Marta en Sevilla

Marta viaja a Sevilla y descubre la maravilla de amigo que tiene...

Abrió la puerta e inmediatamente pensé que me había equivocado de piso. Una desconocida de unos 40 años y con una sonrisa enorme me miraba desde la puerta de la vivienda.

_.Disculpe, he debido confundirme de planta, buscaba el piso de unos amigos.

Desde algún lugar detrás de ella llegó la inconfundible voz de Clara. _. Bertoooooo, pasa hombre, que es mi madre.

Sin dejar de sonreírme ni un instante, la madre de Clara se presento.

_ Hola, soy Marta, … Berto ¿verdad?

_ Sí, el mismo. Clara me había hablado de ti pero no esperaba encontrarte aquí. Me dijo que vendrías cuando diera a luz, pero como todavía faltan varias semanas.

_ ¡eh! Que bien informado estás. Pero no del todo. Mi marido ha tenido que viajar al extranjero y estará fuera varios días así que, por qué quedarme sola si podía venir a hacer compañía a mi niña, y más cuando ya no está para muchos trotes.

A esas alturas de la conversación ya me había dado tiempo de dar un buen repaso al rostro de Marta y comenzaba a percibir algo de su cuerpo. Era delgada, no muy alta, aprox. 1,65, realmente guapa, rubia, vestida de sport con unos vaqueros y un polo blanco. Mi amigo César salió en ese momento de la cocina y me pilló a la primera. No dijo nada pero le vi reírse para sí mismo. Y es que no era para menos. Conocí a César y Clara hace varios años. Son bastante más jóvenes que yo, 29 años él y 24 ella. Clara es de Almería y hasta hoy, de su familia sólo sabía que su madre la tuvo con 20 años y que era rubia. Jamás hubiera podido imaginar que esa mujer rubia que me abrió la puerta fuera la madre de nadie y menos de una de mis amigas que tiene 24 años y está embarazada de gemelos. ¡Esa rubia tan atractiva iba a ser abuela en menos de un mes!

Mientras seguía a Marta hacia el sofá tuve ocasión de contemplar un culo redondo que llenaba los vaqueros como si hubieran sido hechos para él. Marta se contoneaba de forma natural, como hace quien ha coqueteado toda la vida. El pelo, media melena rubia y algo rizada le caía sobre el polo en grandes rizos y se movía al ritmo de sus pasos.

Nos sentamos a la mesa del salón y estuvimos comiendo y bebiendo animadamente. Marta me preguntó tantas cosas sobre mí que parecía que estuviera cenando con un detective:

._ oye Berto, ¿tú a qué te dedicas?

._ pues soy aparejador. Nada heroico ni complicado. ¿Y tú?

._ mi madre tiene un negocio en Almería, de exportación de fruta. A veces deja alguien a cargo de los almacenes y viene a verme. Pero muy de vez en cuando porque siempre anda tan ocupada

._ bueno hija, no exageres. Menos vienes tú a casa.

._ total para veros discutir a papá y a ti.

._ déjalo hija anda. Disfrutemos de la velada. César, todo lo que has preparado está riquísimo.

._ gracias suegra. Pero cuidado con pasarte con el champán y con las fresas que te estás poniendo morada y dicen que esa combinación es afrodisiaca.

._ tranqui chaval, que yo tengo ya muchos kilómetros y además no me veo saliendo a ligar por ahí.

Mientras decía esto me miraba y creí adivinar un guiño malicioso. Pensé que me lo había inventado. Debía ser la calentura que me estaba subiendo por todo el cuerpo. Desde que comenzamos a comer no había logrado quitarle la vista de encima. Estaba fascinado por esa mujer, por su cara, su cuerpo. ¿Cómo podía tener unas tetas tan bien puestas? Vaya caña la suegra de marras.

La noche se fue consumiendo y llegó la hora de marchar. Fui a despedirme y para mi sorpresa, Marta dijo que ella también se iba. Había preferido ir a dormir a un hotel para no molestar en exceso a mis amigos. Supongo que la realidad era que, tal como parecía, era demasiado independiente para quedarse con la familia.

Bajamos a la calle y me ofrecí a llevarle al hotel.

._ ¿Hotel? No fastidies hombre. Una cosa es que no me apetezca quedarme en casa de mi hija y otra que me quiera ir ya a dormir. Venga anda, sé un buen anfitrión y enséñame la marcha sevillana, esa de la que tanto presumís.

¿qué os voy a decir? Me encantó la idea de llevarme de copas a ese pedazo de hembra mientras mi cabeza comenzaba a imaginar e imaginar … Me metí al coche totalmente empalmado y ella me siguió. Me pidió que quitara la capota. Era una noche de marzo y no hacía calor pero no deja de ser invierno y al cabo de unos metros, se notaba cierto fresquito en el coche. Así que si ya me costaba conducir y no mirarla a la vez, no os cuento cuando con el frío se le comenzaron a marcar los pezones de forma descarada. Joder, y eso que llevaba sujetador. ¿Cómo estaría desnuda? Buff, no casi me estrelló en aquella curva.

._ eh chico, no te despistes. Había pensado en una noche inolvidable, pero no me refería a tener un accidente.

Mientras decía eso dejó caer su mano sobre la palanca de cambios, justo sobre la mía. Me dio un escalofrío y no la retiré, claro. Mi polla estaba ya a punto de reventar el pantalón cuando llegamos a una de las mejores discotecas de la ciudad. Había una cola inmensa, pero como soy cliente habitual no tuvimos problemas de entrada.

Una vez dentro pedimos una copa y fuimos a la pista. Música disco, de la mejor. El Dj era fabuloso y el ritmo entró en nuestros cuerpos enseguida. Era impresionante ver cómo se movía Marta. Parecía como si viniese todos los días. Yo me acercaba y me alejaba para hablarle al oído y cada vez lo hacía más cerca. Un par de veces entrelazamos las manos al hablar, y a esas alturas ya la tenía cogida por la cintura. Comenzó a sonar una canción tipo batuca y Marta se pegó a mí. Sus pechos se apoyaban en el mío y podía sentir el calor a través de nuestra ropa, sus pezones, la humedad del ambiente. Mis manos ya estaban bajando por su espalda hacia ese precioso culo cuando ella se dio la vuelta de golpe. Ahora se encontraba totalmente adherida a mí y mi empalmado rabo encajaba perfectamente en el hueco entre sus nalgas. Ya no pensaba, ni oía, casi ni veía. Mis dedos se dedicaron a explorar cada centímetro de su cuerpo al son de los tambores. Sus caderas, su ombligo, el contorno de sus tetas, … ya estaba acariciando uno de sus pezones a través de la ropa cuando comencé a morderle el cuello y el lóbulo de una de sus orejas. La tía parecía drogada, se meneaba frenéticamente y yo ya me había olvidado de que este putón era la madre de Clara y la estaba dando un morreo de campeonato.

Salimos de la discoteca y nos metimos en el coche.

._ ¿te llevo ya a tu hotel?

._ sí por favor, algo debía tener la copa porque no me reconozco. Dijo sus dientes blancos configurando la sonrisa más estremecedora que había visto hasta entonces.

._ bueno, pero me tendrás que recompensar por haberte sacado de marcha. No suelo tratar tan bien a las madres de mis amigas.

._ estoy segura de que las madres de tus amigas no te suelen hacer lo que yo te voy a hacer en el hotel.

._ ja, ja, sorpréndeme, le dije mientras metía las manos entre sus piernas.

Llegamos al hotel y entre recepción, ascensor y pasillo tardamos más de media hora. Cuando abrimos la puerta Marta tenía el polo levantado hasta el cuello y yo ya llevaba un buen rato mordiéndoles las tetas. No sé cómo era posible que las tuviera tan grandes y a la vez tan duras. Supongo que se habría operado o algo, pero a mí en ese momento sólo me importaba comerlas y hacerme una cubana entre ellas.

La agarré por detrás y comencé a desnudarla frente al espejo. Despacio, prenda a prenda. Primero el sujetador, por debajo de la ropa. Luego, le saqué el polo por la cabeza, recreándome unos segundos con la imagen de Marta con el polo tapándole la cara y con sus grandes tetas mirándome de frente. No podía más. Quería follarme a aquella mujer ya. No obstante, conseguí aguantarme las ganas y continué con mi tarea. Solté los botones de su pantalón uno a uno. Ella apretaba el culo contra mi verga, frotándose. Se moría de ganas. Le fui bajando el pantalón y cayó hasta sus tobillos. Piernas perfectas, largas y morenas, dentro de ese cuerpo escultural sólo tapado por unas braguitas blancas, casi de niña, pero mojadas como si hubiera salido de un estanque.

Se acabaron las ceremonias y le bajé las bragas del tirón. Creo que las rompí. La incliné violentamente y de un golpe le clavé mi rabo en su mojado coño. Ni un suspiro. Se ve que lo esperaba. Sumisa, aguantó las embestidas gimiendo cada vez más deprisa. Ya estaba a punto de correrme cuando se retiró y comenzó a comerme la polla con delectación, como quien no ha comido en siglos. La chupaba bien la jodida mamá de Marta. ¡Qué extraño! Con aquella pedazo de hembra arrodillada ante mí, mordiendo y chupando mi polla cerré los ojos y sólo me venía a la cabeza su hija, mi amiga Clara. Había salido a su madre en lo de las tetas, y ahora me la imaginaba chupándome el rabo cuando quien realmente lo hacía era su salida madre. Fue demasiado. Miré hacia abajo y comencé a correrme dentro de su boca mientras Marta me miraba con esos ojos de putón salido.

La cogí en brazos y la tumbé sobre la cama. Estaba totalmente desnuda y parecía una diosa. Yo estaba excitadísimo pero mi polla sólo recobró su dureza tras varios minutos de besar a Marta por todo el cuerpo. La tía temblaba con cada una de mis caricias. Tenía la piel erizada y los pezones tiesos como dos pitones. Cuando empecé a pasar la lengua cerca de su coño su cuerpo se arqueó. Como en casi todo su cuerpo parecía que se había hecho algún tipo de depilación láser pues sólo una pequeña línea de vello prolongaba sus labios. Pasé la lengua en la misma dirección, arriba y abajo, dando pequeños mordiscos en los laterales de su coñito. Sus labios estaban hinchados, parte por la excitación parte por el polvo que ya habían soportado, y fue un placer chuparlos despacio, disfrutar el sabor a sal y por último atrapar su clítoris con mi lengua, presionándolo a la vez con mis labios. Marta no paraba de moverse, de decirme burradas, y yo continuaba. Debió pasar cuarto de hora y Marta ya estaba exhausta apretando mi cabeza contra su coño. Yo la mordía las nalgas y el coño mientras metía y sacaba uno o dos dedos de su coño y de su culo. Volví a acordarme de Clara mientras bendecía la suerte que me había llevado esa tarde a su casa.

Marta se incorporó y comenzó a rogarme que la follara mil y una veces. Tenía toda la noche por delante y una mujer impresionante suplicando polla. Le di la vuelta y comencé a follarla a cuatro patas. La muy zorra comenzó a insultarme y a decirme que le diera fuerte, que se lo merecía y cosas de ésas.

._Claro que te lo mereces zorrón, te voy a follar hasta que se me quede en carne viva. Te voy a poner el culo como un frontón.

Saqué mi polla rezumando sus jugos y empecé a jugar con ella en el agujerito de su culo. Dios, qué ganas de metérsela tenía. No obstante pensé que si le hacía daño podía terminarse la función y le propuse que nos fuésemos a la ducha juntos. Marta ya no estaba condiciones de negarme nada y me siguió al cuarto de baño como un perrito. Nos metimos en la ducha y ella se arrodilló de nuevo para chupármela. No hice ascos, claro. Según comenzaba a bañarnos el agua caliente veía cómo Marta me lamía desde el glande hasta los huevos, metódicamente. Cogí el gel de baño y le enjaboné el pelo mientras me la comía. Ella se levantó e hizo lo mismo conmigo, y así, mientras me acariciaba con el jabón la cogí de los muslos y se la clavé de nuevo. Contra la pared me abrazó con sus piernas mientras sentía el agua cayendo en mi cabeza. Estábamos llenos de espuma y jabón y mientras le embestía comencé a jugar de nuevo con su culito. Uno, dos, tres dedos. Un poco de gel hizó el resto y advertí que estaba lista para acoger mi tronco en su culito. Le di la vuelta violentamente sus tetas se aplastaron contra los azulejos de la pared. Sumisión total. Sólo esperaba mi polla y sólo gimió cuando el capullo se fue abriendo paso en sus entrañas. Luego, un minuto inmóviles, acoplándonos , y otra vez a moverse. Despacio al principio, pero al poco tiempo, ella apretaba su culo contra mi polla gritando y agarrándome mi culo a su vez.

._ ohhh, fóllame Berto. Esto es la hostia. Agárrame las tetas. Fóllame cabrón.

Y vaya si la follé. Más de cuarto de hora apretando mis cojones contra su culo hasta que me corrí dentro. No recuerdo un polvo mejor en mi vida, follando por el culo a la madre de mi amiga en la ducha de un hotel.

Y allí la dejé, durmiendo sobre la cama. Le volví a ver semanas más tarde, cuando nacieron las niñas de Clara, pero ya venía con su marido. Anda que no me hubiera gustado meterla en algún baño y follarla de nuevo pero