Marta cuida de su suegro

El padre de Enrique, marido de Marta, tiene que guardar reposo. Lo conseguira o los hechos de esa casa harán que se recupere antes...

Para los que quieran leer los primeros capítulos:

1º.-

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10º.-

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Para Marta aquella barbacoa con sus cuñadas, hermana, hijos y sobrino fue lo que la decidió a no preocuparse más de las implicaciones morales que su relación con sus familiares. Marta se levantaba por las mañana con ganas de vivir. Por las noches satisfacía sus necesidades sexuales con uno u otro hijo, o con los dos a la vez. La relación con su marido se había convertido en una pura convivencia en la que se soportaban. Ni siquiera hablaban de separarse. Él satisfacía sus necesidades de sexo agresivo en prostíbulos de mala muerte.

Ya llevaba un mes con su nueva vida, tomando el sexo de sus jóvenes hijos. Todo parecía perfecto. Todo era perfecto. De vez en cuando se reunían con su cuñada y sobrino e intercambiaban experiencias, pero cada vez eran menos comunes. Tenía otra perspectiva de la vida y todo en su vida mejoró.

Una tarde su marido llegó a casa y le comunico que su padre, Ramón, había empeorado de una dolencia que tenía desde hacía algunos años y necesitaba quedarse en casa con ellos. Ramón siempre le había parecido un hombre agradable y simpático que quería mucho a sus hijos y se preocupó por él. Se mostró comprensiva y preparó una de las habitaciones de los niños para su suegro. Ellos dos, o los tres en las noches que necesitara a alguno de sus hijos, dormirían juntos en la otra habitación.

Así, dos días después llegó a su casa Ramón, un hombre de unos sesenta y ocho años, alto y de aspecto fuerte que no aparentaba tener ninguna dolencia, pero al que los médicos aconsejaron tomar reposo. Por toda la familia era conocida la fama que tuvo cuando más joven de haber tenido varias amante. Había trabajado durante muchos años de representante de una marca de refrescos y era muy conocido por las rutas de la prostitución en locales de la carretera.

  • ¡Hola Ramón! - Saludo Marta a su suegro la tarde que llegó.
  • ¿Cómo andamos?

  • ¡Bien hija, bien! - El hombre le saludó. - ¡Y tú veo que estás tan bien como siempre! - Le gustaba gastarle bromas con piropos sobre ella. - ¿Dónde están mis dos nietos?

  • Han salido a comprar unos libros para el curso que ahora empiezan. - Respondió Enrique que entraba con las maletas de su padre.

  • Acompáñame a tu habitación.

Marta subía la escalera y Ramón la seguía unos pocos escalones más abajo. Ella llevaba un vestido algo corto y su suegro podía ver bastante de sus muslos. "¡Qué rica esta la cabrona!" Pensó pues aún no había perdido todo el lívido de años anteriores. Marta le abrió la puerta y él entró observando la habitación. Dos minutos después Enrique traía sus maletas y poco a poco el anciano ordenó la ropa dentro del armario que le habían dejado.

Marta estaba recogiendo cosas en la casa. Su marido había salido y los niños estaban en la habitación ordenando y preparando los libros. Ramón veía la televisión en el salón. Ella pensaba en que haría ahora para calmar su sed de sexo estando allí su suegro. Lo primero que debía observar es si dormía por las noches o no. Cuando el viejo quedara dormido podría entrar en la habitación de sus hijos y relajarse como a ella le gustaba. No podrían hacer demasiado ruido para no despertarlo. Cuando él aún no estaba en casa follaba con sus hijos sin preocuparse de sus gemidos o las quejas que la cama diera por la acción que encima tenían madre e hijos, pero estando Ramón allí tenía que ser cuidadosa para que no sospechara nada. "¡Qué pensaría si me pillara follando con ellos!"

Ramón estaba en el sofá sentado y lo que menos veía era la televisión. Solamente miraba el cuerpo de su nuera que se movía arriba y abajo ordenado cosas. La veía inclinarse sin doblar las piernas y entonces apreciaba las curvas de su redondo y hermoso culo. "¡Te la clavaba hasta el fondo!" Pensaba mientras sentía como su pene, dormido desde hacía varios años, resucitaba un poco. Aquello sólo le pasaba con Marta. Había estado en varios prostíbulos para ver si alguna de las chicas de allí devolvía a la vida a su polla, pero nunca tuvo suerte. Pero allí estaba, la mujer de su hijo despertaba en él las sensaciones que tuvo en un pasado y su polla volvía a tener vida.

Marta no era una mujer especialmente bella, su cuerpo no era de una modelo ni siquiera era alta con piernas largas... Por mucho que Ramón pensaba, no encontraba el motivo por el que aquella mujer lo ponía caliente, pero le daba vida a su polla y eso era lo importante.

Durante varios días, Marta se acostaba e intentaba adivinar las costumbres de sueño de su suegro. Él solía acostarse sobre las once de la noche y dejaba la puerta cerrada. Durante el tiempo que ella aguantaba despierta, no escuchaba que la puerta se abriera por lo que supuso que no se levantaba en toda la noche. Eso sí, sobre las seis de la mañana se levantaba el primero y bajaba al salón para ver las noticias en el televisor.

Era viernes por la tarde. Marta había acabado de trabajar y llegó a casa. Empezó a preparar la comida para que todos comieran. Allí estaba Ramón que se encargaba por las mañanas de comprar el pan. Poco después llegaron los niños y su marido. Los cinco comieron y después, como siempre hacía Ramón, se marchó a ver la televisión un rato en el salón. Ella se puso a recoger las cosas y a poner varias lavadoras. Todo aquello lo hacía en la habitación que comunicaba con el salón. Tenía la puerta abierta y su suegro la miraba, siempre pendiente de su cuerpo, sintiendo como su dormida polla se despertaba con los encantos de aquella mujer. Era increible. Lo ponía caliente. La miró por un buen rato y decidió irse a hacer una paja al baño. Entró y cerró la puerta para que no lo pudieran molestar. Se sentó y sacó su polla que estaba algo erecta. La agarró con una mano y la agitó pensando en Marta. Estuvo media hora allí pero nada, no había forma de que aquello cogiera más dureza y menos aún de correrse. Desistió y se marchó al salón a descansar. Era la imagen de ella la que lo excitaba, pero cómo podía hacer para verla desnuda o mejor aún, cómo podría verla follar con su hijo. Después de unas horas de mirarla cada vez que pasaba por delante de él, le llamaron para cenar y después de cenar, se despidió de todos y se marchó a su habitación a dormir.

Marta llevaba varios días sin pasarse por la habitación de sus hijos, demasiados días para ella, para su lujuria incestuosa, aquella noche tenía que ir a por su ración de sexo. Ya había visto que el viejo dormía toda la noche sin molestar, lo único era que se levantaba temprano, así que una vez que su coño estuviera satisfecho, debía volver lo antes posible a su cama con el cornudo de su marido.

Así que a las doce de la noche todos estaban en la cama. Marta dejó pasar un poco de tiempo, atenta a cualquier ruido que pudiera decirle que su suegro estaba levantado o despierto. Serían las doce y veinte cuando se sentó en la cama para ir a buscar a sus hijos.

  • ¡Ni siquiera estando aquí mi padre te puedes reprimir! - Marta se asustó al escuchar a su marido.

  • ¡Calla cabrón! - Fue la única respuesta de ella que provocó un gran enfado en él.

Marta se levantó y abrió la puerta entreabierta de su habitación. Miró en la penumbra la situación de la de su suegro, estaba cerrada. No había duda, el viejo dormía y tenía vía libre para ir en busca de sus hijos que estarían dormidos. Caminó sin hacer ruido por el pasillo y entró en la habitación de ellos.

  • ¡Hola hijos! - Saludó con excitación.

  • ¡Ves como te dije que esta noche venía! - Dijo Jesús. - ¡No puede aguantar mucho sin tener sexo con nosotros!

  • ¡Tú eres muy listo! - Respondió su hermano mientras la madre se subía en la cama besando en la boca a los dos.

Ramón se había quedado parado en el rincón donde estaba el cuarto de baño. Había salido a orinar, sin encender luces y sin hacer ruido para no molestar. Había abierto su puerta con cuidado y la había cerrado inconscientemente. Al salir del baño vio como Marta salía de su habitación, se asustó y se quedó quieto. Sin duda ella no lo vio y corrió a la habitación de sus nietos. "¿Qué está pasando aquí?" Se preguntó mientras se acercaba a la puerta de la habitación de los niños, que Marta, con las prisas, no había cerrado del todo. Tenía mucha habilidad para moverse sin hacer ruido y llegó a la puerta sin ser detectado. Estaba lo suficientemente abierta para ver la cama de los niños y la luz que entraba por la ventana le ofrecía la visión de las tres siluetas oscuras de sus cuerpos. "¡No me lo puedo creer!" Marta y sus nietos se desnudaban y se besaban.

Aquella primera visión le provocó una erección como hacía años que no tenía. Sacó su polla del pijama y comenzó a masturbarse viendo la escena de incesto que los tres le ofrecían gratuitamente. Había dos camas y Marta estaba en la de Jesús besándolo apasionadamente, sintiendo las caricias de su hijo. Enrique estaba en la otra, se había girado y ni siquiera los miraba. Jesús estaba boca arriba y Marta estaba sentada sobre él, justo encima de su polla. Ella agarró su camisón y se lo quito. Ramón se quería morir, estaba viendo a su nuera desnuda, con la penumbra y la excitación de ella tenía un aspecto precioso, aceleró las caricias sobre su polla.

Marta se levantó sobre su hijo y le quitó los calzoncillos. Podía ver la polla de él que la madre acariciaba. Ella escupió sobre su mano y volvió a acariciarla para lubricarla un poco. Dirigió su glande a la entrada de su coño y se sentó poco a poco. Hacía tiempo que no tenía sexo con nadie y estaba totalmente mojada por la excitación. Además la sensación de que los pudiera pillar su suegro le producía más placer y no tardó mucho en tener el primer orgasmo, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no lanzar gritos de placer. Ramón estaba en la gloria y sentía que estaba a punto de correrse.

Jesús vio como su madre tenía aquel orgasmo y agarró su culo con las dos manos. La hizo inclinarse hacia delante para que sus tetas quedaran a la altura de su boca y mientras las mamaba movió sus caderas todo lo rápido que pudo para penetrarla locamente. Marta volvía a sentir de nuevo placer, no sabía si era otro orgasmo o el mismo que se prolongaba por la acción de la polla del hijo. Fuera como fuera, ella se sentía en la gloria y quería gritar de placer, pero no podía. Se mordió los labios y agarró las sábanas fuerte cuando el máximo placer la invadió al sentir los chorros de semen de su hijo en su vagina. Ninguno de los dos podía hacer ruido y se esforzaban en ello. Poco después Marta se dejaba caer sobre el cuerpo de su hijo para descansar entre besos y caricias.

Ramón lo había visto todo y se agitaba la polla todo lo que podía sin conseguir correrse. Cuando vio que Marta se movía para irse, se movió todo lo rápido que pudo sin hacer ruido y entró en su habitación cerrando la puerta. Sintió desde el otro lado de la puerta como su nuera pasaba por el pasillo y entraba en su habitación. Se tumbó en la cama con la excitación que le producía los recuerdo de lo que había visto aquella noche. "¡Marta está más buena de lo que yo imaginaba!" Pensaba mientras se tocaba la polla sin conseguir la ansiada corrida. Poco después sentía un gran dolor en los huevos al no conseguir echar todo lo que contenían, a pesar de la gran excitación.

Marta se levantó sobre las diez de la mañana de aquel sábado. Estaba sola en la cama y sentía su saciado sexo pegajoso por el semen de Jesús mezclados con sus propios flujos. Se sentía bien. Se levantó y cogió ropa, se metió en la ducha y gozó al sentir su maduro cuerpo mojado. Cuando acabó, abrió la mampara y salió de la ducha colocándose sobre la pequeña toalla que había en el suelo para no mojarlo. Se estiró para coger su toalla del toallero que estaba algo separado y en ese momento se abrió la puerta. Ella esperaba ver a uno de sus hijos, pero la imagen de Ramón aparecía ante ella que estaba totalmente desnuda.

  • ¡Oh, perdona hija! - Dijo él y cerró la puerta lo más rápido que pudo, sin apartar la vista de su cuerpo para disfrutar de aquella visión.

Todo había salido como él había esperado. La había escuchado entrar en la ducha y estuvo esperando delante de la puerta hasta que el agua dejó de sonar, calculó más o menos unos segundo para cogerla desnuda o medio desnuda y abrió descuidadamente para después hacerse el sorprendido. Había funcionado y hoy la había visto de nuevo desnuda, pero con luz. "¡Pero que pedazo de tetas tiene la muy puta!" Estaba caliente con ella.

Varios minutos después Marta aparecía en el salón. Como siempre allí estaba Ramón, con la televisión puesta, aunque cuando ella se movía por allí no miraba para nada la caja tonta. Ella estaba preciosa con su pelo medio mojado. Aquel vestido que llevaba le marcaba los pechos y parecía que no llevaba sujetador pues sus pezones se marcaban en la tela, pero se fijó y sí llevaba sujetador. "¡Dios, cómo han de ser sus pezones que se marcan hasta por debajo del sujetador!" Ramón se ponía loco pensando en el cuerpo de ella.

  • ¡Buenos días Ramón! - Lo saludó.

  • ¡Hija, perdona que haya entrado de esa manera! - Le dijo en una falsa excusa. - Creí que os habíais ido todos.

  • No tiene importancia... - dijo ella y la verdad es que no le había importado. - Entonces, ¿no hay nadie en casa?

  • No, tu marido se fue sobre las siete a no sé qué. Tus hijos salieron hará media hora...

Marta se fue a la cocina para prepararse un café. Caminaba e iba pensando inconscientemente en la conversación. Algo no le cuadraba. Su suegro sabía que su marido y sus hijos se habían ido y él mismo los vio marchar. Tenía que saber que ella estaba allí sola. Entonces el viejo cabrón había hecho aquello para verla desnuda. Aunque no estaba segura empezó a sospechar. Se hizo el café y volvió al salón para tomarlo y hablar con Ramón.

Ella se sentó en el sofá que había junto al que ocupaba él, formando una ele entre los dos. Su suegro miraba la televisión pendiente de las noticias y ella hizo lo mismo.

  • Marta, te vuelvo a pedir perdón por lo de antes. - Empezó a hablarle.

  • Ya te he dicho que no tiene importancia. Cosas de esas les pasa a todo el mundo. ¿Crees qué aún tengo buen cuerpo?

  • ¡Hija, eres mi nuera!

  • Seguro, pero mientras cerrabas no apartabas los ojos de mí.

  • Mujer, no lo hice con mala intención... te confieso que hace mucho tiempo que no veo un cuerpo tan sensual como el tuyo, pero de verdad que no lo he hecho queriendo.

  • ¿No me irá a salir usted un poco satirón?

  • ¡Bueno! He de reconocer que la visión de tu cuerpo me ha dado una pequeña alegría, pero uno a mi edad ya no tiene fuerzas para nada.

  • ¡Imagine lo que diría su hijo si se enterase de que aprovecha cuando estamos solos para verme desnuda en el baño! - Le dijo a Ramón queriendo ponerlo en su sitio para que no pasara aquello nunca más.

  • Supongo que se cabrearía tanto como saber lo que hace su mujer por las noches.

  • ¿Qué dice? - El corazón se le aceleró al escuchar aquellas palabras.

  • ¡Lo qué escuchas! Anoche me levanté para orinar y cuando salí no te chocaste conmigo de pura suerte. Me quedé quieto y pasaste por delante sin darte cuenta y entraste en la habitación de tus hijos. Me extrañó y me asomé. ¡Qué buen espectáculo me distéis!

  • ¡Eres un pervertido! - Protestó Marta.

  • ¡Ah, yo claro! - Y Marta se quedó pensativa. Quién sería más pervertido de los dos... - Pues la cosa es que tendrás que acceder a mis deseos o lo contaré...

  • ¡Da igual! - Dijo ella arrogante. - ¡Su hijo ya lo sabe y le da igual!

  • ¡Vale! - No sabía si ella lo decía en serio, pero si fuera verdad su hijo era un panoli. - ¡Pero también lo sabe tu madre! - Marta se estremeció por dentro. - ¡Imagina que disgusto para ella!

  • ¡Así que ahora querrá que le haga algún favor para que se mantenga callado!

  • Sí, pero no te asustes... - con su tono de voz quería tranquilizarla un poco - Te seré sincero, desde hace varios años la cosa ya no se levanta. Desde que te vi el primer día que me vine aquí, la cosa ha recuperado algo de vida, no mucha, pero algo. Ayer cuando os vi a los dos en la cama, la cosa volvió a la vida y, aunque no pude correrme por mucho que me toqué, fue una experiencia placentera.

  • ¡Y ahora quiere que le haga una paja! - Contestó ella algo enfadada por las palabras de su suegro.

  • ¡No hija, no! - Su tono era dulce para tranquilizarla. - Simplemente quiero que me avises cuando vayas a visitar a mis nietos y dejes un poco abierta la puerta para poder ver. A mi edad eso es suficiente.

"¡Lo de mirar será de familia!" Pensó Marta al escuchar la proposición de su suegro pensando en su marido que también había querido que Jesús la follara mientras él los miraba. No estaba segura de si aquel caliente hombre sería capaz de contárselo a su madre, pero a fin de cuentas ya lo había hecho muchas veces con público, por que la viese follar ahora su suegro tampoco iba a pasar nada. Además así podía follar tranquila cada vez que lo necesitara.

  • ¡Está bien! - Habló ella. - Acepto. Le daremos un espectáculo gratis cada vez que lo hagamos. - Se levantaba Marta acabando la frase.

  • ¡Ole la nuera que tengo! ¡Mira cómo anda! ¡Si yo fuera más joven te ibas a enterar lo que hacía yo con ese cuerpo! - Las palabras de Ramón dibujaron una leve sonrisa en la boca de ella.

Marta se marchó a la cocina para dejar el vaso vacío del café. Después se dirigió a la habitación donde estaba la lavadora para ordenar la ropa sucia. Al pasar por el salón podía sentir la mirada de su suegro, realmente se ponía cachondo con ella, así que cuando estaba en la puerta que comunicaba con la otra habitación, miró atrás y comprobó que él la miraba descaradamente, agarró su vestido por detrás y lo levantó rápidamente para darle una visión fugaz de su culo cubierto por aquellas hermosas bragas.

  • ¡Si fuera más joven saltaba del sillón y no te escapabas! - Dijo Ramón divertido al ver que ella entraba en su juego.

Marta lo excitaba con aquel sensual cuerpo, pero le agradaba como persona y no quería que dejara de ser tan amable con él como lo había sido hasta ese momento. Varios minutos después volvió Marta y se sentó junto a él.

  • Ramón. ¿No ves mal lo que hago con mis hijos? - Preguntó Marta algo confundida por la reacción de él al verlos la noche anterior.

  • ¡Hija, si yo te contara! Yo dejé de ser virgen un día cuando tenía doce años. Vivíamos en una casa con corral y mi tía Eloisa me folló junto a las bestias. Ella era gorda y me di un atracón de aquellas gordas tetas.

  • ¡Así que el incesto es más normal de lo que yo creía en esta familia! - Dijo Marta.

  • ¡Por lo visto! - Siguió habando. -  Pero para colmo mi madre nos vio desde la ventana de la casa y cuando entré me echó una bronca que me asustó tremendamente. - Su cara mostraba melancolía. - ¡Aún recuerdo lo último que me dijo! "¡Hasta que seas mayor, la única que te folla seré yo!" Y allí mismo en el salón follé por segunda vez en mi vida, con mi madre. Después de aquel día las follé muchas veces, por separador y a la vez con ambas. ¡Qué recuerdos!

Marta le dio un dulce beso en la mejilla y se marchó a seguir haciendo las cosas que estaba haciendo. Poco después volvieron los niños. El resto del día lo pasaron más o menos normal. Marta deseaba que fuera ya de noche para volver a tener sexo con sus hijos. Sobre las diez y media Ramón se despidió de la familia y se marchó a su habitación. Aquella noche Marta estaba sola en su cama. Enrique, su marido, se había marchado con sus amigos para hacer un poco de deporte, pero ella sabía que se iba de putas con unos cuantos del trabajo.

Marta se levantó sobre las doce para aparentar frente a sus hijos que se escondía de su abuelo. Pasó por la habitación de Ramón y abrió con cuidado. "¡Ya es la hora!" Susurró y él se sentó en la cama empezando a excitarse. La siguió y vio como se metió en la habitación de ellos.

  • ¿Quién quiere satisfacer a una madre ansiosa de amor de un hijo?

  • Hoy estoy muy cansado mamá, que te lo haga Enrique que yo no tengo fuerzas. - Dijo Jesús.

  • Yo te amaré. - Dijo su hijo mayor mientras la agarraba por la cintura y la giraba para poner sus labios en su vientre.

  • Espera cariño, pongámonos mejor en la cama de Jesús que hace menos ruido. - Marta no pensaba en el ruido, si no en que su suegro tuviera una buena vista de lo que iba a pasar en la cama. - Abriré un poco más la persiana para que haya más luz.

Así fue como, con las protestas de Jesús, se subieron en la cama y empezaron a darle el espectáculo que Ramón quería. Mientras Marta cabalgaba sobre su hijo, entrándole la polla hasta lo más hondo, miraba a la puerta y veía como Ramón con su polla en la mano no apartaba la vista de ellos mientras se masturbaba. En la penumbra no podía ver bien su polla, pero le parecía bastante grande. Ella lo miraba y sacaba su lengua para pasarla por sus labios y provocarlo. Empezó a sentir un orgasmo con las penetraciones de su hijo, miró a su suegro que no paraba de machacársela. Entonces Enrique le susurró que se iba a correr. Se levantó corriendo y se arrodilló delante de él.

  • ¡Dámelo en la boca! - Le pidió a su hijo.

Enrique se levantó y se masturbó apuntando su polla a la hambrienta boca de su madre. Empezó a lanzar chorros de semen que entraron en la boca de ella, llenándola por completo. Marta giró la cabeza y miró a su suegro con la boca abierta, la cerró y se tragó todo el semen haciendo gran ruido para que Ramón notara lo que había hecho. Agarró la polla de su hijo y la mamó un poco más. Entonces vio como su suegro se retiraba de la puerta.

Marta se despidió de su hijo agradeciéndole el placer que le había dado. Salió de la habitación y se disponía a irse a su cama, pero pensó si su suegro habría gozado con aquello, si eso era lo que él buscaba para tener sus masturbaciones. Se giró y entró sin hacer ruido en la habitación de Ramón, cerrando la puerta para que sus hijos no la escuchasen.

  • Ramón, ¿era eso lo que querías?

  • Ha sido maravilloso.

  • Espero que hayas disfrutado de tu corrida.

  • No lo he conseguido, mira que estaba excitado con vuestra imagen, sobre todo cuando te has tragado la corrida de Enrique, pero al final se me baja el punto y nada de nada. Bueno, esas son las cosas de la edad.

  • Lo siento Ramón, haber si para la próxima vez hay más suerte y acabas de una vez.

  • ¡Gracias por todo, hija!

Marta se giró para salir de la habitación y cuando llegó a la puerta no lo pensó, se giró y se puso de rodillas junto a su suegro que estaba tumbado boca arriba en la cama y tapado con la sábana.

  • ¡Ya puesta a hacer de puta en esta noche! - Dijo Marta y destapó a su suegro.

Ramón se empezaba a excitar de nuevo al ver como su adorada Marta se preparaba para hacerle una buena paja. Así fue, la mano de ella agarró su fláccida polla y empezó a agitarla. Él no se podía creer como su polla crecía con las caricias de su nuera. Al poco estaba dura y gorda como hacía mucho tiempo que no la tenía.

Marta pudo comprobar el gran tamaño que tenía aquella polla. Tenía que medir más de veinte centímetros y era bastante gruesa. Ahora sabía de quién había heredado Eduardo tal instrumento. La acarició por un rato.

  • ¿Tienes ganas de correrte ya Ramón?

  • No aún no. - Respondió él que se sentía en la gloria.

Entonces Marta pensó que tenía que darle una terapia más agresiva. Comenzó a tragarse el gran glande de aquel anciano que acariciaba su cabeza como agradecimiento. Ella mamaba y Ramón empezó a sentir que se iba a correr. Hizo un esfuerzo y aguantó sus ganas de correrse.

  • ¿Todavía no? - Volvió a preguntar Marta sacando su polla de la boca.

  • ¡Está difícil hija! - Le mintió para ver si caía algo más.

Marta no dejó de masturbarlo con la mano y le dio unas cuantas mamadas más. Se quedó mirando el gran pene pensativa y se levantó, se quitó las bragas y se montó sobre su suegro. Ramón estuvo a punto de lanzar su semen al sentir como los calidos y mojados labios del coño de Marta rodearon su gruesa polla. Sentía como ella se movía adelante y atrás, pasando toda su polla por su endurecido clítoris. Ella no pensaba que pudiera tener una polla tan dura su suegro, más teniendo tal longitud y la edad de él. Pero allí estaba, montada sobre aquella dura y larga estaca, lista para ser emparedada.

Ramón sentía como los flujos de Marta mojaban su polla, sin duda ella estaba disfrutando de su resucitada polla. Ella agarró la polla con una mano y la dirigió a la entrada de su coño. Se sentó y la fue metiendo poco a poco. Él no sentía la calida humedad de un coño de mujer desde hacía muchos años, sentir el sexo de su adorada Marta lo elevó a los cielos. Ella se inclinó hacia delante y le ofreció sus tetas. Ahora podía comprobar perfectamente que tenía unos pezones duros y pronunciados. Los chupó, los manó, los mordisqueó. Con una mano agarraba una de sus tetas, mientras la otra agarraba y acariciaba el redondo culo de su nuera. Sentía como ella botaba y su polla se clavaba en lo más profundo, arrancando gemidos apagados. Miró la hermosa cara de Marta y podía ver que estaba gozando. "Sin duda es toda una hembra en celo", pensó al ver como Marta se retorcía de placer, le clavaba las uñas en el pecho. Estaba gozando. Había tenido sexo antes con su propio hijo y ahora lo hacía con su suegro. "Esta mujer necesita más de una polla para quedar satisfecha", Ramón pensaba y disfrutaba viendo como las tetas de ella se movían al ritmo de la follada.

  • ¡Córrete Marta cariño! - Le susurró al oído.

  • ¡Ya llevo tres orgasmos con tu polla! - Habló entrecortadamente por el placer. - ¡Y ahora llega otro! - No dijo nada más, gozó en silencio de aquella polla que le daba mucho placer.

Aquello excitó sobremanera a Ramón que sintió como sus huevos se vaciaban saliendo por su pene una gran cantidad de semen que fue lanzado dentro de su nuera. Daba botes de placer y se convulsionaba con aquella anhelada sensación que su hija política le volvía a hacer sentir. Marta sintió el calido semen dentro de ella. Movió su culo para que aquella polla que le daba placer soltara toda su carga. No tardó mucho en menguar la polla de Ramón dentro de ella y abandonó su cálido refugio.

  • ¡Quién te hubiera cogido de joven! - Le dijo Marta recostándose al lado de Ramón.

  • ¡Hubiéramos follado toda la noche como animales! - Le contestó él. - Pero ahora sólo te puedo ofrecer un polvo. ¡Si es que hay suerte de que se levante!

  • No te preocupes por eso. Tú sólo preocúpate de follarme cuando esté levantada, yo me preocuparé de que se ponga firme. - Marta le dio un beso en los labios y se levantó de la cama. - Ahora me voy para que los niños no sospechen nada, mañana será otro día y veremos qué hacemos.

Marta salió de la habitación cerrando la puerta. Ramón estaba acostado en la cama, sin fuerzas, saboreando el placer que su nuera le había dado. "¡Creo que no me recuperaré nunca de mis dolencias!" Pensó y se fue quedando dormido.