Marta (5)
Quid pro quo. Después de la bestial comida de coño por parte de su hermano, Marta decide devolverle el favor proporcionándole la mamada más bestial de sus vida.
Estábamos “entretenidos” en otra de nuestras veladas de placer y ternura. Ya le había dado a Marta su “tratamiento”, una larga sesión de sensual masturbación que la había dejado agotada, satisfecha y más que a gusto. Se dio la vuelta y, cuando ya me relamía pensando en la dulce tortura a la que me iba a someter, vi sorprendido como bajándose del sofá se ponía entre mis piernas diciéndome
- “Hoy me toca comer a mí...”
Y sin dejarme reaccionar, acercó su boquita a mi pene ya a punto de explotar y le dio unos tímidos pero largos y sensuales lametones que me electrizaron y dejaron totalmente paralizado. Incrédulo, vi como abría sus labios todo lo que podía y la punta de mi polla comenzaba a desparecer entre ellos. Era la primera vez que se atrevía a introducir su pene en aquella deliciosa cavidad.
No es que sea un superdotado, pero aquello era demasiado para su boquita. Aunque lo intentaba, no podía introducirse más que el glande y un par de centímetros del miembro. Además, era evidente que no tenía ni puta idea del asunto y que aquella polla era la primera que se comía. Pero la falta de pericia la suplía con un entusiasmo y ganas de hacerme gozar que pronto convirtió la experiencia en algo maravilloso. No era solo el calor y suavidad de su boca, que de por si era capaz de levantar a un muerto, es que mantenía la boca completamente ensalivada y, aunque no podía chupar mucho por el asunto del tamaño, su lengua no paraba quieta, proporcionado a mi glande miles de señales placenteras que viajaban hasta mi cerebro haciendo que se derritiera. Cuando se cansaba, dejaba que mi pene resbalara suavemente fuera de su boca y aplicaba con su lengua sobre mi capullo y frenillo el mismo tratamiento que sus deditos usaban en sus masajes, delicados roces y lamidas que en ocasiones recorrían mi verga arriba y abajo. Recuperado el aliento, volvía a introducirse todo lo que podía de mi polla entre sus labios y continuaba con aquella maravillosa mamada.
Así, aunque aquello distara mucho de parecerse a ninguna de las gargantas profundas que salen en las pelis, su entrega y determinación me colocaron al borde del orgasmo en apenas unos minutos. La tentación de derramarme en su boca era abrumadora, pero no quería hacer nada que pudiera incomodarla siquiera un poco.
- “Marta, me voy a correr... Marta, que no puedo más...”
Intenté avisarla de lo que se le venía encima, pero no solo hizo amago de apartarse, es que juraría que intensificó su tratamiento hasta adentrarme en la locura.
Enloquecido, decidí sujetarle la cabeza, metérsela un poco más en la garganta a ver si así se echaba hacía atrás y podía correrme fuera sin joder el momento. Para mi sorpresa, fue comenzar a mover mis riñones un poquito y noté como se quedaba absolutamente quieta. Interpreté el gesto como una invitación a continuar con mi ritmo y aumenté la cadencia de mis empujones mientras continuaba sujetando su cabecita con ambas manos.
Ahora le entraba casi media polla. Totalmente ensalivada después del rato que llevaba relamiéndomela de todas las formas posible, se deslizaba con mucha más facilidad y bastante más adentro, incluso notaba como con alguno de mis empujones le daba en el paladar y rozaba el inicio de su garganta. Aunque era evidente que el efecto reflejo le ocasionaba molestias importantes, aguantó como una campeona e incluso hizo un esfuerzo evidente intentando introducírsela aún más.
- “Espera”, me dijo. “Creo que si me tumbo de espaldas podrás metérmela un poco más”.
Sin darme opción, se echó de espaldas sobre el asiento del sofá, boca arriba y descolgando su cabeza, los brazos caídos sobre el mismo asiento. Me ofrecía su boca totalmente abierta mientras una mirada asustada pero decidida que me pedía que la llenara de polla. La imagen era lo más sensual que había tenido nunca ante mí. Aquella maravilla de muchacha se me estaba ofreciendo para que la usara como me viniera en gana, una proposición que me iba a ser imposible rechazar.
Me arrodillé y acerqué el pene totalmente rígido a la entrada de su boquita. Suavemente pero sin piedad comencé a empujar. Su garganta formaba un ángulo prácticamente recto con su boca, de manera que mi polla entró lenta y decidida hasta donde nunca había estado hasta entonces. Ahora mi pubis se apoyaba sobre su nariz, era increíble. Toda mi verga estaba ahora enterrada en la boquita de mi hermana pequeña, la sensación era lo más bestia que nunca había sentido.
Notaba sus molestias y como una mezcla de nausea y arcada agitaban su cabeza. No debía ser nada cómodo para ella, pero aguantaba como la mujer totalmente decidida en que se había convertido. Aguanté sin moverme unos segundos para que se acostumbrara, luego comencé lentamente a meter y sacar mi polla. Su garganta acariciaba y mimaba mi glande por todas partes, el resto del tronco se veía abrazado por el resto de la cavidad. Aumenté el ritmo, pero a los pocos empellones las lágrimas comenzaron a asomar en sus ojos y comprendí que aquello era demasiado. Comenzaba a ser una follada de garganta brutal que no tenía cabida en nuestra relación y de la que me iba arrepentir. Pero al mismo tiempo, las sensaciones y placer que me estaba proporcionando eran inenarrables.
Estaba fuera de mí. Me puse en pie como animado por un resorte, ahora volvía a sujetar con determinación su cabeza con ambas manos y había comenzado a culear y empujar todavía con más empuje y velocidad, estaba follándole literalmente la boca sin disimulo alguno, con una fuerza que nunca había empleado. Se rindió totalmente a mi vicio y echó sus bracitos atrás, juntando las manos sobre su espalda a la altura de su trasero. El ritmo era frenético, estaba en éxtasis sexual como nunca había experimentado, ella quieta aguantando los embates con lágrimas en los ojos, yo empujando con una rabia desconocida. Ver como estaba dándolo todo tratando de satisfacerme sin pensar en absoluto en su propio placer, arrodillada y sometida, empeñada en proporcionarme el mayor placer que había experimentado en mi vida fue una sensación extraña pero maravillosa que me hizo enloquecer de gusto.
Noté que iba a correrme sin remedio, y en un último resquicio de decencia intenté avisarla otra vez:
- “Marta, te lo juro, de verdad que ya no aguanto más... Me corro...”
Pero Marta no solo no se apartó, sino que al notar que cesaba en mis empujones fue ella la que retomó el cabeceo frenético engullendo mi polla hasta más de la mitad en cada una de sus acometidas.
Percibió que mi orgasmo era inminente y noté como cerraba los labios con más firmeza. Con cada movimiento apretaba más su cabecita contra mi cintura, hasta prácticamente rozar su nariz con ella. Estaba decidida a recibir todo mi semen sin despegarse, en una muestra de sumisión y deseo por complacerme que me enloqueció de placer.
Vencido, noté como disparaba la primera descarga entre sus labios. Pensaba que iba a llegarle directa al esófago, pero aguantó sin dejar de mover la lengua al tiempo que succionaba tratando de extraerme hasta la última gota de leche. El esperma tuvo que golpearle al llegar a lo más profundo de su garganta, porque sentí que salía con una fuerza desconocida. Abrió los ojos casi con espanto mientras una fuerte arcada la asolaba y me hizo temer lo peor, pero los cerró inmediatamente, puso sus manos tras mis nalgas y apretó mi cuerpo hacia su boca, introduciéndose ya casi toda mi polla en ella. Sentí sus intentos de recoger las sucesivas descargas, mientras notaba como su boca se llenaba completamente de mi leche. Notaba como mi vida se me iba por la polla, como me estaba dejando absolutamente vacío. Fue un orgasmo terrible, bestial, tras el que mis piernas apenas acertaban a sostenerme.
Cuando estuvo segura de que no iba a salir más leche de aquel pene, poco a poco retiró su boca sin derramar una sola gota del néctar que con tanto esfuerzo había recogido. Levantó su cabeza y mirándome fijamente a los ojos abrió cuidadosamente su deliciosa boca, para que contemplara toda mi descarga llenándola. Sacó un poco la lengua para que disfrutara de la visión, luego la cerró y de un solo golpe se tragó toda mi leche, disfrutando como una perra. Volvió a abrir la boca, movió la legua para que comprobara como ahora estaba completamente vacía y sonriendo me guiñó un ojo con una mirada que hizo que un escalofrío recorriera mi espina dorsal. Aquella no era la mirada de una niña jugando a juegos prohibidos y desconocidos, era la mirada de una hembra que había descubierto sus armas y comenzaba a vislumbrar el mundo de posibilidades que se abría ante ella.
Casi temblando le di un beso en los labios:
- “Gracias, no tienes ni idea del rato que me has hecho pasar. Ha sido increíble, no había disfrutado tanto en mi vida. Perdona si me he pasado un poco, pero estabas hecha una fiera y me has vuelto loco totalmente.”
- “No seas tonto, solo quiero devolverte un poquito de todo lo que me has dado y enseñado estas semanas. Si no hubiera sido por tu paciencia y cariño no tendría ni idea de lo bien que se puede pasar. Además, sentirte tan a mi merced y ver como no puedes controlarte, casi loco por lo que te estoy haciendo pasar en cada segundo me excita de una manera que no te puedes imaginar. De verdad que casi me he corrido cuando por fin has explotado, de alguna manera he podido sentir lo que estabas pasando. Solo tienes que tocarme un poco ahí abajo, en mi vida he estado tan mojada. Ahora cuándo te recuperes poco vas a tener que emplearte a fondo como tú sabes para tranquilizarme un poco…”
Se abrazó dejando caer su cabeza en mi pecho y ahí nos quedamos en lo que iba a ser una noche interminable de juegos y cariño. Era el paraíso.