante el incesante castigo que su suegro le daba en su sexo. - ¡Para, no puedo más! ¡Me muero de placer! - Intentaba hablar entre gemidos de placer.

Ramón dejó sus dedos dentro del coño de ella y la acariciaba suavemente. Se incorporó y su lengua dejó de castigar el clítoris, pero el dedo gordo de la mano que le daba aún placer a ella, comenzó a acariciar levemente el bulto que sobresalía de aquella húmeda raja.

  • ¿Ya estás satisfecha? - Le preguntó él.

  • ¡Estoy en la gloria!

  • ¿He aprobado el examen? - Dijo en broma.

  • ¡Desde ahora serás mi masturbador oficial! - Ella se volvió a sentar en la mesa tras haber recobrado un poco de fuerza. - ¡Para qué necesitas tu polla con esa forma de dar placer! - Se acercó a el y besó su boca, sintiendo el sabor salado de sus propios flujos.

Ramón sacó los dedos del coño de ella y la abrazó. Así estaban, Marta despatarrada sobre la mesa, sin bragas, con el coño totalmente mojado por el placer que su suegro le había dado y abrazados uno al otro. Entonces botaron cuando sonó la puerta de la calle que se abría. Ella se puso las bragas como pudo y tomaron una postura como de que allí no pasaba nada.

  • ¡Hola papá! - Entraba el cabrón del marido de Marta que volvía de sus visitas por los prostíbulos de costumbre. - Me voy a duchar. - Cuando besó a su padre pudo sentir el íntimo perfume de su mujer que impregnaba su boca.

La mañana continuó. Ramón y Marta practicaban un juego de amantes. Cuando se cruzaban el uno con la otra por algún lado de la casa, se acariciaban levemente. Él pasaba su mano por su redondo culo o por sus hermosas tetas sin que pudiera verlos su hijo. Ella a veces se quejaba de lo pequeña que se había quedado a casa y rozaba descaradamente su culo por el paquete de Ramón que a veces sentía renacer el deseo de tener aquella maravillosa hembra de nuevo en su cama.

Después de almorzar, los tres se sentaron en el salón a ver un rato la tele. Ramón estaba recostado en el sofá que estaba a un lado y Marta y su marido estaban en el otro. Ella tenía las piernas apuntando a su nuevo amante que de vez en cuando la miraba. Ésta las separaba y mostraba su sexo cubierto por las bonitas bragas. Este juego ponía cachondo a los dos.

  • Enrique. - Llamó a su marido que no quitaba ojo del televisor. - ¿Aún te pone cachondo verme follar con otro hombre?

  • ¡Marta, eso es algo que no debes hablar delante de mi padre! - Recriminó a su mujer.

  • Y si lo hiciera con él, te excitarías mucho... - Marta ya se mostraba sin tapujos, toda la lujuria que contenía su cuerpo era liberada en aquella casa con los miembros de su familia.

  • ¡Seguro que a él ya no se le levanta! - Dijo Enrique medio riendo. - ¿No es por eso que te comió antes el coño? ¿O es que creía que no me había dado cuenta?

  • Pues si no dijiste nada, hijo. - Habló Ramón. - Sería por que aquella sospecha te puso caliente.

  • ¡Sí papá, me gusta ver follar con otro a la puta de mi mujer! - Dijo en tono enojado. - Pero es que se está tirando a toda la familia. A mis hijos, a mi padre, a mi sobrino... y quién sabe a quien más.

Ramón los miró con ojos incrédulos y Marta comenzó a hablar sobre todo lo que había pasado desde que su cuñada María habló con ella. Él se sorprendía de las historias que le contaba y a la vez sentía excitación por todo. Enrique se marchó de la habitación para dormir un poco y Marta acabó contándole todas sus aventuras sexuales con sus familiares.

  • ¡Hija, nunca te imagine así! - Dijo él. - Anoche fue estupendo, pero tal vez todo lo que me has contado sea demasiado raro. - Quedó pensativo como si tuviera que decidir si aquello era bueno o malo. - Sólo te diré una cosa. ¡Si hacéis otra barbacoa, invitarme! ¡Por lo menos para mirar!

Marta comprendió que no le parecía del todo mal aquella incestuosa situación que se producía en el seno de su familia y que además estaba dispuesto a participar cuando se volviera a repetir.

Había pasado un mes ya cuando Ramón volvió a ir al médico para que le dijera cual era su situación física. Durante aquel tiempo había follado con Marta varias veces. Ella le había prometido que no debía preocuparse pues ella le levantaría su polla y así lo había hecho. En un mes fue capaz de follarla diez veces, todo un record pensando en su edad. Muchas veces ella entraba en su habitación y le hacía una buena mamada a la que él correspondía comiendo su sexo. Y fue todo un logro que en diez ocasiones la follara locamente. Una vez incluso él fue el que se acercó a la cama de ella y su marido y la folló ante la atenta mirada de su hijo. Nunca había experimentado la extraña sensación de placer que le produjo follar a la mujer de otro delante de él.

  • ¡Es increíble! - Dijo el doctor. - ¡Han desaparecido todos los síntomas que tenía! ¿Ha hecho algún ejercicio o dieta especial?

Ramón pensó "¡Mucho follar y comer coño en su salsa!". Una sonrisa se dibujó en su boca. Ya podía llevar una vida normal. Y así pensaba hacerlo. Iba a hacer lo que normalmente había hecho durante el último mes, follar a su nuera, la mujer más caliente que había conocido y que lo volvía loco con aquel cuerpo sensual.

Cuando Ramón contó lo que le había dicho el doctor, Marta pensó que se marcharía de allí y no podría tenerlo más. Pero entre todos hablaron y decidieron que se quedara en la habitación donde estaba. Así fue como la vida de todos continuó como hasta ese momento.

Marta no encontraba una explicación para el sentimiento que sentía hacia su suegro. Se sentía atraída por él, pero no sólo por el tema sexual, que era mucha la atracción, si no además de forma afectiva. Le gustaba pasear con el cuando salía a hacer un poco de ejercicio. Hablaban un poco de todo y ahora que sabía lo que ocurría en su familia, hablaban sin ningún tapujo. Eso sí, el sexo sólo lo practicaban en su casa. Y no era por falta de ganas, pues más de una vez lo hubiera llevado detrás de un seto y le hubiera hecho una buena mamada, pero se contenía y esperaba a llegar a casa y que nadie los molestara.

El domingo siguiente era el día de su cumpleaños, cumpliría sesenta y nueve años y en el tiempo que había pasado en casa de su hijo, con su amada Marta, se había sentido rejuvenecer varios años, y algunas veces su polla parecía que retrocedía varias décadas. No se explicaba como aquella sensual y sexy mujer veinte años menor que él era capaz de amarlo, y no sólo eso, si no que además mantenía intensas relaciones sexuales con él. El motivo no lo conocía, pero si sabía que los dos disfrutaban con aquello. Sin pretenderlo había conseguido que ella dejara de follar con sus hijos y ahora casi todas las noches dormía con ella, en su pequeña cama, muy pegados y sintiendo su delicioso olor a perfume que él le regalaba, su redondo e imponente culo pegado a su polla y acariciando a placer cualquier lugar de su sensual cuerpo. Pensó que se estaba enamorando de la mujer de su hijo, del cabrón consentido de su hijo.

Marta llamó a su cuñada María una tarde y estuvo hablando con ella por largo tiempo. En todo ese tiempo le contó que su padre sabía lo ocurrido entre ellos, todo, con sus hijos, entre ellas. Todo se lo contó y él no vio malamente aquello, todo lo contrario, pidió que se le invitase en la próxima barbacoa.

  • ¡Mi padre tan caliente como siempre! - Reía María. - Desde muy pequeña sabía que tenía varias amantes. Además más de una vez escuchaba a mis padres gemir como animales mientras follaban. ¿Es tan bárbaro como parecía?

  • ¡No te imaginas lo que tiene entre las piernas! - Le comentó Marta. - ¡Si te gusta la de tu hijo, con la de tu padre alucinarías!

Siguieron hablando y acordaron darle una gran sorpresa a su padre el domingo por la tarde en casa de María. Buscaron la ayuda de las otras dos compañeras de orgía, Pili y Chari que no se opusieron a darle la sorpresa. Así fueron pasando los días y Marta no mantuvo relaciones con Ramón en aquellos días previos a su cumpleaños. Se habían reunido varias veces las cuatro para prepararlo todo y entonces llegó el domingo tan esperado por ellas.

Después de comer, Marta pidió a Ramón que la acompañara y aunque no le especificó a donde irían, él la acompañó sin rechistar. Llegaron a casa de María y él la reconoció al momento. Marta abrió la puerta con unas llaves que María le había dejado y entró con su amante. Lo sentó en un sofá del salón y le pidió que la esperara dándole un beso en la boca.

Pocos minutos después entraron en la habitación sus las dos hijas de Ramón, María y Chari, junto con Pili y Marta que traía una gran tarta en las manos. Las cuatro desafinaban un improvisado cumpleaños feliz y se acercaban a él. Se acercó y sopló las velas hasta apagarlas. Todas lo felicitaron y besaron.

  • ¿Qué has pedido de deseo papa? - Le preguntó María.

  • ¡Eso no se dice o no se cumplirá!

Entonces le dieron unos regalos y por unos minutos estuvieron viéndolos y comentando sobre ellos. Entonces Marta colocó un sillón frente a un sofá. Tomó a Ramón de la mano y lo hizo sentar en el sillón, indicándole a las otras tres que se sentaran en el sofá.

  • ¡Ahora te voy a dar mi regalo! - Dijo Marta con una voz sensual y besó sus labios.

Ramón se dejó hacer mientras su nuera le desabrochaba los pantalones y metía la mano para agarrar su polla que aumentaba de volumen por la excitación que le producía estar en aquella situación. Marta acariciaba la polla de arriba abajo y Ramón veía como sus dos hijas y Pili no perdían de vista las acciones de su nuera. Se sentía excitado, pero le cohibía un poco que sus dos hijas lo mirasen, no llegaba a empalmarse tanto como otras noches en las que con sólo ver a Marta desnuda tomaba la dureza que tuvo en la juventud.

Ella abrió la boca y comenzó a mamar su polla. Estuvo varios minutos dale que te pego, pero no conseguía que reaccionase. Se sacó las tetas por su escote y puso la polla entre ellas. Lo masturbó, pero nada.

  • ¡Espera que te ayude! - Dijo María desde el sillón al darse cuenta de lo que pasaba.

La polla de Ramón reaccionó un poco al imaginarse a su hija mamándolo, pero no fue así. María se colocó detrás de Marta, le levantó la falda y comenzó a acariciar y lamer su redondo culo. Fue instantáneo. Ramón portaba ahora una enorme polla, dura y gorda. La imagen lésbica de su hija y su nuera lo había ayudado a tener aquella erección.

  • ¡Mirad que maravilla de polla! - Dijo Marta aguantándola con una mano y mostrándola a la demás mujeres. - ¡Y te vuelve loca cuando te come el coño! ¡Por algo ahora tiene 69 años! ¡Los hace hasta conseguir que te desmayes de placer! - Abrió su boca y continuó mamando.

  • ¡Pues yo quiero saber si eso es verdad! - Dijo Pili desde el sofá.

Ramón la miró. Ella era una jaquetona de las que le gustaba. Era alta, piernas largas, para nada delgada, con las caderas anchas y un par de tetas redondas y bien puestas. Caminaba hacia él y dejó caer la falda. Se colocó a su lado y le tendió una mano para que la ayudara. Se subió en el sillón, poniendo cada pie en un brazo, sus piernas quedaron algo abiertas y muy por encima de la cara de él. Ramón miraba como su hija estaba bajo Marta, no le veía bien, pero todo indicaba que le comía el coño a su cuñada, su polla estaba al máximo de excitación.

La visión de su hija y su nuera desapareció cuando Pili dobló las piernas. Ante los ojos de él apareció su delicioso coño cubierto por las negras bragas que llevaba. Una de sus manos las apartó y ahora tenía su raja delante, lista para que él le demostrara las maravillas que hacía con su boca, como Marta le había contado. Ramón no dudó, con las manos separó los labios de aquel deseoso coño y apareció su vagina. Movió la cabeza y colocó su lengua en la aquella raja que empezó a destilar sus flujos como premio.

Mientras su lengua acariciaba el duro clítoris de Pili, Ramón sentía como la lengua de Marta jugaba con su glande, dando vueltas alrededor de él, lamiendo su frenillo, recorriendo cada milímetro de su polla. Pero ahora algo pasaba, sentía dos lenguas que lo acariciaban a la vez. No podía ver lo que pasaba pues tenía que trabajar el coño de Pili, pero la otra lengua debía ser de una de sus hijas.

Separó la boca de aquel deseoso coño y miró por debajo. Allí estaban Marta y su hija Chari, comiendo como locas su polla mientras veía las piernas de su otra hija que seguía lamiendo a su nuera. Volvió a su trabajo cuando una mano de Pili lo agarró por el pelo y lo forzó a comer de nuevo su sexo. En la habitación ahora se escuchaba de nuevo el cantar de las mujeres. Ahora no desafinaban para nada, todo eran gemidos y suspiros de placer. Sonaban los coros que ellas hacían acompañadas de los ruidosos chupetones que daban.

Sobre todas resaltó los grandes gemidos de Pili que empezaba a tener su recompensa. Ramón sintió como su boca se inhundó con los flujos de ella al tener su orgasmo y sentía en su cara como aquellos grandiosos muslos se movían en incontrolables espasmos que el placer le producía. Escuchó como Marta acompañó en aquel desesperado canto al sentir el orgasmo que le producía María.

  • ¡Necesito que me folles! - Le dijo Pili separando su coño y bajándose con dificultad.

  • ¡Yo también la necesito! - Añadió Marta.

Se levantaron todos y Chari estuvo mamando a su padre hasta que éste tuvo que quitarle la polla de mala manera. Agarró a Pili por un brazo y levantó a Marta. Las llevó al sofá y las colocó de rodillas sobre el asiento, apoyando sus brazos en el respaldo. Delante de él tenía aquellos dos hermosos y redondos culos para él sólo. Se agachó y agarró los cachetes de Pili, los separó y empezó a lamer su ano. Ella gemía y se estremecía al sentir su experimentada lengua, le metió un dedo en el coño y la masturbo a la vez.

Marta los miraba junto a ellos y vio como él se retiró de su hermana y se movía hacia ella sin sacar los dedos del coño de la otra. Ramón miró a María que le entendió al momento. Su hija agarró el culo de Marta y lo abrió para que su padre pudiera lamer el ano. Marta cerró los ojos y gimió al sentir como aquella lengua jugaba con su esfínter e intentaba penetrar en su ano. Dos dedos penetraron su vagina y la masturbaban.

Después de un rato lamiendo a Marta, se separó y ahora miró a Chari que le abrió el culo a Pili. Ramón empezó a moverse para lamerla, pero no pudo. Chari se inclinó y lamía el ano de su compañera de orgía. "¡Pero qué grandes putas hay en mi familia!" Pensó al ver la situación.

Sacó las manos de los coños y se levantó. Se colocó detrás de Pili mientras Chari aún la lamía. Cogió su polla y acercó el glande al ano. Chari empezó a pasar su lengua por el glande y por el ano, jugando con los dos. Escupió sobre la cabeza de la polla de su padre, "¡Clávasela!" Le dijo.

Ramón a volvió a agarrar y pasó la punta por la raja de Pili, moviéndola de arriba abajo y sintiendo como se mojaba con los cálidos flujos que de allí salían. Separó los labios y notó en la punta la entrada de aquella caliente hembra. Empujó y su glande empezó a separar las paredes de la vagina, su coño estaba caliente. Pili gimió al sentirse cada vez más llena con aquella vieja polla que volvía a jugar como cuando era joven y disfrutó con la lengua de Chari que no dejaba de castigar su ano.

Junto a ellos María se había arrodillado detrás de Marta y con su boca mantenía caliente su coño para que su padre la pudiera follar cuando acabase con su hermana. Marta miraba como su anciano amante clavaba su gran polla en Pili, le excitaba verlo follar con otra mujer y se moría de ganas por que la penetrara a ella. Sentía la hábil lengua de su cuñada en su raja, en su clítoris, en su coño. Gemía mirando los ojos de Ramón que la miró. Él podía leer perfectamente en aquellos verdes ojos. "¡Ven y fóllame a mí!" Le pedían. "¡Clávamela por completo! ¡No puedo aguantar más!"

Ramón sacó su polla del interior de Pili y deslizó su glande entre los cachetes de aquel redondo culo hasta colocarse por encima de su ano. Chari comprendió enseguida lo que su padre le pedía. Su lengua lo acarició y al momento sus labios lo envolvieron y comenzó a mamar. Él agarró su pelo y aguantó su cabeza sobre el culo de la otra. Movió sus caderas y folló la boca de su hija que tragaba a duras penas tan larga polla.

Paró y se retiró de aquellas dos lujuriosas hembras. Se movió hasta colocarse detrás de Marta, con su desafiante polla apuntando a su culo. María se acomodó bajo él haciéndolo abrir las piernas para que ella quedara sentada con la espalda apoyada en el sofá. Con una mano agarró la polla y la levó hasta su boca, comenzó a mamarla mientras su padre acariciaba el culo de su cuñada.

Ramón bajó su mano por aquellas nalgas hasta llegar al húmedo coño de Marta, acarició su raja que lo esperaba y miró los deseosos ojos de ella que lo miraban. Estaba preciosa aquella tarde. Muchas noches había follado con ella y la encontró encantadora, pero en aquel momento, al ver su rostro invadido por el deseo de tenerlo dentro de ella, en ese momento se sintió enamorado de aquella preciosa mujer que le ofrecía su sexo para que gozara.

Retiró su polla de la boca de su hija y agarró a Marta por la cintura para que se levantara. La abrazó por detrás y acarició su vientre a la vez que ella giraba su cabeza y le ofrecía su boca. Ella no sabía la razón por la que en ese momento deseó que todas aquellas mujeres desaparecieran de la habitación, deseaba estar a solas con aquel hombre y no quería follar con él, quería hacerle el amor. Sentía que un gran amor la estaba invadiendo. Sus bocas se unieron y ella se fue girando hasta que quedaron enfrentados, durante muchos minutos, allí en medio de aquella alocada orgía se besaron como dos amantes que se encuentran después de mucho tiempo.

María quedó apartada a un lado de los amantes. Los miró y comprendió al momento que querían estar solos, aunque estaban allí físicamente, sus almas estaban envueltas en una romántica soledad. Pero ella estaba caliente y necesitaba una polla. Ya que no iba a poder tener el gran instrumento de su padre pensó que una buena paja lésbica bien le valdría. Buscó a su hermana y a Pili y se sorprendió al verlas.

Pili estaba boca arriba en el sillón, con las piernas bien abiertas. Chari estaba en medio de las dos piernas de su amante, se besaban y ella movía las caderas como si follara a Pili. María se fijó en ellas y no parecía que su hermana follara a la otra, no, es que realmente la follaba con un consolador en su cintura. Gemían por el placer.

María recordó que tenía uno de esos guardados y unos minutos después apareció con él colocado y dispuesta a dar placer. Al entrar en la sala, pudo ver a las dos parejas follando. Pili y Chari seguían en la misma postura, mientras Marta había montado sobre su padre que estaba sentado en el sofá.

María envidió a su cuñada. Se podía apreciar que entre ella y su padre había amor. Él acariciaba su cuerpo a la vez que lamía con mimo sus pezones. Ella se movía suavemente para sentir como aquella polla entraba dentro de ella y le daba el placer que ella necesitaba. Se encontraba en una nube de placer, no por ser follada, si no por sentirse amada por la persona que en ese momento la hacía feliz en la vida.

Entonces Marta pensó, mientras sentía a pasión que le mostraba su suegro y a la que ella correspondía, que desde que empezó a follar con Ramón había ido poco a poco dejando de follar con sus hijos. Cada vez había sentido menos necesidad de tener sexo y más de sentir amor por la persona que compartiera su cama. Durante varios días antes a aquella fiesta sorpresa para Ramón había dejado de follarlo, e incluso había dejado de tomar la píldora al sentir la necesidad de tener un hijo de aquel hombre. Estaba montándolo y sentía como le entraba, sentía como sus caricias y besos eran diferentes a los de cualquiera de sus amantes, incluido su marido antes de aquella locura de vida que estaba llevando. Se abrazó a él y siguió disfrutando de aquel sentimiento, era amor lo que la penetraba y la llenaba por dentro.

  • ¡Deseo tener un hijo tuyo! - Le susurró al oído.

  • ¡Yo también! - Le comentó él sintiendo como su amor era correspondido. Sintió que su alma volvía a ser joven.

María volvió a mirar a las otras dos que seguían dándose placer con aquella polla de goma. Se colocó detrás de su hermana y se arrodilló. Veía el culo de Chari que empujaba contra Pili para darle placer. Se acercó y pudo ver que aquel consolador estaba preparado para que follar a Chari mientras. Cogió su polla postiza y la llevó a la entrada de su hermana que dejó de moverse al sentirla, miró atrás.

  • ¡Gracias María, necesitaba que me entrara una polla! - Le agradeció.

Chari sintió como su hermana empujaba y aquella larga polla recorría el mojado interior de su vagina. Esperó hasta tenerla toda dentro y las dos hermanas se movieron acompasadamente para penetrar a su respectiva amante a lo unísono. Pili y Chari gemían al sentirse penetradas y la primera no tardó en tener un orgasmo. No quiso interrumpir a su amante que disfrutaba de las penetraciones que le daba su hermana y aguantó con la polla dentro hasta que poco después Chari se corría gimiendo y gritando como una verdadera puta. Se separaron.

  • ¡Ahora te toca gozar a ti María! - Le dijo Chari.

  • ¡Pues follarme las dos por mis dos agujeros! - Dijo María dándole su consolador a Pili que se lo colocó.

Chari se sentó en el sofá y su hermana se subió encima, abriendo las piernas y sentándose sobre la polla para clavársela por completo. Después Pili se colocó detrás y untó lubricante en su polla y en el ano de María. Apuntó la polla al redondo ano y empezó a empujar. María practicaba bastante el sexo anal con su hijo Eduardo, más por exigencia de él que por gusto de ella y aquella polla de goma entró sin ningún esfuerzo. Pili y Chari comenzaron a moverse y penetraban a María que de momento empezó a sentir placer. Miró a los dos amante mientras era penetrada y se comían a boca y se acariciaban como si fuera la primera vez que follasen.

Marta se levantó de Ramón y lo cogió de la mano. Quería estar sola con su enamorado para que la fecundara, y no allí en medio de una orgía. Lo llevó a la habitación de María y lo tumbó en la cama. Besó su barriga y fue subiendo hasta llegar a su boca.

  • ¡Te amo cariño! - Le decía a Ramón.

  • ¡Yo también te amo! - Le correspondía él.

Marta separó las piernas y se subió encima de él. La polla quedó bajo la raja de su coño y ella se movió rozando los sexos de ambos, todo sin dejar de besarse. Se incorporó y agarró la polla para llevarla a su vagina. Se dejó caer y le entró por completo. Él veía como sus tetas se movían con los movimientos que ella hacía para ser penetrada. Era la primera vez que lo hacían con la luz encendida y podía disfrutar de la visión de aquel maravilloso cuerpo en plena pasión. Ella gemía, gozaba y se echaba un poco atrás para que la polla le entrara por completo en su interior.

Ramón puso una mano sobre el inicio de su coño y con el dedo gordo acaricio su clítoris totalmente excitado. Marta agarró su mano y lo miró a los ojos mientras él la masturbaba y la penetraba a la vez. No podía ser más que amor lo que ella sentía, y lo que él también sentía. La veía como un ángel, un regalo de Dios que le daba todo el cariño y el amor que había buscado por mucho tiempo. Su polla entraba y salía despacio de ella.

Marta movió la mano que agarraba y la llevo hasta que la depositó sobre unos de sus pechos. Él sentía su duro pezón en la palma. Estaba disfrutando de aquello tanto como él. La otra mano la colocó sobre su culo para indicarle a ella que quería acelerar el ritmo para depositar dentro de ella toda su carga de amor.

Marta se inclinó y dejó que él marcara el ritmo. Fue acelerando poco a poco. Cada vez más rápido, cada vez más fuerte. Ella mostraba el placer y el amor que estaba sintiendo y sus tetas se balanceaban sobre la cara de Ramón. Subió un poco la cabeza y acertó a atrapar con sus labios uno de los pezones, comenzó a mamar como si fuera un bebé.

Ella sintió una descarga de placer que unida a las penetraciones le provocaron un el orgasmo más placentero y lleno de amor que nunca había sentido. Su rostro lo decía todo. Su boca entreabierta. Sus ojos verdes bien abierto buscando los ojos de él que dejó su pecho para admirar el impresionante orgasmo que su amante estaba sintiendo. Nunca la había visto tan bonita, tan hermosa como en ese momento. Aquello hizo que él sintiera la necesidad de llenar de amor aquel sexo que necesitaba ser lleno de vida. Empezó a llenarla, a transmitirle todo su amor y ella gozaba con la demostración que el le hacía. Quedaron abrazados, besándose como jóvenes amante mientras sus sexos acababan de intercambiar sus fluidos.

  • ¡Te amo Marta!

  • ¡Nunca me habían amado como tú lo has hecho hoy! - Se fundieron en otro largo beso.

En el salón María se sentía llena, sus dos agujeros estaban llenos de pollas. Chari se movía para que su polla le entrara en su coño, mientras Pili empujaba y penetraba el dilatado ano. Gemía y se revolvía con el placer que estaba sintiendo. Las dos cada vez penetraban más rápida y fuertemente a María que sentía la mezcla del dolor de su culo con el placer de su coño. Pili empujaba una y otra vez y al poco tiempo María empezaba a lanzar grandes chillidos de placer al sentir un gran orgasmo. Se su sexo empezó a salir una gran cantidad de flujos y sus piernas se convulsionaban por el placer. Cuando terminó su placer se separaron y las tres estaban sentadas en el sillón con María en medio.

  • ¿Y mi hermana y tu padre? - Preguntó Pili.

  • ¡Déjalos, ahí hay un rollo muy raro! - Respondió María que creía saber lo que pasaba.