Marta

Cómo una niña me volvió loco...

MARTA

Mi nombre es Juan González, tengo 37 años y estoy divorciado desde hace 2. Actualmente trabajo como directivo de una importante empresa consultora en Madrid, y me gano la vida de forma más que suficiente. El motivo de mi divorcio fue el exceso de celo que puse en mi trabajo, lo cual me llevó a dejar un poco de lado mi relación con María, mi ex. Aunque más tarde me enteré de que a los 3 días de haber firmado el divorcio se fue a vivir con un chico… lo que me hizo sospechar de la influencia de terceras personas en nuestra relación.

Ahora tengo una racha anímica baja, no siento mucha atracción por las mujeres, aunque ellas se acercan bastante a mí, supongo que mi 1,90 de estatura, mi pelo y piel morenos y mi forma de vestir-siempre con trajes de diseño- tiene algo que ver en esto.

Mi vida ahora es pura rutina, de casa al trabajo y del trabajo a casa, un día sí y otro también. Lo peor es la soledad de los fines de semana. Tengo amigos, pero lo que no tengo es ganas de verlos.

Era por la mañana, me acababa de levantar y me estaba afeitando delante del espejo. Mirándome a la cara me pregunto cómo he llegado a esta situación. Procuro olvidarme de mis problemas y me dirijo al trabajo. Tenía que ir en metro, pues el día anterior le di un golpe a otro coche en un atasco y tuve que llevar el mío al taller. Una semana me habían dicho. Tendría que acostumbrarme a ir en metro, ya que apenas lo había utilizado.

Vivo en una zona residencial, y desde mi casa a la primera boca de metro hay unos dos kilómetros, me lo tomé como un paseo y los hice andando. Una vez llegado al trabajo, mi jefe, el Sr. Caramés, me llamó a su despacho. Allí fui.

-Sr. González, como Vd. sabe hemos realizado una serie de cambios en el personal de esta delegación. Han llegado nuevos empleados, entre ellos alguno de dirección, y nuestro trabajo es que se sientan cómodos para que nuestra productividad aumente.- Me dijo mi jefe de forma seria.-Le he hecho llamar para hacerle un encargo, y como le conozco bien, sé que lo cumplirá de forma correcta. Quiero que cuide y mime a Jorge de Souza, el nuevo directivo. Váyanse a hacer algo después del trabajo y haga que se sienta arropado por nosotros-

-Muy bien Sr. Caramés- Respondí.-Así lo haré-

Salí de su despacho ocultando mi cara de desagrado. Jorge de Souza llegara hace unas semanas a nuestra delegación y ya era famoso por su carácter, terco y arisco. "Vaya papeleta", me dije.

Me encaminé hacia el despacho de Jorge de Souza, y golpeé la puerta con mis nudillos.

-¿Se puede?-

-Adelante- Me respondió.

-Hola Jorge, me preguntaba si te apetece jugar un partido de squash luego del trabajo, en el gimnasio de al lado- Le dije sin mucho entusiasmo.

-Claro, por supuesto- Me contestó con un gesto mitad incredulidad, mitad desagrado, pues bien sabía que esta iniciativa no era mía.

Ya tenía plan. Todo muy agradable, una cita con una persona a la que no tenía demasiada estima y un estado de ánimo bajo. "Bueno, por lo menos haré algo de deporte", pensé.

Al finalizar el trabajo nos dirigimos hacia el gimnasio, y luego de cambiarnos de ropa empezamos a jugar el partido. Qué bien jugaba el de Souza, tendría unos 10 años más que yo, pero todavía se encontraba muy bien físicamente. Era un poco más bajito que yo y más delgado, y apenas tenía ya pelo en su cabeza. Luego de ganarme al squash, nos dirigimos hacia las duchas. De camino entablé una pequeña conversación con él.

-¿Qué tal la nueva vida en Madrid?-

-Pues adaptándonos- Me contestó con poco entusiasmo.-Yo y mi hija lo llevamos bien, mi mujer es quien peor lo está pasando de los tres, no ha hecho muchos amigos todavía. Seguro que pronto lo hace-

-¿Te apetece ir a tomar algo y me cuentas más en profundidad?-

-Lo siento, he quedado con un cliente dentro de un rato, otra vez será- Me dijo.

Después de ducharnos yo me dirigí hacia el metro, una vez dentro el vagón donde estaba era una lata de sardinas. Me tuve que colocar de pie, agarrado a la barra y con la otra mano sosteniendo mi maletín, de forma torpe debido a mi falta de costumbre en este medio de transporte. Al frenar el metro en la siguiente estación, perdí el equilibrio y choqué contra una niña, tirándole los libros que llevaba contra su pecho.

-Perdón- Le dije mientras me agachaba a recogerlos.

-No es nada- me contestó.

Pero mientras recogía los libros y al arrancar el metro, perdí de nuevo el equilibrio, y volví a tropezar con la misma niña.

-Lo siento, soy muy torpe-

-Mejor será que te sientes- me dijo ella sonriendo y señalando un sitio vacío.

-Sí, mejor será, no sea que mate a alguien- respondí yo sonriendo también.

Una vez sentado, y mientras las paradas iban pasando, me fijé en la niña. Tendría unos 17 años, y llevaba unos pantalones blancos con una camisa negra entallada. Era de mediana estatura, quizás pequeña, y bastante delgada. Tenía unas formas bien definidas, ya era una chica crecidita. Por lo que pude apreciar, no llevaba sujetador, pues sus pezones se intuían debajo de su camisa. El pantalón era de cintura baja, y desde mi sitio pude ver su tanga que sobresalía sobre el borde del pantalón. Luego de una parada, el vagón se vació casi completamente, y la niña se sentó a mi lado.

-Debías de llevar encima una señal de peligro- Me dijo mientras se reía.

-Sí, la verdad es que sí.-Respondí sonriendo también.-No estoy acostumbrado a ir en metro y creo que se me nota-

-Un poco-

-¿Cómo te llamas?-Pregunté.

-Marta-Me respondió-Oye, ¿en qué trabajas?, con ese maletín y ese traje pareces alguien importante-

-Pues yo me llamo Juan, y no, no soy nadie importante. Voy de esta facha por motivos mi trabajo. Soy asesor financiero de una empresa- Le dije.

-¿Asesor financiero? Eso suena aburridísimo. Mi papá trabaja en algo parecido y siempre se está quejando. Yo no querría trabajar en algo así. Yo quiero ser bailarina-

En ese momento miré hacia su escote, y al sentarse se había aflojado un poco el botón superior de su camisa, y pude ver furtivamente un pezón de la niña, rosado y apetecible. El corazón me empezó a latir con más fuerza, y aparté la mirada rápidamente.

-La verdad es que mi trabajo es bastante aburrido, pero me da para vivir, y con eso me conformo-Dije de forma nerviosa por el espectáculo que acababa de disfrutar.

-Huy, la última parada, me bajo- Me dijo.

-Yo también-

-Hasta luego- Me dijo mientras me daba un rápido beso en la mejilla y se iba corriendo.

-Hasta luego…- le respondí alucinado.

Me fui andando desde la parada de metro hacia mi casa embobado, pensando en lo que esa chica acababa de hacer. "Vaya juventud", pensé.

Al día siguiente fui de nuevo al trabajo, y lo primero que hice fue ir al despacho de Jorge de Souza para seguir con el encargo que me había hecho mi jefe.

-Hola Jorge, ¿repetimos lo de ayer en el gimnasio?- Le pregunté.

-Hoy no va a poder ser, a la mañana he visto deprimida a mi mujer y he quedado con ella y mi hija para ir al cine por la noche… Mañana quizás.

-Ok, no hay problema-

Pasado un duro día de trabajo entre papeles y llamadas telefónicas me fui a mi casa con ganas de descansar, ver una película y tomarme un copita tranquilamente en mi sillón. Esta vez no tuve espectáculo en el metro, lástima.

Al día siguiente otra jornada de rutina en el trabajo, Jorge de Souza no estaba y no tenía plan para la noche, y aunque un amigo me había llamado para salir a tomar unas copas no acepté. Una vez finalizado mi trabajo me fui al metro para irme a casa.

En la parada, mientras estaba esperando, pude ver de nuevo a Marta. En mi estómago se movió algo e instintivamente me metí en el mismo vagón en el que ella había entrado. Me vio y sonriendo se acercó a mi.

-¡Hola!- Me dijo con entusiasmo- ¿Te puedo pedir un favor?

-Claro- respondí.

-Nos bajamos en la misma parada, y ayer al irma a casa unos chicos se metieron conmigo y me molestaron, me asusté mucho- me dijo- ¿te importa acompañarme a mi casa?, es que ahora tengo miedo de ir sola, y todavía no teno amigos en el barrio-

-No te preocupes, yo te acompaño- le dije de forma firme.

La niña me estaba poniendo nervioso. Hoy llevaba un top apretado que dejaba intuir sus senos adolescentes, y una falda por encima de la rodilla que llevaba de una forma muy sensual.

Bajamos en la última parada y la acompañé a su casa, antes de llegar, me dijo:

-¿Me invitas a un helado?

-Claro-le respondí, y nos dirigimos a un puesto ambulante.

Marta pidió un helado y nos fuimos hacia su casa mientras se lo iba comiendo. Sacaba la lengua de una manera que me encantaba, jugueteando con su punta sobre el helado, para luego llevárselo a la boca. Vaya niña, me estaba poniendo cachondo.

-Si me das 50 € te la chupo-me soltó de repente.

-¿Qué?-dije alucinado.

-Pues eso, mi papá es muy estricto conmigo y me ha castigado sin paga, y ayer he visto en una tienda una falda que me gusta mucho y quiero comprarla- me dijo de forma natural, como si no pasara nada por lo que acababa de decirme.

-Pero… no me parece bien eso que me estás proponiendo, no deberías hacer esas cosas.- Le dije.

-Y no las hago, pero es que esa falda me gusta mucho, mucho.

Yo estaba nerviosísimo, y por mi cabeza pasó la imagen de esa niña con su boca en mi polla. Me omnubilé y acepté.

-De acuerdo, pero sólo lo haré si me prometes que nunca más vas a hacer esto con alguien- Le dije en tono serio.

-Vale- me respondió toda contenta.

Me cogió de la mano y me llevó a un callejón sin salida, que daba a un pequeño parque. Nos metimos entre unos setos, y sin mediar palabra, se agachó, me desabotonó el pantalón, me bajó la cremallera y los calzoncillos y se metió mi polla en su boca.

Empezó a chuparla de forma lenta, y yo notaba su boca caliente, lo hacía muy bien la niña. "Tiene experiencia", pensé.

Mientras me la chupaba se quitó el top, y no llevaba sujetador. Se tocó sus tetas, unas tetas muy redondas y firmes, con unos pezones rosados que estaban para comérselos.

Apartó su boca de mi polla y la puso entre sus tetas. Empezó a moverlas lentamente, y pude notar su piel caliente y tersa contra mi polla, como la de una niña que todavía era, y yo estaba en el cielo.

-Ahora verás- me dijo-vas a disfrutar como nunca lo has hecho en tu vida.

Una vez dicho esto, volvió a meterse mi polla en su boca, pero de repente, en un gesto rápido, abrió más su boca y se la introdujo toda, hasta su garganta. Evitó una pequeña arcada y empezó a chupármela de esa forma. La sacaba y la introducía toda dentro de su boca, era increíble.

-¿Te gusta?-me dijo sonriendo- ¿a que ninguna mujer mayor te ha hecho esto nunca?. Y siguió chupándomela de esa forma.

Yo no podía más estaba a punto de correrme, de vez en cuando, y en el momento de tener mi polla en su garganta, sacaba la lengua y la pasaba por mis testículos, eso me hacía estremecer.

-Me voy a correr- le dije.

Ella se apartó y empezó a hacerme una paja, con mi polla apuntando a su cara.

Entonces me corrí, empecé a convulsionarme y lancé el primer chorro de semen que aterrizó en su mejilla, e inmediatamente se introdujo de nuevo mi polla en su garganta, y ahí me acabé de correr en medio de espasmos.

Cuando acabé, se sacó mi polla de su boca y me la lamió de arriba abajo, con una sonrisa maliciosa.

Nunca me había corrido de esa manera, ni ninguna chica me había hecho algo así ni algo que se le parezca.

-Te ha gustado, ¿eh?-afirmó ella.

-No sabes cuanto-dije yo entre suspiros.

-Mis 50 €-me dijo riéndose.

-Toma, pero recuerda lo que te he dicho-Le dije mientras le daba el dinero.

-Tranquilo, la próxima vez que te vea te follaré, no tengas dudas, pero lo haré gratis. Tómalo como un regalo-me respondió con una sonrisa.

-¿Y cuándo te veré?-Le pregunté mientras pensaba que si me hacía eso en la calle, qué haría en una cama

-Dame tu teléfono y yo te llamo- me dijo

Entonces le di una tarjeta, ella me dio un beso y se fue.

Yo me dirigí a mi casa, totalmente alucinado y con una sensación contraditoria. Tenía remordimientos por hacer lo que había hecho, con una niña 20 años menor que yo, pero a la vez me sentía excitado por todo lo que había pasado.

Al día siguiente me fui al trabajo, y cuando estaba en mi despacho alguien golpeó mi puerta.

-¿Se puede?-preguntaron

-Claro- respondí yo reconociendo la voz. Era Jorge de Souza.

-¿Vamos hoy a jugar el partido ese que tenemos pendiente?-

-Por supuesto-le dije.

De repente sonó el teléfono.

-Perdona- le dije a Jorge mientras lo cogía, era mi secretaria.

-Sr. González, una chica pregunta por Vd. en la línea uno- me dijo.

-¿Quién es?-le pregunté a mi secretaria.

-Una tal Marta de Souza-

-¿Malas noticias?-me dijo Jorge-Te has puesto pálido-

-No…- dije balbuceando-¿Por dónde ibamos?

"Oh Dios mío", pensé.

FIN